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La arquitectura en Cuba, predominio del eclecticismo (1902-1925)




Enviado por Ramón Guerra Díaz



  1. Resumen
  2. Desarrollo

Resumen

La República se inaugura bajo el signo de la
arquitectura ecléctica reflejada en los edificios
públicos y privados construidos en este período,
hay una fuerte influencia de las constructoras norteamericanas
que imponen un característico estilo para edificios
fundamentalmente bancarios y una vuelta al neoclasicismo de corte
norteamericano, todo ello en medio de un auge constructivo,
principalmente en La Habana que está en plena
expansión en este período.

Desarrollo

Los inicios de la república coinciden con el
afán mimético de la burguesía por presentar
un marco adecuado para sus actividades sociales, el país
acaba de salir de una cruenta guerra, poco a poco se van
recuperando las actividades de la producción y aunque el
poder económico de la oligarquía criolla no es el
de otros tiempos trata de mantenerse actualizada. Está en
boga la "Belle Epoque", el limbo estético donde ya no se
está en el siglo XIX pero tampoco se está en el
siglo XX, y adecua sus aspiraciones a la copia del mundo
aristocrático europeo, decadente, pero atractivo para las
élites burguesas latinoamericanas.

La Habana de entre siglos se va a desarrollar en el
espacio dejado por la muralla, de la cual aún quedan
grandes paños discontinuos, el Vedado es el espacio
elegante de la capital a principios del siglo XX, desplazando al
Cerro, como lugar de residencia de las grandes familias de
fortuna. El Vedado se desarrolla como el primer reparto moderno
de la isla, manteniendo la retícula colonial como
constante urbanística, unido al nuevo concepto de "ciudad
jardín" que rompe la compactación de la urbe
colonial, dando paso a las casas rodeadas de jardines, amplias
aceras y calles con canteros enjardinados.

La Habana vive un auge extraordinarios en estos primeros
veinticinco años del siglo XX, duplicando su
población de 250 mil a 500 mil habitantes. Los repartos
crecen, mostrando en su arquitectura las diferencias sociales de
sus inquilinos. La Habana Vieja comienza a ser abandonada por los
poderosos y sus vetustas casas solariegas se convierten en
comercios, almacenes, casa de vecindad para la gente de menor
ingreso y sede de la mayoría de las instituciones del
estado. Hacia el sudeste se desarrollan los barrios de clase
media: Cerro, Santos Suárez, La Víbora, Lawton y
Luyanó. Junto al mar por el oeste, El Vedado y más
allá del río Almendares aparecen Miramar y el
Country. Entre ambas fajas de urbanización un amplio
baldío, que tenía como centro la Loma de los
Catalanes[1]que llamó la atención a
los arquitectos cubanos de la época como futuro centro
administrativo y político de la capital.

El primero en proponer a la Loma de los Catalanes como
centro de La Habana fue el arquitecto Raúl Otero que en
1905 presentó un proyecto. Más tarde, 1916, otro
arquitecto Camilo García Castro vuelve sobre la misma
propuesta, al igual que el ingeniero Enrique J. Montiulieu y el
urbanista Pedro Martínez Inclán, este último
considerado el proyectista teórico de La
Habana.

La ciudad crecía de modo irregular y
anárquico, por lo que se hacía necesario un Plan
Director para crear la vinculación adecuada entre las
nuevas áreas de expansión urbana y el centro
tradicional, en el que permanecían las principales
funciones políticas, administrativas, culturales y
económicas.

La zona que ocupaba la muralla de la ciudad vieja de La
Habana, había comenzado a demolerse en la década
del sesenta del siglo XIX, poco a poco fue demolida por secciones
y urbanizado los espacios que quedaban libre, la mayor parte de
ellos con edificios de varias plantas y piso bajo con largar
falladas con corredores y columnas, espacios ocupados por
teatros, hoteles, comercios y disímiles espacios de
servicios públicos, pero también surgieron hermosos
palacetes y mansiones en los alrededores del Paseo del Prado, que
se fue convirtiendo en este período en el centro
político administrativo de la república. Los ricos
y políticos preferían la cercanía a estos
centros de poder mandando a construir sus mansiones alrededor del
Prado, las inmediaciones del Paseo del Malecón, las calles
de Zulueta y la de Monserrate.

Estas construcciones de principios del siglo XX
conservaron características de la casa colonial de dos
plantas proyectadas hacia la calle, con sus portales integrados a
la circulación urbana, con un estilo ecléctico que
integraba los estilos clásicos a la funcionalidad de la
casa colonial habanera.

Por estos mismos años comenzó el
éxodo de la burguesía habanera hacia el Vedado, un
barrio que comenzó su auge a finales del siglo XIX. Su
trazado se basó en los más modernos conceptos
urbanísticos de la época. Las primeras casa del
Vedado se levantaron inspiradas en las grandes casas quintas del
Cerro pero con áreas verdes más pequeñas.
Aquí predominó la tendencia a la separación
de las viviendas, cada una autónoma, alejada de la
estructura urbana. El jardín se convierte en importante
elemento arquitectónico con influencia de la
jardinería francesa.

