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¿Quiénes son las víctimas? Analisis de "Ladrilleros" de Selva Almada




Enviado por Yasmina D. Dátola



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Cuerpo analítico
  3. Conclusión
  4. Citas
  5. Bibliografía
  6. Anexo

Ladrilleros

Selva Almada

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Introducción

El objetivo de este ensayo es analizar en profundidad la novela Ladrilleros de Selva Almada, publicada en el año 2013, y demostrar cómo el contexto de publicación influyó en la pluma de la autora en el momento de narrar su historia. A partir de indicios explícitos e implícitos a lo largo del texto, nos detendremos a pensar en la intención que Almada tuvo al decidir el lugar en que transcurre el relato, las características de sus personajes, las vivencias que tienen a diario, sus comportamientos, su vocabulario y el lenguaje que ella misma emplea.

El libro de Almada busca dar a conocer la vida de los habitantes de un humilde pueblo del interior. ¿Con qué fin? Tomando como punto de partida la muerte de los dos jóvenes protagonistas, muestra el valor que tiene la vida de cualquier ser humano, más allá del lugar donde viva o de su clase social. A lo largo de todo el texto, trata de meter al lector en las vidas de esos jóvenes y de sus familias, contando toda su historia, sus vivencias, sus sufrimientos, sus alegrías y preocupaciones. El objetivo es darles voz a esos protagonistas y dar a conocer la forma de vida de los habitantes de un pequeño pueblo del Chaco del que como muchos otros pueblos del interior o lugares del conurbano pocas veces se habla y si se habla, se hace con el único fin de estigmatizarlos.

La novela comienza de manera abrupta, por el final. En el primer capítulo se anticipa el destino fatal de los personajes principales. Almada nos transporta directamente a un parque de diversiones ambulante y nos introduce en una escena en que los veinteañeros Pájaro Tamai y Marciano Miranda agonizan allí tirados en el suelo, solos y abandonados.

Unas horas antes Pájaro estuvo en las sillas dobles con un amigo, dando vueltas, con un porrón de cerveza recién abierto en la mano. Ahora amanece y se acaba de dar cuenta de que el mareo que siente no es por el juego sino porque se está muriendo. Está tendido en el piso, boca arriba. A unos pocos metros, Marciano Miranda yace boca abajo con la cara metida en un charco de barro.

En la agonía y entre alucinaciones ambos personajes recuerdan su vida. Mientras tanto, el narrador relata la historia de sus padres y cómo fue que ellos terminaron enfrentados.

Pajarito tiene varios hermanos. Es el segundo hijo de Oscar Tamai pero el mayor de los varones. Su padre es severo pero Pajarito no lo obedece y cada vez que puede se escapa de la casa. Es un niño muy independiente, amante de la libertad, igual que su padre. Sin embargo, cuando su padre lo descubre no duda en pegarle.

Marciano, en cambio, tiene una buena relación con su padre Elvio Miranda. Aunque tiene sus defectos, el niño lo quiere y lo considera un ejemplo a seguir. Sin embargo, cuando él todavía era un niño lo perdió para siempre. Una de las tantas noches en que su papá salía al bar, llegaron dos policías a la casa a dar la noticia de que lo habían encontrado asesinado. En ese momento, Marciano se juró vengar la muerte de su padre. Pero nunca pudo conseguirlo ni averiguar la identidad del asesino.

Oscar Tamai conoció a Celina, su esposa, cuando era muy joven. Se conocieron en la fonda donde ella trabajaba con sus hermanas. Aunque el padre de la chica se oponía a la relación, Celina abandonó a su familia y se casó con él.

A pesar de que Pajarito y Marciano se enfrentaron desde pequeños, en muchas oportunidades, nunca habían llegado a lastimarse realmente. Ahora, los dos se estaban muriendo luego de una pelea de cuchillos iniciada por Marciano cuando le clavó una sevillana a Pajarito y éste atinó a darle un par de puntazos. Los amigos de cada uno que los acompañaban esa noche ya no están con ellos. Están los dos solos, muriéndose.

En la agonía, Marciano recuerda a su padre muerto y lo ve junto a él, sosteniéndole la cabeza en su falda. Conversan y se fuman un cigarrillo juntos. El chico no sabe bien si la situación es real o no, pero se alegra de ver a su padre que tanto quiere y extrañaba.

A Pajarito también se le aparece la figura de su padre, a pesar de que era lo que menos quería ver en ese momento. No lo veía desde los trece años, cuando abandonó la casa y los dejó solos. A partir de entonces, él se había convertido en el hombre de la casa.

Tamai vivía de hacer changas hasta el tiempo en que nació Pajarito. En ese momento, Celina le consiguió un trabajo de ladrillero a través del pariente de una conocida que les ofrecía una modesta casita con un terreno y un horno de ladrillos a cambio de una pequeña renta. Era un trabajo ideal para él porque de ese modo él era su propio patrón. La familia se mudó allí y Tamai aprendió el oficio con el que mantendría a su familia.

Elvio Miranda heredó el oficio de ladrillero de su abuelo. Luego de un breve noviazgo con Estela se mudó a la ladrillería ubicada en las inmediaciones de La Cruceña, a cien metros de la otra ladrillería adonde, poco tiempo después, se mudaron los Tamai.

