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El reposo de la mente (página 2)




Enviado por Jesús Castro



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Emily Dickinson (1830-1886), poetisa estadounidense, pasó buena parte de su vida recluida en una habitación de la casa paterna, donde escribió su obra y leyó a coetáneos estadounidenses como Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson (amigo personal de Henry David Thoreau) y Walt Whitman. Excepto cinco poemas, tres de ellos publicados sin su firma y otro sin que ella lo supiera, su obra no fue publicada hasta su muerte, momento desde el cual es incluida entre los más grandes autores estadounidenses. El nacer en una familia de clase alta de Nueva Inglaterra, con amigos como el propio Ralph Waldo Emerson, convirtieron la casa paterna en lugar de reunión de personalidades de una época en que era común que las mujeres de su clase que no se casaban permanecieran en la casa familiar. La obra de Dickinson fue influida profundamente por Ralph Waldo Emerson, que conjuntamente con su amigo Henry David Thoreau había sentado las bases de la teoría ética del trascendentalismo: una especie de recuperación del estoicismo e influencias del hinduísmo, así como del romanticismo alemán de Johann Gottlieb Fichte y Friedrich Schelling. Es decir, vida de acuerdo con la naturaleza, renuncia a la vida urbana y exaltación de la naturaleza. El trascendentalismo creía en la vía intuitiva de la conciencia individual. Algo así como el Camino Medio de Buda Gautama, o la tranquilidad de los estoicos, o el wei-wu-wei, "acción mediante la inacción" de Lao-Tsé, en la que no se requieren milagros, ni jerarquías religiosas, ni mediaciones.

Hasta aquí, el análisis de Nicolás Boullosa, que hemos transcripto aproximadamente y que creemos digno de elogio. En todo él se percibe un común denominador en los personajes del drama histórico que se considera, y es el nexo que se refiere a una búsqueda de trascendencia o de superación de un sistema de vida que el grueso de los mortales aferra absurda y contradictoriamente, o que acepta sin discusión y sin reparar en sus malsanas consecuencias (ésta es una supuesta falta de "iluminación", típica de una mayoría alienada e indolente que se somete a una rutina vital cargada de paradigmas contradictorios). Por supuesto, la sociedad enferma de hoy actúa como espoleta mental para algunos individuos especialmente sensibles a estas contradicciones, quienes hacen de la búsqueda de la coherencia vital el impulso dominante de su existencia. Entre éstos se encuentran, evidentemente, muchos eremitas contemporáneos.

Empero, si hacemos una reflexión más profunda, tal vez seamos capaces de percatarnos de que el verdadero empuje mental que conduce al ascetismo o a la búsqueda de la "iluminación" espiritual no difiere mucho del impulso que ha llevado a los hombres a hacer Ciencia, entendida ésta como el acúmulo de conocimientos ordenados y sistematizados acerca de la realidad o de cuestiones que tienen que ver (incluso muy indirectamente) con dicha realidad. Por lo visto, la mente humana y su dinámica más elemental es lo que da lugar a esa ulterior y florida sintomatología que se manifiesta en forma de conductas aparentemente dispares entre sí, como, por ejemplo, las mal interpretadas disyunciones irreconciliables entre menesteres científicos y menesteres religiosos. Pues toda esta diversidad de manifestaciones tiene su punto de convergencia, aparentemente, en los inicios de la actividad de una mente nueva o infantil, esto es, en el inocente planteamiento de un "por qué". Éste parece ser el verdadero motor mental que acciona la vida del hombre en su sentido más fundamental, desde la niñez en adelante y desde la mera individualidad a la gran colectividad: la formulación de los "porqués". Por lo tanto, la gran aventura antrópica es la aventura de la mente, la colosal singladura que tiene por objeto dar respuestas a los "porqués"; y el reposo de la mente se halla en la obtención de explicaciones fidedignas, o, al menos, en la satisfacción de las preguntas más acuciantes, las cuales son de índole existencial.

Iluminados y preclaros

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Hay personajes de casi todas las creencias y culturas que buscaron los "porqués" de la existencia, y algunos obtuvieron aparentes respuestas satisfactorias. Sus enseñanzas y sus vidas dejaron huella en la memoria de la humanidad, hasta el día de hoy. Se les considera "iluminados" por la mayoría, poseedores de una sabiduría nueva y de un entendimiento superior. No obstante, parece que a lo largo de la historia siempre ha habido una sima entre lo que se denomina iluminación espiritual o religiosa y lo que se conceptúa como iluminación intelectual o secular. Esto puede causar cierta consternación, ya que aquéllos que proclaman la iluminación intelectual a menudo miran despectivamente las ideas espirituales y los que difunden nociones espirituales ven lo intelectual como una barrera perniciosa.

En la tradición filosófica occidental, la "iluminación" se suele conectar con una fase de la historia cultural marcada por una fe absoluta en la razón, generalmente acompañada por el rechazo hacia la fe que se profesa en la religión institucional. Esto se debe a los cambios radicales que se dieron en el siglo XVII en Europa (conocido como la "era de la razón o de la iluminación"), los cuales marcaron definitivamente el curso de los acontecimientos. Sin embargo, en el ámbito religioso, la "iluminación" está más estrechamente vinculada a la experiencia religiosa asiática y oriental, siendo el budismo y el hinduismo sus principales exponentes. Pero el concepto también está implícito en las religiones que confiesan a Abraham como profeta (el judaísmo, el misticismo "cristiano" y la tradición sufí del islam).

La iluminación es entendida por algunos escriturarios como un hipotético esclarecimiento religioso, interior, místico, experimental o racional. Afirman que es poner en claro, llegar al fondo y dilucidar un asunto o una doctrina. Es entendida por algunos visionarios como la última realización que lleva hacia lo divino, donde supuestamente se llega a sentir la presencia de Dios. Afirman que una tal experiencia conlleva una sensación de paz, amor, felicidad y sentido de unidad con el universo. En este grupo de humanos privilegiados se suelen incluír nombres tales como Einstein, Spinoza, Confucio, Dalai Lama, Eckhart Tolle, Francisco de Asís, Giordano Bruno, Thoreau, Hipatia, Asimov, Krishnamurti, Tolstoy, Da Vinci, Gandhi, Pitágoras, Mahoma, Zoroastro y Jesucristo, entre otros.

Desde hace milenios, y en prácticamente todas las culturas, como se ha mencionado anteriormente, han existido individuos que, por distintas razones, se hacen con una cierta autoridad para aconsejar, guiar, impulsar o inspirar el desarrollo espiritual de su respectiva sociedad, e incluso más allá. Bajo distintas figuras, como sabios, gurús, chamanes, alquimistas, curanderos, astrólogos, etc., han alcanzado cierta preponderancia mental sobre muchas personas, generalmente asociada a una especie de linaje místico o a la simple confianza popular depositada en ellos, y así han adquirido un significativo rol en la vida social: consejeros y guías respecto de la inevitable interacción con las fuerzas universales que nos rodean, generalmente metafísicas, pero que se cree que también dichas fuerzas inciden directa o indirectamente en los planos social, comercial, militar, e tc.

Watkins es una de las librerías más antiguas e influyentes en temas de misticismo, espiritualidad y esoterismo. Fundada en Londres, hace más de 120 años. Anualmente, a través de su revista "Mind, body, spirit", el establecimiento publica su lista de las cien personalidades más destacadas en el desarrollo del espíritu. Aunque todo listado de este tipo conlleva una buena dosis de subjetividad, también es verdad que permite cierta orientación nada desdeñable en cuanto a quiénes son los actuales líderes espirituales del momento para mucha gente que se siente atrapada en una sociedad enferma.

El actual Dalai Lama (Taktser, Tíbet, 1935), decimocuarto en el cargo, que ostenta desde 1950, se ha convertido en uno de los más populares líderes espirituales, quizás el número uno, y además es una influyente figura pública. Tenzin Gyatso es su nombre de pila, y propone la compasión como principio existencial. Por otra parte, ha sido un activo promotor de la independencia de su país ante el control de China. Según Watkins, el Dalai Lama ha realizado una increíble contribución a la espiritualidad mundial. Aparte de su habilidad política, Gyatso se ha caracterizado por una admirable apertura, favoreciendo los principios éticos por encima de los postulados institucionales.

El segundo líder espiritual más famoso del mundo en el momento presente parece ser Ekhart Tolle (Lunen, Alemania, 1948), considerado por el New York Times como el autor de textos espirituales más leído de Estados Unidos. Este alemán se consagró como una de las máximas autoridades en el campo de la denominada "transformación interior" y el despertar de la conciencia. Tan sólo su obra más famosa, "El poder del ahora", ha vendido más de cinco millones de copias. Tolle ha establecido alianzas con otras personalidades, como, por ejemplo, Oprah y Jim Carrey, para difundir sus enseñanzas.

El tercer líder espiritual sería el Papa Francisco (Buenos Aires, 1936), cuyo verdadero nombre es Jorge Mario Bergoglio. A partir de su ordenamiento en 1969, tuvo un rápido ascenso por la jerarquía eclesiástica. En 1998 fue nombrado Arzobispo, y tres años después, Cardenal. A un año de su mandato como Papa Francisco, este argentino ha encabezado un movimiento de la iglesia católica, tal vez estratégico, que enfatiza el flexibilizar las posturas tradicionales respecto a temas tan controvertidos como la homosexualidad o el aborto. De todas formas, sus iniciativas se han topado con una resistencia soterrada dentro de la curia, la cual, indispuesta a practicar cambios depurativos, ha hecho que las gestiones del Papa en el campo del saneamiento moral de la cúpula eclesiástica se haya tornado estéril y quijotesca.

