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La dialéctica aplicada al pensamiento utópico



Partes: 1, 2

    Introducción

    1.1.- El pensamiento utópico.
    Conceptualización y clasificación en su
    relación con lo urbano.

    "Las creencias que se basan en los deseos, en lugar de
    en los hechos, han figurado siempre en los asuntos humanos.
    Cuando la imaginación no encuentra ninguna
    satisfacción en la realidad existente, aspira a encontrar
    un refugio en lugares y épocas elaborados por el deseo.
    Los mitos, los cuentos de hadas, las promesas religiosas de otro
    mundo, las fantasías humanistas, los romances de viajes,
    han sido siempre la expresión cambiante de lo que no se
    hallaba en la vida real. Fueron, más bien, colores
    complementarios del cuadro de la realidad existente, en la
    época respectiva, que utopías que representaran una
    oposición al status quo y lo
    desintegraran."[1]

    En el intento de conceptualización y
    clasificación del pensamiento utópico que nos
    permita adentrarnos, con alguna garantía, en el mundo de
    las utopías urbanas, hemos creído que nos puede
    ayudar el estudio clásico de Karl Mannheim. Con los
    instrumentos metodológicos y conceptuales de su
    sociología del conocimiento podremos avanzar en las
    siguientes direcciones:

    – Qué se entiende por utopías
    urbanas.

    – Clasificación de las utopías
    urbanas.

    – Distinción de las utopías urbanas de
    figuras afines.

    Mannheim parte de la base de que existen formas de
    pensamiento que no pueden ser comprendidas mientras no se penetre
    en los orígenes sociales de las mismas. Para llegar a
    éste conocimiento hay que profundizar, previamente, en las
    circunstancias históricas en las que se produce, se crea y
    se realiza; en la acción colectiva de la que dimana pero,
    también, a la que dirige.[2] Solamente a
    través de la acción colectiva se produce el cambio
    social y si éste va asociado a un cambio vertical entre
    grupos sociales, se produce una quiebra en la
    "conciencia" de la realidad y aparece la creencia de que
    ésta es mutable y, por tanto,
    modificable[3]En este contexto surgirán las
    formas de pensamiento que intentan dar una nueva visión
    del mundo; siendo, pues, la sociología del conocimiento el
    instrumento necesario para comprender, en su integridad, estas
    formas.

    La primera clave del pensamiento mannheimiano
    está situada en la diferenciación y
    contraposición entre pensamiento ideológico y
    pensamiento utópico:

    "El concepto de "ideología" refleja uno
    de los descubrimientos que surgió del conflicto
    político, es decir, que el pensamiento de los grupos
    dirigentes puede llegar a estar tan profundamente ligado a una
    situación por sus mismos intereses, que ya no sean capaces
    de ver ciertos hechos que harían vacilar su sentido del
    dominio. Existe implícita en la palabra
    "ideología" la intelección de que, en
    determinadas situaciones, el inconsciente colectivo de algunos
    grupos oscurece la situación real de la sociedad para
    sí mismos y para otros; y, de este modo, la estabiliza. El
    concepto de "pensar utópico" refleja el
    descubrimiento opuesto de la lucha política, es decir, que
    ciertos grupos oprimidos están, de modo intelectual, tan
    fuertemente interesados en la destrucción y
    transformación de determinada condición de la
    sociedad, que, sin saberlo, ven sólo aquellos elementos de
    la situación que tienden a negarla. Su pensamiento es
    incapaz de diagnosticar correctamente una condición
    existente en la sociedad. De ningún modo se ocupan de lo
    que realmente existe. Su pensamiento jamás es una
    diagnosis de la situación; puede ser usado solamente como
    una guía para la
    acción."[4]

    En una aproximación histórica a la
    concepción de la "ideología", Mannheim va
    rastreando las características de ésta en el
    pensamiento histórico-político europeo,
    señalando que Bacon fue el primer pensador con una
    concepción "ideológica" en su creación de
    los "idola"; Maquiavelo le sigue con su diferenciación
    entre el "pensamiento de palacio" y el "pensamiento de la calle";
    Hume, con su descubrimiento del "fingimiento" de los hombres;
    etc. De éste estudio va a extraer su diferenciación
    entre la concepción particular de la "ideología" y
    la concepción total de la
    misma[5]incluyendo a los anteriores pensadores en
    el concepto "particular" de la ideología; señalando
    a la Ilustración, con su filosofía de la
    conciencia, como el primer paso a una concepción "total",
    que fructificará en Hegel y la escuela histórica
    alemana, culminando en Marx, cuando al "pueblo" lo sustituye la
    "clase".

    Del análisis histórico del pensamiento
    ideológico y utópico concluye Mannheim con un
    señalamiento de la serie de etapas de la mentalidad
    utópica:

    1º.- El
    quialismo[6]orgiástico de los
    anabaptistas.[7]

    2º.- La idea humanitaria liberal.

    3º.- La idea
    conservadora.[8]

    4º.- La utopía
    socialista-comunista.

    Característica principal de la
    periodización es que estas etapas pueden estar presentes,
    coexistiendo, en un momento histórico
    determinado.

