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La Renta Básica Universal y el hombre olvidado (página 2)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

El mundo, dicen, está
“sentado sobre una bomba de tiempo, social y económica”. El mundo está plagado
de desempleo juvenil.

Los números son
duros. En algunos países del mundo árabe hasta el 90% de los jóvenes en edades
comprendidas entre los 16 y 24 años está desempleado. En EEUU el desempleo
juvenil llega a 23%, en España al casi 50% y en el Reino Unido al 22%.

En todo el mundo hay
200 millones de desempleados. 75 millones tienen edades entre los 16 y 24 años,
y cada año cerca de 40 millones de jóvenes están listos para entrar al mercado
laboral.

Los líderes
empresariales reunidos en el Foro Económico Mundial saben que las cifras son
importantes: los jóvenes que estuvieron desempleados por mucho tiempo ganaran
menos dinero durante toda su vida. Tendrán menos probabilidades de ser
empleados. No tendrán las habilidades que las empresas necesitan. Es más
probable que tengan problemas de salud a largo plazo. Y la situación puede
degenerar en descontento social.

Hay un término para
eso: la generación perdida. O como dice un profesor de una escuela de negocios
“El desempleo es una porquería. El desempleo juvenil es peor aún. Los jóvenes
perdieron la línea de visión hacia el futuro”.

Cifras duras

•200 millones de
desempleados a nivel mundial

•75 millones con
edades entre 16 y 24 años.

•90% de los jóvenes
en países árabes no tienen trabajo.

•23% desempleo
juvenil en EEUU.

•22% en Reino Unido

•50% en España

•Cada año 40 millones
de jóvenes ingresan al mercado laboral.

A los jefes les
preocupan estas cosas, hasta a los de corazón más frío, porque todo lo
mencionado arriba cuesta dinero. Indirectamente, porque hay un menor demanda
para sus productos y servicios; directamente, en costos de entrenamiento y de
salud, e impuestos más altos.

Los organizadores del
Foro Económico Mundial de Davos intentaron demostrar que su inmensa red -una
combinación única de grandes empresas, gobiernos, activistas sociales y
organizaciones no gubernamentales- puede hacer un esfuerzo para identificar qué
causa el desempleo juvenil y si puede existir alguna solución rápida para
atacar el problema, pero quienes hablaron señalaron que el problema desafía las
soluciones simples.

Claro que todo
desempleo tiene una cosa en común: la falta de demanda de trabajadores. Pero
cada país, cada región tiene problemas diferentes. La automatización reemplaza
muchos trabajos rutinarios, no sólo en los países desarrollados. Hay problemas
estructurales, por ejemplo cuando es muy burocratizado contratar a alguien.
También puede achacársele alguna culpa al sistema educativo, que falla en
darles a los jóvenes las destrezas que se necesitan para trabajos en economías
avanzadas.

Además están las
destrezas vitales o la falta de ellas. Algunos jóvenes no conocen lo básico,
desde vincularse con compañeros de trabajo hasta tener las habilidades
empresariales fundamentales. También hay problemas culturales. Algunos países
gradúan grandes cantidades de mujeres en la educación universitaria, sólo para
negarles las oportunidades de trabajo, con lo que desperdician sus talentos.

¿Qué hacer?

Es un tema que se
presenta una y otra vez: negocios, universidades y escuelas, gobiernos y
organizaciones no gubernamentales, no logran comunicarse sobre qué es lo que
necesitan y qué es lo que pueden lograr.

“El sector privado
podría ser un elemento de cambio”, afirmó un participante, un activista de
izquierda que trabaja en una campaña educativa. “Las universidades son
simplemente muy lentas”, dice un industrial, “Si les digo que necesito
graduados con diferentes destrezas, les toma dos o más años cambiar sus cursos.
Para ese entonces la tecnología estará cambiando de nuevo”. Pero de todos
modos, otro empresario advirtió que “una buena educación ya no te garantiza una
buena vida”.

Sean del mundo árabe,
de América del Norte o de América Latina o Asia, muchos ejecutivos lamentaron
la falta de impulso empresarial y de destrezas básicas de negocios y la
necesidad de una cultura donde el fracaso no sea celebrado. Un hombre que está
a cargo de una empresa con varios cientos de miles de empleados en todo el
mundo se quejaba de que “vivimos en un mundo en el que la creación de la
riqueza no va paralela a la creación de trabajo. Esa otrora cercana conexión
está rota”.

Mientras algunos
sugieren la creación de grandes programas, con una inversión de US$ 50.000
millones en los próximos diez años para adiestrar gente en todo el mundo, otros
proponen pasos más pequeños con mayor garantía de éxito…

El
paradigma de Jeremy (la teoría de los “prosumidores”)

Jeremy
Rifkin (autor desde El fin del trabajo hasta La sociedad de coste marginal
cero
) señala que ha aparecido un nuevo paradigma económico nuevo, el
procomún colaborativo, “que es el primer sistema que ha arraigado desde la
llegada del capitalismo y del comunismo”. Este nuevo modelo y el capitalismo
tradicional pueden coexistir y actuar conjuntamente, pero terminarán
compitiendo entre sí en una lucha que “será prolongada y muy reñida, y que
definirá el siglo XXI. Esta economía del compartir está creciendo al lado del
capitalismo, que seguirá existiendo de aquí a 35 años, pero que ya no será el
único árbitro de la economía”.

Hasta
ahora sólo hemos visto una parte del procomún colaborativo, la que visualizamos
a través de Google, Facebook o Twitter, pero eso es sólo el principio. “Ahora
compartimos música, ya estamos comenzando a hacerlo con el coche y la vivienda
a través de páginas como Airbnb; dentro de poco el conocimiento mismo podrá
concretarse fácilmente a través de las impresoras 3D. “Hoy vemos cómo muchos
jóvenes comparten canciones, vídeos o informaciones a través de páginas
especializadas, blogs y redes sociales, y esa tendencia irá a más,
porque estamos dejando de ser productores o consumidores para convertirnos en
prosumidores, personas que producen y consumen al mismo tiempo, y porque cada
vez lo hacemos con menor coste”.

Esa
sociedad de coste marginal cero (coste marginal: el incremento del coste total
que supone la producción adicional de una unidad de un determinado bien) “ha
devastado industrias del siglo XX como periódicos, discográficas o editoriales
porque de pronto cientos de millones de personas pueden producir sus
conocimientos sin pasar por ellos”. La industria, afirma Rifkin, pensaba que su
carta más poderosa era ese cortafuegos en qué consistía el paso del mundo
virtual al físico, “pero con la internet de las cosas vamos a ver cómo, en
veinte años, cientos de millones de personas producirán su propia energía a
través de las renovables y cómo con esa energía podrán imprimir sus productos
en sus impresoras 3D”. Ese paso al mundo físico ya se ha dado y es inevitable.

“Está
ocurriendo en Alemania, donde millones de particulares con pequeños negocios, y
con cooperativas, que ponen sus recursos en común y que consiguen préstamos de
los bancos con bajos intereses, han comprado sus paneles solares y sus molinos
de viento, y una vez que los hayan pagado del todo llegas a coste marginal
cero, porque ni el sol ni el viento te mandan la factura a final de mes. Acaba
de presentarse en Chicago el primer coche impreso, realizado a través de 3D,
salvo el chasis, y esta será la constante. Las impresoras 3D serán tan baratas
que cada niño tendrá una para poderse hacer sus propios juguetes”.

Un
modelo factible

Este
es el mundo que nos dibuja Rifkin: gente compartiendo sus conocimientos, que
tiene instrumentos a mano para llevar sus ideas a cabo y en la que pequeños
productores cooperarán de continuo. Son “personas que se oponen a los
acotamientos en todas sus formas, y que quieren establecer una cultura
transparente no jerárquica y colaborativa” y Rifkin los llama “los nuevos comuneros”.
Eso es lo que en teoría nos espera. Es cierto que, hasta ahora, el
procomún colaborativo no es más que un medio para que los contenidos que
producen muchos los aproveche exclusivamente un monopolio (Google, Facebook,
Twitter…) o un oligopolio (los contenidos culturales gratis han servido para
que las operadoras que facilitan el acceso a la red ganen mucho dinero) y
que el nuevo terreno de juego ha supuesto la traslación de los monopolios de un
lado a otro (en la música y en la cultura en general, el problema ya no está en
la producción, que es barata, sino en la producción y en la visibilidad. Salen
muchas cosas pero todas son invisibles), pero eso no desanima a Rifkin, que
cree que este modelo es factible.

Los
cambios de paradigma ocurren cuando hay nuevas tecnología de la comunicación,
nuevas fuentes de energía y nuevas formas de transporte. El siglo XX tuvo el
teléfono, el petróleo y los coches. Hoy está internet, la energía renovable y
el GPS. La tarea hoy es construir las infraestructuras para esa nueva economía
y para eso “hay que moverse desde la economía fósil del siglo XX a la energía
renovable del XXI”.

El
mayor beneficiado de este tipo de cambio no será un país concreto, asegura
Rifkin, sino la humanidad misma. “Estamos llegando a la sexta extinción a causa
del cambio climático. Vamos tan rápido que de aquí a final de siglo van a
desaparecer el 70% de las formas de vida de nuestro planeta si seguimos así.
Por eso, la sociedad de coste marginal cero es lo mejor que nos puede pasar
para resolver los problemas del cambio climático: reduciremos el uso de los
naturales, compartiremos coches y ropa y podríamos eliminar hasta el 80% de los
vehículos de las zonas de mayor densidad de población, porque gracias al acceso
no nos hará falta ser propietarios”.

¿Hay
lugar para la esperanza?: Mike, el pollo que vivió un año y medio sin cabeza

El
10 de septiembre de 1945, Lloyd Olsen y su mujer Clara estaban matando pollos
en su granja de Fruita, en Colorado, Estados Unidos. Olsen decapitaba a las
aves y su mujer las limpiaba. Pero uno de los 40 o 50 animales que se
sometieron al hacha de Olsen no se comportó como el resto,

“Llegaron
hasta el final y se dieron cuenta de que uno todavía seguía vivo y andaba
caminando”, dice el bisnieto de la pareja, Troy Waters, también agricultor de
Fruita. El pollo corría y corría sin parar. (BBCMundo – 9/9/15)

Lo
dejaron por la noche en una vieja caja de manzanas y, cuando Lloyd Olsen se
despertó a la mañana siguiente y fue a ver qué había pasado. “La maldita cosa
seguía viva”, dice Waters.

Mike
se hizo famoso… y salió de gira por Estados Unidos.

Descripción: Pollo Mike

Mike,
el pollo que vivió un año y medio sin cabeza (BBCMundo – 9/9/15)

 

¿Pero
cómo hizo para vivir por tanto tiempo?

