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La práctica internacionalista de la Revolución cubana en América Latina y el Caribe



  1. Resumen
  2. "Yo sí puedo"
  3. El internacionalismo cubano, una mirada a su historia
  4. El internacionalismo cubano en un nuevo escenario
  5. Bibliografía

Resumen

En la región latinoamericana y caribeña, donde la aplicación del neoliberalismo agravó extraordinariamente la situación socioeconómica y política, hoy se consolidan procesos progresistas enfrascados en la elevación del desarrollo humano. En estos se asume la educación como derecho fundamental de su población y como arma concientizadora contra la manipulación ideológica y cultural que caracteriza al mundo actual.

Ante tan complejo escenario, el presente trabajo aborda la vinculación de la Revolución Cubana con el nuevo capítulo emancipador que se forja en América Latina, teniendo como vía la práctica internacionalista cubana como principio de su política exterior. Para cumplir este propósito se basa en el análisis de los logros alcanzados por el método de alfabetización Yo sí puedo, validado como una eficaz vía para el desarrollo humano y vehículo para la consolidación gradual de los procesos de integración que demanda la región.

Palabras clave: Internacionalismo, Yo sí puedo, alfabetización, Cuba, América Latina, Caribe, emancipación cultural.

"Yo sí puedo"

El 22 de diciembre de 1961, tras meses de ardua y popular campaña nacional de alfabetización, Cuba se declaró territorio libre de analfabetismo. En el discurso de clausura del emblemático empeño, el entonces Primer Ministro del Gobierno Revolucionario cubano, Fidel Castro Ruz, expresó (Castro, 1961: s/p):

"Ningún momento más solemne y emocionante, ningún instante de júbilo mayor, ningún minuto de legítimo orgullo y de gloria, como este en que cuatro siglos y medio de ignorancia han sido derrumbados"

Cuarenta años después, Cuba se ha colocado nuevamente a la cabeza de las naciones líderes en acciones de alfabetización, gracias al diseño y puesta en práctica de un programa de alfabetización conocido como "Yo sí puedo".

Esta novedosa propuesta para la alfabetización de adultos fue desarrollado por Leonela Relys (1947-2015) y ha permito enseñar a leer y escribir entre el 2002 y el 2015 a más de ocho millones de personas.

El método parte de lo conocido: los números, hacia lo desconocido: las letras, y se basa en la experiencia que se va adquiriendo. Utiliza medios audiovisuales y un facilitador para transmitir los conocimientos y conducir el proceso de aprendizaje, por lo que desempeña una función importante en lo referente al trabajo con la parte afectiva del iletrado. Consta de tres etapas: adiestramiento, enseñanza de lectoescritura y consolidación, siguiendo tres hitos: escuchar y ver, escuchar y leer, y escuchar y escribir.

Se distingue, además, por su capacidad para adaptarse a los más diversos contextos sociales, culturales y étnicos, incluyendo en sus lecciones temas relativos a la familia, la protección del medio ambiente, la salud y la higiene.

El material docente lo conforman la cartilla, el manual y 65 clases televisadas. El tiempo que dura la acción educativa es variable, ya que el método se caracteriza por su flexibilidad. Puede abarcar desde tres meses hasta siete semanas, esta última de forma intensiva.

Con su aplicación se podría erradicar el analfabetismo a nivel mundial con solo la tercera parte del fondo de la Unesco para estos fines.

Hasta la fecha se ha conformado en 14 versiones, ocho de ellas en español, una en inglés, otra en portugués y una en creole -elaborada especialmente para Haití. También están presentes las adaptaciones en las lenguas indígenas aymara y quechua, acción fundamental para alcanzar la declaración del estado plurinacional de Bolivia como territorio libre de analfabetismo, en 2009.

