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La religión cósmica: El mensaje olvidado de Einstein (Parte II)



Partes: 1, 2, 3, 4

  1. Estamos sembrando permanentemente "ángeles" y "demonios"
  2. Una rápida introducción sobre el concepto de reencarnación
  3. La gran ley de la compensación
  4. La mal comprendida ley del sacrificio
  5. La misión del hombre en la Tierra
  6. Bibliografía

CAPÍTULO 1:

Estamos sembrando permanentemente "ángeles" y "demonios"

LA PRINCIPAL RESPONSABILIDAD DEL SER HUMANO

         Algunas personas, imbuidas del rígido cientificismo moderno, tienden a ignorar las fuerzas que emanan de los sentimientos y de los pensamientos, ya que ellas no pueden ser suficientemente estudiadas a través de medidas estandarizadas y de análisis estadísticos. Sin embargo, todo el mundo sabe que un sentimiento de rabia, de miedo o de deseo sexual – por ejemplo – provoca, de forma instantánea, cambios perfectamente comprobables en las batidas cardíacas, en el color del rostro, en el ritmo respiratorio, etc.

         Esta desconsideración de los pensamientos y sentimientos se debe, por lo menos en parte, al hecho de que éstas pertenecen a un mundo no perceptible directamente por la visión física, objetiva Sin embargo, algunos autores con visión más desarrollada, como Besant y Leadbeater (1) nos dicen que tanto los pensamientos como los sentimientos tienen formas y colores definidos, pudiendo ser percibidos alrededor de las personas, por individuos poseedores de suficiente sensibilidad como para captar su existencia y características.

           No sea desea, en el contexto de esta monografía, polemizar sobre el significado de los colores y de las formas de pensamientos y sentimientos. Quien quiera conocer más acerca de este fascinante asunto, podrá consultar el libro mencionado, garantizado por la seriedad de sus autores. Lo que interesa es comprender un hecho importantísimo: aquello que pensamos y sentimos no nos pertenece con exclusividad, porque estamos colocando en cada instante de nuestra vida, en el ambiente que nos rodea, "ángeles" de luz y amor o "demonios" que generamos, pues ellos crean un saldo, positivo o negativo en nuestro balance cósmico o cuenta vital.

           Lo afirmado anteriormente significa que no sólo los actos generan compensación en aquella cuenta vital y sí también los pensamientos y sentimientos. Este es el verdadero sentido cuando el Maestro habló del adulterio: "Oísteis que fue dicho: no cometerás adulterio. Pero digo a cualquier que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (Mateo 5:27-28).

  Por lo tanto si nuestro objetivo está centrado en tener saldos positivos crecientes en nuestro balance cósmico o cuenta vital, un punto de fundamental importancia es armonizar nuestro corazón y nuestra mente con las energías cósmicas superiores, lo que sólo puede ser realizado a través de un riguroso control de nuestros actos, así como de nuestros sentimientos y pensamientos. Es precisamente esto lo que viene siendo proclamado en este trabajo, como el principal deber, la principal responsabilidad del ser humano.

           En efecto, los pensamientos, sentimientos y actitudes negativas siendo irradiados por miles de millones de mentes y corazones, se conglomeran por el mundo, contribuyendo para la formación de un terrible océano de dolor, tristeza, guerra y odios. Pero este océano fue formado a partir de las gotas individuales, y estas gotas no se forman por el azar, la casualidad o por capricho divino o demoníaco. Ellas son producidas por cada uno de nosotros, seres humanos.

           Entonces, si en este momento, a pesar de haber marcado su pasaje para las radiantes playas de la "plenitud, armonía y auto-realización" siente que diversos obstáculos le están impidiendo el paso, recuerde que la gran dificultad consiste en que su vehículo está, aún, muy pesado; sufriendo un exceso de carga producido por un saldo cósmico negativo no compensado. Por lo tanto, el camino es acelerar el proceso compensatorio, derramando en el mundo, cada vez con más fuerza e intensidad, resplandecientes flujos de luz, fulgurantes rayos de amor y relucientes irradiaciones impregnadas de amor y buena voluntad.

  Seamos, pues, inspirados auxiliares del Creador, permitiendo que a través de su mente y de su corazón se desarrollen canales intangibles, por los cuales Aquellos puedan derramar sus energías inefables, gracias a las cuales podrían ser equilibradas las cargas negativas que emanan de los seres humanos en estado de evolución, y aún generar un exceso que permita acelerar este estado, hasta alcanzar un destino magnífico: unificarnos con nuestro Ser Crístico.

           En verdad, no existe otra forma de mejorar nuestra cuenta vital. Por lo tanto, deseamos alentarlo para que continúe en el proceso que le fue sugerido desde varios capítulos atrás: haga de su corazón un cáliz de luz, sienta el tibio calor de la Energía Divina, abra su ventana interior a la suave y encantada fragancia que emana de la Fuente de la Vida, desarrolle su capacidad de amar, derrame por el medio ambiente toda la belleza que está atesorada en su alma. Concientizarnos de esto, fue una más de las varias tareas que el Divino Maestro se incumbió de implantar en nuestra mente y en nuestro corazón, al encarnarse y vivir como un hombre en este planeta tan agitado.