Lo
que más sorprende a Tom Smulders, experto en pollos del Centro para el
Comportamiento y la Evolución de la Universidad de Newcastle es que no se haya
muerto desangrado. El hecho de que pudo continuar funcionando sin cabeza, es
para él más sencillo de explicar.

Para
un humano, perder la cabeza significa una pérdida casi total del cerebro. Para
un pollo, es diferente. “Te sorprendería cuán poco cerebro hay en el frente de
la cabeza de un pollo”, explica Smulders.

Génesis
3:19 (La Santa Biblia)

“Te
ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra
de la cual fuiste formado, pues tierra eres y en tierra te convertirás”.

Se
ha hablado mucho sobre el uso de la regulación macroprudencial para gestionar
el riesgo sistémico y reducir los efectos secundarios negativos a la economía
real pero, ¿cómo hacer operativa la política macroprudencial? ¿Cuál ha sido la
experiencia de este tipo de políticas? ¿Cuáles son sus limitaciones y
consecuencias no deseadas? ¿La política macroprudencial sólo se ocupa del
saneamiento de las crisis que puedan surgir o también se puede utilizar en
tiempos de bonanza, cuando se toman riesgos?

“Macroprudencial
ha sido una de las principales palabras de moda que ha salido de la crisis
financiera mundial, pero significa diferentes cosas para diferentes personas.
Para algunos, la política macroprudencial se trata de la gestión del ciclo
económico, para otros se trata de frenar a la inestabilidad financiera
inherente a los mercados y las instituciones financieras. Para algunos
escépticos, es simplemente un término vacío porque la economía política de los
booms es tal que las autoridades del país siempre tendrán dificultades para
suavizarlos, ya que los auges traen beneficios sustanciales para la sociedad
antes de que se agoten”…
Riesgo Sistémico, Crisis, y el Regulación Macroprudencial
(Fedea – 4/9/15)

Para
controlar este riesgo sistémico que puede poner en peligro la estabilidad
social con fuertes efectos reales negativos para la economía, regulación y
supervisión tendrán que ser más macroprudenciales, en lo relativo a sí mismos y
respecto a la estabilidad del sistema social en su conjunto y su relación con
la economía en general.

La
crisis del sistema financiero ha comportado el nacimiento de una nueva clase
social: el “Precariado”. Una tipología que se define por la inconsistencia y
debilidad de los mecanismos  que garantizan su subsistencia. El precario vive,
gracias a las políticas de austeridad y al desmantelamiento del estado del
bienestar, a un paso de la exclusión social y el abismo de la pobreza.

Una
de las soluciones que proponen algunos académicos y analistas, ante el paro de
larga duración o el fin del trabajo, para amplios sectores de la población, es
la “Renta Básica Universal”.

“La
Renta Básica es un ingreso pagado por el estado, como derecho de ciudadanía, a
cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere
trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o,
dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles
fuentes de renta, y sin importar con quien conviva”.

¿Qué
es la Renta Básica Universal? (te ganarás el pan “sin” el sudor de tu frente)

“La
pobreza no es natural, es creada por el hombre y puede superarse y erradicarse
mediante acciones de los seres humanos. Y erradicar la pobreza no es un acto de
caridad, es un acto de justicia”.
Nelson Mandela

Una
RBU no debería reemplazar el estado de bienestar sino completarlo y
transformarlo desde uno de compensación, a uno de emancipación

La
Renta Básica Incondicional se define por los cuatro criterios siguientes:
universal, individual, incondicional y suficiente para garantizar una
existencia digna y la participación en la sociedad.

•Universal:
En principio cada persona, independientemente de la edad, ascendencia, lugar de
residencia, profesión, etc. tendrá derecho a recibir esta asignación.

•Individual:
Cada mujer, cada hombre, cada niño tiene derecho a una Renta Básica de forma
individual, y no en base a un hogar o núcleo familiar. La RBI es independiente
de sus circunstancias: estado civil, convivencia del hogar, ingresos o
propiedad de otros miembros del hogar o de la familia.

•Incondicional:
Se considera la Renta Básica como un derecho humano que no podrá depender de
condiciones previas, ya sea la obligación de aceptar un empleo remunerado,
participar en servicios a la comunidad, o comportarse acuerdo a los roles de
género tradicionales. Tampoco será objeto de ingresos, ahorros o límites de
propiedad.

•Suficiente:
La cantidad debe prever un nivel de vida digno, que cumpla con los estándares
culturales y sociales de la sociedad del país en cuestión. Debe evitar la
pobreza material y ofrecer la oportunidad de participar en la sociedad. Esto
significa que la renta neta debe como mínimo, situarse por encima de la línea
de la pobreza de cada país.

Motivaciones

Después
de 200 años de capitalismo queda demostrado que es incapaz de satisfacer todas
las necesidades del ser humano. El principal problema de futuro pasa ser el
acceso al dinero a través del trabajo. “Es el momento de desligar el empleo de
una vida digna para todas las personas. Porque es justo y es posible”,
sostienen los defensores de la RBU.

Se
sabe que no habrá empleo en el futuro para todas las personas. El rápido cambio
tecnológico ha estado destruyendo trabajos a un ritmo mayor del que lo ha
creado, pero casi nadie es consciente.

El
incremento de la igualdad entre las personas trae consigo grandes progresos
sociales como menor criminalidad, violencia, abuso de drogas, así como mejoras
en la salud física y mental de los individuos, mayor educación y por tanto, una
sociedad sana y en perpetua evolución.

Los
cientos de ayudas y subsidios del Estado son lentos e ineficaces. La RBU
sustituiría la mayoría de ellas, gracias a su incondicionalidad, reduciendo al
mínimo la pesada carga burocrática destinada a controlar minuciosamente las
condiciones de los subsidios actuales.

Incluso
las ONG’s más eficientes destinan una cantidad enorme de tiempo y dinero a la
captación de recursos y administración. Una transferencia directa de renta elimina
intermediarios y se asegura de llegar a quien más lo necesita.

Dejarían
de ser necesarios los Bancos de Alimentos y otras organizaciones destinadas a
paliar la falta de recursos básicos. El voluntariado podría entonces
concentrarse en actividades educativas sobre igualdad, democracia y cooperación
que cohesionen y empoderen a la ciudadanía.

Efectos

Sus
partidarios afirman que:


Mejoraría la situación de las personas con un nivel adquisitivo bajo.


Se evitaría, o al menos dificultaría, la desvalorización de nuestra capacidad
de trabajo.


Nadie se vería obligado a aceptar condiciones deplorables porque no estaría
obligado por la necesidad.


Los trabajos desagradables serían mejor pagados.


Los trabajadores estarían en mejores condiciones para negociar los contratos de
trabajo.


No habría que “vigilar” que los parados trabajasen ilegalmente, como pasa con
la ayuda por desempleo.


Como no se perdería la RB al encontrar trabajo, sería menos probable que se
trabajase de forma ilegal; así, no se gastaría dinero en investigar el fraude.


El autoempleo sería menos arriesgado y mayores sus posibilidades de aumentar.


Los sueldos mayores, que también recibirían la renta universal, estarían más
gravados por impuestos directos; como resultado, el estado recuperaría el
dinero que reciben dichos grandes sueldos.

Sus
detractores afirman que:


Generaría inflación creciente en la economía hasta anular el valor real del
dinero obtenido a través de la renta básica


Trabajaría mucha menos gente.


Dañaría el prestigio social de la educación y el esfuerzo, con consecuencias
muy nocivas para la movilidad social.


Erosionaría los valores cívicos y debilitaría las instituciones democráticas,
ya que muchas personas que normalmente serían perfectamente capaces de ganarse
la vida por sus propios medios pasarían a ser dependientes del Estado.


Los trabajos desagradables o poco remunerados, lejos de desaparecer, pasarían a
ser realizados por personas que no posean la ciudadanía o que no sean elegibles
para recibir el subsidio por cualquier otro motivo.


Si poseer la ciudadanía no fuera un requisito para percibir la renta básica
universal, atraería a inmigrantes que tratarían de conseguirla sin contribuir
con ninguna actividad productiva.


Supondría un gasto considerable con el que podrían financiarse programas de
demostrada eficacia a la hora de promover la igualdad de oportunidades, como la
educación pública.


Se destinarían recursos que pudieran generar más empleos y atraer inversiones.

Conclusiones
del experimento Mincome


El pueblo donde todo el mundo recibe una paga (El Confidencial – 8/2/15)

(Por
Héctor Barnés)

Un
importante experimento social realizado en una localidad agrícola de Canadá nos
muestra los efectos que puede tener implantar una renta mínima universal

A
comienzos de los años setenta, la discusión entre los partidarios y los
detractores del Estado de Bienestar se encontraba en su punto álgido. Habían
pasado ya más de dos décadas desde el final de la Segunda Guerra Mundial y los
países occidentales habían desarrollado sistemas de protección y servicios
públicos para sus ciudadanos que costaban una gran cantidad de dinero a los
Estados. La pregunta que muchos se hacían era la siguiente: ¿De verdad resulta
rentable el dinero invertido por las administraciones públicas?

La
respuesta que algunos dieron a dicha pregunta era la creación de una renta
básica universal, hoy en día asociada a proyectos de izquierdas como Podemos,
pero que en su día fue defendida por economistas liberales como Milton Friedman
como una forma de recortar el Estado de Bienestar. La lógica es palmaria: para
un liberal que defiende la libertad del individuo frente a la del Estado, es
preferible que sea el ciudadano quien gestione sus recursos en lugar de las
administraciones públicas.

Con
el objetivo de averiguar si realmente un pago mínimo mensual mejoraría la vida
de los ciudadanos o, como aseguraban los detractores de la medida, impulsaría a
la población a la ociosidad, se llevó a cabo el experimento Mincome en la
localidad canadiense de Dauphin (Manitoba). Se trataba de una comunidad
agrícola que, entre 1974 y 1979, vivió el sueño de la renta básica universal y
dio lugar a miles de páginas de bibliografía, que nos descubren qué ocurre
cuando uno cobra por respirar.

Una
sociedad menos injusta, personas más felices

Durante
décadas, la mayor parte de los datos obtenidos del producto Mincome durmieron
en un almacén de Winnipeg sin que nadie se interesase por ellos, hasta que
fueron redescubiertos por la socióloga Evelyn Forget, que publicó en el año
2011 el estudio definitivo sobre el experimento canadiense. En este, cada
familia recibía una renta mínima mensual, salvo aquellas que ingresaban más de
13.000 dólares y tenían dos hijos o menos; las personas que trabajaban veían
reducido este dinero en medio dólar por cada dólar ganado, una medida que tenía
como objetivo premiar la búsqueda de empleo. La cantidad era altamente
variable, de unos testimoniales 100 dólares mensuales a unos 5.800 anuales para
los que carecían de otros ingresos.

