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Biografia política de Josep Stalin (página 7)



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 Stalin jamás ocultó lo difícil de la situación y tampoco el hecho de que en la primera fase de la guerra se hubieran cometido algunos errores. En un discurso pronunciado el 24 de mayo de 1945 diría: «Nuestro Gobierno cometió muchos errores. Hemos conocido momentos en los que la situación era desesperada cuando, en 1941 y en 1942, nuestro Ejército se retiraba, cuando abandonaba nuestras ciudades y nuestros pueblos de Ucrania, de Bielorrusia, de Moldavia, de la región de Leningrado, de las repúblicas bálticas, de la región carelo-finlandesa. Otro pueblo hubiera dicho a su Gobierno: `No habéis respondido a nuestra confianza, marchaos, tomaremos otro gobierno que haga la paz con Alemania y que nos asegure la tranquilidad'. El pueblo ruso no lo ha hecho, porque tenía confianza en la justeza de la política de su Gobierno. Ha aceptado el sacrificio para que Alemania fuera aplastada. Esta confianza del pueblo ruso en el Gobierno de los Soviets ha sido la fuerza decisiva que ha asegurado la victoria histórica sobre el enemigo de la humanidad, sobre el fascismo».

 Como vemos Stalin ponía por encima de todo, por encima de los errores que se  habían dado en la dirección militar, la justeza de la política y de la ideología comunista. La política del Partido y su ideología marxista-leninista constituían la base que aseguraba la victoria. Por ello, lo fundamental era que el pueblo se mantuviera unido alrededor del Partido, que respaldara su política, e ir solucionando sobre esta base, con audacia y espíritu científico, los problemas militares.

 así pues, Stalin jamás trató de «ocultar» los errores cometidos en la fase inicial, ni de disminuir ante los ojos del pueblo la gravedad de la situación que se había creado en el rápido avance alemán, ni tampoco el hecho de que el Ejército Rojo se había visto obligado a retirarse a causa de la superioridad inicial del enemigo. Pero al mismo tiempo que reconocía estos hechos, insistía una y otra vez en los factores político-ideológicos de la guerra al mismo tiempo que en el plano estrictamente militar, trataba de determinar los puntos débiles que el «victorioso» avance alemán iba creando en el dispositivo enemigo. Todo ello, para los revisionistas e historiadores burgueses, significaba echar humo a los ojos del pueblo, hablar de una forma «triunfalista», para ocultar» el desastre militar».

 Pero la historia misma demuestra que no se trataba de «humo», sino de una profunda capacidad de captar la esencia de los problemas prácticos planteados: nadie puede negar que las cosas acabaron desarrollándose tal y como Stalin había previsto, que la guerra terminó con una estrepitosa victoria soviética, y que el avance alemán se convirtió en retirada, hasta la derrota total en las mismas calles de Berlín. En realidad los calumniadores de Stalin, por mucho que hablen o escriban sobre el tema, se enfrentan con el hecho innegable de que la URSS, con Stalin al frente, acabó ganando la guerra y de que esta guerra se ganó por la acción de aquellos factores esenciales que a lo largo de todo el conflicto, en sus escritos y discursos, Stalin puso de relieve.

 Para Stalin la guerra en ningún momento fue una cuestión «puramente militar». La II Guerra Mundial no fue combatida solamente por el Ejército Rojo sino es el caso de decirlo, por todo el pueblo de la URSS.

 En su primer discurso por radio a los pocos días de la agresión alemana Stalin llamó al pueblo entero a la resistencia y en particular a la formación de núcleos armados guerrilleros en los territorios ocupados por el enemigo. Durante todo el curso de la guerra el movimiento guerrillero, en la retaguardia del enemigo infringió al mismo duras pérdidas, le impidió crear sólidas bases en territorio ruso, le hostigó continuamente impidiéndole consolidarse definitivamente.

