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¿Nueva energía Argentina? Política, ciencia e industria del litio



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. La sinergia inicial hacia las baterías
  4. Atomización: rumbos viejos y nuevos
  5. Entremedio: empresas privadas y públicas
  6. La apuesta por la ciencia y la tecnología
  7. Geopolítica de la industria energética en Sudamérica
  8. Estrategia política de cohesión científico-productiva
  9. Notas
  10. Referencias bibliográficas

Resumen

La ambición central que despierta el litio contenido en las salmueras del noroeste argentino consiste en fabricar las baterías que serán vitales para la sociedad pos-fósil. Repasamos entonces los primeros atisbos de contar con baterías de litio en el país y sus dificultades, la participación de los actores nacionales y provinciales, públicos y privados. Asimismo, damos cuenta de la situación en la que se encuentran Bolivia y Chile, en un marco geopolítico general, en relación a este mismo problema. La hipótesis general del escrito es que es necesaria una coordinación general sostenida desde el estado para poder paliar las dificultades que se han presentado en el camino. Sin embargo, las chances de producir baterías en el país están abiertas. El trabajo se basa en fuentes primarias y secundarias, fundamentalmente en entrevistas en profundidad a científicos, políticos y empresarios realizadas en la Ciudad de Buenos Aires, Salta y Jujuy.

Palabras clave: Litio; Energía; Argentina; Industria; Baterías

Introducción

La ambición central que despierta el litio contenido en las salmueras del noroeste argentino consiste en fabricar las baterías que serán vitales para la sociedad pos-fósil. La tarea, naturalmente, no es fácil. Contar con el litio representa poco en la medida en que el valor de una batería está, sencillamente, en saber cómo fabricarla para el intercambio. En efecto, entre la palpable textura del «oro blanco» y el acumulador de energía existe una cantidad descomunal de conocimiento materializado que es la verdadera fuente del valor. Bien podríamos hablar aquí de un «capitalismo cognitivo» que le confiere cada vez mayor incidencia al conocimiento en los procesos de valorización de las mercancías, donde la creatividad y el pensamiento son

Monografias.com«herramientas» fundamentales del «trabajo vivo» (Miguez y Sztulwark, 2012). Si en un futuro cercano se consolidase la tecnología del litio, saber-hacer las baterías sería vital ya que infinitas serán necesarias para alimentar los trasportes públicos, autos, hogares, sistemas de comunicación e industrias1. Hasta hace muy poco la referencia inmediata que despertaba la palabra batería anclaba en esa caja, casi siempre negra, que permitía el regular andar de los componentes eléctricos de un auto cualquiera. De un tiempo a esta parte, el imago que evoca su nombre suele ligarse al más pequeño, plano y rectangular dispositivo que poseen las neetbooks o al más pequeño aun de los teléfonos celulares. El origen de las baterías de Ion-litio apenas se sitúa unas décadas atrás. La primera marca en lanzar al mercado una batería ha sido Sony, en el año 1991, dado el menor peso que poseía respecto de las tradicionales y aprovechando las investigaciones que desde fines de los años 70 había encarado en el área de la energía John Goodenough, quien logró identificar el Li CoOx 2

Monografias.comuna batería recargable de Ion-litio. De allí en más, la producción de bate- rías de Ion-litio se volvió gigante, tanto que cada quien suele tener una al alcance de la mano2.

En el mercado de los autos híbridos y eléctricos y en los acumuladores energéticos que son necesarios en un nuevo sistema de energías renovables es donde se depositan las mayores oportunidades de que se consoliden decididamente las baterías de Ion-litio. Es decir, se trata de la movilidad de los dispositivos eléctricos pero también de la utilización de grandes reservorios de energía, mercados de casi igual gran tamaño. En efecto, por un lado, una clave del valor de uso del litio reside en la puesta de producción masiva de trasportes eléctricos o híbridos (autos, motos, camiones, etcétera), un rubro que podría pasar de 500 mil vehículos en el año 2009 a 7 millones en 2020, según datos ofrecidos por la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (cepal). La diferencia entre la materia prima y la batería es significativa, una tonelada de litio cuesta alrededor de 6.000 U$D mientras que una batería de auto, que utiliza alrededor de 10 Kg, entre 10.000 y 20.000 U$D (Hong Kyu, 2010; Zicari, 2015).

Por otro lado, una sociedad basada en energías alternativas deberá contar con fuentes de almacena- miento descentralizadas, con sistemas de movilidad pública y eléctrica, con redes inteligentes que calculen la energía que utiliza, almacena y produce un hogar, y para todo ello también servirán las baterías de litio. Contrarrestar el futuro incierto que trae aparejado el cambio climático global impondrá otros modos de utilizar la energía, y las baterías de litio tendrán un papel que jugar en este nuevo horizonte.

