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Nanomedicina por Dr. Robert A. Freitas Jr. (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Otra pregunta fascinante: si vivir en un cuerpo es bueno, ¿por qué no tener dos? Y si dos son buenos, ¿por qué no tres, cuatro o cinco? ¿Por qué no quinientos o cinco millones?

La siguiente cita corresponde a Edward Cornish, presidente de la World Future Society:

Ni en nuestras fantasías más imaginativas podemos anticiparnos a todas las extraordinarias posibilidades que nos esperan a los humanos y a las criaturas que vengan tras nosotros. Las especulaciones más atrevidas del hoy serán los hechos del mañana, y nuestro potencial humano no sólo será mayor de lo que pensamos, sino mayor de lo que podríamos llegar a imaginar [8].

Imaginemos por un momento que habitamos varios cuerpos; no sólo tener varios cuerpos para poder elegir, como un traje esperándonos en el armario, sino habitar varios cuerpos diferentes al mismo tiempo. Uno de esos cuerpos podría ser aquel con el que nacimos; otros podrían ser copias o clones; otros serían bastante diferentes, tal vez diseñados para adaptarse a un entorno específico; otros muchos serían seguramente robots o cuerpos virtuales.

¿Cuál será nuestra experiencia de identidad personal cuando nuestra conciencia esté diseminada en varios sustratos? ¿Seguiremos siendo nosotros? ¿Decidiremos conservar, dentro de lo posible, conciencias simultáneas en todos los cuerpos, o será preferible dejar que cada uno de ellos funcione de forma autónoma con una sincronización ocasional, tal vez diaria, de experiencias y reestructuraciones de la identidad?

También se puede pensar que en el futuro seremos capaces de simular la personalidad de gente del pasado, como famosos, personajes históricos o aquellos a quienes amamos, y relacionarnos directamente con ellos. Es también posible que pudiéramos integrar una o más de esas identidades en la propia (con su permiso, claro).

Tal vez, algún día podamos aceptar también la invitación a ser parte de un meta-ser, incorporando nuestra propia identidad, o una copia de ella, en la de otros. Muchos han especulado con la posibilidad de que la evolución de los posthumanos seguiría estas vías, a largo plazo, para integrarse en superseres inmortales [9].

Sea lo que fuere lo que ocurra, está claro que el futuro será mucho más raro, y desde luego más asombroso, de lo que nunca hemos imaginado.

Referencias

1) United Nations Demographic Yearbook, 2000 //

http://www.disasterrelief.org/Disasters/001023hungerreport/

2) http://www.wordiq.com/definition/Immortality

3) McKibben, Bill; Enough: Staying Human in an Engineered Age (2003); Times Books ; // Kass, Leon; Beyond Therapy: Biotechnology and the Pursuit of Happiness (2003); Regan Books

4) Bova, Ben; Immortality: How Science Is Extending Your Life Span and Changing the World (1998); William Morrow & Company; pág.183

5) Meltzer; Milton; Slavery: A World History (1993); Da Capo Press

6) Hummel, JR; Emancipating Slaves, Enslaving Free Men: A History of the American Civil War (1996); Open Court Publishing Company

7) Kurzweil, Ray; The Age of Spiritual Machines: When Computers Exceed Human Intelligence (1999); Viking / Penguin Books

8) Cornish, Edward; Futuring: The Exploration of the Future (2004); World Future Society; pág.121

9) Tipler, Frank J; The Physics of Immortality: Modern Cosmology, God and the Resurrection of the Dead (1994); The New York Times Company

LA FANTASÍA CONTRAPRODUCENTE

Dr. Eric S. Rabkin

En el antiguo Poema de Gilgamesh, escrito en el tercer milenio AC, el héroe aprende "un secreto (un misterio de los dioses). Hay una planta que crece bajo el agua, tiene espinas como púas, igual que una rosa; te dañará las manos, pero si logras cogerla, tendrás lo que devuelve la juventud a un hombre" (pág. 116) [1].

Para recuperar la inmortalidad, Gilgamesh, empleando como lastre las piedras de la orilla, se sumerge en el agua, portadora de vida y mortal a un tiempo, pero "en lo más profundo del torrente yacía una serpiente, y la serpiente sintió la fragancia de la flor. Emergió de las profundidades y se la arrebató, e inmediatamente mudó su piel y regresó al fondo. Entonces Gilgamesh se sentó y lloró amargamente. Encontré la señal y la he perdido" (pág. 117) [1].

Italo Calvino escribió que "el significado último al que se refieren todas las fábulas, tiene dos caras: la continuidad de la vida y la inevitabilidad de la muerte" (pág. 259) [2].

Podemos ver en esta tragedia, por un lado, la naturaleza en forma de serpiente que regresa al fondo del agua, que es capaz de escapar de su corporeidad y renovarla, y por otro lado, la humanidad representada por Gilgamesh que sólo puede regresar a la ciudad de Uruk, íntegro, pero sin defensas contra la muerte. No obstante, aún hay muchos que desean la inmortalidad, sintiendo como Dostoievsky, que "si fueras a destruir la creencia humana de la inmortalidad, no sólo se secaría el amor, sino cada elemento que conservara algo de vida en el mundo" (581:19) [3].

La ficción nos cuenta muchas veces que la inmortalidad es mejor como esperanza y no como hecho ya que, a pesar de su venerable, obvia e íntima llamada, la fantasía de la inmortalidad oculta una terrible realidad.

Las más claras advertencias contra la inmortalidad, dirían algunos, son en realidad advertencias contra el orgullo, la estupidez y la desobediencia. La Sibila Cumana, a quien Apolo adoraba, recibe de manos del dios el regalo de miles de años de vida, pero tras rechazar el amor que le ofrece Apolo, éste le priva de la eterna juventud condenándola a una vejez de interminable sufrimiento. A la Titánide amada por Eos, y diosa del amanecer, se le concede la inmortalidad, pero olvida pedir eterna juventud y envejece permanentemente en lo que Tennyson denomina una "inmortalidad cruel". Prometeo es inmortal por naturaleza, pero tras robar la llama sagrada para los hombres, su inmortalidad se convierte en una eternidad de sufrimiento y padecimiento. Se podría decir que la inmortalidad en estos casos no es peor en sí misma que el oro del Rey Midas: algo preciado en su lugar adecuado, pero irónico y trágico cuando se corrompe. La apoteosis de los héroes griegos y de los profetas hebreos parecería corroborar esta visión positiva de la inmortalidad, igual de irónica que la fina línea que separa este estado para conducirnos, no a la felicidad sino al horror. Sea como sea, ¿podemos lograr una inmortalidad sin sufrir sus fatales efectos?

A menudo se dice que la promesa principal del Cristianismo es la inmortalidad: "Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás" (Juan 11, 25-26). La historia muestra que esta promesa tiene gancho, pero curiosamente, tenemos muy poca idea de lo que significaría vivir esa inmortalidad perfecta. En Man and Superman, George Bernard Shaw dice que prefiere el infierno, "hogar de lo irreal y de los buscadores de la felicidad" al cielo "hogar de los maestros de la realidad, y (el mundo) (…) hogar de los esclavos de la realidad" (pág. 139) [4].

Este asunto de maestros y esclavos nos devuelve al tema de la desobediencia. Milton, en las primeras líneas de su Paradise Lost, escribe:

"De la primera desobediencia del hombre, y del fruto / De aquel árbol prohibido, cuyo bocado mortal / Trajo al mundo la muerte, y todas nuestras penas" [5].

Si Jesucristo es el nuevo Adán, su redención por nosotros es un regreso a la obediencia del Edén, donde como dice Milton, la muerte y la desobediencia pugnan con la vida y es de suponer con la obediencia. En un cielo de perfecta obediencia, parece difícil encontrar algo de felicidad, pues nuestra felicidad depende mucho de las nociones de libertad individual y de deseo. Adán, al igual que Gilgamesh, perdió su inmortalidad por la intervención de una serpiente. Uno puede suponer que en el cielo no hay, por tanto, serpientes ni peligros, ni tan siquiera la sexualidad que dichas serpientes representan. El cielo que muestra Shaw, igual que el de San José, padece lo que Arthur C. Clarke llama "el enemigo supremo de toda utopía: el aburrimiento" (pág. 75) [6].

La paradigmática benevolencia del Cristianismo, la compensación, por así decirlo, por el Pecado Original y el Diluvio Universal, es Dios Padre proyectándose a sí mismo en la realidad mortal de Jesucristo. Para los cristianos creyentes, desde luego, este es un hecho único y fundamental en la historia de la humanidad. Yo no voy a entrar en estas creencias, pero en la ficción, la disposición para aceptar la mortalidad no es ni mucho menos algo raro, ni siquiera cuando no existe promesa de vida eterna, como no la hay según Sydney Carton, cuando se hace pasar por Charles Darnay para ser guillotinado al final de la novela de Dickens A Tale of Two Cities [7]. Esta mortalidad es la medida del heroísmo humano, no del divino. Jesucristo puede prometer a los ladrones que estarán con él en el paraíso (Lucas 23, 43), pero Sydney Carton sólo puede alcanzar la inmortalidad por medio del arte. En cualquier caso, la mayoría de nosotros según creo, estaríamos de acuerdo con Woody Allen cuando dijo que

"No quiero conseguir la inmortalidad por mi trabajo. Quiero conseguirla simplemente no muriéndome" (pág. 260) [8].