Las
conclusiones de Forget, expuestas en el artículo llamado “El pueblo donde no
existía la pobreza”, fueron altamente positivas. En primer lugar, fue capaz de
desmentir la principal preocupación de los detractores de la medida, puesto que
la motivación para buscar y rendir del principal trabajador de la familia no
declinaba. Sin embargo, sí hubo un pequeño descenso en la ocupación de los
adolescentes y las madres de niños pequeños, seguramente porque los primeros se
veían librados de la necesidad de apoyar económicamente a sus familias y las
segundas podían dedicarse a cuidar de sus hijos.

Este
es uno de los puntos más discutibles de la investigación, puesto que los
participantes eran conscientes de que estaban participando en un estudio con
fecha límite. Según los críticos del trabajo de Forget, parte del pueblo
aprovechó la oportunidad de dedicarse a criar a sus hijos o dedicarse a otras
labores conscientes de que dicha situación no duraría para siempre, algo que
pudo haber condicionado el estudio. Sin embargo, la investigación también
mostró que los ciudadanos elegían con mayor libertad el trabajo que podían
llevar a cabo.

Además,
se pusieron de manifiesto otra serie de efectos positivos para los habitantes
del pueblo. Las visitas al médico se redujeron en un 8,5%, la salud mental de
los ciudadanos mejoró y un mayor número de adolescentes terminó sus estudios.
No sólo eso, sino que también descendió la violencia doméstica y el número de
accidentes de coche, así como las hospitalizaciones psiquiátricas. Los efectos,
por lo tanto, no sólo no perjudicaron al mercado laboral, sino que permitieron
a sus habitantes vivir más felices, tanto a aquellos que recibían la paga como
al resto, un efecto indirecto y sorprendente de dicha renta.

Un
pequeño gasto para el Estado, un gran cambio psicológico

Hay
que conocer las particularidades del pueblo para comprender de qué manera la
introducción de estos ingresos mínimos influía en su bienestar mental. Dauphin
era una ciudad de unos pocos miles de habitantes que vivía de la agricultura, y
en la que la mayor parte de sus habitantes estaban autoempleados. Por esa misma
razón, en el pasado habían convivido con una acuciante incertidumbre, que la
renta había hecho desaparecer.

“Mincome
ofrecía estabilidad y predictibilidad; las familias sabían que iban a contar
con algún apoyo, con independencia de lo que le ocurriese a los precios de la
agricultura o el tiempo”, explica Forget en su estudio. “Sabían que una
enfermedad repentina, una incapacidad o un evento económico imprevisto no sería
económicamente devastador”. El efecto más claro fue la desaparición de esa
incertidumbre inmovilizadora que causa el miedo a perderlo todo y que hace
estragos entre las clases más desfavorecidas. Además, gracias a la renta
básica, y como algunos habían previsto, los costes del Estado de bienestar
podían reducirse, lo que compensaba la inversión. La educación y la salud se
encontraban en manos del ciudadano.

Aunque
hoy algunos lo tachen de delirio radical, la realidad es que han sido los
conservadores quienes, en países como Estados Unidos, más han apoyado esta
medida. Por ejemplo, alguien poco sospechoso de izquierdista como Richard Nixon
intentó sacar adelante el Plan de Asistencia Familiar en el año 1969, por el
cual las familias americanas recibirían 2.500 millones de dólares. Sin embargo,
fue tirado abajo en el senado por los demócratas.

Para
finales de los años setenta, la economía global entró en crisis y el proyecto
empezó a resultar demasiado caro para las arcas canadienses, lo que llegó al Gobierno
a cancelarlo y a seguir almacenando los documentos durante décadas, hasta que
en el año 2005 fueron redescubiertos por Forget. Un hallazgo que puede cambiar
para siempre la forma en que gestionamos los recursos económicos del Estado.

Anuncio
del nuevo gobierno


Finlandia, ¿primer país europeo en aplicar la Renta Básica Universal?
(Diagonal Global – 9/7/15)

(Por
Susana Moliner Delgado)

El
gobierno finlandés anuncia que apuesta por la renta básica universal,
convirtiéndose en el primer país europeo en hacerlo. Sin embargo, conviene
tomar con cautela este compromiso, dada la vaguedad del anuncio.

El
pasado mes de junio, el gobierno finlandés de centro derecha presentó su
proyecto piloto de renta básica. Dicha medida figuraba en el programa del nuevo
gobierno dirigido por el primer ministro Juha Sipilä, que tomo posesión el mes
pasado.

Los
detalles de la aplicación de esta medida no se han hecho todavía públicos. De
hecho, el anuncio gubernamental realizado el 16 de junio consiste en cinco
palabras: “implementar una renta básica experimental”.

Sin
embargo, el gobierno ha explicitado que todas las personas tendrán derecho a
percibir una cantidad periódica que cubra las necesidades vitales sin que por
ello deban realizar contraprestación alguna  Los ciudadanos que deseen tener un
estándar de vida más alto complementarán esta renta con un empleo asalariado o
una iniciativa empresarial.

El
primer ministro Sipilä considera que la renta básica es un instrumento crucial
para luchar contra la pobreza. “Si alguien pierde su empleo, el sistema tiene
que asegurarle un salario mínimo para satisfacer sus necesidades
fundamentales”, ha declarado.

La
introducción de esta renta básica eliminaría todas las prestaciones sociales
existentes, incluidas las pensiones. Por lo que el servicio público puede verse
significativamente reducido, lo que permitiría, según el gobierno finlandés,
hacer un ahorro sustancial. La experiencia comenzaría en las regiones con altas
tasas de desempleo.

Todos
los socios de la coalición del país nórdico parecen estar completamente
conquistados por el proyecto. Sin embargo, existen divergencias de opinión
respecto a la cuantía de dicho ingreso.

Según
la Alianza de la Izquierda tendría que fijarse en 620 euros al mes; los verdes
son más minimalistas, con una cantidad de 440 euros.

En
cuanto a los liberales, que son los más generosos, han evocado un rango de 850
a 1.000 euros por mes, tal y como ha mencionado el diputado Björn Wahlroos.
Según David J. Cord, columnista del Helsinki Times, la renta básica tendría que
ascender a 1.166 euros para asegurar ese objetivo declarado de acabar con la
pobreza.

Según
los últimos sondeos, el 79% de la población finlandesa apoya esta renta básica
universal. Por otro lado, también se ha observado una resistencia por parte de
los funcionarios que ven amenazados sus empleos.

 

 

Una
medida con muchos interrogantes

El
anuncio del nuevo Ejecutivo finlandés ha suscitado también dudas por su escasa
concreción, por el carácter condicionado o no de la prestación y por lo que
supondría de desaparición de todas las restantes ayudas y subsidios.

“Este
prematuro entusiasmo ha de ser disminuido por el realismo”, opina Otto Lehto,
responsable de la red BIEN, un grupo de discusión sobre la renta básica
universal incondicionada, quien apuesta por la cautela al valorar el anuncio.

“No
está del todo claro que se entienda el término en el mismo sentido, muchos
políticos lo que apoyan es una renta básica condicionada, evaluable y no
universal. Luego también hay elementos del gobierno, incluidos ministros
poderosos, que se oponen claramente a la renta básica y harán lo que puedan por
abortar este proyecto experimental”, añade.

En
su opinión, además, no está nada claro que la coalición de gobierno que forma
el Centre Party, True Finns y el National Coalition Party compartan la misma
propuesta sobre la renta básica. El primer partido parece más volcado con la
idea, sus dos socios muestran reticencias, afirma Lehto. “Aunque el Centre
Party ha conseguido incluir el proyecto de renta básica en la agenda del
gobierno, ésta no figura muy arriba en la lista de prioridades de los otros dos
partidos de la coalición”, asegura.

Efectos
y consecuencias de la “paguita”


Utrecht dará 1000 € al mes a sus ciudadanos a partir de 2016: la renta
básica a prueba (El Confidencial – 12/7/15)

(Por
Héctor Barnés)

A
partir de enero, algunos habitantes de la localidad holandesa recibirán entre
900 y 1.300 euros al mes para comprobar si de verdad sirve para algo o si por
el contrario es perjudicial

Hace
algo más de un año, la promesa de que Podemos implantaría una renta básica
universal si llegase al poder reabrió el debate sobre esta paga que, no
obstante, se remonta a muchas décadas atrás, cuando liberales como Milton
Friedman lo consideraron una alternativa a la protección estatal del Estado de
Bienestar. Ahora, la ciudad holandesa de Utrecht se propone llevar a cabo un
experimento que resuelva las grandes preguntas sobre dicha renta, sobre todo
si, como sus detractores afirman, percibir un dinero fijo garantizado provoca
que sus beneficiarios se despreocupen por la búsqueda de trabajo.

El
programa, que ha sido diseñado conjuntamente por el ayuntamiento de la ciudad y
su universidad, se implantará a partir de enero del próximo año y examinará de
qué manera cada una de las distintas rentas afecta a la vida de los que las
perciben. Los 300 participantes recibirán un cheque anual con una paga de entre
900 y 1.300 euros por familia, dependiendo de su número de miembros. De todos
ellos, 50 recibirán la paga completa sin que esta dependa de ningún otro factor
como tener trabajo u otros ingresos. Los tres grupos restantes estarán sujetos
a reglamentaciones diferentes y más exigentes. Además, existe un grupo de
control que percibirá los mismos beneficios y estará sujeto a las mismas
condiciones que cualquier otro ciudadano de la ciudad, como perder el derecho a
percibir la paga si no encuentran trabajo.

Como
recuerda un artículo publicado en The Independent, Utrecht es una de las
ciudades más peculiares de Europa en cuanto a su fuerza de trabajo, ya que
tiene la mayor proporción de empleados a tiempo parcial (un 46,1%) de todo el
continente. Una buena razón para ir un paso más allá y averiguar si una renta
básica garantizada permite una búsqueda de empleo más libre y la flexibilización
del mercado laboral, como defienden sus partidarios. En España, el porcentaje
de trabajadores a tiempo parcial representó el 16,25% durante el primer
trimestre del año.

Toma
el dinero y… ¿corre?

Este
experimento intenta averiguar a través de una aplicación temporal y limitada
las posibles implicaciones a largo plazo de este tipo de renta. Como ha
explicado a DeStad Utrecht Victor Everhardt, concejal de Empleo del
ayuntamiento, sus datos muestran que menos del 1,5% de los beneficiarios de sus
programas ha hecho mal uso del mismo, “pero antes de que todos entremos en un
debate honrado sobre si tendríamos que adoptar o no la renta básica, debemos
examinar primero si funciona de verdad”. Nienke Horst, una de las directoras
del proyecto, explicaba a Quartz que “hay gente que dice que no van a intentar
buscar trabajo, pero ya lo averiguaremos”.