Hay, evidentemente, muchos otros líderes espirituales contemporáneos que no mencionaremos aquí,

dado su elevado número. Pero toda esta parafernalia de liderazgo parece reflejar una cosa, y es la demanda popular de guía espitual. Un estudio serio del protocolo comportamental humano, desde una etología antropológica, revelaría que existe una pulsión colectiva de carácter subconsciente (subconsciente grupal) que está orientada hacia la búsqueda de alguna clase de sendero trascendente que haga sublime una existencia humana aparentemente baladí.

Dalai Lama.

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Tenzin Gyatso (Taktser, 6 de julio de 1935) es el decimocuarto dalái lama, supremo dirigente espiritual y político del Tíbet, líder religioso de la escuela Gelug del budismo tibetano. Nació con el nombre de Lhamo Dondhup, en la provincia de Amdo. A la edad de cinco años, fue proclamado encarnación (tulku) del decimotercer dalái lama fallecido, llevado al palacio de Potala en la capital del Tíbet y oficialmente proclamado líder espiritual. En el budismo, sobre todo dentro de la corriente tántrica, un tulku es un sacerdote o monje que ha escogido conscientemente renacer (reencarnar) al transferir su consciencia, comúnmente muchas veces, para continuar con sus tareas. Es vegetariano y promueve que la gente lo sea, inspirado por el mensaje de "gran compasión" (mahakaruna). Entre algunas de las campañas que ha hecho para promoverlo está el solicitar a los restaurantes de Dharamsala que se volvieran vegetarianos, con resultados positivos, o que una cadena de comida rápida a base de pollo no abriera establecimientos en el Tíbet.

Los budistas consideran que los dalái lamas son emanaciones del Buda Avalokiteshvara (Señor compasivo de la región espiritual que miró hacia abajo, hacia el mundo, e hizo el voto de escuchar los ruegos de todos los seres sensibles en momentos de dificultad y posponer su propia deificación como Buda hasta haber ayudado a cada ser sobre la tierra a alcanzar el nirvana o estado de vacío de sufrimiento), sin embargo también creen que el patrono del Tíbet no es un Buda sino un Bodhisattva (ser embarcado en la búsqueda de la suprema iluminación, no sólo en beneficio propio, sino en el de todos; busca no sólo la salvación individual, sino también la colectiva), y piensan que, tras su muerte, su conciencia sutil tarda un intervalo de cuarenta y nueve días, por lo menos, en conscientemente integrarse de nuevo en un feto y ya desde su nacimiento puede dar señales de su carácter especial.

Jamphel Yeshe Gyaltsen, que era el quinto Réting Rinpoche (título del "lama tulku" asociado al monasterio Réting, un monasterio que está situado en el Tíbet central, en el valle Réting Tsampo; dicho título y la función que el mismo lleva asociada se transmiten mediante una hipotética reencarnación, pues "tulku" es el término utilizado en el budismo tibetano y en la polémica religión Bon, impregnada de supuesta magia negra, para referirse a aquel maestro que ha logrado tener el control parcial o total dentro de la muerte sobre la forma de su reencarnación, así como el conocimiento del lugar de su nuevo nacimiento; además, un tulku es considerado como la emanación de la mente de un maestro con niveles importantes de "realización", siendo el ejemplo más famoso el del Dalái Lama, al que se epiteta "su santidad", quien, según la tradición budista, lleva ya trece reencarnaciones, correspondientes a los 13 Dalais Lamas anteriores a él, y ha seguido hasta nuestros días en la figura de Tenzin Gyatso, nacido en 1935) y Regente del Tíbet, dijo haber tenido un sueño. Según él, soñó con un monasterio, una carretera, una casa con tejado azul, un perro y un pórtico con un niño sentado bajo él. En 1937, unos monjes fueron enviados al Amdo para encontrar al nuevo Dalái Lama y hallaron en el poblado de Taktser una casa con todas aquellas condiciones. Aquella casa había sido supuestamente visitada por la "conciencia sutil" del decimotercer Dalái Lama y ya había sido reconocido un tulku (ser renacido conscientemente) en la familia. Los monjes de la comitiva se vistieron como mercaderes y el cuarto Kewtsang Rinpoche (un lama tulku asociado al monasterio Kewtsang o Keutsang, cuyo nombre significa "ermita excavada en la roca", y que ha sido aceptado por el Dalái lama), el dignatario que encabezaba la expedición, como doméstico. Pero según cuentan, el niño lo reconoció y dijo que era "un monje de Sera", y además pronunció su nombre. Como es la costumbre, realizaron a continuación una serie de pruebas y exámenes, incluyendo la conocida del reconocimiento de pertenencias. Según el libro "Svastika: Religión y magia en el Tíbet" (de Iñaki Preciado Idoeta, editorial Oberón, año 2003): "Una serie de objetos como malas (rosarios), implementos rituales, libros, tazas de té, etc. se colocan juntos, y el niño debe elegir los que pertenecían al difunto tulku, lo que demuestra que su memoria estaba intacta y reconoce las cosas que fueron suyas en su vida anterior".

A los cuatro años de edad fue ordenado monje budista y entronizado como 14 Dalái Lama del Tíbet. En 1950, con 16 años, asumió todo el poder político, coincidiendo con la invasión china. En 1954, junto con una gran cantidad de dignatarios religiosos y civiles, viajó a Pekín para mantener conversaciones de paz con Mao, y en 1956 lo hizo a la India, donde pudo conocer al Primer Ministro Nehru, a quién solicitó apoyo. Pero la crisis continuó y se provocó la primera rebelión en dos provincias fronterizas con China. El 10 de marzo de 1959 Lhasa se sublevó de nuevo, para reafirmar su independencia. Las manifestaciones fueron brutalmente reprimidas, hasta la total ocupación del país. Decenas de miles de tibetanos murieron debido a los bombardeos, o fueron encarcelados.

Tras la victoria de los comunistas, a sus 24 años, el 17 de noviembre de 1959, fue declarado jefe de gobierno en exilio. Considerando que la única forma de liberar a su país de la opresión era que su palabra y su actividad no fueran acalladas, el Dalái Lama cruzó los Himalayas a pie, en un peligroso viaje que le llevó al exilio en la India. Unos 80.000 tibetanos le acompañaron, mientras Mao Tse Tung ponía en el gobierno del Tíbet a otro Lama al que, sin embargo, no consiguió manejar a su gusto y encarceló en 1964.

En 1963, se promulgó una constitución democrática tibetana basada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Dharamsala (ciudad del norte de la India), conocida como la Pequeña Lhasa, posee también instituciones culturales y educativas y sirve de Capital en Exilio a 130.000 refugiados tibetanos que viven principalmente en la India. En ella reside el decimocuarto Dalái Lama, Tenzin Gyatso, exiliado del Tíbet. Otros refugiados tibetanos viven en el Nepal, en Suiza, en el Reino Unido, en los Estados Unidos, en Canadá y otros 30 países.

En marzo de 2011 el Dalái Lama anunció que renunciaría a todos los cargos políticos en el Gobierno tibetano en el exilio, para quedar sólo como líder espiritual y religioso. Tenzin Gyatso, figura internacional que se define a sí mismo como "un simple monje", viaja por todo el mundo hablando en pro del pueblo tibetano, su autonomía respecto a China e impartiendo enseñanzas budistas. Afamado por su jovialidad, por su estilo enérgico y profundo y por su erudición, ha dado frecuentes alocuciones públicas que han sido transcriptas a más de un centenar de libros. El 10 de diciembre de 1989 le fue concedido el Premio Nobel de la Paz por su resistencia constante al uso de la violencia en la lucha de su gente para recuperar la libertad, dando a conocer su punto de vista respecto al Conflicto del Tíbet y la situación de su país. Es miembro del Comité de honor de la Coordinación internacional para el Decenio de la no violencia y de la paz. El 17 de octubre de 2007 el Congreso de los Estados Unidos le otorgó la Medalla de Oro, lo que provocó la protesta del Gobierno de China.

EL budismo, que a principios del siglo XX apenas se conocía fuera de Asia, desempeña hoy el papel de una religión universal. De hecho, muchos occidentales se sorprenden sobremanera al ver que el budismo medra en su propio vecindario. Gran parte de esto se debe al movimiento internacional de refugiados, entre los que se encuentran muchas personas tibetanas, y a la elocuencia humanitaria del Dalái Lama. Grandes comunidades asiáticas se han establecido en la Europa occidental, América del Norte, Australia y otros lugares; y a medida que multitudes crecientes de emigrados se establecen en una nueva tierra, llevan consigo al nuevo país su religión. Al mismo tiempo, cada vez más occidentales se han visto por primera vez cara a cara con el budismo. Esto, junto con la permisividad y la decadencia espiritual de las iglesias tradicionales, ha hecho que no pocos europeos y americanos se conviertan a la "nueva" religión.

Según el "Cuaderno británico de notas interesantes del año 1989" (1989 Britannica book of the year), el budismo afirmaba tener por todo el mundo unos 300 millones de miembros, con unos 200 mil en Europa occidental y América del Norte, 500 mil en América Latina y 300 mil en la Unión Soviética. Sin embargo, todavía la mayoría de los budistas viven en países asiáticos, como Sri Lanka, Myanmar (Birmania), Tailandia, Japón, Corea y China. Pero ¿quién fue Buda? ¿Cómo empezó su religión? ¿Y qué enseñanzas y prácticas, aparentemente tan atractivas, caracterizan al budismo?