Por desgracia, las imágenes disponibles de "no-muerte" son típicamente o bien muy superficiales, como las cristianas, o bien grotescas. En The Facts in the Case of M. Valdemar, Edgar Allan Poe presenta a un hombre hipnotizado "in articulo mortis" (pág. 269) [9]. El narrador e hipnotizador puede calcular el momento en que va a morir su víctima ya que Valdemar padece una enfermedad degenerativa; pero en cierto modo, Valdemar es como todos nosotros en su inevitable muerte porque como dicen los habitantes de Erewhon de Samuel Butler

Nacer… es una falta grave, un crimen de primer grado cuya sentencia puede ser ejecutada en cualquier momento tras cometer la infracción (pág. 145) [10].

La historia de Poe, que se puede leer en principio como una ciencia-ficción extravagante y luego como una sátira flagrante, narra el período de tiempo que transcurre desde que el narrador emprende el objetivo hipnótico hasta su final, nueve meses después, los siete últimos con Valdemar en un estado de suspensión hipnótica. En un momento clave del éxtasis de Valdemar, el narrador dice "Actué sin dudas, intercambiando, sin embargo, los pases laterales por los descendientes y dirigiendo la mirada a los ojos de la víctima" (pág. 273). Esta retórica científica ostentosa, de un segundo vistazo, oculta una sátira de la extremaunción. De hecho, en una visita posterior, el narrador provoca unas vibraciones en la lengua del frío e inconsciente Valdemar, y dice "estoy muerto" (pág. 277). Por último, el narrador decide intentar despertar a su paciente. La historia termina con estas palabras:

Cuando yo estaba dando los pases hipnóticos, entre eyaculaciones de "¡muerto! ¡muerto!", agitando la lengua y no los labios, todo el cuerpo del paciente, de pronto, en el espacio de un minuto o incluso menos, se contrajo, se desmenuzó, se pudrió completamente en mis manos. En el lecho, ante todos los presentes, había una masa líquida de repugnante y detestable putrefacción (pág. 280).

Al nivel más obvio, este final sugiere que hay cosas "que el hombre no puede entender". Como búsqueda de la inmortalidad, la desobediencia primordial puede funcionar durante algún tiempo, pero en última instancia, la disolución humana seguirá su propio camino por orden divino.

Pero a un nivel más profundo, es una broma grotesca y de mal gusto. Las eyaculaciones de la lengua parodian las eyaculaciones de un pene, y los rápidos y espasmódicos movimientos "en mis manos" son una buena imagen de la masturbación. En lugar de describir una semilla fértil, la historia revela las ansiedades del narrador con el final "masa líquida de repugnante […] putrefacción". En el Génesis, en el mismo momento en que Adán y Eva prueban la manzana, "se dieron cuenta de que estaban desnudos" (Génesis 3, 7). Con la mortalidad llega la sexualidad; los que buscan la inmortalidad, el poder de los dioses, buscan, tal vez inconscientemente, cambiar la procreación por creación. En Frankenstein [11], Mary Shelley es capaz de devolver a la carne muerta lo que podría parecer una vida permanente, pero el monstruo, más humano que su creador, sólo busca una novia, mientras que Víctor, al igual que el narrador masturbador de Poe, se resiste a la muerte sólo con sus manos. En Interview With the Vampire, el joven oyente de Anne Rice, cuando oye por primera vez la descripción del vampiro bebiéndose la vida de alguien dice "–Parece igual que estar enamorado-. Los ojos del vampiro brillaron. –Eso es, es como estar enamorado-, sonrió" (pág. 31) [12]. Pero desde luego, es un amor sin procreación. La inmortalidad, para los ángeles, para los demonios, y para las criaturas de la ciencia moderna, es un estado sin descendencia, y significa una negación del potencial y la felicidad humana.

Freud, en Beyond the Pleasure Principle [13], sugería que "hemos adoptado […] la hipótesis de que toda sustancia viva está ligada a la muerte por causas internas […] ya que encontramos cierto placer en ello", con lo que quería decir que todos nuestros errores y nuestro fallecimiento parecen menos terribles si lo vemos como algo menos importante o inevitable. Continúa diciendo que "la noción de muerte natural es algo desconocido para etnias primitivas, ya que atribuyen cada muerte a la influencia de un enemigo o de un espíritu maligno". Parece que Freud no reconoce que nuestra búsqueda de causas fatales, como ataques al corazón, cáncer o asesinatos, refleja motivos diferentes. En cambio, en el espíritu de Víctor Frankenstein, Freud expresa su admiración por la literatura de August Weismann, quien introdujo la división de la sustancia viva en partes mortales e inmortales. La parte mortal es el cuerpo en su sentido más concreto, el "soma", que está sujeto a una muerte natural. Las células reproductoras, por otro lado, son potencialmente inmortales, en tanto que son capaces, bajo determinadas circunstancias, de desarrollarse para dar lugar a nuevos individuos, o, en otras palabras, de su capacidad para alojarse en un nuevo soma [13, pág. 616-617].

Esto es algo sorprendente. Primero, el absoluto silencio de Freud sobre las primeras divisiones de la sustancia viva en cuerpo y alma, revela una ceguera intelectual que podría estar motivada, se supone, por una desesperada necesidad de creer que se está progresando en la eterna confrontación del hombre con la muerte. En segundo lugar, centrarse en las células reproductoras, "por otro lado", es tan lejano y masturbante a su manera como la obsesión de Poe por el hipnotismo, otro truco mental, como el deseo mortal de Freud para retrasar el terror final. Y en tercer lugar, esta noción de inmortalidad de las células reproductoras reduce al ser humano tal y como lo veríamos habitualmente en una mera conveniencia. Puede que ésta sea la visión de la sociobiología moderna si nos fijamos en lo que Richard Dawkins ha denominado el "gen egoísta" [14], pero en tal caso no tenemos nada que hacer con las aspiraciones de individuales.

Pero seguramente no somos meros cuerpos. Si alguien pierde un dedo, el ser no cambia. Pero ¿y si alguien pierde un brazo? ¿O su capacidad para procrear? Está claro que no somos como éramos con, digamos tres años, cuando todos éramos prepúberos, totalmente dependientes e inmensamente ignorantes. De hecho, puede que ya sólo queden en el cuerpo unos pocos átomos sin reemplazar con el paso de los años. Nos gusta pensar que tenemos continuidad. Es casi como el famoso acertijo filosófico del hacha del granjero: "¿Tiene esta hacha desde hace mucho? Oh, sí, 20 años. He cambiado el mango tres veces y la hoja dos".

La persistencia del individuo es una fantasía, claramente, una fantasía sin la cual no tendríamos sentido del yo, y sin embargo sin la cual, la noción de inmortalidad se vería reducida a una mera persistencia, a un estado no muy diferente al de una roca.

La ciencia-ficción moderna, desde luego, ha imaginado seres materializados no en piedra sino en silicio. En The City and the Stars de Clarke, los ciudadanos de Diaspor viven tantos años que acaban por regresar voluntariamente a la "Sala de Creación", donde las máquinas "analizan y almacenan la información que define a cualquier ser humano" [15, pág. 15] y ser devuelto a la nada (no podríamos llamarlo muerte) hasta que son llamados de nuevo por el Ordenador Central en un tiempo futuro aleatorio para vivir en una mezcla, también aleatoria, de 10 millones de habitantes potenciales de la ciudad de Diaspor. En esa utopía inmortal, donde el mero hecho de pronunciar un deseo lo hace realidad, nuestro héroe Alvin no es sólo un aparecido sino "por no faltar a la verdad […] el primer niño que nació en la Tierra en diez millones de años" [15, pág. 17]. Es él quien devuelve la fertilidad y el progreso a un mundo estancado. No hay vida humana real sin mortalidad, sin el riesgo de la muerte. De entre todas las características que nos definen, decidimos llamarnos a nosotros mismos "mortales". Es la cordura de Pinocho.

En el libro de William Gibson, Neuromancer, uno de los personajes es un "constructo", un chip informático que contiene el conocimiento y la personalidad de un famoso habitante del ciberespacio, la realidad virtual de la infosfera. Se activa con otros personajes de "carne" que necesitan su ayuda, y él acepta ayudarles con una cláusula: al final de la aventura "quiero que se me borre" [16, pág. 206]. La inmortalidad incorpórea es aparentemente tan engañosa para Dixie Flatline como el envejecimiento y la mortalidad corpórea lo son para la Titánide. Entendemos entonces porqué cuando Case el protagonista, le dice a Dixie que "Algunas veces te repites, tío", Dixie le responde con un juego de palabras diciendo "Es mi naturaleza" [16, pág. 132]. Si contamos con el tiempo suficiente y no tenemos un cuerpo que sufra las condiciones cambiantes del entorno, todos nos repetiríamos, viviendo bajo nuestros propios patrones, sin importar cuales fueran, que nos llevarían en última instancia a la mera repetición y, por tanto, a la destrucción de cualquier sentido de la individualidad.

De esta manera es como el sensible ordenador HAL de la novela de Clarke 2001, A Space Odyssey deja de ser un personaje –un individuo– pero sigue funcionando como ordenador cuando sus tarjetas de "función principal" son extraídas y se ve reducido a repetir los cálculos y números de identificación con que fue programado al principio [18, pág. 156-157]. Por esta misma razón Olaf Stapledon, en Star Maker hace un elogio, no de las "mentes colmena" en enjambres que anulan al individuo, sino de la "simbiosis intrincada" [19, pág. 255] que se representa como perfecta unión por el "valioso átomo de la comunidad" [19, pág. 257], en el cual, dos pueden depender el uno del otro –y pueden procrear– pero donde cada uno conserva su individualidad esencial y los riesgos de la muerte individual.