En este artículo abordaremos el rol ejercido de manera articulada
por la política pública, la investigación y la industria
frente al fenómeno del litio, centrando nuestra atención en las
oportunidades de fabricar baterías en Argentina: pese a importarlas hoy
de Corea, China o Japón, se está intentando por diversos medios
producirlas en el país. Dado lo vital del recurso, el Estado Argentino
ha prestado cierta atención al fenómeno del litio, que incluso
impacta en áreas muy sensibles: la minería, la energía,
la innovación tecnológica, el uso de la tierra, etcétera.
Como si fuese la fiebre del oro, la posibilidad de consolidar esta industria
energética en el país despierta las más disímiles
especulaciones: para unos es inminente, para otros es imposible. La bibliografía
que aborda el pasaje del «carbonato de litio a la batería» no profundiza
en la industrialización del litio como problemática en sí
y totalmente medular y no ahonda en fuentes de primera mano como las que aquí
tratamos. Por el contrario, suele reducirse a acercamientos «técnicos»
o estar presa de una generalidad que poco aporta al diagrama fino de los problemas
reales, hecho que es preciso calibrar si se pretende sostener una política
activa. En este sentido, más allá de las ilusiones o el voluntarismo,
el objetivo de este escrito consiste en ubicar de la manera más exacta
posible cuál ha sido el recorrido y en qué punto se encuentra
el anhelo de realizar acumuladores de energía en el Cono Sur, con especial
énfasis en la Argentina.

Si hablamos de baterías de litio es imposible separar industria, ciencia y política; de hecho, las iniciativas de uno de los actores impactan directamente en los demás. Debido a ello, el eje central de este escrito es temporal, es decir, un recorrido histórico que repasa lo que se ha hecho para contar con la batería, adentrándonos en el papel ejercido por diversos actores en diferentes momentos y sus relaciones en torno a la «cuestión litio». Para lograrlo, además de consultar fuentes secundarias y haber utilizado datos contenidos en las páginas web institucionales del Ministerio de Industria (MInd) o del Ministerio de Ciencia y Tecnología e Innovación Productiva (mctip), nos hemos basado en entrevistas en profundidad a informantes claves: empresarios, científicos y políticos, realizadas entre los años 2012 y 2015, gracias a un trabajo de campo encarado en la Ciudad de Buenos Aires y en las provincias de Salta y Jujuy; único modo de contar con el conocimiento primario que demanda el problema.

No hay duda de que los beneficios que podrían cosecharse de la posibilidad de fabricar baterías de litio en Argentina son múltiples. Primeramente, los acumuladores de litio se encuentran en el corazón de una sociedad transicional que se encamine a abandonar la explotación de hidrocarburos, contribuyendo a que nuestro país la lleve adelante. Seguidamente, en el caso de ser competitivas, suponen un producto de consumo interno y de exportación de altísimo valor agregado, capaz de diseminarse por la economía regional entera. En tercer lugar, requieren amplios procesos de aprendizaje que aumentarían la capacidad científica del país, que serían aprovechables en el caso de que las baterías de Ion-litio fuesen relegadas por las de hidrógeno u otras. Por último, supondría la feliz conclusión de una retroalimentación positiva entre los múltiples actores que deben aunar sus intereses y acciones, privados y públicos, de la sociedad política y civil. En suma, contar con las baterías de Ion-litio supondría realizar lo estratégico de un recurso, esto es, emplear el mineral de litio en una tecnología capaz de almacenar electricidad, situándose en el corazón de una transición energética verde y limpia, una razón fundamental que avala el empeño de contar con ellas en Sudamérica.

La sinergia inicial hacia las baterías

El primer contacto científico serio con las baterías de litio en la Argentina surge entre el año 2005 y 2006, cuando se le encarga a la Comisión Nacional de Energía Atómica (cnea) la fabricación, testeo y control de la batería de un satélite argentino, el sacd, que pondría en órbita Estados Unidos, a partir de un convenio de vinculación que existía entre ambos países. Fue por entonces que una serie de investigadores, Juan Collet (del Centro Atómico Constituyentes -cnea-), Arnaldo Visintin (del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas -inifta-), y Daniel Barraco (que por entonces era miembro del directorio de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales -conae- y hoy se desempeña en la Universidad Nacional de Córdoba) tomaron conocimiento de la existencia de este nuevo tipo de baterías. Por entonces, pensaron que podría ser económicamente rentable realizar las baterías para que la utilicen los satélites de la propia Argentina, ya que eran de un precio significativo (rondaba el millón y medio U$D) y de gran complejidad, dado que debía asegurarse su supervivencia en el espacio. La iniciativa no prosperó. Para quienes se encargaban de la fabricación de los satélites en el país era menos costoso y menos incierto importar el almacenamiento energético desde el exterior, aunque el costo estuviese en no desarrollar la tecnología local, pero ello no era de su incumbencia. Además, la conea no estaba muy interesada en destinar recursos (humanos, económicos, físicos) a una tarea que no estuviese en estrecha sintonía con la ya de por sí complicada gestión de la confección del Satélite (Entrevista a Juan Collet).