Además de esta nación, Venezuela (2002) y Nicaragua (2011) fueron declaradas por la UNESCO como países libres de este flagelo. Mientras en otros países de la región, como Argentina, México, Ecuador, Nicaragua y Colombia también se aplica. En África se utiliza en Nigeria, Guinea-Bissau, Mozambique y Sudáfrica. Para ello se realizan las modificaciones precisas para adaptarlo a las lenguas y cultura de estos países. Otras experiencias se desarrollan en sitios tan diversos como Nueva Zelanda y la ciudad de Sevilla como primera experiencia del programa en Europa, donde se estima la existencia de al menos 35.000 analfabetos.

El programa fue reconocido por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) con dos menciones honoríficas en 2002 y 2003, y el Premio de Alfabetización Rey Sejong, en 2006. Con posterioridad, en noviembre de 2012 se le entregaría el reconocimiento "Mestres 68? en su XVIII edición.

Para Cuba, estos relevantes resultados aúnan varios significados, relacionados con su vocación internacionalista y con el papel que ha desempeñado la práctica solidaria en el proceso de formación e independencia nacional. También con la distinción del internacionalismo como un principio estratégico de su política exterior, que desde el triunfo de la revolución en 1959 y por más de cincuenta años, ha sido refrendado en una actitud de permanente intercambio con los demás pueblos del mundo, en particular con África, América Latina y el Caribe.

Al respecto, Carlos Rafael Rodríguez, señaló (Rodríguez, 1983: 376):

"Cuba tiene el deber de ejercer, y ejercerá siempre, el internacionalismo proletario, revolucionario. Es uno de sus modos esenciales de contribuir a la victoria histórica del socialismo sobre el capitalismo. No es un mero acto de identificación y simpatía. Se trata de un deber vinculado a toda nuestra concepción estratégica"

El internacionalismo cubano, una mirada a su historia

La implementación del Programa de alfabetización "Yo, sí puedo", reafirman la presencia en la política exterior cubana de una vocación latinoamericanista y caribeña, mantenida como una línea ascendente, a pesar del raigal cambio en el escenario internacional que se erigió tras la desintegración del socialismo este europeo y las acciones de aislamiento que ha tratado de imponer Estados Unidos contra Cuba, principalmente con la instrumentación práctica del bloqueo económico, financiero y comercial.

Sus resultados son una continuidad del papel que desempeñó el internacionalismo cubano desde los albores de 1959, basado en la entrega solidaria de sus médicos, maestros, constructores y soldados, para poner fin al colonialismo y el Apartheid en África y contribuir al desarrollo social de otros países del Sur.

Entre los antecedentes que en la esfera educacional avalan esta obra, sobresalen los programas de cooperación aplicados en Angola por el Destacamento Internacionalista "Ernesto Che Guevara", integrado por más de 21 mil profesores cubanos. La alta tasa de analfabetismo (85 %) se logró reducir en un 15 %.

También en Nicaragua se libró una épica "Cruzada por la Alfabetización" con la participación de numerosos asesores y miles de maestros cubanos, unido a más de 95 mil voluntarios nicaragüenses. Con esta campaña, el analfabetismo se redujo del 50,2 % al 12,9 %.

Por su parte, en la República de Cabo Verde, se realizaron acciones de colaboración durante una década en los ámbitos de la Alfabetización, el Seguimiento y la preparación de formadores para la Educación de Jóvenes y Adultos.

Pero en los albores de la década de los 90 del pasado siglo, el derrumbe del campo socialista y el recrudecimiento de la guerra económica de Estados Unidos contra nuestro país, repercutieron directamente sobre el conjunto de la sociedad cubana, marcando el comienzo de una de las etapas más difíciles a los que se ha enfrentado el pueblo de Cuba: el Período Especial.

La caída del campo socialista representó un descenso vertiginoso en la capacidad importadora del país (70%) arrastrando en picada al Producto Interno Bruto (PIB) en una magnitud del 35% (Colectivo de autores, 1995: 10). La crisis sobre la sociedad cubana se mostró en la disminución del consumo personal, la afectación a los servicios sociales y el empleo, lo que conllevó al deterioro de la calidad de servicios fundamentales como la salud y la educación, unido a otras afectaciones en la cultura, el deporte y la recreación.