    De este sucinto esquema de la obra de K.Mannheim podemos
    extraer, en el campo que nos ocupa de las utopías urbanas,
    las siguientes consideraciones:

    * Sólo se pueden considerar utopías
    urbanas, en sentido estricto, las que pretenden destruir, cambiar
    o transformar lo urbano, la ciudad, tal y como existe en un
    momento histórico-social dado; para lo cual, o bien hacen
    un diagnóstico de los problemas existentes, o bien la
    diagnosis se centra en aquellos elementos de la ciudad que
    tienden a negarla.[9] El pensamiento
    utópico urbano lleva dentro de sí la génesis
    de un nuevo orden urbano; sólo la transformación
    radical de lo existente y su sustitución complace a la
    utopía. Esta transformación profunda va enmarcada,
    necesariamente, dentro de una transformación mayor, total,
    que afecta a la correlación de fuerzas de los grupos
    sociales en litigio y, aún más, a la propia
    concepción del mundo. Las notas, pues, que caracterizan a
    la utopía son:

    – Negación del orden/desorden urbano
    presente.[10]

    – Sustitución de este orden/desorden por un nuevo
    orden.

    – La destrucción y construcción de lo
    urbano es un medio más, o una consecuencia más, de
    una alteración en las relaciones de dominio de los grupos
    sociales y de la concepción del mundo.

    Hay que reseñar, por otra parte, que en la
    teoría de Mannheim sobre las utopías, éstas
    se presentan de una forma dialéctica; es decir, la
    interacción y lucha de unas etapas con otras hace
    evolucionar el propio pensamiento utópico.

    * La distinción entre ideología y
    utopía nos va a permitir diferenciar el pensamiento
    utópico urbano de las distintas ideologías urbanas
    que han existido:

    "Las ideas que, con posterioridad, resultaron haber sido
    meras representaciones falsas de un orden social pasado o
    potencial, fueron ideológicas; mientras que aquellas que
    fueron oportunamente realizadas en el orden social subsecuente,
    fueron utopías relativas."[11]

    Siguiendo a Mannheim, pues, podemos afirmar que
    sólo hemos de considerar utopías urbanas aquellas
    que han tenido una manifestación real posterior, que han
    incidido en el planteamiento de la ciudad, o de lo urbano, y en
    su concepción. Las ideologías urbanas, por el
    contrario, son sólo una representación de la ciudad
    desde el punto de vista de lo urbano, condicionado por el
    interés del grupo social que las produce, que tiende a
    mantener la posición y el poder, en la estructura social,
    de ese grupo.

    Las ideologías urbanas recubren con un manto
    conceptual, e incluso epistemólogico, los intereses de los
    grupos sociales dominantes; pero, en ningún caso,
    transforman la ciudad en un sentido revolucionario, sino, todo lo
    más, para permitir el funcionamiento de los mecanismos de
    dominación del espacio por el grupo.

    Las distintas "lecturas" de la ciudad – sean
    renacentistas, barrocas, racionalistas, organicistas, etc.-
    así como las incitaciones a determinadas intervenciones en
    lo urbano que provocan, son ideológicas desde el punto de
    vista de que no cuestionan el modelo para ser sustituido por otro
    o, si lo cuestionan, lo hacen para introducir correcciones
    "funcionales" en el mismo, las necesarias para permitir el mismo
    sistema de relaciones de poder en el espacio o afiancen la
    ocupación y "posesión" del mismo a los grupos
    sociales dominantes.

    * La adscripción de las utopías urbanas a
    alguna de las etapas de la mentalidad utópica, siguiendo a
    Mannheim[12]nos lleva a encuadrar a las que
    conocemos por utopías urbanas clásicas en la etapa
    correspondiente a la idea humanitaria liberal.

    Los urbanistas utópicos clásicos van a
    centrar su atención en la "idea"[13] como
    forma de transformación del espacio social, de la ciudad,
    y reguladora de dicha transformación; no será
    necesaria la acción colectiva consciente, sino que la
    propia "idea", por sí misma, por su bondad y conveniencia
    absoluta, va a ser el catalizador que propicie la
    desaparición de la ciudad "vieja", con todos sus
    inconvenientes y degradaciones, sustituida por un nuevo
    orden.

    Es la representación espacial de una nueva clase
    dominante, la burguesía cultivada ascendente, que subyace
    en todos los modelos urbanos del siglo XIX. El triunfo de la
    "idea", unido a un cierto anticlericalismo y
    deísmo[14]está íntimamente
    ligado al concepto de "progreso", unidireccional y positivo,
    cuando no irremediable y ajeno a las fuerzas sociales, que
    conducirá a un destino
    prefijado.[15]

    Por otra parte, es importante reseñar que la
    utopía socialista-marxista[16]no ha
    producido utopías urbanas, ya que, por definición,
    el problema de las grandes ciudades sólo podrá ser
    eliminado en la última fase del proceso de
    destrucción del modo de producción capitalista y la
    instauración del nuevo orden económico y
    social[17]El nuevo orden urbano, no explicitado,
    será la consecuencia directa del cambio en las relaciones
    de producción, no dedicándose los autores marxistas
    a la construcción utópica de la ciudad, sino que su
    pensamiento urbano, curiosamente, se centrará en la
    crítica de las utopías urbanas
    clásicas.[18]