           Dice Annie Besant (2): "Ninguna existencia está aislada; cada vida es el fruto de todas las que la precedieron, el germen de todas las que van a seguir. No existe ni azar ni accidente; cada acontecimiento está ligado a las causas antecedentes y a los efectos siguientes; pensamiento, acciones, circunstancias, proceden del pasado e influyen en el futuro. Envueltos en un velo de espesa ignorancia que, simultáneamente, nos oculta el pasado y el futuro, los acontecimientos nos parecen salir de repente de la nada y ser "accidentales", pero esta apariencia es ilusoria y procede exclusivamente de nuestro limitado saber".

           Especialmente la frase subrayada, expresa con total claridad la situación prevaleciente en la generalidad de los seres humanos. Es como si alguien mirase en la mitad de una película algunas escenas durante cinco minutos, y después pretendiese deducir cual es el papel de cada personaje, la trama toda y el desenlace final, a partir de aquella información fragmentaria.

           En la vida cotidiana acontece la misma cosa. Por ejemplo, una mujer es abandonada por el marido; en verdad, dos personalidades tienen un desenlace, en parte generado por acontecimientos de esta vida y en parte por el balance cósmico anterior (ver más adelante, Capítulo 2). Se da así un ajuste de cuentas entre aquellas.

Pero lo que se percibe exteriormente es otra cosa: una mujer buena, dedicada al hogar, al marido y a los hijos, es abandonada por un hombre atraído por las bonitas piernas de la "otra". Se critica la irresponsabilidad del marido, se tiene compasión por la abandonada y se atribuye todo a la mala suerte, al destino o a la infidelidad masculina. En realidad, estamos envueltos en un "velo de espesa ignorancia", que nos impide ver las causas, los motivos reales de porqué aquel hecho ocurrió

 Incapaces – por desconocimiento – de definir el porqué
de este tipo de acontecimientos, colocamos todo en la cuenta del "destino",
del "azar" y de la resignación ante lo que sucede. Así
condenamos y absolvemos. Nos sentimos jueces de los dramas humanos, atribuyendo
valores, méritos, honras y deshonras. Se acaba por proclamar la idea
de que un Dios injusto castiga a los inocentes, pareciendo que el Príncipe
de las Sombras es más poderoso que el Príncipe de la Luz.

Sin embargo, felizmente, estos son apenas juicios humanos, pobres y desvanecidos, porque no llevan en cuenta que encima de todas las apariencias humanas, se levanta con su incomparable brillo luminoso la Justicia Divina, y Ella tiene el siguiente lema: "Cada uno tiene lo que se merece". El único y gran detalle, generalmente olvidado o ignorado por el ser humano, es que estos méritos y deméritos no vienen apenas de hoy o de ayer y sí desde la noche de los tiempos.

Todo esto no significa que vamos a quebrar nuestra cabeza tentando descubrir que fue lo que aconteció en encarnaciones anteriores. Esto es posible, pero la profundidad del tema escapa al contexto del asunto que estamos estudiando en este momento. Y este asunto es el desarrollo espiritual auténtico; para alcanzar esta meta no es necesario saber cual es nuestro exacto balance cósmico en este momento. Es suficiente con preocuparnos, exclusivamente, en aumentar al máximo sus componentes positivos y reducir al mínimo sus componentes negativos. Haciendo así – necesariamente – el balance será cada vez más y más favorable, y éste será el pasaporte más seguro para alcanzar aquel magnífico ideal. Nuevamente, "este es el camino" (Isaías 30:21)

Annie Besant (2) resume esta situación, en dos líneas memorables: "Todos somos señores de nuestro futuro, por más obstáculos que encontremos en el presente, fruto del pasado".

Antes de seguir adelante, deseamos retornar algunos asuntos que fueron discutidos en capítulos anteriores y que ahora debemos profundizar, o por lo menos desarrollar en forma más amplia. En primer lugar, es fundamental reconsiderar el siempre importante tema relativo al Bien y al mal.

¿Será que ellos pueden ser entendidos según el libre albedrío de cada persona? ¿O tendrán algún contexto, algún fondo, alguna conformación que permita distinguirlos claramente, independiente de la interpretación humana, muchas veces errada?

Los mayores maestros espirituales de la Humanidad, definieron estas dudas con total claridad. Bien es lo que contribuye para que la personalidad-alma refleje más y más la belleza del Yo Interior, del Ser Crístico; es lo que tiende a subordinar la naturaleza inferior del hombre, impregnada de deseos materiales y emocionales, a la naturaleza superior plena de armonía universal.

Por su vez, mal (Mal con mayúscula, no existe) es lo que retarda la evolución de la personalidad-alma, reteniéndola en los grados: inferiores, donde no puede aspirar el fragante perfume del alma, ni sentir su suave y cálida luz; es lo que la dirige para lo superficial, lo efímero y lo transitorio, apartando la atención de lo profundo, de lo eterno, de lo divino; es lo que se organiza en las tinieblas, lo que se combina con lo ruin, lo que se ajusta con los aspectos inferiores de la naturaleza humana.

