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La función social de la publicidad de la ONCE (página 3)



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Pero, además de este cambio de referentes, se generan dos tipos de actitudes complementarias que elevan la autoestima de las personas con discapacidad: 1) actitud de autoreconocimiento, pues mientras el público en general contempla en la comunicación un ejemplo de «todo lo que puede hacer una persona discapacitada», la persona discapacitada contempla un modelo de «todo lo que puede hacer alguien como yo», alguien que tiene una minusvalía comparable a la suya; así, las campañas de integración constituyen un espejo idealizado donde puede reconocerse la persona discapacitada. 2) actitud de autorefuerzo, como consecuencia de la identificación con el modelo propuesto y, simultáneamente, también por una relación de protagonismo: la persona con discapacidad, utilizando una expresión popular, «sale en la foto»; es el sujeto y el objeto, el eje central de la comunicación precisamente gracias a su discapacidad, es decir, al propio hecho diferencial que hasta ahora ha resultado ser la causa de su marginación.

Todo ello insiste en subrayar la evidencia de que el público que primero percibe y disfruta las campañas integradores son las personas discapacitadas y su entorno inmediato, sobre las que aquéllas tienen efectos específicos y particulares, directos y muy positivos. Y así adquieren un interés particular tan marcado que algún especialista ha llegado a opinar que «es necesario plantear una campaña interna de auto-imagen o auto-concepto, una campaña de identidad de los propios sujetos con discapacidades, con mucha mayor necesidad que una campaña externa, (…) esto nos parece urgente», llegando también a sugerir como acción complementaria que «las campañas de imagen externa (al colectivo de personas discapacitadas, es decir, dirigidas al público en general) institucional, impliquen en paralelo campañas concretas de proyección social práctica de los propios sujetos discapacitados y no sólo de la institución» 13.

3.1.2.  La automotivación para la venta del cupón

Aplicando estas reflexiones sobre la autoestima a las personas que integran la ONCE, no podemos olvidar que un número importante de los empleados de esta organización desempeñan su puesto de trabajo como agentes de venta del cupón y realizan su labor profesional en contacto directo con el público. Este hecho introduce elementos específicos, que vamos a estudiar en el presente epígrafe.

No es fácil encontrar trabajos teóricos que estudien cuál es el efecto detallado que ejercen las campañas de productos de gran consumo dirigidas al público en general, cuando actúan sobre el personal de la red de ventas; prácticamente, todas las investigaciones de marketing se dedican a conocer mejor los productos, el mercado y los consumidores. Pero, de acuerdo con los comentarios y las reacciones del personal de ventas, resulta indiscutible que las campañas dirigidas al consumidor final también constituyen una acción muy eficaz para incentivar su trabajo: bien porque piensan que van a recibir más pedidos y que subirán las ventas, o bien porque se sienten más apoyados por su empresa, reciben un refuerzo psicológico de gran importancia para el impulso comercial del producto.

Joaquín Lorente, uno de los creativos más reputados de la publicidad española, y uno de los primeros que se preocupó de dotar a las campañas de planteamientos y conceptos coherentes, escribe: «Es absolutamente cierto que cualquier campaña dirigida al consumidor final a través de los grandes medios también llega al distribuidor. En definitiva, lee los mismos diarios, ve la misma televisión y descubre los mismos carteles en las mismas calles», Lorente insiste en la importancia que cobra la motivación de los vendedores y en que siempre debería reservarse una parte del presupuesto de publicidad para incentivar el canal de ventas con acciones específicas: «El diálogo y el presupuesto de la empresa no tiene sentido vaciarlos al cien por cien en el consumidor final. Es cierto que el distribuidor es un intermediario pero para la inmensa mayoría de las empresas es también el primer cliente, aquel que realmente paga las facturas, y conseguir su entusiasmo y su fe, o como mínimo, una actitud positiva, se ha de traducir a que nos dé en su establecimiento el punto físico donde se consuma el acto de cambiar dinero por mercancía. (…) Cada empresa debe plantearse, como un tema específico y continuo de acción, cómo debe reforzar su personalidad pública hacia la distribución, y dotar al plan de la gente y el dinero suficiente para conseguirlo. (…) La frase aprendida de que el consumidor es el rey, es mentira. El verdadero rey es el distribuidor» 14.

También David Ogilvy, creativo publicitario y director de una de las multinacionales de la comunicación publicitaria más solventes del mundo, insistía en el efecto positivo que proyectan las campañas sobre la red de ventas y la distribución del producto 15, aunque resulta significativo que un publicitario tan habituado a cuantificar la eficacia de las acciones de comunicación y a citar estadísticas no ofrezca en este caso ningún dato concreto, quizás porque, como afirmábamos antes, no es fácil encontrar estudios al respecto.

Estas afirmaciones insisten en la importancia que tiene la publicidad de la ONCE cuando es percibida por los afiliados y empleados de la organización. Así, además de promover la venta del cupón y favorecer la integración de las personas discapacitadas en la sociedad, estas campañas también actúan sobre el personal de la ONCE y muy especialmente sobre el colectivo de vendedores del cupón, reafirmando su autoestima personal y profesional e impulsando su esfuerzo de venta. Si somos conscientes de la dependencia económica que tiene la labor social de la ONCE de los ingresos del cupón 16, este aspecto cobra una importancia trascendental. En un capítulo posterior analizamos con más detalle cómo los vendedores del cupón perciben y recuerdan las campañas de la ONCE17.

3.1.3.  Creación de estímulos positivos en el entorno inmediato

Para intentar una referencia cuantitativa del colectivo al que nos referimos en este capítulo, podemos partir del número de personas discapacitadas que hay en España -5,7 millones- y multiplicarlo por el tamaño medio del hogar español -3,2 miembros, cifra que sin duda es más elevada porque pocas personas con una discapacidad severa viven en hogares unifamiliares-; entonces tendríamos un colectivo de al menos 18 millones de individuos que podemos definir como «integrantes de familias que viven con una persona discapacitada» 18. Y gran parte de la problemática de este colectivo podríamos extenderla a su vez a un grupo social aún más extenso que comprendería los amigos más cercanos a las personas discapacitadas. Debemos insistir en la enorme importancia que tiene el entorno próximo del individuo con discapacidad, porque modela sus actitudes en cuanto que constituye la primera instancia mediadora del ámbito público: aquí es donde el individuo ejercita inicialmente sus habilidades sociales. También es mediadora «hacia afuera», porque proporciona al individuo una primera lectura del mundo exterior, transmitiendo conceptos, valores y jerarquías.

Ya que la persona con discapacidad depende mucho más de la familia y pasa más tiempo con ella (y, en efecto, es muy reducido el número de personas discapacitadas que viven, viajan, etc. solas), no resulta extraño que dos de cada tres personas discapacitadas sitúen a la familia en el primer lugar como «fuente de ayuda» 19, y que todos ellos la tengan en mayor consideración y se sientan influenciados por ella en mayor grado que el resto de la población 20, cuestión que cobra más importancia en los casos de minusvalía infantil: «Parece indiscutible que la familia es la instancia fundamental de mediación entre los individuos con discapacidad y el resto de entramados sociales. Su influencia es muy considerable -a veces decisiva- en la orientación de los procesos de socialización primaria, cuando el afectado tiene una deficiencia congénita o infantil, e influye también, de manera menos determinante, en las etapas posteriores de inserción laboral y emancipación del hogar paterno -socialización secundaria-» 21.

Respecto a la situación específica de los ciegos, Lukoff documenta con bastante detalle el gran impacto que el entorno más próximo (familia, amigos…) ejercen sobre la persona discapacitada, afirmando que «luego, los objetivos para suavizar la tendencia hacia el aislamiento o la aceptación de la independencia se sienten mucho más cercanos en el hogar que en el público en general»22

Pero en un gran número de situaciones la actuación de los miembros de la familia resulta perniciosa. Guiados por un concepto equivocado de integración, aplican los referentes sociales marginadores como si se tratase de leyes inmutables y no educan a su familiar discapacitado para la acción, sino para la resignación. Estudios cualitativos del Inserso afirman que, influenciados por el modelo social imperante, la familia se siente incómoda ante el simple hecho de mostrar a la persona discapacitada en público, con lo que le niegan el primer paso para su integración social. En esta situación, la familia más que realizar una «función de integración» realiza una «función de neutralización» 23. Otros autores insisten en que «la segregación también es una forma paternal de sobreprotección» 24. Una sobreprotección que prepara a los individuos discapacitados para una restricción en su universo social y para la soledad afectiva fuera del hogar paterno 25, motivo por el que muchos de ellos no llegan a establecer una familia independiente durante toda su vida 26. Pero, muy al contrario, como afirma Vygotski, «la educación del sujeto deficiente no debe ser una educación para vivir con la deficiencia, debe ser una educación para corregir funcionalmente esa deficiencia, para integrarse activamente en la sociedad» 27.

Nadie duda que la familia constituye el primer entorno para aplicar una rehabilitación normalizadora: «El hogar familiar constituye el substrato más favorable de que la comunidad dispone para que los instrumentos rehabilitadores técnicos (medicina, educación, capacitación) puedan incidir más eficazmente. En consecuencia, está en el interés de la comunidad el apoyar ese substrato con medidas concretas cada vez que ello se haga necesario» 28. Y es al incidir sobre estas familias cuando las campañas de integración dirigidas al público general adquieren una dimensión de elevada trascendencia. Porque las campañas están cambiando sus referentes, modificando la percepción de cuál debe ser el papel en sociedad de su familiar discapacitado y favorecen que les impulsen a normalizar su actuación pública de forma más decidida, neutralizando los excesos de una educación sobreprotectora.