"Lo que se sabe de la vida del Buda se basa principalmente en la prueba que ofrecen los textos canónicos, de los cuales los más extensos y completos son los que se escribieron en pali, un idioma de la India antigua", dice el libro "World religions, from ancient history to the present" (Las religiones universales, desde la historia antigua hasta la actualidad). Esto significa que no hay ninguna fuente contemporánea de Siddharta Gautama, el fundador de esta religión (quien vivió en el norte de la India en el siglo VI antes de la era cristiana), que nos diga algo acerca de él. Por supuesto, eso nos plantea un problema. No obstante, una cuestión de mayor importancia es la de cuándo y cómo se produjeron los "textos canónicos".

La tradición budista sostiene que poco después de la muerte de Gautama se convocó un concilio de 500 monjes para decidir cuál era la enseñanza auténtica del Maestro. Hay mucha controversia entre eruditos e historiadores budistas respecto a si en realidad se efectuó o no tal concilio. Sin embargo, el punto importante que debemos notar es que hasta los textos budistas reconocen que la enseñanza aceptada como auténtica no se puso por escrito, sino que fue aprendida de memoria por los discípulos; y transcurrió un espacio de tiempo considerable antes de que se escribieran los textos sagrados.

Según unas crónicas de Sri Lanka de los siglos IV y VI de nuestra era, los más antiguos de estos "textos canónicos" en pali se escribieron durante el reinado del rey Vattagamani Abhaya en el siglo I antes de nuestra era. No aparecieron por escrito otros relatos de la vida del Buda sino hasta quizás el primer siglo (o quizás el siglo V) de nuestra era, casi mil años después de su época. Por eso, según menciona el "Abingdon dictionary of living religions" (Diccionario Abingdon de religiones vivas): " Las "biografías" son de origen tardío y están repletas de datos legendarios y míticos, y los textos canónicos más antiguos son producto de un largo proceso de transmisión oral que aparentemente incluyó cierto grado de revisión y muchas añadiduras". Un erudito hasta "afirmó que ni una sola palabra de la enseñanza registrada puede atribuirse con certeza absoluta a Gautama mismo". ¿Hay razón para esas críticas?

Un "jataka" o "cuento jataka" es un tipo de relato budista que explica una de las etapas del Buda histórico (o sus discípulos) en su proceso por alcanzar la iluminación, y forma parte del canon pali. El "Budacarita" (La vida del Buda) es una obra mayor de la literatura sánscrita, una de las más antiguas y más ricas en una lengua de la gran familia indoeuropea; se trata de un largo poema narrativo que relata los principales acontecimientos en la vida del Buda, compuesto en el siglo II de nuestra era. De acuerdo con ambas narraciones, la madre del Buda, la reina Maha Maya, llegó a concebir a Gautama en un sueño de la siguiente manera: "Los cuatro ángeles guardianes vinieron y la levantaron, junto con su lecho, y se la llevaron al Himalaya. […] Entonces vinieron las esposas de aquellos ángeles guardianes y la condujeron al lago Anotatta, y la bañaron, para quitarle toda mancha humana. […] No muy lejos de allí estaba el Cerro Plateado, y en él una elegante residencia dorada. Allí extendieron un lecho divino con la cabecera hacia el este, y la acostaron sobre él. Ahora bien, el futuro Buda había llegado a ser un magnífico elefante blanco […] Ascendió al Cerro Plateado, y […] caminó tres veces alrededor del lecho de su madre, con su costado derecho hacia él, y golpeándola por el costado derecho, pareció entrar en el vientre de ella. Así tuvo lugar la concepción en la fiesta a mediados del verano".

Cuando la reina le contó el sueño a su esposo el rey, él llamó a 64 eminentes sacerdotes hindúes, los alimentó y vistió, y les pidió una interpretación. Esto fue lo que respondieron: " No se inquiete, gran rey […] Su majestad tendrá un hijo. Y él, si sigue llevando la vida de la realeza, llegará a ser un monarca universal; pero si deja la vida de la realeza y se aleja del mundo, llegará a ser un Buda, y hará retroceder las nubes del pecado y la insensatez de este mundo". Más tarde, según informes, hubo 32 milagros: "De repente los diez mil mundos temblaron, se estremecieron y se sacudieron. […] Los fuegos de todos los infiernos se apagaron; […] las enfermedades cesaron entre los hombres; […] todos los instrumentos musicales emitieron sus notas sin que nadie los estuviera tocando; […] en el poderoso océano las aguas se hicieron dulces; […] los diez mil mundos llegaron a ser una masa de guirnaldas de la mayor magnificencia posible".

Entonces vino el extraordinario nacimiento del Buda en un jardín de "sales" (un tipo de árboles) llamado el jardín de Lumbini. Cuando la reina quiso afianzarse de una rama del sal más alto del jardín, el árbol lo hizo posible inclinándose hacia ella. De pie, y afianzándose de la rama, ella dio a luz. " Él salió del vientre de su madre como un predicador que desciende de su cátedra, o un hombre que baja por una escalera, con ambas manos y ambos pies extendidos, sin mancha de impureza del vientre de su madre […]". "Tan pronto como nace, el [futuro Buda] coloca ambos pies firmemente en el suelo, da siete grandes pasos hacia el norte, con un dosel blanco por encima de la cabeza, y examina las cuatro partes del mundo, mientras exclama con sonido inigualable: Yo soy el principal, el mejor y el primero del mundo; éste es mi último nacimiento; nunca más volveré a nacer".

Hay otras narraciones tan elaboradas como ésta acerca de su niñez, sus encuentros con admiradoras jóvenes, sus andanzas y casi todo suceso de su vida. Quizás no sorprenda el que la mayoría de los eruditos descarten estos relatos como leyendas y mitos. Un funcionario del Museo Británico hasta indica que, debido a la "gran cantidad de leyendas y milagros, […] es imposible sacar de entre ellos la vida histórica del Buda". No obstante, a pesar de esos mitos, circula ampliamente un relato tradicional de la vida del Buda. Un texto moderno, "A manual of buddhism" (Manual del budismo), publicado en Colombo, Sri Lanka, da el siguiente relato simplificado: "El día de la luna llena de mayo del año 623 antes de la era cristiana nació en el distrito de Nepal un príncipe indio sakya que tenía por nombre Siddhattha Gotama. El rey Suddhodana fue su padre, y la reina Maha Maya fue su madre. Ella murió pocos días después del nacimiento del niño, y Maha Pajapati Gotami fue su madre adoptiva. A la edad de dieciséis años se casó con su prima, la hermosa princesa Yasodhara. Por casi trece años después de su feliz matrimonio llevó una vida de lujo, en feliz ignorancia de las vicisitudes de la vida fuera de las puertas del palacio. Andando el tiempo, gradualmente se dio cuenta de la verdad. En su año 29, cuando vino el momento crucial de su carrera, nació su hijo Rahula. Él vio a este hijo como un impedimento, porque se dio cuenta de que toda persona sin excepción tenía que nacer, enfermar y morir. Al comprender así la universalidad del dolor, decidió hallar una panacea para esta enfermedad universal de la humanidad. Por eso renunció a sus placeres de la realeza, abandonó su hogar cierta noche […] se cortó el pelo, se vistió sencillamente como un asceta, y salió a vagar como Buscador de la Verdad". Es evidente que estos pocos detalles biográficos están en agudo contraste con los fantásticos relatos de los "textos canónicos"; y con la excepción del año en que nació, se aceptan comúnmente.

¿Cuál fue el "momento crucial" de la "carrera" de Gautama? Fue cuando, por primera vez en la vida, vio a un hombre enfermo, a un hombre de edad avanzada y a un muerto. Esta experiencia lo angustió profundamente, y él se preguntó el significado de la vida: ¿Por qué nacían los hombres, sólo para sufrir, envejecer y morir? Entonces, según se dice, vio a un santo, alguien que había renunciado al mundo en busca de la verdad. Esto impulsó a Gautama a abandonar familia, posesiones y su nombre de príncipe, y pasar los siguientes seis años buscando la respuesta entre los maestros y gurús del hinduismo; pero no tuvo éxito. Los relatos nos dicen que siguió un derrotero de meditación, ayuno, yoga y renunciamiento extremo, pero no halló tranquilidad (reposo mental) ni iluminación espiritual.

Con el tiempo, se dio cuenta de que su derrotero extremo de renunciamiento era tan inútil como la vida dada a la satisfacción de sus deseos que había llevado antes. Entonces adoptó lo que llamó la Vía Intermedia, un derrotero en que evitaba los extremos de los estilos de vida que había seguido. A continuación, tras decidir que iba a encontrar la respuesta en su propia condición de entidad consciente, se sentó a meditar bajo una pipal, la higuera de la India. Y, a la vez que resistía hipotéticos ataques y tentaciones del diablo Mara, se mantuvo constante en su meditación por cuatro semanas (algunos dicen: siete semanas) hasta que supuestamente pasó a más allá de todo conocimiento y entendimiento y alcanzó la iluminación.

Mediante ese proceso, según la terminología budista, Gautama llegó a ser el Buda… el Despierto o Iluminado. Había alcanzado la última meta, el nirvana, el estado de paz e iluminación perfectas, libre de los deseos y el sufrimiento. También se le ha llegado a conocer como Sakyamuni (sabio de la tribu Sakya), y frecuentemente él se llamó a sí mismo Tathagata (uno que así vino [a enseñar]). No obstante, diferentes sectas budistas tienen distintos puntos de vista sobre este asunto. Para algunas, el Buda es solamente un hombre que halló la senda a la iluminación para sí y la enseñó a sus seguidores. Otras lo ven como el último de una serie de budas que han venido al mundo a predicar o revivificar el dharma (pali: Dhamma), la enseñanza o el camino del Buda. Otras lo ven como un bodhisatva, el que había alcanzado la iluminación, pero aplazó entrar en el nirvana con el fin de ayudar a otros que buscaban la iluminación. Sea lo que sea, este suceso, la Iluminación, es de principal importancia para toda escuela budista.