Monografias.comPasado este primer envión, los testimonios concuerdan en que el interés del Estado en propiciar la industrialización del litio no poco se debe a que Cristina Fernández, la presidenta del país, se encontró en una tarde del año 2010 con un auto eléctrico expuesto en la inauguración de una planta de General Motors, que le motivó la pregunta: «¿Por qué no hacemos baterías acá?». Otra versión, traída a colación por Arnaldo Visintin, es apenas diferente: «Impulsar el trabajo con el litio surgió por la presidente Cristina Kirchner. Increíble. Ella dijo "¿Cómo es que tenemos litio y no hacemos la batería? Quiero que hagamos la batería». Esto fue en Ezeiza, volviendo de un viaje a Arabia. Y ahí apareció. Ya teníamos experiencia en baterías». Claro está, no importa cuál anécdota es más verídica, o si alguna lo es, en todo caso ambos «mitos de origen» indican una innegable atención que el Estado le ha puesto a la «cuestión del litio», a diferencia de otros minerales o energéticos. Empero, el interés por la potencialidad que atesora el litio no es privativo del Poder Ejecutivo Nacional; también ha despertado el interés legislativo. En la Cámara de Diputados de la Nación, entre el año 2010 y el 2014 se le ha solicitado al Poder Ejecutivo seis informes sobre el estado de la explotación del litio, se presentaron cuatro proyectos de ley diferentes para declarar al litio recurso natural estratégico a nivel nacional, uno para crear el Consejo Nacional de Regulación del Mineral Litio y sus Derivados, otro para crear la Empresa Argentina de Litio S.A., otro más robusto para crear la empresa Yacimientos Estratégicos de Litio Sociedad del Estado y dos últimos: uno declaraba a Catamarca Capital Nacional del Litio y el siguiente, un mes después, a Jujuy. A mediados de 2015, ninguno se ha convertido en ley3. Sin embargo, dado el amplio número de iniciativas, es evidente que se le prestó una atención singular también desde el Poder Legislativo.

Digamos entonces que la «fiebre del litio» no ha pasado desapercibida para el Estado Nacional.

Monografias.comAhora bien, un puntapié fundamental a la industrialización del litio lo constituyó el seminario «Utilización integral de litio en Argentina. Ciencia, Tecnología e Innovación al Servicio del Desarrollo», organizado a fines de abril de 2011 por el mctip, conjuntamente con el MInd y el Gobierno de la Provincia de Jujuy, en cuya capital fue el encuentro. El evento se propuso como el disparador de una estrategia de desarrollo en torno al litio, con una fuerte participación del Estado, y contó con la presencia de expertos de varias instituciones científicas y de investigación4. Mas concretamente, Javier Randó, por parte del MInd, el Ministro de Ciencia -Lino Barañao- e integrantes del sector público apostaron a que era posible hacer la batería en el país, posición disímil a la que pregonaba el sector privado automotriz y minero, que hacía saber su visión pesimista sobre las posibilidades de crecer en la industrialización del recurso, dado que para ellos industrializar era hacer carbonato de litio (Entrevista a Martín Guinart).

El encuentro proporcionó la ocasión para que integrantes de la esfera estatal decidan llevar adelante la constitución de una «Comisión Interministerial». Se formó entonces el «Grupo de Trabajo Interministerial para la Promoción del Aprovechamiento Integral del Litio», producto de la iniciativa de una serie de integrantes de los ministerios mayormente jóvenes, que buscaban pensar las vías para industrializar el recurso. La Comisión tenía como norte la agregación de valor, y se les presentaban una serie de interrogantes:

¿Cómo industrializar? ¿Qué producir que tenga sentido? ¿Cómo asegurar el abastecimiento? (Paradójica pregunta en un país que posee el recurso pero sucede que está en manos foráneas). En medio de estas inquietudes una solución posible provino de un programa que estaba en manos del MInd, el cual apuntaba a encontrar proveedores locales para las computadoras que se distribuyen en las Escuelas Públicas gracias al Programa Conectar Igualdad, de modo que apareció una idea: «¿Por qué no hacer las baterías de litio para las computadoras?» (Entrevista a Martín Guinart).