Elvio Miranda y Oscar Tamai fueron enemigos durante años. La rivalidad nació oficialmente cuando Tamai le robó un perro galgo a Miranda, uno de los que criaba para jugar carreras. Desde el momento en que fue a reclamárselo y no se lo quiso devolver se convirtieron en terribles enemigos. Cada vez que se encontraban en la calle o en un bar discutían y se peleaban como niños.

Ambas familias no estaban bien económicamente. Tamai tardaba mucho en cumplir con los pedidos de sus clientes y éstos después demoraban en pagarle. Lo mismo le pasaba a Miranda, que a pesar de que era un buen ladrillero tampoco cumplía con los plazos de entrega. Tanto Celina como Estela eran las encargadas de llevar adelante la economía doméstica, confeccionando ropa. Más tarde se harían cargo de las ladrillerías.

El asesinato de Elvio Miranda fue la noticia más comentada en el pueblo. El caso se investigó hasta que se archivó luego de un suceso mayor: el robo al Banco de la Provincia. Cuando Celina se enteró tuvo miedo de que el asesino fuera su esposo, pero luego de la declaración de Tamai y la investigación policial que no lo señalaba como uno de los responsables del crimen se quedó tranquila.

Un día Tamai recapacitó y durante tres años, que fueron los más felices para su mujer y sus hijos, intentó enderezar el rumbo de su vida, haciendo las cosas bien y trabajando todo el día. Hasta que una tarde se cansó de la rutina y le dijo a su mujer que se iba de la casa y la dejó sola con los niños.

Marciano y Pajarito nacieron casi el mismo día. Fueron juntos al colegio, se hicieron muy amigos y hasta se sentaban juntos en el aula. Compartían juegos, travesuras y se juntaban con los otros chicos todos los días en las calles y los baldíos del barrio. Algunas veces uno visitaba la casa del otro, hasta que Tamai y Miranda los descubrieron y les prohibieron la entrada mutuamente. Ellos no iban a permitir que sus hijos sean amigos. Y así fue. En tercer grado, Marciano y Pajarito dejaron de ser amigos. Cuando se juntaban los dos eran pura dinamita y la maestra aprovechó el ingreso de un nuevo alumno para separarlos, sentenciando desde el primer día de clase que el chico se iba a sentar junto a Pajarito. A pesar de las quejas de los chicos, la maestra consiguió lo que quería. Pajarito se hizo amigo del nuevo (Nango) y Marciano, celoso, comenzó a alejarse y a juntarse con otro grupo de chicos.

A partir de ese momento, los dos comenzaron a distanciarse y entre los dos creció un resentimiento que los llevó a convertirse, al igual que sus padres, en enemigos irreconciliables. Desde ese momento, cada vez que se cruzaban se agarraban a las piñas, rodeados por los bandos de cada uno que disfrutaban del espectáculo sin atreverse a meterse.

En la adolescencia, en una bailanta recién inaugurada, Pajarito conoció a Ángel: el hermano menor de Marciano. En medio de una borrachera ambos tuvieron relaciones sexuales en el baño del lugar.

A pesar de que Pajarito se quería convencer de que lo que había hecho era sólo por haber estado borracho, pronto reconoció que en realidad se había enamorado de Ángel. Así fue como los dos comenzaron a encontrarse en secreto.

Un día, un amigo le comentó a Marciano que había visto a su hermano junto a su peor enemigo. Aunque no lo quería creer, intentó sacarle información a su hermano, para averiguar si era verdad, pero no lo consiguió. Entonces, una noche, decidió montar guardia en la casa de Pajarito. Efectivamente su amigo tenía razón: Pajarito pasó a buscar a Ángel con la moto. Los vio desviarse a unos diez kilómetros del pueblo y estacionar en un hotel al costado del camino.

Otra noche, Ángel se quedó en la casa porque Pajarito salía con sus amigos: irían a conocer el nuevo parque de diversiones que llegó al pueblo y distraerse un rato. Marciano también iría al mismo lugar, pero con otro objetivo.

Pajarito y Marciano se encontraron en el parque de diversiones y, una vez más, comenzaron a pelearse a trompadas. Todo terminó cuando Marciano sacó una navaja y alguien puso otra en la mano de Pajarito para que se defendiera. Los filos hambrientos buscaron la carne enemiga. Así empezó todo, siguieron los tiros, las corridas, el griterío de la gente y terminaron los dos echados en el barro, a pocos metros de distancia, hasta que llegó una ambulancia y se llevó sus cuerpos.

Hipótesis:

A través de su libro Ladrilleros, publicado en el año 2013, la escritora Selva Almada deja clara su postura en defensa de los miembros de las clases más postergadas, adhiriéndose al discurso político de la presidenta Cristina Kirchner que busca proteger a los niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad mediante la reducción de la pobreza y la indigencia por medio de acciones puntuales como la educación, la importancia de que los padres tengan un empleo, una casa propia y acceso a necesidades básicas como la alimentación, la vestimenta, la higiene y a los servicios hospitalarios. Estas acciones se oponen al discurso político que estigmatiza a los habitantes jóvenes de las clases más bajas ignorándolos o sólo refiriéndose a ellos como delincuentes o criminales por el hecho de vivir en un lugar humilde. Dicho discurso al que se opone Almada está presente en la figura política del diputado nacional por la provincia de Buenos Aires Francisco De Narváez con sus proyectos de ley en contra de la inseguridad, como por ejemplo el "mapa del delito".