En el eje sudeste del crecimiento urbano de La Habana,
hacia la Víbora, Santos Suárez y Luyanó, la
compactación urbana se mantiene, aunque por trechos
aparecen pequeños jardines, adornando las
casas.

Esta expansión urbana de principios del siglo XX
abarcó a las principales ciudades del interior de la isla:
Matanzas, Santa Clara, Holguín, Camagüey, Santiago de
Cuba, Cienfuegos, Bayamo, etc. Para todos estos entramados
urbanos fue común la utilización de los
códigos eclécticos configuradores del perfil
republicano de las ciudades cubanas, elaborados por
experimentados constructores y profesionales y el uso de moldes
para los capiteles de las columnas y sus portales corridos y
públicos en sus áreas comerciales.

El eclecticismo en Cuba se basó en el uso
bastante liberal de los códigos clásicos, influidos
por el desarrollo del racionalismo constructivo y los limitados
recursos de los propietarios. En Cuba el eclecticismo será
neoclásico, a veces relacionado con el neogótico,
neo-renacentismo y con la arquitectura tradicional colonial,
debido fundamentalmente a la entrada tardía en Cuba de
esta tendencia, ya agotada en sus experimentaciones en otras
latitudes y por ende reformulada en Cuba en algunas
construcciones de acuerdo con la arquitectura colonial
tradicional.

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Amplia representación de este estilo se encuentra
en el aristocrático Vedado lleno de residencias y
palacetes en los que la planta ya no se desarrolla alrededor de
un patio central, para hacerlo alrededor de un
"Hall"[2]. Se introduce el baño con
lavamanos y los interiores con lámparas de cristal y
elementos propios de la arquitectura tradicional cubana:
mamparas, vitrales, etc. En exteriores se observan la presencia
de portal, jardines, esculturas y verjas de hierro, muy bien
trabajadas.

Formalmente se observa la reiteración del
lenguaje neoclásico, por el uso continuado de frontones,
columnas de órdenes griegos y a veces elementos
decorativos neobarrocos.

El peso de las construcciones en este período lo
llevan los emigrantes catalanes que como maestros de obra
realizan la mayor parte de las viviendas y construcciones comunes
del país. El resultado fue una monotonía de
cimacios, cornisas finas y balaustradas de cemento realizados con
moldes, de aspecto nada estético

Este predominio catalán comienza a romperse con
la fundación de la Escuela de Ingeniería y
Arquitectura de La Habana en 1909, bajo el gobierno de la segunda
intervención yanqui en la isla. Durante este gobierno fue
nombrado jefe del Departamento de Construcciones Civiles el
arquitecto norteamericano Henry G. Newton, graduado de la
Universidad de Columbia y de la Ecole des Beaux de París,
quien implanta el estilo académico en las normas
constructivas, al menos para las construcciones importantes, los
catalanes siguieron predominando por un buen tiempo más en
las urbanizaciones cubanas, dándole un sello
característico del que no se libran los barrios populares
de La Habana.

En 1909 llegan los primeros arquitectos cubanos
graduados en universidades extranjeras: Leonardo Morales,
Raúl Otero, José María Bens, José R.
Franca, Jorge Luis Echarte, José Ignacio del Álamo,
Eugenio Reyneri, etc. Ellos darán la tónica
constructiva durante los primeros 30 años de la
República junto a firmas constructoras cubanas y
estadounidenses que de conjunto se repartieran las inversiones
constructivas del estado y del sector privado en el país:
Govantes y Cavarrocas, Moenck, Rafecas y Tonarely,
Albarrán y Bibal, Francisco Centurión, Arrellano y
Mendoza y la norteamericana Purdy and Henderson Co., que realiza
las mayores obras públicas y de servicios de la
época.

Prolifera el uso de las estructuras de acero,
introducida por los norteamericanos en una arquitectura, desde el
punto de vista técnico-constructivo, superior a la del
período colonial.

En el plano oficial se construyen diversos edificios
públicos en los que está presente la influencia
greco-latina en su variante del clasicismo norteamericano. La
República erige sus símbolos dentro de las
normativas del Beaux-Art. Las empresas estadounidenses participan
ampliamente en este boom constructivo levantando bancos, tiendas,
compañías de seguro, edificios de oficinas y
sociales, como son los casos del Centro Gallego (1914) y el
Centro Asturiano, los edificios el Banco de Canadá, del
Banco Nacional y sus sucursales en el interior del país;
la Lonja del Comercio (1909); El edificio de oficinas de
Casteleiro y Gozoso, la Metropolita y Ariosa, el Havana Yacht
Club, y el Hotel Sevilla Bilmore

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Para el gobierno se levanta el Palacio Presidencial
(1913-1920), obra de los arquitectos Rodolfo Maruri, cubano y
Paul Belau, belga, pensado originalmente para albergar la sede
del gobierno provincial pero transformado por el presidente
Menocal en Palacio Presidencial.

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Durante la primera ocupación norteamericana se
levantó la sede de la Escuela de Artes y Oficio de La
Habana (1901) de Fernando Aguado, diseñada dentro del
estilo ecléctico renacentista, donde la presencia del
racionalismo está presente en la ausencia de
decoración en los talleres del centro, con predominio de
grandes paños de cristal.

El Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana
(1901), un ejemplo clásico de la arquitectura de la Ecole
des Beaux-Arts de París, sirve de modelo para sus
similares en Santa Clara y Camagüey.

Durante la segunda intervención norteamericana se
construye el Hospital Calixto García y se comienza a
levantar en la colina de la Pirotecnia, los edificios del Campus
Universitario de La Habana (1906-1927) que culminará con
la monumental escalinata coronada por la Estatua del Alma Mater.
En estas edificaciones predomina también el estilo
ecléctico de inspiración clásica.

Otras obras de interés de este período lo
fue la Iglesia de la Compañía de Jesús
(Reina y Belascoaín, La Habana) (1914-1923), construida en
estilo neo-gótico, con una bellísima torre que
constituye una joya de la arquitectura habanera del siglo XX. Se
lamenta en esta construcción la falta de perspectiva al
construirse la iglesia como una edificación colindante
emparedada en el entramado urbano.

Como individualidades sobresalen los arquitectos Eugenio
Rayneri y Leonardo Morales. El primero formado en los Estados
Unidos y el segundo en Europa. Rayneri es el arquitecto de la
élite burguesa cubana, cumpliendo múltiples
encargos para levantar residencias aristocráticas, en
tanto el gobierno también le encarga importantes obras. Es
un profesional competente que maneja muy bien los códigos
de su época, pese a las críticas que recibió
por la distribución espacial. Como obras pública
sus obras más significativas fueron, el Capitolio Nacional
y la reconstrucción de la Portada Monumental del
Cementerio Colón.

Leonardo Morales, mucho más creativo que Reyneri,
tuvo que someter su talento a las exigencias de sus clientes,
para los que levantó residencias, tumbas y edificios
sociales. Aunque construyó mucho dentro de los
cánones neoclásicos, experimentó con otros
estilos, como el florentino, el gótico, el plateresco y
culminó con un interesante retorno a la arquitectura
colonial, que al decir de los expertos, más que
interpretar copió.

Sus obras más sobresalientes fueron: El Colegio
de Belén, en Marianao, el de Las "Hermanitas de los
Pobres", el Salesiano de la Víbora y los Agustino de La
Habana; el Asilo Santovenia, en el Cerro, la Creche del Vedado,
el edificio de la Cubans Telephone Company, con su famosa torre
plateresca, en Centro Habana, los centros telefónicos de
Santiago de Cuba y Camagüey, el Banco Pedroso, el Banco
Mendoza, el Vedado Tennis Club y gran cantidad de residencias
aristocráticas habaneras.

Junto con la tendencia predominantemente
ecléctica en Cuba coexisten algunas muestras aisladas de
la arquitectura art-noveau. Este estilo arraigó poco en
Cuba, principalmente en La Habana y Cienfuegos. En la capital en
construcciones aisladas en las calles Cárdenas y
Cienfuegos, cerca de la Terminal de trenes, la Calzada de Diez de
Octubre y la de Reina. Casi todas construcciones hechas entre
1905 y 1909 por arquitectos catalanes que han dejados pocas pero
significativas muestras de este bello estilo
arquitectónico.

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El art-noveau fue un símbolo de renovación
y reacción frente al creciente maquinismo del siglo XIX,
al que se contrapone con un acercamiento a la naturaleza. Se
valorizan materiales como el acero y el cristal en rejas y
balaustres, con una decoración de líneas
orgánicas, que ondulan, se enroscan, se sueltan y
serpentean por todas partes, ventanas, fachadas,
cornisas.

En Cuba la influencia del estilo se concentra en las
fachadas, muy movidas y enfatizadas por los balcones
curvilíneos y las barandas de hierro trabajadas en forja
floral. En algunas construcciones art-noveau habaneras se nota
una incorporación de elementos barrocos, que se aprecian
en las fachadas reverberantes, con una decoración
lírica de evocación orgánica.

En 1901 se inicia la construcción del
Malecón Habanero que en su primer tramo va desde el
castillo de la Punta hasta la calle Belascoaín.
Tenía una glorieta neoclásica en la
intersección con el Paseo del Prado, que se
convirtió en lugar de retretas para la Banda Municipal de
Conciertos de La Habana. En 1921 el Malecón se
extendió hasta la entrada del Vedado, hasta el lugar donde
se emplaza el Monumento al Maine.

De destacar en esta época es la
construcción del primer barrio obrero en Cuba, aprobado
por Ley bajo el gobierno de José Miguel Gómez, se
componía de mil casas de cuatro piezas, baño, patio
y portal, construidas en terrenos cercanos a la antigua carretera
de Marianao. La concesión fue adjudicada a Dino F.
Pogolotti, motivo por el cual se conoce este reparto como
Pogolotti, que inauguró sus primeras casas en
1911.

 

 

Autor:

Ramón Guerra
Díaz

 

[1] Donde está actualmente el
monumento a José Martí en la Plaza de la
Revolución

[2] Especie de pasillo que engarza todas las
partes de la casa y que proviene de la arquitectura
doméstica norteamericana.

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