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Alejandro Magno



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Las
    campañas militares en el exterior
  3. Las
    oposiciones al absolutismo de Alejandro Magno. Las revueltas
    en Grecia
  4. Muerte
    de Alejandro Magno
  5. Cronología
  6. Bibliografía

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INTRODUCCIÓN.

Alejandro III, más comúnmente denominado
Alejandro Magno, nació el 20 de julio de 356 a.C en Pella,
capital del reino macedonio. Era hijo del rey Filipo II y de la
princesa Olimpia perteneciente a la familia real
epirota.

Los biógrafos lo describen como un joven muy
atractivo, con un mechón de cabello largo, rizado y una
piel clara que presentaba un tinte rúbeo especialmente en
la cara y el pecho. Ladeaba la cabeza levemente hacia la
izquierda y sus ojos mostraban una mirada que fundía,
rasgos ambos que han llevado a algunos especialistas actuales a
sugerir que padecía un raro trastorno ocular.

Incapaz al parecer de dejarse una barba poblada, impuso
la moda de afeitarse y de vestirse al modo persa como una
añagaza cara a los bárbaros, para que su rey no les
resultara por completo un extraño. Era muy bajo de
estatura ya que se cree que no superaba el metro y medio de
altura.

De niño tocaba la lira y cantaba; más
tarde, ya de adulto, fue un protector constante y generoso de los
músicos. Amaba apasionadamente el ejercicio fuerte, la
caza, correr y los juegos de pelota y se consideraba un corredor
de nivel olímpico.

Su padre, Filipo II de Macedonia, dio los primeros pasos
para forjar un Imperio que culminaría Alejandro Magno en
tan sólo trece años y que se extendía desde
Bulgaria al norte, hasta la India al este; conquistando todo el
Próximo Oriente y parte del norte de África (casi
toda Libia y Egipto). Este vasto Imperio abarcaba la
región sureste del continente europeo, Asia Menor,
Próximo Oriente, Egipto, Mesopotamia, Persia y parte de
India. En total más de 5.250.000 Km2 en tres continentes
distintos. Un hito que nadie había logrado
antes.

Su primer maestro fue un pariente de su madre llamado
Leónidas, hombre de austeras costumbres que educó a
Alejandro en la sobriedad. Posteriormente, cuando Alejandro
contaba catorce años, Filipo confió su
educación al filósofo Aristóteles que se
hizo cargo de su educación durante tres años
(343-340 a. C). Maestro y discípulo se instalaron en
Mieza, donde se impartieron clases de filosofía,
política, literatura, retórica, historia,
geografía y medicina. Aristóteles suscitó en
Alejandro una gran pasión por el cultivo del
espíritu y concretamente por la lírica, la
tragedia, y de modo muy especial la antigua gran epopeya
homérica. Alejandro sintió siempre una gran
veneración por la "Ilíada", que le instruyó
en muchos aspectos, y de la que llevaba siempre consigo un
ejemplar.

En 337 a.c. se agriaron las relaciones entre padre e
hijo a consecuencia de haber aquél repudiado a su esposa
Olimpia y buscado nueva consorte en la persona de Cleopatra,
sobrina del general Atalo. Con este motivo hubo varios altercados
entre Filipo y Alejandro. Este llegó a marcharse al Epiro,
en pos de su madre; pero aunque luego regresó a Pella, ya
no reinó entre padre e hijo el buen acuerdo de
antaño.

Esta situación tuvo un fin inesperado. A
principios de agosto de 336, y cuando Filipo se hallaba
festejando la boda de su hija Cleopatra, hermana de Alejandro, la
espada de Pausanias le arrebató la vida. En tan nefasto
día, Alejandro supo mostrarse digno de su futura gloria.
Apoyado por los generales del ejército, especialmente por
Antipáter y Pérdicas, Alejandro, que tenía
entonces veinte años, supo mantener a salvo la autoridad
del Estado, tener a raya a los nobles (eximiéndoles del
pago de impuestos y dándoles los cargos más
honoríficos del ejército) y captarse la
simpatía del pueblo.

El nuevo monarca unía a la infatigable actividad
e inagotable energía de su padre, el sentimiento
romántico, heróico y caballeresco de su madre, y el
razonamiento frío, la claridad de concepción y el
excepcional golpe de vista que le eran propios y había
moldeado Aristóteles con maestría.

ALEJANDRO III SOMETE TODA GRECIA.

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Demorando temporalmente el proyecto de expansión
contra Persia; Alejandro pasó a ocuparse inmediatamente de
los asuntos de Grecia, donde habían surgido ciertos
conatos de rebelión atizados por los partidos
antimacedonios.

En la primavera de 335, se puso en marcha hacia Tracia,
concretamente contra los tribalos e ilirios, de quienes
habían oído que intentaban una sedición.
Creía Alejandro que no debía partir a una
expedición tan lejos de su patria sin dejar previamente
sometidos por completo a estos pueblos limítrofes
suyos.