Horst
se muestra optimista a tal respecto, ya que reconoce que su hipótesis es que
“más gente será un poco más feliz mientras sigue buscando trabajo”. Si el
experimento de un año de duración funciona, es posible que la ciudad holandesa
de algo más de 300.000 habitantes se convierta en la primera de toda Europa
donde se implante este programa que fue finalmente descartado por Podemos.

No
se trata de la primera vez que se realiza un experimento de este tipo. Como ya
contamos en un artículo previo, el proyecto Mincome, llevado a cabo en Dauphin,
una localidad agrícola de Canadá, proporcionó entre 1974 y 1979 una renta a sus
habitantes, aunque no fue hasta hace apenas unos años que la socióloga Evelyn
Forget examinó los resultados. Esta llegó a la conclusión de que no sólo la
violencia doméstica, los accidentes automovilísticos y las hospitalizaciones
psiquiátricas habían descendido, sino que esta renta no perjudicaba la búsqueda
de empleo de los ciudadanos, que disfrutaban de una mayor libertad a la hora de
elegir un trabajo u otro.

Sin
embargo, el experimento planteado en Utrecht es muy diferente al de Dauphin,
como explica la propia Forget. “Lo que pierdes al limitar el programa a los
actuales beneficiarios de las ayudas es la posibilidad de hacer la vida mejor
para los trabajadores pobres, la gente que obtiene sueldos bajos por trabajos
que a veces se cuelan entre las grietas del sistema existente”, ha explicado en
Quartz. En el experimento llevado a cabo en Canadá, todos los ciudadanos
recibieron la paga independientemente de su situación laboral. “Cuando tienes
un programa con más libertad, la gente tiene el poder de aceptar la
responsabilidad por sus propias decisiones y, creo, los resultados serán
beneficiosos”. Este proyecto puede extenderse pronto a otras localidades como
Nijmegen, Wageningen, Tilburgo y Groningen, que se encuentran en conversaciones
con el ayuntamiento de Utrecht y que están esperando permisos de La Haya para
poner en marcha sus propios programas de renta básica.

Sobre
la viabilidad económica de una renta básica universal (that is the question)

La
propuesta de creación de una renta básica universal (RBU) no es novedosa. De
hecho, desde 1986 existe una red europea, la Basic Income Earth Network (BIEN),
que tiene como objetivo fundamental impulsar el debate y el análisis sobre esta
propuesta (España cuenta con la denominada Red Renta Básica (RRB), como sección
oficial de la BIEN).

Las
principales características de la renta básica universal, que la distingue de
otras prestaciones ya existentes en la mayoría de los países europeos, son que
los destinatarios son los individuos y no los hogares o familias y el derecho a
su percepción no exige ningún tipo de requisito más allá de la ciudadanía, es
decir es independiente de la existencia de otras fuentes de renta y no requiere
una contraprestación laboral o que el individuo se encuentre en búsqueda activa
de trabajo.

El
Dividendo del Fondo Permanente (PFD) de Alaska financiado por una fracción de
los ingresos estatales derivados del petróleo y que reparte una renta anual
variable (en su historia ha variado desde 331 dólares en 1984 hasta 2.069
dólares en 2009) a todos los individuos que lleven al menos un año de
residencia sería un buen ejemplo de RBU.

La
primera cuestión que plantea la propuesta de renta básica es su viabilidad
financiera.

Según
Abraham Zacuto (Fedea – 19/1/15): “Una estimación sobre su coste
potencial en el caso español puede efectuarse sobre la base de las cifras de
población más recientes, que cifran el número de habitantes en España en 46,508
millones de personas a finales de 2013. Si se decidiera fijar la renta básica
en el denominado umbral de la pobreza, que se iguala habitualmente al 60% de la
mediana de la renta de los individuos de un país, la cuantía a percibir por
cada individuo, asumiendo que todos los ciudadanos cobraran la misma cuantía
con independencia de su edad o renta, sería de alrededor de 8.114 euros anuales
(cuantía estimada a partir de la información proporcionada por la Encuesta de
Condiciones de Vida correspondiente a 2013 de Eurostat). El coste para las
arcas públicas de un programa de estas características habría sido, por tanto,
de 377.365 millones de euros anuales en 2013 (cerca del 36% del PIB de ese
año). Si se optara por restringir la percepción de la renta básica a los
mayores de edad (la población mayor de 18 años en España se situó a principios
de 2014 en alrededor de 38,159 millones de personas), como en ocasiones se
defiende, el coste alcanzaría los 309.297 millones anuales, alrededor del 30%
del PIB en el caso español.

La
propuesta parece sugerir, que la renta básica sustituiría a las prestaciones
condicionadas actuales que se encuentran por debajo del umbral de la pobreza.
En el caso español es posible calcular la magnitud de estos “ahorros”, al menos
de forma aproximada. De acuerdo con la información disponible sobre
beneficiarios y cuantías medias de las distintas prestaciones existentes, el
establecimiento de una renta básica equivalente al umbral de la pobreza
permitiría reducir en alrededor de un 9% del PIB el gasto en prestaciones
sociales actuales. El coste neto de la introducción de la renta básica sería,
por tanto, de alrededor del 21% del PIB al año, bajo el supuesto de que solo se
aplicara a los mayores de edad.

Obviamente,
el sector público debería recaudar de los agentes económicos una cantidad
equivalente al coste neto estimado. En el caso español, su financiación
requeriría aumentar los ingresos públicos anuales de las Administraciones
Públicas en más de un 55% en relación con los recaudados en el año 2013. En
concreto, los ingresos públicos se situaron en 2013 en 393.468 millones de
euros (37,5% del PIB) y financiar la renta básica exigiría recaudar 220.328
millones de euros adicionales (21 puntos porcentuales de PIB). Las distorsiones
que un incremento de la presión fiscal de esa magnitud produciría son difíciles
de estimar pero necesariamente serían muy elevadas. Es más, la reacción
esperada de los agentes, tanto en términos de deslocalización de empresas como
de desincentivos a la participación laboral asociada a unos tipos marginales impositivos
extremadamente elevados o de incremento del fraude fiscal y la economía
sumergida, harían probablemente imposible recaudar esas cuantías. Como
referencia, los sucesivos incrementos del IVA durante la crisis, que han
situado el tipo general de este impuesto en el 21% desde el 16% vigente en
2007, habrían generado un incremento de recaudación, de acuerdo con las
estimaciones de la Agencia Tributaria, de alrededor del 2% del PIB, sin tener
en cuenta la reacción de los agentes, lo que representa solo una décima parte
de lo que se requeriría para financiar la renta básica.

Una
propuesta de estas características tendría, además, un efecto muy importante en
la composición de los flujos migratorios. Es razonable pensar que nuestro país
se convertiría en más atractivo para los inmigrantes de baja cualificación, que
tendrían derecho también a la renta básica, salvo que se limitara su pago a la
población de nacionalidad española…

Pero,
sin duda, algunos de los efectos más negativos de la propuesta se derivarían de
los incentivos negativos que generaría a la participación laboral. En la medida
que su percepción no incorpora ninguna condicionalidad, ni de búsqueda de
trabajo ni de participación en actividades formativas, los efectos sobre la
participación laboral pueden ser especialmente negativos para aquellos
colectivos que probablemente se pretende proteger, que es el de las rentas más
bajas. La percepción de un subsidio incondicional genera un efecto renta que
permite a cualquier individuo consumir lo mismo trabajando menos, con lo que
hay un evidente desincentivo a trabajar…

Finalmente,
es importante subrayar que una medida de estas características situaría el peso
del gasto público en la economía española en niveles cercanos al 65% del PIB,
dado que el gasto público sobre PIB se situó en España en el 44,3% del PIB en
2013. Esta es una magnitud que no se observa en ninguna economía desarrollada o
en vías de desarrollo, con la excepción de Libia, país en el que esa ratio
alcanzó un 70% en 2013. Es un nivel que se sitúa 15 puntos de PIB por encima
del promedio del área del euro y 25 puntos de PIB más elevado que el observado
en la media de los países del G20. Francia, país europeo en el que esta ratio
alcanzó un nivel más elevado en 2013, presentó también en ese año una ratio
significativamente más baja, del 57% del PIB. El nivel de redistribución de la
renta asociado a ese nivel de gasto público y de los impuestos necesarios para
financiarlo no tendría parangón en las economías mundiales lo que como no puede
ser de otra forma llevaría asociadas consecuencias económicas de calado”…

“La
verdad de la milanesa” (ceteris paribus)

“Lo
que no puede ser no puede ser y además es imposible” (como decía Rafael “El
Gallo”, que según los entendidos ha sido quizá el torero más genial de todos
los tiempos).

Habrá
que buscar otras alternativas, que sean viables financieramente, que se
otorguen únicamente a la parte desprotegida de la sociedad, que no desalienten
la búsqueda de trabajo, que se concedan a cambio de algún tipo de prestación
social sustitutoria, que no afecten a otros servicios públicos (sanidad,
educación, pensiones…), que solo se concedan a los nacionales de cada país… y
“siguen las rebajas”.

Mientras
esperamos que los “robots” nos coman la merienda, algo habrá que hacer con la
ingente masa de desocupados (¿50%, 70%, u 80% -según quien haga el cálculo- de
la población activa?) que se vaya generando durante el proceso de reemplazo (de
los hombres por las máquinas).

Supuestamente,
ganarán el pan “sin” el sudor de su frente… ¿y qué más? ¿Se quedarán conformes
en su nuevo status de “precariado”? ¿Estarán todos dispuestos a ser
“prosumidores”? ¿Se dedicarán todos al ocio y las redes sociales? ¿Formarán la
legión de los beneficiarios del “tittytainment”?

En
realidad, no me interesa debatir, por “inabarcable” (para mi humilde condición
de simple comentarista de sucesos económicos), si terminaremos todos
“evaporados” por los “dark pools”, los “hedge funds” los “black holes”, la
“artificial inteligence”, la “ciclogénesis tecnológica explosiva”,  el “vórtice
polar informático extremo”, el “tsunami de la estulticia heredada” o por el
“terremoto de la sinrazón autogenerada”.

Como
cristiano, estoy en disposición de aceptar que cualquiera de ellas pueda ser la
forma que adopte el “Fin del Mundo” y llegue el “Día del juicio final”. Aunque,
si es por elegir, preferiría que nos destruya un asteroide y no que lo hagan
las relaciones de producción.

Nos
dicen las Escrituras, que vendrá el día en que estaremos de pie ante Dios para
ser juzgados. También nos enseñan que todos seremos valorados según nuestras
obras.