Por añadidura, estas actitudes producen un efecto multiplicador cuando se ejercen de forma pública: la forma en que las personas discapacitadas son tratadas por sus familiares más directos tiene una relevante proyección social y emite imágenes que crean patrones de conducta sobre el resto de los ciudadanos. Según Shearer, los actos crean mensajes porque son una hecho de comunicación que actúa como tal, y así son incorporados en la experiencia de los que lo presencian. Y la forma en que un familiar u otra persona que conviva habitualmente con una persona discapacitada trata a ésta en público, se erige en una pauta ante terceras personas, especialmente si se trata del padre de la persona discapacitada 29.

3.1.4.  El papel de los mediadores sociales

Abriendo un poco más el círculo de agentes que intervienen en el entorno personal de la persona con discapacidad, y ya fuera del núcleo de la familia y de los amigos más próximos, encontramos a los denominados «mediadores sociales» 30. Estos mediadores son los profesionales que, estando en contacto directo con la persona discapacitada, vehiculan hacia ella los servicios y ayudas médicas, rehabilitadoras, formativas, psicológicas o de otro tipo, para posibilitar que conozca y acepte plenamente sus posibilidades y limitaciones, sea lo menos dependiente posible de los demás y pueda integrarse progresivamente en la sociedad.

Su importancia es fundamental en el proceso de integración: en el extenso estudio realizado en 1998 para el Imserso por Pereda y otros se concluye que «los procesos concretos de la políticas sociales específicas tiene, pues, como mediadores a los agentes de la inserción social. Estos (…) facilitan, con su autoridad o su poder, la recepción y la fructificación de medidas de ayuda.(…) Las políticas sociales encuentran en estos agentes mediadores un gran apoyo para la inserción o un freno, dependiendo de cuál sea su actitud» 31. Verdugo abunda en la transcendencia de los mediadores: «En la aplicación de sus programas el papel del psicólogo, médico, trabajador, social, terapeuta ocupacional, y otras profesiones, desempeña un papel máximo de autoridad y control sobre el proceso rehabilitador» 32.

Pero estos profesionales suelen realizar su trabajo en un entorno hostil que les somete a una elevada presión psicológica. Al tener que ocuparse de pacientes en situaciones especiales, donde resulta contraproducente aplicar la prudente «distancia afectiva» habitual en otras tareas médicas, no pueden evitar implicarse personal y emocionalmente en los problemas del paciente. Sabemos que éste es un síndrome ampliamente extendido en hospitales y centros médicos, entre el personal que convive con enfermos terminales o con niños gravemente enfermos, también en los profesionales que imparten educación especial, etc. 33 Así, estos mediadores viven en un permanente conflicto interno por la gran responsabilidad emocional a la que les obliga su trabajo, llegando a no valorarse como agentes de sus propias actividades, sino que se perciben a sí mismos como los receptores dependientes de la acción de otros, en nuestro caso, las personas discapacitadas. Es decir, su referencia laboral no es su propio trabajo, sino las personas discapacitadas sobre las que desempeñan su trabajo.

Un elemento que desequilibra aún más el trabajo de estos profesionales es la falta de reconocimiento social de su labor, entre otros motivos debido a la falta de apoyo de las instituciones, o porque el resto de la sociedad prefiere ignorar por desagradables los procesos vividos en los tratamientos de recuperación física y psicológica, como sostienen algunos autores 34.

Es fácil imaginar el efecto de reafirmación ejercido sobre estos profesionales cuando ven reflejados el objeto de su trabajo en una campaña de publicidad dirigida a un público masivo. Por un parte, supone un inmediato reconocimiento social de su difícil y callada labor, con lo que su trabajo les ofrecerá aspectos más gratificantes. Por otra parte, ven elevada de estatus su ocupación laboral. También ven proyectadas sobre toda la sociedad las mismas directrices rehabilitadoras -en el fondo, acciones de integración- que ellos aplican individualmente sobre cada paciente. El mediador se sentirá reforzado en su papel, porque sabe que su trabajo de rehabilitación conseguirá una continuidad posterior en un entorno más amplio, al menos entre el sector de la ciudadanía permeable a los contenidos de la campaña normalizadora. Y también es fácil suponer que, por todo ello, prestará a las personas discapacitadas una mejor asistencia en su labor profesional.

Como hemos estudiado en estos últimos epígrafes, son varios los efectos positivos producidos por las campañas de publicidad integradoras en un entorno próximo a las personas con discapacidad, efectos sobre cuya importancia debería aplicarse una reflexión más profunda de la realizada hasta hoy en día.

3.2.  LAS PERSONAS DISCAPACITADAS ANTE EL MERCADO LABORAL

Pasemos ahora a analizar la realidad laboral de las personas con discapacidad. Ésta no resultará una tarea ociosa para este libro, pues el disfrute de un puesto de trabajo propaga una gran cantidad de imágenes integradoras, de la misma manera que el no disponer de él emite imágenes marginadoras y muy relacionadas con la percepción de la persona discapacitada como una carga social. Por este último motivo, además, insistiremos en el ahorro económico que generan a largo plazo todas las acciones que tienen como fin a la integración. Y entre ellas, sin género de dudas, se encuentran las acciones de comunicación.

Por último, no olvidemos que una parte importante de las campañas de integración de la ONCE -las realizadas en colaboración con Fundación ONCE- están enfocadas exclusivamente a fomentar la promoción del empleo para personas con discapacidad.

3.2.1.  La función referencial del empleo

En nuestra sociedad se valora a las personas más por lo que tienen que por lo que son. Como recuerda Peninou, «el valor de un bien no se define ya por su valor propio sino por el valor de lo que representa: el valor de los objetos deviene semiótico» 35. Poseer bienes, disfrutar de ellos y poder mostrarlos como símbolo de estatus está en relación directa con la capacidad adquisitiva de cada individuo. Y ésta, a su vez, suele estarlo en relación directa con el trabajo productivo desempeñado. El propio trabajo, el cargo, la ocupación o el área de actividad profesional es considerado en sí mismo como un símbolo del nivel del éxito social, al igual que lo son la progresión vertical (ascenso en el escalafón de una misma empresa) o lateral (cambio a otra empresa de mayor tamaño o reputación).

El trabajo que ejercemos constituye ante los demás una perfecta medida de nosotros mismos, el resultante más claro de nuestra valía personal, porque la principal fuente de crédito social para valorar a una persona es su capacidad productiva 36. Hoy por hoy, el tiempo dedicado al trabajo y a sus actividades complementarias concentra, para un gran número de los ciudadanos en edad laboral, la mayoría de sus objetivos, aspiraciones y proyecciones sociales. Abundando en ello, otros autores exponen que «el trabajo representa el medio más frecuente de expresión personal y de participación en la vida social de la comunidad. Para las persona minusválidas, siempre amenazados de rechazo y soledad, acceder a un trabajo ganancial tiene una fuerza integradora y normalizadora de primerísimo orden. Representa el abocamiento más visible que se esperaba de la rehabilitación» 37.

Es decir, que la función referencial del trabajo adquiere, en las personas discapacitadas, caracteres especialmente enfáticos: suponen de hecho una «casi equiparación» con la integración plena. Montero Llerandi afirma taxativamente que «están integrados socialmente los que trabajan, quedan excluidos los que no trabajan», exponiendo después los motivos de esta afirmación: «La situación de marginación se articula sobre la dependencia de los otros, percibiéndose como un coste. Mientras se ha mantenido una estructura familiar (…) los minusválidos eran un problema privado. Pero con la incorporación de la mujer al trabajo extradoméstico, el cuidado de los minusválidos tiende a convertirse en un problema social». Finalmente, el citado autor concluye: «Inserción laboral se asocia a independencia, sobre todo económica. La independencia económica del minusválido resuelve dos problemas: no cuesta y no molesta. Si puede trabajar podrá pagar el coste de los servicios que necesita. En suma, será autónomo, independiente, podrá vivir sin depender de los normales» 38. Con ello, no sólo vemos reafirmada la importancia del trabajo como referente para la valoración social de las personas discapacitadas, sino que también podemos relacionar este tema con el coste económico que suponen las pensiones para el sistema de seguridad social y con la percepción que el resto de la sociedad tiene de este gasto.

3.2.2.  Niveles de empleo y desempleo (oficiales y reales)

Pero la mayoría de personas discapacitadas no consiguen integrarse en el mercado laboral y, por consiguiente, tampoco pueden participar en este rico mundo representacional y en los beneficios sociales y económicos que proporciona.

Según datos del Imserso 39, sólo se reinsertan laboralmente el 21% de las personas discapacitadas. Esta es la cifra que podemos dar como «tasa oficial de empleo entre las personas discapacitadas», pero conviene que realicemos un esfuerzo por aproximarnos a las cifras reales. A este porcentaje oficial del 21% tendremos que sumarle la tasa de empleo sumergido, estimada en el 6%, lo que nos da una cifra total de empleo del 27%. Pero, si tenemos en cuenta que un 8% buscan trabajo y no lo encuentran, podemos concluir que la tasa real de empleo sería del 19% -dos puntos menos que la cifra oficial- y por consiguiente, la tasa real de paro se situaría en el 81%.