Alejandro dejó a Antípatros al frente de
Macedonia y con un importante ejército formado por los
tres batallones de Hypaspistas, otros batallones falangistas,
infantería ligera, arqueros y algunos escuadrones de
caballería, marchó rápidamente por la ruta
de Philippopolis hacia el monte Haemus, donde encontró el
camino obstaculizado por los tracios. Estos habían llenado
una serie de carros con piedras, y los tenían prestos para
rodarlos por la pendiente, esperando romper el orden de la
infantería macedonia, sin necesidad de arriesgar sus
propias tropas, las cuales entrarían en acción
cuando el enemigo tuviera quebrantada la disciplina por efecto de
los carretones. Sin embargo, Alejandro alineó sus tropas
en columnas, para que los carros pasaran entre la
infantería sin hacerle daño.

Posteriormente, forzado el paso con una gran victoria,
las tropas macedonias entraron en el territorio de los tribalos.
Tras vencerles utilizando la caballería, Alejandro se
dirigió al Danubio. Antes de someter a los tribalos, que
se habían refugiado en una isla, se dominó a los
getas, que habitaban en la orilla septentrional del río. A
raíz de estas victorias, la autoridad de Macedonia que-
dó consolidada en la frontera del bajo Danubio. Alejandro
recibió embajado- res celtas (de la zona entre el
Véneto y el Danubio medio),con quienes conclu- yó
una alianza.

Habiendo logrado los objetivos propuestos en Tracia,
Alejandro III descendió al sur. Alertado por el servicio
de espionaje, se enteró de una nueva coalición
formada en su contra: Clitos, rey de los ilirios, se alió
con Glaucias, rey de los taulantinos. El objetivo de estos dos
reyes era la conquista de las provincias del norte de Macedonia,
aprovechando la muerte de Filipo II.Alejandro mar- chó
contra los ilirios con el objetivo de impedir que se reunieran
con los tau- lentinos, y así vencerlos más
fácilmente.

Anticipándose a sus recientes enemigos, Alejandro
marchó velozmente contra la capital
(Pelión),atacando así las bases de uno de sus
adversarios,impidiendo que se reuniera con su otro aliado, y
llevando la guerra al territorio enemigo, desbaratando sus
planes. Si bien Alejandro logró sorprender a los
ilirios,derro- tarlos en batalla campal, encerrarlos en su
fortaleza capital y asediarlos pese a estar los macedonios en
condiciones de inferioridad numérica, Glaucias y sus
taulantinos, se apresuraron a apoyar a los ilirios, atacando a
Alejandro por la espalda, mientras este trataba de copar el cerco
de la ciudad iliria de Pelión.

Alertado por sus exploradores y espías,Alejandro
se replegó a su campamento, para alivio de los ilirios, y
regocijo de los taulantinos. La situación del
ejército macedonio era sumamente precaria. Alejandro
estaba rodeado por un ejército extremadamente superior en
número, y tenía que desplazarse, o sus hombres y
él mismo morirían de hambre. El desplazamiento era
muy peligroso ya que si se dirigía al sur,
terminaría en un territorio despojado de provisiones y
monta- ñoso poco idóneo para desplegar su falange.
En estas condiciones tan desfavo- rables, Alejandro decide atacar
inmediatamente a la coalición ilirio-taulantina, avanzando
hacia el norte,única zona en la que era posible proveerse
de víveres

Alejandro había alcanzado un territorio que lo
proveía de abundantes víveres (lago Prespa), no
sólo eludiendo la emboscada del enemigo, sino al mismo ti-
empo diezmando sus fuerzas, sin perder muchos soldados macedonios
en este empeño.

Durante su ausencia de Macedonia, se habían
propagado por Grecia falsos rumores de que Alejandro había
muerto en combate. De nuevo los partidos antimacedonios, movidos
por el dinero y la propaganda aqueménidas, volvieron a su
anterior actividad. Demóstenes obtuvo el apoyo
económico del rey persa Darío III. Cuando Alejandro
fue informado al respecto, partió a marchas forzadas hacia
la Grecia central, y llegó tan pronto, que nadie
podía creerselo. Descendió a través de las
estribaciones del Pindo, entró en Tesalia, y
acampó, siete días después, a las afueras de
Tebas, donde se le unieron las tropas traídas desde
Macedonia por Antípatros, y algunos contingentes de la
Fócida, Platea y otras ciudades hostiles a
Tebas.

Cuatro días después de su llegada a las
afueras de Tebas se inicia el asalto,cu- yas defensas cayeron
tras una dura resistencia. Unos 6.000 tebanos murieron y el
resto, unos 30.000 fueron vendidos como esclavos; la ciudad fue
sistemá- ticamente destruida y sus tierras fueron
repartidas. Esta decisión fue ejecutada por el propio
Alejandro, que sólo salvó de la destrucción
los templos y la casa de Píndaro.

Para consolidar el dominio macedonio en toda Grecia,
Alejandro convoca al Consejo de la Liga de Corinto creada unos
años antes a instancia de Filipo II en aras del objetivo
común contra Persia y que ahora funcionaba como un medio
de coacción para consolidar el dominio
macedinio.

La lealtad fue sustituida por el temor, un temor que
provocó en Atenas todo deseo de resistencia. Una embajada
ateniense, encabezada por Demades, acudió a Alejandro para
mostrar su satisfacción por las medidas tomadas contra
Tebas.