“Y
vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante de Dios; y los libros
fueron abiertos; y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida. Y
fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros,
según sus obras…

Y
el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el infierno
entregaron los muertos que había en ellos; y cada uno fue juzgado según sus
obras”… 
(Apocalipsis).

Lo
que sí me importa discutir, es el “mientras tanto”. ¿Qué hacemos con la gente
económicamente “sobrante”, hasta el día que la “inteligencia artificial” ponga
el “The end” en esta peli surrealista?…

Descripción: Hombre feliz con carretilla llena de dinero.

 

Por supuesto que hay
críticas fuertes de quienes piensan que la RBU no es una buena idea.


(Febrero 2017) Summ cuique tribuere (recorriendo la hemeroteca de cabotaje)

 

Descripción: Imagen de 'Tiempos modernos', de Charles Chaplin, un icono de la Revolución Industrial

 


¿Una renta básica europea? (El Mundo – 28/9/14)

(Por
Carlos Fresneda)

“¿Debería
el Estado facilitar una paga mínima incondicional a cada ciudadano?”. Ésa será
la pregunta a la que podrán responder en un par de años los suizos en un
referéndum del que poco se ha hablado hasta ahora. Y ésa es también la
cuestión de fondo que se están plateando ya en varios países europeos donde la
Renta Básica ha pasado de ser “una utopía del ayer a una propuesta para el
futuro inmediato”.

Le
tomamos la palabra a Stanislas Jourdan uno de los participantes en la primera
cumbre de Renta Básica Incondicional Europa (UBIE) que se ha celebrado este fin
de semana en Atenas, al rebufo de la iniciativa ciudadana que logró reunir más
de 300.000 firmas en 28 países hace apenas nueve meses.

En
las cercanías del Partenón, en el Centro Cultural Melina Mercouri, ha resonado
estos días la iniciativa de consulta popular ya en marcha en Suiza (Bernard
Kundig) y también la incipiente propuesta en Grecia, encabezada por el
eurodiputado del Partido Verde Nikos Chrysogelos.

A la llamada ateniense acudió el profesor de la Universidad de
Londres Guy Standing, cofundador de BIEN (Basic Income Earth Network) y autor
de libro-bandera de los tiempos que corren: “El Precariado: una nueva clase
social”. Sostiene Standing que el “precariado” es esa nueva mayoría silenciosa
golpeada por el desempleo, la incertidumbre laboral y el desmantelamiento del
estado del bienestar. Asegura el académico británico que las políticas de
austeridad han creado un callejón sin salida para millones de ciudadanos
europeos, jóvenes y no tan jóvenes, condenados a vivir en precariedad.

En este contexto de desigualdad creciente y situaciones de exclusión
social cada vez más patentes en los países europeos, se hace urgente y
necesario pensar en otra forma de compartir y redistribuir los ingresos, que cada
vez llegarán más del capital y de los mercados financieros. Y es ahí donde
entra en juego la renta básica: un ingreso pagado incondicionalmente por el
Estado como “derecho de ciudadanía”.

“La
renta básica es ante todo una cuestión de dignidad y libertad”, intervino desde
Barcelona el economista Lluís Torrens, invitado en la lejanía a la conferencia
de Atenas. “Principalmente, la dignidad de los que están con mayor riesgo de
exclusión social, que en España son los jóvenes y los mayores de 50 o 55 años, y
también la mujeres y los mayores, que han sido golpeados duramente por la
crisis. Y libertad, porque nadie se puede considerar libre si las condiciones
materiales de sus existencia dependen de un mercado laboral que ha caído en
manos del capitalismo neoliberal”.

Según
Torrens, profesor asociado de la Escuela Superior de Negocios Internacionales
(Universitat Pompeu Fabra) y miembro de la Red de Renta Básica, las pensiones y
los subsidios “condicionales” del Estado han logrado contener temporalmente la
revuelta social, “pero ese colchón está desapareciendo progresivamente, y lo
que es peor, la pobreza se extenderá de las familias desempleadas a sus
parientes jubilados”.

Datos
preocupantes sobre España

Frente
a los indicadores que hablan de la paulatina recuperación de la economía
española, y pese a los problemas técnicos (su conferencia tuvo que al final ser
leída “in situ” por un voluntario), Torrens puso datos preocupantes sobre la
mesa: “España se ha convertido en el segundo país más desigual de Europa después
de Letonia. Casi el 30% de la población está en riesgo de pobreza o de
exclusión social. Según Intermon Oxfam, España podría tener 20 millones de
pobres en el 2015”.

Es
precisamente en países como España y Grecia, duramente atacados por la crisis y
el desempleo, donde el economista catalán ve más posibilidades a una iniciativa
como la Renta Básica (RB). El propio Lluís Torrens, junto con Daniel Raventós y
Jordi Arcarons ha demostrado la viabilidad de la RB en dos estudios para
Cataluña y Guipúzcoa. A nivel estatal, asegura, la financiación de una renta
básica universal (de 650 euros por cabeza) costaría menos de 50.000 millones de
euros, o el 5% del Producto Interior Bruto.

“Existen grandes errores de cálculo entre los detractores e incluso
entre los defensores de la renta básica”, advierte Torrens. “Tampoco mucha
gente entiende que una renta básica combinada con un tipo único sobre la renta
es más progresivo que el actual sistema de tarifas marginales crecientes del
IRPF”.

En
cualquier caso, la RB ha saltado a la agenda política de la mano de partidos
como Podemos. “En el programa de dos candidatos alternativos a la secretaría
general del PSOE ya estaba también incluida una propuesta, aunque no estoy
seguro de que el PSOE quiera aceptarla mientras los grandes sindicatos no estén
a favor”, admite Torrens. “Ahora bien, si la izquierda alternativa avanza,
podría haber un debate y empujar a los grandes partidos a mover ficha”.

“La RB es perfectamente viable y además es mucho más racional y
efectiva que el actual sistema de ayudas condicionadas”, sostiene Torrens. “Las
ayudas actuales pueden provocar la trampa de la pobreza: los beneficiarios
prefieren seguir disfrutando de ellas que ponerse a trabajar, porque entonces
pierden la ayuda y luego les cuesta mucho tiempo recuperarla… Y no es cierto
que la RB fomente el parasitismo, más bien lo contrario: hay estudios que
demuestran que sirve para empoderar a los trabajadores, para ayudar a
emanciparse a los jóvenes y a las mujeres, para evitar la exclusión social y financiera”.

“Con
variantes más o menos disimuladas, la RB es ya una realidad en los países
nórdicos, donde nadie se queda sin lo básico para sobrevivir”, afirma Torrens,
que insiste en la necesidad de una revisión a fondo del tiempo de trabajo para
hincar el diente al grave problema del desempleo: “Paradójicamente, en España
se trabajan muchas más horas que en los países con bajo paro. Si los españoles
se repartieran las horas de trabajo de una manera similar a Holanda o Alemania,
nuestro paro sería similar al suyo”.

“La
Renta Básica permitiría avanzar al mismo tiempo hacia un mejor reparto del
trabajo”, concluye el profesor de Universitat Pompeu Fabra. “Lograríamos crear
empleo sin incrementar costes, y las rentas más bajas y medias saldrían ganando
(la reducción del salario total se vería sobrecompensada con la RB). No es la
cuadratura del círculo, porque habría problemas para su aplicación, pero creo
realmente que se le parece… La Renta Básica sería un colchón de seguridad y
podría contribuir a producir un verdadero cambio en las relaciones laborales en
nuestro país”.

– 6
ventajas de la Renta Básica frente a la Renta Mínima (Economistas sin fronteras
20/1/15)

(Por Juan A. Gimeno)  

Los sistemas de rentas mínimas que intentan paliar las
situaciones más angustiosas de necesidad son complejos, heterogéneos y
escasamente eficaces.

Con los datos de 2010, sería viable una renta básica de
4.755,80 euros anuales (396,32 euros mensuales). Obsérvese que para una familia
de dos adultos y dos menores, la renta básica supondría 12.365,18 euros al año.

La
desigualdad y los índices de pobreza vienen creciendo de forma alarmante, y muy
especialmente en nuestro país por las políticas aplicadas bajo el pretexto del
control del déficit presupuestario.

La
mayor parte de las prestaciones actuales implican el reconocimiento público de
situaciones de marginación.

Los
sistemas de rentas mínimas que intentan paliar las situaciones más angustiosas
de necesidad son complejos, heterogéneos y escasamente eficaces. Buena parte de
los posibles beneficiarios no acceden a las ayudas, los costes administrativos
de gestión son muy altos, tanto para la administración pública correspondiente
como para el propio sujeto beneficiario, sometido a farragosos controles y
trámites administrativos. Es sangrante el importante retraso que se sufre desde
el momento en que se inician los trámites de solicitud y el efectivo disfrute
de la prestación, con el consiguiente efecto de desprotección temporal.

El
hecho de que las prestaciones estén condicionadas al cumplimiento de
determinadas circunstancias y que sean habitualmente incompatibles con la
obtención de empleo u otros ingresos, suponen un desincentivo al empleo y un
estímulo a la economía sumergida (trampa de la pobreza). La mayor parte de las
prestaciones implican el reconocimiento público de situaciones de marginación,
con lo que ello supone de estigmatización social.

La propuesta de una renta básica viene a ser una respuesta adecuada
a todos estos inconvenientes, que se convierten así en sus grandes ventajas:

1.
Es una medida directa y eficaz contra la pobreza.

2.
Es de muy sencilla aplicación y gestión, por lo que es relativamente
fácil asegurar el acceso universal y la equidad en su recepción.

3.
Se reducen drásticamente los costes de gestión relacionados, con lo
que ello implica de ahorro de recursos para las administraciones y para los
ciudadanos.

4.
La prestación es previa y automática, por lo que se evitan retrasos
indebidos en su disfrute.

5.
La compatibilidad explícita con cualquier otro ingreso permite obviar
la trampa de la pobreza, así como eliminar incentivos al fraude y las barreras
para aceptar ofertas de empleo.

6.
Desaparece cualquier atisbo de estigmatización social o vergüenza.
Es un derecho universal por el mero hecho de ser ciudadano y miembro de una
colectividad.

La
renta básica sería percibida por todo ciudadano mayor de edad con residencia
permanente. Los menores de edad tendrían derecho, en su caso, a una prestación
menor.

Dos grandes críticas se hacen a la propuesta de renta básica: el
desincentivo al trabajo y su inviabilidad financiera.

Pero la renta básica elimina la trampa de la pobreza pues los
ciudadanos saben que los posibles nuevos ingresos de un trabajo no hacen perder
el subsidio que perciben. Ello hace más atractivo todo nuevo ingreso puesto que
es adicional y no alternativo. No cabe esperar un efecto grave sobre la oferta
de trabajo.
Quizás se avanzaría hacia un mejor reparto del trabajo existente por cuanto que
una pequeña parte de los trabajadores podrían desear horarios más reducidos.

