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¿Jesús, hijo de un dios?



Partes: 1, 2

  1. Jesús no fue un dios, ni hijo de
    ningún dios
  2. Jesús y la Biblia
  3. Jesús no se identifica con el dios
    judeo-cristiano ni con ningún otro
  4. ¿Eternidad de
    Jesús?

Jesús no fue
un dios, ni hijo de ningún dios

Ya el hecho de que se diga que Jesús fue "hijo de
Dios" es por sí mismo más que sospechoso de
tratarse de un embuste de quienes escribieron los evangelios,
pues las categorías biológicas de padre e
hijo tienen sentido en el ámbito de los seres
vivos que se reproducen sexualmente, pero no en el que se refiere
a un supuesto ser espiritual como lo sería el
dios cristiano, que, en cuanto no sería material,
su reproducción sexual aparece simplemente como uno de los
muchos absurdos que hay en todas las religiones y suena a simple
fábula infantil, y mucho más cuando se intenta
comprender cómo un dios, por muy poderoso que fuera,
podría haber sido padre de sí mismo -en
cuanto Dios Espíritu Santo sería padre de
Dios Hijo. La verdad es que resulta bastante chocante
que el padre de Dios-Hijo no sea Dios-Padre sino
Dios-Espíritu Santo. ¿Por qué entonces a
Dios Padre lo llaman Padre si dicen que María
concibió por obra del Espíritu Santo y no por obra
de Dios-Padre? ¿Por qué el propio Jesús hace
referencia al "Padre" -a su Padre- en numerosas ocasiones
mientras que son pocas las ocasiones en que nombra al
"Espíritu Santo"? Si los relatos evangélicos fueran
verdaderos, eso representaría un desprecio al
"Espíritu Santo" a no ser que no se considerase al
"Espíritu Santo" como Dios sino sólo como las
diversas manifestaciones del poder de Dios.
Además, resulta realmente extraño que a lo largo
del Nuevo Testamento Jesús deje de referirse a
Yahvé, como se había hecho a lo largo de todo el
Antiguo Testamento, para referirse al "Padre", no
sólo para referirse a él como padre de Jesús
-"mi padre"- sino también en el sentido amplio de "Padre
de Israel" y más adelante como "Padre de la
Humanidad".

Por otra parte, en cuanto tanto el Padre como el Hijo y
como el Espíritu Santo serían un
único dios, por mucha imaginación que se
quiera poner al asunto diciendo que la relación de
paternidad
del Espíritu Santo respecto a Jesús
tiene carácter eterno, por simple sentido común
sabemos que un padre es siempre anterior a su hijo, por
lo que el Hijo tendría un comienzo posterior al
de su padre -el Espíritu Santo-. Y, si quienes sostienen
esta doctrina utilizan los términos padre e
hijo en un sentido distinto del habitual, en el que el
padre y el hijo son distintos entre sí, al menos
deberían aclarar qué quieren decir al utilizar
tales términos, pues en caso contrario estarán
utilizando el lenguaje de manera ininteligible, ya que
además defienden que ambos son eternos, mientras que los
conceptos de eternidad y anterioridad -o
simplemente temporalidad- son también, por
definición, inconmensurables. Pero, ¡qué
más quisieran quienes presentan estas críticas!
¡Pedir a los dirigentes católicos que aclaren lo que
ni ellos mismos entienden por la sencilla razón de que es
imposible entender aquello que simplemente es absurdo!

Además, el problema se complica cuando, a la vez
que se habla del carácter eterno del "Hijo", se dice que
éste nació de María hace poco más de
dos mil años, lo cual implica que el Hijo no
sería eterno
. Los dirigentes católicos
podrían buscar una última defensa para su absurda
doctrina indicando que el "Hijo" sólo
adquirió un cuerpo humano por medio de
María, pero que, al margen de ese "pequeño
detalle", sería tan eterno como el Padre. Sin
embargo, con esta hipotética explicación
estarían incurriendo en la contradicción
de negar el dogma de la inmutabilidad divina, en cuanto
tendrían que aceptar que Dios Hijo, aunque fuera eterno,
no habría tenido cuerpo hasta hace muy poco tiempo, es
decir, hasta que nació de María.

Jesús y la
Biblia

Junto a los graves problemas que plantean estas
consideraciones, existen otros que se encuentran en los escritos
bíblicos. El primero de todos es el hecho de que en todo
el Antiguo Testamento no hay un solo texto que hable del
hijo de Dios -y mucho menos de la madre que lo parió-, a
excepción de un pasaje de los Salmos que dice que
Yahvé llegó a considerar al rey David como su "hijo
primogénito"[1].

Además, aunque en los evangelios aparece en
diversos momentos la afirmación según la cual
Jesús es "Hijo de Dios", también aparecen
afirmaciones que, de manera explícita o implícita,
consideran que, aunque era un profeta, un enviado o un siervo de
Dios, sin embargo no se identifica con Dios ni con su supuesto
hijo.