Es decir, cuatro de cada cinco personas discapacitadas no logran insertarse en el mercado laboral y quedan excluidas del modelo de emancipación más valorado: disfrutar de un hogar independiente y de un buen empleo. No obstante, debemos mencionar que el nivel de incorporación al mundo del trabajo es poco homogéneo entre las personas con discapacidad, dependiendo mucho del tipo de minusvalía. Sabemos que las mujeres gozan de menos oportunidades que los hombres en el mercado laboral en general; pero entre las personas discapacitadas la distancia aumenta en una proporción de casi tres a uno: según datos de 1986, disfrutan de trabajo remunerado el 32% de los hombres con discapacidad pero sólo el 11% de las mujeres. La distribución por sectores laborales se reparte de la siguiente manera:

• En el sector primario del trabajo ordinario, -considerando como tal el que ofrece buena estabilidad y altos ingresos- sólo están empleados un 10% de las personas discapacitadas en edad laboral.

• En el sector secundario -empleo en precario y personas discapacitadas en paro que buscan activamente empleo- se encuentra un 18%. Si incorporamos en este apartado a los parados con discapacidad que desearían encontrar empleo, pero no lo buscan activamente, incluyendo también a las amas de casa en esta misma situación, la cifra se eleva al 35%.

• El mercado de trabajo protegido 40 -centros ocupacionales, centros especiales y venta de cupón 41- ocupa a un 3%.

• El trabajo doméstico ocupa aproximadamente a un 30% (el 25% del total de la población de personas con discapacidad viven con sus padres) 42.

Si a todo ello le añadimos que, según la ONU, «en numerosas ocasiones la minusvalía trae como consecuencia la pobreza o cambios perjudiciales para el sujeto minusválido y su familia, produciendo con ello una distribución más desigual de la renta en la sociedad» 43, y que las minusvalías afectan proporcionalmente más a las clases de menor renta 44 tendremos un panorama claro y desolador de la dura realidad sobrevenida como consecuencia de la minusvalía, cuando a ésta se le asocia además la dificultad para acceder al mercado laboral y un deterioro en el nivel de renta.

Afortunadamente, nuestro país cuenta con un nivel asistencial relativamente amplio en cuanto a régimen de pensiones: según la encuesta cuantitativa realizada por el Instituto Nacional de Estadística en 1987, dependen de la ayuda social 478.000 personas con minusvalía, lo que supone un 38% del total de personas discapacitadas con menos de 65 años de edad 45. El Imserso corrige levemente al alza este porcentaje situándolo en el 39% 46, y explicando que algunos de los perceptores realizan algún tipo de trabajo remunerado -suponemos que poco cualificado- para complementar la pensión.

Algunos especialistas piensan que la percepción de pensiones o el empleo protegido pueden crear un efecto negativo, pues desincentivan a la persona discapacitada para integrarse en el mercado laboral y la cronifica como receptora de ayudas 47. Pero estudios más detallados efectuados sobre muestras reales de población discapacitada apuntan contundentemente en la dirección opuesta. Un estudio de campo realizado por el Gobierno de Finlandia en 1972 concluyó que «siete de cada diez discapacitados son vocacionalmente activos. Este grupo parece que no está influenciado por un sistema de pensiones de discapacidad (…) Tres de cada diez discapacitados no trabajan o parecen estar muy mal adaptados al trabajo. Este grupo sí está influenciado» 48. Otros estudios han podido comprobar que las personas discapacitadas que tiene la ocasión de ejercer una profesión en lugares de trabajo normales prefieren hacerlo en esas condiciones aún cuando las ventajas económicas no sean mayores que las conseguidas a través de una pensión 49. Ello constituye un buen indicador de la elevada valoración, en términos de integración, que las personas discapacitadas conceden al hecho de conseguir un puesto de trabajo. Y nos lleva a confirmar que, en efecto, «a lo largo de toda la vida activa, el motivo fundamental del fracaso en la integración social normalizada de las mujeres y los hombres con minusvalía es el no poder trabajar en condiciones de normalidad» 50.

3.2.3.  El papel estratégico de los empresarios

Si establecíamos antes que la principal fuente de crédito social para valorar a una persona es su capacidad productiva, entenderemos por qué la persona discapacitada (que, por supuesto, no es considerada «productiva») es vista como una peso social y asimilada a otros colectivos también improductivos: ancianos, parados… 51. Ello supone una pesada carga de connotaciones negativas que lastran la imagen de las personas discapacitadas y operan muy activamente en la mente y el ánimo de aquellas personas que son los supremos decisores para permitir o impedir el acceso a un puesto de trabajo, en cada caso concreto: los empresarios.

Sabemos que en el colectivo de empresarios operan las mismas imágenes referenciales sobre la discapacidad que en el resto de la sociedad. Pero esos estereotipos adquieren aquí una mayor trascendencia, porque se materializan en un hecho, como hemos visto, de tanta capacidad marginadora como es el acceso al mercado del trabajo. Aún así, esta situación tiene aspectos positivos: los empresarios no son reticentes a la contratación de trabajadores discapacitados porque manifiesten, al menos de forma explícita, una actitud negativa hacia ellos. Igual que ocurre en la sociedad en general, la mayoría de sus prejuicios no están sustentados por ideologías segregacionistas ni son consecuencia de experiencias previas negativas. Son, por el contrario, el resultado de amplias carencias de información sobre la realidad de la discapacidad y sobre las posibilidades productivas que ofrece una persona con minusvalía cuando ha recibido la debida instrucción para adaptarse a un determinado cometido laboral.

Un estudio del Imserso 52 ofrece varias estadísticas muy significativas: dos de cada tres empresarios piensan que el acceso al trabajo es la mejor forma de inserción y reconocen abiertamente el derecho a la igualdad. Pero el 25% jamás ha contratado a una persona discapacitada y la mitad de ellos ni siquiera conocen la obligatoriedad legal de contratar a un 2% de trabajadores discapacitados en plantillas superiores a 50 empleados 53.

Siempre resulta difícil cambiar una percepción cuando está fuertemente interiorizada y cuando obedece a la propia experiencia personal. Pero cuando estamos ante una actitud (marginadora) sustentada pura y simplemente por el desconocimiento y la ignorancia, los medios de comunicación de masas pueden realizar una gran tarea para crear nuevo referentes y emitir imágenes normalizadoras. Y de esta forma, lograr persuadir a los empresarios, para que, cuando busquen al candidato más preparado para un determinado puesto, se fijen en la persona y no en la discapacidad.

3.2.4.  Consecuencias económicas de la integración laboral: ahorro más productividad

Desde luego, en los servicios sociales no debe primar la pura rentabilidad económica sino el deseo de ofrecer un buen nivel asistencial. Por este motivo, la mayoría de los servicios sociales presentan un estado de cuentas claramente deficitario cuando priman la calidad. Pero es bueno saber que las campañas integradoras, desde el momento en que consiguen materializar ciertos avances en el cambio social, pueden proporcionarle a diversas administraciones un importante ahorro, e incluso proveerlas de fuentes adicionales de financiación, ayudando a dinamizar la vida económica en general, como estudiaremos a continuación.

En los países desarrollados, los presupuestos que las administraciones destinan a las personas discapacitadas vía rehabilitación y pensiones asistenciales no deja de crecer. En España, solamente la partida de pensiones no contributivas de invalidez supuso para el Estado más de 500 millones de euros en 1995 54. Y este creciente gasto de la Seguridad Social no es sólo un fenómeno exclusivo de nuestro país. En los principales países desarrollados «pronto o tarde, el desarrollo de la Seguridad Social será superior a la capacidad de generación (de recursos) si los discapacitados (…) no participan. La rehabilitación no es sólo un deber humanitario hacia el discapacitado, es al mismo tiempo la única posibilidad de que sea posible soportar los costes crecientes de los servicios sanitarios y de la Seguridad Social» 55. Varios investigadores, después de analizar detalladamente el planteamiento de los ocho países más ricos para prestar asistencia social a las personas discapacitadas y estudiar comparativamente las variables más significativas, como el gasto per cápita por persona minusválida, evolución del número de beneficiarios, tasas de crecimiento del gasto, etc. insisten en la necesidad de utilizar la rehabilitación como medida para frenar el gasto en pensiones de asistencia social 56.

Algunos países han realizado estudios de seguimiento sobre varios colectivos, generalmente como consecuencia de planes de inserción laboral emprendidos por los gobiernos, para evaluar su eficacia y comprobar si la rehabilitación puede ayudar a reducir el número de personas discapacitadas no productivas. El más completo del que tenemos noticia, por su extensión en el tiempo y por la amplitud de la muestra, fue aplicado en Australia.

Para comprobar los resultados de un plan del Servicio de Rehabilitación de Australia aplicado durante el periodo 1969-70, se estudió caso por caso la evolución laboral de 837 personas discapacitadas que habían obtenido empleo, con un seguimiento completo del 88% de la muestra inicial. Todos las personas empleadas tenían un impedimento severo para la práctica profesional -la mitad de ellas con la calificación de invalidez permanente-, por lo que cabría suponer que todas ellas precisarían de por vida un subsidio asistencial. A pesar de ello, año y medio después de obtener la colocación, el 69% de los rehabilitados varones y el 60% de las mujeres seguían empleados. Sólo el 16% de los varones y el 19% de las mujeres habían vuelto a recibir algún tipo de subsidio. Calculando los beneficios económicos para el Estado en concepto de ahorro asistencial y el aumento de las cotizaciones por el impuesto sobre la renta, y extrapolando dichos datos a todo el colectivo de personas discapacitadas que recibía pensiones, el estudio estimó que los costes de todo el programa oficial de rehabilitación del periodo 1969-1979 podrían quedar cubiertos en sólo cuatro años, a partir de los cuales el Gobierno conseguiría beneficios de la inversión rehabilitadora realizada 57.