El monarca macedonio va a respetar la ciudad de Atenas a
cambio de dos condiciones. La primera de ellas fue la entrega de
los líderes antimacedonios (entre ellos el propio
Demóstenes), y la segunda condición la
expulsión de los tebanos refugiados en Atenas.
Posteriormente, los atenienses envían una se- gunda
embajada que consigue suavizar aún más estas
moderadas exigencias de Alejandro que pretendía, por todos
los medios posibles, evitar el enojo de los
atenienses.

También fueron respetados los restantes estados
griegos enemigos de Mace- donia. La Liga Corintia se vio
reforzada. Al cabo de tan sólo un año,
después de que Alejandro hubiera disipado toda duda acerca
de su tenacidad entre los tracios, ilirios y griegos, y
después de haber frustrado toda esperanza de una
rápida transformación de la situación creada
por Filipo II, dirigió su objetivo hacia la conquista del
Imperio persa.

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LAS CAMPAÑAS
MILITARES EN EL EXTERIOR.

Una vez pacificada toda Grecia, Alejandro realiza todos
los preparativos necesarios para intentar, en primer lugar,
liberar las ciudades griegas de Asia Menor y, posteriormente,
adentrarse en los vastos territorios del interior que conformaban
el denominado Imperio persa.

A) GRÁNICO.

En el otoño del 335 Alejandro, tras volver a
Macedonia, se dispuso a preparar la campaña contra Persia.
A tal efecto llamó a Parmenión a Asia para recabar
informes. En la primavera del 334 Alejandro se puso en marcha con
su ejército, en el que se englobaban tropas macedonias,
contingentes helénicos y mercenarios. La infantería
de Alejandro estaba compuesta por unos 12.000 macedonios, 9.000
de infantería pesada,distribuidos en seis batallones o
falan- ges y la infantería ligera formada por unos 3.000
hombres agrupados en tres unidades. Otros 12.000 infantes eran
griegos, repartidos entre infantería pesa- da e
infantería ligera. Iban también otros cuerpos
auxiliares con armamento especializado: arqueros cretenses,
soldados armados con jabalinas, tracios, etc.

Una parte muy importante del ejército era la
caballería. Estaba dividida en ocho escuadrones.Se
completaba,además,todo este aparato militar con impor-
tantes adelantos técnicos: artillería de sitio
(torres, arietes, catapultas), servi- cios de intendencia y
transportes bien organizados, médicos, una sección
de topografía y servicios de comunicación. Al
frente de toda esta compleja ma- quinaria bélica, se
encontraba el cuadro de mandos. Parmenión era el segundo
en jerarquía tras Alejandro. Junto a sus generales
macedonios, Alejandro se hizo asesorar también por algunos
especialistas como el arquitecto Deinocra- tes, Eumenes de
Cardia,su secretario, que escribió un diario oficial de la
expe- dición, y una serie de filósofos y
literatos.

Los persas subestimaron inicialmente el peligro que se
cernía sobre su Impe- rio.No se produjo una
movilización general del ejército,sino que
Darío III dejó a los sátrapas de Asia Menor
la tarea de frenar a Alejandro. Los gobernantes
aqueménidas habían reunido sus fuerzas en Zelea
para cortar el paso. Con la caballería persa se encontraba
también un contingente de mercenarios griegos mandados por
Memnón, quien propuso practicar ante Alejandro la
táctica de "tierra quemada", a fin de aislarlo en un
país hostil.

Los observadores macedonios descubrieron a fines de mayo
del 334 al ejército persa ocupando posiciones a orillas
del río Gránico. Se habían distribuido en
dos líneas, una primera de caballería, con 20.000
hombres, y una segunda con la infantería mercenaria
griega. Alejandro, desoyendo los consejos de Parme- nión,
que no deseaba precipitarse contra el ejército enemigo,
dispuso sus tropas. En el ala izquierda se situó
Parmenión con la caballería tesalia, griega y
tracia. A continuación la falange y los hypaspistas. En el
lado derecho,se co- locó Alejandro con los
"compañeros", lanceros y soldados peonios, agrianios y
cretenses. El peso de la batalla fue llevada por el ala derecha
macedonia que actuó de cuña por ese lado, para
abrir las líneas enemigas. Alejandro mandó cargar a
su caballería a través del río. Los jefes
persas se dirigieron contra él y perdieron
inútilmente sus vidas en un desesperado intento de
matarle.Final- mente, los persas se hundieron ante el empuje de
los jinetes macedonios,mejor armados.

El ataque tuvo éxito precisamente porque no
estaba basado en reflexiones estratégicas; pero al mismo
tiempo fue extremadamente arriesgado ya que el propio Alejandro
estuvo a punto de morir. De ahí que la victoria del
Gránico, con pocas bajas gracias al efecto sorpresa, fuera
tan honrosa.

Como consecuencia de esta victoria se produce la
proclamación de la libertad y la democracia para todas las
ciudades griegas de Asia Menor. Pero además la victoria
del Gránico tuvo otras consecuencias muy diferentes. La
caballería persa, pese a su superioridad numérica,
había demostrado ser más débil que la
macedonia, lo cual constituía una pérdida de
prestigio muy significativa. Aunque, en realidad, lo que
había ocurrido era que la situación militar para
los persas había empeorado en su conjunto. En Asia Menor,
ya no había ninguna posibilidad de frenar al
enemigo.

B) ISOS.