Por contraposición a este punto de vista, en Blood Music de Greg Bear, una plaga de "leucocitos inteligentes" campa libremente y el mundo se transforma, incluidos nosotros en última instancia, como parte de una mente planetaria. El protagonista dice que "si muriera aquí, habría otros cientos que se integrarían, listos para convertirse en mí, y yo no moriría del todo. Simplemente perdería mi yo particular […] es imposible morir" [20, pág. 197]. El protagonista de Bear puede creer esto, pero los gemelos idénticos no: no importa la duplicación de información en otra copia, la muerte del individuo contemplada por ese mismo individuo es de hecho la muerte. Y la capacidad para morir es una gran libertad autodefinida, la libertad existencial última según Sartre y Camus, y el punto clave del conflicto entre el individuo y el Estado, visto por los enfermos hospitalizados, las víctimas mutiladas en combate de Johnny Got His Gun de Dalton Trumbo [21], el parapléjico alimentado por sonda de Whose Life Is It Anyway? de Brian Clark [22] y D-503, el protagonista de We de Eugene Zamiatin, después de que "le hayan arrancado de la cabeza la astilla [de la imaginación]" y se ve reducido a un idiota con una permanente sonrisa dibujada en su rostro, ya que "la razón debe prevalecer" [23, pág. 217-218]. Este feliz estado de obediencia inevitable es el último Edén, y la astilla arrancada de D-503 es la "espina" de la planta que busca Gilgamesh, la que nos recuerda que vivimos como individuos cuando estamos sujetos a la muerte.

Se dice que cuando Miguel Ángel terminó las tumbas Médici, encargadas por el Papa Clemente VII, alguien observó la ausencia de realismo. "¿A quién va a importarle dentro de mil años si estas son realmente sus caras?", dijo el gran escultor [24, pág. 399]. Así es. El día que el gran Duke Ellington, músico de jazz, murió, John Chancelor empezó su informativo nocturno diciendo: "Edward Kennedy Duke Ellington murió esta mañana a consecuencia de un cáncer de pulmón y una neumonía. Más tarde le escucharemos tocando para nosotros" (pág. 76) [25]. En piedra o en vinilo, los grandes alcanzan la inmortalidad no por sí mismos, sino en su legado, una inmortalidad que suplanta, y por tanto supera, al original.

San Pablo nos promete que aquí en la Tierra

Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces (después del día del Juicio) veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido (I Corintios, 13, 12).

Esta noción de conocimiento ideal en la eternidad no es válida sólo en el mundo occidental. La voz de Brihadaranyaka Upanishad dice:

¡Llévame de lo irreal a lo real! / ¡Llévame de la oscuridad a la luz! / ¡Llévame de la muerte a la inmortalidad! (Bartlett 56, 20) [3].

Pero ¿quién es este yo? Cuando Moisés pide en el Monte Sinaí ver a Dios cara a cara, Dios, que tiene a Moisés en gracia, le niega la petición, "ya que ningún hombre que me vea vive" (Génesis 34, 20). San Pablo también lo entiende así. Hablando de la resurrección después del Día del Juicio afirma lo siguiente:

Mirad, voy a desvelaros un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al último toque de la trompeta –pues tocará la trompeta- los muertos resucitarán incorruptos, y nosotros seremos transformados. Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad (I Corintios 15, 51-53).

Cuando seamos incorruptos, seremos transformados: transformados en ideales, en repeticiones infinitas, en vampiros estériles, en ángeles sin descendencia, piezas de arte, chips informáticos. Seremos transformados en objetos para la contemplación de otros pero en ese proceso perderemos nuestra identidad. La inmortalidad es una fantasía contraproducente, una defensa desesperada contra la muerte. Y por último, ¿quién elegiría una eternidad tan castrada? Desde luego, no lo haría la Titánide de Tennyson:

Déjame ir, llévate tu don / ¿Por qué debería un hombre desear en cualquier forma / cambiar la agradable raza humana, / o llegar más allá de las metas del ordenamiento donde todo se detiene, como por todos es sabido? Libérame, y devuélveme a la tierra… [17].

Referencias

1) Anónimo; The Epic of Gilgamesh; traducción de Sandars, NK; Penguin, 1960

2) Calvino, Italo; If on a winter"s night a traveler; traducción de William Weaver; Harcourt, 1979

3) Bartlett, John; Familiar Quotations; (1980, 15th ed.); Little, Brown

4) Shaw, George B; Man and Superman (1903); Penguin, 1969

5) Milton, John; Paradise Lost (1667); Editor Merritt Y. Hughes; Odyssey, 1962

6) Clarke, Arthur C; Childhood"s End (1953); Ballantine, 1972

7) Dickens, Charles; A Tale of Two Cities (1859) T. B. Peterson

8) Peter, Laurence ; J. Peter"s Quotations: Ideas For Our Time (1977); Bantam

9) Poe, Edgar Allan; "The Facts in the Case of M. Valdemar." 1845. Ed. Philip Van Doren Stern. The Portable Poe. New York: Viking, 1973

10) Butler, Samuel; Erewhon (1872), New York: NAL, 1960

11) Shelley, Mary; Frankenstein (1818), Editor: Joseph, M.K. Oxford University Press, 1969

12) Rice, Anne; Interview With the Vampire (1976); Ballantine

13) Freud, Sigmund; Beyond the Pleasure Principle (1920) en The Freud Reader (Editor: Gay, Peter); Norton, 1989

14) Dawkins, Richard; The Selfish Gene (1976); Oxford University Press

15) Clarke, Arthur C; The City and the Stars (1956) Harbrace; pág.15

16) Gibson, William; Neuromancer (1984) Ace; pág. 18

17) Tennyson, Alfred; "Tithonus" (1860) en: Selected Poetry (1956); Editor: McLuhan H.; Holt

18) Clarke, Arthur C; 2001: A Space Odyssey (1968) New York: NAL

19) Stapledon, Olaf; Star Maker (1937); Dover Puplications Inc.

20) Bear, Greg; Blood Music; New York, Ace, 1985

21) Trumbo, Dalton; Johnny Got His Gun (1939) Bantam, 1970

22) Clark, Brian; Whose Life Is It Anyway? New York; Dodd, Mead, 1978

23) Zamiatin, Eugene; We (1920). Trans: Zilboorg G; Dutton, 1952

24) Fadiman, Clifton, ed. The Little, Brown Book of Anecdotes (1985) Little, Brown

25) Rabkin, Eric S; The Fantastic in Literature (1976) Princeton, New Jersey; Princeton U Pr, 1976

Conciencia del tiempo en una vida muy larga

Dr. Manfred Clynes

Contar no es tiempo – No hay tiempo que contar.

En el siguiente ensayo, dejaré a Dios el tema de la inmortalidad y trataré de que se me disculpe cierta arrogancia por traficar con la vida individual de sólo unos pocos millones de años. Espero no decepcionar a los lectores con esto, al menos en su primer millón de años de vida.

¿Qué es el tiempo? Estamos muy influenciados por los físicos que han descrito el tiempo como una dimensión: una línea recta, o curva si hacemos caso a Einstein, infinitamente estrecha a lo largo de la cual se suceden los acontecimientos. Lo que sucede es que t se mueve desde t1 a t2, dos puntos en esa línea que representan el principio y el final del evento. El tiempo, entendido como un punto infinitamente pequeño, se mueve de t1 a t2, y además se nos ha lavado el cerebro para que consideremos que se mueve de izquierda a derecha. En el nivel cuántico, en la escala de la constante de Planck, el tiempo puede incluso invertirse durante unos instantes muy breves. Preguntar "¿con qué velocidad se mueve a lo largo de esa línea?", es una cuestión sin sentido para los físicos. Pero la tasa relativa a la que se mueve el tiempo depende del sistema de coordenadas o marco de referencia adoptado.

Lo que se pierde en este enfoque es el presente. En física, y en la vida humana, el tiempo convierte la potencialidad en realidad. A Einstein tampoco le gustaba mucho la idea de desterrar el presente de su teoría (o de no abarcarlo). Pero aún me falta encontrar un físico actual que, como físico, eche en falta el presente. Simplemente parece que no es algo en que preocuparse. Pero, sorprendentemente, el presente es todo lo que tenemos los humanos. El pasado se ha ido y el futuro aún no ha llegado. Lo que experimentamos parece ser un presente continuo, al menos mientras tenemos conciencia, y también los recuerdos del pasado y las anticipaciones del futuro se experimentan en el presente. El presente está siempre con nosotros, incluso podemos decir que el presente en sí mismo es inalterable y lo único que cambia es su contenido. En ese sentido, el presente es eterno, mientras vivimos. Entonces, ¿qué es lo que crea el presente en nosotros?

Lo llamamos la conciencia del tiempo. En lugar de un punto infinitesimal desplazándose a lo largo de la línea del tiempo, tenemos un indicador de tiempo limitado en el que nos sentamos, por así decirlo, y que se desliza llevándonos a cuestas. Ese indicador es el presente omnipresente. En mis primeros trabajos allá por los 70, demostré que una buena medida de la duración del presente es de unos 180 milisegundos. Es la duración de una sílaba, del tiempo mínimo durante el cual no se puede revertir una decisión, el tiempo de reacción de un motor, y el tiempo necesario para ver el movimiento lento de un objeto. Y hace poco hemos descubierto que es el tiempo preferido por un compositor para acompasar los componentes independientes de sus creaciones, al menos así ocurre con los Allegros de Mozart y Beethoven.