Otros estudios no tan amplios, pero con resultados que apuntan en idéntica dirección, fueron realizados en EE UU (1958-1967) e Israel. En este último país, un estudio desarrollado por el Servicio de Rehabilitación del Ministerio de Asistencia Social llegó a la conclusión de que «los éxitos de la rehabilitación daban lugar a ahorros impresionantes en los gastos de asistencia. (…) Mientras que la inversión de la agencia de rehabilitación se realizó de una sola vez, los ahorros son continuos y pueden durar generaciones enteras» 58.

Algunos autores señalan que los beneficios productivos debidos a la rehabilitación laboral «han quedado demostrados en países que representan las tres estructuras económicas dominantes en el mundo: economías desarrolladas de mercado, economías de planificación central (países socialistas) y economías de los países en vías de desarrollo», aunque precisan que es importante asegurar a la persona discapacitada que se incorpora al mercado laboral la rápida recuperación del cobro de su pensión, si pierde su empleo 59.

Todos estos datos ofrecen profundas razones para concluir que las campañas de publicidad y otras acciones integradoras realizadas a través de los medios de comunicación constituyen algo más que una tarea altruista de extraordinaria trascendencia para el bien social. Al margen de consideraciones morales, llegan a constituir una excelente inversión en términos de ahorro para el sistema social, al reducir drásticamente el gasto en pensiones asistenciales, y de generación de nuevas fuentes de ingresos, pues ayudan a convertir al sujeto con discapacidad en una persona que participa plenamente en la vida económica y productiva, y que también colabora en el mantenimiento del estado del bienestar pagando sus correspondientes impuestos.

Por eso, y analizado con la suficiente perspectiva, todo dinero invertido adecuadamente en campañas a favor de la inserción laboral de las personas discapacitadas es posteriormente recuperado por las diversas administraciones con creces. Y, a veces, como hemos visto, al cabo de muy pocos años.

Citas del capítulo:

(los datos completos de las obras se encuentran al final,

en el apartado "Bibliografía citada")

1 Pereda y otros, 1998, pág. 141.

2 En el apartado 10.3 (ver pág. 162) estudiaremos el efecto referencial de los vendedores del cupón de la ONCE de cara al resto de los ciudadanos.

3 Pereda y otros, 1998, pág. 17-8.

4 Pereda y otros, 1998, pág. 68.

5 Instituto IDES, 1988, pág. 19.

6 Instituto IDES, 1988, pág. 19-20.

7 ONCE, 1996, pág. 50.

8 Vía y Portela, 1992, tomo I, pág. 507 y tomo II, pág. 866.

9 Hammernan y Maikowski, 1982, pág. 43.

10 Casado, 1998, pág. 23.

11 Resultan muy expresivas las entrevistas realizadas por Casado a personas discapacitadas, en la primera parte de su libro «Panorámica de la Discapacidad» (Casado, 1991).Ver también el caso expuesto en el anuncio testimonial de la ONCE titulado «Yolanda», comentado al final del epígrafe 6.3.9, pág. 99 y 210-211

12 Instituto IDES, 1988, pág. 87.

13 Del Río, 1986, pág. 141.

14 Lorente, 1986, pág. 174 y 178. Cursivas del autor.

15 Ogilvy, 1983, pág. 171.

16 Ver el apartado 4.1.7, pág. 64.

17 Ver apartados 11.4.2 y siguientes, pág. 177.

18 Datos tomados de Pereda y otros, 1998, pág. 351. Montero Llerandi documenta que un 17% de la población tiene algún familiar con discapacidad (Montero Llerandi, 1997, pág. 207; según datos de la «Encuesta sobre Tendencias Sociales») y el 38,5% de los hogares cuentan con una persona discapacitada (Montero Llerandi, 1999, pág. 359; según datos de una reelaboración estadística de los datos de la encuesta del INE, 1986, realizados por el autor). Pero esta última cifra nos parece muy elevada, salvo que haya incorporado tipos leves de discapacidad.

19 Muñoz Machado, 1997.

20 Pereda y otros, 1998, pág. 129.

21 Pereda y otros, 1998, pág. 350. Ver también Instituto IDES, 1988, pág. 67-8.

22 Lukoff, 1972, pág. 12. Las cursivas son del autor. Ver también misma obra pág. 10-13.

23 Instituto IDES, 1988, pág. 75.

24 Vlachou, 1999, pág. 28

25 Instituto IDES, 1988, pág. 70. Alonso, 1986, pág. 58-9, documenta que el 27,6% de los afiliados a la ONCE vive con sus padres.

26 Según Montero Llerandi, los solteros en general suponen un 34,6% de la población y los no solteros un 65,4%; entre las personas discapacitadas estas cifras son, respectivamente del 67 y del 28%. Ello supone que, mientras en la población en general permanece soltera una de cada tres personas, entre las personas discapacitadas la tasa sube a dos de cada tres. (Montero Llerandi, 1999, pág. 360-1)

27 Vygotski, 1972, citado por Rosa y Ochaita, 1993, pág. 359.

28 Cardenal, 1990, pág. 200.

29 Shearer, 1985, pág. 162.

30 La palabra «mediadores» está utilizada aquí en su sentido técnico -«mediador de servicios sociales»- y no en la acepción que reciben en las Ciencias de la Comunicación, para las que un mediador es «todo aquel sujeto que reelabora y transmite la información que recibe de otras fuentes».

31 Pereda y otros. 1998, pág. 421.

32 Verdugo, 1996, pág. 1.318.

33 Irigaray, L. citado en Pereda y otros, 1998, pág. 422, ver nota a pie de página.

34 Ver Las Heras y Cortajarena, 1985, pág. 170-1.

35 Peninou, 1976, pág. 154.

36 Instituto IDES, 1988, pág. 43.

37 Cardenal, 1990, pág. 213.

38 Montero Llerandi, 1997, pág. 193, 197 y 201.

39 Datos tomados de Pereda y otros, 1998, pág. 85, 88 y 89 (vigentes en 1986). Los datos de empleo varían mucho según la fuente consultada, pero este estudio realizado para el Imserso nos parece el más fiable, homogéneo y ponderado.

40 Se denomina «trabajo protegido» a los puestos de trabajo, generalmente subvencionados, creados en empresas especiales para personas con discapacidad.

41 Nosotros no consideramos que la venta del cupón constituya un empleo protegido en sentido estricto, puesto que: 1) no es una actividad subvencionada, 2) se rige por las reglas de la libre concurrencia del mercado, y 3) genera una elevada rentabilidad por sí misma; aún así hemos conservado la denominación por respeto a la fuente citada.

42 Pereda y otros, 1998, pág. 485-487 y 498.

43 Conclusiones de la Reunión del Grupo de Expertos de la Naciones Unidas -Ginebra, diciembre de 1977- punto nº 46. Reproducido en Hammernan y Maikowski, 1982, pág. 32.

44 ver INE, 1987.

45 Inserso, 1989 pág. , pág. XV.

46 Pereda y otros, 1998, pág. 487

47 Pereda y otros, 1998, pág. 487; y Muñoz Machado, 1997, pág. 641.

48 Lehto, Markku y Tauno, Ruuska, «Employment of the Handicapped», Official Statistics of Finland, Special Social Studies , vol. 32, Helsinki 1972, citado por Hammernan y Maikowski, 1982, pág. 210.

49 Hammernan y Maikowski, 1982, pág. 225.

50 Pereda y otros,1998, pág. 68.

51 Instituto IDES, 1988, pág. 43.

52 Pereda y otros, 1998, ver pág. 109. También puede consultarse «Factores personales y sociales de la integración laboral de las personas con discapacidad(es). Estudio cualitativo» de VV. AA., 1997, pág. 125. Entre los varios estudios que se han realizado en nuestro país sobre este tema, estos dos tratan explícitamente acerca de la falta de información de los empresarios.

53 Pereda y otros, 1998, pág. 110-1. Esta obligación legal, establecida por el Decreto del 22/agosto/1970, ha sido suprimida recientemente.

54 Inserso, 1995, pág. 119. La cifra original es de más de 85.000 millones de pesetas.

55 Jochheim, Kurt-Alphons, «Rehabilitation in the Framework of Modern Social Policy» en «Rehabilitation after Central Nervous System Trauma». Estocolmo, 1974, citado en Hammernan y Maikowski, 1982, pág. 188-9.

56 Berkowitz, M.; Lean, D. y Mitchel, P., 1987, pág. 51-6.

57 En Hammernan y Maikowski, 1982, pág. 195-7.

58 Hammernan y Maikowski, 1982, pág. 198

59 Hammernan y Maikowski, 1982, pág. 200 y 222-3.

Capítulo 4

La ONCE y el cupón

4.1.  EL TRABAJO INTEGRADOR DE LA ONCE. EL CUPÓN COMO FUENTE DE FINANCIACIÓN

4.1.1.  La orientación social de la ONCE

Dos estudios de opinión realizados en 1999 revelan que un amplio sector del público joven tiende a olvidar el fin social de la ONCE y su objetivo primordial integracionista 1. Lógicamente, estas personas no han podido conocer a través de su propia experiencia personal otros tiempos más heroicos de la organización. Y pensamos que existe el peligro de ver en la ONCE sólo la gran organización del sector terciario que existe actualmente y olvidar su progresión, las situaciones históricas y las decisiones propias que le han llevado al lugar donde está. Por este motivo nos parece oportuno revisar ciertos aspectos en la historia de la ONCE, poniendo especial énfasis en su trabajo social.

