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La aventura colectiva de mi feminismo. Apuntes sobre las experiencias de los estudiantes de letras



    La aventura colectiva de mi feminismo. Apuntes sobre las experiencias de los estudiantes de letras de la Universidad de Buenos Aires en torno a los estudios de género

    Hay algo hermoso, inquietante, por momentos perturbador: resulta difícil encontrar dos licenciadxs en Letras, egresadxs de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), que hayan cursado exactamente la misma carrera. Incluso entre estudiantes que hayan seguido la misma orientación es poco probable que hayan asistido a los mismos seminarios, o incluso que hayan estudiado los mismos programas si cursaron iguales materias. Más allá de los debates abiertos sobre el plan de estudios y sobre los efectos "elige tu propia aventura", aquí se plantea que una cursada en Letras es también una generación, un clima, por qué no una moda, una elección, una política. Cursé la Licenciatura y el Profesorado en Letras entre 2007 y 2013. Mi épica personal se fricciona con una hipótesis colectiva, con un ciclo abierto en 2003, que ha esbozado un nuevo país para ser joven, un nuevo ámbito de lo público, un nuevo escenario de profesionalización del docente investigador. En especial, fueron nuevos años –felices– para ser feminista.

    En Argentina, desde la recuperación democrática, se empezó a instalar de modo progresivo una agenda feminista a una escala cada vez más masiva. Fueron varios los factores que confluyeron: el regreso de diversas intelectuales exiliadas que habían tomado contacto con los estudios de género en Europa y en Estados Unidos, la progresiva consolidación de conquistas jurídicas, la mayor visibilidad de mujeres en ámbitos no domésticos, la reforma constitucional de 1994 y también la emergencia de los estudios de género en las universidades. En el caso de la FFyL, en 1992 se creó el Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer (AIEM) con el objeto de formar "un espacio académico que reuniera a actores­as de las diferentes carreras de la FFyL que estuvieran desarrollando trabajos de investigación sobre la mujer". En 1997, por resolución del Consejo Directivo, se creó el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) y en 2000 se hizo cargo de su dirección la doctora Dora Barrancos. Desde 2010 se produjo una segunda renovación de la dirección, desde esa fecha y hasta la actualidad a cargo de la doctora Nora Domínguez, profesora de Letras.

    Mi generación, la de 2001 y sus estridencias, eligió una aventura conjunta en torno al género. En la última década, Argentina se ha consolidado como un faro latinoamericano en avances políticos, jurídicos y sociales para las mujeres y la comunidad LGBT –en particular, con la sanción de las leyes de Educación Sexual Integral (2006), Matrimonio Igualitario (2010) e Identidad de Género (2012)–. Una década de leyes y gestos: el saludo inclusivo de "todos y todas", la declinación de género para "presidente", la inauguración del Salón de las Mujeres –espacio dilecto de la Casa Rosada–, la circulación del billete con más alto valor nominal por primera vez con rostro de mujer –Eva Duarte–. Sin embargo, siguen siendo años de desafíos pendientes: en la Argentina cada 30 horas ocurre un femicidio –según las estadísticas no oficiales de La casa del encuentro difundidas en noviembre de 2015–, el aborto es la principal causa de muerte materna en el país y continúa la lucha por la regulación del trabajo sexual autónomo. ¿Cómo dialoga este tablero, este nuevo mapa de flujos sexo­ afectivos con la experiencia de la carrera de Letras?

    No recuerdo una mención explícita a los estudios de género o al feminismo antes de 2009. Ese año cursé el seminario "Política, literatura y narrativa argentina actual: un marco teórico y algunas hipótesis", dictado por la profesora Elsa Drucaroff. Quería leer a mis contemporáneos en las aulas de Puán. En sus clases, Drucaroff enseñaba textos de Luce Irigaray, Luisa Muraro, Judith Butler, o incluso Sigmund Freud o Jacques Lacan leídos desde el feminismo. Eran autorxs desconocidxs o nunca pensadxs de ese modo. Esas mañanas fueron la primera vez, en un ámbito educativo, que escuché palabras como "sexo", "cuidado doméstico", "poder", "belleza". Fue un contacto. Una mecha. Un disparador. Ése no era un feminismo a salvo. Recuerdo las discusiones, las suspicacias, los matices y hasta la irritación de algunxs estudiantes. Por primera vez se podían hacer ciertas preguntas.