Pero una palabra no sustituye al entendimiento, o no debería hacerlo. Sabemos poco acerca de la conciencia del tiempo. Gracias a nuestro trabajo en música, hemos encontrado pruebas de cuatro relojes y procesos diferentes, involucrados en distintos aspectos de la conciencia del tiempo en nuestro cerebro. Estos relojes involucrados en la música, operan en nuestra conciencia del tiempo. Y ya que es posible pensar en la música durante el sueño, estos relojes se transfieren también a nuestra conciencia cambiada del tiempo mientras soñamos, al menos algunos de ellos. De alguna forma, nuestra conciencia del tiempo se modifica mientras soñamos. ¿Cómo? No lo sabemos.

Como podemos suponer fácilmente hoy día, distintos animales (máquinas conscientes) tienen distinta conciencia del tiempo. No hay nada absoluto en nuestra conciencia del tiempo. En otra galaxia, por ejemplo, podrían existir seres vivos para los que la noche y el día serían un suspiro, pero nuestra conciencia del tiempo está directamente relacionada con nuestra condición de seres humanos.

LA ESCALA DE LA CONCIENCIA DEL TIEMPO.

Esto invita a reflexionar sobre la escala de la conciencia del tiempo. Lo aprenderemos por cómo lo hace el ADN, y rediseñándonos a nosotros mismos para una vida de larga duración, podremos tener alguna ventaja respecto de una escala variable de conciencia del tiempo.

¿Cuál es la escala de conciencia del tiempo de un ordenador? O, ¿cuál es la escala del tiempo de un ordenador? La idea que tiene un ordenador del tiempo es que no tiene ninguna idea. Todo lo que sabe es una serie de números, las marcas de tiempo. El tiempo que hay entre esos números es totalmente arbitrario, podemos aumentar la duración del ciclo de computación de un ordenador y no se daría cuenta: todas sus respuestas serían las mismas. Cualquier cálculo que pueda hacer en su ciclo de computación dentro de su capacidad tecnológica, proporcionará la misma respuesta. Una serie de ceros y unos, no pueden darle a un ordenador, ni a nosotros, la experiencia del tiempo. La falla del test de Turing, es que se olvida del tiempo. Y siempre y cuando nos modelemos a nosotros mismos sobre las líneas del tiempo de un ordenador, no obtendremos conciencia del tiempo en absoluto. Y esto significa por tanto, que no seremos conscientes.

Los ceros y los unos, números al fin y al cabo, no pueden sustituir la singularidad del tiempo, aunque sí podrían hacerlo en una matriz de cuatro dimensiones (en la representación Minkowski), aunque para Einstein precise de un eje imaginario que lo diferencie de las dimensiones espaciales.

Pero los números no pueden contarnos nada sobre la experiencia del tiempo, ni sobre cuestiones de espacio. Tanto nuestro cerebro como nuestro sistema nervioso están diseñados para diferenciar tiempo y espacio, y esto supone muchos aditivos temporales que no pueden ser representados en una simple operación imaginaria. El pulso neuronal de nuestro cerebro tampoco diferencia tiempo y espacio. Por otra parte, la música representa un laboratorio para analizar nuestra relación con el tiempo.

LA CONCIENCIA DEL TIEMPO Y LA EXTENSIÓN DE LA VIDA

A la hora de considerar la extensión de la vida, necesitamos hacer hincapié en los siguientes puntos (algunos sólo cubren ciertos aspectos de lo relacionado con el tiempo, y debemos dejar aparte los problemas sociales):

Hasta que la conciencia del tiempo sea lo suficientemente comprendida como para que los ordenadores o los robots la tengan, y hasta que se vuelvan conscientes, hoy por hoy no es posible prolongar la vida más allá de los límites impuestos por los materiales con que estamos hechos. Sólo será posible reemplazar material biológico, homeostasis, metabolismo, reproducción humana y por supuesto los recuerdos y el pensamiento (tal como lo conocemos y en la medida en que lo conocemos) por materiales no biológicos más estables, nanotecnología y diseños bioestructurales, cuando sepamos como obtener conciencia. Estoy seguro de que la conciencia no es en sí misma una función compleja, y también de que un nivel muy alto de complejidad no es condición sine qua non para lograrla, sino que es algo más.

Una vez que sepamos como crear conciencia, estaremos en un mundo completamente diferente, en el cual la clonación será un juego de niños. Y puede que solo tengan que pasar un par de cientos de años hasta que esto ocurra, o tal vez sean miles, nadie lo sabe a ciencia cierta aún. Con respecto a la conciencia, lo que a mí me llama la atención es que cuanto más cambia su contenido, más se va acercando uno a la "pura conciencia", esto es, la conciencia sin contenido. Helen Keller no era menos consciente que nosotros, sino que probablemente lo fuera más. En la conciencia, las distintas entradas sensoriales interfieren relativamente poco entre ellas, y podemos oler, oír, ver, tocar simultáneamente y realizar más tareas. Si creamos máquinas conscientes (que es lo que tendemos a creer que somos) pero de estructuras diferentes a las que conocemos, existirá una posibilidad real de disolver los lazos de tiempo que estamos acostumbrados a experimentar.

ELEGIR NUESTRA PROPIA CONCIENCIA DEL TIEMPO

A la hora de crear máquinas conscientes, tendríamos la libertad de diseñarnos a nosotros mismos para tener diferentes índices de conciencia del tiempo, y también diferentes conciencias del tiempo que se ajustaran a nuestras necesidades. ¿Cuáles serán nuestras necesidades? Si hablamos de viajar, podemos imaginar mucho: con los viajes espaciales, ralentizaremos nuestra conciencia del tiempo en digamos un factor de 10.000 años. ¿Qué son 10.000 años si se pasan como si fuera sólo uno, o incluso como si fuera sólo un mes? Si combinamos esto con la relatividad de Einstein en cuanto a la ralentización del tiempo, nos encontraríamos ante condiciones de viaje en el espacio muy favorables. Si tuviéramos millones de años de vida, la contracción de la conciencia del tiempo no tendría mayor importancia pues tendríamos mucha experiencia. Sería también útil para entrar en contacto con otras formas de vida, al menos en nuestra galaxia, y ajustar nuestra conciencia del tiempo a la de otros seres.

Es más probable que para otros asuntos diferentes a los viajes en el espacio hagamos lo contrario, es decir, ampliar la conciencia del tiempo, hacer un ajuste de velocidad aplicando nanotecnología o picotecnología; y el pensamiento sería unas 10.000 veces más rápido también. ¿Qué ocurriría entonces? Pues que un año duraría 10.000 años; las estaciones no cambiarían en 2.500 años. El factor 10.000 es tal vez un factor un tanto extremo para aplicar aquí; podríamos ajustar la conciencia del tiempo a nuestro gusto, tal vez solo duplicándola o triplicándola según la situación en que nos encontrásemos.

El envejecimiento, tal y como lo conocemos, será eliminado y en todo caso se convertirá en un grave problema de acumulación de memoria. Toda la materia del universo es memoria insuficiente para almacenar el estado de toda la materia que hay en él. A medida que la edad de los individuos vaya sumando millones de años, el universo necesitará cada vez más materia para almacenar recuerdos. Finalmente, y a pesar de Freud, precisaremos de un borrado selectivo de recuerdos (algo que será tema político candente en un futuro lejano).

Mucho más serios serían los problemas planteados por las emociones y su manifestación. Como ya he dicho, la expresión y generación de emociones y su manifestación por medio de gestos, bailes y música, depende, en gran medida, del tiempo. Las formas del tiempo, lo que llamamos formas sénticas, conforman el vocabulario de nuestro lenguaje inherente de comunicación y generación de emociones. La forma (en el tiempo) es cualidad. ¿Qué les ocurriría a aquellos que se sometieran a la transformación de su conciencia del tiempo?

Tomemos como ejemplo la risa. ¿Podemos reír en sueños, en una escala diferente de tiempo, y experimentar la risa? Una persona de pensamiento rápido (incluso como Marvin Minsky) ríe a escalas muy similares de "ja", que una persona que piensa en forma más lenta. La dificultad está en la misteriosa y a la vez inexplicable conexión inherente entre la forma del tiempo y la cualidad de sentimientos que conlleva. Acelerar la conciencia del tiempo por un factor de 10.000, implica que tendremos que acelerar también la risa en la misma proporción. Es tan simple como un problema de control motor; incluso si redujéramos nuestro tamaño en forma considerable, resultaría imposible, ya que los átomos de nuestro cerebro ahora no se mueven miles de veces más rápido que los de los brazos. La inercia de la materia, la que no podemos eliminar, entrará en conflicto con la velocidad del pensamiento, la que, esencialmente es libre de los condicionamientos materiales de la inercia, es decir: velocidad de la computación contra velocidad del movimiento: la velocidad de electrones y fotones contra la de los protones y neutrones; leptones contra hadrones. La duración de un orgasmo parece más estable que la duración del pensamiento. Bajo las condiciones de transformación de la conciencia del tiempo, la conexión inherente al tiempo de una mirada, una caricia, o de un salto de alegría, desde nuestro punto de vista, parece ser parte de la naturaleza que querríamos conservar inalterable, o mejorarla si es posible.

Obviamente, la comunicación y generación de emociones, las caricias, las miradas, tendrían que liberarse de las limitaciones (actuales) del cuerpo. ¿Será posible sin modificar su cualidad? ¿O podría alguien esperar de esta cualidad una transformación en algo desconocido pero deseado? Parece poco probable que la investigación sobre el cambio de cualidad del rango de experiencia bajo condiciones de transformación de la conciencia del tiempo, ofreciera nuevas cualidades preferibles a aquellas de que gozamos ya. Pero no lo sabemos. Ya sabemos que las cualidades de la experiencia de los sueños son muy similares a las del estado de vigilia, incluso en el período de tiempo de esta limitada transformación. ¿Hasta dónde podemos ampliar esto? ¿Qué nuevas cualidades pueden crearse por medio de transformaciones más sistemáticas y extensas de la conciencia del tiempo?