Es, precisamente, la tarea social la que ha perfilado a la ONCE como una entidad realmente singular, alejada de los modelos organizativos convencionales, pues «en definitiva, el elemento o carácter social de la ONCE viene dado básicamente porque mientras que las otras clases de corporaciones tienen un carácter determinado por el bien que protegen (…), la ONCE protege a un colectivo de ciudadanos privados de la vista con el fin social de conseguir su integración en la colectividad. (…) Social, pues, se contrapone a profesional, a propietario, a comerciante; social se identifica con ausencia de lucro, dado el régimen económico de la ONCE» 2. Fin social que, como señala el citado autor en la misma obra, determinó que la ONCE haya desarrollado «una importantísima labor en diversos campos. Por una parte, mantenía unas elevadas cuotas de empleo para ciegos, dedicados prácticamente a la venta del cupón (…), por otra parte se inició un notable desarrollo en las prestaciones de servicios a los ciegos a partir de los años sesenta tanto de carácter cultural, formación profesional, como educativo. Conforme iba mejorando la situación económica la cantidad de recursos disponibles para actividades sociales iba creciendo notoriamente» 3.

Debido a estas actuaciones, los ciegos han establecido con la ONCE una relación que excede a la mera funcionalidad y que se construye especialmente sobre componentes afectivos. Bornaechea lo expone así: «La ONCE funciona como una empresa, pero es algo más que una empresa. Para el ciego es su casa; es donde comienzan y terminan sus posibilidades. Es donde convive. Es aquello en lo que se cree por encima de casi todo. Estas expresiones no son una retórica oportuna. Es una descripción de los sentimientos que se perciben todos los días y desde diferentes puestos de la Organización». Bornaechea expone a continuación uno de los motivos fundamentales de esta relación afectiva: «Con todo, no podemos olvidar que la ONCE es la única empresa que les proporcionará empleo y eso es algo determinante» 4. En un estudio de campo sobre vendedores del cupón realizado para este trabajo hemos confirmado estos aspectos 5.

Observado con perspectiva histórica, parece evidente que el objeto inmediato para el que fue creada la ONCE era el de convertirse en interlocutor de la Administración española -o más propiamente, de sus líderes en aquellos tiempos- y ejercer una influencia en favor de los ciegos 6, en una etapa en la que el Estado y la sociedad estaban muy poco articulados, para comprender las necesidades de las minorías sociales y prestarles ayuda. El diálogo social era escaso, la sensibilidad hacia la problemática de la discapacidad era bajísima y estaba prácticamente reducida al núcleo de los familiares más próximos a dichas personas discapacitadas. En estas condiciones, sin ningún organismo oficial específico ni partidas habilitadas para estos cometidos en los presupuestos generales, la única forma de hacerse notar en la sociedad y conseguir progresivos avances de influencia era organizarse como colectivo y mantener relaciones preferentes con el Estado.

4.1.2.  Principios humildes

La ONCE fue creada por Decreto del 13 de diciembre de 1938 7, y casi un año después -el 28 de octubre de 1939- se le concedió la concesión para la explotación comercial del cupón. La actividad de rifas y sorteos benéficos organizadas por ciegos y otras personas discapacitadas existía desde antiguo en algunas ciudades de España, aunque organizadas de forma espontánea. A partir de ese momento, y contando con la sanción oficial, la ONCE podía ofrecer a sus afiliados un medio de vida mínimamente digno en unos años de escasez y pobreza generalizada a causa de la guerra civil que, a su vez, había incrementado el número de ciegos 8. El cupón iba a servir además para financiar la propia estructura de la ONCE y dotarla de fondos que le permitirían iniciar su actuación social y también acometer paulatinamente acciones de integración para que los ciegos pudieran ejercer una mayor participación en la sociedad.

Como queda recogido en su Decreto fundacional, la ONCE sería desde ese momento la única asociación oficialmente reconocida para los ciegos españoles. El reglamento de la ONCE, publicado en 1939, define los objetivos generales de esta organización desde un punto de vista totalmente integracionista, pues concreta dichos objetivos en «conseguir que los ciegos obtuvieran un jornal necesario, equiparable al de los obreros videntes; ayudarles en su vejez y en la enfermedad; educar a los niños ciegos; formar profesionalmente a los adultos y encontrarles colocación en las industrias y profesiones» 9.

4.1.3.  Precedentes históricos: siete siglos de tradición discontinua

La creación de la ONCE suponía el reconocimiento oficial de un movimiento asociacionista que se había iniciado varios siglos atrás. Las primeras agrupaciones de ciegos datan en nuestro país de 1212, conociendo un periodo de notable actividad entre este año y 1537, que podíamos establecer como precedentes lejanos de la ONCE y su cupón 10. Siguiendo la estela de la revolución burguesa y como un reflejo del modelo de las asociaciones gremiales que defendían los intereses de los diferentes oficios, en un principio se crearon asociaciones donde cabían todo tipo de personas discapacitadas, con el fin preferente de organizar la explotación de la mendicidad. Pero pronto los ciegos, que en la práctica constituían «la aristocracia de los mendigos», crearon sus propias organizaciones, buscando además (y en esto, los objetivos no difieren casi nada de los planteados en el párrafo del reglamento fundacional de la ONCE que hemos citado) defender sus intereses como colectivo, luchar contra la pobreza, facilitar el encuentro de una actividad rentable y conseguir, en definitiva, la integración social de los invidentes a través de su reinserción en la sociedad 11. Este fenómeno de asociaciones gremiales específicas para ciegos se dio no solamente en nuestro país, sino también en Alemania, Inglaterra, Italia y Francia 12.

A finales del siglo XIX y primeros del XX también florecieron varias instituciones especiales para ciegos, que recibieron la denominación de «colegios», adscritas todas ellas al ramo de la beneficencia; fueron creadas bajo una estructura de tipo fundacional y tuteladas por el Estado a través de una relación de protectorado 13.

A excepción de la ONCE, no hemos encontrado referencia documental de asociaciones de colectivos discapacitados no invidentes en épocas posteriores, hasta fechas realmente muy recientes (a partir de 1964) 14, por lo que suponemos que, caso de existir, no tuvieron excesiva implantación. La aparición de la ONCE supuso así la materialización definitiva de una experiencia prolongada, aunque discontinua, de asociacionismo promovido exclusivamente por ciegos, con fines de organización profesional y de inserción social.

4.1.4.  El cupón financia su propia red de venta y la acción social

El primer sorteo de la ONCE se celebró el 8 de mayo de 1939 aunque, como ya hemos visto, habían existido previamente varias rifas benéficas locales, y de una de ellas tomó su nombre el cupón: «La primera vez que se empleó el nombre de cupón relacionado con loterías benéficas para ciegos fue en 1933, cuando en Madrid surgió "el cupón del chiquilín", una rifa combinada con cromos coleccionables en un álbum. Posteriormente, la sociedad de ciegos "La Hispalense" de Sevilla, llamó a su lotería "cupón pro-ciegos", nombre que luego pasó a denominar la lotería de la ONCE» 15.

En 1941 la ONCE agrupaba ya a más de 7.000 ciegos. Aunque la afiliación era teóricamente obligatoria para todos los ciegos, la mayoría prefería mantenerse al margen de la ONCE para practicar la mendicidad16. Y esta fue la primera gran tarea social de la ONCE: rescatar a los ciegos de la práctica sistemática de la mendicidad para integrarlos en el sistema de venta del cupón. Pero, además, la ONCE ya desarrollaba una labor de asistencia directa a sus afiliados con una política de concesión de ayudas. Asimismo, se comenzó a escolarizar a los niños ciegos, iniciándose en 1941 la red de colegios especiales con un Colegio Nacional en Madrid 17.

Durante las décadas siguientes ni la ONCE como organización sufrió cambios notables en su estructura ni el cupón experimentó novedades en su planteamiento, excepto por lo que respecta al precio, que se fue incrementando progresivamente desde 10 céntimos de peseta a 25 pesetas (de 0,06 céntimos de euro a 0,15 euros). Durante este largo período tenían lugar alrededor de una treintena de sorteos diarios locales -uno por cada Delegación Provincial o Comarcal de la ONCE- cada uno con sus propias numeraciones y premios 18, aunque tenían en común el diseño gráfico del cupón, que también se mantuvo inalterado durante todos esos años.

Durante este largo periodo la ONCE nunca utilizó las técnicas de publicidad comercial para promocionar el cupón. El primer máximo responsable de la ONCE, Gutiérrez de Tovar, nos recuerda las acciones de comunicación realizadas por aquella época, y que en realidad no respondían tanto a acciones de publicidad -entonces denominada «propaganda»- como a noticias sobre las actividades de la ONCE recogidas por los medios de comunicación: «Propaganda: se realiza a través de artículos de prensa, emisiones de radio, actos públicos, etc. Existe en esta Jefatura (de la ONCE) un álbum con más de 400 recortes de periódicos de toda España, con informaciones, reportajes y artículos en los que se da a conocer la Organización» 19. Según Enrique Sanz, máximo responsable de la publicidad de la ONCE desde las primeras campañas en los medios de comunicación, «anteriormente (a 1982), las únicas acciones de comunicación habían sido las de los informativos del NODO» 20.

Pero sí nos consta una acción de comunicación continuada y sistemática: en todo el país, la cifra del cupón ganador se mencionaba diariamente en los informativos radiofónicos locales de la noche y se exponía al público en cada Delegación de la ONCE, lo que suponía una indudable aunque leve presencia en los medios de comunicación y constituía cierta promoción parapublicitaria de la existencia del cupón.