Pero para que el hombre pueda diferenciar entre el Bien y el mal, precisa hacer experiencias, usando su prerrogativa de libre albedrío. Justamente, estas experiencias, referentes a los asuntos más diversos, demandan muchas pruebas, muchas repeticiones en contextos y situaciones diferentes, lo que implica en tiempo, mucho tiempo, bien más que los setenta años de que, en media, disponemos en la vida presente. Y este tiempo es conseguido a través de las encarnaciones sucesivas, pues el hombre precisa encontrar criterios para distinguir entre el Bien y el mal. Dicho de otra forma, él precisará descubrir las leyes cósmicas en todo su vasto significado y en toda su vasta manifestación.

Esto significa que el hombre distinguirá el Bien del mal, comiendo de la agridulce manzana del árbol del conocimiento. Probando, acertando, errando y volviendo a probar, él irá descubriendo las leyes y todo este proceso es, en verdad, el desarrollo de la llamada compensación cármica (ver Capítulo 2).

Por lo tanto, debe quedar muy claro el hecho de que cada vida humana no es un relámpago atravesando el cielo. En lugar de eso, ella es el manto de estrellas que lo acompaña todas las noches, ocultándose durante el día. En este sentido, cada uno de nosotros es el Adán o la Eva que vivieron en el principio de los tiempos; en diversas encarnaciones, la Personalidad se fue enriqueciendo y evolucionando, si así lo permitimos, cada vez más armonizada con la centella cósmica que es el Ser Interior.

Entonces, el Paraíso y el Infierno, más que lugares extra-terrenos son condiciones psicológicas en las cuales vive la personalidad humana. Si el corazón y la mente están repletos de amor, de armonía, de paz y de pensamientos altruistas, viviremos en el Paraíso; es esto lo que pretendemos transmitir – de una manera u otra – a través del contenido de este libro.

Las personas nos encontramos en niveles bastante diferentes de evolución, por lo que una persona determinada – por ejemplo usted – si aprovechó los mensajes aquí expuestos, si aplicó los principios presentados, sí perseveró en los altos ideales del amor y la armonía, es probable que haya sentido un cambio importante en su vida, vislumbrando los auténticos caminos de la plenitud, en los cuales se encuentran – entre otros – los magníficos jardines de la realización afectiva, del suceso, de la prosperidad, de la comprensión global (holística) de los problemas humanos. Si así está aconteciendo, lo felicitamos sinceramente, pues usted fue bendecido por un toque del Altísimo.

Pero también puede acontecer que aún esté en la mitad del camino y en su corazón surjan dudas tremendas acerca de si aquel lo llevará realmente al local soñado donde reinan la "plenitud", la "armonía" y la "auto-realización". Su duda es lógica, es humana, pues usted se esforzó y aún no vio los resultados.

Con todo, algunos elementos aquí expuestos ya lo ayudan a comprender lo que, seguramente le está aconteciendo: simplemente usted está compensando pesadas deudas contraídas en vidas anteriores y de las cuales no está consciente. El camino que está siguiendo es el correcto, pero debido a esta causa, puede ser un poco más largo de lo que imaginaba. Pero sí persiste, si persevera – como sin duda lo hará – también recibirá un toque del Altísimo y será convidado a comer el fruto del árbol del paraíso: la auto-realización plena y armoniosa.

HAY UN MANANTIAL DE LUZ A SU ESPERA

           Vamos ahora a retomar un asunto de la mayor importancia que ya fue discutido en Bonilla (3): la afectividad. Solo que en aquella oportunidad, el amor se consideró básicamente desde el ángulo de relación de pareja: amor hombre-mujer o amor erótico. Ahora debemos ampliar este concepto pues el amor erótico está insertado en un sentimiento mayor, más amplio, más pleno que podemos llamar de Amor.

  Él incluye amor a personas específicas (compañero o compañera, hijos, hermanos, padres, parientes, amigos), a la Naturaleza, a las plantas, a los animales, a la Vida, al Dios Todo-Poderoso. Si quisiéramos colocar un adjetivo en aquel Amor, deberíamos llamarlo de Amor Divino, pues fluye de la Fuente Eterna, del Padre Celeste. De su deslumbrante potencia, el hombre capta tenues reflejos que dan alegría y esperanza al ser humano; son estos reflejos que vivifican nuestros corazones.

           ¿Comprende ahora porqué hemos insistido tanto con el Ser Crístico, el control de nuestro sistema de pensamientos, sentimientos y actitudes, así como con la Excelsa Presencia de Dios y de sus Asistentes, los Seres de la Luz?

Hemos insistido, porque el ser humano, considerado como cuerpo y como personalidad-alma, es realmente algo minúsculo, insignificante e indefenso delante de las circunstancias que lo rodean, pues generalmente está desligado de las sublimes Energías Divinas. En contraposición, cuando se liga al flujo Cósmico que se derrama a través de su Ser Crístico, reconocido y reverenciado, tiene todo para obtener – no sin esfuerzo, es cierto – el amor, el suceso, la prosperidad, la paz interior; en fin, la felicidad.