Por otra parte, hay textos en que se presenta un
argumento para demostrar la filiación divina de
Jesús que podría servir igualmente para demostrar
la de cualquiera: En efecto, el empeño de los autores de
estos pasajes evangélicos por demostrar la
filiación divina de Jesús fue tan exagerado -y tan
interesado- que llegaron a utilizar el ridículo argumento
de que Jesús era hijo de Dios porque era hijo de
José, cuya genealogía se remontaba hasta
Adán y la de éste hasta el propio Dios. Pero, claro
está, con un argumento como éste todos
podríamos ser considerados tan hijos del dios de Israel
como Jesús, en cuanto a todos se nos considerase
descendientes de Adán y Eva. La réplica que se da a
esta crítica consiste en decir que, cuando en los
evangelios se habla de Jesús como "hijo de Dios", se
quiere presentar esta doctrina en un sentido distinto a ese otro
según el cual todos somos hijos de ese dios en el sentido
de haber sido creados por él, pues Jesús
sería hijo del dios de Israel, de Yahvé, o del
"Padre" -según la secta cristiana- de una manera especial
según la cual compartiría con él su misma
divinidad.

Pero lo más absurdo del caso es que, a
continuación de este argumento, aparece el "argumento
principal" que es incompatible con el anterior, de manera que, si
uno de ellos fuera verdadero, el otro sería necesariamente
falso. Efectivamente dice el argumento principal que
María había concebido por obra del
Espíritu Santo
, lo cual representaba una
negación implícita de que Jesús fuera
hijo de José
, por lo que resulta asombroso que el
autor de estos pasajes, que aparecen en el evangelio atribuido a
Lucas, mostrase tanto interés en presentar la
genealogía de José para demostrar la
filiación divina de Jesús, teniendo en cuenta que
debía descartar tal argumento desde el momento en que
introdujo el que decía que Jesús era hijo de
Dios no porque su padre fuera José sino porque su padre
era el mismo Espíritu Santo
. Pues, efectivamente, si
Jesús era hijo del "Espíritu Santo", no
podía ser hijo de José, mientras que, si era hijo
de José, no podía ser hijo del "Espíritu
Santo".

Como se ha dicho, los pasajes evangélicos
mencionados son excluyentes entre sí, pero el primero se
basaba en "la opinión de la gente" mientras que el segundo
habría sido inspirado por el mismo Espíritu Santo.
Ahora bien, el hecho de contar con dicha inspiración
habría sido una razón definitiva y más que
suficiente para que el autor de este escrito hubiera desechado de
manera radical "la opinión de la gente" en lugar de darle
la importancia que le concedió sólo por el
interés de contar con un argumento auxiliar para demostrar
que Jesús era hijo de Dios para el caso de que la
asombrosa comunicación de que Jesús era hijo del
"Espíritu Santo" no resultase creíble, por resultar
en verdad inconcebible.

Pero, de acuerdo con el principio según el cual
el fin no justifica los medios, no parece propio de la
teórica veracidad del "Espíritu Santo" haber
inspirado al autor de este evangelio para que se sirviera de la
"mentira" [?] relacionada con "la opinión de la gente"
para convencer a sus potenciales seguidores de la doctrina acerca
de la filiación divina de Jesús. Pues,
efectivamente, si dicho evangelista, supuestamente inspirado por
el "Espíritu Santo", sabía que el padre de
Jesús era el "Espíritu Santo", debía ser
conocedor, en consecuencia, de que Jesús no era hijo de
José, por lo que, al haberse servido de un argumento que
contaba como premisa la de que Jesús era hijo de
José, el evangelista se servía efectivamente de una
mentira -a no ser que en el fondo el autor de este evangelio
estuviera más de acuerdo con "la opinión de la
gente" que con la hipotética inspiración del
"Espíritu Santo".

Otra consideración que refuerza el valor de esta
crítica consiste en que, cuando el autor de este evangelio
se sirve de "la opinión de la gente" para construir su
argumento secundario en favor de la filiación
divina de Jesús, no hace luego, en ningún momento,
ninguna crítica de esta opinión, a pesar de su
incompatibilidad con el argumento según el cual el padre
de Jesús no era José sino el "Espíritu
Santo", por lo que, según parece, o bien dicho
"Espíritu Santo" no consiguió inspirar de manera
adecuada a quien escribió este evangelio, o bien fue el
autor de este evangelio quien, sirviéndose de una mentira,
quiso añadir algo de su propia cosecha para alcanzar la
conclusión de su argumento, contribuyendo así al
aumento de la confusión en cuanto no es lo mismo
argumentar que Jesús es hijo de un dios por ser hijo de
Dios Espíritu Santo, añadiendo a tal doctrina la de
que el propio Jesús es también un dios, que
argumentar que Jesús es hijo de dios por ser una
creación de ese dios en el mismo sentido en que lo
sería toda la humanidad.