    Para la gente que ha cursado conmigo ha sido mayoritariamente muy movilizante. Siempre abro la exposición de enfoques de género diciendo una frase que me dijo a mí una feminista, una vez: "Éste es un viaje de ida, prepárense". Son saberes que cambian la revisión de la vida personal. Los varones se conmocionan, piensan sus actitudes y sentimientos de un modo en que jamás habían pensado antes, y cuando son sensibles se preguntan qué van a hacer con el particular lugar de poder en el que la cultura los ha puesto. Una vez tuve un estudiante cínico que me dijo con total naturalidad: "Tus clases me han hecho pensar que nacer hombre es una suerte y voy a seguir aprovechándola". Pero eso me pasó una sola vez y creo que no casualmente en los comienzos de los noventa, cuando el cinismo era cool. En general la reacción fue y es otra. Las chicas también se conmocionan y se hacen muchas preguntas, fundamentalmente en torno a sus complicidades con un orden de géneros en el que desde la queja y la opresión reciben beneficios secundarios. Estudiar teoría de género es algo que se mete en la carne, en el deseo, en el amor, en las relaciones con los hijos, en la vida toda.

    Elsa Drucaroff

    En 2011 cursé un seminario con la profesora Tania Diz, "Variaciones de la imaginación falogocéntrica y feminista en la literatura argentina (1919­1933)". Leímos teoría sobre género –Rubin Gayle, Joan Scott, Michel Foucault, Rosi Braidotti, entre otrxs–, crítica literaria feminista –Helene Cixous, Elaine Showalter, entre otrxs– y un conjunto de crónicas periodísticas, novelas, cuentos y obras de teatro publicados en las primeras décadas del siglo XX en la Argentina. De la memoria y sus selecciones, recuerdo un ejercicio que me pareció revelador. En una clase, la profesora Diz nos propuso mirar libros críticos que habían trabajado el período y observar la omisión de las escritoras –como Norah Lange, Alfonsina Storni, Salvadora Medina Onrubia, María Luisa Carnelli– o su incorporación limitada a un capítulo aparte. En sus clases, Diz historizó tres momentos: primero, el revisionismo, es decir, la relectura de autoras canónicas a partir de los estudios de género; segundo, la recuperación de autoras "olvidadas" en las historias críticas de la literatura; y tercero, la inclusión de todas las autoras en el campo literario del período atendiendo a su conformación "socio­ sexual".

    Cuando me propuse dar el seminario, recién terminaba mi tesis de doctorado y las clases estaban atravesadas por mi propia necesidad de compartir años de investigación. La experiencia para mí fue muy enriquecedora. Quienes cursaron, a la vez, venían de experiencias distintas: algunxs apenas habían cursado materias, otrxs ya terminaban; algunxs habían caído ahí por distraídos, otrxs sabían de qué se trataba y tenían incluso cierta militancia en el feminismo. En ese sentido fue muy rica, justamente porque la heterogeneidad del grupo estaba presente. Me parece que el vínculo con lo político que suponen las cuestiones de género hace que esto suceda; imagino que en un seminario más "neutral" no sucede. Creo que se encontraron con una propuesta que tanto en la teoría como en la metodología tenía novedades y también enfrentaron sus propios prejuicios respecto de sus miradas sobre la literatura. En cuanto a las falencias, observé algo que se viene discutiendo en la carrera, que es la falta de una formación más ligada a la investigación –cómo armar un proyecto, cómo formular una hipótesis, cómo aplicar una categoría teórica– y, claro, la despareja formación en teorías de género o feministas que traen de la carrera. Digo "despareja" porque depende de que azarosamente algún/a docente lo trabaje o de la curiosidad de lxs estudiantes.