Después de haber sido supuestamente "iluminado" y haber vencido alguna vacilación inicial, el Buda salió a enseñar a otros su nueva verdad, su "dharma". Su primer sermón, y probablemente el más importante, lo pronunció en la ciudad de Benarés, en un parque de venados, a cinco "bhiksus" (discípulos o monjes). En ese sermón enseñó que, para salvarse, uno tiene que evitar tanto el derrotero de la satisfacción sensual como el del ascetismo, y seguir la Vía Intermedia. Entonces uno tiene que entender y seguir las Cuatro Nobles Verdades, que se pueden resumir brevemente así: 1) Toda existencia es sufrimiento. 2) El sufrimiento surge del deseo o anhelo. 3) La cesación de los deseos significa el fin del sufrimiento. 4) La cesación de los deseos se logra siguiendo la Senda o Sendero Óctuple, que controla la conducta, el pensamiento y la creencia.

Las Cuatro Nobles Verdades del Buda, según citas del "Dhammacakkappavattana Sutta" (El fundamento del reino de la justicia), tomadas de la versión en inglés por T. W. Rhys Davids, afirma:

  • "Ésta, oh bhiksus, es la noble verdad sobre el sufrimiento. El nacimiento está acompañado de dolor, la degeneración es dolorosa, las enfermedades son dolorosas, la muerte es dolorosa. La unión con lo desagradable es dolorosa, doloroso es separarse de lo agradable; y todo anhelo que no se satisface, también es doloroso. […]".

  • "Ésta, oh bhiksus, es la noble verdad sobre el origen del sufrimiento. En verdad, es esa sed que causa la reanudación de la existencia, acompañada del deleite sensual, que busca satisfacción ahora aquí, después allá… es decir, el anhelo de la satisfacción de las pasiones, o el anhelo de la vida, o el anhelo del éxito. […]".

  • "Ésta, oh bhiksus, es la noble verdad sobre la destrucción del sufrimiento. En verdad, es la destrucción, en la cual no queda pasión, de esta misma sed; el dejar a un lado esta sed, el deshacerse de ella, el estar libre de ella, el ya no tener esta sed. […]".

  • "Ésta, oh bhiksus, es la noble verdad sobre el camino que lleva a la destrucción del pesar. En verdad, es este noble sendero óctuple; es decir: puntos de vista rectos; aspiraciones rectas; habla recta; conducta recta; modo de vivir recto; esfuerzo recto; atención recta, y contemplación recta".

Este sermón, acerca de la Vía Intermedia y las Cuatro Nobles Verdades, comprende la esencia de la Iluminación y se considera el epítome de toda la enseñanza del Buda. Gautama no alegó que hubiera recibido inspiración divina para este sermón, sino que lo atribuyó a sí mismo con las palabras "descubierto por el Tathagata". Se dice que en su lecho de muerte el Buda dio esta indicación a sus discípulos: "Buscad salvación sólo en la verdad; no acudas por ayuda a nadie aparte de ti mismo". Por eso, según el Buda la iluminación no proviene de Dios, sino del esfuerzo personal por desarrollar el modo de pensar recto y las buenas obras.

Se observa, por lo tanto, que la "salvación" propuesta por el budismo consiste en una especie de "reposo mental" que se logra mediante la extinción de los "deseos" (o pulsiones con una fuerte componente mental, de orígenes complejos y diversos), y para alcanzar tal fin se debe realizar un esfuerzo personal en la dirección del "recto pensar" y de las "buenas obras" (entelequias, éstas, básicamente subjetivas e indefinibles desde una perspectiva universalmente consensuada, ya que cada individuo posee su propia concepción particular de lo "recto" y de lo "bueno"). Por otra parte, tal método en pro de la "salvación" personal está en agudo contraste con lo que transmite la Biblia; y es provechoso considerar lo que enseña este libro sagrado, ya que se dice que provee un tipo de "iluminación" magistral que permite ensanchar enormemente nuestra amplitud de mira. Por ejemplo, hay muchos indicios documentales que indican que figuras de talla mundial, como Gandhi, alabaron las enseñanzas de Jesucristo y en particular su famoso Sermón de la Montaña.

Para empezar, la sagrada escritura no señala a los deseos como algo inherentemente malo que haya que anular o extirpar; de otro modo, cómo, entonces, habría que entender el siguiente pasaje: " Cercano está el Señor Dios a todos los que le invocan, a todos los que le invocan con verdad. Cumplirá el deseo (se sobreentiende: deseo justo) de los que le temen (se sobreentiende: de los que admiran y respetan la sabiduría divina); y su clamor oirá, y los salvará" (Libro de los salmos, capítulo 145, versos 18 y 19; Biblia de ReinaValera). No obstante, la Biblia señala que existen deseos correctos y deseos incorrectos, es decir, deseos legítimos y deseos ilegítimos. Todo depende de si la motivación es altruísta o egoísta. Por ejemplo, hay un pasaje poético que relata la mala actitud que desarrolló el pueblo israelita algún tiempo después de haber sido liberado milagrosamente de Egipto por Dios mediante Diez Plagas que abatieron al Faraón, quien tenía esclavizado a este pueblo bajo dura tiranía. El susodicho pueblo mostró falta de aprecio a Dios y a su guía, en buena parte debido a su deseo egoísta de satisfacción sensual. El pasaje dice: "Se entregaron a un deseo desordenado en el desierto (es decir, el desierto por el que debían cruzar para salir por completo de Egipto y encaminarse hacia la Tierra de promisión); y tentaron (se sobreentiende: agotaron la paciencia) a Dios en la soledad (se sobreentiende: la soledad del desierto)" (Libro de los salmos, capítulo 106, verso 14; Biblia de Reina-Valera).

Emociones y deseos humanos han sido frecuentemente malinterpretados por muchos pensadores, desde la antigüedad hasta la época contemporánea. Ya algunos filósofos griegos anteriores a la era cristiana teorizaron acerca de una hipotética purificación del espíritu humano por medio de la negación de los placeres materiales o abstinencia. Esto desembocó en la creación de doctrinas y agrupaciones ascéticas, la mayoría de las cuales desdeñaban las necesidades fisiológicas del individuo por considerarlas de orden inferior. En Occidente, las primeras doctrinas ascéticas surgieron en la antigua Grecia. Sin embargo, este tipo de prácticas ya eran milenarias en Oriente.

Por lo visto, el fuerte deseo de encontrar sentido a la vida humana, aunado a una serie de creencias ficticias acerca del alma inmortal y su existencia en ultratumba, llevó a muchos filósofos y religiosos a especular en la posibilidad de hallar un camino (una metodología) que condujera al vislumbre de un anhelado estado bendito y la posibilidad de adherise al mismo incluso antes de la muerte. Por otra parte, resulta evidente que los deseos humanos han significado con frecuencia trampas dañinas para sus poseedores y para sus congéneres, generalmente a causa de estar impregnados de avidez y egoísmo en mayor o menor grado. Así que, por asociación de ideas, es fácil percatarse de qué manera muchos "iluminados" han llegado a conclusiones que a través del tiempo han dado como resultado doctrinas filosóficas y religiosas más o menos cercanas al ascetismo como técnica de esclarecimiento existencial.

En cuanto al budismo primigenio, no es difícil ver por qué recibió buena acogida su enseñanza en la sociedad india de aquel tiempo. Aparte de lo ya dicho, la doctrina de Gautama condenaba las prácticas religiosas caracterizadas por avidez y corrupción que promovían los brahmanes hindúes (la casta sacerdotal), y por otra, condenaba el ascetismo austero de los jainas y otras sectas místicas. Además, abolía los sacrificios y los ritos, las miríadas de dioses y diosas, y el gravoso sistema de castas que dominaba y esclavizaba a la gente en todo aspecto de la vida. Prometía liberación a todo el que estuviera dispuesto a seguir el camino del Buda.

Cuando los cinco bhiksus aceptaron la enseñanza del Buda, llegaron a ser la primera sangha u orden de monjes. Así se completaron las "Tres Gemas" o "Tres Joyas" (Triratna) del budismo, a saber: el Buda, el dharma y la sangha, que supuestamente ayudarían a la gente a ponerse en camino a la iluminación. Preparado así, Gautama el Buda pasó a predicar por todo el valle del Ganges. Personas de toda posición y condición social acudieron a oírle, y se hicieron sus discípulos. Para cuando él murió, a la edad de 80 años, había llegado a ser bien conocido y muy respetado. Según informes, sus últimas palabras a sus discípulos fueron: "El deterioro es inherente a todo lo compuesto. Obren con diligencia su propia salvación".

Esa frase postrera del Buda ha sido un modelo de pensamiento filosófico equívoco durante la mayor parte de la historia humana, hasta nuestros días, según las sagradas escrituras. Sócrates, Platón, los escolásticos medievales y muchos filósofos y teólogos modernos y contemporáneos participaron de la idea de que lo material está sujeto indefectiblemente a la corrupción, en tanto que lo espiritual (entelequia indefinible pero contrapuesta a lo material, derivada de una concepción teológica apartada de la guía de las santas escrituras) es inexorablemente incorrupto. Y esto es comprensible, dado que la formación de conceptos puramente humanos en materia metafísica adolece de una visión exacta acerca de la realidad universal.