El recurso a este argumento secundario conduce
a la convicción de que el autor de este escrito no tuvo
ningún escrúpulo a la hora de construir sus
argumentos, por absurdos que fueran[2]para
demostrar por cualquier medio que Jesús era "Hijo de
Dios"

Ahora bien, en cuanto estas doctrinas son
contradictorias, eso representa una nueva demostración de
que tales escritos no pudieron haber sido inspirados por ninguna
divinidad veraz sino, si acaso, por determinados disidentes de la
religión de Israel, que, por los motivos que fueran, no se
encontraban muy a gusto sometidos a los dirigentes de dicha
religión y, en consecuencia, optaron por separarse de ella
creando una secta particular que, al parecer, guardó
durante sus primeros años una importante relación
con la figura de Jesús, aunque ya desde muy pronto sus
creadores -en especial Pablo de Tarso- se alejaron de diversas
doctrinas importantes que, al parecer, Jesús había
defendido, para adoptar otras contrarias o distintas.

Conviene recordar que una sola falsedad en los "libros
sagrados" -como la que se deduce de la contradicción
señalada-, es suficiente para rechazar cualquier doctrina
que simplemente hubiera que aceptar por fe, pues, desde el
momento en que se demuestra que una de ellas es necesariamente
falsa, puede pensarse con pleno derecho que cualquier otra
podría serlo también, aunque no se tratase de una
contradicción como en este caso.

Como ya he comentado, en Lucas 3:23-38, su
autor "demuestra" la filiación divina de Jesús a
partir del supuesto de que, según opinaba la gente,
Jesús era hijo de José, enumerando el árbol
genealógico de Jesús hasta llegar a Adán, y,
finalmente, a Dios como padre y creador de
Adán[3]En este asunto hay un hecho
realmente extraño que conduce a la convicción de
que el autor de este evangelio es plenamente consciente de que no
escribe inspirado por el "Espíritu Santo" sino sólo
guiado por el deseo de demostrar lo que le interesa, aunque para
ello deba utilizar argumentos que resultan incoherentes entre
sí.

Lo que parece evidente es que lo que el autor de
Lucas pretende es demostrar que Jesús era hijo de
"Dios", al margen de que los argumentos utilizados fueran
incompatibles entre sí, ya que, si el padre de
Jesús era el "Espíritu Santo", en tal caso no pudo
haberlo sido José, y, si lo fue José, no pudo
haberlo sido el "Espíritu Santo". Por ello, si el autor de
este evangelio afirma categóricamente que el padre de
Jesús fue el "Espíritu Santo", lo absurdo es que
conceda algún crédito a "la opinión de la
gente" respecto a la consideración de José como
padre de Jesús, aunque está claro que el autor de
Lucas debió de hacerlo porque consideró
que también desde esta perspectiva Jesús
sería igualmente hijo de Dios, con lo cual tendría
más fácil convencer a la masa de esta doctrina,
aunque fuera hijo de Dios en un sentido idéntico a
aquél en que todos podríamos realizar esa misma
afirmación referida a nosotros mismos, en cuanto, de
acuerdo con Génesis, nos consideremos
descendientes de Adán.

Por lo que se refiere a este argumento se dice en
Lucas:

"en opinión de la gente, [Jesús] era hijo
de José. Estos eran sus ascendientes: Helí, Matat,
Leví […] Set, Adán, y
Dios"[4].

Resulta realmente llamativa la inefable sabiduría
del "Espíritu Santo" al inspirar un argumento tan agudo y
profundo como el que se acaba de mostrar. Pero, ¡oh,
curioso y anecdótico misterio!, a pesar de que
según la jerarquía católica los evangelios
están inspirados por el mismo "Dios", al parecer su
inspirado autor no acabó de convencerse de la verdad de
las palabras atribuidas al "ángel Gabriel" y parece que,
por ello, buscó un argumento alternativo basado en "la
opinión de la gente". Por otra parte y en relación
con este segundo argumento, ¡oh, nuevo misterio!,
ninguno de los diez ascendientes más próximos a
José, según el evangelio atribuido a Lucas,
coincide con los de la lista de los que aparecen en el evangelio
atribuido a Mateo
. No es fácil comprender los
despistes del "Espíritu Santo" respecto a la
enumeración de los ascendientes de José, pero lo
que es evidente es que, si una de las enumeraciones de tales
ascendientes fuera verdadera, de acuerdo con la Lógica la
otra debería ser falsa y viceversa, lo cual demuestra que,
al menos en una de ambas ocasiones, el "Espíritu Santo" no
andaba demasiado católico. Por otra parte es realmente
asombroso que cualquiera de quienes escribieron estos evangelios
conocieran de forma tan detallada la lista de antepasados de
Jesús, aunque resulta sospechoso que estas dos listas no
coincidiesen.

El evangelio atribuido a Mateo incurre en la misma
contradicción que el atribuido a Lucas, pues, tras
analizar la ascendencia de Jesús de manera exhaustiva,
concluyó en que ésta, ¡comenzando por
José, el esposo de María!, se remontaba hasta
Abraham.

