Monografias.com > Estudio Social
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La familia como grupo y el trabajo social




Enviado por dayme noa gonzalez



Partes: 1, 2

  1. La institución familiar
  2. Enfoque socio-histórico de la familia
  3. Rasgos de la familia moderna
  4. Roles de los componentes principales de la familia
  5. Estado de la familia cubana
  6. Impacto del período especial en la familia cubana
  7. Referencias Bibliográficas

La institución familiar

Definiciones conceptuales.

La familia como institución y grupo social

La familia es a la vez institución y grupo social. En tanto institución es una forma particular de la organización social que norma la interacción de los sujetos que la integran y es parte del conjunto de instituciones de la sociedad. Como aspecto del ser social es un componente de las condiciones sociales de existencia y como tal está regulada por normas y valores de diversa índole existentes en la sociedad.

Al mismo tiempo la familia es un grupo social, un grupo pequeño o primario en el que se configura el sistema de interacción entre las personas que lo integran (padres, hijos, otros familiares), en el que los hombres realizan sus primeras experiencias sociales y al que están vinculadas de modo intenso y durante largo tiempo.

En esta definición son especialmente importantes los siguientes aspectos: 1) la condicionalidad socio-histórica de las relaciones familiares y de la organización familiar; 2) la presencia de una serie de particularidades específicas en la familia (el tamaño reducido del grupo familiar, la cercanía de parentesco, la vida cotidiana en comunidad y la responsabilidad moral recíproca), junto con rasgos y cualidades comunes en todos los fenómenos sociales; 3) el hecho de que la existencia de la familia y su función social específica son consecuencia de una necesidad objetiva vinculada con una de las dos formas más importantes de la producción y reproducción de la propia vida, una de las cuales es la producción de medios de vida; otra la producción del propio individuo, la continuación de la generación.

Siguiendo esta lógica podemos precisar aún más algunos caracteres que identifican a la familia como institución y como grupo.

Como institución:

a) La familia es un hecho universal, existe en todas las sociedades conocidas en el sentido de paternidad y de legitimidad. Esto se explica a través del carácter necesario de las funciones sociales que desempeña.

b) La familia es un hecho general, puesto que todos los miembros de una sociedad forman parte indefectiblemente, de algún grupo familiar.

c) Es un fenómeno totalizador, o sea todas sus funciones aparecen siempre integradas.

d) Es también un fenómeno que constituye un modelo, a pequeña escala, de lo que es una sociedad. De ahí su papel socializador.

e) Es un fenómeno clasificatorio, en el sentido de que el status y el estrato de las personas vienen dados por la familia y, concretamente por el cabeza de la misma.

f)La institución familiar es fundamental. De ella han ido surgiendo todas las demás instituciones.

Como grupo:

a) Es el grupo primario por antonomasia.

b) Posee un carácter cerrado.

c) Tiene una base biológica.

d) Funciona como unidad base de la estratificación social.

e) Funciona como agente básico de socialización y de control social.

f) Funciona también con una actividad económica.

Existe un conjunto de características que distinguen a la familia como grupo-instituto socializador de la personalidad; las experiencias del individuo en el mismo, la imagen que como grupo ofrece, su papel como forma básica y condición fundamental de los procesos de integración a la comunidad. La familia es la unidad básica de la convivencia humana, es el lugar de residencia común. En ningún otro grupo pasan las personas tanto tiempo y se enfrentan a una cantidad comparable de necesidades, intereses y tareas. Otros rasgos que distinguen a la familia son: Está compuesta por dos sexos y en el caso de la familia moderna por dos generaciones. La familia en virtud del ciclo familiar se encuentra en un proceso de transformación que afecta a su estructura de normas y valores y a la diferenciación específica de roles del grupo, así como a todas sus estructuras y procesos asociados a esta, incluidos los objetivos de vida familiar.

El doble carácter de la familia como grupo e institución permite además visualizarla formando parte de la sociedad civil y en estrecho vínculo con el estado y otros elementos del sistema político cubano. Ella aunque es muy importante en la conformación tanto positiva como negativa de la subjetividad de las nuevas generaciones (Plain, 1991), el grado de socialización que origina el cuidado estatal desde el estadio prenatal, la enseñanza pública, la formación de intereses deportivos, artísticos, laborales, hace ceder su grado de influencia en la reproducción socializadora de las nuevas generaciones (T. Fung, 1997).

La familia además, representando ese lugar grupal de interjuego dialéctico entre estructura social e individual -interjuego por donde transita la ideología– puede ser un lugar de reproducción de pautas saludables o distorcionadoras de los procesos de aprendizaje de vida, así como un lugar de choque y de cambio (en ningún caso planteado aisladamente del contexto económico, político y social) respecto de los intereses de avance del proyecto social.