    Tania Diz

    Un año después, cursé el seminario de la carrera de Filosofía "Fundamentos de la teoría crítica feminista y de la teoría de género", dictado por la profesora María Luisa Femenías, como parte del tramo de elección libre. El segundo cuatrimestre de ese mismo año también cursé otro seminario de la carrera de Filosofía, "Género y resistencia: de Judith Butler a Beatriz Preciado", dictado por la profesora Virginia Cano, en este caso válido para los seminarios de la orientación en Teoría Literaria. Esta amplitud de la oferta académica en FFyL acompaña la mirada interdisciplinaria que involucran los estudios de género. En el IIEGE se reúnen licenciadxs en Letras, en Filosofía, en Historia, en Antropología, en Artes, en Educación, y también a veces egresadxs de otras casas de estudios.

    Al año siguiente, ya a punto de recibirme, cursé el seminario "Diálogos, desplazamientos y desvíos: el género y la sexualidad en la literatura argentina", dictado por las profesoras Laura Arnés y Nora Domínguez, actual directora del IIEGE. La conducción del Instituto a cargo de una doctora en Letras es un signo de que, lejos de ocupar un lugar lateral o secundario, la carrera de Letras tiene un potencial institucional clave para intervenir en los estudios de género. Según las actas del Departamento de Letras, Nora Domínguez es la profesora que más seminarios sobre género y literatura ha dictado desde la recuperación democrática; como un gesto de su visionaria trayectoria puede señalarse que en el año 1991 incluyó el término "gender" en el título de un seminario cuando ni siquiera era común referirse a "género" en español.

    Dictar seminarios sobre género y literatura en el grado es una experiencia que ha variado con el tiempo. A comienzos de los años 90, el tema no estaba instalado; ni siquiera la palabra era un indicador conocido por todxs. Ahora se sabe algo más y lxs estudiantes están informados, sensibilizados y algunxs comprometidxs como activistas en el tema. Cuando se anotan y cursan como estudiantes, en general, hay una recepción muy buena ya que advierten que los materiales que comienzan a leer, que les resultan densos y a veces tediosos porque provienen de otras disciplinas, los tocan en un plano donde los afectos, el saber y la política se engarzan de una manera diferente con relación a como sucede en otras áreas de la carrera. Empezar a mirar las construcciones de las sexualidades en los textos y discursos, en los modos de interpretación y valoración, ha seducido a un número importante de estudiantxs durante estos años en que vengo dando estos seminarios y lxs ha llevado a encarar investigaciones serias. Espacios que ahora comparto con quienes fueron en algún momento estudiantxs y que ahora son investigadorxs de estos temas. Así que el campo se abrió y va creciendo. Para mí, una excelente noticia.

    Nora Domínguez

    Las menciones anteriores responden a mi recorrido curricular en la orientación de Letras Modernas, por lo que no resultan de ningún modo exhaustivas. Hay otrxs profesorxs que trabajan con perspectiva de género en mi orientación y también desde las orientaciones de Lingüística y Letras Clásicas. A la vez, en Letras, muchas profesoras revolucionaron el sistema sexo­género de la FFyL incluso sin mencionar, a veces, la palabra "feminismo", pero ejerciendo poder, tomando la palabra y mostrando un nuevo lugar de la mujer en la universidad. También ha sido movilizador conocer a muchos profesores interpelados por estas cuestiones.

    Kate Millet escribió en 1969 "lo personal es político". Esta frase, más allá de haber devenido en un hit del feminismo radical, expresa la necesidad histórica de pensar siempre la vida en flujos sociales y la sociedad en flujos vitales. Cuando yo ya había terminado la carrera, en 2014, la doctora Graciela Morgade asumió como la primera decana de FFyL. Compartimos sus palabras, tal como pueden leerse en la web oficial de la Facultad.