    Para terminar el análisis de Mannheim sobre las
    utopías, hay que hacer una breve referencia a la
    utopía en la situación contemporánea. Al
    respecto Mannheim es pesimista[19]en cuanto que
    constata la desaparición de la utopía, como fruto o
    consecuencia del triunfo total de la burguesía que ha
    alcanzado el poder total, en todos los sectores del
    pensamiento:

    "El esquema conceptual de la filosofía social,
    que permanece detrás de la obra de los últimos
    siglos, al parecer, ha hecho que desaparezca la fe en las
    utopías consideradas como los objetivos de los esfuerzos
    humanos. Esta actitud escéptica, en muchos aspectos
    fructífera, corresponde, en primer lugar, a la
    posición social de una burguesía que ya ha
    alcanzado el poder, cuyo futuro ha llegado a ser, gradualmente,
    su presente. Las otras capas de la sociedad manifiestan la misma
    tendencia conforme se aproximan también a la
    realización de sus
    pretensiones.[20]

    Podemos acabar la reflexión sobre el pensamiento
    utópico en Mannheim con esta consideración
    suya:

    "Dondequiera que la utopía desaparece, la
    historia cesa de ser un proceso en dirección a un
    último fin.(…) El concepto de tiempo histórico,
    que nos permite comprender las épocas cualitativamente
    diferentes, desaparece y la historia se convierte, cada vez
    más, en algo parecido a un espacio
    indiferenciado."[21]

    1.2.- Modelos urbanos de las utopías y
    utopías urbanas. Distinción entre los modelos
    urbanos como soporte físico del pensamiento utópico
    y la utopía urbana propiamente dicha.

    En el apartado anterior hemos definido las notas que
    caracterizan a las utopías urbanas, en el sentido estricto
    de Mannheim, pudiendo así diferenciar a éstas de
    otras formas del pensamiento urbano o del pensamiento
    utópico. También hemos visto que las utopías
    urbanas, como tales, se desarrollan en el siglo XIX; pero el
    discurso utópico, en el sentido relativo
    (ideológico) de Mannheim, comienza mucho
    antes[22]con la aparición de las
    utopías, que podemos llamar primigenias, de los siglos XVI
    y XVII. Si las utopías primigenias son la
    descripción de un mundo que no existe
    (ou-tópos), un mundo mejor, diferente, que
    critica el orden social, tienen que tener una base física,
    construida intelictivamente, donde desarrollarse; así
    nacen la Ciudad del Sol, Atlántida; Amaurota; etc.,
    soportes espaciales de un mundo inexistente, pero al que se le
    dota de todas las características necesarias para
    posibilitar el mundo ideal que se pretende.

    Como veremos en el apartado siguiente, todas las
    utopías primigenias han construido un modelo urbano que,
    como intentaremos demostrar, es la base necesaria para el
    "funcionamiento" de esa utopía. La relación
    utopía-modelo urbano hay que centrarla en dos
    aspectos:

    – El programa reformista que pretende una determinada
    utopía no se lograría sin un modelo urbano
    determinado.

    – El modelo urbano propuesto es una utopía, en
    sí mismo, en el contexto de lo urbano conocido en ese
    momento histórico y, por lo tanto, crítica de la
    ciudad existente.

    Pero no todo el pensamiento utópico tiene su
    modelo urbano; es decir, no todas las utopías están
    encuadradas en un espacio físico que las dé
    vida[23]por ello nos hemos centrado en lo que
    llamamos utopías primigenias, que se han localizado en un
    espacio "concreto", en una "realidad" física con todas sus
    características, aunque este espacio concreto y realidad
    física, sean la invención pura y simple, más
    o menos compleja, de unos pensadores reformistas.

    A este respecto nos es útil la distinción
    que hace A. Monclús[24]entre constructos
    cerrados y constructos abiertos en el pensamiento utópico
    o, lo que es lo mismo, entre utopías cerradas y discursos
    abiertos. Sólo en los constructos cerrados encontramos
    modelos urbanos; el abandono de los constructos cerrados – en una
    evolución histórica que culmina con las
    utopías del XIX, últimos constructos cerrados – va
    a significar la pérdida de estos modelos, aunque
    curiosamente, signifique, también, el acentuamiento de la
    radicalidad del pensamiento utópico[25]y la
    aparición de las utopías urbanas en sentido
    estricto, que en este marco deben ser consideradas constructos
    cerrados.[26]

    En este intento de sistematizar lo que se debe entender
    por utopía urbana, en sentido estricto, debemos
    diferenciarla de un concepto muy próximo y que, a veces,
    podemos confundir: ciudad ideal. Podemos definir la ciudad ideal,
    con Rosenau, como la que "representa una visión religiosa
    o una concepción secular en la que a la conciencia social
    de las necesidades de la población se suma una
    concepción armoniosa de la unidad
    artística".[27]

    Tres son, pues, los rasgos que caracterizan el concepto
    de ciudad ideal:

    – Representación de una visión religiosa o
    una concepción secular.

    – Deseo de satisfacer necesidades de la
    población.