Aunque el argumento no es concluyente por cerrar las
bases argumentativas en Abraham, parece fácil suponer que
quien lo escribió estaba utilizando como premisa
implícita la de que en último término
Abraham era hijo de Adán, y éste, de Dios, y que,
por ello, Jesús era hijo de Dios porque era hijo de
José
. Así lo dice efectivamente este
evangelio, que, tras enumerar toda una serie de descendientes de
Abraham, finalmente dice:

"Y Jacob engendró a José, el esposo de
María, de la cual nació Jesús, llamado
Mesías"[5].

Lo más curioso del caso es que, después de
haberse servido de José para demostrar que Jesús
era hijo de "Dios", casi a continuación en este mismo
evangelio se diga que María "había concebido por la
acción del Espíritu Santo"[6].
Así que, si lo que quería conseguir quien
escribió este relato era demostrar que Jesús era
hijo de "Dios", podía haberse ahorrado esta
contradicción de afirmar primero y de negar
después que Jesús fuera hijo de José,
quedándose o bien con el argumento de que Jesús era
hijo de "Dios", o bien con el de que era hijo de María,
que había concebido a Jesús "por obra del
Espíritu Santo". Pero ambos argumentos, utilizados al
mismo tiempo, resultaban contradictorios.

Por su parte, el evangelio atribuido a Marcos no dice
nada relacionado con el nacimiento ni con la ascendencia de
Jesús; simplemente afirma que era "Hijo de
Dios"[7], y el evangelio de Juan tampoco dice nada
acerca de tales orígenes.

Parece que Mateo y Lucas -o quienes escribieron estos
evangelios- estaban tan interesados en demostrar que Jesús
era "Hijo de Dios" que, con tal de acumular "pruebas", no les
importó contradecirse -cada uno en su propio
escrito-, explotando la hipótesis de la paternidad de
José respecto a Jesús cuando quisieron utilizar el
argumento basado en la ascendencia genealógica de
Jesús a partir de José para llegar al propio Dios,
y negando de manera implícita tal paternidad cuando se
atrevieron a utilizar el argumento de que Jesús fue
engendrado directamente por el "Espíritu
Santo".

Por otra parte, la prueba basada en la ascendencia de
Jesús resulta extremadamente machista en cuanto
ni a Mateo ni a Lucas se les ocurrió buscar los
ascendientes de Jesús por línea materna sino
sólo por la paterna, pues no siendo seguro el padre, la
madre sí lo era y ésta era tan descendiente de
Adán como José. ¿Por qué no
utilizaron el argumento basado en la filiación de
Jesús por línea materna? Porque el machismo
imperante entre los israelitas era tan exagerado que la
ascendencia de la madre no la consideraban de ninguna
importancia, Lo importante era la genealogía del
padre

Finalmente, teniendo en cuenta el número de
ascendientes de Jesús hasta Adán, los judíos
y los testigos de Jehová podrían tener razón
en calcular que el mundo fue creado hace cerca de 5.800
años -o menos-, y, por ello, sería lógico y
coherente con sus planteamientos que negasen el largo proceso
temporal que implica la teoría evolucionista.

Por desgracia, lo más asombroso del caso no son
las contradicciones y los absurdos tan patentes aquí
mostrados. Lo más asombroso es la actitud de los ciegos
que lo son no por carecer del órgano de la vista sino por
no querer ver o porque no les importan las mentiras que les
cuenten, con tal que les resulten cómodas o consoladoras.
Los seres humanos somos así: Nuestra vida se desarrolla
gracias a la conjunción de una fuerte dosis de
fantasía, acompañada de una mínima dosis de
racionalidad.

Por otra parte y en relación con la
anunciación del ángel Gabriel a María de que
ésta iba a concebir por obra del Espíritu Santo, no
parece que María se enterase para nada de la importancia
de lo que supuestamente le comunicaba este enviado ni de la
trascendencia de aquel mensaje, pues en las posteriores ocasiones
en que María aparece en los evangelios se la presenta
hablando con su hijo sin ningún trato especialmente
respetuoso ni cariñoso e incluso
regañándole, cuando todavía era un
niño, por haberse quedado en el templo dialogando con los
doctores de la ley a lo largo de tres días, mientras ella
y José le buscaban "angustiados", creyendo que se
había perdido. Y así, se dice en
Lucas:

Cuando el niño [Jesús] cumplió doce
años, subieron [a Jerusalén a celebrar la fiesta
[de la pascua judía] […] Terminada la fiesta, cuando
regresaban, el niño Jesús se quedó en
Jerusalén, sin saberlo sus padres. Éstos
creían que iba en la comitiva, y al terminar la primera
jornada lo buscaron entre los parientes y conocidos. Al no
hallarlo, volvieron a Jerusalén en su busca.

Al cabo de tres días, lo encontraron en el templo
sentado en medio de los doctores, escuchándoles y
haciéndoles preguntas […] Al verlo, se quedaron
perplejos, y su madre le dijo:

-Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu
padre
y yo te hemos buscado angustiados.

El les contestó:

-¿Por qué me buscabais? ¿No
sabéis que yo debo ocuparme de los asuntos de mi
Padre?