 Pero la participación del pueblo ruso en la guerra no se limité a ello. Las masas rusas supieron convertir la industria de la URSS en una industria bélica moderna, capaz de hacer frente, a los medios técnicos alemanes. Esto se hizo en condiciones dificilísimas, cuando la mayoría de los hombres en edad de trabajar se encontraban movilizados para el frente, bajo los bombardeos y ante el avance del enemigo. En estas condiciones hubo que transportar toda la industria hacia el oriente para impedir que cayera en manos del enemigo. Fue una auténtica epopeya, un episodio casi sin precedentes en la historia. Toneladas y toneladas de maquinaria, de equipos industriales de todo tipo, fueron removidas de sus emplazamientos y transportadas a miles de kilómetros de distancia. Al mismo tiempo, en Moscú y en otras capitales, se creó un movimiento de masas de obreros ancianos que, utilizando los rectos del equipo que  habían permanecido en las naves semiabandonadas, pusieron en marcha una industria de emergencia. Las mujeres se volcaron en la producción.

 La juventud comunista se movilizó en masa en contra de los bombardeos. De manera particular en Moscú, donde la mayoría de los edificios estaban construidos fundamentalmente con madera, por lo que en cada bombardeo había el peligro de incendios de amplísimas proporciones, los jóvenes permanecían en los tejados durante los ataques de la aviación enemiga para apagar los fuegos. Toda la población de las ciudades estaba encuadrada en un organismo de defensa pasiva (OSOAVIOKHIM) y realizaba tareas de preparación para defenderse en contra de la guerra química y para la neutralización de las bombas incendiarias.

 La victoria de la URSS en la guerra fue posible porque todo el pueblo ruso se mantuvo unido alrededor del Partido Comunista y fue movilizado para la guerra. El pueblo ruso fue un arma cien veces más poderosa que todos los «panzer» alemanes, que todas las divisiones nazis.  La ofensiva «decisiva» contra Moscú fue lanzada por los alemanes el 16 de noviembre y alcanzó su punto de máxima intensidad hacia finales del mes. En algunos puntos el Ejército nazi llegó a diez kilómetros de la capital. El 6 de diciembre comenzó la contraofensiva del Ejército Rojo. Las reservas que durante semanas habían afluido desde el este y que habían permanecido ocultas en los bosques próximos a la capital, pasaron al contraataque y rechazaron al enemigo obligándole a retroceder varios kilómetros.

 Como Stalin había afirmado una y mil veces, las reservas, la solidez de la retaguardia se convirtieron en un factor decisivo. También influyó la mayor preparación del Ejército Rojo para la guerra invernal. En este aspecto Stalin supo aprovechar un factor ambiental tradicionalmente favorable en el plano militar a los ejércitos rusos. Por ello la contraofensiva se lanzó al comenzar el gran invierno ruso. Pero las condiciones de 1942 no eran las del siglo XIX. Por ello, en este aspecto, la superioridad soviética fue sobre todo una superioridad técnica de tipo moderno para combatir una guerra en tales condiciones: el Ejército Rojo tenía una preparación superior porque había desarrollado motores especiales, aceites especiales, transportes, abastecimiento, vestuario, diversas técnicas de camuflaje particularmente adecuadas para las condiciones del invierno.

 La contraofensiva de Moscú abrió una nueva fase en el desarrollo de la guerra. Es cierto que durante el año de 1942 el Ejército Rojo no pudo llevar hasta sus últimas consecuencias el contraataque comenzado en los alrededores de la capital. Las mismas condiciones invernales que habían permitido dar la vuelta a la situación establecían al mismo tiempo las limitaciones de la contraofensiva. Las carreteras, los ríos, toda la gran llanura al oeste de Moscú se encontraban cubiertas por una espesa capa de hielo. Por otra parte el frente cubría una superficie inmensa. En tales condiciones no podía concebirse una contraofensiva en gran escala, que suponía grandes movimientos de tropas. Además, durante 1942 los alemanes lanzaron un ataque hacia el sur, con el objetivo de apoderarse de los pozos petrolíferos del Cáucaso y, desde allí, tratar de atacar Moscú desde el sur, con una maniobra envolvente. Pero de esta forma los alemanes, al empeñarse en dos direcciones al mismo tiempo, crearon ellos mismos las condiciones para la batalla de Stalingrado («Cazando dos liebres -diría más tarde Stalin- los estrategas fascistas se han encontrado en una situación embarazosa».) Pero la ofensiva en el sur supuso en un primer momento la necesidad de un esfuerzo de contención suplementario.