Ya nos damos cuenta de que la música es muy lenta para contagiarnos su sentimiento y contenido: el sentido visual, el vídeo, la está superando en nuestra cultura, a pesar de su transferencia de significado más concentrada, con su input paralelo en lugar de en serie. Una sinfonía representa mucho tiempo para nuestro mundo que avanza a paso relativamente ligero; la música se usa de fondo para lo visual. ¿Qué pasará con la música bajo la transformación de la conciencia del tiempo? Su arte también se transformará. A continuación hablaremos de algunos problemas y aspectos relacionados con esto; la llamada logogénesis.

LOGOGÉNESIS

La logogénesis es la "invención de la naturaleza" que aparece en la evolución sustituyendo una calidad de sentimiento, de experiencia, por pensamiento intrincado y por actividad refleja. La logogénesis es lo que crea el qualia, el sabor de la vida. Al igual que la morfogénesis, está genéticamente controlada. La cualidad y sus sustratos cognitivos llegan a nuestro cerebro a través de un programa genético cuyos detalles aún no conocemos. Por ejemplo, el sentimiento de la risa, su gracia, está ligado de forma indisoluble a su vía de expresión. La rojez o la dulzura están indisolublemente ligadas a una pauta determinada de actividad neuronal y sináptica que se parece mucho a otras actividades neuronales, y que no revela de ninguna manera la cualidad de rojez o dulzura. Y esas cualidades de experiencia (olvidadas) se mantienen inalterables a lo largo de toda la vida y en ocasiones hasta el último instante. No sabemos qué es lo que controla la logogénesis. El invento más ingenioso sea tal vez la sustitución de la sensación de hambre por otras formas de regular la entrada de alimento. Esta sensación nos dice cuándo, qué y cuánto comer, y nos obliga a encontrar comida. ¡Qué maravilla! ¿Cómo podríamos inventar algo así?

Pero tal vez sea más ingenioso el sentimiento sexual, que permite que las probabilidades de reproducción (en un mamífero) aumenten de un número infinitesimal a uno viable, e incluso posible. Este sentimiento en sus manifestaciones, hace posible la continuidad de la especie, y hace posible también la propia evolución.

¿Qué fue lo que inventó ese sentimiento y lo colocó en su entorno de tal forma que pudiera funcionar en la mayoría de los casos? ¿Evoluciona? Claramente está programado genéticamente. Si los órganos sexuales se originan por morfogénesis, la sensación, consciente y subconsciente, se origina por logogénesis. Por eso, la intensa sensación del orgasmo, es diferente a todas las demás. Todo qualia se origina por logogénesis. Aún no sabemos cómo funciona, ni cómo se transformará con el cambio de la conciencia del tiempo, pero un ordenador o un robot necesitarán de él para experimentar sensaciones y sentimientos. Y no parece que los ceros y unos sean una forma de lograrlo, pero entonces, ¿cómo? Tenemos una facilidad increíble para esconder bajo la alfombra todo aquello que no entendemos y por tanto simular que no existe. Ya es hora de que veamos que el rey va desnudo. Ni la conciencia en sí, ni la conciencia del tiempo, podrán aplicarse a una máquina hasta que entendamos la logogénesis. No está bien decir que somos software y que podemos ser cargados y descargados. Las experiencias y los procesos cerebrales son tanto analógicos como digitales, continuos y discretos. Podemos hacer que una máquina ría, pero no disfrutará, incluso aunque diga que disfruta. Va siendo hora de dejar de engañarnos a nosotros mismos; Turing se merece algo mejor que eso.

En mi ordenador se escucha a Beethoven estupendamente, y me alegro de ello, pero el ordenador no lo disfruta. Ni lo hará hasta que sea capaz de entender a Beethoven. Y sin la conciencia del tiempo, esto es imposible; sin logogénesis es imposible. Pero demos tiempo al tiempo y tal vez pronto suceda; entonces se convertirá en uno de nosotros y nosotros seremos uno de ellos. Dios sabe, probable (o improbablemente), cuándo y cómo, esto sucederá. Pero me aseguraré, mientras tanto, de agotar todas las posibilidades para tratar de descubrirlo. Seguramente en nuestra logogénesis, hay programada un poco de fe.

Referencias

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Clynes, M; "The Future Compassionate Computer": presentado en la MIT Medialab Celebration Octubre 1999, 2000, www.superconductor.com

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Clynes, M; "Time, Timeconsciousness and Music"; en la First Internatonional Conference on Music Perception and Cognition, Kyoto, Japón, 1989, pág. 124–130

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Clynes, M; "Specific human emotions are psychobiologic entities: Psychobiologic coherence between emotion and its dynamic expression", comentario aparecido en Behavioral and Brain Sciences, 1982. Num. 3. pág. 424–425

Clynes, M; "The communication of emotion: theory of sentics", en Emotion: Theory, Research and Experience, Vol. 1 Theories of Emotion, R. Plutchik, H. Kellerman (eds.), pág. 271–300, Academic Press, New York, 1980

Coull, J et al; "Functional Anatomy of the Attentional Modulation of Time Estimation" en Science, 303, pág. 1506–1508, 2004

Crick, F; The Astonishing Hypothesis, Touchstone Books, New York, 1995

Damasio, A; The feeling of what happens, body and emotion in the making of consciousness, Harcourt, New York, pág. 386, 1999

Dennett, DC; Consciousness Explained, Little brown, Boston, 1991

Feynman, R; "There is plenty of room at the bottom"

http://nano.xerox.com/nanotech/feynman.html

Ikegaya. Y et al; "Synfire Chains and Cortical Songs: Temporal Modules of Cortical Activity", en Science, 304, pág. 559-564, 2004

Kurzweil, R; The Age of Spiritual Machines, Penguin Putnam, New York, 2000

LeDoux, J; Synaptic Self, Viking Penguin, New York, pág. 406, 2002

Minsky, M; The Society of Mind, Simon and Schuster, New York, 1985

Confesiones de una inmortalista proselitista

Shannon Vyff

¿Por qué hablar de inmortalidad? ¿No significa egoísmo? ¿No nos dice Dios, el destino y la evolución cuando hemos de morir? Es lo que oigo siempre poco después de haber conocido a gente en la iglesia, de vacaciones, en el autobús, en la cola de la tienda de comestibles, en fiestas y en reuniones familiares. Todo comienza con una conversación totalmente normal con preguntas sobre el tiempo, o sobre lo que has hecho durante el día. A menudo menciono mi trabajo escolar explicando que empecé a estudiar nutrición después de haber perdido algo más de 38 Kg de peso (lo que siempre resulta una historia de motivación e intriga para los demás). Son todo oídos para saber cómo lo logré, y les cuento cómo empecé la dieta de Restricción Calórica (CR) gracias a una lista de correo electrónico llamada Optimal Nutrition [1].

Y por medio de la CR Society, me lo he pasado en grande en el Programa de televisión de Oprah, en Marie Claire, en la revista 20/20, viajando a las conferencias de la CR para descubrir las últimas novedades en investigación sobre dietas antienvejecimiento, y conociendo gente muy interesante que se tratan a sí mismos como cobayos. Yo misma he enviado análisis de sangre y otras pruebas para que mis marcadores bioquímicos del envejecimiento ayuden en las investigaciones con humanos. La gente me dice que estoy estupenda, sobre todo los que no me han visto en años, y por supuesto quieren saber cómo empecé con la dieta.

Empiezo diciendo que gracias a mi fascinación por la ciencia-ficción, ya en el instituto me ocupé de seguir el Proyecto Biósfera y al Dr. Walford [2]. Mientras crecía siempre tuve el sueño de viajar a las estrellas. Supongo que esperaba que al cumplir los 20 años ya habría naves espaciales que nos permitirían colonizar Marte, y que yo podría alistarme. Cuando el Proyecto Biósfera apareció en los medios de comunicación, se mencionaba también la dieta de restricción calórica (CR), así que siempre estuvo en mi subconsciente como una dieta de adelgazamiento y antienvejecimiento.

Con poco más de 20 años decidí formar una familia, y "La Leche League" [3] me enseñó la manera más sana de hacerlo. Cuando llegó la hora de destetar a mis hijos y retirarles la leche materna que les proporcionaba las conexiones neuronales más importantes, los reflejos más rápidos y un sistema inmunitario más fuerte de lo que podría ofrecerles la tecnología actual, tuve que preocuparme por el tipo de comida más adecuada para sus organismos en crecimiento. Vivía en Eugene, Oregon, donde hay tanto apoyo a estas corrientes (con restaurantes de comida orgánica, publicaciones gratuitas sobre salud y un alto porcentaje de población preocupada por su salud) que me introduje en un nuevo mundo y en una nueva forma de ver la comida. Me di cuenta de que algunas de nuestras células se regeneran cada 6 meses y la mayoría de ellas cada 7 años, así que realmente nos convertimos en lo que comemos.

También empecé a interesarme por los fungicidas, germicidas, pesticidas, raticidas, herbicidas, antimicrobianos y de cómo se acumulan en los tejidos corporales. Leí estudios como el financiado por el National Institute for Environmental and Health Sciences [4], basado en trabajos con niños en edad preescolar de Seattle; este estudio mostraba que los niños alimentados orgánicamente presentaban en orina seis veces menos de organofósforo que los niños alimentados de forma no orgánica (debido a la exposición a pesticidas).