    – Concepción armoniosa de la unidad
    artística[28]

    Algunas de estas notas pueden darse en las
    utopías urbanas e, incluso, darse simultáneamente
    todas ellas[29]cuando así suceda estaremos,
    además de ante una utopía urbana, contemplando una
    ciudad ideal; pero para que una propuesta de ciudad ideal tenga
    la consideración de utopía urbana en sentido
    estricto, debe reunir los requisitos exigidos: destrucción
    del orden urbano existente, sustitución de éste por
    uno nuevo y producir una alteración en las relaciones de
    dominio social. Consecuentemente, ciudad ideal y utopía
    urbana son dos conjuntos distintos que pueden tener una zona de
    intersección, en la que determinadas propuestas
    utópicas sean, además, ciudades ideales y
    viceversa.[30]

    Helen Rosenau realiza un estudio histórico sobre
    la ciudad ideal[31]que partiendo de la
    antigüedad clásica, bien a través de un
    estudio de la iconografía, bien a través de los
    restos arqueológicos, nos lleva hasta la Edad Media y el
    Renacimiento[32]época que va significar el
    inicio consciente de la planificación urbana a nivel
    ideal[33]Es en el Renacimiento donde se incardinan
    las que hemos llamado utopías primigenias; constatando
    Rosenau la fascinación que los utópicos
    clásicos sienten por la planificación
    urbana[34]fascinación que se va a perder en
    la etapa barroca[35]recuperándose con los
    reformadores clásicos (Boullée y Ledoux), hasta
    llegar, pasando por el neoclasicismo, Quatremère de Quincy
    y Bentham, a los socialistas utópicos, considerados por la
    autora como planificadores plenos de ciudades
    ideales[36]Siendo esta la zona de
    intersección, que señalábamos, entre
    ciudades ideales y utopías urbanas; la zona en la que se
    comparten los sueños por un espacio urbano
    mejor.

    Para terminar este apartado podríamos usar la
    siguiente cita de Helen Rosenau:

    "La experiencia nos dice que para alcanzar lo posible
    hay que aspirar a lo imposible. Dicho en otras palabras, una
    sociedad y sus miembros viven en gran parte de la esperanza.
    (…) El cambio más importante en la visión de la
    ciudad ideal es la introducción de una dimensión
    histórica y de un elemento dinámico. La ciudad
    ideal formal se consideraba como algo atemporal y finito. Ahora,
    la conservación y ampliación de las ciudades ha
    adquirido enorme importancia; este ideal desea compaginar lo
    antiguo con lo nuevo, favoreciendo así la variedad. Los
    modelos han cambiado, pero sigue en pie la búsqueda del
    ideal, lo que introduce los conceptos de historicidad e
    individualidad en los proyectos
    globales."[37]

    Las utopías
    urbanas

    "Las imágenes que nos han quedado como restos de
    propuestas utópicas, de ficciones especulativas sobre la
    ciudad, o de hipótesis de transformación de la
    realidad existente. Estos casos (…) son los que contienen la
    mayor carga de sugerencias, y ello es natural porque en general
    las utopías, y mucho más las
    arquitectónicas, nacen siempre no como sueños
    idealistas estériles, sino como proyectos posibles y
    efectivos de transformación de la realidad, y porque
    además es sabido que todos necesitamos de utopías.
    Estos proyectos utópicos son de un inmenso valor para las
    arquitecturas posteriores, en primer lugar porque constituyen un
    gran estímulo para sus arquitectos, y en segundo lugar
    porque, estoy pensando en Aranguren, las utopías, de
    alguna forma o en un tiempo posterior, paradójicamente se
    realizan siempre."[38]

    2.1.- Lo urbano como
    modelo/plasmación/instrumento del pensamiento
    utópico.

    En este apartado vamos a estudiar los modelos urbanos
    implícitos en tres utopías pimigenias –
    "Utopía", "La ciudad del Sol" y "La Nueva
    Atlántida"- , aunque previamente haremos referencia
    sucinta a la Atlántida platónica, por la influencia
    que va a tener en las utopías clásicas.

    2.1.1.- Platón.

    Quizás la más famosa creación de
    una ciudad ideal se la Atlántida, realizada por
    Platón y expuesta, de una forma más o menos
    fantástica, en "Critias" y "Timeo", dos de sus
    diálogos más conocidos. En ellos el filósofo
    griego quiere representar su doctrina política,
    explicitada principalmente en "La
    República"[39] y "Las
    Leyes"[40], y es ésta doctrina
    política la que quiere ser "verdadera" y no la leyenda de
    la Atlántida, a la que sólo considera un lugar
    lógico para su argumentación[41]En
    "La República" construye Platón idealmente una
    sociedad perfecta de hombres perfectos, aunque en el fondo es un
    tratado de medicina política con aplicación a los
    regímenes existentes en su tiempo, principalmente las
    tiranías, como último estadio evolutivo de los
    sistemas políticos conocidos en su época
    (timarquía, oligarquía, democracia y
    tiranía)[42] y a los cuales va a enfrentar
    el ideal del gobierno de los filósofos.

