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El último proyecto de la primera de extramuros de La Habana




Enviado por Lazaro Numa Aguila



  1. Comenzando a fraguar un proyecto de iglesia
  2. Los primeros contratiempos
  3. Una nueva etapa
  4. Se abren las puertas para un proyecto
  5. La nueva iglesia de Jesús del Monte
  6. Fin de la historia
  7. A manera de conclusión

Cuando nos detenemos frente a cualquier edificación de la ecléctica arquitectura de nuestra capital, casi siempre, en lo único que ponemos nuestra atención es en la apreciación de su estilo constructivo. Pero raras veces consideramos que, independientemente del estilo, las formas constituyen un recurso utilizado por los arquitectos para reforzar significados. Pasamos por alto que detrás de cada obra hay una connotación social, una función, una historia que puede aportarle valores agregados insospechados. Ejemplos sobran en La Habana, en este instante me vienen a la mente El Templete y la casa de la calle Paula donde nació nuestro José Martí, en ambos ejemplos la historia engrandece al inmueble.

Si un día subiéramos la empinada cuesta de Jesús del Monte y llegáramos frente a una de las fachadas más atípicas de la arquitectura religiosa de nuestra capital, la de la iglesia de El Buen Pastor, estaríamos contemplando uno de esos casos. La historia de esta iglesia, por sí sola, sería suficiente para que se llegue a ver inmensa. Aún así no son muchos los que la conocen. Menos son los que saben sobre el ingenioso y complejo camino que fue necesario recorrer para ver consolidado su último proyecto constructivo, que ya está próximo a cumplir los ciento cuarenta y siete años de existencia, aunque la parroquia sobrepasa los trescientos veintiocho.

Hoy hablaremos de un empeño que desafió a su tiempo en más de un sentido y tuvo que ver, en gran medida, con sucesos importantes en las relaciones iglesia – estado en Cuba, terreno donde casi todo era complejo en la etapa colonial, aunque muchos piensen lo contrario. Adentrémonos en él asunto, conociendo las particularidades históricas disfrutaremos más al contemplar el resultado que, aunque es hermoso por naturaleza, su historia y la de la propia parroquia lo hacen único en esta ciudad.

Comenzando a fraguar un proyecto de iglesia

El 27 de julio de 1862, la Junta Parroquial de Jesús del Monte envió al Obispo copia de un acta de reunión. En ella se tomaba la decisión de comenzar a trabajar con la finalidad de lograr los fondos y las autorizaciones pertinentes, según lo establecido en la época, para la remodelación del viejo templo. Este debía satisfacer las necesidades de la feligresía y corresponderse con la grandeza del culto. Desde algún tiempo antes ya se venía expresando la idea de manera pública. El periódico "La Verdad Católica", en una de sus Crónicas Locales, comentó:

«No podemos menos de felicitar por el éxito […] al digno párroco de Jesús del Monte, Sr. Pbro. Echaniz […] constantemente se ve lleno el templo, no bastando este para contener á las personas que acuden á las funciones ordinarias. Quejándose con tal motivo los fieles de la pequeñez de la iglesia, y deseando el Sr. Cura que no se le dijera que muchos no iban á ella porque tenían que volverse á sus casas»[1]

Ya se había construido una calle de acceso y también se hicieron reparaciones importantes en el templo que existía, este solo contaba de un cañón y dos capillas laterales, su área aproximada se correspondía con la mitad del templo actual.

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Planta de la vieja iglesia de Jesús del Monte.

El primer paso consistió en solicitar a las entidades eclesiásticas y civiles: «que se les permitiera la conformación de un bazar, con el objetivo de recaudar fondos»[2]. También acudieron al Obispo y a los vecinos con la intensión de lograr donativos. Otra de las peticiones hechas consistía en que: «se les permitiera la realización de fiestas, bailes, peleas de gallos, etc.»[3]. Todo lo que se recaudara, sería empleado en la construcción de la nueva iglesia.

La Junta Parroquial mostró extraordinaria habilidad. Una de las vías que utilizó para dar a conocer su propósito a los habitantes de la diócesis fue la prensa de la época, de esta manera la idea trascendía fuera de los marcos de la zona parroquial. Muestra de ello son las constantes notas publicadas en el periódico "La Verdad Católica" y en la "Gaceta de La Habana". Era una estrategia en busca de donativos externos que ayudaran a la consolidación del propósito marcado.