En el orden alimentario, el suministro disminuyó hasta los requerimientos indispensables para el sostenimiento de la salud. Así, entre 1989 y 1992, la ingestión diaria de calorías se redujo aproximadamente en 14% y la producción de leche en 45% (Díaz, 1994: 22). Conjuntamente con los alimentos, también disminuyeron artículos de limpieza e higiene, la ropa y el calzado, la oferta para la adquisición y reparación de artículos y efectos electrodomésticos, así como una drástica reducción del transporte público, incremento de los cortes eléctricos, reducción de combustibles domésticos, etc.

Estas afectaciones dañaron considerablemente la reproducción de la fuerza laboral, a partir del descenso en la masa laboral impuesto por el redimensionamiento de la economía y de la sensible disminución de entrada de nuevas fuerzas, con su consiguiente repercusión en la disciplina y la productividad del trabajo.

El cierre de importantes empresas estatales impactó con fuerza al sector productivo de la economía y con ella a sus trabajadores que, en un número importante, quedaron desplazados de sus puestos de trabajo y sujetos a varias formas de sostenimiento no derivadas directamente de su vínculo productivo.

Estos problemas coyunturales en el empleo se sumaban a viejos asuntos como el subempleo (aumento de la plantilla de trabajadores por sobre la necesidad de las entidades) lo que en su conjunto sumaban una masa no desestimable de hombres y mujeres en una relación no edificante moralmente con el empleo productivo.

En el ámbito laboral la decisión política de no dejar ningún trabajador desamparado constituyó el núcleo de las transformaciones y se expresó en la implementación de diversas formas de protección salarial y compromiso estatal de gestión y oferta de nuevos empleos.

En busca de la recuperación del país se diseñó un conjunto de medidas que permitieran la restauración paulatina de la economía cubana y que dinamizaran con determinados ritmos al resto de los sectores de la sociedad.

Entre las medidas más importantes (Colectivo de autores, 1999: 76) tomadas entre 1993 y 1994 se encuentran:

  • Despenalización de la tenencia de divisas libremente convertible.

  • La ampliación del trabajo por cuenta propia.

  • La formación de cooperativas sobre tierras entregadas por el estado en usufructo gratuito.

  • Aplicación de una nueva ley tributaria.

  • Creación de mercados agropecuarios e industriales de libre formación de precios.

  • Fomento y desarrollo de sectores de rápidos resultados económicos como el turismo, la Biotecnología y la inversión extranjera.

Sin embargo, las medidas aplicadas tuvieron un carácter contradictorio, pues a la vez que oxigenaban económicamente a nuestra sociedad propiciaban la aparición de efectos negativos adicionales en el país. Particularmente el desarrollo de la industria turística y la inversión extranjera (con el arribo y estancia de personal extranjero que ello acarrea) conllevó la apertura a manifestaciones ideológicas y de comportamiento morales ajenas al proyecto socialista que se defendía y tributó a la aparición de fenómenos como la prostitución, el consumismo, el consumo de drogas, etc.

Otras medidas, como las relacionadas con la tenencia de divisas, maximizaron la manutención de un número importante de personas con autonomía extrema de su aporte social y favoreció, en el orden individual, una forma de vivir muy separada de los deprimidos niveles de calidad de vida de la mayoría de la sociedad. El trabajo en el sector privado –denominado en Cuba por cuenta propia- y las labores asociadas a sectores de solvencia económica como el turismo, la biotecnología y las empresas mixtas, etc., determinaron el mejoramiento de las condiciones generales de trabajo y vida de sus trabajadores, con marcada diferencia del resto de los empleados en otros sectores muy importantes.

Como resultante general de este complejo panorama, la situación evidenció que si traumática incidencia tuvieron las consecuencias de la aparición del Período Especial, las medidas tomadas para la recuperación del país también dejaron una honda huella en la sociedad cubana, por acarrear irremediablemente algunos males sociales que la Revolución había borrado con su inmensa obra humana. La preponderancia de lo útil a la nación y al país, se impuso sobre el riesgo de asumir las consecuencias negativas que las medidas dejaban como secuela.