    La génesis de la ciudad, como condición
    necesaria de la vida humana y satisfacción de sus
    necesidades[43]va a centrar el modelo
    político platónico, que después va a
    representar en la lucha de Atenas contra Atlántida,
    representación del bien y del mal, pero realizada con una
    base física perfectamente planeada; esta base
    física puede constituir una ciudad ideal: no sería
    muy extensa, ni muy poblada, para que todos los habitantes se
    conocieran y para defenderse más fácilmente; no
    practicaría ni el comercio ni la navegación,
    actividades que pueden traer su destrucción por el deseo
    incontrolado de riquezas de los que gobiernan, para lo cual
    sería muy conveniente que no estuviera muy cerca del mar;
    su base económica sería agrícola;
    estaría cerrada sobre sí misma, para impedir que la
    contaminaran culturas extrañas; su norma principal, tanto
    para los gobernantes como para los gobernados, sería la
    moderación[44]

    Atlántida era una isla más grande que
    Asia[45]con una tierra extremadamente
    fértil, donde no se carecía de ningún
    producto, así como de todos los animales útiles.
    Atlántida también se llamaba la capital de la isla,
    y a su norte se extendía un llanura rectangular de 191.381
    kilómetros cuadrados, en la que los reyes habían
    construido una red de canales que se cruzaban perpendicularmente,
    veintinueve de norte a sur y diecinueve de este a oeste. La
    llanura estaba flanqueada, por sus cuatro costados, por un canal
    que recogía todas sus aguas; el agua de esta zanja se
    repartía por la red de canales y por otros construidos
    oblicuamente que se utilizaban para transportar maderas y
    productos del campo.

    La capital estaba situada en lo alto de una colina, en
    el centro de la isla, rodeada de tres canales de agua
    concéntricos, separados por dos de tierra, estos canales
    circulares reciben el agua por medio de un canal
    rectilíneo que los cruza y une el círculo exterior
    con el mar. En el centro de la ciudadela se encontraba el templo
    de Poseidón, el palacio real, las dependencias de la
    guardia y los edificios públicos. Los canales que rodean
    esta pequeña isla central, de ochocientos ochenta y ocho
    metros de diámetro, están recubiertos por paredes
    hechas con auricalco (metal mitológico) el primero, con
    estaño el segundo y el más cercano al mar con
    bronce. Los minerales se han extraído de debajo de la isla
    central y de los anillos de tierra, formándose así
    grutas que sirven de puertos cubiertos.

    Las construcciones están hechas con piedras
    blancas, rojas y negras, lo que produce un gran efecto
    estético. Además, levantaron torres y puentes
    simétricos e hicieron entre los canales unos pasajes
    cubiertos con techo, de manera que la navegación interior
    venía a ser subterránea.

    Este modelo, que en sí es bueno, fracasa,
    según Platón, porque su organización
    política no es la perfecta: el gobierno de los
    filósofos y la negación a éstos, y
    sólo a éstos, de la propiedad privada, que admite
    en los militares, trabajadores, comerciantes y campesinos;
    ésta es la base política de
    Platón.

    De las descripciones que hace Platón de la ciudad
    de Atlántida y su comarca, podemos extraer unos patrones
    urbanísticos que aparecen claros:

    – Un modelo económico que va a definir la forma
    de ocupación del espacio: agricultura, comercio y
    navegación.

    – La retícula ortogonal de la llanura, atravesada
    por líneas oblicuas, como forma de división
    lógica de un extenso territorio para facilitar el acceso a
    todo el espacio; corrigiendo los defectos intrínsecos al
    sistema con los canales transversales.

    – Canal de circunvalación de toda la llanura que
    comunica, además, con la capital.

    – Centralidad: tanto de la capital con respecto a la
    isla, como la ciudadela con respecto al resto de la
    ciudad.

    – Los círculos concéntricos como forma de
    organización espacial de la ciudad, en contraste con la
    retícula en que se organiza el espacio agrario
    circundante. División espacial y
    simbólica.

    – El eje central, canal que divide la ciudad
    concéntrica en dos, como solución a los problemas
    de conexión de los círculos.

    – Sistema de transporte integrado en la propia
    estructura urbana y, además, subterraneidad del
    mismo.

    – Señalamiento de la importancia de la
    estética en la ciudad y en sus construcciones.

    – Sectorización: el centro, dedicado a la
    residencia del poder político y religioso; en las zonas
    intermedias jardines y campos deportivos y en el exterior a la
    ciudadela concéntrica, los barrios mercantiles.

    Este modelo urbano tiene importancia en el discurso
    platónico toda vez que es la base que considera perfecta
    de una ciudad ideal. ¿Cómo explicar entonces que
    dicha ciudad fuera destruida y vencida? La explicación hay
    que encontrarla en el mismo pensamiento filosófico de
    Platón: la ciudad lleva en sí el germen de su
    propia destrucción; no olvidemos que el modelo deja de
    serlo por la incapacidad de los gobernantes de controlar sus
    deseos de riqueza[46]pero el resto del modelo es
    válido y va a ser el paradigma que van a imitar los
    pensadores del Renacimiento para desarrollar sus ideas de un
    "mundo mejor". El paradigma platónico, una ciudad modelo,
    en un marco geográfico idealizado, donde se desenvuelven
    unas instituciones políticas y sociales óptimas y
    arquetípicas, va a servir como marco ideal para exponer lo
    que A. Monclús denomina constructos cerrados: las
    utopías originarias, como seguidamente veremos.