La primera tentativa se estructuró sobre la base de una serie de investigadores que tenían a los doctores Juan Collet, Arnaldo Visintin y Daniel Barraco entre sus gestores principales, a quienes rápidamente se sumaron Ezequiel Leiva y Osvaldo Cámara. Ellos se juntaron en Córdoba 20 días después de aquel seminario en Jujuy (también se acercó Tulio Calderón, de Investigaciones Aplicadas -invap-, con quien ya venían teniendo con- versaciones), para sondear si estaban en condiciones de avanzar en el proyecto. Por entonces, contactaron a un becario que se encontraba en la República Checa, que podía utilizar allí «caja de guantes» (muy importante porque permite operar los compuestos en las condiciones especiales, sin oxígeno por ejemplo), para saber si era factible confeccionar una «batería» de hierro-fosfato-litio, y rápidamente lo logra, lo cual cimentó la confianza del grupo. Este conjunto de científicos rápidamente se asoció a la empresa Plaka-Ithurbide, grupo empresarial pyme de origen cordobés con el que ya tenían contacto, y se dedicaba a la fabricación de acumuladores de energía convencionales (Entrevista a Juan Collet y a Daniel Barraco). Fue un funcionario del Gobierno de Córdoba el que le mencionó a la empresa Plaka

-interesada en abrirse a nuevas oportunidades de mercado-, que había unos investigadores que estaban en condiciones de fabricar baterías de litio. Este es el núcleo de investigadores que dieron los primeros pasos en esta línea, una suerte de eje científico La Plata-Córdoba que en principio tenía en mente confeccionar baterías para autos (otro espacio de investigación en baterías de litio es el Instituto de Química Física de los Materiales, Medio Ambiente y Energía -inquimae-, coordinado por el Dr. Ernesto Calvo, del cual nos ocuparemos mas abajo).

En este marco se produjo una conjunción, además, por el
interés y la participación del mctip, que dio el aval para la
presentación de un proyecto de investigación -dirigido por Arnaldo
Visintin- que contribuía con cerca de 500.000 U$D mientras
una contraparte corriese por cuenta de la empresa Plaka. A esto se le sumaba
un elemento clave: se les aseguraba ser los proveedores de las baterías
que utilizarían las computadoras que distribuía el Gobierno Nacional
a los escolares de todo el país desde el Programa Conectar Igualdad.
Se gestaba así, a fines de 2011, la primer comunión en- tre Ministerio
de Industria, de Ciencia, investigadores, empresas y mercado potencial, lo cual
parecía augurar buenos resultados. En principio, como realizar todo el
proceso en Argentina iba a requerir tiempo, se estipuló que realicen
la misma operatoria de otro proveedor del Programa -la empresa Probattery-,
que consistía en ensamblar la batería con componentes importados.
Plaka instalaría en el área industrial «El Pantanillo» de Catamarca
una planta con la que abastecer de manera local a los productores de computadoras
portátiles, proveedores de Conectar Igualdad.

Monografias.comHubo un segundo hecho significativo en mayo de 2012, propiciado por el MInd, que consistió en articular formalmente a los actores involucrados en la industrialización con una fuente de financiamiento y un mercado potencial de gran escala: las empresas de electrónica radicadas en la Provincia de Tierra del Fuego. Estas empresas eran capaces de generar una demanda general que excede con mucho la del Programa Conectar Igualdad, pero fundamentalmente también podían proveer una fuente de recursos para sostener la industrialización. En efecto, se esperaba que se formase un fondo (de 1100 millones U$D) con un porcentaje de la venta de electrónicos, para finan- ciar distintos proyectos que el Gobierno Nacional (o las propias empresas) consideraban estratégicos, entre los que se encontraba la industrialización del litio. La reunión contó con casi todos los involucrados en la potencial agregación de valor: los fueguinos (entre los que estaban, por ejemplo, la empresa Newsan, líder en artículos de electrónica, que controla casi la mitad del mercado de televisores de Argentina), representantes estatales, la propia ministra, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial -inti- (convocado por la ministra puesto que pertenece a su órbita) y las empresas productoras de baterías, Probattery y Plaka (junto con el Dr. Barraco, que por entonces se presentaba en verdad como Sol.ar, una empresa que tendría una participación compartida entre Plaka y los investigadores)5.

En aquella reunión, pues, la idea ya no era ensamblar si no ver
las posibilidades de realizar buena parte el proceso de producción en
el país, funda- mentalmente las celdas, el «corazón» de la batería
-se afirmó que estarían para mediados de 2013-. Según el
MInd, se sustituirían importaciones por Monografias.com$
37,3 millones y generarían 66 nuevos puestos de trabajo, se producirían
1,8 millones de unidades anuales y si el emprendimiento prosperaba, se iban
a replicar plantas en Salta y Jujuy6. Asimismo, surgieron aquí tanto
las posibilidades como sus obstáculos, ya que no estaba del todo claro
si las condiciones locales eran suficientes como para que la producción
de un acumulador energético local viese luz. De hecho, la inversión
a desembolsar ya era de un calibre importante, entre 15 y 30 millones U$D. Un
asesor de Newsan -Fernando Notti- venía contactándose con el investigador
Daniel Barraco y con la gente de Plaka para implementar el proceso completo,
incluso se realizó un viaje a Asia, fruto de lo cual despuntó
un plan de industrialización. Las dificultades no eran menores, los «separadores»
que requiere la batería, por ejemplo, los produce un solo país
en el mundo, Japón. Además, las dudas empezaron a afianzarse fundamentalmente
por el monto de capital que requería una planta casi completa, los empresarios
fueguinos no vislumbraban una rentabilidad muy cierta, de modo que pidieron
la elaboración de un segundo informe, pero esta tentativa más
temprano que tarde tendió a desfallecer (Entrevista a Diego Domínguez).