           Tenemos que comprender – a cualquier precio – esta fulgurante verdad y dejar para atrás el orgullo, la tontería y la ignorancia tan propios del hombre, ser de inmensas potencialidades, escondidas dentro de su inmadurez espiritual. Es eso que somos: adultos en potencia, pero en los hechos, apenas niños. La única forma de crecer en forma rápida, sana y vigorosa, es beber del manantial que fluye de la montaña sagrada, del Refugio del Altísimo. Esa agua maravillosa trae en la luz de sus átomos, las radiantes energías de la vida plena que usted – y todos los seres humanos – desea con gran fervor en lo más profundo de su corazón.

           Pero no es cualquiera que tiene acceso a aquel flujo espléndido, a la cascada divina. Sólo llegan allí los que lo merecen por sus esfuerzos, su fe, su confianza en la Vida y en el Creador. La vida en este planeta tiene como objetivo la evolución, el perfeccionamiento continuo, la búsqueda de la luz. Para armonizarse con estos elevados propósitos, nuestro corazón debe estar exaltado de amor y de buena voluntad, impregnado de alegría, iluminado de paz, desbordante de ternura.

           En la medida en que implantamos sentimientos altruistas en nuestro interior, aumentaremos la intensidad de nuestras frecuencias vibratorias, quedando así más cerca del murmullo de la Fuente Cósmica. Esto nos llevará a una vida más feliz en todos los aspectos, inclusive en aquel que más nos entusiasma: él podrá ser afectividad, suceso, prosperidad, etc.

           En el caso específico de la afectividad, del amor hombre-mujer, del amor erótico, se puede ver entonces que existe un vínculo entre el mismo y su nivel superior, o sea entre el "amor" (sentimiento humano de atracción irresistible entre dos personas) y el "Amor" (atributo divino), siendo que aquel es un reflejo de éste. Dedicaremos pues unos instantes a estudiar mejor el Amor, de modo a comprender alguna cosa sobre los reflejos de él en el corazón humano.

           Antes de proseguir, vamos a hacer frente a una posible objeción. En efecto, algunos podrán decir que conocen dos personas que se aman profundamente y que no acreditan en la existencia de ese Amor superior, Divino. Nos parece que caben dos posibilidades frente a un hecho de tal naturaleza. Según la primera, esos dos seres no se amarían profundamente; apenas habrían fabricado una solidaridad mutua, un egoísmo a dos para enfrentar el mundo. Así la relación entre ellos no implicaría en amor genuino y sí en cuotas de "amor" recíproco, pagadas religiosamente con la finalidad fundamental de mantenerse en equilibrio y así poder guarnecer su fortaleza de los ataques exteriores.

           En la segunda alternativa, la pareja podría vivir un amor genuino, aunque sus componentes tengan una idea limitada, terrena y hasta materialista del Amor. Simplemente esta pareja está ciega o con los ojos cerrados en un mundo de luz; con todo, la luz del Amor los acaricia con toda su gracia exquisita y su belleza maravillosa. Apenas no lo saben, creyendo que esa luz es generada por sus propios cuerpos.

El Ser Supremo, Perfecto y Omnisapiente como Él es, no estará preocupado por la falta de atención de la pareja, pues sabe perfectamente que la misma es pasajera, pues el Esplendor Divino, siendo focalizado durante cierto tiempo sobre determinadas personas, acaba abriendo su mente y su corazón, como el desabrochar de una rosa al llegar la primavera. Y esta pareja amorosa, cuando aplaque un poco, por efecto del tiempo, sus avasallantes ansias de amor carnal, sus impetuosos e incandescentes deseos sexuales, sus noches ardientes de pasión, comprenderá gradualmente – si el amor era realmente genuino y no apenas un irresistible deseo físico – que aquel procede de una Fuente Única y que sus grifos estuvieron siempre abiertas para dar el agua viva del Amor y la Vida a sus corazones desbordantes de felicidad.

           Es exactamente esto: más tarde o más temprano, quien realmente ama, acaba identificando el manantial sagrado de donde surge el Amor. Quien ya acreditaba en el Ser Supremo, reforzará su creencia, purificándola seguramente de dogmas e interpretaciones absurdas, introducidas por astutos personajes dedicados a deformar la imagen del Altísimo en su propio beneficio o de los grupos de diversa naturaleza que ellos representan. Quien, educado de forma materialista e incrédula, considera Dios como un símbolo de opresión de los poderosos contra los débiles, o simplemente diga no creer en nada que no pueda percibir con sus sentidos (a pesar de aceptar sin análisis todo lo que la Mente Colectiva le inyecta), sentirá un día en la médula de su corazón como un vislumbre mágico.

Vislumbre que lo hará percibir la bellísima Realidad de la Luz Divina, aureolada por la espléndida presencia del Amor. Esto lo llevará a descubrir su fascinante misión en el planeta Tierra: ser un canal, un intermediario, un auxiliar del manantial cósmico para que – a través de su esfuerzo y serviciola luz sea diseminada por el mundo y, como una semilla sagrada, llegue a brotar, florecer y fructificar en el corazón de la Humanidad, aún sumergida en tinieblas.

