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Arquitectura cubana (1925-1940)




Enviado por Ramón Guerra Díaz



  1. Resumen
  2. Desarrollo

Resumen

Durante este período se crean los símbolos
arquitectónicos fundamentales del estado burgués
cubano, teniendo como base el estilo eclíptico de
inspiración norteamericana, que se adecua por igual a
edificaciones civiles del país. Se desarrolla el
movimiento art deco con una profusa huella en la arquitectura de
la época y se desarrolla un monumentalismo futurista a
finales del período, impulsado por el presidente Fulgencio
Batista.

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Desarrollo

Uno de las cosas que más llamó la
atención en el programa de gobierno de Gerardo Machado fue
su ambicioso Plan de Obras Públicas dirigido por el
ingeniero Carlos Miguel de Céspedes, el plan partís
de tres obras básicas: la Carretera Central, que
uniría a todo el país; el Capitolio Nacional, sede
del Poder Legislativo y el Presidio Modelo, construido en Isla de
Pinos.

La Carretera Central era una obra de infraestructura
necesaria, sueño de muchos productores y de poderosos
intereses para abaratar los costos de circulación y
exportación de los productos del país. Machado de
cara al apoyo buscado en los diferentes sectores de la
burguesía nacional, ejecutó esta obra necesaria,
que no dejó de convertirse en un lucrativo negocio para
él y sus conmilitones, que incluía a las
compañías e inversionistas norteamericanas que
hicieron una gran negocio.

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El capitolio nacional fue obra de vanidad del estado
burgués, ansioso como estaba de contar con fastuosos
símbolos de su poder. El presidente Menocal ya
había levantado el ecléctico Palacio Presidencial y
Machado completó el despilfarro con el Capitolio Nacional,
copia tropicalizada del Capitolio de Washington.

En mayo de 1926 se inicia la construcción de la
obra a cargo de una compañía constructora de los
Estados Unidos y dirigida por el arquitecto cubano Eugenio
Reineri. La costosa obra fue terminada en mayo de 1929 y en su
decoración participaron artistas cubanos e italianos,
encargados de exaltar la megalomanía de las clases
dominantes.

El Presidio Modelo, respondía a lo más
modernos en cuanto a este tipo de construcciones en ese momento;
llevaba en sí toda la carga de aplastamiento y
destrucción de la personalidad del recluso, en medio de un
hermoso paisaje natural en la pequeña y tranquila isla de
Pinos, que de hecho se convirtió en una gran
cárcel.

Junto a estas tres obras el Plan de Obras
Públicas de Machado y Céspedes comprendía
otras obras menores pero necesarias: acueductos, dragado de
puertos, construcción de viviendas populares, escuelas y
hospitales. Algunas de estas obras se realizaron pero otras
fueron pospuestas por el costo millonario de las tres primeras y
de las obras de remodelación de La Habana, que rebasaron
los cálculos previstos, tanto por los altos costos, como
por los escandalosos robos que se realizaron.

Una de las obras costosas del gobierno fue la
construcción del Hotel Nacional en la loma de Taganana, en
El Vedado, construido dentro de los cánones del
eclécticos académico norteamericano, proyectado por
la firma «McKim, Mead and White» y entregado en 30 de
octubre de 1930.

Muy manejada por la propaganda del gobierno fue la
construcción de la "ciudad modelo" (Reparto Lutgardita)
establecido en la zona de Rancho Boyero en terrenos de una finca
propiedad del presidente que con la urbanización
aumentaron su valor. La Ciudad Modelo comprendía unas cien
casas de viviendas para obreros y empleados de las
fábricas que se levantarían en la zona, los
servicios comunales necesarios: escuela, hospital, creache
(círculo infantil), comercio, teatro, etc. Las
fábricas que se levantaron están dedicadas a la
producción de pinturas, aceite, envases y
calzados.

Las primeras casas se inauguraron en enero de 1929, con
la entrega de cien, la estación de ferrocarril, la escuela
y la oficina del correo.

Las obras se subastaron públicamente lo que
determinó que diferentes firmas y arquitectos se hicieron
cargo de las edificaciones, entre las firmas sobresale la
«Govantes y Cabarrocas» y entre los arquitectos,
Manuel Pérez de la Mesa y Luis Echeverría, este
último director técnico de la Ciudad
Modelo.