Esto quiere decir que la familia reproduce normas y valores de la sociedad donde esté enclavada, pero que estos patrones pueden ser no funcionales a los fines del sistema dominante y entonces convertirse ella en un elemento de ruptura. Tal disfunción expresa procesos cuya esencia es necesario buscarlas en la realidad material de la sociedad, sin embargo, eso no significa que no sea importante estudiar sus manifestaciones en el ámbito familiar porque ello aporta herramientas que potencian la capacidad de identificación y solución de las contradicciones en que se expresan aquellos procesos.

Tanto las funciones de la familia que emanan de su naturaleza como institución social, como los distintos roles que interjuegan en su seno derivados de su status grupal, se asientan y dependen de las necesidades de reproducción que tiene el sistema del cual emergen, lo que coloca a la familia como unidad de reproducción económica, biológica y político-ideológica, al servicio de dichas necesidades, instrumentando los procesos que le permitan articular sus fines.

Es decir que la familia es un lugar de recreación y concreción de los sujetos ideológicamente buscados, por tanto formará, moldeará un modelo de hombre, de mujer, de relaciones, de vínculos, de elección de proyecto vital acorde con el lugar que ocupe en la sociedad (Cucco, 1995).

Estos procesos pueden ser de disociación y dependencia o por el contrario de potenciación de la autenticidad, conciencia, coherencia e inteligencia del ser humano en pos de la autonomía, el activismo y el protagonismo social, ello dependerá en buena medida de la existencia y reproducción a nivel de familia de las pautas de crianza establecidas que tienen siempre un alcance más allá del ámbito familiar.

Lo expuesto nos acerca de la familia nos permite comprender que ella constituye un nexo importante entre la estructura social y la individual, y por tanto un medio que, en correspondencia con su tratamiento, puede favorecer o por el contrario entorpecer el proceso de viabilidad del proyecto social predominante

Enfoque socio-histórico de la familia

Engels en "El origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado" hace un estudio socio-histórico de la formación y evolución de las diferentes estructuras familiares a lo largo de la historia, que pone de manifiesto que la familia como fenómeno social no ha permanecido estática, sino que ha sufrido un continuo cambio en la medida que se han modificado las condiciones económicas.

Un elemento importante derivado de este análisis es el carácter clasista de la familia: han existido y existirán tantos tipos de familia como clases puedan existir en cada sociedad, así podemos hablar de las familias burguesa, proletaria y otras; cada una de ellas refleja las condiciones y el modo de vida en general de la clase social a que pertenecen y su futuro está estrechamente vinculado con la evolución de la estructura socio-clasista y las transformaciones económicas, políticas y sociales en cada momento determinado.

Otro elemento importante se refiere al status que en ella ocupa cada componente de la familia. Desde el surgimiento de la familia monogámica se instauró una desigualdad social entre el hombre y la mujer y entre adultos y menores en favor de los primeros, que ha traído injusticia y subordinación para la mujer e hijos con diversidad de manifestaciones a lo largo de la historia.

La sociedad capitalista ha conservado totalmente el fundamento económico que engendra la dependencia de las relaciones matrimoniales y familiares respecto a intereses económicos utilitaristas. En esta sociedad esta tendencia se hace sentir en fenómenos tales como el aumento sistemático del número de divorcios y deserciones (abandono por parte del esposo sin la formalización legal del divorcio), el debilitamiento de los vínculos intrafamiliares y de parentesco, la agudización de las contradicciones entre la familia y la sociedad, el incremento de la indisciplina sexual, la prostitución.

En el curso de las transformaciones socialistas se crean las condiciones para transformar la familia, de célula individualista-propietaria, en la unión voluntaria de personas que constituyen el matrimonio o entre las cuales existen lazos de parentesco, unión en la cual existe plena igualdad de derechos. Las medidas beneficio popular ligadas a la educación, así como la implementación de una legislación que impulsa la igualdad social debilitan paulatinamente los rezagos hostiles a la familia que transita hacia el socialismo, aunque, como es lógico, no puede eliminar de manera inmediata y total su influencia.

La igualdad social entre los sexos, proclamada como uno de los principios del socialismo, enfrenta en la práctica doméstica cotidiana la resistencia consciente o inconsciente de los patrones culturales del pasado, expresados de manera muy evidente a través del fenómeno del machismo. Para eliminar esos rezagos no basta con la legislación. Es necesario trabajar a nivel de conciencia social utilizando la influencia de los medios de difusión masiva, la escuela y otras vías de acción social sobre la población.