           Y esto no tiene como acontecer de otro modo, por la simple razón de que el Amor es indivisible. El Amor es. El Amor es el propio Dios. Todo acto humano relacionado con amor está ligado a su Generador Cósmico. No hay otra posibilidad. Lo máximo que la mente humana puede hacer es ignorar el circuito. Pero él existe, y gracias a esa gigantesca Central de Amor que es el Centro mismo del Ser Supremo, la lámpara individual de nuestra personalidad-alma podrá ser encendida. Gracias, pues, a aquel Depósito inagotable, nuestro filamento personal quedará electrizado y podremos transformarnos en focos deslumbrantes para iluminar el mundo y para atraer en nuestra dirección las cosas maravillosas con las cuales todos soñamos: en primer lugar amor (hombre-mujer), así como salud, suceso, prosperidad, alegría y paz interior.

           Todos somos seres humanos. Hagamos pues la ligación correcta, y nuestra vida cambiará. No será simple, porque las tinieblas de la Mente Colectiva estarán insinuándose en todo momento. No desmayemos, no desanimemos, no desmoronemos. Por el contrario, perseveremos y tengamos confianza. Tengamos fe en la aurora magnífica que surge después de acabar la noche oscura. No pretendamos alcanzar la Felicidad con el instantáneo apretar de una llave de luz o de un timbre. Seamos lúcidos, apliquemos la Ley de Causa y Efecto. Criemos Luz, difundamos armonía, seamos mensajeros del amor (y del Amor). Aguardemos el Ser de Luz que nos traiga buenas noticias para nuestro corazón vibrante de esperanza.

           Un aspecto importante a aclarar ahora es el que tiene que ver con el sexo y el amor. Algunas personas creen que la actividad sexual humana es una cosa ruin, negativa, un atractivo a través del cual el diablo acaba llevando a la perdición de las almas. Ya fue discutido anteriormente, que el alma es perfecta, de naturaleza divina, por lo tanto incontaminable por cualquier cosa imaginable. Con todo, la Personalidad, elemento en evolución, sí está sujeta a influencias tanto negativas como positivas.

           En primer lugar, debe quedar claro que la actividad sexual es perfectamente natural; sus desvíos y excesos ya son harina de otro costal. Del mismo modo, el agua es natural y necesaria; ya un exceso de la misma en forma de lluvias torrenciales puede causar intensas inundaciones con su secuela de muerte y destrucción. En segundo lugar, la teoría que reprime la actividad sexual, justificándola apenas para fines reproductivos es absurda; de esta manera un ser humano tendría una o poquísimas relaciones sexuales por año (o cada varios años) y esto – es bien sabido – no combina con nuestra estructura fisiológica y psicológica. En tercer lugar, la prevención contra el sexo es producto de mentes intoxicadas que ven pecado en la relación sexual entre un hombre y una mujer apasionados, y no en la explotación del hombre por el hombre, en la falta de respeto por los derechos humanos más elementales y en la masacre de los pueblos más débiles.

           Veamos este problema desde otro ángulo: dentro del largo camino que el Amor ha recorrido y está recorriendo en la evolución humana, existen tres jalones fundamentales. Ellos pueden ser designados como deseo sexual, amor y Amor. Así el deseo sexual fue la primera percepción que el ser humano tuvo del Amor, es claro que a través de un vidrio tremendamente opaco; pues cuando sintió su aguijón, paralelamente sintió la necesidad de salir de la cápsula de su egoísmo. En efecto, precisaba otro ser humano a través del cual ese deseo, en toda su fuerza salvaje, podía sentirse satisfecho, aplacado y así ocurrió, aconteciendo un intercambio mutuo de energías, un alivio de tensiones, una descarga orgásmica.

           Con el paso del tiempo, aquel deseo salvaje fue siendo civilizado a través de la incorporación de ciertos elementos no físicos: ternura, protección, cariño, compañerismo, compatibilidad de caracteres, etc. Así nació el amor en el corazón humano. Esto no implica que la etapa anterior – deseo sexual – haya desaparecido; simplemente ella ha sido suavizada y hecha más completa. En efecto, el amor produce más satisfacción que el deseo sexual aislado, pues lo incluye, de modo que lo supera en términos temporales (nadie puede tener actividad sexual en todo instante; el amor puede sí ser permanente) y en términos holísticos (el sexo satisface apenas nuestro ser físico, el amor nos satisface en forma global, identificándose con nuestra naturaleza integral: física, mental, emocional y espiritual).

           El Amor es la tercera y última etapa, que no elimina las dos anteriores y sí las incorpora. Así la actividad sexual junto con el sentimiento de amor humano son conservados y gradualmente sublimados, siendo cada vez más delicadas y sutiles sus formas de expresión. La entrada del Amor en la escena implica en un enriquecimiento global de la personalidad, que el amor humano ya había iniciado. Se comprende ahora que aquel sentimiento maravilloso no puede ser generado por los corazones humanos; estos son apenas medios de expresión.