¿Vamos a estar pagando con nuestro trabajo a los vagos? Sabiendo que
ese supuesto afectaría a una pequeña minoría, la primera reflexión es que en
situaciones de pleno empleo quizás pudiera discutirse; pero existiendo altos
índices de desempleo, posibilitar una “selección natural” de los parados
supondría previsiblemente un incremento de la productividad. Por otra parte,
probablemente gastamos más en intentar dejar fuera de subsidios al vago (con
dudoso éxito) que lo que nos costaría pagarles directamente una renta básica.

Un comentario común entre los críticos es que resulta rechazable
entregar un subsidio de igual cuantía al pobre que al millonario. Ya en el IRPF
existe un mínimo personal y familiar que implica de hecho una reducción para
todos. De hecho, la situación actual implica que se entrega un subsidio de
mayor cuantía al millonario que al pobre.

Los
números de la Renta Básica

En
todo caso, para hacer viable financieramente la propuesta, a partir de un
cierto nivel de renta y de forma progresiva se reduciría la cuantía percibida
en concepto de renta básica hasta llegar a anularse para los ciudadanos
situados en el extremo superior de la escala de ingresos, a través de un
recargo en el IRPF.

Si consideramos que:

§ la renta
básica absorbería la casi totalidad de las prestaciones asistenciales actuales
y la parte correspondiente de las contributivas.

§ se
suprimirían deducciones y prestaciones familiares actualmente existentes.

§ habría un
pequeño ahorro de gestión.

§ el aumento
de renta que supondría para los niveles inferiores de renta propiciaría un
relanzamiento del consumo y de la recaudación tributaria… estimamos que
deberíamos recuperar en el IRPF poco más del 40% del programa. O lo que es lo
mismo, que se autofinanciaría el 60% del coste total (v. cuadro).

 

Descripción: http://www.elsalmoncontracorriente.es/IMG/png/renta_basica.png

 

Ello
permitiría una renta básica de 4.755,80 euros anuales (396,32 euros mensuales).
Obsérvese que para una familia de dos adultos y dos menores, la renta básica
supondría 12.365,18 euros al año, 1.030,43 al mes. Y la mayoría de las rentas
mínimas actuales suponen, para situaciones familiares, importes menores al
citado.

En
todo caso, la propuesta de una renta básica es viable y conveniente por lo que
supondría de simplificación, automatismo, reducción de la pobreza y la economía
sumergida, y mejora en la equidad de nuestro sistema de protección social.


Finlandia, Suiza y Utrecht inician el camino (El Salmón Contracorriente
19/7/15)

(Por
Juan Gimeno – Economistas sin fronteras) 

Europa
pierde el miedo a la renta básica para la ciudadanía

El
viejo continente parece poco a poco romper el tabú de la renta básica y ya son
varias las administraciones locales y nacionales, las que comienzan a apostar
por una figura económica que fuera de las fronteras europeas ya ha registrado
experiencias de éxito en la reducción de la pobreza y las desigualdades.

¿Qué
tienen en común dos países como Suiza y Finlandia? ¿Y estos dos con la ciudad
holandesa de Utrecht? Seguramente, más de lo que se podría pensar. Un ejemplo
de ello son las noticias que se han conocido en las últimas semanas en relación
con la implantación de una renta básica para sus ciudadanos.

En
Suiza, un comité popular ha conseguido más de las 100.000 firmas necesarias
para convocar el referendo con el que los suizos decidirán si se aprueba o no
que cada ciudadano cobre una renta de 2.500 francos suizos al mes de forma
incondicional y con independencia de que trabajen o no.

La
ciudad de Utrecht va a poner en marcha, a finales de verano, un experimento
para determinar si la sociedad puede funcionar introduciendo una renta básica
universal.

El
pasado 16 de junio, el gobierno finlandés de centro derecha ratificó
formalmente su compromiso, que figuraba en su programa electoral, de
“implementar una renta básica experimental”.

Aunque
en los dos últimos casos está presente el carácter “experimental” de la medida
económica, la coincidencia de las tres noticias demuestra que se está perdiendo
el miedo a plantear en serio la implantación de esa figura.

En
el caso de la ciudad holandesa, la cuarta más poblada de los Países Bajos con
más de 330.000 habitantes, el experimento consistirá en el seguimiento de tres
grupos: uno de control, que no tendrá cambio respecto a las normas actuales;
otro con una renta básica sin requisitos y un tercero en el que sí se controlará
esa renta.

Según
las autoridades utrechtenses, menos del 1,5% abusan de los servicios sociales y
debe estudiarse si no funcionará mejor un sistema basado en la confianza. En la
actualidad, reconocen, los posibles beneficiarios se enfrentan a un bosque de
sistemas de control y de normas burocráticas de dudoso resultado.

El
gobierno de Finlandia recién elegido promete que todas las personas tendrán
derecho a percibir una cantidad periódica que cubra las necesidades vitales sin
que por ello deban realizar contraprestación alguna. Según los sondeos,
el 79% de la población finlandesa apoya esta renta básica universal.

Es
obvio que no cabe caer en la euforia. En el caso suizo se trata de una
propuesta que no es fácil que resulte vencedora cuando se someta a votación. El
carácter conservador y de coalición del gobierno finlandés aconseja ser
precavidos hasta ver en qué acaba la propuesta y ver si no supone un detrimento
del estado de bienestar. Y el experimento holandés puede quedar en un simple
estudio universitario más, que venga a añadirse a las experiencias exitosas
anteriores, sin que por ello los políticos se atrevan a dar el paso decisivo.

La
renta básica en el resto del mundo

Entre
1974 y 1979, el pueblo canadiense de Dauphin experimentó la renta básica universal.
Cada familia recibía una renta mínima mensual. La cantidad variaba entre unos
casi simbólicos 100 dólares mensuales a unos 5.800 anuales para los que
carecían de otros ingresos.

Se
constató que la motivación para buscar y rendir del principal trabajador de la
familia no disminuía. Las investigaciones también mostraron que los ciudadanos
elegían con mayor libertad el trabajo que podían llevar a cabo. Sí hubo un
pequeño descenso en la ocupación de los adolescentes y las madres de niños
pequeños.
Los primeros se veían liberados de la necesidad de apoyar económicamente a sus
familias con lo que un mayor número de adolescentes terminó sus estudios. Entre
otros efectos, se constató que se redujeron las visitas al médico, la salud
mental de los ciudadanos mejoró y descendieron la violencia doméstica, los
accidentes de coche y las hospitalizaciones psiquiátricas.

Por
lo tanto, la medida no sólo no perjudicó el mercado laboral, sino que
incrementó notoriamente el bienestar general de la población.

Conocemos
también un experimento de puesta en marcha de una renta básica en la región
Otjivero-Omitara de Namibia. En julio de 2007 se entregó una renta básica
mensual de 100 dólares namibios a cada residente menor de 60 años. A finales de 2008,
algunos de los resultados observados fueron los siguientes:

La
pobreza se redujo del 76% al 16%.

La
población (mayor de 15 años) involucrada en actividades económicas pasó del 44%
al 55%, sobre todo por el inicio de pequeños negocios gracias al subsidio
recibido.

La
malnutrición infantil descendió del 42% al 10%.

Las
tasas de absentismo escolar pasaron del 40% a prácticamente cero.

La
delincuencia se redujo en tasas del orden del 42%, de acuerdo con datos de la
policía local.

Se
redujo la deuda media de los hogares en un 36%.

En
Alaska, existe desde hace años un fondo procedente del capital que genera la
explotación de minerales y petróleo en el Estado. Toda persona que reside
legalmente en el estado durante un mínimo de 6 meses recibe un ingreso en
función del rendimiento del fondo, del orden de los 2.000 euros anuales. Ninguna autoridad
ha cuestionado sus virtudes, ni siquiera la conservadora gobernadora Sarah
Palin. Nadie habla de efectos perversos de tal renta y Alaska es el segundo
estado con menor desigualdad en los Estados Unidos, solo superado por Utah.

La renta básica supera los inconvenientes de los programas
tradicionales de rentas mínimas: porque es incondicionada y automática, sin
necesidad de solicitud ni aprobación previa; se recibe antes incluso de que
aparezca la necesidad, evitando los retrasos de los sistemas vigentes que
llegan a una media de doce meses; exige una gestión mínima frente al actual
laberinto burocrático; es compatible con otros ingresos, por lo que elimina la
trampa de la pobreza y los posibles incentivos a la economía sumergida; evita
la estigmatización de la pobreza; y puede graduarse fácilmente, a posteriori,
en función del nivel de renta (lo que permite también garantizar su viabilidad
financiera).

Las
noticias reseñadas al inicio parecen mostrar que el avance hacia la
implantación de una renta básica es consistente. Con las ventajas descritas y
las experiencias de aplicación disponibles tan favorables, la pregunta es ¿por
qué no abandonamos los experimentos para pasar ya a su puesta en marcha? ¿Aparecerán
políticos valientes, con capacidad de liderazgo para atreverse definitivamente
a hacerlo?


Unos 40 municipios holandeses planean experimentar con renta básica
universal (La Vanguardia1/8/15)

(Por
María López Fontanals)

Unos 40 municipios holandeses examinan la viabilidad de proyectos
piloto que investiguen sobre la renta básica universal y ofrezcan soluciones
alternativas al actual sistema de subsidios sociales, reflejando un creciente
interés en Holanda por este tipo de ingreso ciudadano.

Se
trata de una popularidad que además ha alcanzado niveles internacionales desde
que medios como el británico “The Independent” se hicieran eco de los planes de
la ciudad de Utrecht en poner en marcha un proyecto piloto basado en esta renta
básica universal.

El
concejal de Trabajo de Utrecht y uno de los responsables de que se lleve a cabo
el proyecto, Victor Everhardt, explicó a Efe que la ciudad está “todavía
trabajando en el diseño de nuestro plan” y “probablemente no empezaremos hasta
el próximo año”.

Utrecht
tiene ya definido “el esquema básico del experimento”, que “durará un año”, y
al que invitarán a participar “a todas las personas con prestación social en
Utrecht” y para el que necesitan “al menos 250 personas para llevarlo a cabo”,
indicó.

Estas
personas, que serán elegidas al azar entre los solicitantes, “se dividirán en
cinco grupos”.

Uno
que estaría “controlado”, siguiendo las normas actuales, “otros tres que se
administrarán con normas más flexibles” y “uno que se establecerá sin reglas ni
ningún requerimiento y que será el “más parecido a la renta básica universal””,
concretó el técnico.