La batalla de Isos (333 a.C) representó el
intento de Darío de derrotar a Alejandro utilizando la
técnica preferida del macedonio: el ataque de ruptura de
la caballería. Fue una batalla meditada por el lado persa,
lejos del apresuramiento del Gránico, y desde luego, su
planteamiento táctico fue mucho mejor
estudiado.

Darío III ordenó una gran leva de 50.000
hombres para cubrir puestos en su infantería ligera pero
eran soldados bisoños con escasa preparación para
el combate.

El total de efectivos en el ejército macedonio
era de 40.800 hombres, de los que 5.800 eran de
caballería, 22.000 pertenecían a la
infantería pesada y los restantes 13.000 a la
infantería ligera. Mientras que el ejército persa
superaba los 100.000 hombres, de los que unos 12.000
componían la caballería,alrede- dor de 30.000 la
infantería pesada y el resto, unos 58.000 hombres, la
infante- ría ligera.

El plan genérico de batalla, consistía en
el rápido trasvase de la caballería pe- sada persa
del flanco izquierdo al derecho, con lo que éste,
tendría, en teoría, la suficiente fuerza para
romper a la caballería griega y flanquear a la falange que
formaba la línea de ataque central de
Alejandro.

El encuentro bélico tuvo lugar en noviembre del
333 a.C en la llanura litoral siria, junto al río Pinaros,
que separaba ambos ejércitos. El rey macedonio si-
tuó el ala derecha a los hypaspistas y lanceros y delante
se colocó él mismo y los "compañeros"
formando una profunda columna de caballería. Los merce-
narios y tropas aliadas estaban detrás de la falange
macedonia, que ocupaba el centro. Tras los lanceros,para prevenir
un ataque del ala izquierda persa,se co- locó un
contingente de soldados. A la izquierda se emplazó la
caballería. Darío III, a su vez, tenía en su
ala derecha la caballería persa que, atacando a lo largo
del mar, habría de arrollar al ala izquierda
macedonia.

Las disposiciones de Alejandro decidieron la batalla.
Atacó duramente con la caballería pesada macedonia,
seguida de la falange, el ala izquierda persa, a la que
desbarató, pero creó en el centro macedonio una
brecha por la que se precipitaron los mercenarios griegos de
Darío III. Alejandro tuvo que acudir en ayuda de su
centro, muy presionado por el enemigo, para restablecer la
situación. También el ala izquierda macedonia
pasó apuros ante la superioridad numérica del
adversario aunque la caballería griega restableció
la situación. Cuando Darío III vio la
confusión que empezaba a apoderarse de sus tropas se dio a
la fuga, con lo que aumentó el hundimiento persa. El
campamento de Darío III cayó en manos de los
macedonios y toda la familia del monarca, a excepción del
Gran Rey, quedó en poder de Alejandro, quien la
trató noblemente.

Con esta importante victoria de Alejandro en la
denominada batalla de Isos, las provincias persas al oeste del
Éufrates quedaban abiertas al enemigo, mientras que se
perdía el control del Egeo. Alejandro continuó su
avance por la costa, para ocupar las ciudades fenicias y
arrebatar a la flota persa sus arsenales y puertos. Sólo
la ciudad de Tiro opuso cierta resistencia al avance del
ejército macedonio. Se inició entonces el asedio de
la ciudad, que duraría seis meses. Puesto que la
isla-fortaleza era inexpugnable por mar, se construyó un
dique para unirla a tierra firme. Alejandro solicitó apoyo
naval de otras ciudades fenicias, Rodas y Chipre,
preparándose una gran flota en Sidón. Con estas
naves los accesos de Tiro por mar quedaron controlados.
Finalmente, los macedonios lanzaron un ataque definitivo,
forzaron las mura- llas y efectuaron una gran masacre entre la
población. Los supervivientes fue- ron vendidos como
esclavos.

Mientras tanto, Darío III envió una
embajada a Alejandro ofreciéndole la ce- sión de
"todo el Asia hasta el Halys". Alejandro rehusó esta
concesión, que no hacía sino reconocer sus
conquistas. Seis meses más tarde Darío III
ofrecía a Alejandro un rescate de diez mil talentos, por
su familia y la posibilidad de convertirse en su yerno, a lo que
rehusó de nuevo el rey. El persa, ante las reiteradas
negativas de Alejandro, volvió a prepararse para la
guerra.

Una vez controlada la ciudad de Tiro por las fuerzas
macedonias, el camino hacia Egipto quedaba abierto.

C) LA CONQUISTA DE EGIPTO.

La conquista de Egipto y su ocupación, fue muy
rápida, más rápida incluso de lo previsto.
Egipto era el principal objetivo de Alejandro en el sur. Las
opera- ciones militares las llevó a cabo por mar y por
tierra. Su flota le acompañaba paralela a la costa en su
ruta desde Fenicia a Egipto y cuando Alejandro llegó con
su ejército a la importante ciudad egipcia de Pelusium, su
flota estaba ya anclada en el puerto. Allí colocó
una guarnición de soldados macedonios, y ordenó a
la flota que remontara el río Nilo hasta la ciudad de
Menfis. El sátrapa persa Mazacés entregó
todas las ciudades sin oponer resistencia ya que sabía de
la derrota del ejército persa en Isos y de la huida de
Darío y él apenas contaba con un ejército
regular para oponerse al ejército de Alejandro.