  Esta vivencia nos lleva directamente a reverenciar la Fuente de Luz de donde emanan aquellas maravillas, no por fe o creencias o interpretaciones acerca de palabras, libros o teorías emitidas por quien quiera que sea, y sí por experiencia íntima. Esto refuerza lo que ya expresamos en otro capítulo: la Verdad no se enseña; se vive y al hacerlo vamos descubriendo cada vez más y más aspectos de ella. Con el Amor ocurre la misma cosa.

           Aclaradas entonces – aunque rápidamente – las relaciones entre el amor humano y el Amor divino, es conveniente profundizar un poco este fascinante asunto. Procuremos, con este propósito, el personaje que más podría contribuir para el tema.

           Para nosotros, habitantes del mundo occidental, no hay otra figura como el Maestro Jesús, el Cristo, que pueda hablar del Amor con tanta y sublime autoridad. Esto no significa que en la literatura sagrada del mundo no existan otros textos válidos sobre el asunto, fuera de los Evangelios. En efecto, en los Upanishads, en las enseñanzas de Buda, en el Antiguo Testamento (ver el delicioso Cantar de las Cantares, atribuido al Rey Salomón) así como en inspirados pensadores y poetas, antiguos y modernos, encontramos joyas raras, gemas espléndidas, tesoros espirituales rutilantes, todos ellos – es claro – fluyendo de las sagradas nacientes del Amantísimo Corazón del Ser Supremo.

           Aún aquellos que dudan de la historia de Cristo y de su origen divino, aún aquellos que desconocen su auténtica Vida y su verdadera Misión en aquella época específica, aún aquellos que no vean en Él un Ser de Luz de altísima jerarquía, por lo menos lo considerarán un hombre de elevadísimo desarrollo espiritual, un iluminado, un idealista maravilloso, tal vez muy adelantado para su época, un ser inimitable.

           Nos parece, por lo tanto, que casi cualquier persona nacida
en Occidente, cristiana o no, aceptaría las palabras de Cristo, por lo
menos como el documento más válido posible acerca del Amor. Veamos,
pues, lo que Él tiene para decirnos. 

LA LUZ DEL AMOR EN LOS LABIOS DEL MAESTRO JESÚS, EL CRISTO

           El lenguaje utilizado en los Evangelios corresponde a una época antigua, casi dos mil años atrás. Lógicamente, existía un estilo para hablar y ciertas palabras tenían un significado específico. Además, el Maestro utilizaba con frecuencia, metáforas y parábolas. Todo esto facilitó la deformación posterior de mucha cosa contenida en aquellos escritos sagrados. Pero su mensaje continuará vivo por los milenios futuros, venciendo todo lo que pueda oponerse al mismo, porque este mensaje es la expresión del Verbo Divino, del Amor Universal. Veamos ahora algunos de los versículos más importantes:

1. "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen y donde los ladrones minan y hurtan, sino haceos tesoros en el cielo donde ni las polillas ni el orín corrompen y donde los ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté nuestro tesoro, allí también estará nuestro corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz". (Mateo 6:19-22).

           Algunas personas interpretaron esto como una necesidad de abandonar la vida material y dedicarse exclusivamente a un supuesto nirvana espiritual. Eremitas, ascetas y fanáticos varios pulularan durante la Edad Media y aún en épocas posteriores, no surgiendo de ellos, sin embargo, contribuciones importantes para la Humanidad. Lo que el Maestro quiere decir en sus palabras especialmente elaboradas, dirigidas a un mundo tan materialista como el actual, es que el énfasis de la vida debe ser dada al aspecto espiritual, único baluarte inexpugnable del hombre. En efecto, el dinero, el poder, la fama, pueden desaparecer en cualquier momento porque viven en el agitado y variable mar de la vida material, sujeta a un caleidoscopio de circunstancias, acontecimientos y cambios, muchas veces imprevisibles, y que son simbólicamente representados por polillas, orín y ladrones.

           Él nos enseña que el verdadero tesoro se encuentra en nuestro corazón, que simboliza nuestra Alma. En ella no penetran las fuerzas exteriores, pues el Alma sobrevuela sobre la turbulencia del mundo exterior. Los ojos representan nuestra actitud frente al mundo, si ellos "fueron buenos" la lámpara dará luz para todo el cuerpo. O sea, si fuésemos capaces de reflejar la prístina pureza del Ser Crístico a través de nuestra manera de pensar, sentir y actuar, los rayos divinos del Amor se irradiarán de nuestro cuerpo, iluminando y bendiciendo el medio ambiente que nos rodea.

              Por lo tanto, manteniendo una atención
razonablemente normal de nuestros quehaceres cotidianos y necesidades materiales
(los cuales sin duda deberán ser satisfechos), deberemos dedicar lo mejor
de nuestros esfuerzos a perfeccionar el mundo interno, abriendo ventanas cada
vez más anchas, más amplias, más grandes para que nuestra
Alma, aquel Ser Crístico que habita en nuestro corazón,
pueda derramar gradualmente su luz bienhechora que emana de la Central Cósmica,
de la médula central del Ser Supremo. Y aquellas ventanas se irán
expandiendo en la medida en que nuestros "ojos" fueren cada vez mejores,
o sea en la medida en que nuestro corazón se muestre capaz de enviar
a los otros, refulgentes mensajes de paz, amor y armonía.