Es incuestionable que la solución de los problemas de la vivienda, la elevación del nivel de vida, la oferta de empleo, la posibilidad de superación técnico-profesional y los adelantos de la revolución científico-técnica, imponen el paradigma de la familia nuclear donde quiera que se dan dichos factores. Hay otros que obstaculizan ese proceso como el índice de divorcio, la ausencia del padre, etc.

En la actualidad el adecuado análisis de la problemática de la familia cubana y el alcance social de las funciones de los padres presupone tener en cuenta otros dos importantes elementos: el carácter transicional de los componentes de la estructura de la sociedad, incluida la familia (Plain, 1997) y la asimetría que ha presentado la sociedad civil cubana (y la familia como parte de ella) en relación con el Estado (T. Fung, 1996).

Tener presente el contenido clasista y por tanto contradictorio del período de transición, genialmente caracterizado por Lenin (1986), es de vital importancia para examinar con objetividad los elementos del sistema político correspondientes a una sociedad de ese tipo.

La familia en tanto encierra en miniatura, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en su estado (Engels, 1974: 247) y constituyendo un elemento de la estructura social, es evidente que existiendo en condiciones de transición del capitalismo al comunismo, contenga rasgos y contradicciones como aquellas que porta el organismo social.

Si se sostiene que la sociedad cubana está en transición es posible denominar a la familia cubana transicional (Plain, 1991), pues ésta, aún cuando se transforma y moderniza como resultado de la Obra de la Revolución, conserva rasgos patriarcales propios de etapas precedentes.

Rasgos de la familia moderna

La familia moderna se caracteriza por la visible y progresiva disminución de sus funciones tradicionales. Se viene produciendo un proceso de reducción funcional por el traspaso de estas a otros agentes extrafamiliares especializados como la escuela, el Estado o la Iglesia. Y, económicamente, la familia moderna tiende a ser cada vez menos un grupo productivo y cada vez más un grupo consuntivo.

La familia tiende a ser un agrupamiento romántico y afectivo, en el que la edad media para contraer matrimonio baja y la autoridad aparece debilitada si bien aumenta el interés hacia los niños, tiende a la familia pequeña donde la esposa tiene empleo.

El proceso de reducción funcional ha sido interpretado por algunos como revelador de una crisis profunda de la institución familiar, sin embargo vemos en esto una readecuación de esas funciones. Todo parece indicar, que además de la función de carácter biológico, la socialización básica de los hijos, pasa a ser la función fundamental.

En líneas generales puede decirse que, por una parte, la familia moderna va perdiendo su rigidez institucional y jerarquizada, y que, por otra parte, tiende a la democratización, a la igualación, a la intimidad y al compañerismo. Estos son los resultados del proceso de modernización familiar, si bien a corto plazo la industrialización y la urbanización son evidentemente perturbadoras del grupo familiar, a largo plazo este tiende a adaptarse funcionalmente a la nueva situación y a consolidarse, aunque ello conlleve una cierta dosis de disyunción.

Las funciones sociales de la familia presentan dos fuentes básicas: las necesidades de la sociedad y el carácter específico de la propia organización familiar. En cualquier etapa de la historia, la sociedad necesita la reproducción de la población, por ello la sociedad siempre se interesa por la familia como forma de organización de esa reproducción.

La reproducción de la población no se reduce a la procreación de hijos. Esta no sólo es de naturaleza física, sino que constituye, además la reconstitución espiritual de la sociedad. El asunto no sólo estriba en la procreación de hijos, sino también en asegurarles la correspondiente educación. Para tal efecto, la familia es imprescindible.

Entre las funciones sociales de la familia debemos distinguir las relacionadas con la propia esencia y carácter específico de la familia y que ninguna otra institución social puede desempeñar en situaciones históricas concretas, de las funciones que es capaz de desempeñar la familia junto a otras organizaciones sociales.

Al primer grupo pertenecen la reproducción de la población y vinculada con ella la actividad de la familia; al segundo grupo las funciones como la acumulación de la propiedad, la representatividad en las relaciones económicas y jurídicas con el Estado, etc.

La función biosocial comprende la realización de la necesidad de procrear hijos y vivir con ellos en familia; en otras palabras la conducta reproductiva que desde la perspectiva de la sociedad es vista como reproducción de la población. Incluye también las relaciones sexuales de la pareja, basadas en relaciones emocionales intensas que constituyen un elemento esencial de la estabilidad de la pareja, y con ello, de la familia.