Para
Everhardt, la idea de este experimento “surge de la voluntad de simplificar las
normas y los requisitos actuales en materia de bienestar”, porque “muchas no
contribuyen a nuestro objetivo común de ayudar a la gente a encontrar trabajo”,
entre otros.

En Utrecht creen que “las normas y regulaciones en materia de
bienestar actuales deben y pueden simplificarse” y ahora se trata de investigar
“cuál es la combinación que mejor funciona”, añadió.

Pero es más, en toda Holanda otras “40 poblaciones están poniendo en
marcha experimentos vinculados a la renta básica”, señaló en declaraciones a
Efe el econometrista holandés especializado en renta básica, Sjir Hoeijmakers.

La
cifra es aproximada porque cada una se encuentra en un estadio diferente y
algunas “son tan incipientes que no podemos saber hasta dónde llegarán”,
afirmó.

Este
joven experto, que finalizó sus estudios el año pasado, ha terminado
dedicándose a tiempo completo a la renta básica universal desde que concluyera
con éxito su propia campaña de micromecenazgo a través de la que cobrará 1.000
euros mensuales durante dos años.

“Creo
que ahora es el momento para dedicarse a investigar, escribir o crear sinergias
alrededor de la renta básica en Holanda porque están teniendo lugar muchas
iniciativas muy interesantes”, comentó el experto.

Iniciativas
que, según Hoeijmakers, “son muy diversas e interesantes” porque “en algunos
casos son ciudadanos corrientes quienes las están poniendo en marcha o
políticos”, y a veces incluso “académicos o técnicos de los servicios
sociales”.

Además,
“están despolitizadas” porque “incluyen miembros de todos los partidos
políticos en Holanda”, concreta.

De
entre los proyectos pilotos, “ocho son bastante prometedores y están en proceso
de concretarse”, explicó este joven de 24 años.

Entre
ellas, Utrecht, Tilburg, Wageningen y Groningen ya están trabajando en un plan
más concreto, recalcó, y algunos ya se han puesto en marcha.

Existe
otro segundo grupo que incluye las poblaciones de Nijmegen, Maastricht,
Amsterdam y Geldrop-Mierlo que están investigando para ver qué experimento
llevar a cabo, especificó.

En
general, todos son experimentos alrededor de la renta básica, pero no todos experimentan
al mismo nivel y, según Hoeijmakers, “existen dos direcciones claras”.

Por
un lado están “los experimentos que trabajan en exigir menos condiciones para
acceder a la prestación social” y por otro lado “aquellos dirigidos a eliminar
la denominada trampa de la pobreza”

Esta
última tendencia en la que encontramos iniciativas como la de MIES en Groningen
o la de “Ons basis inkomen” (nuestra renta básica en español) a nivel de país,
“es en realidad la que más se acerca a la renta básica universal que consiste
en la asignación de una cantidad monetaria incondicional para toda la
población”, puntualizó Hoeijmakers.

Ambas
iniciativas, siguiendo el modelo iniciado por Michael Bohmeyer en Berlín
“promocionan campañas de financiación colectiva para ofrecer rentas básicas a
personas sin condiciones” con el objetivo o bien de “permitir a la gente que
sus prestaciones duren más tiempo” o simplemente puedan “ganar dinero extra”,
indicó.

Aunque
para este experto holandés “la renta básica universal es un sistema de
redistribución de la riqueza más equitativo que el actual”, independientemente
del nivel de pureza de las iniciativas, “el reto ahora es trabajar con estos
experimentos, que nos muestren los fallos y aquello que realmente funciona para
hacernos las preguntas correctas y crear debate y sentar las bases”.


¿Cuánto debemos temer a los robots? (El Confidencial – 6/9/15)

Numerosos trabajos pueden desaparecer en el futuro. El remedio está
en aumentar la formación y apostar por una renta complementaria que ayude a
quienes perciben los salarios más bajos

(Por
Luis Garicano)

¿Recuerdan
la leyenda del inventor del ajedrez? El rey, encantado con el invento, ofreció
al inventor una recompensa. El inventor le pidió cobrar 1 granito de trigo por
el primer cuadrado, 2 por el segundo, 4 por el tercero, y así sucesivamente. El
rey, con escasa habilidad aritmética, dijo sí. Desgraciadamente para él, la
suma de granitos es fácil de calcular aritméticamente, pero inimaginable para
nuestras mentes. El resultado del cálculo es aproximadamente 1.8 con 19 ceros
detrás. Escríbanlo: el número de granitos tiene 19 ceros. Hagan un poco de
aritmética mental y se convencerán. Los granitos de la casilla 10 son 1.024, y
los de la 11 son 2.048: en cada casilla hay más granos que en la suma de todas
las casillas anteriores. Multiplicar por 1.000 lleva diez casillas, luego en 60
habremos multiplicado por 1.000 6 veces, y esto tiene 18 ceros. Wikipedia nos
informa de que este número de granitos es la producción global de trigo de… ¡21.000
años!

Pues bien, la progresión de las tecnologías de la información que
utilizamos para leer nuestro WhatsApp o El Confidencial es como la de
los granitos de trigo en el tablero. La ley que ha guiado esta evolución, la
Ley de Moore, formulada por el co-fundador de Intel (el fabricante de
microchips) en 1965, dice que el número de transistores en un circuito
integrado se dobla cada 20 meses, y como consecuencia, la capacidad de los
ordenadores se dobla cada 18 meses. Es decir, como
los granitos de arroz del cuento, entre hoy y el 6 marzo del 2017, la capacidad
de los ordenadores crecerá lo mismo que desde 1941 hasta hoy. Los
ejemplos de esta progresión son muchos: el ordenador del Cohete Apollo que
llegó a la luna (el Apollo Guidance Computer) tenía 64 kbytes de memoria, que
es menos de lo que tiene el tostador de su casa.

Y
esta progresión explosiva de las tecnologías de la información determinará la
respuesta a la pregunta clave para el destino de la economía, y de nuestras
vidas laborales, en las próximas décadas: ¿cómo cambiarán los robots el empleo?
Hay una cosa segura, espero, tras nuestro pequeño ejercicio de aritmética: los
ordenadores y la automatización avanzarán mucho. ¿Pero cuánto? ¿A qué empleos
afectarán?

Empecemos
por lo más sencillo. El principio clave es fácil de entender: las ocupaciones
más en peligro son aquellas que consisten en tareas rutinarias, es decir,
tareas que pueden ser descritas por procedimientos definidos por unos pasos
concretos, predecibles, y que por tanto pueden ser descritas por un algoritmo.
Por ejemplo, casi todas las tareas en la cadena de montaje de una fábrica de
coches son procedimientos rutinarios (“torcer la tuerca A y meter el tornillo
B; luego apretar”) que ahora hacen robots. O las tareas de muchos empleados en
banca o en seguros, que se dedicaban a rellenar papeles a bolígrafo, copiarlos
y archivarlos.

Los trabajos que, por el contrario, mejor resisten a esta evolución
de la tecnología de la información son de dos tipos: los trabajos manuales del
sector servicios y los trabajos intelectuales más abstractos. Los primeros,
“manuales en servicios”, como cuidar un bebé, hacer las camas del hotel, cuidar
un jardín, proteger la seguridad de un banco, han visto enormes crecimientos
recientes de demanda, con incrementos tanto del número de empleados como de su
sueldo. También los segundos, cognitivos abstractos, como escribir un programa
de ordenador o imaginar el guion de una serie de televisión, han visto estos
aumentos de demanda, con aún mayores crecimientos de sueldos y empleos.

La consecuencia de estos cambios es la “polarización” del mercado de
trabajo, su concentración en los extremos alto y bajo: la tecnología ocasiona
la destrucción de muchos de los empleos “de clase media” que proporcionaban a
enormes segmentos de la población una existencia tranquila, productiva, y bien
remunerada, sin mayores cambios pero también sin mayor inseguridad. En su lugar
vemos más empleos con baja remuneración (el empleo manual en servicios) y más
empleos con elevados salarios (el empleo abstracto cognitivo).

El problema al aplicar esta sencilla hipótesis es que, dada la
progresión geométrica con la que comenzábamos, el número de tareas que los
ordenadores son capaces de hacer se expande continuamente. En cierto modo lo
que hoy consideramos que no es nada rutinario (escribir un artículo en el
periódico) mañana puede ser rutinario y hecho por el ordenador. En un reciente
libro, los economistas Brynjolffson y McAfee ilustran este problema con un
ejemplo fabuloso. En 2004, dos economistas ilustres habían usado la
conducción como ejemplo de tarea difícilmente rutinizable. Escribían: “Girar a
la izquierda con tráfico requiere tantos factores que es difícil imaginar que
se puedan descubrir las reglas que imiten el comportamiento de un conductor”.
Pues bien: en 2010, solo 6 años después de que a estos economistas les
pareciera imposible que los robots pudieran conducir, Google anunciaba un coche
que se conducía sólo. Mirando hacia adelante parece
claro que ocupaciones que parecían imposibles de reemplazar, como conductor de
camiones o buses, pueden no existir en 30 años. Lo mismo puede suceder con los
radiólogos (los Rayos X los puede diagnosticar un buen sistema experto), los
traductores (Google translate ya es un buen punto de partida) o, por qué no,
los periodistas.

Por
otro lado, no cabe asustarse en exceso: la preocupación por lo que el progreso
tecnológico puede hacer al empleo ha existido desde hace mucho tiempo. La
mecanización de la agricultura expulsó a millones del campo, que encontraron
trabajo en la industria. Luego los robots desplazaron a los trabajadores de la
industria, que encontraron empleo en el sector servicios, en empleos que hace
40 años eran en muchos casos inimaginables, desde profesores de zumba en el
gimnasio a “coaches de mindfulness”. Lo más probable es que esto siga
sucediendo, es decir que la economía dinámicamente genere nuevos empleos y
nuevas necesidades a medida que hay exceso de trabajadores en algunos
segmentos. Además, muchos empleos simplemente nunca se automatizarán: bomberos,
fisioterapeutas, ortodoncistas.

¿Qué debemos hacer ante esta evolución del trabajo? Dos
medidas me parecen necesarias: tenemos que incrementar la formación, para
asegurar que los trabajadores pueden adaptarse a los cambios que vengan. Pero
la formación que ahora adquieren nuestros estudiantes debe cambiar. Se trata,
más que de enseñar conocimientos concretos que se harán deprisa obsoletos, de
enseñar a los estudiantes a aprender. Deben aprender a aprender.