    Puede percibirse un cambio generacional en la FFyL, que no tiene que ver sólo con una cuestión etaria. La institución viene incluyendo, desde hace tiempo, nuevas miradas y nuevos sujetos, y eso ha dado como resultado en la actualidad que una mujer, que además viene de los estudios de género, se convierta en la primera decana electa de Filosofía y Letras.

    Graciela Morgade

    En 2015 la Argentina recibió la visita de dos de las voces más relevantes en los estudios de género: Judith Butler y Beatriz/Paul Preciado. La consigna #NiUnaMenos convocó a las calles a miles de mujeres en la lucha contra la violencia de género. La primera mujer electa y reelecta presidenta en la historia de nuestro país terminó su mandato. La provincia de Buenos Aires por primera vez eligió como gobernadora a una mujer. En la Facultad de Ciencias Sociales una performance de posporno revolucionó a la opinión pública sobre los cruces entre educación, Estado y sexualidad. Hitos de tiempos felices para el feminismo que no niegan las tensiones, las interferencias y los desafíos pendientes. Ese mismo año volví a las aulas de FFyL para escuchar las voces de quienes cursaron el seminario "¿Qué lee y cómo lee la crítica de género? Aproximaciones teóricas, críticas y metodológicas", dictado por las profesoras Nora Domínguez, Laura Arnés y Lucía De Leone. A un grupo de estudiantes de Letras del seminario les pregunté si previamente habían tenido contacto con los estudios de género, por qué habían elegido cursar este seminario y qué fue lo que más lxs interpeló de las clases.

    Sólo tuve contacto con los estudios de género en la carrera a través de seminarios de Artes dictados por Ezequiel Lozano. Elegí cursar este seminario porque había estado leyendo sobre género, pero siempre muy desordenado y descontextualizado. Yo intentaba hacer una lectura de género sobre textos literarios y siempre me parecía que me faltaban armas. Lo que más me sorprendió fue qué hacemos con la teoría dentro de los textos. Esa misma teoría se te juega con tu propia estructura personal. No te podés salir. Ves cómo la literatura desarma modos de vivir.

    Paula Salmoiraghi, estudiante de Letras de la orientación Literatura Argentina y Latinoamericana

    No había tenido contacto directo con los estudios de género, quizá algún comentario de algún profesor. Pero nada formal. Lo elegí por recomendación de una amiga que lo había cursado. Una buena pregunta sería por qué me quedé. En lo que vimos, me pareció que se nominalizaron cuestiones que estaban sueltas en los medios, en el aire, en las propias subjetividades. Me explicó mucho sobre cuestiones como el patriarcado, la heteronormatividad, las relaciones sexuales simbólicamente violentas. Me acuerdo que Nora un día nos preguntó: "¿Ustedes se consideran feministas?" Y yo pensé: "Mi feminismo está definido por la mirada del otro; si el otro es un violento conmigo, si el otro me somete o no me permite subir de nivel laboralmente, me está interpelando en ese sentido". Lo que más me sorprendió fue cómo ciertas cuestiones que uno puede elaborar internamente, como la propia condición de mujer en una ubicación social, tienen un nombre tan claro, tan concreto. Me parece que ese es un tema que te pone necesariamente en contacto con la realidad extra académica.

    Agustina Szerman Buján, estudiante de Letras de la orientación Literaturas Extranjeras

    Antes del seminario me pasó de tener parciales domiciliarios con preguntas para elegir. En general, había alguna consigna que era "según la perspectiva de género, analice tal personaje", pero esa perspectiva nunca había sido enseñada realmente en teóricos. Participo en una revista cultural de mujeres que se llama Chocha y me faltaba una suerte de mochila teórica para entender mejor qué era el feminismo, qué es en realidad la igualdad de género. Me pareció que la mejor opción era mezclarlo con la literatura argentina contemporánea, que también tenía muchas ganas de conocer.