La función económica comprende las actividades de abastecimiento y consumo tendentes a la satisfacción de necesidades individuales y familiares, y las actividades de mantenimiento de la familia que incluyen todos los aportes de trabajo realizados por los miembros de la familia en el marco del hogar y que corrientemente se denominan "tareas domésticas", así como las relaciones intrafamiliares que se establecen para tal fin. Incluye también, el cuidado de los niños, enfermos, ancianos, las relaciones con las instituciones de educación, salud, servicios, etc. En este sentido, la familia, constituye el marco fundamental para asegurar la existencia física y el desarrollo de sus miembros y la reposición de la fuerza de trabajo.

La función cultural-espiritual comprende todas las actividades y relaciones familiares a través de las cuales la familia participa de la reproducción cultural y espiritual de la sociedad y de sus miembros. Es a través del empleo de sus propios medios y posibilidades (contenido emocional de las relaciones de pareja, de padres e hijos, la continuidad del círculo de personas, el interés y dedicación mutuos entre los miembros de la familia) que la familia realiza aspectos específicos del desarrollo de la personalidad del hombre (padres e hijos), específicamente a través de la socialización y educación. Sin embargo, la socialización de la nueva generación no deviene sólo de la realización de esta función, sino que es resultado del ejercicio de todas las funciones, del modo de vida de la familia en su totalidad. En el microclima familiar el niño y el joven adquieren todos los conocimientos, capacidades y habilidades vinculadas con su desarrollo físico y espiritual para lo cual el tiempo libre que transcurre dentro de la familia aporta un ámbito de especial importancia.

A la hora de valorar estas funciones es importante tener en cuenta el ciclo vital de la familia, pues varía la relación de intensidad y el significado relativo de unas funciones sobre otras en períodos o fases distintas del ciclo familiar. Por ciclo familiar entendemos aquel proceso a través del cual se transforman el tamaño y la interacción familiar y que se caracteriza por las etapas: prematrimonial y matrimonial (conocimiento de los cónyuges y fundación de la familia); nacimiento de los hijos, su crianza y socialización (duración de la etapa paternal, según el número de hijos, aproximadamente de 18 a 25 años); etapa post-paternal (que comienza cuando los hijos abandonan la familia) y etapa de soledad de uno de los cónyuges.

Roles de los componentes principales de la familia

La estructura grupal de la familia resulta de los roles desempeñados por los miembros que la componen, el status de que goza cada uno y las relaciones posiciónales (derechos y obligaciones) entre todos ellos. Un factor estructural es el rol dominante en el grupo, o sea, en quien reside la autoridad o liderazgo. En este aspecto la familia puede ser patriarcal, matriarcal o igualitaria.

A la familia moderna se le denomina nuclear ya que está constituida por dos sexos y por dos generaciones. Las diferencias de edad y sexo y la necesidad de socialización de los hijos dan lugar a ciertos desniveles en cuanto a experiencia, influencia, autoridad dependencia, etc. Tales diferencias y desniveles dan lugar a determinadas esferas, las cuales ejercen su influencia sobre la vida del grupo de la familia, sobre esos subsistemas y sobre toda la interacción entre los individuos. Es evidente que a la estructura de grupo le corresponde una diferenciación de roles, es decir un conjunto de roles sociales relacionados entre sí que permite la consolidación interna (grupo propio) y la delimitación externa frente a los grupos ajenos. En una familia nuclear es posible distinguir al menos los siguientes roles primarios: padre, madre e hijos (hijo, hija y hermanos). Dichos roles pueden combinarse entre sí, lo cual pone de manifiesto una vez más la densidad de las relaciones (posibles) existentes en la familia como grupo mínimo. Es precisamente a esas combinaciones que se les denomina esferas. Cada una de dichas esferas posee determinadas normas y valores e incluso sus propios símbolos y elementos lingüísticos. La posibilidad de moverse o aferrarse de un modo diferenciado dentro de ellos constituye un importante requisito para la percepción social diferenciada.

El análisis anterior nos puede resultar de gran utilidad, específicamente como guía metodológica, por su posible relación con las representaciones (individuales o sociales) que sobre los roles al interior de la familia, puedan existir, y así poder actuar sobre sus condicionamientos. Ello constituye hoy un problema social cuyos efectos son nocivos para el desarrollo de las relaciones familiares, por lo que es en estos momentos objeto de investigación.

El paso del matriarcado al patriarcado significó un brusco cambio en la concepción de la vida familiar, trajo consigo además del repliegue de la mujer en el sentido amplio de la palabra y la consolidación del poder del hombre, el establecimiento de patrones rígidos y diferenciados de conducta, que se expresaban también en los roles de los componentes de la familia. La práctica histórico-social en su decursar fue afianzando estas diferencias, no sólo en lo relacionado a la actividad específica o rol de acuerdo al sexo que se desempeñaba en los marcos de la familia y fuera de ella, sino por supuesto a la representación que la sociedad tenía de ello, fue así como llega a darse por normal y moral lo que realmente es anormal.