Monografias.comMientras tanto comenzaron
a surgir inconvenientes con la provisión de baterías para el Programa
Conectar Igualdad. Ya los fabricantes de la computadora habían manifestado
incomodidades con el precio de la batería, puesto que no les resultaba
conveniente pagar de más por un producto que podían conseguir
sin demasiados inconvenientes en Asía. Pero Plaka solo logró proveer
la primera entrega de acumuladores de energía que precisaban las computadoras.
Siendo así, unos afirman que no se cumplió con en el tiempo de
entrega pautada; otros que hubo demoras de la planta importada de China-Taiwán
o que era de esperar que las oportunidades de cumplir con la fabricación
de baterías en el tiempo estipulado no fuesen absolutas, pero admitirlo
era perder la opción de contar con el apoyo estatal necesario para avanzar;
o incluso que se modificó el tipo de batería solicitada7. Sea
como fuere, lo cierto es que este primer paso no llegó a buen puerto:
Plaka no terminó de abastecer al Programa Conectar Igualdad, perdiendo
ese importante nicho y dando por tierra la esperanza de fabricar una batería
«cien por cien catamarqueña», puesto que en esa Provincia había
instalado la planta de ensamble (entrevista a Diego Domínguez y a Alejandro
Cometto; Fornillo, 2014 ).

En paralelo, el inti ya venía realizando sus aproximaciones al problema, fundamentalmente en relación con las baterías de hidrógeno, y ante un pedido de informe del MInd en el año 2012 sobre qué se podía hacer con el litio, postulaba que existía un potencial que excedía el de baterías de litio. Más concretamente, presentaron un estudio interdisciplinar en el que sostenían que era difícil realizar las baterías en el país, dada la dificultad de insertarse en una cadena global de baterías de litio ya consolidada, a causa de la dificultad de obtener tecnología de punta necesaria localmente, porque existen compuestos tan estratégicos como el litio de difícil acceso (el cobalto, por ejemplo), debido a que es complicado obtener los procesos de certificación necesarios en un producto que compromete la seguridad, entre otras causas. Bajo este prisma, llamaban a abrir el abanico de posibilidades incorporando el desarrollo de objetivos más modestos, pero según ellos más realistas, con el recurso (Entrevista a María de los Angeles Cappa, 2014). En algún punto, ciertamente el perfil de tecnólogos -muy imbuidos de la aplicación concreta- no era del todo afín con el perfil de los investigadores. Este posicionamiento no ha sido fuente de controversias decididamente acaloradas (el inti realizó, por caso, unas jornadas sobre litio a fines de 2012), pero no hay que minimizar que el inti representó una voz que atemperó la oportunidad de que las baterías de litio sea recomendable potenciarlas en el país; voz de importancia puesto que en su papel de articuladora entre la ciencia, la técnica y la industria, podría ser una institución importante en el proceso de creación de los acumuladores de energía. Más concretamente, un encuentro en el MInd donde participaron representantes del eje científico La Plata-Córdoba y del inti derivó en la manifestación ya abierta del disenso. Desde entonces, el MInd cambió de estrategia, de manera lenta pero también clara.

Atomización: rumbos viejos y nuevos

Monografias.comLos problemas a los que se enfrenta la industria del litio para contar con la batería no son para nada menores. En términos generales, no existe en el planeta una batería de litio absolutamente probada que sea capaz de posibilitar una performance análoga a la que brindan los combustibles fósiles, al punto de que sea posible reemplazarlos sin más. Y esto debido a que las actuales tienen una potencia menor que la combustión fósil, una autonomía máxima discreta (entre 100 y 250 km), requieren un tiempo de carga holgado, son bastante grandes y pesadas, y corren el riesgo para nada inocuo de incendiarse (para investigar cómo paliar estos defectos, entre otras cosas, el Gobierno Alemán destinó mil millones de euros durante el año 2013, y un monto similar corrió por cuenta del estadounidense). Ahora bien, realizar una batería de litio requiere de múltiples pasos, de los cuales Argentina, hoy por hoy, ha realizado alguno de ellos: contar con carbonato de litio (en los hechos, en manos de una empresa multinacional -fmc Lithium en Catamarca- que no está obligada a venderlo localmente), y en cierta medida ha llevado adelante el último. Más específicamente: de la nada a la batería existen, al menos, cuatro pasos básicos: 1) contar con los elementos «químicos», el litio entre ellos es estratégico, pero no el único8;