            De esta manera, el desarrollo del
amor
abre las puertas a la entrada del Amor. Por lo tanto, ame, en
toda la plenitud de esta palabra, y su Alma le agradecerá, porque usted
habrá permitido su expansión, y la expansión de su Alma
es el único camino que lo lleva a la Felicidad. Este es, exactamente,
el significado de los siguientes versículos:

2) "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida y pocos son los que la hallan" (Mateo 7:13 -14).

           El camino que conduce a la perdición (o sea, al sufrimiento y a la infelicidad en esta vida y no a un supuesto castigo infernal después de la muerte) es espacioso porque él fue construido por la Mente Colectiva de una Humanidad aún en una fase atrasada de su desarrollo espiritual. La puerta que conduce a la Vida es estrecha, y pocos la encuentran porque está escondida bajo las apariencias, y sólo será descubierta por aquel que, como usted, está en su búsqueda, impregnado de fe, confianza, perseverancia y coraje, porque sabe que la puerta existe.

           ¿Percibe ahora, en las palabras del Maestro, que no pueden esperarse resultados inmediatos, mágicos, fantásticos, en la tentativa de solucionar los grandes problemas que habitan en el corazón humano? "Puerta estrecha" y "camino apretado" simbolizan esfuerzo, dedicación y persistencia en pró del objetivo: y el objetivo es una vida impregnada de plenitud, armonía y auto-realización. Por lo tanto, continúe en su senda maravillosa, teniendo como destino el portal sagrado. Ciertamente, ya está muy cerca de él, persevere y será uno de los pocos que lo encontrarán.

  Y este hallazgo será completamente justo porque usted lo merece. Y merece porque "dio" y ahora "recibirá". Irradió alegría, coraje, buena voluntad, armonía y amor. Y el Ser Supremo, a través de un sublime influjo, tendrá estampado en su frente la resplandeciente marca del Amor. Usted dio un paso y el Creador lo multiplicó por 10, mostrándole el acceso a la puerta estrecha. Atravesándola, podrá alcanzar la maravillosa meta por la cual tanto luchó (con sus fantasmas internos).

3) "Maestro: ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primer y gran mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22: 36-39).

           En estas pocas líneas, el Cristo define toda una filosofía de vida. En primer lugar, coloca el Amor como la obligación, el deber, la responsabilidad fundamental del hombre. Inmediatamente, desdobla este Amor en dos fases: el amor a Dios y el amor a los seres humanos.

           Es esta, exacta y precisamente, la filosofía propuesta por el presente texto. Amar a Dios significa abrir nuestro corazón para lo Alto, tentar ligarnos con el Océano Cósmico, abrir las compuertas al Ser Crístico, chispa divina anidada en nuestro interior. Amar a los seres humanos y a nosotros mismos, significa irradiar nuestros pensamientos más constructivos, nuestros sentimientos más altruistas, nuestras actitudes más virtuosas, para la corriente de la Vida, donde todos beben; en otras palabras, significa manifestarnos como magníficos canales cósmicos, en auxiliares del Señor, en canales del Padre Eterno.

           ¿Comprende ahora, en las palabras del Redentor, que solo el Amor construye, que sólo el Amor justifica la vida humana, que solo el Amor puede mudar el mundo? No se preocupe con aquellos que tentan contaminar el manantial divino; él es invulnerable. Los residuos solo afectan al agua física, tangible, material. Pero la Fuente Sagrada es intocable, sutil, etérea; su agua está siempre absolutamente pura y cristalina. Sumerja en ella su Alma y participe con el mundo de su frescor. La Humanidad precisa de usted, de su contribución, de su amor. Los Maestros Cósmicos, los Seres de la Luz y el propio Dios Supremo también precisan de su colaboración, pues son necesarios cada vez más y más, trabajadores para el telar divino.

           Únase, júntese a la Verdad, a la Luz, libertando el amor que surge de la inmensa potencialidad de Amor que se esconde en su corazón. Ilumine su ambiente con una bellísima y suave irradiación. Actuando de esta manera, estará sembrando en los jardines del Señor el glorioso árbol con el cual hace tanto tiempo sueña. Cuide de él, vigílelo, ámelo, y a su debido tiempo, sus ramos estarán cargados de un fruto sabroso y delicioso, impregnado del aroma suave como el de la manzana. Y será su derecho divino comer el fruto del árbol sagrado, sin que la serpiente entre en el medio. Un ángel dejará caer en sus manos la fruta exactamente a punto, y usted sólo deberá morder la piel suave e insinuante para entrar en el Paraíso: en el paraíso del ideal manifestado, sea amor, suceso, prosperidad o paz de espíritu.

4) "Porque al que tiene le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado" (Mateo 25:29).