El 23 de septiembre de 1862, a través del Obispo, la Secretaría de Gobierno Superior transfiere a la Junta Parroquial su visto bueno, en la nota se expresaba: «las secciones de Hacienda y Gobierno de la Secretaría de este Gobierno Superior ha tenido por conveniente autorizar[…]un bazar en Jesús del Monte y para dar lidias de gallos en los días permitidos por las disposiciones vigentes[…]y darme las mismas cuenta de lo producido que recoja en virtud de la autorización que le he concedido»[4]. Si bien era un logro, la nota mostraba el control absoluto del Patronato en los asuntos concernientes a la iglesia como institución, este será un aspecto esencial a tener en cuenta en la consolidación del proyecto. Hasta aquí se navegaba con buen viento.

Los primeros contratiempos

Un inconveniente vendría a interponerse en el empeño de lograr un nuevo templo en Jesús del Monte, el cementerio parroquial. La vieja iglesia se encontraba, desde 1848, circunvalada por los terrenos de su cementerio, primero considerado con categoría de rango en esta ciudad, asunto poco conocido en la actualidad. Cualquier proyecto que se pretendiera ejecutar, ocuparía parte de sus áreas. En ellas existían bóvedas familiares y enterramientos recientes que debían esperar el tiempo establecido para ser exhumados.

Percatada la Junta Parroquial de la situación, se dirige a las autoridades, solicitando que fueran prohibidos los enterramientos en esa zona, así como el autorizo para hacer el traslado de los restos y bóvedas familiares que se encontraban en el lugar. Pero había que particularizar esfuerzos y convencimientos, sin dañar la sensibilidad de nadie, allí reposaban los restos mortales de familiares y amigos de feligreses de la propia parroquia, además, también había que cumplir con las esperas obligatorias dispuestas por sanidad para las exhumaciones.

Dos hechos vinieron a complicar más la situación. El párroco de Jesús del Monte, Juan Bautista de Echaniz y Landa es transferido y queda vacante el curato. Hubo que esperar hasta el 19 de diciembre de 1863 que asumiera el beneficio un hombre que hizo historia en ella, el Pbro. Manuel de Torres y Feria[5]pero este precisó de algún tiempo para ponerse al corriente de todo y proseguir con la tarea. El 22 de septiembre de 1864 se conoció en la diócesis que el Obispo de La Habana, Francisco Fleix y Solans, había sido promovido para ocupar la sede de Tarragona y La Habana quedó sin Prelado. Las dos situaciones no permitieron avanzar en los objetivos trazados. No fue hasta abril 1864, casi dos años después del comienzo oficial de todos los trámites, que el Gobierno Superior Civil le señaló a la Junta los derechos que tenían los propietarios de las bóvedas: «En el caso de que estos aceptaran las propuestas que les fueran hechas, se les debía habilitar, de mutuo acuerdo, al otro lado del cementerio, el lugar equivalente para hacer el traslado de los restos mortales de sus familiares, así como la posibilidad de mantener la posesión, debido a que los panteones existentes fueron levantados de manera onerosa»[6]. La junta trabajó sin descanso en ese asunto, hasta que fueron exhumados y trasladados todos los restos que se encontraban en el área que se pretendía ocupar.

Superadas estas dificultades, se retoma el empeño, pero el 14 de junio de 1865 surge otro contratiempo. El Gobierno Superior Civil comunica: «El Excmo. Sor. Gob. Vice Real Patrono en vista de […] la concesión que fue hecha […] en 1862 para establecer en Jesús del Monte un bazar […] se ha servido declarar sin lugar lo solicitado». Todo era debido a la inminente llegada del nuevo Obispo, hecho que ocurrió el 27 de octubre 1865 y la existencia de una Real Orden emitida en diciembre de 1860, esta prohibía el establecimiento de bazares que no tributaran a objeto de beneficencia. El permiso concedido a Jesús del Monte no era el caso, se habían violado las disposiciones. De esta manera el Patronato no tenía que asumir ningún gastos en la construcción del templo, todo sería sufragado por los interesados, sin embargo, los gastos para estos asuntos eran obligación del Patronato. Se hacía necesario, con urgencia, enmendar la situación para que no se generaran conflictos engorrosos entre la Iglesia y el Estado cuando asumiera el nuevo prelado.