Por esta razón en el reparto hubo diversidad
estilística, desde el ecléctico al art-decó
y el neo-colonial cubano, el único elemento unificador en
el reparto fue el repello granuloso que ofrece un acabado
rústico a las edificaciones. La Ciudad Modelo fue un
negocio redondo para el presidente, dueño de los terrenos,
principal accionista de las fábricas y de la
«Sociedad Mercantil Lutgardita S.A.»

La pieza principal del Plan de Obras Públicas de
Machado fue el «Plan Director de la Habana», que
tenía por finalidad enmendar la escenografía
arquitectónica donde se desenvolvía la
burguesía nacional. La ciudad abigarrada y desordenada
crecía prácticamente sin orden, por ello el
gobierno invita al famoso proyectista francés Jean 
Claude Nicolás Forestier(1861-1930), quien vino con un
competente equipo conformado por los arquitectos franceses,
Eugene E. Beaudouin, Juan Labatut, Luis Heitzler, Theo Levan y M.
Sorugue, a los que se unieron los cubanos Raúl Otero,
Emilio Vasconcelo, Raúl Hermida, J.I. del Llano y los
artistas Manuel Vega y Diego Guevara.

Forestier y su equipo dividen la obra en dos partes: la
primera a largo plazo y resumida en el Plan Director de La Habana
y la segunda, más inmediata y que incluye las obras que el
gobierno de Machado priorizara para retocar la fachada de la
capital: viales, áreas verdes, elementos de mobiliario
urbano y algunas remodelaciones a edificios estatales.

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El Plan de arquitecto francés se concretó
en tres visitas que hizo a La Habana, la primera entre diciembre
de 1925 y febrero de 1926, tiempo durante el cual estudió
el plano general de la ciudad, proyectó el Paseo del
Prado, el Parque de la Fraternidad, la Avenida del Puerto, la
avenida de Las Misiones, el Parque El Maine, remodeló el
Parque Central y dejó diseñado los bancos y farolas
del Paseo del Prado.

Su segundo viaje fue entre agosto y diciembre de 1928,
dedicado a terminar el Plan Director, proyectando además
la continuación del Prado frente al Capitolio; la
remodelación y construcción de avenidas y paseos en
la ciudad; proyecta la escalinata de la universidad y la del
Castillo del Príncipe, entre otras obras.

Su tercer y último viaje se produjo entre enero y
marzo de 1930, proyecta los edificios públicos que
rodearían al Capitolio y que no llegaron a construirse; el
ensanche de la calle Teniente Rey y proyectos de mobiliario
urbano y áreas verdes.

En cuanto al Plan Director de La Habana, mantiene los
códigos eclécticos del Beaux-Arts francés,
diseñando una ciudad monumental de grandes avenidas
arboladas que permitieran la visión escenográfica
de los grandes símbolos del estado: el Capitolio, Palacio
Presidencial, Plaza Cívica, Universidad y otros edificios
públicos.

Las características más importante de este
Plan Director es la toma de la Loma de los Catalanes como centro
rector de la urbe (donde está hoy emplazado el monumento a
José Martí y el Consejo de Estado), cuando era un
sitio yermo con una pequeña ermita en su cima. Desde este
punto donde se levantaría la plaza cívica
irradiarían avenidas radiales y diagonales que
entrelazarían los diferentes barrios de La
Habana.

El Plan Directos hace énfasis en las áreas
verdes, valorando los tres elementos paisajísticos de la
ciudad: la bahía, el litoral y la faja verde que
acentuaría con la creación del Gran Parque del
Almendares y del Gran Parque Nacional, establecidos como pulmones
verdes de la ciudad.

Es muy significativa la vinculación del Plan
Director al desarrollo turístico de la ciudad, al
relacionar la proyectada terminal marítima y la de trenes
con la plaza cívica a través de una red vial
rápida y hermosa.

El principal problema de este Plan Director ha sido su
limitación a lo que era el municipio La Habana, olvidando
las grandes barriadas y municipios periféricos: Marianao,
Cerro, Víbora, Luyano, Lawton, Guanabacoa y Regla. Para
estas áreas solo se diseñaron las vías de
enlace, dejándosele perspectiva al crecimiento
desorganizado y acéfalo.