 De todos es sabido que la batalla de Stalingrado representó el comienzo del fin para el nazi fascismo. Todo el VI Ejército alemán y parte del IV fueron capturados. El Ejército soviético hizo más de cien mil prisioneros, entre los cuales el mariscal Von Paulus y veinte generales.

 A partir de Stalingrado comenzó la inexorable retirada alemana hacia Berlín. Los historiadores burgueses se esfuerzan hoy por disminuir aquel éxito presentándolo como un acontecimiento grandioso, pero casi casual en el desarrollo del conflicto, determinado por el error de éste o aquél general alemán o del mismo Hitler. En realidad la batalla de Stalingrado representó el inevitable desenlace de un conflicto que veía enfrentadas, no solamente dos ejércitos, sino dos opuestas concepciones ideológicas, dos clases sociales, dos sistemas sociales, dos mundos distintos.

 Millones de hombres interpretaron de esta forma aquel grandioso acontecimiento. En Stalingrado, por primera vez desde el comienzo de la guerra, los Ejércitos nazis que como una pesadilla se habían extendido por Europa, mordían el polvo y sufrían una estrepitosa derrota. La batalla de Stalingrado dio al movimiento de resistencia contra el nazismo en toda Europa un impulso mayor del que había tenido hasta entonces.

 La victoria de Stalingrado agigantó la figura de Stalin. El triunfo del Ejército Rojo se convirtió en el símbolo de la victoria y de la resistencia contra el nazi fascismo. Stalin, el máximo dirigente del PCUS, el Comandante Supremo del Ejército Rojo que había vencido en Stalingrado, se convirtió en una figura legendaria, que encendía la imaginación y los sentimientos de millones de seres. Más tarde, se escribirían páginas y páginas acerca del «culto a la personalidad», para desprestigiar y disminuir a Stalin, para presentarle como un personaje mezquino y vanidoso; pero los sentimientos que la figura de Stalin despertaron y aún despiertan, en millones de personas, tenían su origen en el hecho de que este hombre había estado en el centro de dos acontecimientos históricos -la Revolución de Octubre y la derrota del nazismo- con los cuales centenares de millones de personas se habían identificado. Mucho más sin duda, algo infinitamente más profundo y más permanente, de lo que logran para si los modernos «héroes» de la política burguesa con sus mezquinas maniobras publicitarias, con sus «campañas» televisadas, con sus pequeños «cultos de la personalidad» que no se apoyan en ninguna verdadera batalla, que no pueden suscitar ningún sentimiento auténtico y profundo.

 Después de la victoria de Stalingrado se puso de manifiesto claramente que el rumbo de la guerra había cambiado definitivamente y que la derrota de la Alemania nazi era ya simplemente una cuestión de tiempo. A la actividad puramente militar, se añadió una actividad diplomática cada vez más intensa, entre las potencias aliadas. El carácter de esta actividad puede ser entendido solamente si se considera que estos aliados eran, en realidad, potenciales enemigos.

 Stalin había afirmado correctamente que el carácter de la guerra se había modificado después de la agresión nazi contra la URSS. Este nuevo carácter de la guerra se había acentuado por la extensión y la consolidación en Europa y en Asía, de los movimientos de liberación nacional y de resistencia contra los agresores. Pero Stalin jamás perdió de vista que Inglaterra y los EE.UU. eran dos grandes potencias imperialistas. La alianza entre estos dos países y la URSS había surgido por la existencia de un enemigo común: la Alemania nazi. Pero este enemigo estaba a punto de ser derrotado. ¿Qué sucedería después? El Ejército Rojo avanzaba hacia Berlín y gran parte de Europa estaba salpicada de guerrillas dirigidas por los comunistas. La guerra, otra vez, se iba transformando en revolución.