La situación no fue resuelta hasta el 21 de agosto de 1868. Ya habían transcurrido seis años desde que se dieron los primeros pasos en función del proyecto. A partir de aquí el trabajo fue muy intenso. La Junta sabía muy bien lo que quería lograr, así como la manera de alcanzarlo, sobre todo, no ignoraban las diferencias históricas entre las altas jerarquías de la iglesia y el abusivo Patronato, entiéndase Gobierno Superior Civil, cuestión que manejada con habilidad, podía tributar buenos resultados.

Una nueva etapa

La Junta Parroquial supo ganar la simpatía del Obispo, de hecho, Fray Jacinto María Martínez y Sáez y el párroco Manuel de Torres y Feria, eran viejos amigos, ambos compartieron curatos próximos en un mismo período. Uno había sido párroco de San Nicolás y el otro en Guadalupe respectivamente, estas dos iglesias de extramuros eran vecinas. Conformados los fondos y presupuestos, se envió a las autoridades un primer proyecto bastante simple, con los informes que se exigían para su aprobación.

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Original del primer proyecto presentado.

El 31 de mayo de 1869 el Obispo emite un documento que, entre otras cuestiones, expresaba: «se saque a pública subasta, en la Gaceta de La Habana, con un plazo de treinta días, el proyecto de ensanche de la iglesia de Jesús del Monte, con el objetivo de conseguir un contratista que le interese y esté dispuesto a asumir la obra». También deja claro las condiciones que serían necesarias cumplir para optar por dicho proyecto. Aquí aparece por primera vez un término que va a ser clave en todo el proceso, expresa la nota: «el proyecto de ensanche de la iglesia de Jesús del Monte», no dice construcción de un nuevo templo. Lo que se había autorizado era la remodelación del templo existente, ampliar las capillas laterales de forma paralela al cañón hasta el frontis, de esta manera se lograría dotar al templo de tres naves. Tal cosa se correspondía con los anhelos del Obispo Martínez Sáez, él quería construir en su diócesis templos con estas características.

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Proyecto de ensanche de la iglesia de Jesús del Monte.

Se presentaron cuatro solicitudes y el elegido como contratista fue José Vega y Flores, este se comprometía a realizar la obra según las condiciones expresadas, cobrando los honorarios más bajos entre los cuatro aspirantes.

Cumplidos los trámites de rigor, informa el Obispo el 31 de agosto de 1869: «no se nos ofrece reparo en que la obra de que se trata se lleve á cabo con fondos del Cementerio de esta Ciudad, pero en calidad de reintegro por los del estado, luego que cesen las circunstancias que motivaran dicha resolución, puesto que una de las obligaciones impuestas al Patronato es el levantar los templos en parte ó totalmente»[7]. El lector podrá estimar esta nota oficial como punto medular en toda la historia. Aprobado por el Gobierno Superior el proyecto, el mitrado "entendió" que eran conocidas por las autoridades todas las disposiciones de la Corona para estos casos, no puso su nota en el conocimiento de ellas, asunto raro, porque el Patronato se inmiscuía en todo. Pudo ser también porque ya el proyecto estaba aprobado a esa instancia. De esta forma dio curso a la obra, la proveyó de fondos según sus prerrogativas, con el dinero de la iglesia y le puntualizó a las autoridades civiles sus obligaciones. Hasta aquí no se había violado nada.

Se abren las puertas para un proyecto

No crea el lector que a partir de este instante fue todo tranquilidad, el momento solo marcó el punto de arrancada de otras historias interesantes.

Los trabajos comenzaron el 9 de septiembre de 1869 y el día 22 del propio mes, el párroco informa: «el contratista me ha comunicado que todos los cimientos están abiertos y preparados para comenzar a levantarlos», añadiendo a continuación: «tienen más profundidad que lo señalado en el pliego de condiciones, esto se debe […] a las condiciones del terreno y por cuestiones de seguridad»[8]. El contratista debía ajustarse a lo que establecía el proyecto y en este caso no fue así. La zona de la iglesia se encuentra sobre una elevación de origen calizo, las características del terreno brindan un buen basamento para cualquier construcción, lo que se comunicaba resultaba extraño. Aún así el pormenor no tuvo mayores consecuencias, pero sí era de primordial importancia para seguir adelante con la obra, de hecho, constituía el pilar fundamental de la estrategia trazada por la Junta Parroquial.