En la arquitectura cubana de los primeros años
del siglo XX se sigue de forma marcada los códigos
eclécticos, primero tomados de las academias europeas,
principalmente la francesa y luego a través de las
interpretaciones de los proyectistas y firmas norteamericanas.
Por ello La Habana mantuvo su compacto entramado casi uniforme al
igual que las principales ciudades del país. Con sus
cuadras regulares de corredores públicos sostenidos por
columnatas de diferentes órdenes griegos, toscanas y hasta
egipcios, que se intercalan con la aparición de
algún raro ejemplar de art-noveau, o alguna
edificación neogótica, principalmente iglesias, y
ya en la década del veinte un neoplateresco que
dejó en La Habana algunas obras significativas.

En Europa se inician en la década del veinte
trasformaciones importantes en la arquitectura que tuvieron en la
Exposición de Artes decorativas de 1925 su momento
culminante. Los códigos estilísticos del art noveau
se ven reelaborado en un sistema decorativo o de figuras
estilizadas, en fachadas lisas. Este fue el sistema conocido por
Art-Deco, influenciado por el cubismo, el funcionalismo de
Bauhaus, el futurismo y el sentido estructuralista de los
monumentos precolombinos.

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En Cuba estos cambios tuvieron que esperar algunos
años, por el conservadurismo ecléctico de la
clientela burguesa y los ejecutantes criollos y
extranjeros.

Primero hubo una avanzada teórica que
llegó en la literatura arquitectónica a fines de la
década del veinte. En 1926 aparece en la revista "El
Arquitecto", dirigida por Luis Bay, el primer trabajo sobre
arquitectura moderna: "Las nuevas tendencias
arquitectónicas", del arquitecto argentino Alejandro
Christophersen; ese propio año José María
Bens, en la misma revista publica su artículo, "Momentos
modernos de las bellas artes", con una valoración sobre lo
que ocurría en arquitectura en Europa. La revista "Colegio
de Arquitectos" de los años 28 y 29 informa sobre la obra
de Gropius y de Bruno Taut, mientras el arquitecto cubano Alberto
Camacho diserta sobre, "Las falsa visión del arte
moderno"

Todo este ambiente de información y conocimiento
sobre arquitectura moderna influyó en los arquitectos
cubanos y ya en la década del treinta aparecen las
primeras construcciones de estilo funcional, aunque en realidad
se limitaron a la sobriedad de la fachada, sin alterar la
distribución espacial de la obra.

Los cambios fueron paulatinos pero seguros, el
repertorio ecléctico comienza a depurarse a partir de la
influencia del Art-Deco: los frisos, frontones, capiteles y
cornisas, se simplifican y reducen a los elementos fundamentales
y a motivos decorativos integrados a la funcionalidad de la
edificación. Predominan los paños puros y las
formas simples, pero se mantiene la simetría y la
verticalidad del ecléctico.

La primera construcción dentro del estilo
Art-Deco se levantó en Quinta y 24, Miramar, proyectado
por el arquitecto José Mendeguía, luego fu un
edificio en Línea y Paseo, Vedado de Joaquín Weiss
y Carlos Maruri. Pero el edificio que afianzó el Art-Deco
en Cuba fue el conocidísimo "López
Serrano"[1] en 13 y L, Vedado de 1932, obra del
arquitecto Mira y Rosich, el primer "rascacielos habanero", con
una planta en H que facilita la ventilación e
iluminación. Sus muros están trabajados con ligeros
entrantes y salientes, concentrando la decoración en el
basamento y la entrada.

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La principal obra del Art-Deco cubano es el edificio de
la firma licorera Bacardí (Monserrate y Progreso, en La
Habana Vieja, realizado por el arquitecto Esteban
Rodríguez Castells. El edificio está revestido de
cerámica mayólica y su funcionalidad responde a su
uso como edificio administrativo. De forma llamativa domina la
edificación el símbolo escultórico de la
firma Bacardí, un murciélago

Los componentes estéticos del Art-Deco se imponen
a partir de la década del treinta y continúan
utilizándose en los años cuarenta, tanto en
edificios públicos y de apartamentos, en residencia y en
casas más humildes. Los motivos geométricos,
abstractos o figurativos, de los paneles aplicados a las fachadas
se repiten de barrio en barrio: Víbora, Lawton, Marianao,
Luyanó y otros de La Habana y el interior del
país.