    2.1.2.- Tomás Moro.
    "Utopía".

    En 1.516 publica Sir Tomás Moro "Utopía",
    la obra que va a dar nombre a toda una forma de expresión
    del pensamiento político y social que, por
    extensión, se va a convertir en un adjetivo que califique
    cualquier idea con dos connotaciones precisas: deseable, pero
    irrealizable.

    Moro nace en Londres en 1.478, escribe este libro, su
    tercero publicado, a los treinta y ocho años,
    pudiéndosele considerar como una obra con la que inicia su
    madurez, que va a coincidir con el reinado de Enrique VIII, al
    que al principio apoyó, como esperanza de un cambio del
    despotismo de su padre Enrique VII; siendo nombrado primero
    consejero privado, después embajador en distintos
    países, luego tesorero real y, finalmente, primer
    ministro. Pensador comprometido directamente en la acción
    política, escribió varios tratados jurídicos
    y filosóficos, pero bastaría con "Utopía"
    para asignarle un destacado lugar entre los pensadores
    políticos del siglo XVI. Moro analiza los vicios de la
    tiranía, ensalza la justicia y es fiel a los ideales
    erasmistas, aunque sigue siendo un representante del pensamiento
    político tardomedieval[47]que ve con
    aprensión el surgimiento de nuevas formas
    económicas, de nuevas fuerzas sociales, el mercantilismo
    en suma, que va a trastocar el orden moral en el que ha planteado
    su pensamiento[48]"Utopía" es un ataque al
    mercantilismo que está surgiendo en toda Europa, pero
    desde una concepción del pasado: la comunidad cooperativa,
    inspirada en Platón y recogida por los Padres de la
    Iglesia.

    En la estructura del juicio de Moro hay que
    señalar dos características: la ley
    natural[49]y la "razón". La ley natural
    viene atemperada por una concepción cristiana de la misma
    o, mejor aún, con un identificación entre ambas,
    siendo la crítica religiosa precisamente la que hace a
    elementos del cristianismo de su siglo que resultan en
    contradicción con la ley natural que describe. Por otra
    parte la razón, como capaz de engendrar el buen juicio,
    opera para sistematizar las fuerzas sociales y darles la forma
    necesaria para encuadrarlas en la ley natural, así se
    construirá Utopía.

    La descripción de Utopía está
    precedida de un diálogo[50]puramente
    erasmista, en el que Moro critica la realidad política de
    su tiempo y sienta las bases de los problemas existentes y que
    van a ser solucionados en el país utópico;
    crítica de la monarquía, de la nobleza y de las
    órdenes religiosas, como zánganos que absorben la
    fuerza de un estado. Al igual hace con el sistema de
    posesión de la tierra, la administración de
    justicia, etc. En esta crítica de los estados existentes
    llega, finalmente, a proclamar la conveniencia de la
    abolición de la propiedad privada, la tierra
    principalmente, y sobre este axioma edificará una
    utopía igualitaria.[51]

    Pasamos, seguidamente, a analizar las ideas con
    contenido sobre lo urbano, que subyacen en la descripción
    que de Utopía y sus ciudades, principalmente Amaurota su
    capital, hace Tomás Moro en los capítulos I y V de
    su obra.

    En el capítulo I nos describe la isla de forma
    generalizada:

    "En Utopía hay cincuenta y cuatro ciudades
    amplias y magníficas, que permitiéndolo el suelo
    sobre el cual están asentadas, tienen iguales
    disposiciones y son gobernadas por las mismas leyes. (…) Estas
    ciudades se hallan a unas veinticuatro millas de distancia las
    unas de las otras, estando las más alejadas a una jornada
    de camino a pie."[52]

    De este párrafo podemos deducir las siguientes
    características que van a ir conformando un espacio
    físico ideal:

    – Amplitud de las ciudades.

    – Magnificencia, como criterio estético, que va a
    repetir más de una vez en sus descripciones.

    – Uniformidad; todas tienen las mismas leyes, todas
    hablan la misma lengua.

    – Accesibilidad a escala humana, no dependencia de
    medios de transporte.

    – Ciudades articuladas en red; las cincuenta y cuatro
    ciudades se reparten por el territorio en forma de malla radial,
    con el centro en Amaurota ("Amaurota se halla en el centro de la
    isla, y los diputados pueden llegar de todas partes con igual
    comodidad"[53]).

    "Las tierras de labor de Utopía, ya en tiempos de
    la conquista, fueron repartidas con tanta justicia, que los
    límites de cada poblado son de unos veinte mil pasos de
    circunferencia, y aunque los pueblos más lejanos
    estén algo más favorecidos, los habitantes,
    satisfechos de los lindes asignados, nunca han promovido disputas
    para engrandecerlos. Por otra parte, esta loable
    moderación es asimismo consecuencia de que, según
    las leyes de Utopía, nadie es propietario, sino que todo
    el mundo es sencillamente usufructuario.