Así que me impuse una alimentación más sana y en base de alimentos orgánicos, pero aún así seguía pesando 93 Kg tres meses después de dar a luz a mi tercer hijo, ¡y empecé a pensar que realmente necesitaba una dieta! Después de leer todas las dietas existentes, recordé la dieta de extensión de la vida de la que había oído hablar en el Instituto. Así fue como llegué al libro Beyond the 120 Year Diet, del Dr. Roy Walford, cuando mi tercer hijo tenía cuatro meses. Como aún estaba dando el pecho y tenía las hormonas de adelgazamiento del posparto, perdí peso más rápido de lo que recomienda la CR. Perdí casi 39 Kg en seis meses, no obstante se recomienda que la pérdida de peso sea mucho más gradual. Uno se puede plantear perder alrededor de 18 Kg en un plazo de 2 a 4 años, o bien perder medio Kg al mes. Si no se hiciera a este ritmo, la liberación de toxinas almacenadas en los tejidos más grasos del organismo y el estrés por la pérdida de peso podrían frustrar la expectativa de vida en los últimos años [5]. Cuando comencé la dieta, utilicé software para equilibrar los nutrientes que necesitaba; empecé haciendo panecillos para mi familia (como comida de laboratorio y salpicada de chips de chocolate para hacerla atractiva para mis hijos) [6], y me di cuenta de que a medida que perdía peso tenía más energías y mi piel estaba más limpia.

A menudo, aún hoy, la gente quiere saber porqué continúo una dieta que les parece extrema; y suelo decirles que es la única dieta científicamente probada para extender la vida [7], ya que las hormonas, antioxidantes, ejercicio o una dieta alta/baja en carbohidratos no suele ser suficiente. Frecuentemente piensan que tengo carencias de hierro y que pasar hambre es algo que ellos nunca harían. Les aseguro que me resulta fácil pues la CR Society es un gran apoyo, y lo hace de diferentes maneras. Recomiendo The Anti-Aging Plan de Roy & Lisa Walford a modo de introducción para los principiantes, aunque en Beyond the 120 Year Diet [5] se pueden encontrar más detalles y referencias científicas actuales.

Y conforme me iba enamorando de la ciencia y del modo de vida de la CR, cada vez veía más referencias en la cultura popular [8]. Los experimentos en curso con primates y los estudios en humanos lo convirtieron en algo real para mí. El National Institute on Aging (NIA) ha venido realizando un estudio sobre la CR desde 1987 en macacos rhesus, y en 1999 hizo pública la siguiente declaración:

Los resultados obtenidos en los estudios sobre la CR en macacos rhesus muestran que el modelo funciona de forma muy similar a la ya apreciada en roedores, reforzando por tanto la posibilidad de que los conocidos efectos de la CR sobre la expectativa de vida, las enfermedades y los procesos de envejecimiento puedan generalizarse a todas las especies [10].

Sobre el estudio del NIA, Modern Maturity afirma que "La incidencia de diabetes (…) se reduce drásticamente en monos sometidos a una dieta restringida. Los monos también presentan menos signos de artritis espinal, que es algo que comparten con los humanos" [9]. Estos monos presentan otros signos de reducción en el envejecimiento, como el descenso de los niveles de melatonina [10; 11]. Cuando estuve en la conferencia de la CR pude ver una presentación de los investigadores trabajando con los macacos rhesus donde explicaban lo que hacían y también cómo disfrutaban de sus nuevas condiciones de vida. Viendo la diferencia radical entre los monos que eran alimentados sin restricciones y los que estaban sometidos a reducción calórica, me pareció incluso más verdadero.

Teniendo en cuenta la "facilidad" con que se puede realizar la CR, suelo decir que para mí es importante vivir tanto como pueda. Por lo tanto, he cambiado la comida cómoda por otra más sana, como el maíz inflado, las verduras crudas o el té verde. Esto me ayuda a lograr el objetivo a largo plazo que siempre tuve en mente: mantener el cerebro tan ágil como sea posible. La CR es una forma de ayudarme a alcanzar otros objetivos; quiero vivir hasta que llegue el día en que cambiemos los 400.000 millones de dólares que invertimos en el ejército [12], y tan solo unos tres millones para la investigación antienvejecimiento [13], por algo más adecuado para luchar y erradicar el mayor agente mortal de todos los tiempos: el envejecimiento. Hay muchos números, y en todos ellos los gastos del ejército de Estados Unidos hacen que los de cualquier otro país parezcan diminutos, incluyendo el PIB de muchos países. En las discusiones, cuando alguien es especialmente pesimista sobre la capacidad de cambio de la sociedad actual, suelo decir que cada año hay más gente que se dedica a luchar por un replanteo de las prioridades políticas. Y esto me hace ser optimista; cuando echo un vistazo a los últimos 2.000 años de historia humana escrita, me doy cuenta que, ni siquiera con CR llegaré a ver los cambios previstos, incluida la inmortalidad. Así que me he propuesto un plan alternativo:

Aquí es cuando enseño mi chapa dorada de alerta médica mientras digo que estoy inscrita en ALCOR para que a mi muerte me congelen (en realidad, seré vitrificada, una nueva técnica que no produce ningún tipo de daño celular) [14]. Me parece mucho más atractivo que ser enterrada o convertirme en cenizas. Y a continuación explico por qué espero ver el futuro: creo que muy pronto (en unos 100 años) aprenderemos no sólo a acabar con el envejecimiento sino a invertir el proceso. También podremos disponer de copias de seguridad de nuestro cerebro que realmente nos harán inmortales si sufrimos algún accidente.

Y llegados a este punto es cuando las conversaciones con extraños, con amigos o familiares de todo tipo y lugar se ponen interesantes. La gente entiende lo de comer sano, les gusta oír algo útil que les ayude. Es fácil que alguien te crea cuando le hablas de algo que puede venir bien, pero cuando entras en el mundo de la ciencia-ficción, o en el futuro de la humanidad, es como hablar con las paredes. La expresión facial cambia y me preguntan por qué quiero vivir eternamente o por qué creo ciegamente que sea posible. Y me dicen que Dios, la evolución o el destino saben cuándo vamos a morir y que es egoísta prolongar nuestra vida de forma artificial. Yo digo que la media de vida en una sociedad primitiva es de 25 años y que una persona de 40 ya es algo raro. De hecho, teniendo por escenario la naturaleza, envejecer no es natural. Una moderna adaptación de los últimos 100 años de historia humana es el hecho de que un gran porcentaje de población viva 50 ó 60 años. Por otro lado, la mayor parte de muertes se producen de otras maneras; ya no mueren tantos niños sino más ancianos. Los avances en ciencia y tecnología de los últimos 100 años ya nos están extendiendo la vida [15-17].

Esto me lleva al contraataque sobre la acusación de "egoísmo". La base de mi argumento es que extender la vida con la medicina nos ayuda a lograr más de lo que Dios, el destino o la evolución han planeado para nosotros. Es por eso por lo que se nos ha dado, o hemos desarrollado la inteligencia: para mantenernos más tiempo con vida. Cuando nos mantengamos sanos por la CR, o cualquier otra cosa que desarrollemos en el futuro, podremos trabajar más y tener más organizaciones a las que afiliarnos, sean espirituales, científicas o sin ánimo de lucro. A mí personalmente me encantaría poder donar más al Methuselah Mouse Prize para la investigación en el campo del antienvejecimiento [18]. Si el premio se pareciera más a los 363 millones de dólares que reparte la lotería en EEUU que a los 50.000 dólares con que está dotado en la actualidad, en poco tiempo acabaríamos con el envejecimiento, y si hubiera una dotación mayor habría más aspirantes al premio. Dicho premio se entregará a cualquiera que pueda invertir de forma significativa el envejecimiento en un ratón, o al menos posponerlo.

Con una vida más larga tendríamos muchas más oportunidades, como por ejemplo nuevas carreras y estudios profesionales, viajes, o la exploración de las incógnitas del universo en expansión. Las conversaciones de este tipo pueden ser muy reveladoras; resulta sorprendente lo creativa que puede ser la gente cuando se les habla del futuro.

A veces me siento consternada por el hecho de que, con la tecnología actual, mi vida será corta. No obstante, mi corazón se deleita con las epifanías que inculco a mis hijos sobre la forma en que interactúan las cosas en el mundo. Consigo estimularles cuando les explico en lenguaje sencillo (y de hecho me entienden) por qué es importante equilibrar los presupuestos nacionales, cómo facilitar cuidados sanitarios universales, cómo hay gente que aún vive oprimida, o cualquier otra cosa importante. Con la ayuda de la Unitarian Universalist Church y sus programas educativos, les enseño las religiones, las creencias de otras personas, sus historias y cómo sus culturas (y también la nuestra) están influenciadas por la religión. En el colegio aprenden también todo lo referente a los servicios a la comunidad, sobre la autoestima y sobre cómo el trabajo de gente comprometida ha logrado el cambio. Veo que mis hijos luchan para equilibrar sus ideales emergentes con lo que es "guay" según lo que se ve en los medios de comunicación contra lo que les dicta su corazón. Puede resultar insoportable para cualquiera escuchar constantemente que todo lo malo se debe corregir. Me gusta decir a mis hijos que si los 4.500 millones de años de la Tierra se representaran en un día, los 2.000 años de historia escrita no serían más que un segundo o dos, y en ese breve periodo de tiempo hemos seguido un camino de felicidad y sabiduría cada vez mayor.