Acto seguido, el Pbro. Manuel de Torres hace saber que, gracias a una donación, se cuenta con los recursos necesarios y pide que: «se permita modificar el proyecto original, sin que esto implique otros gastos, previo acuerdo con el contratista». De esa forma se logró introducir un nuevo proyecto, ahora de orden dórico, más estilizado que el primero que se presentó y algo parecido al de la iglesia de San Nicolás erigida en 1792, donde había sido párroco Fray Jacinto María Martínez. El 11 de enero de 1870 se recibe la autorización para que se pudiera hacer el cambio. Aquí tiene el lector un segundo paso estratégico en el proceso constructivo, es evidente que el asunto de los cimientos tenía relación con este tema y al parecer, todo estaba previsto con anterioridad.

Seguidamente se presentan a las instancias superiores los documentos necesarios para "enmendar un error", se había "olvidado" incluir los pisos del aposento superior de la sacristía, actual casa parroquial. Luego de verificado todo, se permite incluir en el proyecto esta parte de la obra. Cada una de las autorizaciones que se emitían pasaba por la anuencia del Gobierno Superior y se supervisaban, pero estos ignoraban lo relacionado con el dinero prestado por el Obispo y que todo iba camino a consolidar una nueva iglesia, no un ensanche. Este asunto no se tocó más en el transcurso de la ejecución de la obra, pero tampoco han aparecido pruebas documentales de donativos extras, lo que indica que la obra se venía realizando con el dinero recaudado por la junta y el aportado por el Obispo, proveniente de la cuenta del Cementerio General.

Cuando la cosa parecía que iba camino al final, aparece otro proyecto, ahora con influencias más eclécticas, aunque rozando el Neogótico y se propone su introducción. Se alegó que era más elegante y tenía mayor relación con el culto católico que el anterior.

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El nuevo proyecto de la parroquia de El Buen Pastor de Jesús del Monte.

Hay que señalar que todos estos proyectos estaban muy circunscriptos en la fachada y la parte delantera de la edificación. El interior del templo solo se extendería hasta el frente a imagen y semejanzas del que existía, con algunas modificaciones de carácter ornamental. Esto era típico de la época, sobre todo en la arquitectura religiosa, donde la fachada juega un papel de retablo, en el que se incluyen cadenas de simbolismos relacionados con la fe y el patronazgo individual en forma de ornamentos. De no contarse con los cimientos adecuados, ¿cómo cambiar tanto de proyectos?

Si el lector daba por definitivo también este último cambio, se equivoca, en el proceso constructivo sufrió modificaciones sustanciales, no hay tampoco constancias de notificaciones al respecto. Aunque existen elementos estructurales muy parecidos, no son iguales el proyecto y el resultado final conseguido.

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Último proyecto presentado y el resultado final conseguido.

Otro asunto para meditar es el referente al maestro de obras, este hombre asumió todas las modificaciones con asombrosa tranquilidad y por los mismos honorarios, además, las realizaría sobre las mismas estructuras que ya había preparado con anterioridad y en el momento preciso, o era muy ingenioso, o sabía desde el principio lo que se quería lograr y trabajó con antelación.

La nueva iglesia de Jesús del Monte

El 18 de julio de 1870 el párroco informa al Obispado: « La obra de construcción de esta iglesia se halla terminada por el contratista de la misma Don José de Vega y Flores». La apertura del templo y su bendición se señaló para el 24 de septiembre, día de la Santísima Virgen de las Mercedes, devoción de profundo arraigo en la población local, luego que llegaran y se colocaran en el frontis cuatro estatuas de los Santos Evangelistas que fueron encargadas a Barcelona y un reloj con cinco campanas procedentes de los Estados Unidos. La primera misa ordinaria se ofició el 31 de octubre.