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Con la asimilación de los códigos modernos
en la década del treinta va aparejado otro movimiento de
menos influencia pero de igual importancia para la arquitectura
cubana. Aparece un grupo de arquitectos preocupados por la
arquitectura colonial cubana, principalmente del siglo XVIII, su
estudio y asimilación de algunos elementos formales de
esta etapa: lucetas, medios punto persianas de suelo a techo,
guarniciones de puertas y ventanas, entre otras. Entre los
investigadores de la arquitectura colonial sobresalen José
María Bens, Luis Bay Sevilla y Joaquín
Wiess.

Weiss es el más destacado en este rescate y
estudio de la arquitectura colonial cubana, sus estudios y las
fotografías que hizo en dichas obras, influyeron mucho en
esta corriente neocolonial de la arquitectura cubana.

Las formulaciones teóricas de este movimiento
neocolonial la hizo el arquitecto Leonardo Morales en su ensayo,
"La Casa Ideal" (1934) y la definición de esta casa
neocolonial la hacen los arquitectos Pedro Martínez
Inclán y Eugenio Batista: «patio, puntal, persianas
y portal»

El movimiento neocolonial no supera los presupuestos
estéticos eclécticos, pero en cambio los asimila a
la arquitectura autóctona, surgiendo edificaciones donde
se incorporan estos presupuestos, algunos ejemplos son: Las
escuelas tecnológicas de varones y hembras de Rancho
Boyeros, las sedes de los gobiernos provinciales de Guanabacoa y
Santiago de Cuba[2]la Iglesia de Nueva Gerona en
Isla de Pinos[3]y algunas viviendas en el reparto
Lutgardita.

En el caso de las residencias, la planta propuesta parte
del patio central como eje de la distribución espacial,
pero luego se añaden otras dependencias propias del
ecléctico, lo cual complica un poco la
configuración de las mismas.

Este movimiento neocolonial en arquitectura fomenta
también la restauración de algunas edificaciones
importantes de La Habana intramuros, obras en la que sobresale
Joaquín Weiss, precursor de la restauración de
monumentos arquitectónicos en Cuba, aunque se debe
señalar el error que se cometió al retirarle a los
edificios restaurados el repello para dejarlos en la piedra
desnuda.

Esta preocupación por la arquitectura tradicional
cubana, aunque no constituyó un movimiento fuerte en su
momento, si tuvo una fuerte repercusión posterior en el
rescate de los valores nacionales en la arquitectura.

A fines de los años treinta aparecen en Cuba
dentro de las corrientes modernas, la tendencia "monumentalista"
propia de los regímenes dictatoriales y dictatoriales,
predominaste en la Europa de los años treinta y que en
Cuba tenía a Fulgencio Batista y sus seguidores como
simpatizantes.

Se aprecia en este estilo una tendencia a reducir los
elementos formales y la escala humana de las edificaciones,
persistencia de columnatas, verticalidad, simetría y la
poca presencia de los motivos decorativos.

Como ejemplo de este estilo están, la Escuela de
Ciencias de Pedro Martínez Inclán, la Escuela de
Medicina, de Moenck y Quintana y la Biblioteca de Weiss, todo en
el recinto de la Universidad de La Habana. La Sede de la Sociedad
Económica de Amigos del País (Carlos III e7 Soledad
y Castillejo) de Govantes y Cabarrocas; la Escuela de
odontología (Carlos III y Avenida de Rancho Boyeros), de
E. Rodríguez Castell; los edificios de la Plaza Finlay en
Marianao, de Pérez Benitoa; el Hospital de Maternidad de
Marianao, de Emilio de Soto y la Escuela de Veterinaria (Carlos
III y Ayestarán), de Manuel Tapia Ruano.

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Autor:

Ramón Guerra
Díaz

 

[1] En la foto de la página

[2] En la foto la Sede del gobierno en
Santiago de Cuba

[3] En la foto de la derecha

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