Con todas estas discusiones maravillosas sobre la naturaleza del universo, casi diarias, profundas y filosóficas, lo único que intento es inculcar un poco de esperanza. Quiero crear un ambiente que pueda dar más de sí. No es sólo por hacer proselitismo (aunque me encantaría que todos nos uniéramos a la causa inmortalista); es por crear un poco de intriga en los demás, como con la información reveladora de este libro: los implantes neuronales en ratas, la memoria fotográfica de las moscas de la fruta, o los cerebros de gato congelados y devueltos a su estado normal conservando su actividad eléctrica; y todo esto ya podemos llevarlo a cabo. Tiendo a pensar que esas "intrigas" surgirán en algún otro lugar en la conversación de otras personas, y tal vez sientan curiosidad por saber algo más. Y en ese proceso de curiosidad y conciencia interioricen cómo pueden influir en el cambio.

Cuando los más jóvenes (y los mayores que han logrado más dinero y poder) tomen conciencia sobre el modo en que se gasta el dinero en investigación y en cómo se emplea el de sus impuestos, entonces podrían votar con más conocimiento de causa para elegir a aquellos que lo hagan de forma más eficaz y por su propio beneficio. Estoy agradecida al Immortality Institute por haber nacido como forma de ayudar a cambiar el modo en que se emplea ese dinero. Puede que algún día podamos apoyar a nuestros propios candidatos inmortalistas, y a las contribuciones del exterior, ampliando los campos científico y tecnológico y acabar con el envejecimiento. Sé que la mayoría de la gente que conozco que ya son inmortalistas, no se han unido al movimiento por sentirse jóvenes en cuerpos de ancianos preguntándose qué ha pasado. Es por esta razón por la que digo a tanta gente que traten de ampliar la conciencia en las nuevas generaciones, y es la razón por la que mis hijos están siendo educados en la naturalidad del transhumanismo (abiertos a lo que podemos llegar a convertirnos).

Si le preguntas a mi espabilada hija de 7 años lo que piensa sobre la inmortalidad, empezará a hablar sin miedo sobre todo aquello que podría hacer si su cuerpo fuera el de un robot. Mi hijo de 4 años, con una imaginación desbordante, te dirá que quiere ser científico para descubrir la forma de acabar con el envejecimiento porque no quiere morir nunca. Y la más pequeña, de dos años y rostro angelical, abraza y besa a todo el mundo; por la forma en que comparte su comida, sus juguetes y por sus ganas de vivir me recuerda el instinto básico de sentir placer ayudando a los demás.

Este libro es estimulante en su campo y en sus predicciones. La mejor forma de predecir el futuro es ayudar a crearlo. Espero que todo lo que lean aquí les toque la fibra de optimismo que todos llevamos en la conciencia del mismo modo que nos apresuramos por dejar atrás nuestra infancia para comprender cuál es nuestro lugar en el universo.

Referencias

1) http://www.calorierestriction.org

2) http://walford.com/biosphere.htm

3) http://www.lalecheleague.org

4) Curl, Cynthia L & Fenske, Richard A & Elgethun, Kai; "Organophosphorus Pesticide Exposure of Urban and Suburban Preschool Children with Organic and Conventional Diets?" en: National Institute for Environmental and Health Sciences Journal (2003, Vol. 111, pág. 3)

5) Walford, Roy; Beyond the 120 Year Diet, (2000); pág. 78–80

6) Una buena página para seguir la pista a temas relacionados con nutrición y dietas es http://nutritiondata.com En http://recipes.calorierestriction.org hay algunas recetas de CR, incluida la de los bollos de tamaño industrial

7) El estudio original que descubrió que la restricción calórica ampliaba la vida animal es: McCay CM, et al.; "The effect of retarded growth upon the length of life span and upon the ultimate body size" en Journal of Nutrition, (1935, 10(1)) pág. 63–79

8) Taubes, G; "The Famine of Youth" en Scientific American (June 2000)

9) Warshofsky F; "The Methuselah Factor" en Modern Maturity (1999, noviembre-diciembre)

10) Roth GS; "Dietary caloric restriction prevents the age-related decline in plasma melatonin levels of rhesus monkeys" en Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, (2001, July, Vol. 86(7)), pág. 3292–5

11) Para todos aquellos que estén interesados en la información técnica y de referencia más actual sobre la CR, recomiendo: Edward J. Masoro; Caloric Restriction: A Key to Understanding and Modulating Aging (2002) Elsevier Health Sciences

12) Hellman, Christopher; The Center for Defense Information"s FY2004 Discretionary Budget, http://www.cdi.org/budget/2004/discretionary.cfm

13) Ellis, Joseph; The proposed NIA FY2004 Budget and NIA salary information; http://www.nia.nih.gov/fy2004_congress/ftes.htm

14) http://www.alcor.org

15) Olshansky, Jay S & Carnes, Bruce A; The Quest For Immortality: Science at the Frontiers of Aging (2001), Norton & Company

16) Perry, Michael R; Forever For All: Moral Philosophy, Cryonics, and the Scientific Prospects for Immortality; (2000) Universal Publishers

17) Bova, Ben; Immortality: How Science is Extending Your Life Span and Changing the World (2000); Avon books

18) Various; The Methuselah Foundation: Longitude Prize (2004) Society; www.methuselahmouse.org

Algunos problemas con el inmortalismo

Ben Best

En la tierra de Oden / Hay una montaña / Que se eleva a miles de metros de altura. / Una vez cada millón de años / Un pajarillo se acerca volando / Para afilar su pico en la montaña. / Y cuando esa montaña / Sólo sea un valle / Eso para la Eternidad será… / Sólo un día.

Oí esta canción en inglés cuando estaba en mi segundo año de Universidad. Es una traducción de una canción popular austríaca que todavía me conmueve. Desde que era un crío, siempre he ansiado vivir eones, y todo cuanto hace referencia a la prolongación del tiempo ejerce un poder hipnótico sobre mí. Mucho antes de haber oído hablar de criónica, tenía una vida muy fantasiosa y me imaginaba siendo el único sobreviviente de la humanidad después de que la Tierra se hubiera convertido en un infierno de volcanes y fuego. Pero, a pesar de que no existen límites con respecto al tiempo que deseo vivir, creo que existen buenas razones para creer que el inmortalismo es un objetivo irreal, además de autocomplaciente. Las palabras "para siempre" no implican un período de tiempo muy largo, sino una eternidad, y eso va más allá de la concepción realista.

Podemos aplicar modelos matemáticos en un tiempo infinito para hacer ciertas estimaciones: preferiría que me dieran un dólar hoy a que me lo dieran dentro de un año. De igual forma, el valor de estar vivo el año que viene es para mí mucho mayor que el de estar vivo al siguiente, y mucho más que estar vivo dentro de cien años. El valor presente del dinero puede compararse a su valor futuro si lo elegimos en el presente o en el futuro, y se excluyen el uno al otro. Una elección excluyente no puede aplicarse a la vida presente ya que estar vivo en el futuro depende precisamente de la existencia de la vida presente (la principal razón por la cual debe darse mayor importancia a la vida en el presente). No obstante, pueden producirse ciertas variaciones en el valor de estar vivo en el día de hoy.

Digamos que, para mí, vivir en el 2005 tiene un 98% de importancia con respecto a estar vivo en el 2004; de este modo puedo calcular el valor de la inmortalidad de la siguiente forma:

Monografias.com

Es decir, valoro la inmortalidad sólo 50 veces más que estar vivo durante otro año. Si esto no parece razonable pregúntese a sí mismo: "Estar vivo durante un año a la edad de 100 años, ¿es realmente tan importante como estarlo a la edad de 1.000 o de un millón?" Debe ser que los hechos del futuro, incluso el de estar vivo, tienen menos importancia o urgencia personal que los hechos del presente.

Para ser aún más contundentes; si supiera con seguridad que a la edad de un millón de años sería eliminado sin ninguna esperanza de vida mayor, ¿sería este hecho más trágico que si sucediera a los diez millones de años? ¿O a los diez mil millones? ¿O a los diez trillones? Incluso después de diez cuatrillones de años, no podríamos saber si hemos alcanzado ya la inmortalidad porque eso nos tomaría una eternidad.

Imagine que tiene un millón de dólares y que va a emplearlos en asegurar su supervivencia en cualquier año determinado. Si emplea todo ese dinero en sobrevivir sólo el año siguiente, las oportunidades serían muy buenas pero tal vez no lo fueran para el año siguiente. Por el contrario, si empleamos un dólar al año para sobrevivir durante un millón de años nos resultaría difícil incluso pasar un año con tan solo un dólar para comida, alquiler, medicamentos, seguridad, etc. Empleando más dinero en las próximas décadas aumentamos la posibilidad de ganar más dinero para invertirlo en las décadas siguientes. Esta analogía con el dinero deberíamos aplicarla también a la dedicación y a otros esfuerzos que también son necesarios para ampliar la vida.

Conocí a un "inmortalista" que discutía muy acaloradamente conmigo cuando le sugería que la inmortalidad física, probablemente no era posible ni merecía que se le prestara atención y que, por tanto, él no debería ocuparse de los trámites burocráticos criónicos (mejor que se preocupara por cuestiones filosóficas). Aunque muchos defensores de la inmortalidad física han hecho todos los trámites, yo sigo pensando que poner tanto empeño en la inmortalidad física está fuera de lugar; es preferible prevenirse de lo apremiante. Incluso si nuestra propia supervivencia inmediata no estuviera en peligro, sí que hay peligro para otros (y al final también para uno mismo) si no se presta atención a los problemas reales y nos perdemos en ensoñaciones futuras, eso sí, mucho más caprichosas y entretenidas. En cuanto a las prioridades, creo que resolver las disposiciones criónicas y avanzar para asegurar que se lleven a cabo es un buen primer paso. Sería bueno trabajar para ampliar la vida al máximo, pero sólo después de que se haya dedicado suficiente atención al tratamiento y prevención del cáncer, de las enfermedades cardiovasculares y de los accidentes fatales. Otra forma de hacer las cosas mal es poner demasiado empeño en lo previo y olvidar lo posterior. Un ejemplo muy triste al respecto es Frank Cole, investigador en medicina antienvejecimiento y practicante de la restricción calórica. También planificó las disposiciones criónicas y fue técnico de traslados de ALCOR, pero murió en el norte de África como consecuencia de una exposición a demasiados riesgos en su deseo de "enfrentarse a la muerte". Por lo tanto, deberíamos dar la mayor prioridad a todo lo que respecta a la seguridad inmediata.