Esta situación confrontó en un mismo plano, las aspiraciones materiales y espirituales por un lado y la promoción de estilos de vida propios de naciones desarrolladas por otro, con valores morales asociados totalmente ajenos a nuestra realidad. Todo ello enmarcado en una profunda crisis económica, donde el sistema de valores instituidos convocaba oficialmente a la austeridad, la modestia, la sencillez, la honradez y otros valores plenamente identificados con la trascendencia moral revolucionaria y socialista cubana.

La conjugación entre el determinado nivel de deterioro en los valores que arrastramos del pasado y las compulsadas por el Período Especial provocó al nivel subjetivo que valores morales como el amor al trabajo, expresado en la permanencia y productividad en alguna labor socialmente útil, se viera fuertemente golpeado. Asimismo, otros valores morales como la honestidad, el patriotismo y la solidaridad cayeron en planos muy bajos y hasta de cuestionamientos de su razón esencial.

Paralelamente, la euforia triunfalista del gobierno norteamericano, luego de la Guerra del Golfo (1991) que permitió proclamar el inicio de un nuevo orden mundial, propulsó una política más agresiva hacia Cuba. Con la firma del Memorando Baker (1989), de la Ley Torricelli (1992), y de la Ley Helms Burton (1996), intentaron arreciar las presiones y provocar la muerte del proceso revolucionario mediante el hambre y la enfermedad, generalizando el dolor y el sufrimiento, en la práctica de un verdadero genocidio.

El internacionalismo cubano en un nuevo escenario

Ante el convulso escenario configurado a fines del siglo pasado, Cuba: "debió buscar nuevas vías y formas de inserción en una economía internacional globalizada de claro sesgo capitalista manteniendo, sin embargo, aquellos aspectos de su sistema social que constituyen la esencia de la Revolución: socialismo, independencia nacional y justicia social." (Alzugaray, 2005: 59)

En el plano de la colaboración internacional, a partir de las nuevas condiciones creadas en el marco mundial, Cuba cesó la colaboración en el terreno militar, aunque no por ello abandonó su vocación comprometida con los pueblos del mundo.

En tan difícil coyuntura, preservar la independencia y soberanía, además de consolidar las conquistas del socialismo, constituyeron el principal aporte internacionalista cubano, al movimiento revolucionario y progresista mundial.

En una similar coyuntura del desarrollo revolucionario en Rusia, Vladimir Lenin (Lenin, 1963: 283), planteó:

"Nuestra tarea, puesto que estamos solos, radica en sostener la Revolución, conservarla como baluarte del Socialismo, por débil y reducido que este sea, mientras la Revolución va madurando en otros países, hasta que se agreguen al nuestro otros destacamentos"

Así, Cuba, debido a su condición independiente y soberana, potenció su papel de principal tribuna de denuncia en Organismos Internacionales, exigiendo el cese de la explotación, la opresión y la injusticia para millones de seres humanos. A su vez, denunció la naturaleza criminal del régimen globalizador de explotación imperialista entronizado por la fuerza y la violencia, constituyendo esta una esencial batalla internacionalista.

La decidida resistencia cubana, unido a su activo papel en la arena internacional, se convertiría en un factor catalizador de los cambios progresistas en América Latina, en contraposición a los objetivos hegemónicos de Estados Unidos de América.

Su sólido ejemplo político y sus incuestionables logros sociales, a pesar de insuficiencias y defectos, hizo posible que el sistema socialista fuera visto con un prisma mucho más favorable. En suma, el evidente fracaso del neoliberalismo impulsó una lógica deslegitimación del capitalismo como paradigma gubernamental en la región, al no poder eliminar en más de 30 años el creciente endeudamiento externo, los altos niveles de desempleo, la sobreexplotación de los trabajadores, el futuro totalmente incierto para la juventud y la niñez, la pobreza, la indigencia, la inequidad, la violencia y el entreguismo histórico de las oligarquías nacionales y sus gobiernos.