4.1.5.  La liberalización del juego obliga al cambio

El rápido y profundo cambio democrático que vivía la sociedad española en la segunda mitad de los años 70 llegó también a la ONCE. En 1977 se modificaba la estructura orgánica de la entidad, por vez primera en su historia, a través de un Real Decreto que derogaba el anterior Decreto fundacional. En enero de 1978 se celebraban las primeras elecciones internas en la ONCE, que incorporaron a los cargos directivos nuevos nombres y nuevas ideas. Como expone una persona muy significada que vivió este proceso desde dentro de la organización: «los nuevos mandos de la ONCE, con el empuje y la ilusión propios de su juventud, dieron un impulso muy revitalizador al organismo, infundiéndole una savia de optimismo y dinámica actividad que viene mejorando la imagen del mismo» 21. Este proceso llevaría poco después, tras las normas de refundación democrática 22 y las elecciones internas de 1982, a una redefinición de los objetivos y las políticas sociales y asistenciales de la ONCE para hacerlas acordes con los tiempos. Entonces se definen como prioritarias: «la educación en la etapa preescolar, la educación integrada, la rehabilitación de ciegos adultos recientes, la atención a los afiliados con resto visual alto y a los plurideficientes» 23, con lo que la ONCE redefinía en cierta manera sus objetivos fundacionales, centrándose en los tres pilares considerados fundamentales para la normalización de las personas discapacitadas: la formación, la integración social y la integración laboral.

La transición democrática española también condujo a un hecho que afectó instantáneamente a la actividad de la ONCE. El 25 de febrero de 1978 se había liberalizado la actividad del juego en nuestro país, que hasta entonces estaba severamente restringida. Como consecuencia, y además de los casinos, surgieron un gran número de modalidades de juego muy próximas a los hábitos cotidianos, como los bingos, que comenzaron a hacer mella en la venta diaria del cupón 24. En el curso de muy pocos años, la muy estable y saneada evolución financiera de la ONCE sufrió un cambio dramático: de 1979 a 1983 el cupón de la ONCE redujo su cuota de mercado en el sector del juego de un 6% a un 2,4% 25, desembocando en una grave situación económica que forzó a sus directivos a iniciar cambios en el sistema de sorteo 26. «Las dificultades por las que pasó el cupón a finales de los años 70 y principios de los 80 obligaron a la ONCE a intentar allegar nuevos recursos para, sobre todo, capitalizar su Caja de Previsión Social. Por ello se celebró el 13 de Diciembre de 1981 el primer Sorteo Extraordinario. (…) Los sorteos extraordinarios dejaron de realizarse, pues el Estado no dio permiso (…); sin embargo, estas experiencias supusieron una importante experiencia para posteriores reformas del Cupón» 27.

Por primera vez en toda su historia, la ONCE tenía que pensar en cómo modificar el cupón para atraer de nuevo el interés de los ciudadanos. Y la única salida posible para garantizar su viabilidad era redefinirlo desde la pura óptica de un producto, aplicando sobre él las técnicas de marketing comercial y buscando nuevos mecanismos para promover su venta.

Entretanto, la ONCE realizó una importante campaña de publicidad, la primera que emprendía en toda su historia. Fue realizada para promocionar el sorteo extraordinario de Santa Lucía, patrona de los ciegos, celebrado en diciembre de 1982. La campaña contó con una inversión estimable y con anuncios en el medio televisión en los que intervenían varios actores famosos: Concha Velasco, Paco Rabal y Sancho Gracia. Constituyó un notable éxito, tanto por su notoriedad como por las ventas del cupón generadas (ver anuncio de esta campaña en las páginas 192-193).

4.1.6.  La madurez comercial: el cupón bajo la óptica del «marketing»

Los resultados positivos de este nuevo enfoque comercial, basado en la atracción que ejercían los premios más elevados y la notoriedad aportada por el uso de la publicidad, llevó a la ONCE a estudiar una reforma en profundidad del sistema de sorteo del cupón diario Así, el 2 de enero de 1984 comenzó la que podemos denominar «fase moderna del cupón». Se unificaron los aproximadamente 30 sorteos regionales realizados diariamente en toda España en un único sorteo centralizado en Madrid, con diez mil números en juego. La cuantía de los premios se elevó notablemente y el precio del cupón se fijó en un valor nominal de 50 pesetas (0,3 euros). El lanzamiento de esta nueva modalidad, que también contó con una importante presencia publicitaria -la campaña introdujo el muy acertado eslogan «la ilusión de todos los días»-, obtuvo resultados inmediatos. Según Garvía: «El éxito de la reforma sorprendió a propios y extraños. Los ingresos de la organización aumentaron ese año un 146% respecto al año anterior. (…) La reforma del 84 permitió a los vendedores aumentar sus comisiones en más de un 77% respecto al año anterior» 28 porque, además, la ONCE cambió poco después el sistema de comisión que cada vendedor percibía sobre los cupones vendidos. Desde mediados de 1984 los vendedores recibieron el 25% sobre el precio de cada cupón más otra comisión adicional del 15% si superaban un tope mínimo de ventas 29.

Cuantificando el éxito del cupón unificado, la cifra de ingresos brutos saltó de 46.024 millones anuales en 1983 -último ejercicio sin el nuevo sorteo centralizado- a 163.751 en 1986 30. Las cifras de crecimiento de las ventas del cupón unificado son aún más significativas si las comparamos con el crecimiento medio del sector (ver cuadro).

Gasto en juego en España e incrementos relativos

(primeros años de publicidad del cupón)

Monografias.com

Cifras en millones de pesetas. IP %= incremento porcentual sobre el año anterior.

Fuente: De Lorenzo, 1987, cuaderno nº 19, pág. 10.

Como podemos apreciar, antes de las acciones publicitarias para el relanzamiento del cupón, éste apenas abarcaba un 2% del total del gasto en juego. Después de varios años de elevados crecimientos porcentuales -muy superiores, en todo caso, al crecimiento medio del sector-, la ONCE se situó en 1985 aproximadamente en una participación del 5,5%. En los años siguientes, todo el sector mantuvo un incrementos similar -la tasa interanual del 85 al 88 fue del 30,14%-, pero la participación relativa de la ONCE continuó creciendo hasta situarse en el 11% en 1994 31.

Una vez iniciadas las reformas y constatando su acertada orientación, la ONCE continuaría desarrollando los valores comerciales del cupón como producto y utilizando los medios de comunicación para promocionarlo a través de campañas de publicidad programadas de forma sistemática y realizadas con objetivos comerciales muy definidos.

A partir de otoño de ese mismo año, la ONCE implantó la semana laboral de cinco días y dejó de vender el cupón los sábados. Para compensar la recaudación de los vendedores, inició un sorteo extraordinario todos los viernes con un cupón diferente que valía el doble (100 pesetas, unos 0,6 euros) y que otorgaba un premio de dos millones de pesetas (12.000 euros) a cada uno de los cupones del número premiado. Este sorteo se modificó tres años después haciendo recaer el gran premio de 100 millones de pesetas (unos 600.000 euros) en un único cupón y no en toda la serie como antes. Esta modalidad, denominada «el Cuponazo», constituyó otro rotundo éxito y contó con una campaña publicitaria tan extraordinariamente bien recibida por el público, que, hoy en día, es señalada por un gran número de profesionales nacionales y extranjeros del sector de la comunicación como la acción más notable de toda la historia de la publicidad española.

Para entonces el presupuesto de publicidad de la ONCE había crecido ostensiblemente: en 1985 se encontraba entre los diez primeros anunciantes por volumen de inversión de nuestro país, con una cifra superior a los seis millones de euros (mil millones de pesetas) 32. Progresivamente, el departamento de publicidad de la ONCE se había profesionalizado notablemente y había comenzado a servirse de la dinámica tradicional establecida por otros anunciantes, convocando concursos entre agencias de publicidad para otorgar sus acciones y realizando estudios de pretest y postest para precisar su oportunidad y evaluar su eficacia.

En definitiva, la estructura organizativa de la ONCE había solventado una difícil, trabajosa y arriesgada travesía que la había llevado desde un mercado estable, monopolístico y protegido, hasta una economía de concurrencia y competitividad. Y aunque seguía manteniendo todos sus ingresos dependientes del cupón, lo que desde el punto de vista del marketing podríamos denominar «actividad monoproducto», aquél ya estaba siendo objeto de una progresiva diversificación comercial para ampliar su implantación en el mercado y llegar a nuevas áreas de público, dentro de las marcadas restricciones legales previas que la Administración le imponía a la ONCE.

4.1.7.  La cuota social del cupón

Algo que nos interesa destacar en este libro, como base previa al estudio de las acciones de comunicación integradora de la ONCE, es la forma en que una parte importante de los beneficios obtenidos con la venta del cupón se destinan a acciones de ayuda social, lo que podríamos denominar la «cuota social» del cupón.

Desde los primeros sorteos regionales de «La Hispalense» hasta el nuevo cupón unificado, el reparto de los ingresos y el porcentaje de cuota social se ha mantenido en niveles equivalentes, como podemos comprobar en los cuadros adjuntos.

Distribución ingresos brutos

del cupón «La Hispalense»

Pago de premios al cupón 25%

Pago de premios a la colección 20%

Comisión para el vendedor 40%

Destinado a la caja social 15%

Fuente: Gutiérrez de Tovar, 1988, pág. 55.