    Luna Neuman, estudiante de Letras de la orientación Literaturas Extranjeras

    Había tenido algunos contactos con los estudios de género antes de cursar el seminario, pero sentía que me faltaba una teoría para pensar cosas de las que suelo hablar todo el tiempo. El seminario me sirvió para darle ese sostén y cruzarlo con algo que también me gustaba, que era la literatura argentina contemporánea. Desde el principio me voló la cabeza. Tocó un nivel teórico que sobrepasó los límites de lo que yo creía que tenía la teoría de género.

    Abril Amado, estudiante de Letras de la orientación Literatura Argentina y Latinoamericana

    No había tenido contacto previo con los estudios de género en la carrera. Elegí venir al seminario, primero, porque me llamó la atención el título. No tenía muchas lecturas sobre teoría feminista. Me animé y me encantó. Lo que más me sorprendió fueron los debates hacia adentro del feminismo. No sabía que había tantas diferencias, a pesar de ser siempre la misma lucha; encontré muchos debates y muchas polémicas.

    Rocío Altinier, estudiante de Letras de la orientación Teoría Literaria

    No había tenido contacto antes con los estudios de género. En realidad, hice un curso de extensión acá en la facultad, y antes en Teoría Literaria vimos algunos textos de género que dio Nora Domínguez. Cuando vi que el seminario lo dictaba ella, fue una puerta de entrada. Lo elegí porque me empezaron a interesar las cuestiones de género y quería llegar a un lugar que me ordenara las lecturas. Buscaba algo que me organizara las discusiones. Lo que más me sorprendió fue que combinaron muy bien las lecturas críticas, teóricas y los textos literarios.

    Yamila Rubbo, estudiante de Letras

    La mayor parte de lxs estudiantes de Letras entrevistadxs realizan la orientación en Literaturas Extranjeras o en Literatura Argentina y Latinoamericana. En las entrevistas se observa que la mayoría tuvo un escaso contacto con los estudios de género hasta llegar al final del ciclo de grado. A su vez, en las entrevistas realizadas también se evidencia que lxs estudiantes valoran el enfoque del seminario y consideran que los estudios de género intervienen tanto en sus vidas como en su formación.

    En mi recorrido como estudiante, las problemáticas de género también estuvieron presentes en las adscripciones que realicé. Los proyectos de investigación que suponen las adscripciones a una cátedra en la FFyL se pueden construir como una oportunidad institucional para que lxs estudiantes incorporen teorías, corpus y problemas. En esas coordenadas, pude elegir pensar los "modos de leer" en el cruce entre teoría literaria, literatura argentina y estudios de género. A través de la búsqueda en los registros de los últimos años del Departamento de Letras se pueden mencionar, entre otras investigaciones que dialogan con los estudios de género, la adscripción de Matías Soich "La representación discursiva de la sexualidad LGBT en la televisión argentina", dirigido por la profesora María Laura Pardo; la adscripción en curso de María José Schamun sobre la construcción de una voz femenina en publicaciones periódicas de la década de 1820, con la dirección de la profesora Graciela Batticuore; y la adscripción de María Laura Cucinotta, dirigida por la profesora Márgara Averbach.