La práctica y el ejemplo de la Revolución Cubana aseguraron la sobrevivencia del sueño revolucionario y el renacimiento de las perspectivas del socialismo en América Latina, como una alternativa viable frente al proyecto de dominación global capitalista neoliberal.

Cuba se convirtió de esta forma, en un factor catalizador de los cambios progresistas que tuvieron lugar en la región, como los ocurridos en Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador; junto a otros procesos de avanzada que se han manifestado en Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, con características externas diferentes, pero donde su raíz popular coincide en su rechazo al imperialismo, al capitalismo y a las políticas neoliberales.

En este nuevo contexto, la colaboración internacionalista cubana, a través de la labor humanista de cientos de miles de profesionales en materia de salud, educación, cultura, deportes, construcción, agricultura y otros, impulsan misiones médico sanitarias preventivas y curativas, amplían la oferta educativa a nivel profesional y de especialización, generando numerosos sistemas de mercado e intercambio de bienes y servicios lejos de la lógica absurda del capitalismo neoliberal; propulsando, además, planes de desarrollo industrial y energético con una visión sustentable.

La práctica internacionalista en la región latinoamericana ha posibilitado un intercambio dinámico y bidireccional de suma importancia, en el que además se amplió la formación y capacitación del personal necesario para la sostenibilidad y el desarrollo de los programas sociales implementados.

Las relaciones instauradas en el cumplimiento de estas misiones y colaboraciones internacionalistas se han caracterizado, especialmente, por el respeto absoluto a las costumbres, culturas, tradiciones, creencias religiosas, contexto político y el medio ambiente de cada país.

Se mantuvo la no injerencia en los asuntos internos de los países a los que se presta colaboración internacionalista, como un principio rector de la práctica internacionalista de la Revolución cubana.

Los resultados alcanzados, además, revalidaron la práctica internacionalista cubana como uno de los principales valladares de resistencia ante la política agresiva del imperialismo norteamericano. Y lo patentizaron como una alternativa viable frente a la excluyente globalización neoliberal, ya que el internacionalismo implica la globalización de la solidaridad, la inclusión y el desarrollo en pie de igualdad para todos, constituyendo: "…no solo un sentimiento y una razón humanista, sino también un modo de enfrentar la injusticia reinante en el mundo de hoy, un instrumento de liberación de los pueblos". (Machado, 2009: 130)

Para Cuba, el internacionalismo ha sido y será la actitud solidaria y altruista de cooperación con otras naciones del mundo; fruto de una sólida tradición heroica nacida en los albores de la nación cubana y fortalecida con el pensamiento progresista y revolucionario internacional, en particular con el marxismo leninismo.

Desde el triunfo de la Revolución Cubana, ha devenido un principio inalienable de nuestro modelo socialista, plasmado en la Constitución de la República. Constituye un componente estratégico de la política exterior cubana ya que subraya el espíritu revolucionario, desinteresado y la elevada cultura política que caracteriza a nuestro pueblo y sus dirigentes.

Salvando las lógicas diferencias espaciales y temporales, Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua confirmaron al mundo que los verdaderos procesos revolucionarios se asientan sobre una acendrada concepción humanista, que privilegia el desarrollo de programas sociales en beneficio de los más amplios y humildes sectores populares.

Dentro de esta concepción, la alfabetización se convierte en la piedra angular que desbroza el camino para la plena y efectiva realización de las potencialidades humanas, expresadas en la elevación de la cultura política, cívica, económica, informacional, artística, y en los más elevados ámbitos del desarrollo individual, colectivo y nacional. Como expresó Fidel Castro Ruz (Castro, 2003: s/p):

"No existe justificación alguna para no poner punto final al analfabetismo, e incluso en los países de bajo analfabetismo deben considerar suyo el problema, pues mientras existan iletrados en Nuestra América, la responsabilidad es de todos, por elemental sentido de fraternidad histórica, y porque la solidaridad mueve montañas"

Bibliografía

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Autor:

Juan Enrique Sanabria Dueñas*

Yakelín Hernández Estrada**

 

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