Una vez que el sátrapa persa le cedió
voluntariamente la provincia, veneró a los dioses
egipcios, y lo hizo tal y como lo practicaban los monarcas
tradicio- nales, es decir los faraones. Este hecho explica la
popularidad de Alejandro entre el pueblo egipcio y la
impopularidad de los persas que prefirieron siempre mantener sus
propias tradiciones. En Menfis, la capital del Bajo Egipto,
Alejandro hizo un sacrificio al toro-dios Apis; en los centros de
Luxor y Karnak, situados en el Alto Egipto y mandó
reconstruir todos los santuarios.

De este modo los grandes sacerdotes egipcios lo
aceptaron como su faraón y le fueron transferidas todas
las funciones del soberano: ocuparse del país y de sus
súbditos, cumplir con todas las obligaciones del culto y
atender a las tareas administrativas y jurisdiccionales, que los
egipcios consideraban imprescin- dibles para el mantenimiento del
orden social y su propia prosperidad.

A principios del año 331 a.C, Alejandro
avanzó hacia el oeste del delta del Nilo, frente a la ya
mencionada por Homero isla de Faros, para fundar una ciudad que
llevará su nombre: Alejandría. Alejandro
mandó a Disócrates que edificara una ciudad nueva
en el emplazamiento de una aldea egipcia de pescadores y
pastores. Según el nuevo plan, la ciudad iba a construirse
en la lengua de tierra que separa el lago Mareotis del
Mediterráneo. La isla de Faros fue unida al continente
mediante una calzada. Al este, a lo largo del puerto grande,
estaban situados los monumentos que fueron edificando los
Tolomeos.

Esta ciudad fue uno de los más importantes
centros comerciales del Medite- rráneo y la capital del
país en tiempo de los Tolomeos. En ese momento
llegó a albergar a unos 600.000 habitantes y a poseer la
mayor biblioteca del mundo antiguo ya que contaba con unos
700.000 manuscritos. Disponía, al parecer, de 13 salas con
una capacidad para 5.000 personas. En el año 48 a.C, la
biblioteca de Alejandría ardió a consecuencia del
asedio que impuso a las tropas de Julio César la escuadra
egipcia.

Inmediatamente después de la fundación de
Alejandría, acaece el singular episodio del peregrinaje de
Alejandro al santuario de Ammon en el oasis de Siwa, en pleno
desierto occidental de Egipto. Abandonó la costa y se
internó por la peligrosa ruta interior en la que, si se
desataba una tormenta de arena, un ejército entero
podía quedar atascado.

El santuario del oasis, gozaba también de gran
admiración entre los helenos. A partir del S.VI a.C, su
fama había sido propagada por el mundo griego desde
Cirene, ciudad griega del África septentrional. Ya en el
S.V a.C, este oráculo, junto con los de Delfos y el de
Zeus en Dodona, era de los más importantes. El dios que se
veneraba en este santuario era Ammon. Este dios egipcio se
representaba de diversas maneras, según la función
bajo la cual se le concibiese. Como generador del hombre
aparecía con orejas y cuernos de car- nero y en cuanto
divinidad guerrera, con cabeza de carnero y cuerpo de
león. Fue identificado con el dios griego Zeus y a partir
de ese momento se le va a denominar Zeus-Amón.

La explicación de por qué Alejandro Magno
visitó este oráculo de Siwa es bien sencilla, ya
que como soberano de Egipto, el significativo y ostentoso gesto
con respecto al oráculo solo podía beneficiarlo al
ser considerado por los egipcios como uno de sus dioses
preferidos ya que fue el dios principal durante las
dinastías XVII y XVIII, momento del inicio y triunfo en la
lucha por la unificación de Egipto. Como perteneciente al
círculo cultural griego, la consulta precisamente de ese
oráculo y la veneración de Zeus-Amón
tenía que resultarle de lo más natural. He
aquí dos razones que por sí solas podrían
explicar la expedición a Siwa, pese a que fue una marcha
larga y fatigosa a través del desierto.

Una vez realizada la debida veneración al dios
Zeus-Amón en el santuario de Siwa, Alejandro
regresó a Menfis siguiendo la ruta de los peregrinos, un
cami- no corriente y más seguro. En la ciudad de Menfis
recibió algunas delegacio- nes llegadas de Grecia y
organizó la administración del país, que fue
confiada a dos egipcios, con poderes civiles, en tanto que la
administración militar se colocaba bajo el mando de dos
macedonios.Además,se crearon otras dos jefa- turas
fronterizas,con la designación de Libia y Arabia.Contando
con la alianza de Cirene, y dejando bien controlado el
país con guarniciones en Pelusium y Menfis,Alejandro Magno
retornó a Tiro para preparar su ejército y
enfrentarse a Darío. Tenía bajo su control Asia
Occidental, Egipto y todas sus comunica- ciones.

D) GAUGAMELA.

La batalla de Gaugamela (331 a.C) fue el enfrentamiento
decisivo que destruyó, por completo, al ejército
persa. Darío III planeó cuidadosamente una maniobra
envolvente completa influenciado, sin duda, por el fracaso de
Isos.