    Elegí trabajar con Audre Lorde porque estaba buscando un/a autor/a que me permitiera pensar en una intervención política usando el arte como herramienta y la elegí después de descartar varios otros –todos varones–. Con el correr del tiempo, me di cuenta de que en sus textos no literarios estaban los pilares de su pensamiento, así que viré el eje. De este modo es que llegaron las cuestiones de género y empecé a ahondar un poco más en esas cuestiones, pero siempre teniendo como eje que su intervención no se circunscribía a un solo sector sino a numerosos actores sociales desplazados –los afroestadounidenses, las lesbianas, las mujeres–. Mi experiencia como adscripta fue sumamente enriquecedora en lo referente a cuestiones de género porque pude abordar textos que no había trabajado durante la cursada. En este sentido, el recorrido lo hice un poco sola porque no tenía ningún tipo de formación al respecto y fui eligiendo mis lecturas por recomendaciones o a partir de la propia investigación. Si bien se lee a escritoras en las Literaturas, no siempre es a la luz de los estudios de género. Sí es cierto que hay seminarios que abordan estas temáticas, pero ya sabemos lo que pasa con los seminarios de grado: horarios, momentos, otras dificultades. En fin, sería muy interesante que sobre todo las cátedras de Literatura que abordan textos escritos por mujeres incorporen en su material crítico lecturas que permitan pensar y debatir los problemas de género.

    María Laura Cucinotta, egresada y adscripta

    Una de las discusiones abiertas, que se evidencia en las conversaciones con lxs estudiantes y lxs profesorxs, es el lugar de los estudios de género en el plan de estudios de la carrera. Casi todxs lxs estudiantes consultadxs para este trabajo coinciden en que los estudios de género deberían tener una mayor visibilidad dentro de la formación de grado de Letras.

    Siento que hay como una cosa de modas, de lo políticamente correcto. Hay que hablar de cuestiones de clase, hay que hablar de cuestiones de género, hay que hablar de sujetos marginados. Pero después te ponen una unidad adentro de, y ahí no se cambia de paradigma porque no se cambian los modos de leer.

    Paula Salmoiraghi

    Creo que tendría que haber más espacios para estos temas en el secundario y en la primaria. No sé cuál es el lugar de la literatura. No tengo una respuesta de cómo pensarlo en la universidad.

    Luna Neuman

    Al principio de la cursada lo hablábamos. Los estudios de género son algo marginal o una unidad aparte, o como algo que se menciona pero no atraviesa todas las materias o todas las orientaciones.

    Yamila Rubbo

    El enfoque de género es un modo diferente de mirar absolutamente todo: la historia, la literatura, la política, la subjetividad, la sociedad íntegra, incluso las ciencias. Por ende, no puede quedar en un corral, destinado solamente a quienes ya tienen el interés o la convicción. Creo que el enfoque de género debe interactuar con otros enfoques en muchas materias diferentes y al mismo tiempo conservar su especificidad y sus investigaciones específicas. Para lo segundo, el IIEGE es fundamental, pero para lo primero es clave que se salte el corral y la pregunta por la diferencia que aporta la mirada desde el género se integre como un factor más en muchas materias. Si no, la discriminación sigue en forma de subsidios especiales, seminarios específicos, honores académicos pero marginada en el corral la potencia subversiva de los enfoques de género jamás operará en serio.

    Elsa Drucaroff

    Recuerdo que en una clase de la materia Literatura Latinoamericana II una profesora de prácticos, al explicar el artículo "Las tretas del débil", un análisis de Josefina Ludmer sobre los escritos de Sor Juana, nos planteó ¿cómo escribir después de "Las tretas del débil"? Esta pregunta, actualizada a estos años felices –e inconclusos–para el feminismo, puede leerse como una invitación a la audacia, a disputar los feminismos como laboratorios de pensamiento –más aún si se los considera, en palabras de Silvia Molloy, "a partir del género más que en el género"–. Así, cruzar este puñado de años con las experiencias de la cursada en Letras permite visibilizar cómo el género ha sido un núcleo privilegiado de los diálogos público­privado en instancias políticas, institucionales y personales. A la vez, manifiesta la agenda pendiente, en especial en la carrera de Letras, superar que el género sea sinónimo de "la mujer", exceder la lógica del cupo e intensificar que el respeto crítico no es el silencio sino la posibilidad del desacuerdo.

    Revista del Departamento de Letras

    www.letras.filo.uba.ar/exlibris

     

     

     

    Autor:

    Florencia Angilletta

    Universidad de Buenos Aires

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