Pero la educación no es suficiente en un mundo con el rápido cambio
tecnológico que experimentamos. Muchos se encuentran en callejones sin salida
con bajos salarios, en empleos de servicios que no generan los ingresos
suficientes para salir adelante. Aquí mi opinión es que la sociedad debe
complementar estos bajos ingresos, que serán cada vez más frecuentes, para que
alcancen un salario digno que haga que el trabajo pague suficiente para vivir
la vida que uno desea.
Las dos alternativas posibles que hay parecen crear nuevos problemas:
primero, introducir en vez de un complemento salarial
un salario mínimo más alto parece de todo punto
contraproducente, porque acelerará la tendencia de sustituir trabajadores por
máquinas que se quiere combatir. En segundo lugar, introducir una renta mínima
básica para todos es una medida aparentemente satisfactoria, pero puede crear
una enorme “subclase” marginada en las afueras del mercado de trabajo. Nuestra
solución garantiza la participación laboral de los trabajadores y la dignidad
que eso conlleva para ellos.

Por
tanto mejorar la Educación para facilitar a los jóvenes, y no tan jóvenes, el
acceso a los nuevos empleos e introducir una medida de complemento de las
rentas para los empleos que crecerán de servicios manuales, tales como el
cuidado de niños y ancianos, de protección, etc. son dos ejes clave que responden
a los retos de este cambio tecnológico.


Alaska: el experimento de la renta básica que sí que funciona (El
Economista – 7/9/15)

(Por
Fernando Puente)

El debate sobre la oportunidad de implantar una renta básica
universal como método no sólo de reducir la desigualdad, sino también de
garantizar un crecimiento económico sólido, tiene incontables defensores y
detractores en todo el mundo, pero apenas ejemplos prácticos de su puesta en
uso.

Investigadores estadounidenses recuerdan sin embargo que basta con
mirar al círculo polar ártico, sin salir de las fronteras de la Unión, para
encontrar el mayor experimento realizado jamás con algo parecido a un sueldo
público a cambio de nada: Alaska.

Este remoto Estado instituyó en 1976 un fondo de inversión destinado
a que las compañías petrolíferas dejasen en su territorio parte de los
beneficios obtenidos por la extracción del mineral líquido, como manera de
compensar a sus habitantes en dos conceptos: por llevarse para siempre un
recurso no renovable, y por hacerse con un material que era propiedad, pro indiviso, de los
alaskeños.

Objetivo:
una renta perpetua

El argumento para instituir el fondo estaba lejos de pensar en la
renta básica, aunque su propósito era crear un mecanismo de justicia con ánimo
de perdurar en el tiempo, transformando los ingresos extraordinarios del boom
petrolífero en una renta perpetua.

Tras registrar una inversión inicial de 735.000 dólares un año después
de su creación, el Fondo Permanente de Alaska es ya un gigante cuyos activos se
valoraban este verano en cerca 54.000 millones.

Y no deja de engordar: cada año, al menos el 25% de los ingresos que
recibe Alaska en casi cualquier concepto por parte de las compañías
petrolíferas se debe destinar, por Ley, al Fondo.

Pero el dinero no se queda quieto, y sus gestores se dedican a
invertir miles de millones de dólares en todo tipo de proyectos a nivel
mundial, con el objetivo de obtener rentabilidad 100% pública.

Pago
anual

El mecanismo funciona así: cada ejercicio, el fondo hace recuento de
los ingresos que obtiene con sus inversiones. Tras compensar la inflación y
pagar sus facturas, transfiere sus beneficios al Estado.

El Legislativo -que en años especialmente boyantes decide reinvertir
parte de las ganancias y devolverlas al fondo- divide la renta entre el número
de habitantes conforme a una fórmula prestablecida… y la reparte.

No importa el número de hijos. Da lo mismo si el ciudadano tiene un
sueldo abultado o está en paro. Es indiferente si se nació en Alaska o se es
casi un recién llegado. Con sólo demostrar la residencia ininterrumpida durante
un año, el alaskeño tiene derecho a cobrar su parte alícuota en el dividendo
anual, y ni siquiera tiene que hacer nada para ello: basta con que se siente a
esperar a que el Estado ingrese el dinero en su cuenta corriente.

En 2014 el fondo aportó a Alaska ingresos por valor de 6.800
millones de dólares, que permitieron repartir un cheque de 1.884 dólares a cada
residente. Claro que la cantidad varía en función del año, en función no sólo
del rendimiento del fondo, sino también de los ingresos petrolíferos.

En la última década el cheque más pequeño fue el de 2005 (846
dólares), y el más abultado se pagó paradójicamente en 2008. Entonces gobernaba
el Estado la ultraliberal Sarah Pallin, que se encargó de añadir a los 2.069
dólares que correspondían conforme a la fórmula matemática oportuna a cada
alaskeño, una inédita paga “extra” de 1.200 dólares.

Un
experimento que funciona

Este peculiar fondo no sólo es motivo de alegría para cada uno de
los residentes del estado, sino que también se utiliza como ejemplo por algunos
de los académicos partidarios de la renta básica universal, aunque todavía sin
demasiado éxito.

El premio Nobel de economía Vernon Smith definió en su día el
programa de Alaska como “un modelo que los gobiernos de todo el mundo harían
bien en imitar”, y estudios más recientes demuestran que ha servido para
reducir la desigualdad.

Así, Alaska no es sólo uno de los estados más ricos en términos de
renta per cápita de todo EEUU, algo poco sorprendente si se tienen en cuenta
sus fabulosos ingresos y su reducida población. También es el segundo de todo
el país en el que la desigualdad de renta es menor, según confirma en Motherboard
Scott Goldsmith, profesor de la Universidad de Alaska.

El coeficiente de Gini en el estado es de 0,422, mientras que el del
conjunto de EEUU es de 0,469. En los distritos más boyantes, la desigualdad sin
embargo se dispara: 0,532 en la capital de la Unión; 0,499 en Nueva York; 0,471
en California.

La evolución de los últimos años parece apuntar a un papel crucial
del Fondo en la reducción de la desigualdad, y de hecho entre 1980 y 2000
Alaska invirtió la tendencia general de Estados Unidos.

Mientras en otros territorios el 20% de la población más rica
incrementó sus rentas mucho más rápido que el 20% más pobre, durante ese mismo
periodo en Alaska ocurrió lo contrario: el 20% con menos ingresos vio cómo su
renta se incrementaba a un ritmo del 25%, frente al 10% en que crecieron
las rentas de la quinta parte de la población más rica.

Sin ser milagroso -hay otros factores que parecen haber influido
también en el resultado-, el fondo parece haber atacado la desigualdad
especialmente en las zonas rurales con menor actividad económica, al crear algo
parecido a un suelo: una renta individual que es además universal,
incondicional, regular y líquida.

A falta de un par de características para ser la renta básica
perfecta, pues la cantidad fluctúa de año en año y es además proporcionalmente
pequeña respecto a los ingresos totales anuales, y a pesar de que el caso de
Alaska es proporcionalmente singular (muchos ingresos, poca población) y
difícilmente extrapolable por lo que respecta al origen del dinero destinado al
reparto, parece que no haya mejor ejemplo en el planeta para evaluar los
efectos de una renta básica universal aplicada a gran escala, más allá de los
modelos teóricos elaborados -con mayor o menor acierto- en los despachos de los
economistas.


“Las élites saben que la renta básica es necesaria porque no hay trabajo
para todos” (El Confidencial – 30/9/15)

El
libro afirma que hay razones poderosas para defender un ingreso mínimo, pero
también para que los dirigentes y empresarios prefieran que no se plantee
seriamente dicha posibilidad

(Por
Héctor Barnés)

Aunque
fue la ahora abandonada propuesta de Podemos lo que la ha vuelto a introducir
en el panorama político español, el debate sobre la renta básica universal se
remonta a décadas atrás, cuando no siglos. Ya el revolucionario estadounidense
Thomas Paine señalaba, por ejemplo, que todo ciudadano debía percibir una renta
como compensación por la explotación privada de los recursos naturales, que
pertenecen a todos. Hoy en día, esta renta se entiende como un ingreso
garantizado e incondicional no sujeto a condicionantes de trabajo ni de nivel
de renta, lo que lo distingue de otras rentas de inserción y subsidios por
desempleo.

Hay
multitud de razones para defender dicha propuesta, de la erradicación de la
pobreza al fin de la estigmatización del subsidiado, que debe cumplir unos
requisitos determinados para recibirla, pasando por el fortalecimiento de la
posición del trabajador en la negociación con su empresa. Cive Pérez, escritor y miembro del Observatorio de Renta
Básica de Ciudadanía de Attac Madrid, sugiere en “Renta básica universal. La
peor de las soluciones (a excepción de las demás)” (Clave Intelectual) una más:
el mercado laboral no va a producir empleo, por lo que de algo tendrá que vivir
toda esa creciente masa de ciudadanos que no tengan acceso a un puesto digno.

“Se suele defender la renta básica desde el punto de vista de la libertad
personal, pero hay otro cambio radical en el sistema que conocen las élites
dirigentes, pero no más abajo”, explica a El Confidencial. “Nos encaminamos
hacia la sociedad 80/20, cuyo funcionamiento estaría garantizado por un 20% de
la población, compuesto por trabajadores cualificados, y el resto serían
desempleados o tendrían empleos de bajísima cualificación. Es obvio que las
cúpulas dirigentes lo saben y que tarde o temprano deberán implantar un sistema
de rentas garantizadas mucho más amplio”.

Basta
con echar un vistazo al panorama español para comprobar cómo este sistema ya
está aquí. En 2005, antes de la crisis, el 19,9% de la población vivía con
ingresos por debajo del umbral de pobreza relativa. Actualmente, casi 13
millones de españoles se encuentran en riesgo de exclusión, 730.000 hogares no
tienen ingresos y 2,5 millones de trabajadores son pobres a pesar de tener un
sueldo, uno de los puntos más importantes de la argumentación de Pérez:
“Desde el siglo XIX se dice que el virtuoso tiene ganas de trabajar y el vago
no, y que no había nada mejor que el trabajo para salir de la pobreza. La
paradoja es que hoy uno trabaja para ser pobre, para no poder emanciparse y no
poder llegar a final de mes. Además de triste es del género tonto”.

Pros
y contras de la renta básica

Pérez
desmonta una por una todas las reservas que se han manifestado en contra de la
renta básica universal, también conocida de manera despectiva como “paguita”.
Por una parte, la de que proporcionar un dinero garantizado empujaría a la
población a la holgazanería. “La gente mira dentro de sí y se pregunta
“¿recibir dinero me convertiría en un vago? En absoluto””. Una buena
comparación es con aquellos que han ganado un pequeño premio en la Lotería,
equivalente a una renta mínima para toda la vida. “Seguirían trabajando, pero
con ese dinero, podrían permitirse algún capricho”. Pérez recuerda que en
España ya hay 9 millones de pensionistas que tienen su propia renta
“garantizada”, y que ello no provoca que se limiten a sentarse viendo la vida
pasar.

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