Distribución actual ingresos

brutos cupón de la ONCE

Pago de premios 50%

Gastos de explotación 25%

Destinado a servicios sociales 20%

Destinado a Fundación ONCE  3%

Porcentajes aproximados, ya que varían según el tipo de sorteo. Fuente: ONCE, 1999.

El porcentaje destinado a premios es prácticamente el mismo (45-50%), mientras que el destinado a gastos de explotación -constituido básicamente por la comisión que remunera al vendedor- es ahora más bajo, lo cual resulta lógico si tenemos en cuenta que tanto el precio del cupón como el número de cupones vendido son actualmente mucho más elevados que en épocas pasadas. En cambio, el porcentaje destinado a la caja de previsión (denominación técnica empleada por la ONCE en su contabilidad interna), es decir, la cuota social del cupón, se ha ido elevando del 15 al 23%, si incluimos en este último porcentaje la cuota sin retorno que la ONCE cede a Fundación ONCE para que esta última financie sus actividades.

ONCE. Inversión en servicios

sociales (ejercicio de 1999)

Acción educativa y formación

  profesional   8.507

Rehabilitación    3.700

Acción tiflológica y prestaciones

  complementarias   6.194

Acción cultural y recreativa 4.240

      Total 22.641

Cifras en millones de pesetas. Fuente: ONCE, 1999, pág. 2.

La mayoría de estas prestaciones sociales ofrecidas por la ONCE tienen carácter gratuito, y actúan complementando las ofrecidas por las diversas administraciones públicas. La ONCE ofrece servicios sociales a un gran número de personas discapacitadas, haciendo un especial esfuerzo por adaptarse a su problemática concreta en función de la edad. También dispone de una red de más de 300 centros para diferentes fines rehabilitadores y ocupa a unos 2000 profesionales en tareas de rehabilitación y servicios sociales 33.

4.1.8.  Mecanismos integradores de la educación inclusiva

Dentro de las acciones que la ONCE financia gracias a la cuota social del cupón, merece destacar la tarea educativa por su acción integradora. Históricamente, la ONCE ha dirigido su atención preferente a la educación de las personas ciegas durante la infancia y juventud. Actualmente, y aún manteniendo los centros especiales para invidentes, la ONCE propicia la educación de los escolares ciegos en centros ordinarios, siempre que los padres estén de acuerdo. Este procedimiento resulta bastante más gravoso y complicado que el sistema de colegios especiales 34, pero la ONCE ha apostado por financiar la adaptación del puesto de estudio con la convicción de que este sistema de «educación inclusiva» propicia un mayor nivel de integración. Varias experiencias han demostrado la elevada eficacia normalizadora de este sistema en comparación con la educación en centros especiales 35, y según varios especialistas, permiten el método de aprendizaje de pautas y actitudes integradoras más eficaz y duradero de entre todos los conocidos.

En primer lugar, acudiendo a centros ordinarios, las personas discapacitadas se ven obligadas a tratar con compañeros no discapacitados en condiciones similares a como este hecho sucederá en su vida de adultos, lo que adelanta el momento de la negociación social con ellos y su proceso de integración. El documental «Educando a Peter» 36 muestra de forma marcadamente pedagógica cómo los niños con discapacidad -en este caso, un discapacitado mental severo- logran acelerar notablemente su aprendizaje si acuden a escuelas normales y deben esforzarse por aprender y convivir junto a compañeros no discapacitados.

En segundo lugar, y en justa reciprocidad, también los niños no discapacitados aprenden a convivir con personas discapacitadas integrando estas experiencias en su vida de una forma casi indeleble -este tipo de aprendizaje a temprana edad se interioriza de forma marcadamente profunda y consistente-, como muestran varios estudios, entre los que podemos mencionar los realizados por Pelechano y García con niños invidentes escolarizados en clases normales de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO)37. También Murray insiste en la ventajas de una educación inclusiva, tras recordar que «las actitudes de los niños videntes hacia los invidentes se afirman a una edad muy temprana»38.

No obstante, la educación inclusiva en centros normales no impide a la ONCE ofrecer una educación especial, pues los niños ciegos reciben clases adicionales de refuerzo a cargo de profesionales especializados. En dichas clases se incorpora también el trabajo de mentalización que la ONCE siempre ha procurado infundir a sus afiliados para fomentar su autoconfianza. Anteriormente ya hemos detallado la importancia de esta mentalización cuya utilidad también ha sido destacada por los vendedores del cupón39, y fue muy bien dramatizada en la primera parte de un filme que alcanzó un gran éxito comercial, «Forest Gump»40.

4.1.9.  La diversificación de ingresos y actividades. El «Grupo de Empresas ONCE»

Prácticamente, el cupón era la única fuente de ingresos de la ONCE para financiar su estructura, los puestos de trabajo de sus vendedores y toda su actuación social. Y a medida que aumentaba el volumen de ingresos y el tamaño de la organización se hacía más delicada esta dependencia, que la ONCE trataría muy pronto de compensar. En los cuadros adjuntos, podemos ver la evolución de la dependencia del cupón en relación a los demás ingresos.

Evolución ingresos del cupón

en relación a otras fuentes de ingresos

(Primeros años del cupón unificado)

Monografias.com

Cifras en millones de pesetas. Fuente: De Lorenzo, 1987, cuaderno nº 19, pág. 10.

Evolución ingresos del cupón

en relación a otras fuentes de ingresos

(Primeros años del cupón unificado)

Monografias.com

Cifras en millones de pesetas. Fuente: Bornaechea, 1995, pág. 265 41.

Según estos datos, en 1982 el cupón aportaba el 98% de los ingresos y en los años siguientes sólo pudo rebajarse esta cifra en cinco puntos. Para reducir esta dependencia, la ONCE estudió cómo diversificar su financiación participando en otros sectores económicos, aunque según fuentes de la propia ONCE también existió otro motivo complementario, como fue el hecho de buscar nuevas palancas para fomentar la normalización: «La entrada de la ONCE en el mundo empresarial, decidida a partir de 1986, pretende impulsar la presencia de la Organización en la actividad económica mediante la participación, promoción y gestión de empresas rentables que generen empleo y que contribuyan directa o indirectamente a la integración de ciegos y deficientes visuales en el mercado laboral» 42. Pero la diversificación no se realiza de una forma gradual y estructurada, lo que da a entender que fue acometida con cierta premura: «Se crea el grupo de empresas ONCE sin un diseño y planificación previas, pero una vez que se produce esta decisión es irreversible. La propuesta es aceptada rápidamente por todo el colectivo que ve la posibilidad de remediar el peligro histórico de depender de una única fuente de financiación en un sector económico que tiende al estancamiento. (…) Alcanza más de 110 empresas en poco más de 3 años (1986-1990)» 43.

El proceso de diversificación empresarial coincidió con fuertes incrementos en las ventas del cupón, incluyendo el éxito del lanzamiento de «el Cuponazo», por lo que este periodo muestra tasas de crecimiento sostenido y supone la consolidación económica de la ONCE. Tras la citada situación de quiebra técnica en 1983, «sorprendentemente, en 1989, la organización de ciegos ocupaba el puesto número 16 en el ranking de la empresas españolas por su cifra de ventas. Por el número de empleados, la ONCE ocupaba ese mismo año el cuarto puesto -con cerca de 30.000 trabajadores- sólo por detrás de Renfe, Telefónica y El Corte Inglés. En cuanto a inversiones publicitarias, la organización de ciegos se reservaba aquel mismo año el octavo puesto» 44. Esta línea de crecimiento económico, consolidación y diversificación empresarial continuaría en los ejercicios siguientes: para el año 2000, el Grupo de Empresas ONCE -CEOSA- facturaba más de 680 millones de euros (unos 113.000 millones de pesetas) y comprendía casi medio centenar de empresas 45.

4.1.10.  Madurez e independencia. El Estado abandona la tutela de la ONCE

Mientras tanto, los avances en materia de normalización administrativa como consecuencia del desarrollo constitucional habían seguido progresando en nuestro país. En julio de 1988 se creó un nuevo departamento ministerial, el de Asuntos Sociales. A partir de entonces, la ONCE ha dependido de este departamento, encontrando definitivamente un correcto acomodo en los organigramas oficiales 46.

Los controles de la Administración sobre la entidad se suavizaron en 1991 gracias a un Real Decreto 47, pero no llegaron a desaparecer por completo. Sin duda la Administración del Estado ha querido seguir manteniendo cierto control sobre la ONCE por dos motivos: 1) los fines y objetivos de la ONCE 48 son en realidad -y así lo proclama la LISMI 49- titularidad del Estado; 2) la principal actividad comercial de la ONCE, el juego, es un monopolio del Estado, que ejerce un riguroso control sobre dicha actividad.

El citado Real Decreto de 1991 también proporcionaba a la ONCE una mayor autonomía para gestionar sus cuentas. Desde ese año el control de las actividades económicas depende del propio Consejo General de la ONCE y la supervisión del Estado se hace sólo a posteriori, sin requerir la aprobación previa como hasta entonces. Paralelamente, se produce la integración de todos los trabajadores en el régimen general de la Seguridad Social50.

4.2.  FUNDACIÓN ONCE: LA INCORPORACIÓN DE TODAS LAS DISCAPACIDADES

Al calor del éxito de «el Cuponazo» varias organizaciones de personas discapacitadas con cierta implantación nacional comenzaron a comercializar su propia rifa benéfica, denominada «cupón PRODIECU», aunque de forma ilegal pues no contaban con la autorización administrativa. La ONCE urgió a la Administración a intervenir contra esta competencia desleal y, finalmente, llegó al acuerdo de incorporar en su organización al colectivo PRODIECU para seguir explotando el cupón en régimen de exclusividad. Probablemente, este hecho fue también determinante para que el Consejo General de la ONCE acordase a primeros de 1988 la creación de la Fundación ONCE 51.