Miguel Arias[9]realizó la primera imagen de la nueva iglesia habanera, es una pintura. No se trata de una obra excepcional, pero tiene el valor de dejar testimonio gráfico de la nueva construcción religiosa y sus alrededores, en el propio año 1870. Debe haber sido realizada entre el 18 de julio y el 24 de septiembre de 1870, porque aún no aparecen en ella los Santos Evangelistas ni el reloj en su frontis, pero ya muestra las campanas. Otro detalle interesante es que se puede apreciar el lado del cementerio que quedó luego de terminado el proyecto, este es el único testimonio gráfico que existe de la importante necrópolis que un día circunvaló al templo. El original de la obra fue regalado por la feligresía a Mons. Carlos Manuel de Céspedes García Menocal, un día de cumpleaños, en el período que fue párroco de Jesús del Monte.

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Cuadro de Miguel Arias, primera imagen de la nueva iglesia de Jesús del Monte.

Fin de la historia

A partir de este momento ya Jesús del Monte había concretado un viejo anhelo, su nueva iglesia, pero la historia aún no está completa, es necesario hacer referencia a un suceso importante relacionado con ella.

La postura asumida por el Obispo Fray Jacinto María Martínez y Sáez, relacionada con el proyecto del nuevo templo y el préstamo de 38 153, 50 pesos de la cuenta del Cementerio General, que dejó endeudado al patronato, estuvieron entre las causas por las cuales no se le permitió desembarcar en La Habana el 12 de abril de 1871, después de haber participado en el Concilio Vaticano I. Se le acusó de robo, cuando en realidad había actuado dentro de lo que se establecía para estos casos. Aunque demostró la falsedad de la acusación, el resultado fue adverso. Este fue un hecho inédito en las relaciones Iglesia – estado en Cuba, nunca un prelado había sido expulsado por las autoridades civiles y los Voluntarios de la isla, a pesar de ello, nunca se le retiró su condición de Obispo de la diócesis.

A manera de conclusión

Para llegar a comprender a las ciudades es necesario cambiar la mirada que muchas veces tenemos de ellas. No se trata solo de la piedra fría, las urbes son verdaderos textos históricos y culturales que hay que aprender a leer. Conociendo esta historia, cuando estemos frente a la parroquia de El Buen Pastor de Jesús del Monte se nos engrandecerá, pues estaremos viendo también en ella el esfuerzo de quienes pujaron fuerte, muchas veces a cuenta y riesgo de su propia integridad, para legarnos una obra espléndida, que más allá de sus formas, está cargada de contenidos, justo sobre esa habanera y pintoresca colina, al sur de la ciudad.

Notas:
[1] Periódico La Verdad Católica. (1861). La Habana: Imprenta del tiempo, Tomo VIII, p. 381.

[2] Archivo diocesano del Arzobispado de La Habana. “Expediente: Sobre la construcción de la iglesia de Jesús del Monte”, año1866, Legajo 9.

[3] Archivo diocesano del Arzobispado de La Habana. “Expediente: Sobre la construcción de la iglesia de Jesús del Monte”, año1866, Legajo 9.

[4] Archivo diocesano del Arzobispado de La Habana. “Expediente: Sobre la construcción de la iglesia de Jesús del Monte”, año1866, Legajo 9.

[5] Numa Aguila, Lázaro. (2014). “Manuel de Torres y Feria: mitos y realidades”. La Habana: Revista Palabra Nueva, año XXIII, No. 245, diciembre, p.22. (http://palabranueva.net/pn-old/index.php?option=com_content&view=article&id=1087:manuel-de-torres-y-feria-mitos-y-realidades&catid=319:religion&Itemid=384)

[6] Archivo diocesano del Arzobispado de La Habana. “Expediente: Sobre la construcción de la iglesia de Jesús del Monte”, año1866, Legajo 9.

[7] Archivo diocesano del Arzobispado de La Habana. “Expediente: Sobre la construcción de la iglesia de Jesús del Monte”, año1866, Legajo 9.

[8] Archivo diocesano del Arzobispado de La Habana. “Expediente: Sobre la construcción de la iglesia de Jesús del Monte”, año1866, Legajo 9.

[9] Arias, Miguel (Astorga, León, España 1841 – La Habana 1915): Pintor y escenógrafo, su obra mayor se realizó en los telones de escenografías. Autor: Lázaro Numa Aguila.

 

 

Autor:

Lázaro Numa Aguila.

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