    Cada hacienda tiene su alquería (con todos los
    aperos necesarios para los trabajos agrícolas), y las
    familias que las habitan cuentan al menos con cuarenta personas,
    entre hombres y mujeres, y además dos criados. Son
    gobernadas por el varón más anciano y la matrona de
    la casa, y por cada trescientas casas o familias existe un
    philarcos o inspector. De cada grupo familiar de
    cuarenta personas, veinte de ellas, después de haberse
    practicado en los trabajos agrícolas durante dos
    años, vuelven a la ciudad, desde donde marchan al campo un
    número igual de aprendices de labriego.

    La ejecución de estas prudentes medidas da por
    resultado que la provisión de grano sea siempre abundante,
    lo cual podría no suceder si los labriegos fueran
    inexpertos en los trabajos del campo. El legislador ha
    establecido esta emigración anual de los habitantes de los
    pueblos al campo, y de los que están en el campo a la
    ciudad, para evitar el disgusto de los ciudadanos, que
    podrían cansarse de trabajar demasiado tiempo seguido en
    tareas penosas o en otras hacia las cuales sintieran una natural
    repugnancia."[54]

    Cuatro ideas, con contenido urbanístico, surgen
    en este pasaje:

    Cálculo de la unidad de suelo productivo para
    cada poblado, perfectamente delimitada.

    – Propiedad pública del suelo, siendo los
    utopianos simple usufructuarios de ésta.

    – La unidad de convivencia, así como de
    producción, tiene un tamaño
    estandarizado.

    – División/ diferenciación del
    campo-ciudad, rural- urbano, y superación de la misma
    mediante un sistema de migraciones periódicas, sucesivas y
    temporales.

    – Base económica centrada en la agricultura,
    aunque la ciudad se caracteriza por ser el foco principal de
    atracción, con una identificación de ciudad igual a
    ocio, centro de relación.

    El capítulo II está dedicado a la
    descripción de los pueblos de Utopía y de la
    capital Amaurota:

    "Quien haya visto una de las poblaciones de la isla,
    puede decir que las ha visto todas, ya que no ofrecen más
    diferencia que la producida por la naturaleza del terreno. (…)
    Amaurota se extiende en forma de anfiteatro cuadrado,
    agradablemente situada a una altura media, al pie de una colina,
    y su ancho es de unos dos mil pasos hasta el río Anydros,
    que baña sus muros casi de un extremo a otro. (…)
    Delante de Amaurota, el cauce del río es de quinientos
    pasos de ancho, y sus aguas desembocan en el océano
    sesenta millas más abajo de la capital. (…) En la
    ciudad, un muelle de piedra limita el río, y para
    atravesarlo hasta las casas del suburbio hay un hermoso puente de
    piedra, bajo el cual pueden pasar embarcaciones.- Por medio de
    ciertos trabajos hidraúlicos, dentro de Amaurota se
    encuentra recogida la corriente de otro riachuelo, de manera que,
    en caso de guerra, el enemigo no puede cortar ni envenenar el
    agua; y por bajo tierra se han construido, de obra,
    tuberías suficientes para abastecer de agua las partes
    más bajas de la ciudad. En donde no puede llegar el agua
    hay cisternas. Todas las calles tienen unos treinta pasos de
    ancho, y las casas son sencillas en el exterior y limpias por
    dentro, y están edificadas una al lado de otra, en la
    misma línea y de igual forma, con jardines, los cuales,
    desde lejos, parecen formar uno solo muy extenso y delicioso.
    Todas las casas tienen dos entradas, la de la calle y la del
    jardín. (…) En ningún lugar he visto unos
    vergeles como los de Utopía, ni unos huertos más
    fértiles y risueños. Los habitantes tienen gran
    empeño en que sean hermosos, no sólo por la
    satisfacción de disfrutarlos, sino para superar al vecino.
    (…) Conviene decir que si bien el trazado actual de la ciudad
    de Amaurota es el mismo que Utopos ideó, como sea que la
    obra de un hombre nunca es perfecta, los sucesores de los
    primeros habitantes han ido aumentando las comodidades y bellezas
    de sus habitaciones. (…) Todas las casas, altas de tres pisos,
    son de piedra y ladrillos, con paredes, tabiques y techos
    recubiertos de un mortero muy económico que las preserva
    de la humedad y de los incendios, ya que resiste como si fuese
    metálico."[55]

    Podemos extraer de este capítulo los siguientes
    conceptos:

    – Uniformidad, tanto de las distintas ciudades como de
    las propias construcciones dentro de ellas. La uniformidad es
    consustancial con la idea de "modelo" y con la de "razón",
    que ha experimentado lo mejor para el hombre, al que se considera
    único y universal, sin variantes.

    – La ciudad es cuadrada, contrastando así con la
    legendaria Atlántida circular. Construida en anfiteatro,
    idea muy querida en el Renacimiento, con las ventajas que tiene
    para la posición espacial y la centralidad, el suave
    declinar del territorio convergiendo en un centro.

    – Se dan las medidas del cuadrado, dos mil pasos, que la
    convierte en fácilmente recurrible con las propias fuerzas
    y, por lo tanto, fácilmente comprensible y
    entendible.

    – Toda ciudad debe ser fluvial, de ahí la
    importancia que Moro concede al río que la circunda y la
    protege, al mismo tiempo que la comunica con el mar, con el
    exterior.