La mal llamada división natural del trabajo en la familia, que excluye al hombre de la mayor parte de los asuntos del hogar, e incluso, de la educación de los hijos; la práctica del doble empleo, como consecuencia del alto costo de la vida y de la mentalidad de consumo desmedido estimulada por el sistema social; la adquisición de prestigio exclusivamente a través de los roles sociales y no por los desempeñados dentro de la familia, además de aquellos; y por último, ls incorporación creciente de la mujer al trabajo socialmente útil, no permiten ciertamente la realización de las funciones familiares tal y como han sido concebidas desde antaño.

Es ciertamente la mujer, ama de casa o trabajadora, la que lleva el peso fundamental en el hogar y por consiguiente con quién están más afectivamente vinculados los hijos, por el simple hecho de que la ven satisfacer sus necesidades con mayor frecuencia que el padre, descartando por supuesto, el bien conocido hecho del inseparable binomio biológico que conforman la madre y el niño en la temprana infancia.

El hombre, por el contrario ha perdido la presencia física que tenía dentro de la familia, cuando esta era una unidad económica de producción material; su status y prestigio están definitivamente desvinculados del rol que desempeña dentro de la familia. Sus hijos no conocen a derechas cuál es el contenido de su profesión, la utilidad que ésta presta a la sociedad, etc., por tanto, son un poco indiferentes con respecto a lo que hace papá en la calle.

No obstante, es justo reconocer que dentro del mismo mundo burgués se ha operado en los últimos años un cambio en lo relacionado con el papel del padre dentro de la familia como consecuencia de un proceso de democratización al que se ha visto obligado al propio sistema y que ha ejercido cierta influencia positiva en este sentido.

En nuestra sociedad, según se ha constatado por investigaciones, existen indefiniciones sociales de los roles de los padres y cónyuges que, unido a otras dificultades de la edificación socialista, crea terreno propicio para que el desarrollo de la familia ocurra fundamentalmente a tenor de la espontaneidad, lo cual no siempre tiene efectos positivos, por ejemplo, puede no engendrar las condiciones necesarias para que la labor educativa y humanista de la familia como instituto socializador se desarrolle con éxito. Por tanto, se afecta la contribución que la familia debe hacer a la transmisión consciente de valores a las nuevas generaciones.

Estado de la familia cubana

Los estudios sobre la familia cubana permiten constatar la presencia de un conjunto de rasgos generales que caracterizan su funcionamiento. Estos rasgos nos muestran las adquisiciones hechas por la familia gracias a la asimilación de nuevas condiciones sociales, junto a reminiscencias que subsisten del grupo familiar que precedió a la actual familia cubana. También encontramos expresiones de la contradicción entre la existencia de estas dos tendencias.

Resaltan las consecuencias positivas que vienen aparejadas a la incorporación de la mujer a la actividad económica y a la elevación masiva de los niveles de escolaridad de la población, como por ejemplo, y de capital importancia, que el hombre vaya dejando de ser el único que aporta calificación, ingresos e información sobre el ámbito no doméstico al hogar, también el papel de cada miembro dentro de la familia y las relaciones que se establecen entre ellos varía en dependencia de la asimilación que han hecho estos de su participación en la vida familiar, económica, cultural y social; asimilación que varía matizada desde el plano singular, por las características individuales de la personalidad, hasta lo general, por la influencia de toda la sociedad.

También se observa como tendencia el paso de la familia autocrática y patriarcal a un tipo de familia donde la dinámica de las relaciones es más flexible, y existe por ello un margen para el intercambio de roles.

Un problema evidente en nuestras familias es la sobrecarga de roles en la mujer y el predominio de la autoridad masculina, o sea, una no correspondencia actividad-autoridad, la mujer realiza más tareas de las que decide y el hombre decide más tareas de las que hace.

Respecto a esto los hombres recurren con frecuencia para excusar su poca colaboración en el hogar al exceso de responsabilidades laborales y al exceso de tiempo que las mismas demandan, a pesar de encontrarse un alto nivel de simetría social en la pareja, entiéndase por simetría social, la igual o similar participación en la vida social de ambos conjugues.

Otra contradicción es que la mujer plantea no estar de acuerdo con la distribución de tareas acorde al estereotipo sexual, pero tiende a actuar de manera estereotipada, sin embargo, en el modo de pensar del hombre, se observa una tendencia elevada a estar de acuerdo conque se dividan las labores por este criterio, pero en su modo de comportamiento es más flexible pues incursiona en labores tradicionalmente femeninas más que la mujer en labores tradicionalmente masculinas.