           ¿Tener o no tener lo que? Algunos predicadores tentan interpretar esto como justificación para los lucros materiales: quien ya es rico, quedará más rico; quien es pobre, quedará más pobre. Esto hasta parece comprobarse en la realidad cotidiana de nuestro mundo actual, pero lo que el Cristo quiso decir fue otra cosa. Él enseña que a cualquiera que tenga fe, comprensión, perseverancia, confianza, coraje, paz, armonía, amor "le será dado más", o sea tendrá en abundancia todo lo que el ser humano necesita física, emocional, mental y espiritualmente.

  Se trata de un lenguaje especial para formular la Ley de Causa y Efecto: quien da, recibe; quien tiene cosas buenas dentro de sí, recibirá y hasta en abundancia, cosas mejores aún; quien da un paso en dirección a la Luz comienza a recibirla con plenitud, quien eleva su pensamiento hasta el Ser Supremo recibirá su influjo divino, y con esto, un auténtico poder de realización; quien ama con autenticidad, será amado. (Ver Bonilla, 5).

           En compensación, quien "no tiene" cosas buenas, positivas y constructivas en la médula de su corazón, quedando por lo tanto sumergido en las tinieblas del egoísmo, del resentimiento, del pesimismo, de la pereza, de la codicia y de la envidia, perderá lo poco de bueno que aún pueda estar a su alcance.

           Como usted podrá apreciar a través de estos ejemplos, se puede explorar, analizar y profundizar los grandes asuntos de la vida humana, a través de diversos ángulos, consultando diferentes autores inspirados, interpretando los estilos de lenguaje de los diversos pueblos, llevando en cuenta las distintas épocas, pero finalmente se llega a las mismas conclusiones, cuya base fundamental – la Sabiduría Eterna – descansa en unas pocas leyes universales, como la ya mencionada de Causa y Efecto.

Y esto es absolutamente lógico, porque a partir de ellas, el Padre Eterno creó el mundo y la vida como la conocemos Bebamos, pues, en las fuentes sagradas y descubramos que, a pesar de las constantes y pesadas complicaciones del sofisticado mundo moderno, hay una pradera verde y calma en nuestro interior; lo que debemos aprender es que sólo cuando nos instalamos completamente en ella es que recibiremos en abundancia las magníficas dádivas del Señor.

5) "Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me visitasteis; en la cárcel y vinisteis a mi" (Mateo 25: 34-36). "Entonces, también dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles; porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; fui forastero y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis" (Mateo 25: 41-43).

           Interpretaciones muy fantasiosas han sido hechos de estos versículos, pero quien pueda leer las entrelíneas del texto con un mínimo de comprensión, percibirá con bastante claridad el significado básico allí contenido.

           Este significado básico tiene que ver con Amor y con ausencia del mismo. El Rey es el Cristo Interno, clasificando los pensamientos, sentimientos y actitudes en dos grupos: uno impregnado de Amor y otro lleno de hostilidad, por lo tanto impregnado de cosas negativas. Al grupo positivo, saturado de Amor, el Yo Interior ofrece "el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo", o sea el reino de la felicidad, de la "plenitud, armonía y auto-realización" ya está preparado para cada uno de nosotros desde antes, mucho antes del nacimiento en esta encarnación. Con todo, será necesaria una buena cantidad de éstas para que la luz que surge del foco incandescente del Amor pueda ser absorbida y comprendida por nosotros, permitiéndole que nos ilumine y nos guíe para encontrar "el camino".

           El segundo grupo, negativo, constituido por sentimientos, pensamientos y actitudes hostiles, odiosas y destructivas, no podrá llegar nunca al "Reino". A ellos les está destinado otro lugar: "el fuego eterno", o sea, de forma concreta: los pesares, sufrimientos y tristezas del mundo, en resumen, la infelicidad. Algunos han adulterado estos conceptos imaginando que el "fuego eterno" implica en un mundo de suplicios, con el demonio quemando los pecadores en espantosos calderones mal oliendo a azufre.

Mientras tanto, el "fuego eterno" siempre simbolizó místicamente el proceso de purificación que la Personalidad debe sufrir a través de sus experiencias terrenas; en ese sentido aquel "calderón" se transforma en un crisol, donde las escorias van siendo depositadas y eliminadas, dejando en su fondo el mineral puro, en el cual va siendo tallada nuestra personalidad-alma, a través de su recorrido por los moldes didácticos del tiempo, el espacio y la materia, hasta transformarse en el magnífico objetivo final: una verdadera duplicata del Ser Crístico que habita en nuestro interior.

           Entonces y de acuerdo con aquellos versículos, el Maestro Jesús, el Cristo, refuerza sus enseñanzas fundamentales: las actitudes amorosas, los sentimientos armoniosos, los pensamientos altruistas, están armonizados con la Energía Divina. Por lo tanto, según la Ley Básica de Causa y Efecto, quien esté en condiciones de actuar en esos niveles elevados, tiene abiertas las puertas para el Reino de la Felicidad. De esta forma, las actitudes negativas, los sentimientos conflictivos y agresivos, los pensamientos egoístas, llevan a quien opere en niveles tan densos, a estar lejos de la faja correspondiente a las irradiaciones superiores; de este modo, sólo tendrá abierta la puerta de oscuras "tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mateo 25:30)

Partes: 1, 2, 3, 4

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