De los primeros capítulos del Génesis es fácil inferir que la condición corporal, tangible y material, de la primera pareja humana era potencialmente incorrupta, dependiendo para una tal incorrupción de la aceptación de la norma divina de vida en equilibrio perfecto y en perfecta armonía con el entorno paradisíaco (algo que, como relata la historia sagrada, fue rechazado por dicha pareja a causa de un reclamo de independencia egoísta de consecuencias letales). Y, por el resto de la sagrada escritura, en lo concerniente al entero conjunto de referencias que ésta hace respecto a criaturas angélicas, se desprende que un cuerpo espiritual (entendiendo "espiritual" a la manera bíblica y no a la manera teológica habitual) es una entidad compleja que, salvo excepciones (como la de los cuerpos de Dios, de Jesucristo y de algunos otros seres inteligentes sobrehumanos, privilegiados con inmortalidad a causa de su fidelidad inquebrantable al Todopoderoso, entre quienes obviamente no están ni el Diablo ni los demonios), se encuentra sujeta a un potencial deterioro y decrepitud si se alejara de la norma divina.

También se infiere, a partir de la sagrada escritura, que la condición humana se encuentra en un estado de equilibrio imperfecto o precario (con una fuerte tendencia al desequilibrio psicofísico y espiritual) y que la "salvación" (o rescate de ese estado imperfecto) no es posible alcanzarla sin ayuda divina. La extrema complejidad del organismo humano y de las relaciones interindividuales o sociales y con el entorno natural son de tal envergadura compleja que, por más que el hombre se esfuerce por salir de su condición "abatida", le es del todo imposible emanciparse de su estado de equilibrio precario (el cual, frecuentemente, desemboca en situaciones francamente desastrosas y hasta autodestructivas). Por lo tanto, la búsqueda de una hipotética "iluminación" interior equivaldría a indagar inútilmente en un software anticuado y obsoleto para tratar de encontrar patrones autosuficientes (o que no necesitaran del auxilio de ninguna ingeniería informática avanzada exterior) capaces de producir otro software de tan altísimo nivel que dejara al obsoleto en el más absoluto ridículo.

En el siglo III antes de la era cristiana, unos 200 años después de la muerte del Buda, se presentó el mayor promotor del budismo, el emperador Asoka, quien llegó a dominar sobre la mayor parte de la India. Entristecido por la matanza y la agitación que sus conquistas habían ocasionado, y lleno de remordimientos a causa de ello, buscó reposo mental y lo encontró abrazando el budismo y dándole apoyo estatal. Erigió monumentos religiosos, convocó concilios y exhortó a la gente a vivir según los preceptos del Buda. Asoka también envió misioneros budistas a todas partes de la India y a Sri Lanka, Siria, Egipto y Grecia. Fue principalmente por los esfuerzos de Asoka como el budismo se transformó de una secta de la India en una religión universal. Con razón, algunos eruditos lo han visto como el segundo fundador del budismo.

Desde Sri Lanka, el budismo se extendió hacia el este a Myanmar (Birmania), Tailandia y otras partes de Indochina. Hacia el norte, el budismo se difundió por Cachemira y el Asia central. De esas regiones, y desde fecha tan antigua como el siglo I de nuestra era, monjes budistas cruzaron los inhóspitos montes y desiertos y llevaron su religión a China. Desde China no fue difícil que el budismo se esparciera a Corea y Japón. El budismo también fue introducido en el Tíbet, región vecina al norte de la India. Allí se mezcló con creencias locales y surgió como el lamaísmo (budismo tibetano), que dominó tanto la vida religiosa como la política de aquella región. Para el siglo VI, o quizás el VII de nuestra era, el budismo se había establecido firmemente en todo el sudeste de Asia y el Oriente Lejano.

Pero mientras el budismo extendía su influencia a otros países, en la India iba decayendo. Los monjes, muy entregados a asuntos filosóficos y metafísicos, empezaron a perder el enlace con sus seguidores laicos. Además, la pérdida del patrocinio de la realeza y la adopción de ideas y prácticas hindúes apresuraron la decadencia del budismo en la India. Hasta lugares budistas tradicionalmente sagrados como Lumbini, donde nació Gautama, y Buddh-Gayá, donde él experimentó la "iluminación", cayeron en ruinas. Para el siglo XIII el budismo casi había desaparecido de la India, su país de origen.

Durante el siglo XX el budismo experimentó otro cambio o metamorfosis. La agitación política en China, Mongolia, el Tíbet y países del sudeste de Asia le dio un golpe devastador. Miles de monasterios y templos fueron destruidos y centenares de miles de monjes y monjas fueron echados de su país, encarcelados o hasta muertos. Con todo, la influencia del budismo (renovado) todavía es vigorosa en el pensamiento y los hábitos de la gente de esos países.

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En Europa y América del Norte la idea budista de buscar "la verdad" dentro de la persona misma parece atraer a muchos, y su práctica de la meditación suministra un escape del bullicio de la vida occidental. Es interesante que en el prólogo del libro "Living buddhism" (El budismo vivo), Tenzin Gyatso, el dalai lama del Tíbet en el exilio, escribiera: "Puede que hoy día el budismo desempeñe el papel de recordar a los occidentales que su vida tiene una dimensión espiritual".

Aunque se acostumbra hablar del budismo como si fuera una sola religión, en realidad está dividido en varias escuelas. Estas escuelas tienen diferentes interpretaciones de la naturaleza del Buda y sus enseñanzas, y cada una tiene sus propias doctrinas, prácticas y libros sagrados. Se dividen también en numerosos grupos y sectas, muchos de los cuales reciben profunda influencia de las culturas y tradiciones locales.

El Theravada (Camino de los Ancianos), o Hinayana (Pequeño Vehículo), es la escuela budista que medra en Sri Lanka, Myanmar (Birmania), Tailandia, Kampuchea (Camboya) y Laos. Para algunos, ésta es la escuela conservadora. Recalca que cada persona obtenga sabiduría y obre su propia salvación por renunciar al mundo y llevar la vida de un monje mediante dedicarse a la meditación (tarea de liberar o vaciar la mente de atavismos emotivos, preocupaciones psicológicas y vinculaciones sensitivas para que, supuestamente, pueda percibir con mayor claridad la auténtica realidad de la existencia; y esto se logra por medio de una serie de técnicas cuya finalidad es dejar la mente en blanco, tras concentrarse ésta en ciertas palabras o imágenes, dando como resultado claridad mental, fomento de la paz interior e iluminación espiritual) y el estudio (del dharma, de las enseñanzas de Buda, de los sutras, etcétera) en un monasterio.

En algunos de esos países es común ver a grupos de jóvenes (con la cabeza rapada, una larga vestidura de color de azafrán y los pies descalzos) presentar sus tazones vacíos a los creyentes laicos, cuyos roles religiosos tendrían que ver con la manutención de aquéllos, para recibir así su sustento diario. Además, se acostumbra que los hombres pasen por lo menos parte de su vida en un monasterio. La meta final de la vida monástica es llegar a ser un "arhat", es decir, alguien que ha alcanzado perfección y liberación espiritual del dolor y el sufrimiento que se experimentan durante los ciclos de renacer. El Buda, se dice, ha mostrado el camino; a cada uno le toca seguirlo.

La escuela budista Mahayana (Gran Vehículo) por lo general se halla en China, Corea, Japón y Vietnam. Su nombre se debe a que recalca la enseñanza del Buda de que "la verdad y el camino de la salvación es para todos, sea que uno viva en una cueva, un monasterio o una casa […] No es sólo para los que abandonan el mundo". El concepto mahayana básico es que el amor y la compasión del Buda son tan grandes que él no retendría de nadie la salvación. Enseña que como la naturaleza del Buda está en todos nosotros, toda persona puede llegar a ser un buda (un iluminado) o un bodhisatva. La iluminación no viene mediante autodisciplina intensa, sino por fe en el Buda y compasión hacia toda cosa viviente. Es obvio que esto atrae más a las masas de mentalidad práctica. Sin embargo, debido a esta actitud más liberal han surgido numerosos grupos y sectas.

Un problema fundamental, que se desarrolla al esgrimir (o tratar de poner en práctica) la creencia en que se debe ejercer compasión hacia toda cosa viviente, tiene que ver con las definiciones mismas de "compasión" y de "cosa viviente". Por ejemplo, si el aprendiz de Buda se encontrara ante el caso de tener que optar por mantener con vida a un ser humano a costa de sacrificar a un animal, ¿qué haría? ¿Habría aquí lugar para decisiones personales o subjetivas, a criterio del individuo? Por otra parte, ¿quién marca la diferencia entre una cosa viviente y una cosa no viviente? ¿Lo hace la ciencia biológica o el sentido común, o cualquier otro recurso cognitivo? Se intuye, pues, una notable diferencia entre los criterios budistas y los criterios bíblicos; esto es, se atisba ya un conflicto severo entre la creencia en la "reencarnación" y la creencia en la "creación especial".

Entre las muchas sectas mahayanas que se han desarrollado en China y Japón están las escuelas budistas de Tierra Pura (País Puro) y Zen. La primera de éstas tiene como centro de su creencia la fe en el poder salvador del Buda Amida, quien prometió a sus seguidores que volverían a nacer en la Tierra Pura, o el Paraíso Occidental, una tierra de gozo y deleite donde habitan dioses y humanos. Desde allí es fácil entrar en el nirvana. Por repetir el rezo "Pongo mi fe en el Buda Amida", en ciertas ocasiones miles de veces al día, el devoto se purifica para alcanzar la iluminación o para renacer en el Paraíso Occidental.