Los efectivos que entraron en acción por ambas
partes fueron los siguientes:

  • El ejército macedonio contaba con unos 45.000
    hombres, de los que unos 7.000 pertenecían a la
    caballería, 29.000 a la infantería pesada y
    unos 9.000 hombres a la infantería ligera. Sus
    efectivos eran muy inferiores ( la mitad aproximadamente) a
    los efectivos con los que contaba el ejército
    persa.

  • La composición del ejército de
    Darío III era de unos 91.000 soldados en total, de los
    que unos 35.000 hombres formaban la caballería (casi 4
    veces superior a la macedonia), 4.000 pertenecían a la
    infantería pesada y 52.000 hombres a la
    infantería ligera (casi 5 veces más que la
    macedonia).

A estos efectivos habría que sumar 20 carros
armados y 15 elefantes de los que Darío III esperaba mucho
pero que, al final, no aportaron nada positivo.

Por consiguiente, analizando los efectivos de ambos
ejércitos podemos comprobar como el ejército persa
era muy superior al ejército de Alejandro.

La batalla de Gaugamela tuvo lugar a principios de
octubre y volvió a ser una batalla de caballería.
Darío III pensó que con su caballería (muy
superior a la macedonia) y sus carros podía destrozar la
falange macedonia, pero no fue así. La caballería
es muy efectiva contra tropas sin disciplina o contra generales
incompetentes, pero completamente ineficaz contra buenos
generales al mando de buenos soldados y tanto lo uno como lo otro
sobraban en el ejército de Alejandro Magno.

Una carga contra el punto de unión de dos
unidades de la falange que quedó excesivamente abierto
posibilitó que un número indeterminado de jinetes
persas traspasara el cordón defensivo de Alejandro
lanzándose contra el tren de bagaje, pero Alejandro en un
orden táctico ya había previsto esta posibili- dad
y la rápida reacción de la infantería que se
cerró como un candado sobre los incursores anuló
esta amenaza, en un pequeño espacio en el que los jinetes
persas quedaron encerrados y pasados a cuchillo.

El general macedonio Parmenión ocupó el
campamento persa, y Alejandro se lanzó en
persecución de Darío III. En Arbelas se
apoderó de un gran botín, pero el Gran Rey pudo
huir hacia Media con algunos efectivos militares. Apenas un
año después Darío III será asesinado
por el sátrapa de Ecbatana que consiguió sucederle
como rey con el nombre de Artajerjes. El resto del
ejército persa sufrió terribles pérdidas y
muchos soldados persas fueron he- chos prisioneros.

Alejandro Magno avanzó hacia el sur llegando a
Babilonia, donde tuvo una acogida fastuosa. La ciudad le fue
entregada sin necesidad de combatir para ocuparla. Además,
Babilonia fue la primera ciudad en la que Alejandro confirma en
su cargo al sátrapa persa que la gobernaba junto con dos
mace- donios, uno como comandante militar y otro encargado de la
administración financiera. Alejandro permaneció un
mes allí y fue aclamado como rey de Babilonia e hizo
sacrificios a Marduk, ordenando la restauración de su
templo, que había sido destruido por Jerjes.

E) EXPEDICIÓN A LA INDIA.

En el verano del 327 a.C, se inició el más
sugestivo capítulo de la estancia de Alejandro Magno en
Asia, la expedición a la India (327-325 a.C). Esta empresa
la había realizado ya Darío I, y los griegos
tenían noticias de ella a través de
Herodoto.

El ejército que condujo Alejandro hacia el
Pendjab (norte de la India) incluía muchos contingentes
persas, aunque las unidades selectas seguían siendo las
tropas macedonias. En estas luchas, Alejandro aprovechó
las divergencias entre los distintos príncipes
hindúes, consiguiendo el apoyo de muchos de estos
principados. Uno de estos reyes, llamado Taxiles, le va a
proporcionar elefantes y le informará sobre una
coalición enemiga formada por los reyes de Cachemira y
Pendjab, Abisares y Poros. Antes de continuar su marcha,Alejan-
dro Magno organizó las nuevas satrapías indias,
recluta algunas tropas indíge- nas y se sabe que
recibió también algunas embajadas.

Al avanzar Alejandro con su ejército se encuentra
a la orilla del río Hydaspes (verano del 326 a.C) con un
gran ejército y muchos elefantes dirigido por el rey
Poros. El rey indio acudió con el grueso de su
ejército contra Alejandro quien, ante la fortaleza del
centro adversario (elefantes y carros), buscó un ataque
oblicuo. Una vez más fueron la celeridad e
improvisación de Alejandro ante un arma imprevista, y la
superioridad de la caballería macedonia, quienes
decidieron el resultado de esta gran batalla. Las pérdidas
indias fueron muy elevadas. Alejandro mandó algunos
emisarios al rey Poros para rogarle que se entregase. Cuando
interrogó al rey indio por sus deseos, y aquél le
replicó que quería ser tratado como un rey, el
soberano macedonio, que había admirado su valor en la
batalla, le confirmó la posesión de su
reino.

Después de esta victoria contra el rey Poros,
Alejandro Magno pretendía continuar hacia el río
Ganges, pero sus tropas se amotinaron. Tras muchos años de
ininterrumpidas luchas, los soldados macedonios estaban agotados
por las inclemencias del tiempo y los riesgos de la
expedición, y temían verse conducidos a tierras
lejanas desde donde no retornaran jamás.