Pero ellos no comprendieron lo que les
decía"[8].

Tiene especial interés en este pasaje el hecho de
que María, refiriéndose a José, le dijera a
Jesús: "Tu padre y yo te hemos buscado
angustiados", pues esta frase tan inocente representa un
reconocimiento explícito por parte de María de que
José era el padre de Jesús, por lo que el
"Espíritu Santo" no había intervenido para nada en
el embarazo de María.

Tal vez alguien podría tratar de justificar las
palabras de María, indicando que no debía comunicar
el secreto de la auténtica paternidad de Jesús. Sin
embargo, desde una moral como la defendida en las tablas de
Moisés dice el octavo mandamiento: "No mentirás", y
ese mandamiento no incluye excepciones. Se trata de no mentir en
ningún caso. Además, una cosa es callar ante la
posibilidad de revelar una verdad algo comprometida, pero otra
muy distinta es decir abiertamente algo que se conoce
positivamente como falso, que es lo que, según el
evangelio de Lucas, habría hecho María si
en verdad José no hubiera sido el padre de
Jesús.

Complementariamente, hay otros pasajes
evangélicos en los que no es María quien reprende a
Jesús sino que es Jesús quien manifiesta un
distanciamiento afectivo difícilmente comprensible
respecto a María, su madre, y respecto a sus hermanos,
como sucede por ejemplo en Mateo, 12: 48-50, donde
Jesús responde a quien le avisa de que fuera de la casa
estaban su madre y sus hermanos:

"-¿Quién es mi madre, y quienes son mis
hermanos?

Y señalando con la mano a sus discípulos,
dijo:

-Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple
la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése
es mi hermano, mi hermana y mi
madre"[9].

Desde luego, este pasaje no es precisamente el mejor
ejemplo de una manifestación filial especialmente
afectiva. Jesús podía haber dicho la parte
última de su intervención en otro contexto, pero
desde el momento en que lo dice estando su madre fuera,
esperádole, no parece que el trato hacia ella fuera
precisamente afectuoso. Y, si Jesús, siendo "Dios", era
consciente de que María era la mujer especialmente
privilegiada, escogida por el "Padre" -o por el "Espíritu
Santo"- para ser su madre, no parece tener sentido ese trato que
Jesús le da, que más bien parece claramente
despectivo.

Además, hay en él una frase especialmente
significativa en el sentido de que Jesús no sólo se
muestra con cierta frialdad a su madre sino también en el
sentido de que llega de algún modo a renegar de
ella.
Se trata de los párrafos del comienzo de ese
pasaje donde se dice:

"-¿Quién es mi madre, y quienes son mis
hermanos?

Y señalando con la mano a sus discípulos,
dijo […]",

pues esas dos líneas representan una clara
contraposición entre la primera, que hace referencia a su
madre y a sus hermanos biológicos, y la segunda,
pronunciada por el propio Jesús, "señalando con la
mano a sus discípulos" y diciendo que son precisa-mente
éstos, por cumplir la voluntad de su padre, quienes son
sus auténticos madre, hermana y hermano. Es decir, no se
trata de que esta escena represente una "disyunción
inclusiva", por la que se considere que tanto a su madre y
hermanos biológicos como a sus discípulos haya que
considerarlos igual en cuanto todos ellos cumplen con la voluntad
de Dios, sino que se trata de una "disyunción excluyente"
por la que, a la hora de considerar quiénes son su madre y
sus hermanos, Jesús señala con la mano a sus
discípulos
y no su madre y hermanos
biológicos.

En resumen, que, si María fue madre de
Jesús, ni pareció haberse enterado de que lo era
cuando se tomó la libertad de regañar a su hijo, ni
Jesús pareció haber sido consciente de que
María, su madre, estaba "llena de gracia", pues en caso
contrario no debió haberla ignorado del modo como lo hizo
cuando fue a visitarle.

¿Qué significado puede darse a estos
desencuentros? Pues sencillamente que, aunque la decisión
de quienes escribieron estos pasajes era congruente con haber
considerado a María madre de Jesús, sin embargo no
lo era la de considerar a Jesús hijo del dios cristiano,
ni a María madre de ese dios, pues, de acuerdo con el
evangelio atribuido a Lucas, tanto el comportamiento de
María respecto a Jesús como el de Jesús
respecto a María fueron simplemente humanos, no teniendo
nada de especial ni de divinos.

Sin embargo, en una línea de marketing en torno a
María, al haber comprendido los dirigentes de la secta
cristiana la enorme ayuda que podía significar para la
propagación de sus doctrinas una figura maternal como
ella, a pesar de la escasa importancia que los evangelistas le
concedieron y a pesar de la nula importancia que se le dio en los
posteriores escritos del Nuevo Testamento -hasta el
punto de que Pablo de Tarso, el llamado "apóstol de los
gentiles", no la nombra ni en un solo momento-, al cabo de no
mucho tiempo los dirigentes cristianos comprendieron la enorme
utilidad que tendrían para la propagación de la
nueva religión contar con una especie de "diosa" a quien
venerar y a quien aclamarse, visto el buen resultado que esta
idea había tenido en otras religiones.