No obstante, ¿quién en su sano juicio querría dejar de existir en un hipotético jardín edénico, o Tierra Pura en este caso, y pasar a un plano existencial muchísimo más anodino y carente de identidad psicofísica en donde el "reposo mental" no es novedad alguna, pues ya se posee desde la Tierra Pura? En otras palabras, ¿no sería patológico querer abandonar esa imaginaria Tierra Pura, un supuesto paraíso de deleite existencial exquisito y de vida rebosante, en pro de ingresar en la penumbra de la dispersión existencial, a saber, el Nirvana (en donde se evapora toda existencia individual, de forma similar a la disgregación o disolución de un organismo que pierde su estructura cuando muere)? Es posible que si el buda Gautama hubiera atisbado la especulativa Tierra Pura no hubiera necesitado, pues, ir más allá en sus razonamientos acerca de una hipotética liberación en el "nirvana".

El budismo Zen (la escuela Ch"an en China) recibió su nombre de la práctica de la meditación. Las palabras "ch"an" (chino) y "zen" (japonés) son variaciones del vocablo sánscrito "dhyana", que significa "meditación". Esta disciplina enseña que el estudio, las buenas obras y los ritos tienen poco mérito. Se puede alcanzar la iluminación con simplemente reflexionar sobre enigmas tan volátiles como: ¿Cuál es el sonido de una sola mano que aplaude? ¿Está mojada el agua? ¿Qué hallamos donde no hay nada? Esto no puede menos que otorgar una naturaleza mística al budismo Zen, a fin de rescatarlo de su apariencia ridícula. Además, por otra parte, su influencia se ha manifestado extrañamente en las artes refinadas del arreglo floral, la caligrafía, la pintura con tinta, la poesía, la jardinería y así por el estilo, las cuales han recibido buena acogida en el mundo occidental, deseoso tal vez de proyectarse fuera de la asfixiante rutina materialista que lo mantiene atrapado en un despropósito existencial desde hace más de un siglo. Así, hoy, se encuentran centros de meditación Zen en muchos países occidentales.

Finalmente consideramos el budismo del Tíbet, o "lamaísmo". Esta forma del budismo recibe a veces el nombre de Mantrayana (Vehículo del Mantra) por su uso destacado de "mantras" (una serie de sílabas, que pueden tener o no tener significado, en largas recitaciones). En vez de recalcar la sabiduría o la compasión, esta forma del budismo recalca el uso de ritos, rezos, magia y espiritismo en la adoración. Se repiten rezos miles de veces al día con la ayuda de sartas de cuentas y molinillos de oraciones. Los complicados ritos se pueden aprender solamente bajo la instrucción oral de "lamas", o líderes monásticos, entre los cuales los más conocidos son el "dalai lama" y el "panchen lama". Después de la muerte de un "lama", como ya se ha comentado anteriormente, se busca a un niño en quien, según se dice, el "lama" se ha reencarnado, para que ése sea el siguiente líder espiritual. Sin embargo, dicho término se aplica en general a todos los monjes, quienes, según un cálculo, en cierto tiempo eran aproximadamente la quinta parte de toda la población del Tíbet. Los "lamas" servían también de maestros, médicos, terratenientes y figuras políticas.

Un "mantra" es una palabra sánscrita referida a sonidos (sílabas, palabras, fonemas o grupos de palabras) que, según algunas creencias, tienen algún poder psicológico o espiritual. Los mantras pueden tener o no significado literal o sintáctico. El término "mantra" proviene de "man" ("mente", en sánscrito) y el sufijo instrumental "tra", y podría traducirse literalmente como "Instrumento mental". Se utiliza ante todo para designar las fórmulas en verso y en prosa que se pronuncian durante las ceremonias litúrgicas del hinduísmo; y esto no debe sorprender, si se considera que precisamente es en los rituales donde el lenguaje de los gestos, palabras y pensamientos adquiere su máxima eficacia. La primera aparición de la palabra "mantra" se encuentra en el Rig-veda (el texto más antiguo de la India, de mediados del II milenio antes de la era cristiana). Allí significaba, como "instrumento del pensamiento", oración, ruego, himno de adoración, palabra aplastante, canción, etc.

En el budismo tibetano, se considera que cada mantra corresponde a un cierto aspecto de la iluminación. Se recita para identificarse con ese aspecto de la mente iluminada. Por ejemplo, el conocido "Om mani padme hum" corresponde a la compasión. Y se traduce "Oh, joya en el loto", siendo originalmente el célebre mantra "om" el símbolo sonoro correspondiente al Brahman (que se pronuncia "brahmán", término sánscrito que hace referencia a la divinidad absoluta del hinduismo y etimológicamente significa "expansión", dando a entender la hipotética realidad inmutable y suprema que existe más allá del mundo cambiante de las apariencias y que se encuentra impregnando todas las cosas de forma omnipresente y profunda), aunque tal mantra pasó a ser parte de una célebre frase budista.

Según la tradición budista polivetana (de los varios Vedas), un mantra no tiene efecto completo si la práctica de su recitación no es autorizada por un maestro ("lama" en tibetano, "gurú" en sánscrito), respaldado a su vez por un linaje de maestros que, en el caso del budismo, supuestamente se remonta hasta el propio Buda. Según los budistas, además de recitarse, un mantra se puede dejar escrito o hacer ondear con banderas, en la creencia de que produce el mismo beneficio espiritual que si se pronunciara.

Al difundirse el budismo mantrayana (que usa "mantras" como vehículo hacia la "iluminación") en el mundo occidental, también se han producido perturbaciones mentales más o menos severas en algunos de sus practicantes. Muchos han llegado a la conclusión de que existen mantras peligrosos, pero en general suelen atribuír esa peligrosidad a la falta de preparación espiritual de los alumnos. Consideran que los mantras son palabras con un fuerte contenido de poder, por lo que sus peligros derivan de no saber utilizarlos de la forma correcta. Algunos asemejan la situación a individuos que manejan tecnología nuclear, la cual puede volverse terriblemente contra sus usuarios y otras personas si se usa incorrectamente.

No obstante, hay documentales y testimonios serios que señalan hacia peligros que van más allá del mal uso de los mantras. Por ejemplo, determinadas personas que en su día recurrieron al budismo y practicaron el yoga (técnica usada por el budismo para obtener la iluminación), especialmente el Kundaliní-yoga, en aras de una mayor calidad de vida espiritual y psicológica, han experimentado algo parecido a un control o secuestro mental que les producía un extraño grado de enajenación de la voluntad, y no han encontrado en la ciencia psicológica una explicación convincente que pueda elucidar plenamente este desagradable fenómeno, salvo lo que tradicionalmente se entiende por posesión demoníaca. En este mismo sentido, se han sumado otros testimonios que postulan que Hare Krishna puede ser el nombre de un Dios diabólico y consecuentemente el mantra que porta ese nombre podría consistir a fin de cuentas en una invocación taimada de carácter espiritista y demoníaco.

Esto no sería nada extraño si se tiene en cuenta el origen histórico de los mantras, miles de años atrás, incluso mucho antes del nacimiento de Buda. Dicho origen se remonta a los tiempos védicos ancestrales, a una tradición en la cual se empleaban los mantras como conjuros para influir o incluso para controlar a los dioses. En efecto, a través de la historia, las culturas han creído supersticiosamente en el poder sagrado de las palabras y han imaginado que al pronunciar determinados vocablos o nombres podrían controlar el mundo externo o a los poderes invisibles, como los dioses o los espíritus, los cuales se suponía que actuaban sobre el mundo. Podemos verlo en palabras como "encantar", que se deriva del verbo cantar y que se refiere al hechizo que una persona ejerce sobre otra mediante la pronunciación rítmica de ciertos sonidos. En inglés, la palabra "spell" significa "deletrear", pero también significa "hechizar", o sea, utilizar palabras mágicas para dominar a los demás. En la antigua India se creía que si uno conocía los verdaderos nombres de los dioses entonces podría llamarlos y obligarlos a cumplir sus deseos; y parece que el uso de mantras apareció en el budismo con las tradiciones incorporadas en el Mahayana (gran vehículo), las cuales contenían elementos de una práctica espiritual no budista, conocida como Tantra. Este Tantra utilizaba profusamente los mantras para comunicarse con los dioses e influir en ellos, y el budismo adoptó esa metodología como un medio para entrar en contacto con un hipotético mundo etéreo (simultáneamente interior y universal) en donde se hacían patentes las cualidades de la "iluminación".

La obra de la literatura oriental "Aladino y la lámpara maravillosa", de "Las mil y una noches", contiene elementos aparentemente derivados de antiguas creencias supersticiosas que señalan a que hay humanos capaces de invocar y controlar a algunos dioses poderosos para obligarlos a realizar milagros de acuerdo a la voluntad del invocador. Un estudio comparativo de este tipo de creencias, a nivel mundial y teniendo en cuenta las diversas variantes culturales según la zona geográfica, nos lleva a postular que existe una relación de sinonimia espiritualista en este sentido entre los términos brujo o bruja, médium espiritista, mago, hechicero o hechicera, adivinador o adivinadora, dalai o gurú, etcétera; pues en todos estos casos se invoca la ayuda de fuerzas sobrenaturales, más o menos impersonales, en el interés de llevar a cabo la voluntad, más o menos borrosa, del invocador.

Evidentemente, todo este arsenal documental carece por completo de sentido o valor cognitivo y efectivo para los adeptos al cientificismo materialista (creencia, a fin de cuentas, que afirma que la eficacia del método científico es el único apoyo que tiene el hombre para poder obtener un conocimiento fidedigno de la realidad); y hoy día dicho enfoque domina el paisaje académico. Sin embargo, existen numerosos indicios de que este "cientificismo" adolece de una grave miopía a la hora de estimar o filtrar las fuentes de los datos que acepta (o rechaza) de cara a incorporarlos en sus esquemas conceptuales válidos. Por ejemplo, es un lamentable error considerar, como se hace desde el prisma cientificista, que la Biblia alberga fundamentalmente una serie de leyendas mitológicas inconexas con la realidad y consecuentemente dicho libro sagrado queda descalificado a la hora de ofrecer datos que pretendan facilitar el conocimiento de ciertos aspectos de la realidad. Pero lo cierto es que semejantes datos existen y obran en poder del libro sagrado, y además vulneran la capacidad humana de detección.