Alejandro intentó levantar el ánimo de las
tropas. Convocó una reunión con los oficiales de
los regimientos; su discurso, que Arriano nos ofrece,demues- tra
que sabía que éstos también estaban bajos de
moral, e intentó animarles diciendo: "Todos los bienes de
Egipto y Cirene, conquistados sin librar una sola batalla han
pasado a vuestras manos. Siria Interior, Palestina y Mesopo-
tamia son posesiones vuestras, igual que Babilonia, Bactria y
Susa, la riqueza de Lidia, los tesoros de Persia, las riquezas de
la India, así como el mar Exterior. Vosotros sois los
sátrapas, los generales, los taxiarcos".

Sin embargo,el discurso de Alejandro Magno no va a
convencer a los oficiales del ejército macedonio y uno de
ellos, llamado Coinos, habló en nombre de la oficialidad y
del ejército exponiendo sus quejas.Alejandro, irritado,se
dispuso a continuar con quienes desearan seguirle, pero al ver
que los sacrificios au- gustales resultaban desfavorables
decidió, finalmente, el retorno, con gran en- tusiasmo de
los soldados. Los soldados creían que su rey
regresaría con ellos a Macedonia, de ahí su gran
irritación algún tiempo después en Opis
cuando se dieron cuenta de que Alejandro establecería para
siempre en Asia el centro de su reino.Así pues,en el
año 325 a.C,Alejandro Magno regresó a
Persia,conclu- yendo con ello su expansión por Asia, en la
que había empleado nueve años.

LAS OPOSICIONES AL
ABSOLUTISMO DE ALEJANDRO MAGNO. LAS REVUELTAS EN
GRECIA.

La primera oposición seria contra el poder
absolutista de Alejandro Magno surge durante su larga marcha
hacia la India. La moral del ejército macedonio se
había desmoronado, las discordias entre Alejandro y sus
compañeros eran cada día más frecuentes. Por
otra parte, se descubrió incluso que Filotas, hijo de
Parmenio y amigo de Alejandro, conspiraba contra él, y la
dura represión (condena a muerte de Filotas y orden de
ajusticiar a Parmenio) no tranquilizó los
ánimos.

El soberano,se encontraba cada vez más
aislado,pero progresivamente era más poderoso y
autoritario. Durante un banquete y hallándose ebrio
llegó a dar muerte a su gran amigo Clito que le
había salvado la vida en la batalla de Gránico.
Cuentan los historiadores que Clito se había burlado de
que Alejan- dro hubiese adoptado costumbres orientales y se
hiciera adorar como un dios; quizá no ocurrió
exactamente de esta manera, pero el hecho es que Alejandro
atravesó con su espada el corazón de su amigo
Clito. Éste episodio, después del ajusticiamiento
de Parmenio y Filotas, constituye un nuevo testimonio de
cuáles eran entonces sus relaciones con la nobleza
macedonia que lo seguía con tanta rebeldía. Los
motivos que habían originado las disputas eran objeto de
constantes críticas de los griegos,que no toleraban que
Alejandro pretendie- se igualarlos a los asiáticos,
exigiendo que también ellos se prosternaran frente a
él, como ante un dios. Alejandro daba muestras de no hacer
ya distinciones entre los suyos y los asiáticos, lo cual
disgustaba a los macedonios. Además, acentuó su
política de integración racial, invitando a los
macedonios a despo- sarse con mujeres persas, como hiciera el
propio Alejandro casándose con Roxana,hija de Darío
III,al tiempo que varios de sus lugartenientes se casaban con
hijas de nobles persas. Tales uniones fueron mal acogidas por el
ejército macedonio, en el que había introducido a
más de 30.000 mercenarios asiáticos

Otro episodio trágico es el que se refiere a
Calístenes, discípulo y pariente de
Aristóteles, condenado a muerte acusándole de haber
conspirado con los pajes reales.Fue éste un grave golpe
para los griegos y la escuela aristotélica e inclu- so a
los ambientes intelectuales más democráticos de
Atenas que a partir de ese momento reflejarán el retrato
de un Alejandro,cruel,animado cada vez más de un enfermizo
despotismo.

El autoritarismo de Alejandro Magno se evidencia
claramente en los últimos meses de la vida de Alejandro,
en la residencia real de Babilonia, Alejandro parecía un
auténtico soberano oriental, más los de un dios a
quien debía adorarse que los de un hombre reverenciado. La
ruptura entre el soberano y sus antiguos compañeros
macedonios, irritados ante el espectáculo de los
bárbaros adorando al rey, que antes había sido de
menor importancia en el gran ejército asiático, fue
definitiva. El episodio más resonante de esa ruptura se
produjo con motivo de los funerales de Hefestion, las
celebraciones que exaltaron a Hefestion y Alejandro como
héroes semidivinos, repugnaron el espíritu
democrático griego, y el temor de un viaje de Alejandro a
Grecia para recibir un triunfo divino reforzó la
hostilidad que ya había en su contra. Alejandro durante
mucho tiempo había barajado la idea de proclamar
públicamente su divinidad; su creciente inestabilidad
emocional le llevó a dar aquel paso. Las polis griegas
obedecieron sin darle excesiva importancia. Es significativo el
irónico comentario de los espartanos: "Si Alejandro desea
ser un dios, que lo sea"; o la del político ateniense
Demóstenes: "Dejemos que Alejandro sea hijo de Zeus. Y, si
le parece, también de Poseidón".