 Al conflicto abierto, contra las potencias del Eje se añadió un segundo conflicto, subterráneo, que estallaría abiertamente después de terminada la guerra mundial. La habilidad diplomática de Stalin había logrado evitar que la URSS se encontrara sola frente a Alemania después de Munich. Pero sus «aliadas» seguían intrigando. La URSS se encontraba soportando el mayor peso del conflicto. Los EE.UU. e Inglaterra se resistían a abrir un segundo frente en la Europa Occidental y en lugar de desembarcar en Francia lo habían hecho en el extremo sur de Italia, en Sicilia, lo cual suponía un largo y difícil avance a lo largo de la península mediterránea.

 ¿A qué obedecía todo esto? En realidad se trataba de una continuación de la política seguida en vísperas del conflicto, ahora con una proyección directa en el plano militar: hacer que la URSS y Alemania se desgastaran hasta el extremo límite, e intervenir sólo después desde una posición de fuerza. Estas cuestiones fueron objeto de la primera conferencia entre las potencias aliadas. Stalin, Roosevelt y Churchill se encontraron en Teherán.

 En Teherán, Stalin consiguió un compromiso abierto de cara a la apertura de un segundo frente. Churchill se oponía abiertamente a un desembarco en el norte de Francia, alegando toda clase de excusas y proponía un desembarco en el Adriático Norte, con el secreto designio de cortar al Ejército Rojo el camino hacia Berlín y tomar posiciones en los Balcanes para poder intervenir, en su momento, en contra del movimiento comunista y de resistencia que se desarrollaba poderoso en esa región.

 Stalin en Teherán, supo explotar hábilmente, en el terreno diplomático, los éxitos alcanzados por el Ejército Rojo. Stalin observó que no había un canal de la Mancha entre Rusia y Berlín y que había mucho que recorrer entre el norte de Francia y Alemania. Churchill y Roosevelt entendieron que su propio juego se estaba haciendo peligroso y que cabía la posibilidad de que Alemania se desplomara antes de que los anglonorteamericanos se hubieran consolidado en Francia. De la conferencia de Teherán salió la decisión de abrir un segundo frente.

 La conferencia de Teherán y los acontecimientos sucesivos prepararon en cierta medida la conferencia de Yalta. Churchill, obligado ya a aceptar la apertura del frente occidental intrigaba sin recato en los asuntos del Este. En Londres actuaban toda clase de gobiernos títeres montados por los imperialistas occidentales y que deberían de ocupar el poder en los países del este de Europa. Los ingleses tomaron contacto con los alemanes de cara a una paz separada.

 En este clima y en esta situación, la conferencia de Yalta llegó a ser una necesidad absoluta. Los trotskistas suelen afirmar que en Yalta la URSS participó en un «reparto del mundo» por esferas de influencia. Se trata de una total deformación de la realidad. En Yalta jamás se hipotecaron los destinos de la revolución en ningún, país del mundo. En Yalta se definió un primer esbozo de acuerdo general entre los aliados de cara a una serie de cuestiones (destino de Alemania, fronteras de Polonia, etc.) cuya definición era absolutamente necesaria si no se quería que la agudización de las contradicciones entre la URSS por un lado y las dos potencias imperialistas occidentales, por el otro, se transformara en guerra abierta en el momento de quedar derrotada Alemania.

 El 16 de abril, el Ejército Rojo lanzó la última ofensiva contra Berlín. Fue una terrible batalla por las calles de la capital alemana que cayó el 2 de mayo. El 9 de mayo Alemania capitulaba. La agresión imperialista contra el primer país socialista, había fracasado.