El salmista cantó, refiriéndose a Dios y a la sagrada escritura: "Lámpara es a mis pies Tu palabra (es decir, la guía divina reflejada en el texto revelado, o sea, en la porción que en aquellos tiempos estaba disponible y que hoy día se integra en, o forma parte de, la Biblia), y lumbre a mi camino" (Salmo 119, versículo 105; Biblia de Reina-Valera). Pues bien, esta frase sagrada ha resultado del todo fidedigna para no pocos investigadores esforzados que desearon intensamente poner algún orden esclarecedor en medio del caos de retazos teóricos amontonados en donde cada uno de ellos explica la realidad más o menos aptamente sólo desde su particular ámbito miope o segmentario, pero sin que globalmente encajen entre sí (o peor: colisionen unos con otros) a la hora de ofrecer una visión holística o de conjunto suficientemente competente como para evitar al menos ciertas paradojas graves. ¿Qué paradojas son ésas?

Son paradojas existenciales, que desorientan a los individuos y/o que los inducen a tomar decisiones contraproducentes. Ahora bien, la resolución de dichas paradojas no se consigue a través del actual holismo científico o filosófico ni por medio del sistemismo, ni utilizando la emergente teoría de la complejidad, porque, en líneas generales, estos nuevos enfoques de la ciencia contemporánea están todos tamizados según el filtraje materialista; y sucede que el materialismo es una perspectiva bastante limitada de cara al estudio de la realidad, aunque aduzca en su propia defensa que el materialismo es el único muro de contención disponible para poder contrarrestar las amenazas cognitivas que provienen de la dogmática religiosa, la falsa ciencia, la mitología, la superchería y similares.

Iluminación existencial

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En el uso común, la palabra "existencia" se refiere a la estancia en el mundo. Reflexionar sobre la propia existencia de uno es una reacción muy natural en un ser humano normal, no sometido a alienación o enajenamiento y por tanto no privado de sus características nativas. Hoy día, el entorno social es excesivamente artificial y está bastante desnaturalizado; y presiona sobre sus integrantes de tal manera que, mayoritariamente hablando, el ciudadano corriente carece de energía, motivación y tiempo para reflexionar acerca de su existencia. La mayoría de la gente lleva una vida rutinaria o de supervivencia, consumista en muchos casos. Por consiguiente, el grueso de la población simplemente se deja llevar por los vientos publicitarios dominantes y por las ideas tradicionales de su cultura, sin apenas cuestionarse si lo que entra por su mente es beneficioso o no. La gente, pues, consume ideas preconcebidas acerca del manejo de su existencia y de esta manera sus asuntos existenciales quedan reducidos a meros algoritmos que cosifican a las personas y las convierten en títeres fácilmente manipulables.

No obstante, desde la antigüedad hasta el presente, la vida promedio de un ser humano siempre ha estado sometida a agitaciones, dificultades y tragedias que han devastado sus posibilidades reflexivas. Pero de vez en cuando, según el momento histórico y según el clima de quietud favorable que eventualmente se producía en beneficio de algunos individuos, hubo personas que invirtieron tiempo y recursos en este sentido. Por ejemplo, los antiguos griegos no sólo fueron agraciados con un ambiente adecuado para el estudio y la reflexión profunda sino que ellos mismos se esforzaron por crearlo y consolidarlo. Enseguida surgió entre ellos la cuestión existencial, como era natural y de esperar, y se entregaron a la formulación de muchas preguntas relacionadas con ella. Pero frecuentemente se envolvieron en discusiones filosóficas racionales, como los interminables debates acerca de la "esencia" y la "existencia", desprovistos del calor emocional que generó la iniciativa original; y resulta que el tema existencial brota desde lo más profundo del cerebro emotivo y sube a presión, como la lava volcánica, hacia el cerebro racional, erupcionando sobre él y perturbándolo.

En el Medievo, las enseñanzas judeocristianas se fundieron con la filosofía griega y el asunto de las preguntas existenciales fue retomado por los teólogos únicamente a título de juego intelectual eminentemente especulativo y teórico, pues ya disponían de un cuerpo doctrinal compacto en donde la problemática existencial estaba completamente resuelta a través de un dogmatismo totalitario. Pero con el advenimiento de la Edad Moderna y el avance del conocimiento científico, las doctrinas eclesiásticas y teológicas comenzaron a sufrir fuertes críticas y a desmoronarse progresivamente; en consecuencia, las preguntas existenciales volvieron a resurgir y a demandar respuestas no dogmáticas. Sin embargo, el esclarecimiento acerca de las mismas no se produjo, sino, más bien, se agravó la confusión y comenzaron a aparecer multitud de escuelas y maestros con sus propias convicciones particulares. Esto derivó en una situación contemporánea de descreimiento y escepticismo general y de hastío especulativo, que aún perdura.

El auge de la teoría evolutiva (que deja la existencia humana como un fenómeno a merced del azar, desprovisto de toda trascendencia y sin un futuro prometedor) y la irrupción perplejizante de las dos guerras mundiales (con sus secuelas devastadoras y extendidas hacia la desaparición paulatina de la ética y la moral en las políticas que gobiernan al mundo), ha disparado la motivación de diversos pensadores contemporáneos a reflexionar acerca de la cuestión de la existencia humana. Pero ante la falta de consenso y la inevitable arbitrariedad manifestada en cada una de las líneas de reflexión, debido quizás a que el abordaje de la problemática existencial se presta necesariamente a una multidud de enfoques diferentes supeditados a las apreciaciones subjetivas de cada individuo y a la presión concomitante de viejos paradigmas residuales irreconciliables entre sí, no hay manera humana de dar con una respuesta unánime a las preguntas existenciales. Consecuentemente, entonces, la escasa cantidad de individuos que aún no ha abandonado por agotamiento la búsqueda de respuestas, generalmente debido a estar afectados por el empuje de una crisis existencial, queda a merced del liderazgo de supuestos "iluminados" o ante la perspectiva de creerse un "iluminado".

Una "crisis existencial" puede ser el acontecimiento más trascendental e importante que sobrevenga a una persona durante el transcurso de su vida, especialmente si dicha persona no se ha desnaturalizado (caso de una minoría) y puede "oír" la insistencia de su mente consciente apremiándola a encontrar un rumbo vital personal suficientemente convincente. Si la "crisis" es adecuadamente resuelta, le permite a quien la sufre adquirir un sentido de autosuficiencia moral y personal que puede repercutir de modo favorable por el resto de su existencia.

La crisis generalmente se desata tras de una pregunta existencial, una pregunta básica, como: ¿cuál es el sentido de mi vida?, o ¿por qué no puedo ser feliz?, ¿para qué vivo?, ¿cuál es mi papel en este mundo?, ¿qué haré con mi vida?, ¿existe vida después de la muerte?, o ¿de qué sirve la vida si todos vamos a morir?, etcétera. Estas preguntas generalmente llevan a la conciencia de mortalidad y finitud del individuo, así como a la certeza de la imposibilidad de llevar el tiempo hacia atrás.

Dado que nos encontramos en un entorno social confuso, con multitud de corrientes informativas que desorientan (más bien que encauzar a las personas) y con unos medios tecnológicos de difusión que saturan el ambiente de datos de toda índole, sin detenernos a mencionar la aumentante y preocupante tendenciosidad egoísta de muchas de las informaciones circulantes, es evidente que la crisis existencial que sufren algunos individuos les puede llevar a un punto de desahucie existencial que acabe en suicidio. En este tipo de crisis, se suelen considerar tres etapas: inicio, acmé y resolución. Una resolución favorable de la crisis supone, por tanto, un reposo mental existencial.

El inicio de una crisis existencial suele presentarse cuando el individuo se ve obligado a buscar una respuesta a una pregunta que lo angustia; pero no se trata de una pregunta cualquiera, sino más bien de un interrogante que tiene que ver con su propia vida como ser humano y que suele estar conectado también con la vida de otros congéneres. Por ejemplo, Siddhartha Gautama (563-483 antes de la era cristiana) era un joven príncipe de la India que vivía en un ambiente palaciego alejado del dolor, la enfermadad, la vejez y la muerte, tan comunes en la sociedad humana. Se casó a los 16 años y pronto fundó una familia feliz, pero debido a que en un futuro más o menos próximo debía ocuparse de la gobernación del país se vio en la necesidad moral y política de salir de los terrenos palaciegos para tomar contacto con el pueblo. Entonces fue cuando, por primera vez en la vida, vio a un hombre enfermo, a un hombre de edad avanzada y a un muerto, experiencia que lo angustió profundamente; y ahora él se preguntó por el significado de la vida:

¿por qué nacían los hombres, sólo para sufrir, envejecer y morir?