  • el procesamiento de esos químicos, lo que podríamos llamar el pasaje del «carbonato de litio a los compuestos», esto es, contar con las sales, entre otros elementos que se precisan para la emulsión que contiene la batería;

  • producir los elementos físicos de las baterías, su «corazón». Se requiere, por ejemplo, realizar las celdas, lo cual demanda insumos estratégicos como los separadores, de muy difícil composición; 4) el ensamblado final de la batería (ver figura 1). Como mencionamos, Argentina está en condiciones de llevar adelante en condiciones industriales el primero relativamente -ya que no cuenta con grafito, por ejemplo- y el último, pero no los medulares y más difíciles (sin embargo, a nivel de Laboratorio se han podido realizar todos los pasos químicos desde los años 2011-2012) .

Ahora bien, para avanzar en los pasos críticos y medulares de la batería (los puntos 2 y 3) se contaría con una batería producida en Argentina, pero para dar al menos uno de ellos se necesita: a) maquinaria muy sofisticada y capacidad técnica b) conocimiento científico y utilización, creación o «in- geniería reversa» de patentes, que los países centrales cuidan con celo;

c) claro está, se necesita capital para invertir -aunque la sumas no son astronómicas-. Empero, la realización del proceso no culmina con la feliz presencia de la batería. Suponiendo que una buena ecuación pueda permitir fabricarla localmente, hay que venderla a un precio competitivo para un mercado dispuesto a adquirirlas. A su vez, dada la modificación de los patrones del mercado de acumuladores energéticos -si bien «por algo se empieza»-, es un requisito que todos los pasos anteriores se realicen de manera robusta para estar lindando siempre con la «frontera tecnológica». De superar todos estos obstáculos se habría consolidado la industria de la producción de baterías en Argentina. Es evidente que los problemas no son menores, aunque eso no quita que sea el escenario más noble para el país. No es fácil, pero hay intentos y una base de la cual partir, es decir, también existen una serie de emprendimientos industriales (Fornillo, 2014 ).

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Figura 1 Componentes internos de una batería cilíndrica de Ion-litio

Fuente: www.xatakandroid.com

Si nos remontamos en el tiempo, a diciembre de 2011, mencionemos que Plaka se había presentado a una línea de financiamiento estatal para poder importar un bien de capital que les permitiría dedicarse a la fabricación de baterías para auto o molinos eólicos. Casi un año después, en octubre del 2012, Plaka obtiene un certificado por 6,8 millones de pesos (cerca de 800 mil U$D) del programa Créditos del Bicentenario para comenzar la puesta en marcha de una planta elaboradora de baterías de Ion-litio. La iniciativa de Plaka se realizaría en Córdoba, a partir de planos obtenidos gracias a un convenio con científicos de la República Checa. Así, se contaría con las patentes y el know how, y una vez lograda la batería, los científicos locales apuntarían a su perfeccionamiento. Sin embargo, el crédito finalmente no pudo ejecutarse. Por parte del Banco Nación sostuvieron que la empresa Plaka quiso ejecutar el dinero para una máquina que ya había comprado (aquella precisada para el Conectar igualdad) y no era la que se solicitaba en el Crédito del Bicentenario; desde el otro lado, que una traba ficticia del Banco Nación lo impidió (Entrevistas a Diego Domínguez).

Mientras tanto, pese al impulso inicial, la Comisión Interministerial que tenía entre sus metas más ambiciosas que casi todo el «paquete tecno- lógico» se realice en el país, y crear los lineamientos consensuados para promulgar una «ley del litio», comenzó a disolverse. Las causas por las cuales esa iniciativa seminal empezó a declinar fueron varias y variadas: en primer lugar, no tenía una institucionalización suficiente sino el singular empuje de sus integrantes, juntándose con el acuerdo de los ministros pero sin sus exigencias (que existen pero en otros planos a lo que había que abocarse); en segundo lugar, era difícil encontrar la acción coordinada, por lo cual, cada integrante seguía actuando por su lado; en tercer lugar, el control de los recursos por parte de las provincias -afirman- limitaba fuertemente el campo de acción de la comisión; en cuarto lugar, a la pregunta por el sentido de la Comisión se agregaban otras inquietudes, por ejemplo, sospechar que la salvación real provendría de una alianza entre los países productores (Chile y Bolivia) sin lo cual no habría demasiadas posibilidades; en quinto lugar y para nada menor; los integrantes fueron siendo traslada- dos o se dedicaron a otras funciones, de modo que debían desentenderse del tema. Para fines de 2014, nadie se atreve a sentenciar que la Comisión Interministerial no existe, pero nadie sabe dónde está. En un principio, al funcionar esta articulación dentro del Poder Ejecutivo, la estrategia consistió en brindar respaldo a las oportunidades de confección local de las baterías, vinculándose con los investigadores pioneros y las empresas que quisieran participar del agregado de valor local, pero las contramarchas derivaron en una atomización mayor de las iniciativas.