    – La ciudad está amurallada, lo que junto con la
    posición del río, del muelle y del puente, va a
    contribuir a su defensa. Curiosamente esta ciudad ideal tiene que
    ser defendida, aunque en toda la obra se nos dice que no tiene
    enemigos, excepto aquellos pueblos que han infringido las leyes
    naturales. Esta relevancia dada a la defensa de la ciudad es
    fruto de la época
    renacentista[56]

    – La ciudad tiene suburbios que se conectan a la misma a
    través de un puente sobre el río; aquí se
    establecerán aquellas actividades que son se consideran
    idóneas para ser ejercidas en el interior
    urbano.

    – Las calles son homogéneas, con una anchura
    especificada, y las edificaciones son adosadas y están
    alineadas, guardando las debidas dimensiones; el crecimiento y
    evolución han sido controlados mediante la
    transformación de las primitivas
    cabañas.

    Integración del jardín en la casa,
    formando un todo único y, por acumulación, formando
    un jardín urbano más amplio y
    extenso[57]Las casas de tres alturas, de piedra y
    ladrillo, con vidrios en los huecos o tela encerada, techo de
    mortero que sirva de aislante térmico. El uso del vidrio y
    de la tela encerada es reflejo de la necesidad de claridad dentro
    del hogar, éste uso va a permitir más aperturas de
    huecos en los muros a partir del Renacimiento; por eso Moro lo
    considera algo necesario, aunque no habitual en su
    época.

    – Como última idea, aunque quizás la
    más importante, hay que reseñar que la ciudad es
    una ciudad planificada, cuyo trazo lo dió el mítico
    fundador Utopos; dicho trazo ha sido respetado por las siguientes
    generaciones.

    En el capítulo III nos habla de la
    división administrativa de las ciudades, que coincide con
    una división física: "como sea que las ciudades
    están divididas en cuatro barrios, los habitantes de cada
    una de ellos proponen un ciudadano, el cual presentan al Senado,
    y de estas cuatro personas elegidas, los sifograntes escogen una
    para que ocupe la presidencia."[58] Esta
    división físico-administrativa tiene relevancia
    central en el sistema de elección, democrático y
    con voto secreto, de los magistrados que van a gobernar la
    ciudad, con un periodicidad anual. Introduciendo Moro,
    así, el sistema democrático, en la elección
    de los rectores de la ciudad, lo que es una revolución en
    un mundo urbano que está saliendo de la Edad Media, en el
    que las ciudades o son de patrimonio regio o están
    controladas por la nobleza o los gremios.

    Los capítulos IV y V van a exponer una serie de
    instituciones que van a ser recogidas, posteriormente, por casi
    todos los pensadores utópicos, así como la
    regulación estricta de los actos más comunes de la
    vida cotidiana: "En Utopía, todo el mundo ejerce una
    profesión, u oficio, en el cual son adiestrados tanto los
    hombres como las mujeres: la agricultura; la teoría en las
    escuelas y prácticamente en el
    campo."[59]

    "Después de cenar el asueto sólo dura una
    hora, que en verano se pasa en el jardín, y en invierno en
    unos grandes comedores o en la sala común de la familia.
    En estos refectorios se dan conciertos o se pasa el rato hablando
    de cosas instructivas."[60] Estas ideas y
    comportamientos adecuados en la comunidad, casi literalmente
    recogidos, nos las vamos a encontrar en los utopistas urbanos del
    XIX, principalmente en Fourier.

    "Las poblaciones están divididas en cuatro partes
    iguales, y en el centro de cada una de ellas se encuentra el
    mercado, que siempre está bien provisto. Los almacenes que
    lo forman son espaciosos y limpios. (…) Cerca de los almacenes
    de que os he hablado, se encuentran las paradas en donde son
    apilados ciertos comestibles, así como pan, verduras,
    frutas y legumbres. Las carnicerías, pescaderías y
    paradas de aves de corral están fuera de la ciudad, cerca
    del río, lugar escogido por lo fácil que es
    tenerlas siempre limpias."[61]

    Otras ideas: el mercado en la centralidad urbana y
    equidistante de los cuatro barrios; contrastando con esta
    centralidad se produce la expulsión al exterior de lo que
    podríamos considerar actividades molestas, mostrando la
    preocupación por la limpieza del hábitat
    inmediato.

    "En cada calle hay grandes hosterías, y en ellas
    viven los sifograntes; y a un lado y a otro de su domicilio
    están las casas de las treinta familias que rigen, y que a
    las horas de comer acuden a los grandes comedores, en donde los
    encargados de hacerlo tienen preparada la
    comida."[62]

    Además de la primera división en cuatro
    barrios, la ciudad se sigue dividiendo, físicamente, en
    células más pequeñas, distritos de treinta
    familias que forman una calle, con una hostería o comedor
    común para cada una de ellos. La división del
    territorio va acompañada de la asignación de una
    institución para cada una de estas divisiones que, por un
    lado, le da sentido propio y, por otro, sirve como un perfecto
    medio de control social; control social que es muy acusado y que
    puede llevar a la uniformidad y a la falta de
    libertad.[63]

    Podemos terminar este apartado dedicado a
    "Utopía" con una cita de Lewis Mumford, en la que la
    compara con la ciudad de Venecia, como fruto, también, del
    pensamiento y la creación medieval:

    Partes: 1, 2

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