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Aristóteles aquí y ahora




Enviado por Joise Morillo



    Resumen

    Antropológicamente, la sociedad humana ordena a causa de las necesidades de sobrevivencia y desenvolvimiento cotidiano, algo que evoluciona y, que diferencia en unidad y colectivamente al individuo humano, las clases. Producto de la coerción pacifica o violenta de líderes ante comunidades o asentamientos de población.

    Aristóteles de Estagira, Macedonia (480-432) AC, trata en Política, plantear los pormenores o causas que empujan al individuo humano a desempeñarse de formas diferentes ante el poder, lo cual considera un instrumento para mediar entre el bien y el mal que afecta a la comunidad. El legislador es como un piloto que maneja un barco llamado Estado, que es una gran familia, este legislador o mandatario debe tener en su haber virtudes que le otorguen mérito para pilotear, de otro modo en su sano juicio debería abandonar el cargo que ostenta, en nombre del bien común. Su patrón debe ser la armonía de la ciudad, considerando que el mejor gobierno es aquel que otorga al pueblo la mayor suma de felicidad. Virtud esta que es autónoma, por ende bien en sí. Todo lo antagónico a esto es el origen de las revoluciones.

    En Grecia antes de Licurgo –un verdadero socialista- aparte de la clase mandataria e Ilotas (esclavos) existían los Periecos y homoiois, igualmente antes de la republica romana, en el imperio existían los patricios y los plebeyos. Otras clases sociales se crearon en diferentes latitudes y épocas en el planeta. Las mismas motivo de crítica del discurso político de líderes opositores a gobiernos que no han tenido la capacidad de combatir tal flagelo, por ende súbditos descontentos donde los gobiernos no podrían ser nunca bastante numerosos para resistir el embate de las protestas.

    Palabras claves: Virtud, Déspota, Prudencia, Justicia, Poder

    Para Aristóteles la concepción del bien común representa uno de los temas más importantes a tratar, considerando su acepción acerca del hombre como animal social, su principio filosófico se centra en las multifacéticas conductas y las diferencias que –según Santo Tomas- el libre albedrio; la individualidad y libertad de desenvolverse por volición; le otorga al ser humano. Mejor dicho, una decisión peculiar, una independencia que defiende ante las pretensiones de entes, fenómenos y cosas, que podrían ser antagónicas a su integridad tanto espiritual como física o en detrimento de sus estatus social ante la colectividad. De modo que toda imposición tendría su efecto inmediato ¡para neutralizarle! No obstante de poder alcanzar este bien común por uno u otros medios, fin último o teleológico.

    Derivado de su segregación por categorías, como: lo que se piensa, lo que se cree de Dios, lo que se conoce por "virtud", lo que se mide, lo que es útil, las oportunidades en el tiempo, del lugar para residir; afirma, que no pueden pertenecer al ámbito de un bien común, un bien general y único, pues, la unión de las mismas por la forma que cada cual podría ser concebida, lo impedirían. Por múltiples diferentes formas de concebirse y, en todo caso, por la autonomía de cada cual y porque cada una tiene su propia ciencia de estudio.

    "Pero es que, además, tampoco por ser eterno va a ser más bien, puesto que tampoco es más blanco lo duradero que lo efímero"[1]

    En este sentido y, derivado de lo posible opuesto que cada individuo o cosa determina de una categoría en si para concebir un bien de ella, el estagirita plantea –criticando a los platónicos- a los bienes provenientes de dos sentidos, los que vienen por sí mismos y los que se producen a causa de otra cosa –incluso de la antagonía entre opuestos-, los primeros teniendo como corolario, la "justicia", la contemplación, disfrutar de placeres y gloria. Empero, aunque se persigan estos bienes por causa de otra cosa, podríamos situarlos entre los bienes devenidos de sí mismos. En cambio, la blancura es un bien, es lo opuesto a lo oscuro, es o podría ser lo impoluto, todo lo blanco se coloca en un patrón Blanco es la nieve y la sal, no obstante –a menos como poesía– ¿quién podría definir: la justicia es Blanca? Ni tampoco, concebir: lo justo, el honor y la gloria con una misma definición. Entonces, no existe el bien como algo común en una misma forma.

    Aristóteles, defiende a la felicidad como un bien que se persigue por lo que representa o por lo que ella misma es y no por otra cosa. Sin embargo aunque la justicia, el honor, la inteligencia, y la gloria se eligen por lo que son (aunque de ello nada resulte); también se eligen por causa de la felicidad. O sea, se elige por suponerles que se va a ser feliz por su causa. Entonces, considerando que el bien completo deriva de su autosuficiencia y, que la felicidad no se elige por ninguna otra causa sino por ella misma, esta es autosuficiente. Ser autosuficiente no deriva en soledad, vivir como solitario, la familia, es parte de la felicidad de cada individuo, se comparte con los demás, con la ciudadanía. De este modo el filósofo define al hombre como un ser político por naturaleza.

    En tanto que considera nuestro maestro al bien como inefable respecto a concebirle común de toda forma, se debe atender su posición ante aquellos que ignorando "política" ignorar también el bien común como tal. En vez, enajenados a causa de su ignorancia no es raro que pasasen por perversos o tontos, caso que el delincuente por su inmadurez política y negarse al respeto del bien común, se convierta en poseedor o víctima de ambos defectos. Lo contrario del ignorante de política o, conocedor de la bondad de la política, es, que se adhiere al concurso de las soluciones con un fundamento lógico, con menos o nula retorica o dialéctica, su norte es diacrónico, su método, la actualización de la política o el triunfo de la misma, en el marco de rescatar el bien común, la felicidad, a medida que pasa el tiempo y se presenten nuevos obstáculos que pudiesen impedir cristalizar, como modo de conocerles y neutralizarles, mas, no destruirles por el efecto positivo (en potencia) que genera o permite el conocimiento de los mismos. Para nuestros tiempos épicos del S. XIX diríamos:

    "El sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de feliz posible, mayor suma de seguridad social, y mayor suma de estabilidad política" [2]

    Según Aristóteles, la dialéctica es una apariencia de la filosofía, es totalmente crítica por lo cual, no es productiva en aras del conocimiento positivo. En vez de la dialéctica defiende a la lógica como instrumento que muestra eficacia en todos los aspectos para el saber, apartando con ella la retórica y limitando la crítica. En este sentido la lógica, su lógica, debe entenderse como un elemento técnico para alcanzar objetivos o una forma eficaz para concebir la realidad. De esta forma se constituye su entramado de categorías donde se encuadran las experiencias concretas derivadas de la construcción de un pensamiento conceptual producto, precisamente, del cultivo de esa característica exclusiva del hombre llamada "inteligencia" esencial para ciencia que no se limita a una simple experiencia sino al cumulo de las mismas, positivas y encuadradas en la realidad.

    Considerando esto anterior nuestro sabio, afirma:

    "Solo quien conoce la causa de los fenómenos, puede preverlos, y estará por ello en condiciones de dirigir y organizar el trabajo humano"

    De este modo quien dirige la actividad profesional es más digno de respeto respecto a quien le ejecuta, derivado de su amplitud de conocimientos y capacidad de comprender el producto que desarrolla, en cambio los ejecutores actúan sin una idea clara de sus actos, "como la llama que arde" mientras quien dirige es sabio, no en virtud de su actividad práctica, sino por el manejo de sus teorías y el conocimiento de las causas. De este modo trabaja quien sabe de política, por el conocimiento de sus principios teóricos y las causas que le atañen a su desenvolvimiento, quien conoce triunfa, por ende, conoce el bien. Como la felicidad es un bien en sí y el fin de la política es "orden de la ciudadanía" y una ciudad ordenada es feliz, entonces la política es un bien. Podría decirse, un bien Universal.

    El conocimiento de la política como bien universal se formula en el pensamiento aristotélico devenido de que atiende particularmente a las dificultades que se plantean en la explicación del mundo y la contradicción entre la necesidad de estudiar lo individual y contingente y el hecho de que solamente un saber de lo universal puede ser un saber verdadero.

    Su metafísica trasciende hasta nuestra época, renace en el campo de la política influyendo incluso en el pensamiento de grandes figuras de la religión, Francisco I –Giorgio Bergoglio. Ahora y aquí- en el S XXI. Aunque para él la política actual (de ayer y de hoy) es más bien un reflejo deformado del original concibe a la política como un supremo bien, de la siguiente forma:

    "La política una actividad noble. Por eso hay que rehabilitarla, ejerciéndola con vocación y una dedicación que exige testimonio, martirio, o sea, morir por el bien común" [3]

    Aristóteles plantea, quizá coincidiendo con un antecesor "Pitágoras" la firme convicción de que las cosas deberían tratarse con el justo precio de los términos medios, ni minimizarles o dedicarles –el defecto- menor esfuerzo de lo necesario para cristalizar proyectos, ni excederse o exagerar esfuerzos –el exceso- para alcanzar el fin deseado. Afirma que la virtud es una disposición del propósito consistente en el término medio respecto a nosotros mismos, definida por la razón y como los hombres sabios le determinarían. Es un término medio entre los vicios: exceso, y el defecto, por exceso de lo que se debe hacer, sea en las pasiones o en las acciones; la virtud en cambio, elige y encuentra el justo medio. He aquí donde el genio de Aristóteles aflora y coincide con el pensador nombrado anteriormente quien afirma de la política ante sus discípulos:

    "Mantengan al pueblo en término medio, entre la riqueza y la indigencia. El pobre es vil. El rico insolente"[4]

    Por lo que se ha descrito hasta ahora, considerar la política, como un bien común respecto a lo que produce como herramienta de orden y armonía, es propio del intelecto del genio. No obstante, también, debe ser manejada por personas diestras y conocedoras en sí de su verdadero concepto, quienes ejecutan los procesos políticos deben ser entrenados y educados con base a su contexto filosófico y no como elemento de praxis cotidiana para paliar o satisfacer a medias las necesidades que a la responsabilidad del político están asignadas. Todo este esfuerzo debe hacerse para responder al pueblo y brindarles la felicidad de que es derecho. Esto quiere decir ahondar en el manejo de cada categoría con su ciencia apropiada. Es aquí que el patrón platónico comulga con el aristotélico:

    "El interés de algunos no merece ninguna consideración cuando se trata del interés general. Tan pronto como éste se halle asegurado, cada uno gozará, según su ocupación, de la felicidad que esté naturalmente unida a ella. Lo importante es que cada ciudadano y cada clase se mantenga en su puesto. (…) La justicia consiste en que cada una de las facultades cumpla en el alma y en el individuo con la función que le ha sido asignada. La injusticia se deriva del no cumplimiento de las funciones adecuadas y propias."[5]

    "Zapatero a sus zapatos" es el argot popular, pero comulga con la acepción de Platón en la Republica o el Estado, donde cada quien debe desempeñar la labor en la que se ha especializado y no sobrepasar su ocupación haciendo lo que se desempeña en otras profesiones, pues por no poder cumplir con una a tiempo completo; deja de hacer otra, por tanto ni hace bien una ni la otra. Por ello concibiéndose al Estado como una familia pero de grandes proporciones igual que su principal mentor Platón, Aristóteles le da a este el principal escaño en su disciplina filosófica (Política), la cual se complementa con su lógica (Órganon), Metafísica y, ética (Ética a Nicómaco)

    Para Aristóteles, los bienes que el hombre puede gozar se dividen en tres clases: bienes que están fuera de su persona, bienes del cuerpo y bienes del alma; consistiendo la felicidad en la reunión de todos ellos. Entonces, en un Estado o República perfecta con todo el cuidado que reclama, se debe precisar, en primer lugar, cuál es el género de vida que merece el ciudadano que le constituye. ¡Si se ignora esto, necesariamente se habrá de ignorar cuál es el gobierno por excelencia!

    "Es natural que un gobierno perfecto procure a los ciudadanos a él sometidos, en el curso ordinario de las cosas, el goce de la más perfecta felicidad, compatible con su condición."[6]

    Un hombre que carezca de "prudencia", justicia, fortaleza y carácter; no se puede considerar feliz. El que tema ver volar una mosca, que sea grosero en su dieta diaria, que esté dispuesto a hacer cualquier vileza por una moneda de 5 centavos o, vender a sus más queridos amigos y que, además, degradado en mínimos conocimientos, fuera tan irracional y tan crédulo como un niño o un insensato para resolver el más elemental de los problemas, es más infeliz aun. Sin embargo, desconociendo un patrón de vida distinto, se cree, con lo poco que tiene, afortunado y virtuoso, o sea, el propio conformismo. Sin embargo aquellos quienes son de esta especie y que poseen fortuna creen que la felicidad la produce: la riqueza, fortuna, poder, reputación y todos los demás bienes de este género, no se encuentra límites que ponerles, cualquiera que sea la cantidad en que se le posea. En otras palabras su felicidad y su importancia la miden por la cantidad de especie monetaria que ostenta, un verdadero orden pecuniario.

    A estos últimos se debe convencer de que:

    "lejos de adquirirse y conservarse las virtudes mediante los bienes exteriores, son, por el contrario, adquiridos y conservados éstos mediante aquéllas; que la felicidad, ya se la haga consistir en los goces, ya en la virtud, o ya en ambas cosas a la vez, es patrimonio, sobre todo, de los corazones más puros y de las más distinguidas inteligencias; y que está reservada a los hombres poco llevados del amor a estos bienes que nos importan tan poco, más bien que a aquellos que, poseyendo estos bienes exteriores en más cantidad que la necesaria, son, sin embargo, tan pobres respecto de las verdaderas riquezas."[7]

    Aristóteles concibe a la avaricia perjudicial y adversa a la felicidad y afirma que "los bienes exteriores tienen un límite como cualquier otro medio o instrumento; y las cosas que se dicen útiles son precisamente aquellas cuya abundancia nos embaraza inevitablemente, o no nos sirven verdaderamente para nada."

    En cambio, en razón de su abundancia, los bienes del alma son útiles, puesto que son ante todo, esencialmente bellas. La perfección suprema de las cosas que se comparan para conocer la superioridad de cada una respecto de la otra, está siempre en relación directa con la distancia misma en que están entre sí estas cosas, esto necesariamente comprende la simetría que constituye un baremo de cualidades que posee el objeto en estudio. Luego, si el alma, hablando de una manera absoluta y aun también con relación a nosotros, es más preciosa que la riqueza y que el cuerpo, su perfección y la de éstos estarán en una relación análoga.

    "Según las leyes de la naturaleza, todos los bienes exteriores sólo son apetecibles en interés del alma, y los hombres prudentes sólo deben desearlos para ella, mientras que el alma nunca debe ser considerada como medio respecto de estos bienes. Por tanto, estimaremos como punto perfectamente sentado que la felicidad está siempre en proporción de la virtud y de la prudencia, y de la sumisión a las leyes de éstas, y ponemos aquí por testigo de nuestras palabras a Dios, cuya felicidad suprema no depende de los bienes exteriores, sino que reside por entero en él mismo y en la esencia de su propia naturaleza."[8]

    Considerando lo anterior, concibe que el hombre no es justo ni prudente por casualidad o por efecto del azar, sino que deriva de la felicidad que posee por obra de su virtud. Por ende la justicia que imparte nace de su propia naturaleza, inherente a su ser y, a su esencia. Como consecuencia de este principio y, por las mismas razones, resulta que el Estado más perfecto es al mismo tiempo el más dichoso y el más próspero. A causa de que la felicidad no debe acompañar al vicio; así el Estado, como el hombre, no prosperan sino a condición de ser virtuosos y prudentes; y el valor, la prudencia y la virtud se producen en el Estado con la misma extensión y con las mismas formas que en el individuo; y por lo mismo que el individuo las posee es por lo que se le llama justo, sabio y templado.

    Respecto a la felicidad del individuo en relación al desenvolvimiento del Estado y, a consecuencia de sus cualidades Aristóteles se pregunta: ¿debe preferir el individuo la vida política, la participación en los negocios del Estado, a vivir completamente extraño a ella y libre de todo compromiso público? El Estado más perfecto es aquel en que cada ciudadano, puede, a merced de las leyes, practicar lo mejor posible la virtud y asegurar mejor su felicidad. Si el Estado y sus individuos, son prudentes, adoptarán necesariamente el camino que les parezca el mejor.

    Ejercer el poder despóticamente es a los ojos de algunos una horrible injusticia; si el poder se torna legal y, cesa de ser injusto, se convierte en un obstáculo a la felicidad personal del que lo ejerce. Diametralmente opuesto y con muchos partidarios, se pretende que la vida práctica y política es la única que conviene al hombre, y que la virtud, bajo todas sus formas, lo mismo es patrimonio de los particulares que de los que dirigen los negocios generales de la sociedad.