Por otra parte, a pesar de sus ingenuos errores y de sus
contradicciones, los evangelios atribuidos a Lucas y a Mateo
contribuyeron a la formación y propagación de la
secta cristiana, que en poco tiempo se extendió
ampliamente por el imperio romano, presentando la labor de
Jesús, considerado como "mesías" o "redentor" de
los pecados, con una misión universal de carácter
no material sino espiritual, y, por ello mismo, no orientada a la
"salvación" o liberación del pueblo de Israel en el
sentido de la recuperación de su independencia, tal como
habían hecho anteriores "mesías", sino orientada a
un fin de carácter "espiritual" y "soteriológico",
como era el de la redención del "pecado original" y de los
pecados del hombre en general a fin de conseguir su eterna
salvación.

Sin embargo, esta misión espiritual de
Jesús no siempre aparece con claridad en los evangelios,
pues hay ocasiones en que sus palabras no encajan exactamente con
tal interpretación, pues parecen ligadas también a
un fin de carácter político, como era el perseguido
por la organización de los "zelotes", a la que
pertenecía al menos uno de los apóstoles
-Simón Cananeo o Simón el Zelote). Así, los
siguientes pasajes parecen claramente relacionados con esta
interpretación:

a) "-El hermano entregará a la muerte al hermano,
y el padre al hijo; y los hijos se levantarán contra los
padres, y los harán morir. Todos os odiarán por
causa mía, pero el que persevere fasta el final,
ése se salvará"[10].

El presente pasaje habla de luchas y de muerte entre
hermanos, padres e hijos, pero indicando que esta
situación tendrá como causa el propio Jesús.
En cualquier caso es un pasaje confuso al no dar más
explicaciones acerca de la causa que podrá enfrentarles
hasta la muerte. Pero lo que sí parece claro es que
aquí se habla de duros enfrentamientos físicos y se
dejan de lado las ideas de salvación o de
condenación en sentido espiritual con la posible
excepción de la última frase.

b) "-No penséis que he venido para traer paz a la
tierra; no he venido para traer paz, sino
espada"[11].

Este pasaje representa una confirmación respecto
al sentido político-militar del anterior. Los zelotes se
estaban preparando para un enfrentamiento militar contra los
romanos. Quizá en este pasaje Jesús pretendiera
seguir esa misma línea sin que ello significase un olvido
de su constante predicación en favor de una religiosidad
más pura frente a la hipocresía de los fariseos y
los escribas, a quienes acusa de ser "sepulcros blanqueados",
bellos por fuera, pero llenos de podredumbre por
dentro.

Por otra parte, conviene no olvidar que los evangelios
en general podrían haber sido un invento del grupo
disidente israelí que, enfrentado a los máximos
representantes de la religión tradicional, finalmente
construyeron una nueva, que para poder triunfar tuvo que
conservar toda una serie de doctrinas pertenecientes a la
religión tradicional, pero introduciendo nuevos aspectos
que servían para dar sentido a la nueva religión
como superación y culminación de aquélla.
Por ello, ni siquiera puede afirmarse con seguridad que las
palabras atribuidas a Jesús fueran realmente suyas y no
exclusivamente de quien escribió el evangelio
correspondiente, que quiso ponerlas en boca de
Jesús.

c) "Uno de los que estaban con Jesús sacó
su espada y, dando un golpe al criado del sumo sacerdote, le
cortó una oreja. Jesús le dijo:

-Guarda tu espada, que todos los que empuñan la
espada, perecerán a espada"[12].

En este pasaje lo que llama la atención es que,
aunque Jesús mande a uno de lo suyos, sin embargo
éste llevase espada. ¿Por qué la llevaba, si
el mensaje de Jesús era esencialmente de amor, de
perdón y de paz? Se trata, según parece, o bien de
una simple incongruencia que no encaja con el mensaje de
Jesús, o bien de que estas palabras o el de quien
escribió ese evangelio trataba de unir ambos mensajes, el
de la religiosidad auténtica y el del enfrentamiento
militar. Jesús pudo estar en contacto con este movimiento
por mediación de alguno de sus discípulos, como
Simón el zelote. Por otra parte, como luego se
verá, existe una evidente contradicción entre este
pasaje de Mateo, que se encuentra en la misma
línea que los de Marcos y Juan, y el
pasaje correspondiente de Lucas, que da una
versión radicalmente distinta de lo que pudo haber sido la
actitud de Jesús ante esta situación. En efecto, se
dice en Lucas:

d) "Jesús añadió:

-Pues ahora, el que tenga bolsa, que la tome, y lo mismo
el que tenga alforja; y el que no tenga espada, que venda su
manto y se la compre
[…].

Ellos le dijeron:

-Señor, aquí hay dos espadas.

Jesús dijo:

-¡Es suficiente!"[13].