Aparece como indicador de progreso en un por ciento elevado de familias, el uso del colectivismo como método educativo para el niño, no obstante, aparece en forma disarmónica con otras variables, tales como la sobrecarga de funciones, conflictos de autoridad dentro de la pareja y división estereotipada acorde al sexo, lo que hace que este indicador de progreso pierda fuerza y autenticidad en las familias en que aparece.

En estudios realizados acerca de la dinámica de roles familiares y su importancia para la transmisión de valores, salta una mayor participación del hombre en el área de atención, cuidado de los hijos, que en área de realización de tareas domésticas, lo cual evidentemente influye en que las mismas generaciones asimilen prejuicios machistas respecto a la cooperación dentro del hogar.

Destaquemos además que la participación de los padres en la vida familiar es pobre según la visión de los hijos (Alvarez, M. 1993) y que en la comunicación es mucho más frecuente la aparición de las funciones reguladoras y afectivas en la relación madre-hijo que en la relación padre-hijo, en cambio en lo tocante al intercambio de mensajes padre-hijo se observa una gran amplitud, lo cual puede ser indicador de que la función informativa sea de gran frecuencia en su aparición en la relación paterno-filial.

Estas observaciones nos confirman la existencia de diferencias significativas en la realización de las funciones materna y paterna dentro de la familia. Los papeles y funciones de padres y madres pasan por un proceso de adaptación al continuo cambio social que caracteriza a la sociedad. A medida que una sociedad cambia, ha de modificarse el papel de los padres a fin de adaptarse a las nuevas exigencias de la familia y conservar el mutuo carácter complementario de las funciones paterna y materna.

El denominado Período Especial sin dudas ha ejercido un fuerte impacto sobre la familia cubana, lo cual ha tenido un saldo desfavorable en las condiciones materiales de vida, en el área del consumo familiar, en el empleo, en la función económica de la familia, en las relaciones de pareja y en la formación de las nuevas generaciones. Sin embargo los cambios en el estilo de vida de las familias que se reflejan en la incorporación de hábitos alimentarios sanos, la potenciación de los tratamientos no formalógicos, la promoción de la conciencia de productor, la insentivación y extensión

Tener claro el lugar histórico de la familia cubana actual es necesario pues de ello depende no solo el adecuado planteo de políticas en relación a ella, sino poder prever su comportamiento y disposición ante las difíciles tareas que enfrenta el país en las actuales circunstancias.

Muy unido a ello está el segundo elemento anteriormente señalado la asimetría familia-estado en lo referido específicamente a la formación de las nuevas generaciones. En este sentido, no obstante ser la familia cubana, real destinataria y consumidora de los beneficios de la Revolución, su papel fue subvalorado durante varios años y sobrevalorado el de otros institutos socializadores, por ejemplo la escuela.

Ello propició que hasta muy avanzado los años 80, se generalizara y enraizara entre los padres el punto de vista que consideraba a la escuela como la máxima responsable (y para algunos la única) de la educación de los hijos (Plain, 1991).

Es hasta 1975 y 1978 que aparece reconocida en el Código de la Familia y en el de la Niñez y la Juventud, respectivamente, la familia como célula elemental de la sociedad y la autoridad de la misma en la formación moral, física y espiritual de sus miembros más jóvenes, al tiempo que se le atribuye la obligación de conducir su desarrollo integral.

En los documentos oficiales del Partido y la Constitución de la República este criterio no se formaliza hasta 1986 en el Programa del Partido aprobado en el Tercer Congreso y 1992, en la versión modificada de la Constitución Cubana.

Estos elementos indican que a pesar de la positiva evolución que ha tenido en los últimos años en nuestro país el reconocimiento de la familia y su papel en la formación de la niñez y la juventud, las casi dos décadas en que prevaleció una práctica diferente, ejercieron una influencia negativa en el proceso de socialización por parte de la familia, no propiciando ello la concientización sobre todo por parte de los padres de sus verdaderas funciones y el alcance social de las mismas.

Ello por supuesto constituye una limitación para la integración social de la familia, pues no obstante considerarse alto el nivel de participación de nuestros ciudadanos en la vida social del país, los mecanismos de resorte que compulsan tal activismo podrían provenir fundamentalmente de otros institutos socializadores de la personalidad y no precisamente de la familia. De ser así, sería necesario llevar a cabo acciones tendentes a la transformación de este asunto, pues la familia por ser el espacio primario por excelencia de génesis y transformación de la personalidad, tiene grandes potencialidades para lograr la cohesión de las nuevas generaciones en torno a los valores esenciales de nuestro proyecto revolucionario, lo que unido al despliegue de la justicia social que promueve este último, facilitaría la integración social tan necesaria hoy para la viabilidad de nuestra Revolución.