Para llevar a cabo su objetivo y lograr la empatía del lector con las clases sociales menos favorecidas, la autora describe las problemáticas que les toca vivir a sus miembros. A partir de sus personajes, cuenta minuciosamente cómo es su acontecer cotidiano, introduciendo al lector directamente en sus vidas, en su lenguaje y costumbres, desde el modo en que se alimentan hasta las formas que tienen para hacer el amor.

El contexto de publicación de la obra es fundamental a la hora de comprender la decisión de la autora de elegir como temática principal la muerte de dos adolescentes que se asesinan mutuamente. En un momento en que el país discute el tema de la inseguridad, a partir del material que ofrecen los medios de comunicación y las propuestas de políticos que hacen hincapié exclusivamente en ello, Selva Almada propone una historia distinta: el detrás de escena de un caso policial que, en vez de espantar al lector, busca lograr la complicidad con sus protagonistas.

A lo largo del relato, Almada demostrará que existen derechos y valores importantes, comunes a todos los seres humanos, sin importar la clase social a la que pertenecen, la familia que les tocó tener o el lugar donde viven.

Dejará clara su postura y su inclinación a favor de determinados sectores sociales, convirtiéndose en la voz de aquellos que muchas veces no tienen los medios necesarios para hacerse oír.

Cuerpo analítico

Ladrilleros es el nombre que la escritora Selva Almada eligió para su novela. A partir del título, nos plantea de entrada de quiénes va a hablar. El sustantivo hace alusión al oficio de los protagonistas: fabricar ladrillos de manera artesanal. Una actividad habitual entre las  clases bajas del noreste argentino, lugar donde se desarrolla la historia.

La palabra ladrilleros nos lleva directamente a pensar que se trata de la clase trabajadora, pero hay una salvedad. Si bien los protagonistas fabrican ladrillos y son obreros que realizan trabajo duro y forzado (no están sentados en una oficina ni tienen empleados a su cargo) son dueños de sus útiles de producción, son sus propios patrones. La razón principal que los lleva a ejercer este trabajo es la pasión por la libertad y la negación a someterse a un jefe que les de órdenes y dirija su trabajo. Por lo tanto, los ladrilleros de la novela no son netamente parte del proletariado pero tampoco pertenecen a la clase capitalista. Su actitud frente al trabajo, la forma de realizarlo y el hecho de poseer los medios para realizarlos (el horno de ladrillos) los ubica con mayor exactitud en la categoría de artesanos.

Al abrir la novela, con lo primero que nos encontramos es con la dedicatoria del libro que hace la autora: "Para Lolo Bertone, ladrillero, hermoso espíritu libre". En estas pocas palabras, Selva Almada deja al descubierto su visión positiva hacia los ladrilleros y, por lo tanto, hacia los protagonistas de su novela, como también su predilección hacia los espíritus libres, recurrente a lo largo del relato. De entrada, nos dice que su obra está dedicada a ellos, a la clase social representada por los ladrilleros, que lo que sigue es un regalo para ellos.

El espíritu libre que se menciona en la dedicatoria, es un tema que aparece reiteradas veces en la novela, visible en el comportamiento de todos los protagonistas.

Desde pequeños, Marciano Miranda y Pajarito Tamai se manejan con libertad, jugando en las calles del pueblo con sus amigos sin que nadie les diga "no te ensucies", "volvé temprano", "no hagas esto o aquello". Sin embargo, eso no significa que sus familias no se interesen por ellos y su bienestar. Sus madres se preocupan y temen todo el tiempo que se lastimen o que les pase algo malo, pero saben que prohibiéndoles salir o juntarse con sus amigos les causaría más daño, porque estarían cortándoles la autonomía, por lo que permiten que sus hijos salgan a las calles y jueguen libremente2.

Tanto Marciano como Pajarito son espíritus libres. De hecho, el apodo de Pajarito le hace honor a esta actitud del personaje. A los dos les gusta entrar y salir de la casa cuando quieren, jugar con sus amigos en los terrenos baldíos sin que nadie los moleste y tener la libertad de correr, saltar y tirarse en el barro sin problemas. Así, viven a lo largo de toda su vida.

Los padres de ambos (Oscar Tamai y Elvio Miranda) tienen las mismas características. A pesar de estar casados y tener una familia, los dos le escapan a la vida tradicional del matrimonio. Salen por las noches, se juntan con los amigos en el bar, beben hasta quedar borrachos y regresan a sus casas a la hora que quieren sin que sus mujeres le hagan ningún escándalo, planteo o reproche.

La misma condición de estos hombres se observa en el trabajo. Cuando los personajes realizan trabajos para otros, para un patrón, siempre terminan mal: "Si un patrón lo agarraba torcido, Oscar Tamai sin decir agua le plantaba el trabajo y se iba al diablo. Se sentía poderoso en esas circunstancias, gritando más alto que el patrón y mandándolo a la mismísima mierda. De allí, al bar a contar su hazaña, a contagiar de su espíritu libre a los demás".