Esa obsesión de considerarse como un dios entre
los mortales la va a mantener hasta el final de su vida.
Según cuenta el historiador Arriano "…Alejandro,
viendo que no podía seguir con vida, pensó
arrojarse al río Éufrates y desapa- recer
así de entre los hombres dejando para el futuro una fama
digna del mayor crédito respecto a que su nacimiento y su
desaparición tenían algo de divino y que ver con
los dioses."

Monografias.com

Varios meses antes de la muerte de Hefestion (verano de
324 a.C), Alejandro anunció ante la asamblea del
ejército, reunida en la ciudad de Opis a orillas del
río Tigris, que los incapacitados para luchar o bien por
la edad o bien por su estado de agotamiento físico
debían ser licenciados con todos los honores y devueltos a
Macedonia, este anuncio provocó una fuerte
oposición dentro del ejército macedonio. Los
soldados protesta- ron enérgicamente y le dijeron que no
solamente licenciara a los veteranos del ejército
macedonio, sino a todos. Alejandro para atajar esta
insubordinación mandó que ejecutaran inmediatamente
a trece de los más alborotadores y pronunció un
breve discurso. Durante dos días seguidos evitó
todo contacto con las tropas macedonias, dio orden de ampliar las
unidades con iranios, hasta que por fin las tropas le suplicaron
protección. Ordenó que se llevara a cabo lo que
había dispuesto y, según lo planeado,
licenció a los veteranos poniéndolos bajo las
órdenes de Crátero.

También se va a producir cierta oposición
a Alejandro en la Grecia continen- tal. El episodio más
importante fue la revuelta de Agis III (338-331 a.C) rey de
Esparta perteneciente a la dinastía Agiad. En ese momento
Esparta se ve aquejada de una grave crisis social.Mientras que el
número de ciudadanos dis- minuía gravemente a causa
de las guerras (2.000 en 371 a.C; 1.000 en el 331 a.C), la
concentración de las fortunas en manos de algunas familias
originaba una desigualdad que añadía a la
hostilidad de los ilotas y periecos el descon- tento de los
ciudadanos pobres. Paralizada por estos conflictos interiores
(conflictos entre los reyes, entre reyes y éforos),
Esparta no podía oponerse al auge de Macedonia. Desde
entonces,Esparta,reducida a los límites de Laconia por
Filipo II, no volvería a desempeñar ya un papel
eminente. Es famoso el mensaje que envió Filipo II a Agis
III que decía: "Si entro en Laconia,arrasaré
Esparta". A lo que Agis III respondió con un
lacónico: "Sí".

A pesar de todo, Agis III se va a rebelar contra
Alejandro aprovechando la campaña asiática de
éste en el 333 a.C. Agis III había estado
recibiendo dinero y naves persas, consigue así conquistar
gran parte de la isla de Creta y con un ejército de
mercenarios, logró levantar a casi todo el Peloponeso
contra Macedonia. Únicamente Megalópolis no quiso
unirse a Esparta. Agis III la asedió, pero
Antípatro, general macedonio, llegó desde el norte
con un gran ejército. Los espartanos fueron derrotados y
Agis III murió en la batalla en el 331 a.C.
Antípatro tomó rehenes espartanos y obligó a
la ciudad a pagar una gran suma, pero respetó su
independencia.

Con su muerte terminaron las rebeliones griegas
(después de dos años de en- frentamientos) contra
Alejandro. Sin embargo, el peligro espartano exigió un
ejército permanente en Macedonia y guarniciones en todas
las plazas fuertes cuyas magníficas murallas de
sillería podemos ver todavía hoy.

Otro intento de rebelión contra Alejandro lo va a
protagonizar Hárpalo,mece- nas amigo del propio Alejandro
que va a intentar, sin conseguirlo, sublevar la polis de Atenas
contra Alejandro. Hárpalo cuando se enteró de la
purga que estaba haciendo Alejandro contra los sátrapas
desleales, huyó a Grecia con 6.000 talentos en
metálico, 30 barcos y unos 6.000 mercenarios griegos. Con
anterioridad había enviado barcos con grano a Atenas para
aliviar la escasez y, confiando en que contaría con la
buena voluntad de la ciudad,había desarrolla- do un plan
para financiar una rebelión. Gastó más de
300 talentos en sobornos a los políticos atenienses, pero
después de complicadas intrigas, los atenienses se
mostraron contrarios a la rebelión aunque se quedaron con
su dinero. Al fi- nal Olimpia, ordenó el arresto de
Hárpalo, que huyó por mar con sus hombres, uno de
los cuales lo asesinó en la isla de Creta, para quedarse
con el oro.

A consecuencia de estos hechos el orador y
político ateniense Demóstenes va a ser enviado al
exilio por orden de Alejandro.

Por último, también va a producir cierto
malestar en las ciudades-estado griegas, el decreto promulgado
por Alejandro para el retorno de los exiliados a sus ciudades
originarias. Se calcula que había más de 50.000
exiliados griegos en las ciudades de Asia Menor. La exigencia de
retorno de Alejandro signifi- caba, el retorno con inmunidad;los
asesinos y profanadores de templos estaba- ban
excluidos.

Partes: 1, 2

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