Otro problema importante con el inmortalismo es que se opone a la religión. No es una afrenta a la religión hablar de una vida de 100 años o incluso de 1.000; después de todo, se dice que Matusalén vivió 969 años. Decir que una vida de 1.000 años es una afrenta a Dios sería insultar a Dios (si es que existe), porque ¿qué son 1.000 años o un millón comparados con la Eternidad?

Si los seres humanos estuviéramos a salvo de sufrir enfermedades y senescencia, las únicas causas de muerte serían los accidentes, los asesinatos y el suicidio. Bajo tales circunstancias, se estima que de una población de mil millones de habitantes, un adolescente de 12 años tendría una esperanza de vida de 1.200 años y un máximo de 25.000 (es decir, uno entre un millón, viviría 25.000 años). Así, puedo decir que mi objetivo es vivir mil años. Esto no significa que no me gustaría vivir más, pero me centraré en mi objetivo. De este modo vemos que tanto la criónica como la ciencia antienvejecimiento son meras extensiones de la medicina, más que un desafío a la religión (los pacientes criónicos no han muerto, sólo permanecen inanimados). En términos prácticos, tiene menos probabilidades de morir en manos de un médico reaccionario alguien que dice simplemente quiere prolongar su vida que alguien que pretende ser inmortalista y que, por lo tanto, puede ser visto como un blasfemo.

Cuantos más crionicistas puedan presentarse a sí mismos como partidarios de la extensión de la vida en lugar de inmortalistas, mejores oportunidades habrá de que se acepte la criónica con naturalidad, o al menos de que sea tolerada por la medicina, la religión y la sociedad. Por tanto, cuanta mayor aceptación tenga, mejores oportunidades de sobrevivir tendremos.

Algunos cuestionan que la inmortalidad sea posible debido a hechos como la extinción del sol, la muerte del universo y la descomposición de protones. Me parece complicado dar importancia, ni siquiera teórica, a tales asuntos. Los más inmediatos para nuestra supervivencia son mantenernos vivos tanto como sea posible, eliminar el envejecimiento y las enfermedades, y asegurarnos que la criónica funcione. Si podemos resolver estos problemas tendremos cientos o miles de años para pensar en otras amenazas. Si no podemos, los otros problemas son irrelevantes. Si dentro de 200 años estoy vivo y en condiciones saludables, los problemas más complicados de la mortalidad se habrán resuelto, y las oportunidades de encontrar modos de asegurar la supervivencia durante otros 800 años serán triviales en comparación.

No obtendremos muchos beneficios preocupándonos por lo que vendrá después de esos 1.000 años. No podemos comprender lo que nos depara el futuro ni las condiciones de vida y supervivencia que tendremos entonces, así que intentándolo, lo único que haremos será malgastar esfuerzos. Los objetivos de supervivencia más inmediatos son vivir durante más tiempo, ya sea para beneficiarnos de la inversión del envejecimiento gracias a la tecnología o para llegar a ver la reversibilidad de la animación suspendida del cerebro. Y eso podría ocurrir en cualquier momento en los próximos 10 ó 15 años.

Para aquellos que sobrevivan a los próximos 50 años, durante los cuales se prevé acabar con el envejecimiento (al menos eso creo), el siguiente reto será sobrevivir a las muertes accidentales y aprender a vivir seguros. Justo después habrá que evitar la muerte por asesinato, ya que los avances de la ciencia siempre incluirán el poder de algunas personas para aniquilar a otras de formas cada vez más sofisticadas. El siguiente problema será la autoaniquilación por transformación. A medida que la gente se mejore con fármacos inteligentes, complementos biológicos, hardware computacional y de comunicaciones, migración a otras plataformas, etc., podría perder con facilidad su "yo" en el proceso.

Si bien es cierto que, cuanto más vivimos más hábiles nos volvemos para sobrevivir, también es cierto que sólo necesitamos ser víctimas de un asesinato o de un accidente para ser eliminados de forma permanente. Sin embargo, aunque vayamos disminuyendo la probabilidad, es inevitable un hecho de fatales consecuencias después de un tiempo.

¿Ganamos algo intentando enfrentarnos hoy a los problemas de supervivencia que nos acecharán dentro de un milenio? ¿No tenemos ya suficientes problemas a los que enfrentarnos sin necesidad de presentarnos como enemigos de la religión? Concentrémonos en prolongar nuestras vidas lo suficiente como para poder dar el siguiente paso o no habrá más pasos que dar. Hagámonos entonces, antes que "inmortalistas", defensores de la extensión de la vida, intentando sobrevivir los próximos mil años.

Una introducción a la moralidad inmortalista

Marc Geddes

El deseo de inmortalidad es uno de los sueños más profundos e imperecederos de la humanidad. Pero, ¿es un sueño noble? Las tecnologías avanzadas, como la biotecnología y la infotecnología, parecen ser grandes promesas a la hora de ampliar la expectativa de vida y restablecer la juventud en algún momento de un futuro no tan lejano. Pero, incluso si asumimos que la prolongación radical de la vida fuera posible, algunos encontrarían la idea como preocupante. Hay filósofos que dicen que la búsqueda de la inmortalidad es moralmente errónea porque debemos aceptar el envejecimiento y la muerte como elementos necesarios de la vida. En este ensayo, presento un argumento en contra de esta afirmación. Se dirá que no sólo la búsqueda de la inmortalidad es moralmente acertada, sino que es de hecho ¡el fundamento básico de la moralidad!

TEORÍA MORAL

Cualquier teoría moral tiene que comenzar en algún punto. Empezaremos con lo que conocemos como "intuicionismo moral". El intuicionismo moral es la idea de que algunos preceptos morales se comprenden gracias a la conciencia consciente directa más que por argumentos lógicos. Apelando por tanto a la intuición del lector, el precepto inicial es muy sencillo: "la vida es mejor que la muerte".

¿Puede demostrarse lógicamente que la vida es mejor que la muerte? La pregunta admite debate, pero no es necesario iniciarlo, ya que todos los lectores estarán de acuerdo en que es una buena premisa inicial. No hay que estar de acuerdo en que, en todas las circunstancias, la vida es mejor que la muerte; en algunas ocasiones puede ser preferible morir. Todo lo que se dice es que, en general, la vida es mejor que la muerte, y la mayoría seguramente estará de acuerdo con esta afirmación; de hecho, la preferencia por la vida parece ser universal en la cultura humana. Es casi universal la celebración de nacimientos y el pesar por las muertes.

Apliquemos ahora la idea de que la vida es en general mejor que la muerte a la cuestión ética de la prolongación de la vida. Supongamos que en algún momento en el futuro, la ciencia encontrará alguna forma de erradicar el envejecimiento y la enfermedad de manera que, exceptuando los accidentes o la violencia, una persona pudiera vivir indefinidamente. Supongamos también que la ciencia no sólo puede prolongarnos la vida, sino también revertir por completo cualquier incapacidad y síntoma derivados del envejecimiento, de forma que todos podamos disfrutar del vigor de los 20 años de edad. Dejando a un lado por ahora la pregunta de si es posible o no, lo que nos preguntamos es si sería ético o no vivir una eterna juventud. ¿Cuánto querrías vivir si tuvieras la oportunidad de vivir de forma saludable?

Se presentan una serie de posibles objeciones a la oferta de la eterna juventud. Estas objeciones se pueden dividir en dos categorías: filosóficas y prácticas. Las prácticas incluirían el problema de la población, la escasez de recursos, la contaminación ambiental, el hecho de que la eterna juventud sólo estuviera al alcance de los más ricos, y la acumulación de riquezas y poder por un grupo de inmortales de élite.

No vamos a detenernos ahora en los miles de problemas prácticos que podría causar la prolongación radical de la vida; simplemente haremos constar que la historia sugiere que casi todos los avances científicos o tecnológicos provocaron nuevos problemas prácticos (citemos a Internet, como ejemplo). En el caso de la extensión radical de la vida es realmente razonable asumir que si algo así pudiera llegar a suceder, crearía algunos problemas pero todos ellos tendrían solución. Hemos de examinar las razones filosóficas que sustentan el deseo de prolongar la vida. Si descubrimos que existen poderosas razones éticas para prolongar la vida, significará que estaríamos más seguros de que esta ampliación ofrecerá un balance positivo, a pesar de los problemas que surjan de ella.

Mientras que la mayoría de la gente aceptaría que, en general la vida es mejor que la muerte, hemos de tener en cuenta si esto sólo será cierto en un período de tiempo limitado. Tal vez la vida es mejor que la muerte durante un instante, pero luego esta premisa deje de ser cierta. ¿Hay un límite para la afirmación de que la vida es mejor que la muerte? Es difícil ver porqué podría ser así. Si hay un límite de tiempo, ¿dónde está? Si crees que vivir hasta los 100 años gozando de buena salud es mejor que vivir hasta los 50, entonces ¿por qué vivir hasta los 200 no sería mejor que vivir hasta los 100? ¿Y por qué quedarnos en los 200? ¿Por qué no continuar hasta los 500? Y si nos hace felices vivir hasta los 500, ¿por qué no hasta un millón de años, o incluso para siempre?

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