Las mujeres (Celina y Estela) también son libres en el sentido de que ambas son emprendedoras, saben cómo manejarse sin depender de sus maridos y trabajan por su cuenta limpiando casas, lavando ropas para afuera, cosiendo e incluso, en un momento, haciéndose cargo personalmente de las ladrillerías: un oficio que parecería estar destinado sólo a los hombres.

ALMADA, Selva, Ladrilleros, Mardulce, Buenos Aires, 2013, Páginas 56, 57 Citas.

2 ALMADA, Selva, Ladrilleros, Mardulce, Buenos Aires, 2013, Páginas 145, 146 Citas.

Mediante Celina, Selva Almada expresa su oposición a las reglas y principios instaurados por las instituciones y su preferencia a los deseos propios y a la libertad. Celina abandona a su padre y a sus hermanas para irse con quien cree que es el amor de su vida, sin detenerse a pensar en lo que ellos quieren para ella ni en el qué dirán los demás3.

La autora también plasma su idea de libertad en su propio modo de redactar. La voz del narrador, lejos de estar pendiente y de ser fiel a los cánones de la literatura clásica o culta, es similar al modo de hablar de los personajes del libro. Con un lenguaje simple, directo, colmado de modismos propios de los pueblos del interior e incluso de malas palabras, Almada transmite exactamente lo que quiere decir, sin rodeos ni metáforas innecesarias. Esta característica llega a su máxima expresión en las escenas de sexo, descriptas con detalles y sin timidez4.

De este modo, la lengua de los protagonistas se entremezcla con la del propio narrador dejando a la vista el deseo de la autora de intentar un acercamiento con todos aquellos miembros de la sociedad que se lleguen a sentir reflejados en sus personajes.

A diferencia de muchas novelas en las que ni siquiera se menciona el trabajo de sus personajes o de qué viven, Almada le otorga un lugar especial al empleo, a la importancia de tenerlo y de cómo eso influye en las vidas cotidianas de las familias. Esta observación es relevante, ya que está directamente conectada con la realidad: tener un trabajo que sea capaz de cubrir las necesidades básicas es una de las principales preocupaciones de cualquier persona.

Aunque no siempre se les hace fácil, las familias Tamai y Miranda se las rebuscan para obtener dinero dignamente, sin robar ni entrometerse en negocios turbios. Si bien muchas veces el dinero no alcanza y sus mujeres tienen que ayudar en la economía hogareña con trabajos extras, de un modo u otro el núcleo familiar se las arregla para que a los niños no les falte un plato de comida en la mesa diariamente. Incluso en un momento en que la situación económica parece estar estable se permiten algunos "lujos", como comer un chivito en Navidad.

Almada describe las dificultades que atraviesan las clases más bajas para cumplir con estas necesidades básicas cuando el dinero no alcanza, resaltando la importancia de que los adultos tengan un empleo y de que los niños se dediquen al esparcimiento y al estudio, asistiendo al colegio, haciéndose cumplir sus derechos.

Pajarito, Marciano y sus amigos van a la escuela y el resto del día disfrutan del juego en las calles y terrenos baldíos de su barrio, La Cruceña. Más allá de las problemáticas que tienen que vivir, los niños son felices de ese modo, jugando y riendo y compartiendo sus ratos libres con sus amigos, dejando ver la posición de la escritora respecto del lugar que deben ocupar los niños en la sociedad.

Pajarito y Marciano viven en un pueblo humilde del interior del país, que también es posible de compararse con los barrios del conurbano bonaerense. El hecho de que vivan en un lugar con pocos recursos no los convierte a ellos y a todos lo que los rodean en delincuentes y criminales, tal como desde los medios de comunicación se insinúa muchas veces. El "mapa de la inseguridad"5 propuesto por el diputado nacional por la provincia de Buenos Aires Francisco De Narváez es un ejemplo claro de esto. Pajarito y Marciano no son chorros ni criminales que andan robando o matando personas por ahí. Es cierto que cometen un asesinato (se asesinan mutuamente) pero ese acto ni sus causas entran en la discusión sobre la inseguridad del país.

El "mapa de la inseguridad" fue el proyecto principal impulsado por Francisco de Narváez en la campaña electoral de diciembre de 2008 con el objetivo de controlar los hechos de inseguridad de la Argentina. El resultado, lejos de ser productivo, terminó convirtiéndose en una herramienta estigmatizante de las clases menos favorecidas. El mapa, cuyo discutible funcionamiento no estaba respaldado por organismos oficiales sino que se maniobraba a través de las denuncias que cualquier

3 ALMADA, Selva, Ladrilleros, Mardulce, Buenos Aires, 2013, Página 23 y 41 Citas.

4 ALMADA, Selva, Ladrilleros, Mardulce, Buenos Aires, 2013, Página 133 Citas.

5 Anexo

persona hacía por medio de un número telefónico, denunciaba como zonas peligrosas los lugares donde habitan las clases menos favorecidas económicamente, injuriando a todos los jóvenes que viven allí, sin ninguna distinción.