Ahora bien, ¿cuál fue la estrategia asumida entonces por el MInd? Centralmente, las dudas planteadas por las grandes empresas fueguinas de electrónicos, los contratiempos de Plaka para abastecer el Programa Conectar Igualdad, y la posición del inti sosteniendo la dificultad de fabricar las baterías en el país, derivaron en una modificación de la línea central del MInd. Cinco meses después de aquella reunión reseñada, donde todos los actores estuvieron presentes, la ministra recibía a directivos de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón y los invitaba a confeccionar las baterías en Argentina, o una parte de ellas. Un convite semejante animó las conversaciones en el mismo mes de octubre de 2012 con el titular local de la empresa Renault -Koskas, uno de los creadores del auto eléctrico de la firma- en ocasión del lanzamiento de un modelo de auto convencional. De nuevo en un encuentro en marzo de 2013, con 30 empresarios en la Cámara Japonesa de Comercio e Industria de la Argentina, Débora Giorgi trajo a colación que «en la industria de litio que pretendo como ministra, considero a Japón como un protagonista». A mediados de año llevó adelante una visita al

Monografias.com«imperio del sol», donde recorrió las instalaciones de Toyota (que anunciaba nuevas inversiones en el país) y de Peve, una de las principales fabricantes de baterías del litio del planeta, proveedora de Toyota y Panasonic. El asunto es que Toyota cuenta con el 25% de las acciones de la explotación de litio jujeña del Salar de Olaroz, y entonces la funcionaria le sugería al manager ejecutivo de la automotriz -Tshuso Taxumi Shirai- que era necesario avanzar en el proyecto de desarrollo industrial del litio argentino (afirmó «venimos a pedir asociarnos» y calificó como «inaceptable cualquier esquema que re- produzca modelos superados de países que entregan sus materias primas para que se industrialicen en otros estados»). Por su parte, el titular de la firma japonesa respondía complaciente que lo haría9.

Esta nueva estrategia del MInd no parecería ser de las más adecuadas, sencillamente porque las grandes empresas japonesas no poseen ningún incentivo para descentralizar todo o parte del proceso de fabricación de baterías. Japón cuenta con tecnología de punta que no externalizaría sin riesgos (alguna solo ellos manejan), les es posible conseguir el litio a un precio razonable en otro mercado, el costo del litio supone un diferencial porcentual menor en el producto final que no incentiva a radicar un proceso aquí, el mercosur no es un mercado cerrado que los obligue a producir en él, todo el conglomerado de proveedores y a quienes proveen los constructores de baterías nipones están en Japón o en Asia, entre otras causas que tornan improbable, si no imposible, que actualmente hoy Japón, o cualquier otro país, produzca baterías por estas costas. Empero, hay que mencionar que algunos informantes clave han señalado que China, país con el cual poseemos una «relación estratégica», arguye menores resquemores a la hora de transferir tecnología o que una empresa Japonesa -Itochou- no estaba dispuesta a instalarse aquí pero sí a vender una fábrica «llave en mano» (Entrevista a Fernando Notti, 2015).

Entretanto, para abril del 2014 mientras desde el MInd se emprendía una «misión industrial y comercial» a Bolivia, que tenía al litio como uno de los rubros a tratar, la ministra se reunía en Jujuy con los empresarios del sector prestos a inaugurar la extracción del litio. La pura extracción del mineral en calidad de materia prima básica es lo que parece predominar así, al punto que las empresas Sales de Jujuy y Exar se sumaban al grupo de otras ocho grandes mineras que ya trabajan en las mesas de integración del MInd, cuyo propósito consiste en incentivar la provisión local de los insumos que necesitan para su faena. Ya en agosto del 2014, Débora Giorgi analizó junto al gobernador de Jujuy, Fellner y directivos de las empresas Posco (Pohang Iron and Steel Company) y Lithium Americas, el avance de una planta piloto para producir carbonato de litio en Jujuy -Minera Exar es la representante local- con una inversión global de 90 millones U$D en las etapas iniciales. En el área de la más pura extracción minera del carbonato de litio, todos expresaron su compromiso de ayudar al impulso de la industrialización, pero habría que aceptar que nadie lo creía muy seriamente.