Este pasaje es especialmente significativo por diversos
motivos: En primer lugar por su carácter contradictorio
con los demás evangelios en los que de manera
inequívoca Jesús se opone al uso de la espada -o al
enfrentamiento violento-, mostrándose como un defensor del
pacifismo. Y, en segundo lugar, porque el propio Jesús
anima a comprar espadas -al margen de que a continuación
se conforme con dos que tenían en aquel momento-. Este
pasaje de Lucas es incompatible con la supuesta
inspiración del Espíritu Santo tanto por su
carácter contradictorio con los de los otros evangelios
como también porque parece que, de acuerdo con el ideario
de Jesús, éste habría deseado la paz antes
que la lucha armada. En tercer lugar, porque demuestra igualmente
la ineptitud de los evangelistas, que ni siquiera supieron
ponerse de acuerdo acerca de qué debían decir en
sus escritos para que al menos todos ellos fueran coherentes
entre sí en cuanto hubieran estado inspirados por el
supuesto "Espíritu Santo". Pero, claro está, en
aquellos momentos quienes escribieron estos escritos
desconocían que posteriormente serían declarados
"evangelios canónicos" y, por ello mismo, no tuvieron
especial cuidado en buscar la coherencia entre sus escritos,
coherencia que en tantas ocasiones es inexistente por la sencilla
razón de que el supuesto "Espíritu Santo" no
intervino para nada en este asunto y porque cada uno de estos
escritos debió de provenir de fuentes diversas, al margen
de que en ocasiones haya también coherencias entre ellos
en cuanto el primer evangelio que se escribió debió
de influir en los demás, el segundo en el tercero y en el
cuarto, y el tercero en el cuarto.

Jesús no se
identifica con el dios judeo-cristiano ni con ningún
otro

A continuación se presenta una serie de pasajes
evangélicos en los que se defiende de modo
implícito pero muy claro la idea de que Jesús
no se identifica con el dios judeo-cristiano ni con ningún
otro
y la de que hay diversos pasajes bíblicos en los
que no sólo no se defiende que Jesús sea "hijo de
Dios" sino que implícitamente se defiende lo
contrario:

a) Así sucede, por ejemplo, cuando, según
el evangelio de Mateo, estando ya crucificado
Jesús exclama:

"-Elí, Elí. ¿lemá
sabaktani?
Que quiere decir: Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has
abandonado
?"[14],

palabras que evidentemente no tendrían sentido si
Jesús se identificase con el propio dios de Israel -o con
su supuesto hijo, igualmente divino- y que además implican
una debilidad en Jesús, una desconfianza en su dios y una
queja a ese dios por haberle abandonado, al margen de que, muy
posiblemente, los evangelistas hubieran colocado tales palabras
en boca de Jesús porque, como conocedores del Antiguo
Testamento
, sabían que pertenecían a los
Salmos y querían hacer creer a quienes trataban
de convertir a la nueva religión que lo que había
sucedido era que en el Antiguo Testamento se
habían profetizado las palabras que Jesús
diría estando en la cruz -así como otras muchas que
aparecen en diversos pasajes bíblicos-.

Pero, ¿tendría algún sentido que,
si Jesús hubiera sido un dios por ser la "segunda persona
de la Trinidad", hubiera pronunciado tales palabras?
¿Hubiera tenido algún sentido que "Dios" se dijera
a sí mismo "por qué me has abandonado"?
Evidentemente ninguno. Pero, además, suponiendo que la
perfección del dios cristiano fuera infinita tanto en el
"Padre" como en el "Hijo" como en el "Espíritu Santo", no
habría tenido ningún sentido que Jesús,
"Dios Hijo", hubiera desconfiado del Padre hasta el punto de
exclamar "por qué me has abandonado". Y así, la
manera de expresarse de Jesús manifiesta claramente la
distinción entre "Dios", por una parte, y el propio
Jesús, por otra, tal vez como un ser humano que pudo
haberse sentido enviado por "su Dios" para liberar a su pueblo
del dominio romano o para conseguir una regeneración de su
pueblo respecto a su vida religiosa, pero que en los
últimos momentos de su vida pudo haber tenido
serías dudas acerca de tal misión o acerca del dios
en quien había creído y confiado a lo largo de su
vida.

Estas palabras serían igualmente incompatibles
con la supuesta divinidad de Jesús por otros motivos: En
primer lugar, porque manifiestan una debilidad y una desconfianza
de Jesús en sí mismo en cuanto llega a
afirmar que su dios le ha abando-nado. Pero tal
debilidad y desconfianza no armonizan para nada con la doctrina
cristiana de la "redención", doctrina según la cual
el dios cristiano se habría hecho hombre y habría
sufrido y muerto en una cruz a fin de redimir de sus pecados al
hombre. Pero Jesús, en cuanto fuera Dios, habría
sido consciente en todo momento de cuál era su
misión y destino terrenal y, por ello mismo, ni siquiera
en el momento de cumplir con el fin último que él
mismo se había impuesto hubiera dudado o mostrado
debilidad alguna respecto a su martirio y a su muerte en la cruz,
sino aceptarlos con serena y absoluta entrega y como una muestra
de su infinito amor a la humanidad.