Tras el inicio de la crisis, más o menos breve o dilatado, sobreviene el periodo de acmé o máxima intensidad de la misma. Dicho periodo se ve agraviado cuando no se encuentra una respuesta convincente y relativamente pronta a la pregunta existencial en cuestión, generándose entonces una confusión en el individuo, quien, según las características de su propia personalidad, puede verse envuelto en una etapa de agitación y angustia mentales que no puede mantenerse indefinidamente en razón del desgaste psicofísico que produce, lo cual fácilmente derivaría hacia una depresión grave y profunda (o sea, una caída abismal de la vitalidad). En el caso de Gautama, según se dice, vio a un santón hindú, alguien que había renunciado al mundo en busca de la verdad, y esto impulsó a este príncipe sensible a remedarlo. Abandonó familia, posesiones y su nombre de alta alcurnia, y pasó los siguientes 6 años buscando respuesta entre los maestros y gurús del hinduismo; pero no tuvo éxito. Los relatos dicen que prosiguió un derrotero de meditación, ayuno, yoga y renunciamiento extremo, pero lamentablemente no halló tranquilidad (reposo mental) ni iluminación espiritual o existencial. Sin embargo, con el tiempo, insistiendo en la búsqueda, se dio cuenta de que su derrotero extremo de renunciamiento era tan inútil como la vida dada a la satisfacción de sus deseos carnales que había llevado antes. Y fue entonces cuando adoptó lo que llamó "Vía Intermedia", es decir, un derrotero en que evitaba los extremos de los estilos de vida que había seguido anteriormente. A continuación, tras decidir que iba a encontrar la respuesta en su propia condición de entidad consciente, se sentó a meditar bajo una higuera; y, a la vez que resistía hipotéticos ataques y tentaciones de un diablo llamado Mara, se mantuvo constante en su meditación por varias semanas, hasta que supuestamente pasó a más allá de todo conocimiento y entendimiento y alcanzó la "iluminación".

La resolución de la crisis tiene 2 vertientes, a saber: el abandono o enajenamiento existencial, o el encuentro de una respuesta convincente. En el caso del abandono se produce una desconexión entre la personalidad del individuo y los reclamos fundamentales de su mente (las preguntas existenciales), de tal manera que la persona, agotada en mayor o menor grado por la ausencia de respuestas, segrega todo cuestionamiento en este sentido hacia un rincón oscuro del subsconsciente y lo somete a compartimento estanco, voluntariamente ignorado por el consciente. Entonces, desprovisto ya del acucie de unas preguntas perturbadoras que aparentemente no tienen solución, el sujeto distrae su mente concentrando la atención en cosas superficiales o incluso en tareas despersonalizadas que no comporten el "riesgo" de traer a colación las cuestiones existenciales decididamente soslayadas. Pero esto tiene un precio: la alienación o el enajenamiento, es decir, la pérdida de la dirección o rumbo vital profundo y su reemplazo por actividades y toma de decisiones basadas en criterios externos (consumismo, cotilleo, materialismo, modas, políticas egocéntricas, protocolos sociales, vanidades y así por el estilo).

El hallazgo de una respuesta convincente puede provenir fundamentalmente de 2 fuentes: interna y externa, aunque puede darse una mixtura entre ambas. La respuesta de procedencia interna suele abocar al caso de los individuos considerados "iluminados" (Sócrates, Platón, Buda Gautama, Confucio, Dalai Lama, Agustín de Hipona, Francisco de Asís, Teresa de Jesús, etcétera). Y la respuesta de procedencia externa es la que sobreviene mediante la aceptación e investigación de algunas fuentes informativas disponibles, con la adhesión a una de ellas que se toma como guía existencial, lo cual conlleva la generación de adeptos o personas adheridas a una determinada creencia (filósofos epicúreos, estoicos, pitagóricos, neopitagóricos, aristotélicos, platónicos, …; religiosos monásticos, laicos, misioneros, …; teólogos monoteístas, politeístas,…; cientificismo, nacismo, fascismo, comunismo…).

La obtención de una respuesta convincente a las preguntas existenciales tiene el efecto de extinguir las llamaradas dolorosas de la crisis, lo cual acerca al individuo hacia un reposo mental interior. Pero la respuesta no consiste en meramente alcanzar el vislumbre de un determinado sistema filosófico o religioso, sino más bien obtener un proyecto vital fundado sobre dicho sistema. Ello se debe a que una cuestión existencial no es simplemente un ejercicio intelectual, puesto que proviene de un reclamo profundo de la mente, esto es, de una demanda imperiosa de guía para dar rumbo a la propia existencia. Por lo tanto, los interrogantes existenciales no buscan dibujar una perspectiva ideológica, sino, más bien, trazar una trayectoria de vida equilibrada, con objeto de reducir la tristeza y la angustia que hostigan a un sujeto que se percata de su total desorientación vital.

La crisis tiene intensidades diferentes para cada persona, pues no todos padecen la crisis existencial con la misma pujanza. En algunos casos la crisis es muy breve y está circunscrita a un área poco extensa, de modo que ésta no embarga al sujeto en su totalidad; pero para la mayoría es prolongada y se percibe como una aflicción interminable. Sin embargo, no todos padecen crisis existenciales; aunque algunos individuos las disimulan bien para evitar dar la apariencia de vulnerabilidad. En otros casos, por contra, éstas consisten en meras representaciones engañadoras, o artimañas manipuladoras, que determinadas personas utilizan con el fin de controlar a sus semejantes.

La crisis no tiene una edad fija de aparición, ya que puede presentarse en cualquier etapa de la vida, coincidiendo, a menudo, con la decisión de efectuar cambios drásticos en el modo de conducir la propia existencia. Esto suele pasar cuando se abandona el uso de las drogas, o cuando se pone fin a una relación interpersonal destructiva, o bien cuando se toma consciencia de que el desarrollo de la vida de uno ha sido algo realmente absurdo y vacío. Y en todo caso, por lo general, no suele producirse más de una crisis en toda la vida; si bien, por su intensidad y naturaleza, ésta pudiera repetirse en distintas ocasiones, sobretodo si quienes la sufren no logran aportar una solución definitiva a la misma.

De todas formas, una cosa es resolver la crisis existencial, o creerse un iluminado, y otra cosa muy distinta es tener la certeza completa de que la respuesta encontrada es la óptima o verdadera. ¿Cómo distinguir, entonces, la respuesta ficticia de la respuesta que es verdadera? ¿No son las limitaciones cognitivas y perceptivas del ser humano un gran obstáculo que impide el veredicto acertado en cuanto a si una determinada respuesta existencial es verdadera o no?

La iluminación de la revelación.

El ser humano posee unas limitaciones cognitivas y perceptivas que le dificultan alcanzar una visión completa de la realidad, lo cual se traduce en desatinos y errores en cuanto a toma de decisiones y elaboración de esquemas conceptuales. Ello le conduce a falsas apreciaciones, razonamientos desacertados y paradojas cognoscitivas. En consecuencia, toda "iluminación" que provenga de su interior es falaz; y sólo es cuestión de tiempo el que, a la larga y con el aumento progresivo del conocimiento, toda visión "iluminada" que hoy provenga de la pura elaboración humana será mañana un episodio desfasado que servirá para rellenar un lugar de carácter anecdótico en el panteón de la historia del pensamiento antrópico.

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Dejado o abandonado a su propia iniciativa, el hombre jamás conseguiría salir a flote de su monumental ignorancia. El avance del conocimiento científico y tecnológico no le garantizaría el éxito existencial, pues, de hecho, como se viene comprobando actualmente, tal conocimiento se está polarizando en el interés egoísta de psicópatas politizados que lo usan de manera irresponsable y altamente temeraria. Pero, aparte de esto, la propia ciencia, al hacer autorreferencia (estudiarse a sí misma: metaciencia), empieza a reconocer sus limitaciones, que se avistan cada vez más numerosas (teoremas de incompletitud de Goedel, incapacidad fundamental de acortar suficientemente la distancia entre lenguaje científico y realidad, explosión de dificultades que se vislumbran en las teorías de la complejidad, etcétera).

Ahora, más que nunca, se hace evidente la incapacidad del hombre para autogestionar su propia existencia. De hecho, la infinita complejidad de la biosfera desborda toda tentativa humana por controlarla cuando ésta se desequilibra; y las medidas artificiales que el ser humano lleva a cabo para acomodar los sistemas ecológicos a sus caprichosas necesidades suelen terminar en desastres contraproducentes a la corta o a la larga. Las hipotéticas "mejoras" humanas practicadas sobre los elementos vivos que pueblan el planeta, en el interés de la productividad o con otros fines aparentemente altruistas quizás, han tenido generalmente un efecto negativo de rebote; y esta mala experiencia ha hecho que se acumule el recelo en las personas más sensatas y éstas hayan adquirido la costumbre de disentir ante cualquier iniciativa "temeraria" en este sentido. Por lo tanto, es lógico pensar que si existe una humana ignorancia en los temas de control ecológico también tiene que existir una humana ignorancia "magna" en los temas de control de la propia existencia.

Es interesante que la sagrada escritura exponga esta incompetencia fundamental humana por autodirigirse en solitario, en independencia del Creador. Por ejemplo, dando a entender que la realidad es infi-

nitamente más compleja de lo que aparenta y eventualmente mucho más peligrosa de lo que el hombre puede atisbar (puesto que, incluso, según la Biblia, existen fuerzas sobrenaturales inteligentes cuya actividad en oposición a Dios ha generado subproductos estratégicos, degeneraciones morbosas e influencias beligerantes sutiles sumamente perjudiciales para la vida terrestre), un profeta de la antigüedad dejó escrito lo siguiente: "Yo sé, Yahveh, que no depende del hombre su camino (se sobreentiende: las mejores opciones para dirigir a la humanidad, etológica y gubernamentalmente, a nivel individual y colectivo), que no es (se sobreentiende: no está en poder) del que anda enderezar su paso (se sobreentiende: evitar descarrilamientos fatales)" (Libro de Jeremías, capítulo 10, versículo 23; Biblia de Jerusalén).

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