 Conclusiones

 Con el fin de la II Guerra Mundial, en mayo de 1945, concluye nuestro relato biográfico de Stalin. Como se sabe, Stalin murió algunos años más tarde, en 1953. Los últimos años de su vida estuvieron marcados por algunas grandes batallas políticas e ideológicas: contra el imperialismo norteamericano, que tras su victoria en la guerra se convirtió en el Estado más poderoso dentro del campo imperialista; contra el revisionismo moderno, que con el titismo había hecho su primera aparición; para continuar la edificación socialista en la URSS; por el fortalecimiento y la unidad del movimiento comunista internacional. En la última etapa de su vida Stalin escribió también, algunas obras de gran importancia, entre las cuales destaca, «Problemas económicos del socialismo en la URSS».

 La publicación del presente trabajo se ha realizado en el marco del año Stalin, con motivo del primer centenario de su nacimiento. Con ella hemos pretendido dar a todos aquellos que se interesan por la historia del movimiento obrero y por la ideología comunista, una guía para orientarse de forma correcta en la interpretación de la obra de Stalin y en el conocimiento de su verdadero perfil político. Se trata de un trabajo militante y polémico al mismo tiempo, en la medida en que la figura y la obra de Stalin han sido tendenciosamente deformadas por la burguesía y el revisionismo.

 Nos damos perfecta cuenta de que en el plano biográfico e histórico, este trabajo tiene muchas lagunas. Algunos aspectos se han omitido o reducido voluntariamente. Muy poco se dice acerca de la obra de Stalin al frente de la Internacional Comunista. Nada acerca de los últimos años de su vida. La parte posterior a 1925 está muy resumida. Algunos períodos de su actividad (por ejemplo, su etapa al frente de «Pravda» en 1916 han sido apenas mencionados. Pero nuestro objetivo esencial ha sido el centrar algunas cuestiones ideológicas fundamentales en el marco de un trabajo de tipo biográfico más que en el escribir una biografía completa. Este ha sido el criterio rector y a él nos hemos atenido. Por otra parte, opinamos que algunas cuestiones podrán ser desarrolladas y abordadas en otros trabajos o artículos en el curso del presente año.

 Entre estas últimas cuestiones está sin dada el problema de la Internacional Comunista y la actuación de Stalin como dirigente revolucionario del movimiento mundial. Se trata, obviamente, de una cuestión de gran trascendencia ideológica pero por su amplitud y por la implicación de algunos aspectos con la polémica ideológica actual, hemos pensado que sería más oportuno abordarla en otro contexto.

 Otras limitaciones han sido impuestas por la escasez de materiales y documentos. Como se sabe ni siquiera existe una edición de las obras de Stalin posteriores a los últimos años 30. Ello obstaculiza una investigación sistemática de los últimos años de su vida. La actuación de Stalin en este período por otra parte, guarda estrecha relación, con la batalla ideológica contra el revisionismo chino. En particular en «Problemas económicos del socialismo en la URSS» encontramos una exposición sistemática que está en radical contraposición con el revisionismo «maoísta». Lo mismo puede decirse «Sobre el proyecto de Constitución en la URSS». Pensamos que, durante el «año Stalin» y en el marco de la batalla ideológica contra el revisionismo chino, se podrá abordar también este aspecto.

 En relación con la gran batalla ideológica a, partir de 1925 nuestro objetivo ha sido el de esclarecer, sobre todo, el significado profundo de esa batalla. Muy poco hemos dicho acerca de los avatares y los distintos episodios de la misma. Este último aspecto tiene interés en el plano estrictamente histórico pero, lo repetimos, nuestro interés ha sido más bien ideológico.

 Nuestra pretensión ha sido pura y simplemente la de contribuir, con un trabajo concreto, en la tarea más amplia de impulsar el estudio de la figura y de la obra de Stalin para que las enseñanzas contenidas en su actividad teórica y práctica puedan servirnos en nuestra lucha de hoy. BIOGRAFIA POLÍTICA DE JOSEP STALIN.

"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"® www.monografias.com/usuario/perfiles/ing_lic_yunior_andra_s_castillo_s/monografias Santiago de los Caballeros, República Dominicana, 2015.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"®

 

 

 

Autor:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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