Los prejuicios hacia los jóvenes de las clases más postergadas se instauran día a día mediante el tratamiento que le dan a los casos policiales los medios de comunicación, el modo de presentar las noticias y la elección de las palabras utilizadas. El jueves 12 de abril de 2007, en el programa periodístico de información Entrelíneas, emitido por el canal América, se envió un móvil para cubrir en vivo el intento de asalto de una farmacia. Desde el lugar de los hechos, la cronista se refería a uno de los asaltantes como "un chico de no más de doce años…", "este chico se atrincheró y mantiene a varios rehenes…", "ha llegado al lugar la madre del chico…", a lo que el conductor del ciclo (el periodista Antonio Laje) la interrumpía una y otra vez para rectificar la designación que en ese relato recibía quien era considerado su personaje protagónico: "No es un chico. Es un delincuente". Este es tan sólo un ejemplo del modo en que los medios alimentan la marginalidad de una determinada clase social. En este análisis, cabe destacar que en el año 2007 la empresa que controla a América TV fue comprada en su mayor parte por el empresario y político Francisco de Narváez.

Pero, ¿qué en qué elementos se apoya el relato periodístico estigmatizante? En su libro La noticia televisiva, Marcelo Arias establece que las características que se pueden reconocer en los individuos sobre los que recae el proceso de estigmatización son tres: ser joven, ser pobre y ser morocho.

Frente a esta situación, Selva Almada propone un planteo diferente. Ella decide hablar de los jóvenes de los sectores humildes pero no como delincuentes, criminales, vagos y adictos a las drogas, sino como seres humanos que tienen alegrías, tristezas y conflictos como cualquiera, que además trabajan, se ganan el pan y disfrutan de su tiempo libre. Lo que se resalta son las emociones de los personajes, cómo viven, cómo se manejan y cómo se comportan con las personas de su entorno, logrando una empatía del lector hacia ellos. De este modo, ante el prejuicio o la ignorancia que tienen que tolerar los jóvenes pertenecientes a las clases más postergadas divulgados por figuras de la política o por los medios de comunicación, Selva Almada decide convertirse en su portavoz.

Los crímenes y casos de violencia sucedidos a los miembros de las clases altas no tardan en llegar a los medios de comunicación. Sin embargo, día a día, hombres, mujeres, ancianos, niños, niñas y jóvenes de las clases más pobres del país son víctimas de crímenes fatales o hechos de violencia que muchas veces ni siquiera se mencionan en los diarios ni en los noticieros y, aun peor, ni siquiera se investigan ni se terminan de esclarecer. Este reclamo lo expresa Selva Almada a través de la muerte de uno de los personajes principales: Elvio Miranda es asesinado misteriosamente. Una noche en la calle recibe un tiro por la espalda y luego es degollado con una sevillana. La policía comienza a investigar el episodio pero nunca encuentra al asesino. Se cita a declarar a sus posibles enemigos, "evitando molestar a los dueños de las constructoras, por supuesto". Pero el caso queda archivado para siempre cuando se produce el robo al Banco de la Provincia, que -como insinúa irónicamente la autora- parecería tener más importancia que la muerte de un ser humano. Marciano Miranda, su hijo, jura ante la tumba de su padre que va a encontrar al asesino para que pueda descansar en paz. Pero el chico, solo, sin el apoyo de ninguna institución ni de los medios de comunicación, jamás logra cumplir su objetivo.

La razón por la que Selva Almada decide realizar la crónica de un crimen fatal protagonizado por dos jóvenes de un pueblo perdido del interior es su deseo de hacer que se sepa que ellos también son víctimas y no siempre victimarios y de que sus vidas son tan importantes como las de todas las personas.

La agonía que precede a la muerte de Pajarito y Marciano se cuenta al mejor estilo de las tragedias griegas. Aunque no se sabe el tiempo real que yacen en el piso del parque de diversiones, el fantasma de la muerte atraviesa todo el relato. Desde el principio hasta el final de la novela los personajes intentan reunir fuerzas y encontrar entre sus recuerdos un resto de aliento que les permita seguir viviendo. A medida que pasan los capítulos, la autora entrelaza la agonía de los personajes con lo que les va sucediendo tanto física como mentalmente a partir de las alucinaciones realistas que tienen, en las que reviven momentos de sus vidas y se encuentran con sus padres, a los que hace muchos años dejaron de ver. Al mismo tiempo, a través de un relato espectral y fragmentado, Almada entrelaza la historia de vida de cada uno de los jóvenes y de sus familias. Desde que sus padres se conocieron hasta el momento en que los caminos de ambos se cruzaron, para concluir asesinándose uno al otro.

En el barrio hay más de veinte niños que se reúnen diariamente a jugar en las calles. En el grupo se destacan los valores colectivos, el compañerismo y la protección de los más fuertes (en este caso de los chicos más grandes) hacia los más débiles (los niños más pequeños). Pajarito ingresó a la pandilla cuando recién estaba por empezar a caminar, de la mano de su hermana mayor Sonia que lo llevaba a todas partes. Marciano entró de más grande, con cuatro años bien cumplidos su padre lo llevó para que empezara a juntarse con los demás chicos. Fue muy bien recibido y los más grandes se encargaban de protegerlo.

En el grupo de amigos del barrio, Almada demuestra la importancia que tiene el hecho de pertenecer a un grupo, de ser solidarios con el resto y el valor de resolver dificultades juntos, protegiendo a los más débiles en busca del bien común.

En ese contexto, es que se conocen Pajarito y Marciano. Los dos son muy parecidos: tienen el mismo espíritu libre, pertenecen a una misma clase social, les gusta jugar a las mismas cosas, andar en bicicleta y frecuentar los mismos lugares. A pesar del odio que se tienen sus padres, hubo una época en que ellos fueron amigos y compinches inseparables. Incluso, eran compañeros de banco en la escuela primaria y hacían todo juntos.

Durante uno de los capítulos del libro, Almada se dedica a contar la buena relación que había entre ellos, cuando tenían menos de seis años. A lo largo de las páginas, la autora describe la inocencia de los niños y cómo a esa edad los chicos no tienen maldad ni rencores. Los muestra como seres puros que sólo quieren divertirse y que entablan amistades fácilmente con los otros sin importar su origen, sus historias familiares ni nada6.

Sin embargo, las cosas cambian cuando esa libertad de actuar y sentir es perturbada por un tercero (una amenaza siempre latente que Almada propone aprender a enfrentar). Cuando los niños están en tercer grado, la maestra decide separarlos, advertida por sus colegas de que "los dos niños juntos son dinamita". Pajarito es obligado a sentarse con un chico nuevo (Nango) y, aunque en un principio se niega a hablarle, poco a poco van haciéndose amigos. Antes de sentirse abandonado por completo por el que hasta ese entonces era su mejor amigo, Marciano comienza a juntarse con otros chicos en los recreos. Pajarito se siente dejado de lado por su amigo y así es como entre ellos nace un resentimiento que se profundiza con el paso del tiempo: "No en vano eran hijos de sus padres; lo que se hereda no se roba, dicen" 7. Así es como los dos que habían sido inseparables, se vuelven enemigos irreconciliables para siempre, hasta la muerte.

Al analizar la amistad de los dos jóvenes protagonistas devenida en un profundo odio y resentimiento que los lleva a la muerte, surge el interrogante: ¿Qué es lo que quiere decir la autora con esto?; ¿Cuál es el objetivo que se propone al hacer que los protagonistas, siendo tan parecidos y llevando una vida tan similar, terminen matándose de un modo tan violento?

A lo largo del relato, Almada relata las ocasiones en que Pajarito y Marciano se pelearon. Como si se tratara de un espectáculo, los grupos de amigos de cada uno actúan de espectadores y no se entrometen en sus riñas. Sólo se dedican a observarlos, con respeto y admiración, como si se tratara de dos superhéroes. A medida que los años pasan, durante las peleas mano a mano, Pajarito y Marciano miden en el otro la fuerza de sus propios músculos y su crecimiento personal. Estas peleas se repiten a lo largo de toda su vida, hasta que llega el fin8.

6 ALMADA, Selva, Ladrilleros, Mardulce, Buenos Aires, 2013, Página 144 Citas.

7 ALMADA, Selva, Ladrilleros, Mardulce, Buenos Aires, 2013, Página 163

8 ALMADA, Selva, Ladrilleros, Mardulce, Buenos Aires, 2013, Página 172 Citas.

¿Qué une y que separa a Pajarito Tamai y a Marciano Miranda?
Ambos viven, y conviven, en un mundo salvaje. Los dos son impulsados por el
odio y el resentimiento, Pajarito hacia su padre y Marciano hacia el destino
que provocó la muerte de su padre. A la misma edad, entre los doce y
trece años, los dos se convierten en víctimas del abandono: el
primero de su padre que se va del pueblo a vivir a Mendoza y el segundo de su
padre que es asesinado misteriosamente. Ambos se rencuentran con ellos hacia
el final de sus vidas, en las alucinaciones de la agonía que antecede
a la muerte. Marciano encuentra alivio al ver al fantasma de su padre, se siente
protegido y contenido. Lo extrañaba y tenía muchas ganas de verlo,
de abrazarlo, al menos por última vez. Pajarito, en cambio, piensa que
lo último que quería en ese momento era ver al suyo, "y sin
embargo, el muy hijo de puta se le aparece", aunque en un momento cree
que esa indeseada aparición y la bronca furiosa que en él despierta
su recuerdo puede llegar a darle la fuerza necesaria para levantarse en ese
momento de agonía.

Los dos se parecen, nacieron casi el mismo día, van a la misma escuela, viven en la misma cuadra y crecieron en la misma situación de pobreza. Pero lo más impactante y llamativo en la correspondencia de ambos es el final: los dos mueren el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar y por el mismo motivo: el filo de un arma blanca, empuñada por la mano del otro. Los dos llegan a experimentar, al mismo tiempo, lo que se siente apuñalar y ser apuñalado.

El hecho culmine que desencadena el trágico final es el descubrimiento de Marciano de que su gran enemigo mantiene una relación amorosa con su hermano menor, Ángel. Cuando uno de sus amigos le cuenta el chisme, Marciano no lo cree. Pero al comprobarlo con sus propios ojos se enfurece y en lo único que piensa desde entonces es en ponerle fin a la situación, y a la vida de su rival.

Marciano y Pajarito son los mayores de dos familias con muchos hermanos. Marciano es el hombre de la casa desde los doce años, cuando asesinaron a su padre. Pajarito, por su parte, se vio obligado a ocupar el mismo lugar en su familia, cuando él todavía era un niño y su padre decidió abandonarlos. Los dos jóvenes se criaron en un ambiente "de machos": con padres reos, "con aires de gallito", valientes, sin miedo a nada y con suficiente calle y noches encima. Sin embargo, hay una diferencia fundamental en la vida de los dos personajes: la relación que mantiene cada uno con su padre. Los padres de ambos mantenían una rivalidad casi legendaria. Los dos eran ladrilleros, vecinos y tan parecidos en sus preferencias que parecía que en el barrio no había lugar para ambos. Aunque ni siquiera ellos recordaban cómo y cuándo había nacido la rivalidad, cuál había sido el principio del disturbio, lo cierto es que cada vez que se encontraban discutían, se peleaban o se agarraban a piñas. Formalmente, el enfrentamiento entre los dos comienza con el robo de un cachorro galgo que Tamai le quita a Miranda, pero la rivalidad venía de antes de ser vecinos incluso.

Cuando misteriosamente Elvio Miranda es asesinado (el caso nunca se resuelve y el asesino no se descubre), Oscar Tamai siente una insospechada angustia: ¿con quién iba a pelearse ahora? Aunque muchas veces se habían amenazado de muerte, a ninguno de los dos se les había cruzado matar al otro realmente o tal vez lo que les faltaba era valor, valor que sí tuvieron sus hijos en su momento. Ahora que su vecino ya no está, Tamai siente que le falta una parte de sí mismo. Además, toma conciencia de que la muerte también podría haberle tocado a él.

Los dos cabezas de familia tienen una relación muy distinta con sus hijos. Elvio adora a Marciano y lo lleva a todas partes. El chico lo admira, lo considera su modelo a seguir. Es por eso que cuando lo asesinan, Marciano no encuentra consuelo. En cambio, Pajarito y su padre se detestan. Oscar trata mal a su hijo, le pega y lo humilla constantemente. Pajarito desea crecer para tener fuerza y vengarse de él. Pero justo cuando sus puños alcanzan la maduración necesaria para enfrentarlo, su padre se va de la casa, negándole hasta ese gusto. Es por eso que Pajarito lo último que quiere es parecerse a su padre9.

9 ALMADA, Selva, Ladrilleros, Mardulce, Buenos Aires, 2013, Página 70 Citas.

Selva Almada pone a la familia como núcleo narrativo, demostrando cómo influye la infancia en la personalidad adulta y en el futuro. Su intención es advertir a la sociedad acerca del peligro de la violencia, el rencor y el odio, diciendo que si cultivamos esos valores cualquiera puede terminar como Marciano y Pajarito.

¿Quién triunfa en la novela de Selva Almada? La novela no presenta una lucha de clases ni la pelea entre pobres y ricos. Al contrario, Almada enfrenta a dos personajes que tienen más cosas en común que diferencias. Y no sólo eso, sino que tampoco hace que uno de los dos triunfe sobre el otro, los dos tienen el mismo final: terminan muertos, en el mismo momento.

Desde este contexto, Selva Almada pone en escena una novela que muestra la rivalidad entre dos hombres, que luego se extiende hacia sus hijos. Si nos dirigimos al contexto de publicación de la obra, es posible establecer una analogía entre el conflicto del libro y la realidad. En la Argentina del 2013, nos encontramos con dos grupos enfrentados a nivel político, que se acrecienta por las elecciones legislativas: por un lado se encuentran los adeptos al gobierno oficialista de la presidenta Cristina Kirchner y por el otro aquellos que se oponen a sus medidas de gobierno y a su política. Esta situación fue tomada como herramienta de campaña por los candidatos a diputados del Frente Progresista Cívico y Social (FPCyS), Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín. Bajo la consigna "Unir a un país dividido" lanzaron su campaña con fuertes críticas al oficialismo y a Sergio Massa10.

Así, del mismo modo que los Miranda y los Tamai, el país se encuentra dividido entre los que están a favor del gobierno oficial y los que no. A través de su novela, Selva Almada intenta demostrar que este tipo de rivalidades, heredadas o adquiridas, son en vano y que tal vez sólo hay que darse cuenta de que, en realidad, todos tiramos para el mismo lado y que somos mucho más parecidos de lo que creemos.

Para completar esta idea, es interesante tomar el concepto de agonismo que trabaja Chantal Mouffe en su libro En torno a lo político. Aquí, la politóloga retoma la propuesta de Carl Schmitt sobre el criterio de lo político en base a la discriminación amigo/enemigo basada en la formación de un "nosotros" como opuesto a un "ellos": formas distintas de identificaciones colectivas. Explica que cuando se percibe al "ellos" cuestionando la identidad del "nosotros" la relación puede volverse antagónica hasta convertirse en una relación amigo/enemigo. Según Mouffe, el desafío para la política democrática está en impedir el surgimiento de esta relación antagónica mediante una forma distinta de establecer la relación nosotros/ellos. Para conseguirlo, propone un nuevo tipo de relación: el agonismo. El secreto para su éxito está en intentar ver al otro no como un enemigo a ser erradicado, descalificándolo y percibiendo sus demandas como ilegítimas sino en reconocerlo y legitimarlo, a pesar de ser conscientes de que no va a existir una solución racional al conflicto que los separa.

La situación de la Argentina en el terreno político durante el contexto de publicación de Ladrilleros, coincide con las características que Mouffe asigna a las relaciones antagónicas. Esto se refleja claramente en las reacciones de la oposición ante cualquier propuesta del gobierno oficial. En todo caso para que exista una identidad política es precisa la creación de un "nosotros" que es determinada por la demarcación de un "ellos". Sin embargo, si bien es inconcebible que ambos lleguen a un acuerdo, es lógico pensar en una alternativa agonística en la que las partes en conflicto puedan establecer algún vínculo. En el reconocimiento mutuo, las partes implicadas podrían establecer puntos en común y trabajar a partir de ellos para llegar a un desarrollo fructífero e impedir que intereses monopólicos sigan provocando la pérdida de derechos y la marginación de los sectores más débiles y humildes.

10 Anexo

En el libro de Almada, la fuerza policial aparece personalizada en las figuras de Rebolledo y Mamani: dos policías amigables y confiables, que ayudan a la gente del barrio y se comprometen con ellos a solucionarles los problemas. Estos personajes están lejos de creerse seres superiores debido al poder que tienen por ser parte de una fuerza de seguridad, de ejercer violencia sobre los detenidos o de perseguir chicos que lo único que hacen es tomar una cerveza en una esquina. Los policías son más bien amigos personales de las familias. Son ellos quienes se encargan de ir personalmente a la casa de Estela Miranda para darle la noticia de que mataron a su marido11 y de consolarla con sus palabras. Esta actitud humilde y humana de los policías se ve también en el comportamiento que tienen con los sospechosos de cometer el crimen a la hora de tomarles declaración, convidándoles tereré y tratándolos con cortesía, en lugar de humillarlos.

Las características que tienen los personajes que cumplen el rol de fuerzas de seguridad en el libro, permiten dilucidar el ideal de la autora: una policía que en vez de reprimir, aprovecharse de su poder o deambular por las calles por el único hecho de figurar, más bien cumpla el rol que tienen que cumplir: estar al servicio de la comunidad, del lado del pueblo.

En la novela, Almada incorpora un tema candente durante el contexto de publicación de la obra: la homosexualidad. En el momento que Ladrilleros sale a la calle, se acaban de cumplir tres años de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, decretada el 15 de julio de 2010, cuando Argentina se convirtió en el décimo país del mundo en garantizar este derecho.

Almada no solo toma el debate sobre la identidad de género y las relaciones homosexuales sino que plantea uno nuevo en torno a la homosexualidad en las clases más bajas. Convirtiendo al lector en testigo de una escena de sexo entre Pajarito Tamai y Ángel Miranda en el baño de una bailanta12, deja clara una vez más su postura en defensa de los derechos de las clases más postergadas, señalando que los pobres también tienen el derecho a elegir su identidad sexual y que la homosexualidad no es algo glamoroso ni una cuestión de moda.

Pese al importante avance que se dio en los últimos años en materia de derechos sobre la diversidad sexual, el tema de la homosexualidad en las clases populares puntualmente es un tema que parecen esquivar los medios de comunicación y los productos culturales. En la posmodernidad, la diversidad sexual comenzó a aparecer en los medios de comunicación, intentando alejarse de un mensaje discriminatorio. A partir de estrellas televisivas o personajes ficcionales transexuales o gays que revelan su identidad sin prejuicios, la homosexualidad ganó terreno en materia de derechos en la sociedad. A diferencia de hace algunos años, en la actualidad, tener una preferencia sexual distinta al resto no es algo mal visto o condenable. Aunque, por supuesto, los prejuicios continúan existiendo y hay quienes siguen pensando que ser homosexual es una enfermedad o un defecto grave. Pero ese es un tema aparte. La premisa que plantea Almada en su novela es otra: que los derechos son iguales para todos, tanto para los ricos como para los pobres, y que la elección de la identidad sexual también lo es. Entonces, ¿por qué los personajes televisivos, cantantes, parejas de ficción y estrellas del espectáculo coinciden en la misma mirada de la homosexualidad, glamorosa y repleta de plumas? Almada en Ladrilleros parece querer gritar que en las clases bajas también hay putos que luchan contra los prejuicios de sus familias, de sus amigos y de su entorno y que para ellos todo es mucho más complicado porque deben luchar contra un doble prejuicio por parte del resto de la sociedad que cree que ser pobre y, para colmo puto, es una fatalidad.

Ladrilleros toma la trama de la tragedia shakespiriana Romeo y Julieta y le da un giro sorprendente: en este caso se trata de la historia de amor de dos hombres pertenecientes a dos familias rivales que se enamoran en el baño de una bailanta, "entre meos y vómitos" 12 .

11 ALMADA, Selva, Ladrilleros, Mardulce, Buenos Aires, 2013, Página 17. Citas.

12 ALMADA, Selva, Ladrilleros, Mardulce, Buenos Aires, 2013, Página 199. Citas.

Partes: 1, 2

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