Desde la perspectiva de comunicación y de las imágenes sociales emitidas, la creación de Fundación ONCE es de suma importancia, pues toda la comunicación publicitaria del Grupo ONCE que no tiene como fin la venta del cupón o la defensa específica de los ciegos, se emite bajo la firma de Fundación ONCE. Y es en estas campañas, muy especialmente en las de promoción de empleo para personas discapacitadas, donde se han expresado mejor y de forma más explícita los valores de integración social.

Jurídicamente, Fundación ONCE está sustentada en la Ley de Fundaciones promulgada en 1984 52 y, según definición de la propia ONCE, nacía como un gesto de solidaridad: «La Fundación establece unos vínculos solidarios de las personas ciegas hacia otros colectivos de discapacitados. Sus fines son la promoción de la autonomía personal y la plena integración social de las personas con minusvalías. Para conseguirlo, fomenta el empleo y la formación, la eliminación de toda clase de barreras (…), la cooperación institucional y el deporte para discapacitados» 53. El mismo año del nacimiento de Fundación ONCE, la ONCE comenzó a incorporar a los aproximadamente 7.000 vendedores del «cupón PRODIECU», aunque ello no supuso cambios estructurales en la organización de la ONCE ni indujo variaciones en la orientación de la publicidad, que se ha mantenido muy centrada en la problemática de la ceguera. De hecho, la ONCE había incorporado desde su creación en los años 30 a algunas personas discapacitadas no ciegas, aunque éstas constituían un colectivo numéricamente muy reducido dentro de la organización.

La Fundación ONCE tiene carácter de «fundación de beneficencia particular», y en su patronato rector, además de la propia ONCE, están representadas las principales asociaciones españolas relacionadas con la discapacidad. La Fundación se sustenta exclusivamente con los recursos que le proporciona la ONCE: el 3% de los ingresos brutos de la venta del cupón -un 20% del margen operativo global de la ONCE según la valoración de Muñoz Machado 54-, lo que supone una cantidad importante en términos porcentuales, pues algunas empresas (por ejemplo, las cadenas de distribución) operan con un margen de beneficios de sólo el 3% 55. Según Muñoz Machado, la cantidad cedida por la ONCE a Fundación ONCE supuso en el período comprendido entre 1993 y 1996, unos 277 millones de euros 56, lo que supone unos 70 millones anuales. Según datos publicados por la propia ONCE, esta cantidad fue de unos 66 millones de euros en 1999 57, por lo que podemos suponer que la inversión anual media que realiza la ONCE para mantener a la Fundación ONCE se sitúa en torno a esta última cantidad, unos 66 millones de euros.

4.2.1.  La inserción laboral como palanca de la inserción social

Respecto a los resultados de su gestión y a pesar de su corta vida, la Fundación ofrece un balance bastante positivo. Una línea de trabajo de la Fundación ONCE ha sido la promoción del deporte para personas discapacitadas de forma directa -financiación de equipos, organización de actividades deportivas, paraolimpiadas…- o a través de campañas de publicidad sobre el tema, de amplia influencia integradora, como estudiaremos más adelante 58.

Pero es en torno a la promoción laboral donde Fundación ONCE ha realizado las actuaciones de mayor trascendencia social y donde se ha concentrado el grueso de sus acciones publicitarias, que comenzaron a primeros de 1990, procurando mentalizar a los empresarios y al público en general de la buena preparación técnica de las personas discapacitadas para el rendimiento profesional y de la importancia de evitar la marginación en el acceso al mercado laboral. Esta actividad tiene una importancia muy destacada, como ya hemos comprobado 59: no sólo constituye uno de los pasos básicos y fundamentales en el camino de la integración, por su función referencial y económica, sino que a la larga proporciona un importante ahorro a las administraciones públicas, constituyendo un factor de rentabilidad económica que redunda en favor de todo el sistema productivo.

Respecto a estos trabajos de promoción laboral, algunos autores señalaban ya al poco de comenzar la Fundación ONCE su andadura que «después de casi cuatro años de funcionamiento, sus resultados no pueden ser más espectaculares» 60. Y en efecto, en los primeros diez años de funcionamiento (1988 a 1998) ha creado o promovido 18.000 puestos de trabajo, según investigadores exteriores a la organización 61, cifra que según fuentes de la ONCE resultaría incluso más elevada: «La Fundación ONCE ha contribuido a crear más de 23.900 empleos consolidados en el periodo 1988-1999» 62. Al margen de la desviación entre estas dos cifras -quizás debido a la aplicación de diferentes criterios contables- resulta indiscutible el resultado del esfuerzo de integración laboral, especialmente cuando muchos de estos puesto han logrado introducir a un buen número de personas discapacitadas en el mercado del trabajo, pues se trataba de primeros empleos.

También es de destacar que este monto de empleos ha sido logrado en una primera etapa, en la que cabría esperar resultados más discretos, porque en ella se iniciaba el cambio de tendencia. Como ejemplo de la aceleración de este proceso, en 1997 la Fundación ONCE inició el «Plan 5000» con el objetivo de emplear a 5.000 personas discapacitadas en un plazo de cuatro años, pero a finales del año siguiente ya había rebasado esta cifra. Asimismo, sólo el número de puestos de trabajo creado por las organizaciones de la ONCE y Fundación ONCE y su grupo de empresas es muy notorio.

En el terreno de la investigación, la Fundación ONCE está realizando junto con el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Ministerio de Trabajo, una gran encuesta sobre la discapacidad que permita actualizar la excelente, pero en muchos aspectos desfasada encuesta sobre discapacidad, realizada en 1987 63. Ello le proporcionará a todos los agentes operantes un conocimiento más preciso de la realidad para trabajar con mayor adecuación en sus fines integradores.

Citas del capítulo:

(los datos completos de las obras se encuentran al final,

en el apartado "Bibliografía citada")

1 Según dichos estudios, los públicos jóvenes tienen una buena imagen de la ONCE, pero más lejana que la de los adultos, porque no perciben tanto su labor social por falta de referencias históricas personales. (Estudios realizado para la Dirección de Imagen y Comunicación, ONCE, Madrid, 1999. Ver más detalles de estos estudios al final del apartado 12.1.1, pág. 185).

2 De Lorenzo, 1987, cuaderno nº 18, pág. 13. Cursivas del autor.

3 De Lorenzo, 1987, cuaderno nº 18, pág. 7.

4 Bornaechea, 1995, pág. 81 y 83, respectivamente.

5 Ver epígrafes del 11.4.1 al 11.4.2, pág. 177.

6 Ver Gutiérrez de Tovar, 1988, pág. 151 donde el primer Jefe Nacional de la ONCE (1938-1948) habla de sus entrevistas con el general Franco y de la necesidad de «ganarse a los gobernantes» para conseguir el reconocimiento oficial de los ciegos.

7 Sobre las Normas fundacionales de la ONCE ver: De Lorenzo, Rupérez y San Miguel, 1990, pág. 5-8.

8 Durán, 1990, pág. 28.

9 Garvía, 1997, pág. 83. Esta cita textualmente pertenece al capitulo nº 3 de dicho reglamento.

10 Aguado, 1995, pág. 88.

11 Aguado, 1995, pág. 92.

12 Garvía, 1997, pág. 31.

13 Muñoz Machado, Santiago en el prólogo de De Lorenzo, Rupérez y San Miguel, 1990, pág. XII-XIII.

14 Aguado, 1995, pág. 228, nota a pie de página.

15 ONCE, 1988, pág. 10.

16 Gutiérrez de Tovar, 1988, pág. 109.

17 Gutiérrez de Tovar, 1988 pág. 112-3 y 115.

18 ONCE, 1988, pág. 6.

19 Gutiérrez de Tovar, 1988, pág. 120.

20 Pérez Campo, 2000, pág. 2 y 3. El NODO («Noticiario Documental») era un breve documental informativo que las salas de cine estaban obligadas a emitir antes de la proyección de cualquier película, con noticias y glosas de alabanza hacia las personalidades oficiales. Instaurado durante la dictadura del general Franco, desapareció con la transición democrática.

21 Montoro, 1988, pág. 34.

22 Promulgadas el 22 de mayo de 1981. Puede consultarse el texto completo de estas normas en De Lorenzo, Rupérez y San Miguel, 1990, pág. 9-13.

23 De Lorenzo, 1987, cuaderno nº 20, pág. 4. Cita tomada del Plan General de Actuación aprobado por el acuerdo 8/83-9 del Consejo General de la ONCE.

24 Montoro, 1988, pág. 32.

25 Garvía, 1997, pág. 171.

26 Bornaechea, 1995, pág. 86.

27 ONCE, 1988, pág. 8.

28 Garvía, 1997, pág. 166.

29 Montoro, 1988, pág. 35.

30 De Lorenzo, 1987, cuaderno nº 19, pág. 10.

31 Bornaechea, 1995, pág. 90 y 113.

32 Ver ranking de anunciantes en la revista «Anuncios», ejemplar de la 2ª quincena de julio, Madrid, 1986. Ver evolución completa de la inversión publicitaria de la ONCE en el apartado 6.2.3, pág. 87.

33 Ver ONCE, 1999, pág. 2.

34 Ver acuerdo 3/83-10 del Consejo General de la ONCE en De Lorenzo, 1987, cuaderno nº 20, pág. 4.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
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