Entremedio: empresas privadas y públicas

El entramado industrial que puede volcarse a la fabricación de baterías de litio en Argentina no es inexistente. Uno de los principales obstáculos a la hora de la fabricación consiste en el pasaje del carbonato de litio a la obtención de pastas inorgánicas y polímeros a partir del carbonato de Li purificado, para así construir los ánodos, cátodos y electrolitos que se precisan para la confección de la batería (aquello que más arriba catalogamos como el paso 2). Esta elaboración es clave, y en ella se encuentra una de las encrucijadas para la realización de la batería, ya que puede hacerse en el país de manera experimental y en unas cantidades de laboratorio, pero realizarlo a escala industrial con el suficiente nivel de calidad técnica requiere de una serie de maquinarias que suponen devengar una sumas (entre U$D500.000 y 5 millones) cuyo monto es difícil de encarar por empresarios privados. Aunque también, desde el inti por ejemplo, afirmaron que tal pasaje no sería muy arduo ni muy costoso realizar en laboratorio y a nivel industrial (Entrevista a Graciela Abuin). Asimismo, no hay que olvidar lo que vendría después: no se tiene absoluta certeza que el resto de la confección de la batería sea sencilla, se requieren otros «insumos estratégicos» para facturar las celdas, como los separadores (tal el paso 3). Por suerte, este proceso de fabricación de celdas, la parte física de la batería, suele ser bastante constante, y las innovaciones suelen venir por el lado de los compuestos químicos. Como sea, no es una decisión irracional por parte de los sujetos económicos, de las pymes básicamente, desistir de encarar esas inversiones. Sin embargo, nos encontramos ante una situación general en la que si se modifica alguna variable puede resultar atractivo apostar a la fabricación.

En este sentido, Laring -una empresa abocada a productos químicos para la industria, fundamentalmente para el tratamiento de superficies-, estableció una alianza estratégica con la empresa clorar Ingeniería de Santa Fe, que posibilitó realizar litio metálico en el país en mayo del año 2012, el cual terminó en el escritorio de la presidenta. A principios de aquel año, la empresa porteña había trazado campos sobre los que podía trabajar a futuro, uno de ellos fue la explotación hidrocarburífera de «Vaca muerta» en la Provincia de Neuquén, y otro fue el litio (sus dueños son una familia de químicos, algunos de los cuales trabajan en la Universidad, de un marcado espíritu nacional-desarrollista). Dada la repercusión que obtuvo el litio metálico (cuyo precio está 40% por encima del carbonato), fueron invitados a participar en el Simposio «Desafíos en las baterías recargables de litio oxígeno» realizado en septiembre de 2012 en la facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (uba); donde también estuvieron presentes las altas autoridades del ministerio nacional del área. Allí trabaron contacto con Ernesto Calvo, quien motorizaba las jornadas y comanda el inquimae-uba. El objetivo de la empresa, igualmente, no es fabricar litio metálico, que carece de un gran mercado, sino las sales de litio que se precisan para la confección de la batería. El entusiasmo los llevó en un primer momento a pensar que estaban cerca de lograrlo, pero rápidamente se dieron cuenta que esa tarea requería una inversión significativa y no menos conocimiento y técnica, de modo que optaron ir por pasos: fabricar hidróxido de litio (que se usa en diversas aplicaciones y en las grasas de litio) para ir familiarizándose con el elemento químico y desplegar un proceso de incorporación creciente de tecnología, «que es lo que una pequeña empresa puede hacer» (Entrevista a Ricardo Bronstein). Al mismo tiempo, participan en un proyecto de investigación dirigido por la gente del inquimae para extraer litio sin consumir agua y aportan a la construcción de un Centro del Litio, un polo científico en Jujuy del cual más abajo nos ocuparemos. Es, pues, una empresa interesada en vincularse a procesos tecnológicos de vanguardia que traba relación con los organismos públicos que los pueden facilitar (Fornillo, 2014 ).

En paralelo, una de las empresas mas grandes de la Argentina en el comercio de baterías -Probattery-, realizó una inversión en mayo de 2012 que le permitió incrementar la producción y ensamblaje de baterías para el Pro- grama Conectar Igualdad, del cual son uno de los principales proveedores. En su plan de inversiones, Probattery evalúa recurrentemente la oportunidad de dedicarse a la producción de celdas de batería -aquello que llamamos el paso 3- como un socio más dentro de un conglomerado de empresas. De hacerlo, en los hechos podrían pasar a dominar el know how de casi todo el proceso de confección de baterías, a excepción de la obtención de los compuestos. Esa apuesta por producir las celdas, independientemente de si el litio es local, no se efectivizó aún debido a la interrelación entre obstáculos técnicos y económicos: la certeza de realizar una batería técnicamente muy confiable no era absoluta (recordemos que pueden explotar), en el plan de negocios no existían ganancias potenciales y el incremento de precio res- pecto de una buena batería del mercado mundial -coreana, por ejemplo- excedía un tanto el 25%, tope para que les resulte competitiva (Entrevista a Guillermo Freund, 2014) (Fornillo, 2014 ). Sin embargo, Probattey -que ya tenía experiencia en el mercado de baterías para la industria electrónica- continuó abasteciendo al Programa Conectar Igualdad, consolidándose así en la fase de ensamble.

Partes: 1, 2

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