    Con este último planteamiento antagoniza Nietzsche, al afirmar que el falso líder aguijonee la tranquilidad del pueblo involucrándolo en los asuntos políticos es un "Fuerte, fuerte, fuerte y loco, ¡No Grande!"[9]

    Por otro lado, hay quienes persisten y sostienen que no hay felicidad posible para todos igualmente, hay Estados donde la constitución y las leyes van encaminadas por entero a hacer la conquista de los pueblos vecinos; y, si, en medio de esta confusión general que presentan casi en todas partes los materiales legislativos, se ve en las leyes un fin único, no es otro que la dominación. Actualmente hay ejemplo de estos.

    La igualdad es la identidad de atribuciones entre seres semejantes, y el Estado no podría vivir de un modo contrario a las leyes de la equidad. Los facciosos que hubiese en el país encontrarían apoyo siempre y constantemente en los súbditos descontentos, y los miembros del gobierno no podrían ser nunca bastante numerosos para resistir a tantos enemigos reunidos. Es de esta situación de donde nacen las revoluciones.

    Aristóteles acepta (5) clases de sistemas políticos, genéricos y mutantes: Aristocracia, Oligarquía, Monarquía, Democracia y Tiranía. De estos, el más perfecto según Platón y anteriormente Pitágoras, es la democracia, derivado de las libertades que en ella se ostentan. Pero, a la vez es el más débil, pues en este sistema, cualquiera con suficiente apoyo popular podría llegar al "poder" y, si quien gobierna posee mentalidad "déspota", muy pronto usurpa los poderes: Ejecutivo, Judicial y legislativo e instaura infaliblemente una tiranía.

    ¿Cuál será una diferencia y cuál el modo de dividir el poder? Esto lo debe resolver el legislador. La misma naturaleza ha trazado la línea de demarcación al crear en una especie idéntica la clase de los jóvenes y la de los ancianos, unos destinados a obedecer, otros capaces de mandar. El hombre es el único ser con razón, adquiere costumbres y maneja la naturaleza. Es preciso que estas tres cosas se armonicen. Empero, muchas veces la razón combate a la naturaleza y a las costumbres, cuando cree que es mejor desentenderse de sus leyes.

     

     

    Autor:

    Joise Manuel MORILLO ANTÚNEZ

    Nacido en Maracaibo, 16/08/1951,

    Columnista, LCDO. En filosofía (UNICA). Autor del Libro: La ignorancia y la pobreza, ¿dos pecados de los ricos o consecuencias políticas y sociales? (no comercializado). Miembro asistente del circulo wittgensteinreano de la facultad de filosofía de LUZ

    TSU en Geología,

    [1] Arist?teles, 2005, ?tica a Nic?maco (libro I-6), Ed. Alianza, Espa?a

    [2] Bol?var, S., 1983, Escritos fundamentales, Discurso de introducci?n al congreso de Angostura 1819, Monte ?vila editores, Caracas-Venezuela

    [3] Bergoglio, G., 2 de junio de 2004, en la inauguraci?n del ?Ciclo de Formaci?n y Reflexi?n Pol?tica? organizado por la Pastoral Social de la Arquidi?cesis de Buenos Aires en el Instituto de Cultura Superior .

    [4] Pit?goras, 2004, Consejo a j?venes y estudiantes, Ed. Tomo, M?xico

    [5] Plat?n, 1980, La republica o el estado, libro IV, Ed. Espasa Calpe Madrid

    [6] Arist?teles, 1997, Teor?a general de la ciudad perfecta, de la vida perfecta y la definici?n del bien com?n en la categor?a de ?d?nde y c?mo vivir? Devenido del mayor grado de felicidad que produce el mejor gobierno por su excelencia, Ed. Espasa Calpe, M?xico

    [7] Ib?d.

    [8] Ibid.

    [9] Nietzsche, F. 1983, Pueblos y Patrias, la apreciaci?n de la gente que reflexiona acerca del discurso improvisado y el ansia de poder, del pol?tico mediocre e ignorante seg?n el autor en ?M?s all? del bien y del Mal? Alianza Editorial, por Ediciones Orbis S.A., Espa?a

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