La vía de materialización de este aporte que está llamado a realizar nuestra familia, lo constituye precisamente el adecuado cumplimiento de sus funciones en particular la de los padres, de ahí la importancia de que el Estado y el Partido en nuestro país presten especial atención al desarrollo de políticas que favorezcan la concientización popular acerca del lugar y las funciones de los padres ante la familia y la sociedad.

Sin embargo, algunos de los fenómenos presentes hoy en nuestra sociedad como por ejemplo: violencia social y doméstica, innovación delictiva, desajuste en la comunicación intergeneracional, nuevas vías de materialización de aspiraciones por los jóvenes (delito, prostitución, mercado negro), machismo, paternalismo, indisposición a asumir responsabilidad social, entre otros, reconocidos en investigaciones científicas de los últimos años, que expresan debilidades en el proceso socializador de las jóvenes generaciones, evidencian la reproducción de aspiraciones de corte marcadamente individualista, fuera de los patrones solidarios de la sociedad y no encuentran siempre la debida resistencia en la ideología familiar, por el contrario, se aprecia que en cierta medida están asociados al modo de vida familiar, a patrones internalizados y proyectados por los miembros más adultos de la familia. De ellos los relacionados específicamente con el individualismo expresado en competencia, consumismo, lucro, ostentación y mezquindad moral clasifican dentro de los de estirpe pequeño burgués.

El contenido pequeño burgués de ciertas aspiraciones presentes hoy en nuestra familia está relacionado con el hecho de que a partir del inicio del período especial se apreció una revitalización de la tendencia a la formalización de las relaciones de pareja y sobre todo matrimoniales sobre la base de intereses materiales, y aún cuando el fin de ese comportamiento social no sea la acumulación de riqueza se aparta de los fines planteados por la ideología institucional.

En propias investigaciones realiadas se constata el reconocimiento de los padres acerca de su desconocimiento y falta de habilidades para la educación de valores en sus hijos, lo que evidencia cierta espontaneidad en el proceso de educación de los mismos, propiciando ello la existencia de antivalores en el propio seno familiar.

Otro fenómeno presente en nuestras familias es la inequidad de género, el machismo, que se expresa en la subvaloración del papel de la mujer en determinados espacios sociales y en la existencia de la sobrecarga de su rol por la doble jornada que refuerza en una nueva dimensión el mito mujer-madre. Esta situación en la que está latente la subordinación de la mujer al hombre significa que mantienen su presencia en nuestra sociedad actual rasgos patriarcales de convivencia familiar no correspondientes a formas socialistas de organización social.

Estos factores que expresan la asimetría de funciones de hombres y mujeres, padres y madres, están en correspondencia con el estado del proceso de la división social del trabajo, con la dirección que éste toma e influir sobre el mismo de manera voluntarista es propiciar transformaciones superficiales, externas, que no modifican esencialmente el estado de cosas y si pudieran generar profundos conflictos en las relaciones sociales. En el caso de las familiares, la liberación de la mujer sin la adecuada garantía de la esfera de la reproducción de las condiciones de vida cotidianas es un ejemplo de ello, por lo que resulta importante responder a esta necesidad del trabajo social de la mujer, de su aporte al sustento económico de la familia, garantizando a la vez la creación de la infraestructura que supla al ama de casa.

El lugar de la figura paterna en las representaciones sociales constatadas a través de investigaciones es una expresión de los rasgos que caracterizan a la actual familia cubana, la modificación de las cuales precisa de cambios en el contexto socio-económico, capaces de llevar adelante la transformación de la estructura semipatriarcal actual edificada a partir de un determinado modo de producción con sus correspondientes relaciones sociales, que han colocado al hombre y la mujer en una situación de tránsito hacia un nuevo modelo en el que ambos experimentan cierta desorientación derivada de las ambivalencias del nuevo rol que han comenzado a desempañar.

Conviene precisar que en este asunto la influencia de los factores económicos se produce de forma mediatizada por la conciencia, lo que significa que los elementos antes mencionados, dependiendo en última instancia de la base económica de la sociedad, pudieran haber tenido en las circunstancias actuales una magnitud mayor de no ser por el impacto en la familia cubana de conocimientos y valores espirituales fruto del desarrollo de políticas llevadas a cabo por la Revolución.