Además, el hecho de que Jesús le
preguntase a su dios "por qué me has abandonado" implica
igualmente que Jesús no era omnisciente ya que supone
asumir que su dios le había abandonado, lo cual equivale a
asumir el absurdo de que "Dios habría abandonado a
Dios
" y el de que el propio Jesús estaba reconociendo
con sus palabras que no era Dios. Además, esta pregunta de
Jesús sólo hubiera tenido sentido desde tal
reconocimiento, pues nadie se pregunta a sí mismo nada en
cuanto ya lo sepa.

b) Igualmente, en este mismo evangelio se
dice:

"Jesús se acercó y se dirigió a
ellos con estas palabras:

Dios me ha dado autoridad plena sobre el cielo
y la tierra"[15].

Resulta evidente que la expresión "Dios me ha
dado autoridad plena…" sólo tiene sentido en cuanto el
propio Jesús no se identifique con ese dios, pues no
tendría sentido afirmar "Dios ha dado autoridad plena a
Dios", mientras que sí lo tiene afirmar "Dios ha dado
autoridad plena a Jesús", en cuanto el propio Jesús
no se identifique con ese dios. Si algún cristiano
convencido quisiera encontrar una solución más
acorde con sus creen-cias, quizá podría argumentar
que el significado de esta frase era que Dios -en cuanto
Padre- había dado autoridad plena a Jesús -en
cuanto Hijo
-, pero en tal caso el problema
permanecería sin resolver a partir de la
consideración de que, en cuanto el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo eran el mismo dios, ninguno de ellos
podía tener una autoridad mayor que la de cualquiera de
los otros, de manera que pudiera concedérsela a los
demás o no, según lo creyera oportuno.

Una consecuencia que se deduce de todo esto es que
posiblemente en aquellos primeros tiempos ni los propios
cristianos tuvieron claro qué estatus debían
atribuir a Jesús en la nueva religión. De hecho
hubo numerosos evangelios que la primitiva organización
cristiana desechó como "apócrifos" porque
decían incongruencias demasiado evidentes respecto a las
doctrinas que inicialmente se consideraron como el cuerpo
básico de doctrinas del cristianismo. Finalmente, hacia
los últimos años del siglo IV los evangelios de
Mateo, Marcos, Lucas y Juan
fueron considerados como "canónicos" y, por ello mismo,
únicos como evangelios inspirados por el "Espíritu
Santo", según los dirigentes cristianos del momento, que
al parecer estaban inspiradísimos por dicho
"Espíritu" cuando tomaron tal decisión. Por cierto,
tuvo que llegar el siglo XVI para que finalmente en el Concilio
de Trento, en el año 1546, ¡¡hace apenas poco
más de cuatro siglos y medio!!, se presentase la lista
oficial de libros canónicos del Nuevo
Testamento.

c) Del mismo modo en el evangelio de Marcos se
dice:

"…el Señor Jesús fue elevado al
cielo y se sentó a la diestra de
Dios"[16],

frase en la que, en primer lugar, se niega el dogma de
la ascensión, según el cual Jesús
ascendió a los cielos por su propio poder, ya que en ella
se afirma, por el contrario, que Jesús "fue elevado al
cielo"; en segundo lugar, se dice que se sentó a la
diestra de Dios
, lo cual no podría suceder si
Jesús fuera Dios, pues afirmar que alguien se siente a
su propia diestra
no tiene sentido; en tercer lugar, el
autor de este escrito presenta esta des-cripción como si
hubiera estado presente en este supuesto acontecimiento, lo cual
es más que improbable y conduce a la firme sospecha de que
tal autor se deja llevar de su fantasía, más que de
la inspiración del supuesto "Espíritu Santo" al
escribir este pasaje; y, finalmente, este texto es claramente
antropomórfico cuando dice que Jesús "se
sentó", lo cual sugiere la idea de un rey que se sienta en
su trono para estar más cómodo que estando en pie,
o de alguien que se encuentra cansado y se sienta para descansar,
pero no encaja con la idea de un dios, cuya perfección no
se ajustaría para nada con la necesidad de sentarse ni de
descansar.

d) Y en el evangelio de Juan se afirma
igualmente:

"Porque yo [=Jesús] no hablo en virtud de mi
propia autoridad; es el Padre, que me ha enviado, quien me
ordenó lo que debo decir y enseñar. Y sé que
sus mandamientos llevan a la vida eterna. Por eso, yo
enseño lo que he oído al
Padre"[17].

Es decir, Jesús dice que él no tiene
autoridad por sí mismo sino por el Padre
, que le
habría enviado. Pero, si Jesús se hubiera
identificado con el dios de Israel, esta afirmación
habría sido sencillamente absurda y contradictoria con la
misma dogmática católica, pues en cuanto las tres
personas de la "Trinidad" fueran dios, ninguna tendría
mayor poder que las otras.

Partes: 1, 2

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