En este sentido es de vital importancia la operatividad y el adecuado diseño y ejecución de políticas, así como la necesidad de readecuación continua de las instituciones para ponerlas en condiciones sistemáticamente de convertir en voluntad política los intereses, aspiraciones y capacidades de quienes deben servirse de ellas. (M. Limia, 1991)

El análisis funcional de cualquier proyecto social o medios para el alcance de sus fines, debe tomar en cuenta que los medios de la actividad política deben tributar no solo al logro de los fines generales del proyecto, sino también a los fines particulares de la colectividad a la que el medio sirve; que sólo determinada medida de correlación concreta de lo general y lo particular en este caso en el medio familiar lo hace eficaz en el orden funcional, respecto al proyecto social, en otras palabras, estos medios poseen adecuación instrumental sólo en esta correlación.

En el caso de la familia cubana, donde además ha quedado demostrado no estar suficientemente definido para los padres el contenido de sus funciones, -lo que de hecho genera dificultades en el funcionamiento familiar y obstaculiza la transmisión de los encargos sociales por parte de esta importante institución-, resulta de vital importancia el planteamiento de políticas que potencien la eficacia de este medio pues para el desarrollo del proyecto revolucionario es necesario el trazado de políticas que potencien el papel de la familia como reproductora de relaciones políticas y de ideología.

En nuestro país se dan otros factores sociales de expansión de representaciones sociales de la paternidad cuyos efectos se distancian de los fines ideológicamente planteados. Por ejemplo la existencia de algunas disposiciones legales que contribuyen a reafirmar el protagonismo de la mujer en todo lo que atañe a los hijos, y unido a ello, la práctica profesional de juristas en casos tales como el divorcio, que lejos de contribuir positivamente, inciden negativamente en la posterior comunicación familiar; las maneras diferentes de celebrar el Día de las Madres y de los Padres; el tratamiento que dan a la figura paterna en la televisión, la radio, el cine, la literatura y el arte en general, que favorecen la persistencia de modelos inadecuados de familia, el desarrollo de las investigaciones que hasta hace poco apologizaban la relación madre-hijo y los mitos y creencias populares compartidos al respecto.

Estos elementos reafirman que pese al conjunto de políticas sociales adoptados por la Revolución Cubana con el objetivo de elevar el bienestar general de la población, incluida la familia y de los programas puestos en práctica -dentro de los cuales se hallan: el programa general de salud, el de educación sexual, el de educación familiar, el de orientación de la mujer y la familia, el de promoción cultural en las comunidades, los de divulgación a través de los medios de difusión y el programa "para la vida"-; ellos no han logrado modificar totalmente las representaciones que contienen prototipos tradicionales de familia.

Tal situación indica que la potencialidad que ofrece la familia en tanto grupo-institución y lugar por excelencia de reproducción de los sujetos ideológicos deseados no ha sido suficientemente explotada, por lo que se plantea como necesidad el fomento de políticas científicamente fundamentadas encaminadas a la estimulación y desarrollo del cumplimiento de las funciones familiares y en particular las de padres y madres. Ello a su vez implica apropiarse de un enfoque correcto de género y salud familiar que promueva el encuentro y no el desencuentro de los géneros.

Esto, desde mi punto de vista se vincula además de a los elementos de carácter económico-material ya señalados, con los efectos de políticas predominante en nuestro país, las cuales proyectaron durante varios años una imagen en cierta medida distorsionada del lugar y papel de la familia en la sociedad y que se expresa actualmente en la inexistencia a nivel de muchas familias de proyectos de vida común que potencien el logro colectivo de sus aspiraciones.

Esta situación tiene una gran trascendencia social. La familia, en tanto elemento clave de intermediación entre la estructura social y la individual, lugar por excelencia de génesis y transformación de la personalidad y de concreción y reproducción de los sujetos ideológicamente deseados, desempeña un papel muy importante en los procesos socializadores y en consecuencia en la viabilidad de proyectos sociales como el cubano que declaran como su fin mediato más importante -la formación de un hombre nuevo. La no construcción de metas, de objetivos y propósitos colectivos a nivel de familia puede ser un obstáculo en el alcance de los fines ideológicamente planteados.

Impacto del período especial en la familia cubana

1-En las condiciones materiales de vida.

A nivel de sociedad es esperable que se opere un retroceso en el desarrollo de los indicadores del nivel de vida de la familia. Sin embargo, los efectos del período especial en las condiciones de vida familiar están mediados por el nivel de vida de partida con que la familia contaba al iniciarse este período.

Entre las restricciones que el período especial impone, el estancamiento del programa de construcción de viviendas es el de las que más impacta la sensibilidad popular. La imposibilidad de satisfacer las necesidades acumuladas de vivienda en un plazo mediato, incidirá frenando el proceso de nuclearización de la familia, lo que pudiera afectar la estabilidad de las nuevas parejas.

Las condiciones de vida desfavorables se agravarán más en los centro urbanos y en sectores como el de madres solteras, tempranas y transgresores.

Partes: 1, 2

Página siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter