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El gran Mao Tse-Tung (página 11)



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    Hacer críticas irresponsables en privado en vez de plantear activamente sugerencias a la organización. No decir nada a los demás en su presencia, sino andar con chismes a sus espaldas; o callarse en las reuniones, pero murmurar después. No considerar para nada los principios de la vida colectiva, sino dejarse llevar por las inclinaciones personales. Este es el segundo tipo.

    Dejar pasar cuanto no le afecte a uno personalmente; decir lo menos posible aunque se tenga perfecta conciencia de que algo es incorrecto; ser hábil en mantenerse a cubierto y preocuparse únicamente de evitar reproches. Este es el tercer tipo.

    Desobedecer las órdenes y colocar las opiniones personales en primer lugar; exigir consideraciones especiales de la organización, pero rechazar su disciplina. Este es el cuarto tipo.

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    Entregarse a ataques personales, armar líos, desahogar rencores personales o buscar venganza, en vez de debatir los puntos de vista erróneos y luchar contra ellos en bien de la unidad, el progreso y el buen cumplimiento del trabajo. Este es el quinto tipo. Escuchar opiniones incorrectas y no refutarlas, e incluso escuchar expresiones contrarrevolucionarias y no informar sobre ellas, tomándolas tranquilamente como si nada hubiera pasado. Este es el sexto tipo.

    Al hallarse entre las masas, no hacer propaganda ni agitación, no hablar en sus reuniones, no investigar ni hacerles preguntas, sino permanecer indiferente a ellas, sin mostrar la menor preocupación por su bienestar, olvidando que se es comunista y comportándose como una persona cualquiera. Este es el séptimo tipo.

    No indignarse al ver que alguien perjudica los intereses de las masas, ni disuadirlo, ni impedir su acción, ni razonar con él, sino dejarle hacer. Este es el octavo tipo.

    Trabajar descuidadamente, sin plan ni orientación definidos; cumplir sólo con las formalidades y pasar los días vegetando: "mientras sea monje, tocaré la campana". Este es el noveno tipo.

    Considerar que se ha rendido grandes servicios a la revolución y darse aires de veterano; desdeñar las tareas pequeñas pero no estar a la altura de las grandes; ser negligente en el trabajo y flojo en el estudio. Este es el décimo tipo.

    Tener conciencia de los propios errores pero no intentar corregirlos, tomando una actitud liberal para consigo mismo. Este es el undécimo tipo.

    Podrían citarse otros tipos más, pero los once descritos son los principales.

    Todas éstas son manifestaciones de liberalismo.

    En una colectividad revolucionaria, el liberalismo es extremadamente perjudicial. Es una especie de corrosivo, que deshace la unidad, debilita la cohesión, causa apatía y crea disensiones. Priva a las filas revolucionarias de su organización compacta y de su estricta disciplina, impide la aplicación cabal de su política y aleja a las organizaciones del Partido de las masas que éste dirige. Se trata de una tendencia sumamente perniciosa.

    El liberalismo proviene del egoísmo de la pequeña burguesía; éste coloca los intereses personales en primer plano y relega los intereses de la revolución al segundo, engendrando así el liberalismo en los terrenos ideológico, político y organizativo.

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    Los adictos al liberalismo consideran los principios del marxismo como dogmas abstractos. Aprueban el marxismo, pero no están dispuestos a practicarlo o a practicarlo cabalmente; no están dispuestos a sustituir su liberalismo por el marxismo Tienen su marxismo y también su liberalismo hablan del marxismo pero practican el liberalismo el marxismo es para los demás y el liberalismo para ellos, mismos. Llevan ambos en su bagaje y encuentran aplicación para uno y otro. Así es como funciona el cerebro de cierta gente.

    El liberalismo constituye una manifestación de oportunismo y es radicalmente opuesto al marxismo. Es negativo y, objetivamente, hace el juego al enemigo. De ahí que éste se alegre si en nuestras filas persiste el liberalismo. Por ser tal su naturaleza, no debe haber lugar para el liberalismo en las filas revolucionarias.

    Debemos emplear el espíritu marxista, que es positivo, para superar el liberalismo, que es negativo. El comunista debe ser sincero y franco leal y activo, poner los intereses de la revolución por encima de su propia vida y subordinar sus intereses personales a los de 1a revolución; en todo momento y lugar ha de adherirse a los principios justos y luchar infatigablemente contra todas las ideas y acciones incorrectas, a fin de consolidar la vida colectiva del Partido y la ligazón de éste con las masas ha de preocuparse más por el Partido y las masas que por ningún individuo, y más por los demás que por sí mismo. Sólo una persona así es digna de llamarse comunista.

    Todos los comunistas leales, francos, activos y honrados deben unirse para combatir las tendencias liberales, que cierta gente tiene, y encauzar a ésta por el camino correcto. He aquí una de nuestras tareas en el frente ideológico.

Tareas urgentes después de establecida la cooperación entre el Kuomintang y el Partido Comunista

29 de septiembre de 1937

    Ya en 1933, el Partido Comunista de China emitió una declaración en la cual manifestaba que estaba dispuesto a concluir con cualquier unidad del ejército del Kuomintang un acuerdo para resistir al Japón, bajo las siguientes tres condiciones: cesar los ataques al Ejército Rojo, conceder libertades democráticas a las masas populares y armar al pueblo. La razón para que se hiciera esta declaración es que, después del Incidente del 18 de Septiembre de 1931, la tarea primordial del pueblo chino pasó a ser la lucha contra la invasión de China por el imperialismo japonés. Sin embargo, nuestro propósito no fue logrado.

    En agosto de 1935, el Partido Comunista y el Ejército Rojo de China llamaron a todos los partidos y grupos políticos y a todos los compatriotas a organizar un ejército unido antijaponés y un gobierno de defensa nacional para la lucha común contra el imperialismo japonés.[1] En diciembre del mismo año, el Partido Comunista de China adoptó una resolución[2] sobre la formación de un Frente único nacional antijaponés con la burguesía nacional. En mayo de 1936, el Ejército Rojo dio a conocer un telegrama abierto[3] en que demandaba del gobierno de Nankín poner fin a la guerra civil y unirse para resistir al Japón. En agosto de ese año, el Comité Central del Partido Comunista de China envió una carta[4] al Comité Ejecutivo Central del Kuomintang, pidiéndole terminar con la guerra civil y formar un frente único con el Partido Comunista para luchar juntos contra el imperialismo japonés. En septiembre del mismo año, el Partido Comunista aprobó una resolución[5] sobre el establecimiento de una república democrática unificada en China. Además de la declaración, el telegrama abierto, la carta y las resoluciones, enviamos representantes para sostener repetidas negociaciones con el Kuomintang, pero esto

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también resultó inútil. Fue sólo a fines de 1936, durante el Incidente de Sían, cuando un representante plenipotenciario del Partido Comunista de China pudo llegar a un acuerdo con el principal responsable del Kuomintang sobre un problema político de vital importancia en aquel momento — el cesé de la guerra civil entre los dos partidos –, lo que permitió al mismo tiempo el arreglo pacífico del Incidente de Sían. Esto fue un gran acontecimiento en la historia de China, y sentó la premisa necesaria para la reanudación de la cooperación entre los dos partidos.

    El 10 de febrero del presente año, en vísperas de la III Sesión Plenaria del Comité Ejecutivo Central del Kuomintang, el Comité Central del Partido Comunista de China dirigió a dicha Sesión un telegrama[6] en el que formulaba una serie de proposiciones para llegar al establecimiento concreto de la cooperación entre los dos partidos. En dicho telegrama exigía al Kuomintang que le garantizara el cumplimento de los siguientes cinco puntos: terminar con la guerra civil; poner en vigor las libertades democráticas; instituir una asamblea nacional; hacer los preparativos inmediatos para la resistencia al Japón, y mejorar las condiciones de vida del pueblo. Por su parte, el Partido Comunista se comprometía con el Kuomintang a cumplir los siguientes cuatro puntos: dejar de enfrentar el Poder rojo al del Kuomintang; cambiar la denominación del Ejército Rojo; instaurar un nuevo sistema democrático en las bases de apoyo revolucionarias, y suspender la confiscación de las tierras de los terratenientes. Esto constituyó asimismo un importante paso político, ya que sin él se habría retardado, inevitablemente, el establecimiento de la cooperación entre los dos partidos, lo cual habría perjudicado totalmente la realización de preparativos inmediatos para la resistencia al Japón.

    Desde entonces, los dos partidos se han acercado un poco más en sus negociaciones. El Partido Comunista ha hecho proposiciones aún más concretas en cuestiones tales como la promulgación de un programa político común para los dos partidos, el levantamiento de la interdicción de los movimientos de masas, la libertad de los presos políticos y el cambio de denominación del Ejército Rojo. Hasta el momento, todavía no se ha promulgado el programa común, levantado la interdicción de los movimientos de masas, ni reconocido el nuevo sistema de las bases de apoyo revolucionarias; sin embargo, aproximadamente un mes después de la caída de Peiping y Tientsín se emitió la orden de cambiar la denominación del Ejército Rojo por la de VIII Ejército del Ejército Revolucionario Nacional (llamado también XVIII Grupo

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de Ejércitos, de acuerdo con la nomenclatura del frente de batalla antijaponés). El manifiesto del Comité Central del Partido Comunista de China anunciando el establecimiento de la cooperación entre los dos partidos, entregado al Kuomintang ya el 15 de julio, y la declaración de Chiang Kai-shek reconociendo la existencia legal del Partido Comunista de China, que se había acordado publicar inmediatamente después del primero, fueron por fin dados a la publicidad, aunque lamentablemente con gran retraso, mediante la Agencia Central de Noticias del Kuomintang, el 22 y 23 de septiembre respectivamente, cuando la situación en el frente se había tornado crítica. El manifiesto del Partido Comunista y la declaración de Chiang Kai-shek anunciaron el establecimiento de la cooperación entre los dos partidos y sentaron las bases necesarias para la gran causa de la salvación nacional por medio de la alianza entre ambos partidos. El manifiesto del Partido Comunista no sólo establece el principio para la unidad entre los dos partidos, sino también el principio básico para la gran unidad de todo el pueblo. Es bueno que Chiang Kai-shek haya reconocido en su declaración la legalidad del Partido Comunista en todo el país y señalado la necesidad de la unidad para la salvación nacional; pero todavía no ha abandonado esa arrogancia propia del Kuomintang ni se ha hecho la necesaria autocrítica, por lo cual no podemos sentirnos satisfechos. No obstante, como quiera que sea, ya se ha proclamado la Formación del frente único de los dos partidos. Esto ha inaugurado una nueva era en la historia de la revolución china, ejercerá sobre esta revolución una amplia y profunda influencia, y representará un papel decisivo en la derrota del imperialismo japonés.

    Desde 1924, la relación entre el Kuomintang y el Partido Comunista ha desempeñado un papel decisivo en la revolución china. La revolución de 1924-1927 tuvo lugar gracias a la cooperación de los dos partidos sobre la base de un programa definido. En dos o tres años apenas, se lograron enormes éxitos en la revolución nacional, a la cual el Dr. Sun Yat-sen había dedicado cuarenta años sin que pudiera concluirla; tales éxitos fueron la creación de la base de apoyo revolucionaria de Kuangtung y la victoria de la Expedición al Norte. Este fue el resultado de la formación del frente único de los dos partidos. Pero en el preciso momento en que la revolución estaba a punto de triunfar, algunas personas, incapaces de mantener los principios revolucionarios, rompieron el frente único de los dos partidos, lo que condujo la revolución al fracaso y dejó abiertas las puertas a la agresión extranjera. Este fue el resultado de la ruptura del frente único de los

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dos partidos. Ahora, con el restablecimiento del frente único de los dos partidos se ha iniciado un nuevo período de la revolución china. A pesar de que aún hay gente que no comprende la tarea histórica y el gran porvenir de este frente único y considera su establecimiento como una simple medida temporal y formal adoptada bajo la presión de las circunstancias, la rueda de la historia llevará la revolución china a una etapa completamente nueva por medio de este frente único. El que China pueda salir de la grave crisis nacional y social por la que atraviesa depende de cómo se desarrolle este frente único. Ya hay pruebas recientes de que las perspectivas son favorables. La primera prueba es que tan pronto como el Partido Comunista de China planteó esta política de frente único, obtuvo la aprobación de todo el pueblo. En esto se puede ver hacia dónde se inclina el corazón del pueblo. La segunda es que, inmediatamente después del arreglo pacífico del Incidente de Sían y el cese de la guerra civil entre los dos partidos, se logró una unidad sin precedentes de todos los partidos y grupos políticos, de todos los sectores sociales y fuerzas armadas del país. Claro que esta unidad está aún muy lejos de satisfacer las necesidades de la resistencia al Japón, y especialmente, el problema de la unidad entre el gobierno y el pueblo sigue, en lo fundamental, sin resolverse. La tercera prueba, la más destacada, es la iniciación de la Guerra dé Resistencia en escala nacional. No podemos estar satisfechos con la actual situación de la Guerra de Resistencia, pues, si bien reviste carácter nacional, es todavía una guerra restringida al gobierno y al ejército. Ya hace tiempo señalamos que no se puede derrotar al imperialismo japonés por medio de una guerra de resistencia como ésta. No obstante, por primera vez en cien años, se ha emprendido verdaderamente una resistencia a escala nacional contra la invasión extranjera. Y esto habría sido imposible sin paz interna y cooperación entre los dos partidos. Si los invasores japoneses pudieron tomar las cuatro provincias del Nordeste de China sin disparar un solo tico en un tiempo en que el frente único de los dos partidos estaba roto, hoy, cuando éste ha sido restablecido, no podrán ocupar ya territorio chino más que al precio de sangrientas batallas. La cuarta prueba es la repercusión en la esfera internacional. Las masas obreras y campesinas y los Partidos Comunistas del mundo entero apoyan la política de frente único antijaponés preconizada por el Partido Comunista de China. Con el establecimiento de la cooperación entre el Kuomintang y el Partido Comunista, los pueblos de todo el mundo, y particularmente la Unión Soviética, ayudarán a China en

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forma aún más activa. China y la Unión Soviética han incluido un tratado de no agresión[7], y es de esperar que en adelante las relaciones entre los dos países serán aún mejores. Por las pruebas arriba mencionadas, podemos afirmar que el desarrolló del frente único inducirá a China a un futuro brillante y grandioso: la derrota del imperialismo japonés y el establecimiento de una república democrática unificada.

    Sin embargo, el frente único no podrá cumplir esta gran tarea si permanece en su estado actual. El frente único de los dos partidos debe desarrollarse aún más, pues en el presente no tiene todavía una amplia base ni está consolidado.

    ¿Debe el frente único nacional antijaponés limitarse al Kuomintang y al Partido Comunista? No. Debe ser un frente único de toda la nación, en el cual los dos partidos constituyan sólo una pacte. Debe ser un frente único de todos los partidos y grupos políticos, de todos los sectores sociales y de todas las fuerzas armadas, un frente único de todos los patriotas: obreros, campesinos, soldados, intelectuales y hombres de negocios. Hasta el momento, el frente único ha estado, en realidad, limitado a los dos partidos, mientras que las masas de obreros, campesinos, soldados y de la pequeña burguesía urbana, así como un gran número de otros patriotas aún no han sido despertados ni puestos en acción, aún no han sido organizados ni armados. Este eso el problema más grave del momento actual. Es grave porque imposibilita las victorias en el frente. Ahora no es posible ni hace falta ocultar la critica situación en los frentes del Norte de China y de las provincias de Chiangsú y Chechiang; la cuestión reside en cómo superar esa situación, y el único medio es poner en práctica el Testamento del Dr. Sun Yat-sen, es decir, "despenar a las masas populares". En este Testamento, redactado en su lecho de muerte, el Dr. Sun declaró que su experiencia de cuarenta años lo había llevado a la profunda convicción de que sólo así era posible alcanzar los objetivos de la revolución. ¿Qué razón hay entonces para negarse obstinadamente a poner en práctica dicho Testamento? ¿Qué razón hay para no tomar la decisión de realizarlo en un momento tan crítico como éste, de vida o muerte para la nación? Todo el mundo sabe que la autocracia y la represión van en contra del principio de "despertar a las masas populares". Nunca se podrá derrotar al imperialismo japonés con una resistencia sostenida únicamente por el gobierno y el ejército. A este respecto, ya en mayo del presente año dimos la voz de alarma al Kuomintang, partido gobernante, advirtiéndole que sin la movilización de las masas populares y la participación de éstas en la resistencia, China correría

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la misma suerte de Abisinia. Esto ha sido señalado no sólo por los comunistas, sino también por gran número de compatriotas progresistas de diversos lugares del país y por muchos miembros sensatos del Kuomintang. Sin embargo, la política autocrática permanece inalterada. Como resultado de ello, el gobierno sigue separado del pueblo; el ejército, de las masas, y dentro del ejército, los mandos, de los combatientes. A menos que el frente único sea reforzado con la participación de las masas populares, la crítica situación en los frentes de guerra, en lugar de atenuarse, se agravará inevitablemente.

    El actual frente único antijaponés carece todavía de un programa político, aceptado por los dos partidos y formalmente promulgado, que reemplace la política autocrática del Kuomintang. Los procedimientos del Kuomintang con relación a las masas populares continúan siendo los mismos que en los últimos diez años; desde el aparato gubernamental, el sistema que rige en el ejército y la política con respecto a la población civil, hasta la política financiera, económica y educacional, en general todo sigue igual que en el último decenio, sin experimentar ningún cambio. Claro que ha habido cambios, y muy grandes: el cese de la guerra civil y la unidad para la resistencia al Japón. Ha terminado la guerra civil entre los dos partidos y comenzado la Guerra de Resistencia contra el Japón en escala nacional, lo cual significa un formidable cambio en la situación política de China desde el Incidente de Sían. Pero hasta ahora no se ha registrado cambio alguno en los procedimientos mencionados; se presenta así una falta de concordancia entre las cosas que permanecen inalteradas y las que han cambiado. los viejos procedimientos sólo se avienen con una política exterior de compromiso y una política interior de represión de la revolución. Resultan por completo fuera de lugar y revelan todos sus puntos débiles cuando se emplean, como hoy, para hacer frente a los ataques del imperialismo japonés. Por supuesto, no habría para qué hablar del asunto si no se quisiera resistir al Japón, pero, como se desea hacerlo y la resistencia ha comenzado realmente, y como además se ha presentado una situación crítica, se correrán los peores peligros si se rehusa cambiar los viejos procedimientos por otros nuevos. La resistencia al Japón requiere un frente único de amplia base, y de ahí la necesidad de movilizar a todo el pueblo para que se incorpore a él. La resistencia al Japón requiere un sólido frente único, y de ahí la necesidad de un programa común. Dicho programa será la guía para la acción del frente único y al mismo tiempo servirá de

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atadura para unir estrechamente, como un cordel, a todas las organizaciones e individuos que integren el frente único, valga decir, los diversos partidos y grupos políticos, sectores sociales y fuerzas armadas. Sólo de esta manera será posible hablar de una unidad sólida. Nos oponemos a todas las antiguas formas de atadura, pues son inadecuadas para la guerra revolucionaria nacional. Esperamos la implantación de nuevas formas de atadura para reemplazar a las antiguas, es decir, la promulgación de un programa común y el establecimiento de un orden revolucionario. Sólo esto corresponde a la Guerra de Resistencia contra el Japón.

    ¿Cuál es el programa común? Los Tres Principios del Pueblo del Dr. Sun Yat-sen y el Programa de Diez Puntos para la Resistencia al Japón y la Salvación Nacional[8] propuesto por el Partido Comunista el 25 de agosto de este año.

    En su manifiesto anunciando la cooperación entre los dos partidos, el Partido Comunista de China declaró: "Siendo los Tres Principios del Pueblo del Dr. Sun Yat-sen lo que China necesita hoy, nuestro Partido está dispuesto a luchar por su completa realización." Algunas personas encuentran extraño que d Partido Comunista esté dispuesto a poner en práctica los Tres Principios del Pueblo del Kuomintang; por ejemplo Chu Ching-lai[9] ha expresado sus dudas al respecto en una publicación de Shanghai. Piensan que el comunismo es incompatible con los Tres Principios del Pueblo. Este es un enfoque formalista. El comunismo se hará realidad en una etapa futura del desarrollo de la revolución; en la etapa actual, los comunistas no sueñan con realizarlo, sino que están dispuestos a llevar a cabo la revolución nacional y democrática, como lo exige la historia. Esta es la razón fundamental por la cual el Partido Comunista ha propuesto un frente único nacional antijaponés y una república democrática unificada. En cuanto a los Tres Principios del Pueblo, hace ya diez años, durante el primer frente único de los dos partidos, el Partido Comunista y el Kuomintang decidieron conjuntamente, en el I Congreso Nacional del Kuomintang, ponerlos en práctica y, gracias a los esfuerzos de todos los comunistas leales y de todos los miembros leales del Kuomintang, los aplicaron de 1924 a 1927 en vastas zonas del país. Desgraciadamente, dicho frente único se rompió en 1927, y durante los diez años siguientes el Kuomintang se opuso a la aplicación de los Tres Principios del Pueblo. Pero en lo que concierne al Partido Comunista, toda la política que ha seguido en estos diez años corresponde fundamentalmente al

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espíritu revolucionario de los Tres Principios del Pueblo y las Tres Grandes Políticas del Dr. Sun Yat-sen. El Partido Comunista no ha dejado de combatir ni un solo día al imperialismo, lo cual significa la aplicación radical del Principio del Nacionalismo; la dictadura democrática obrero-campesina no es otra cosa que la aplicación radical del Principio de la Democracia, y la revolución agraria es la aplicación radical del Principio de la Vida del Pueblo. ¿Por qué, entonces, el Partido Comunista anuncia ahora la abolición de la dictadura democrática obrero-campesina y la suspensión de la confiscación de las tierras a los terratenientes? Esto, como lo explicamos hace tiempo, no se debe en modo alguno a que ese régimen y esa medida sean reprobables, sino a que la agresión armada del imperialismo japonés ha cambiado las relaciones entre las clases del país, lo que ha hecho necesaria y posible la unidad de todas las capas de la nación para la lucha contra el imperialismo japonés. A fin de luchar en común contra el fascismo, se ha hecho necesaria y posible la formación de un frente único antifascista no sólo en China sino también en el mundo entero. Por eso, propugnamos el establecimiento en China de un frente único nacional y democrático. Sobre este fundamento hemos propuesto una república democrática basada en la alianza de todas las capas sociales en lugar de la dictadura democrática obrero-campesina. Realizar una revolución agraria basada en el principio de "la tierra para el que la trabaja", es precisamente la política formulada por el Dr. Sun Yat-sen. Y si hoy la suspendemos, es con el propósito de unir a un número aún mayor de gente para la lucha contra el imperialismo japonés, peso ello no significa que China no necesite resolver el problema de la tierra. Hemos expuesto de modo inequívoco nuestros puntos de vista sobre las causas objetivas y el carácter temporal de estos cambios en nueva política. El Partido Comunista de China, de acuerdo con los principios marxistas, ha sostenido y desarrollado invariablemente el programa común del primer frente único entre el Kuomintang y el Partido Comunista, es decir, los Tres Principios del Pueblo revolucionarios; precisamente por ello, en este momento crítico en que el país es invadido por un agresor poderoso, ha podido formular oportunamente y aplicar sin desmayo la política de frente único nacional y democrático, la única política capaz de salvar a la nación. La cuestión ahora no es si el Partido Comunista cree en los Tres Principios del Pueblo revolucionarios y los lleva a la práctica, sino si el Kuomintang cree en ellos y los aplica. La tarea actual es hacer revivir en

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todo el país el espíritu revolucionario de los Tres Principios del Pueblo del Dr. Sun Yat-sen, elaborar en ese espíritu un programa y una política definidos y ponerlos en práctica sinceramente y no con deslealtad, concienzuda y no superficialmente, rápida y no tardíamente; el Partido Comunista de China viene haciendo votos día y noche porque esto suceda. Por eso, después del incidente de Lukouchiao, presentó el Programa de Diez Puntos para la Resistencia al Japón y la Salvación Nacional, programa que concuerda tanto con el marxismo como con los Tres Principios del Pueblo auténticamente revolucionarios. Este es un programa inicial para la revolución china en la presente etapa, la de la guerra revolucionaria nacional contra el Japón; China sólo podrá salvarse mediante la realización de este Programa. Todo el que persista en acciones que estén en conflicto con él será condenado por la historia.

    Es imposible poner en práctica este Programa en todo el país sin la conformidad del Kuomintang, ya que éste sigue siendo el partido más grande de China y el que está en el Poder. Creemos que ha de llegar el día en que los miembros sensatos del Kuomintang estarán de acuerdo con este Programa; pues si lo rechazan, los Tres Principios del Pueblo quedarán para siempre como una frase vacía, será imposible hacer revivir el espíritu revolucionario del Dr. Sun Yat-sen, el imperialismo japonés no podrá ser derrotado y el pueblo chino no escapará a la subyugación. A ningún miembro verdaderamente sensato del Kuomintang le agradaría esta perspectiva, y nuestro pueblo jamás se quedará mirando cómo lo convierten en un pueblo de esclavos coloniales. Por otra parte, en su declaración del 23 de septiembre, el señor Chiang Kai-shek manifestó:

    "Sostengo que quienes estamos por la revolución debemos hacer aun lado todos los rencores y prejuicios personales y dedicarnos a la realización de los Tres Principios del Pueblo. Con mayor razón, en este momento crítico de vida o muerte, no debemos resucitar el pasado, sino partir, junto con toda la nación, de un punto completamente nuevo y trabajar vigorosamente por la unidad, con el Fin de preservar la vida y la existencia mismas de nuestro país. "

Esto es correcto. La tarea urgente del momento es esforzarse por la realización de los Tres Principios del Pueblo, desechar los prejuicios personales y de grupo, cambiar los viejos procedimientos, poner en práctica sin demora un programa revolucionario acorde con los Tres Principios del Pueblo y partir de un punto completamente nuevo junto

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con todo el pueblo. Hoy, éste es el único camino. Si hay más dilaciones, será tarde para arrepentirse.

    Con todo, para llevar a cabo los Tres Principios del Pueblo y el Programa de Diez Puntos se necesitan herramientas, y de ahí surge el problema de transformar el gobierno y el ejército. El actual gobierno sigue siendo la dictadura unipartidista del Kuomintang y no un gobierno de frente único nacional y democrático. Sin un gobierno de este tipo, es imposible realizar los Tres Principios del Pueblo y el Programa de Diez Puntos. El sistema que rige actualmente en el ejército del Kuomintang sigue siendo el antiguo, y es imposible derrotar al imperialismo japonés con tropas organizadas bajo tal sistema. Ahora, las tropas están cumpliendo las tareas de la Guerra de Resistencia, y sentimos gran admiración y respeto por todas ellas, especialmente por las que combaten en el frente. Pero las lecciones de la Guerra de Resistencia en los últimos tres meses han demostrado que el sistema que rige en el ejército del Kuomintang es inadecuado para cumplir la tarea de derrotar definitivamente a los invasores japoneses y para aplicar con éxito los Tres Principios del Pueblo y el Programa revolucionario y, por consiguiente, tiene que ser cambiado. El cambio debe basarse en los principios de unidad entre oficiales y soldados, y de unidad entre ejército y pueblo. El sistema que rige actualmente en el ejército del Kuomintang es radicalmente opuesto a estos dos principios. Las amplias filas de oficiales y soldados, no obstante ser leales y valerosos, se ven trabados por el antiguo sistema, que no les permite desplegar su entusiasmo, y de ahí que se deba comenzar inmediatamente a transfomarlo. Esto no significa que sea necesario detener el combate basta que el sistema haya sido transformado; este cambio puede hacerse mientras continúa la guerra. Aquí la tarea central es transformar el espíritu político del ejército y su trabajo político. El Ejército Revolucionario Nacional de los tiempos de la Expedición al Norte sentó un precedente ejemplar; hubo en él, en general, unidad entre oficiales y soldados, y unidad entre ejército y pueblo; es absolutamente indispensable hacer revivir el espíritu de aquellos días. China debe aprender las enseñanzas de la guerra de España, donde el ejército de la República se ha creado en circunstancias extremadamente adversas. China tiene mejores condiciones que España, pero le falta un sólido frente único de amplia base, un gobierno de frente único capaz de llevar a cabo todo un programa revolucionario, y un gran número de tropas organizadas de acuerdo con un nuevo sistema. China debe

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llenar estas lagunas. Respecto a la Guerra de Resistencia en su conjunto, el Ejército Rojo, dirigido por el Partido Comunista de China, sólo puede ahora desempeñar un papel de vanguardia, y no aún un papel decisivo en escala nacional. Sin embargo, sus cualidades políticas, militares y organizativas son dignas de ser imitadas por los ejércitos amigos de todo el país. Al comienzo, el Ejército Rojo no era lo que es hoy; también en él se han introducido muchas reformas, principalmente la abolición de las prácticas feudales y la aplicación de los principios de unidad entre oficiales y soldados, y de unidad entre ejército y pueblo. Esta experiencia puede servir de enseñanza a los ejércitos amigos de todo el país.

    ¡Camaradas antijaponeses del Kuomintang, partido en el Poder! Hoy compartimos con ustedes la responsabilidad de salvar a la nación de la subyugación y asegurar su supervivencia. Ustedes ya han formado con nosotros un frente único antijaponés. Eso es muy bueno. Han comenzado a resistir al Japón. Eso también es muy bueno. Pero no aprobamos que continúen con su antigua política en los demás aspectos. Debemos desarrollar y ampliar el frente único incorporando a él a las masas populares. Hemos de consolidarlo y poner en práctica un programa común. Debemos tomar la decisión de cambiar el sistema político y el que rige en el ejército. Es absolutamente necesario formar un gobierno nuevo. Sólo cuando exista tal gobierno, será posible llevar a cabo un programa revolucionario y comenzar en escala nacional la transformación de los ejércitos. Nuestra proposición es una exigencia de la época. Mucha gente de su partido también siente que ha llegado la hora de hacerla realidad. El Dr. Sun Yat-sen se decidió a transformar los sistemas político y militar, con lo cual sentó los cimientos para la revolución de 1924-1927. Ahora, sobre ustedes recae la responsabilidad de llevar a cabo una transformación como aquélla. Ningún miembro honesto y patriota del Kuomintang considerará inoportuna nuestra proposición. Estamos firmemente convencidos de que ella corresponde a las necesidades objetivas.

    Nuestra nación atraviesa un momento crucial, de vida o muerte. ¡Que el Kuomintang y el Partido Comunista se unan estrechamente! ¡Que todos los compatriotas que no quieren ser esclavos se unan estrechamente sobre la base de la unidad entre el Kuomintang y el Partido Comunista! Realizar todas las reformas necesarias para vencer las dificultades es hoy la tarea urgente de la revolución china. Cuando se cumpla esta tarea, podremos, con seguridad, derrotar al imperialismo japonés. Si trabajamos con ahínco, nuestro futuro será luminoso.

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NOTAS

  [1] Véase "Las tareas del Partido Comunista de China en el período de la resistencia al Japón", nota 2, Obras Escogidas de Mao Tse-tung, t. I.    [pág. 29]

  [2] Ibíd., nota 3.    [pág. 29]

  [3] Ibíd., nota 4.    [pág. 29]

  [4] Véase "A propósito de una declaración de Chiang Kai-shek", nota 7, Obras Escogidas de Mao Tse-tung, t. I.    [pág. 29]

  [5] Véase "Las tareas del Partido Comunista de China en el período de la resistencia al Japón", nota 6, Obras Escogidas de Mao Tse-tung, t. I.    [pág. 29]

  [6] Ibíd., nota 7.    [pág. 30]

  [7] El Tratado de No Agresión entre la República de China y la URSS fue concluido el 11 de agosto de 1937.    [pág. 33]

  [8] Véase "Por la movilización de todas las fuerzas para la victoria de la Guerra de Resistencia", en el presente tomo.    [pág. 35]

  [9] Uno de los cabecillas del Partido Socialista Nacional (pequeña pandilla) organizada por reaccionarios terratenientes, burócratas y elementos de la gran burguesía). Fue más tarde miembro del gobierno colaboracionista de Wang Ching-wei.    [pág. 35]

 

Entrevista con el periodista inglés James Bertram

25 de octubre de 1937

EL PARTIDO COMUNISTA DE CHINA Y LA GUERRA

DE RESISTENCIA CONTRA EL JAPON

    Bertram : ¿En qué forma concreta se ha manifestado el Partido Comunista de China antes y después del estallido de la guerra chino-japonesa?

    Mao : Antes de estallar la guerra, el Partido Comunista de China advirtió una y otra vez a toda la nación que la guerra con el Japón era inevitable, y que todo el parloteo de los imperialistas japoneses sobre un "arreglo pacífico" y todas las bellas frases de sus diplomáticos no eran más que una cortina de humo para ocultar sus preparativos bélicos. En repetidas ocasiones, hicimos ver que es imposible sostener victoriosamente una guerra de liberación nacional sin fortalecer el frente único y adoptar una política revolucionaria, y que el punto más importante de esta política revolucionaria es que el Gobierno chino lleve a efecto reformas democráticas con el objeto de movilizar a las masas populares del país para que se incorporen al frente antijaponés. Señalamos reiteradamente el error de aquellos que creían en las "garantías de paz" del Japón y consideraban posible evitar la guerra, y de quienes creían en la posibilidad de resistir a los agresores japoneses sin movilizar a las masas populares. Tanto el estallido de la guerra como su curso han probado la justeza de nuestros puntos de vista. Al día siguiente del Incidente de Lukouchiao, el Partido Comunista lanzó un manifiesto al país, llamando a todos los partidos, grupos políticos y capas sociales a hacer causa común para resistir a la agresión japonesa, y a fortalecer el frente único nacional. Poco después, dimos a conocer el Programa de Diez Puntos para la Resistencia al Japón

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y la Salvación Nacional, donde formulamos la política que el Gobierno chino debería adoptar en la Guerra de Resistencia. Al establecerse la cooperación entre el Kuomintang y el Partido Comunista, publicamos otra importante declaración. Todo esto demuestra nuestro firme empaño en el principio de fortalecer el frente único y aplicar una política revolucionaria para llevar a cabo la Guerra de Resistencia. En este período, nuestra consigna fundamental es "Resistencia general de toda la nación".

SITUACION Y LECCIONES DE LA GUERRA

DE RESISTENCIA

    Bertram : En su criterio, ¿cuáles son los resultados de la guerra hasta el presente?

    Mao : Hay dos aspectos principales. Por un lado, con la toma de nuestras ciudades y la ocupación de territorio, con sus violaciones, saqueos, incendios y matanzas, los imperialistas japoneses han abocado irremediablemente a los chinos al peligro de la subyugación nacional. Por el otro, la mayoría de los chinos han alcanzado, en consecuencia, una profunda comprensión de que la crisis no puede superarse sin una unidad más estrecha y una resistencia de toda la nación. Al mismo tiempo, la guerra va despertando en los países amantes de la paz la conciencia de la necesidad de hacer frente a la amenaza japonesa. Estos son hasta ahora los resultados de la guerra.

    Bertram : A su parecer, ¿cuáles son los objetivos del Japón, y en qué medida los ha realizado?

    Mao : El plan del Japón consiste en ocupar el Norte de China y Shanghai como primer paso, y luego, las otras regiones del país. En cuanto al grado en que los agresores japoneses han realizado su plan, ellos han ocupado en un corto espacio de tiempo las provincias de Jopei, Chajar y Suiyuán, y ahora amenazan seriamente la provincia de Shansí; la razón es que la Guerra de Resistencia de China no ha sido, hasta ahora, más que una guerra sostenida únicamente por el gobierno y el ejército. Esta crítica situación se salvará sólo cuando la Resistencia sea llevada a cabo conjuntamente por el pueblo y el gobierno.

    Bertram : En su opinión, ¿ha logrado China éxitos en su Guerra de Resistencia? Si hay lecciones que extraer, ¿cuáles son?

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    Mao : Sobre esta cuestión, quisiera hablar más extensamente. Ante todo, hemos obtenido éxitos, grandes éxitos, que se manifiestan en lo siguiente: 1) Desde que los imperialistas empezaron a agredir a China, nunca ha habido nada comparable a la presente Guerra de Resistencia contra el Japón. Geográficamente, es en verdad una guerra nacional. Y por su carácter, es revolucionaria. 2) Esta guerra ha hecho pasar al país de un estado de desunión a otro de relativa unidad. La base de esta unidad es la cooperación entre el Kuomintang y el Partido Comunista. 3) Nuestra guerra se ha ganado la simpatía de la opinión pública mundial. Aquellos que un día despreciaron a China por no resistir, hoy la respetan porque resiste. 4) La guerra ha infligido fuertes pérdidas a los invasores japoneses. Según informes, la sangría de sus recursos asciende a veinte millones de yenes diarios, y sus bajas, aunque no disponemos todavía de cifras, sin duda son igualmente considerables. Si en el pasado los agresores japoneses pudieron tomar las cuatro provincias del Nordeste con facilidad, casi sin ningún esfuerzo, ahora no podrán ocupar más territorio chino sin dar sangrientas batallas. Los agresores japoneses esperaban saciar su voracidad en China, pero nuestra resistencia prolongada conducirá al imperialismo japonés a su derrumbamiento. En este sentido, China resiste no sólo para salvarse, sino que al mismo tiempo cumple con su gran deber en el frente antifascista mundial. En eso también se manifiesta el carácter revolucionario de la Guerra de Resistencia. 5) Hemos sacado lecciones de la guerra, que nos han costado territorio y sangre.

    Las lecciones son igualmente grandes. Varios meses de resistencia han revelado muchas debilidades de China, que se manifiestan sobre todo en el terreno político. Aunque geográficamente esta guerra es nacional, no lo es por la composición de las fuerzas que participan en ella. Como en el pasado, el gobierno restringe e impide la participación de las amplias masas en la guerra, y por lo tanto, ésta no tiene todavía un carácter de masas. A menos que adquiera este carácter, la guerra contra la agresión del imperialismo japonés no tendrá ninguna posibilidad de triunfar. Algunos dicen: "La guerra tiene ya un carácter general. " Pero esto sólo es verdad en el sentido de que extensas zonas del país están envueltas en la guerra. En lo que atañe a las fuerzas que participan en ella, es aún una guerra unilateral, pues sólo intervienen el gobierno y el ejército, y no el pueblo. En esto reside la causa principal de la pérdida de extensos territorios y de los numerosos reveses militares sufridos durante los últimos meses.

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Así, aunque la actual Guerra de Resistencia es revolucionaria, su carácter revolucionario es incompleto porque no es todavía una guerra de masas. Este es igualmente un problema de unidad. Si bien los partidos y grupos políticos del país están más unidos que en el pasado, todavía falta mucho para llegar al grado de unidad que se requiere. La mayor parte de los presos políticos aún no han sido puestos en libertad, y la interdicción de los partidos políticos no ha sido completamente levantada. Las relaciones entre gobierno y pueblo, ejército y pueblo, oficiales y soldados son aún muy malas, y aquí se advierte distanciamiento en vez de unidad. Este es un problema fundamental. Mientras no se resuelva, no hay ni que hablar de la victoria en la guerra. Además, los errores militares son otra causa importante de nuestras pérdidas de efectivos y territorio. Las batallas, en su mayoría, han sido pasivas o, para decirlo en términos militares, de "defensa pura". Nunca podremos ganar combatiendo de esta manera. Para vencer, se hace necesaria una línea política y militar radicalmente distinta de la actual. Estas son las lecciones que hemos sacado.

    Bertram : Entonces, ¿cuáles son las condiciones políticas y militares indispensables?

    Mao : En el aspecto político : primero, transformar el gobierno actual en un gobierno de frente único en el que participen los representantes del pueblo. Este gobierno será a la vez democrático y centralizado, y llevará a cabo la política revolucionaria que se requiere. Segundo, garantizar al pueblo las libertades de palabra, de prensa, de reunión y de asociación, y la libertad de empuñar las armas contra el enemigo, de modo que la guerra adquiera un carácter de masas. Tercero, elevar el nivel de vida del pueblo con medidas tales como la supresión de impuestos y contribuciones exorbitantes, la reducción de los arriendos y los intereses, el mejoramiento de las condiciones de vida de los obreros, de los suboficiales y soldados, el trato preferencial a las familias de los miembros del ejército que combaten contra los invasores japoneses y la asistencia a las víctimas de las calamidades naturales y a los refugiados de guerra. Las finanzas del gobierno deberán basarse en el principio de distribución racional de las cargas, que en otras palabras significa: quien tenga dinero, que contribuya con dinero. Cuarto, adoptar una política exterior activa. Quinto, reformar la política cultural y educacional. Sexto, reprimir implacablemente a los colaboracionistas. En la actualidad, este último problema se ha agravado en extremo. Los colaboracionistas están haciendo de las suyas sin ningún temor. En el frente, ayudan al enemigo; en la

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retaguardia, crean disturbios, e incluso hay quienes, fingiéndose partidarios de la resistencia, denuncian a los patriotas como colaboracionistas y los hacen arrestar. Pero la efectiva represión de los colaboracionistas solamente será posible cuando el pueblo goce de una libertad que le permita cooperar con el gobierno. En el aspecto militar, también hay que realizar una reforma completa, siendo lo más importante reemplazar el principio de defensa pura en la estrategia y la táctica por el de ataque activo; transformar los ejércitos de viejo tipo en ejércitos de nuevo tipo; sustituir el reclutamiento forzoso por el método de estimular al pueblo a marchar al frente; convertir el mando no unificado en mando único; trocar la indisciplina que aleja al ejército del pueblo en una disciplina consciente que prohiba la menor lesión de los intereses de éste; cambiar la actual situación en que el ejército regular combate solo, por una en que se desarrolle una extensa guerra popular de guerrillas en coordinación con las operaciones del ejército regular; etc., etc. Todos estos requisitos políticos y militares están enumerados en el Programa de Diez Puntos que hemos publicado, y se encuentran en conformidad con el espíritu de los Tres Principios del Pueblo del Dr. Sun Yat-sen, de sus Tres Grandes Políticas y de su Testamento. La guerra sólo podrá ganarse cuando todos ellos sean cumplidos.

    Bertram : ¿Qué hace el Partido Comunista para que este Programa sea llevado a cabo?

    Mao :  Nuestra tarea consiste en explicar incansablemente la situación actual y unirnos con el Kuomintang y los demás partidos y grupos patrióticos en la lucha por ampliar y consolidar el frente único nacional antijaponés, y movilizar a todas las fuerzas para la victoria de la Guerra de Resistencia. En la actualidad, el frente único nacional antijaponés es aún muy limitado en su alcance, y es indispensable ampliarlo, esto es, movilizar a las masas populares de capas sociales inferiores para que se incorporen al frente único, cumpliendo así el Testamento del Dr. Sun Yat-sen que exige "despertar a las masas populares". Para consolidar el frente único, es necesario aplicar un programa común que sirva de atadura para todos los partidos y grupos políticos en sus acciones. Nosotros aceptamos los Tres Principios del Pueblo revolucionarios del Dr. Sun Yat-sen, sus Tres Grandes Políticas y su Testamento como programa común del frente único de todos los partidos y todas las capas sociales. Pero hasta ahora este programa todavía no ha sido reconocido por todos los partidos, y en particular el Kuomintang no ha reconocido ni accedido a proclamar un programa

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tan completo. El Principio del Nacionalismo del Dr. Sun Yat-sen ha sido parcialmente puesto en práctica por el Kuomintang, como lo ha demostrado con su resistencia al Japón. Pero ni el Principio de la Democracia ni el Principio de la Vida del Pueblo han sido aplicados, lo cual ha conducido a la grave crisis actual en la Guerra de Resistencia. Ahora que la situación de la guerra se ha tornado tan crítica, ha llegado el momento de que el Kuomintang aplique íntegramente los Tres Principios del Pueblo, pues si no, será demasiado tarde para arrepentirse. Es deber del Partido Comunista alzar su voz para hacer un trabajo incansable de explicación y persuasión ante el Kuomintang y entre todo el pueblo, de modo que los Tres Principios del Pueblo genuinamente revolucionarios, las Tres Grandes Políticas y el Testamento del Dr. Sun Yat-sen sean plena y radicalmente aplicados en todo el país con el fin de ampliar y consolidar el frente único nacional antijaponés.

EL VIII EJERCITO EN LA GUERRA DE RESISTENCIA

    Bertram : Hábleme, por favor, del VIII Ejército, por el cual se interesa tanta gente. Por ejemplo, acerca de su estrategia y su táctica, de su trabajo político, etc.

    Mao : En efecto, desde que el Ejército Rojo cambió su denominación por la de VIII Ejército y marchó al frente, son muchos los que se interesan por sus actividades. Ahora le daré una idea general.

    Primero, acerca de sus operaciones militares. Estratégicamente, el VIII Ejército tiene a Shansí como centro de sus operaciones. Como usted sabe, ha alcanzado muchas victorias. Son ejemplos la batalla de Pingsingkuan, la reconquista de Chingping, Pinglu y Ningwu, la recuperación de Laiyuan y Kuangling, la ocupación de Tsichingkuan, el corte de las tres principales líneas de transporte de las tropas japonesas entre Tatung y Yenmenkuan, entre Yusien y Pingsingkuan y entre Shuosien y Ningwu, el ataque a la retaguardia de las fuerzas japonesas al Sur de Yenmenkuan, la reconquista, por dos veces, de Pingsingkuan y Yenmenkuan, y la reciente recuperación de Ch¸yang y Tangsien. Las tropas japonesas que han penetrado en Shansí están ahora estratégicamente cercadas por el VIII Ejército y otras tropas chinas. Podemos afirmar con certeza que las tropas japonesas encontrarán en adelante la más firme resistencia en el Norte de China.

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Si intentan hacer de las suyas en Shansí, tropezarán infaliblemente con mayores dificultades que nunca.

    Segundo, acerca de la estrategia y la táctica. Estamos haciendo lo que las otras tropas chinas no han hecho: operar, principalmente, sobre los flancos y la retaguardia del enemigo. Esta manera de combatir es muy diferente de la defensa puramente frontal. No nos oponemos al empleo de una parte de las fuerzas en operaciones frontales, ya que esto es necesario. Pero hay que utilizar las fuerzas principales contra los flancos del adversario, adoptar las tácticas de cerco y movimientos envolventes y atacar al enemigo con independencia e iniciativa, pues sólo así es posible conservar las fuerzas propias y destruir las enemigas. Además, es particularmente eficaz el empleo de una parte de nuestras fuerzas armadas contra la retaguardia del enemigo, porque allí pueden desbaratar sus líneas de transporte y sus bases. Incluso las fuerzas que realizan operaciones frontales deben recurrir principalmente al contraasalto y no a tácticas puramente defensivas. Una de las razones importantes de los reveses militares de los últimos meses ha sido el uso de métodos de combate inadecuados. Los métodos de combate que actualmente emplea el VIII Ejército son lo que llamamos guerra de guerrillas y guerra de movimientos sostenidas con independencia e iniciativa. En sus principios fundamentales, estos métodos son los mismos que aplicábamos durante la guerra civil, pero con ciertas diferencias. Por ejemplo, en la presente etapa, con el objeto de facilitar nuestros ataques por sorpresa sobre los flancos y la retaguardia del enemigo en una área extensa, recurrimos más a la dispersión que a la concentración de las fuerzas. Considerando que las fuerzas armadas del país son numéricamente fuertes en su conjunto, algunas unidades deben emplearse para la defensa frontal, y otras, dispersarse para realizar operaciones guerrilleras, pero las fuerzas principales también deben concentrarse a menudo para atacar los flancos del enemigo. El primer principio en lo militar es conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo, y para alcanzar este objetivo es necesario sostener con independencia e iniciativa la guerra de guerrillas y la guerra de movimientos y evitar toda táctica pasiva o rígida. Si las tropas más numerosas hacen la guerra de movimientos, y el VIII Ejército les ayuda con la guerra de guerrillas, de seguro tendremos en nuestras manos la clave de la victoria.

    Y ahora, acerca del trabajo político. Otro rasgo sumamente importante y distintivo del VIII Ejército es su trabajo político, que se rige por tres principios fundamentales. Primero, el principio de

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unidad entre oficiales y soldados, que implica erradicar las prácticas feudales en el ejército, prohibir los castigos corporales e insultos, implantar una disciplina consciente y crear un modo de vida en que oficiales y soldados compartan penas y alegrías. Gracias a esto, todo el ejército se encuentra estrechamente unido. Segundo, el principio de unidad entre ejército y pueblo, que supone: observar una disciplina que proscribe el más leve perjuicio a los intereses del pueblo; hacer propaganda entre las masas, organizarlas y armarlas; aliviar sus cargas económicas, y reprimir a los colaboracionistas y vendepatrias, que lesionan al ejército y al pueblo. Así, el ejército se halla estrechamente unido con el pueblo y es bien acogido en todas partes. Tercero, el principio de desintegrar a las tropas enemigas y tratar con indulgencia a los prisioneros de guerra. Nuestra victoria no depende únicamente de las operaciones militares de nuestras tropas, sino también de la desintegración de las enemigas. Aunque las medidas aplicadas de acuerdo con este último principio no han producido hasta ahora resultados palpables, surtirán sin duda efectos en el futuro. Además ciñéndose al segundo principio, el VIII Ejército no utiliza la fuerza para completar sus filas, sino el método, mucho más eficaz, de alentar al pueblo a marchar al frente.

    Si bien se han perdido Jopei, Chajar, Suiyuán y parte de Shansí, no nos sentimos en absoluto desalentados; llamamos con determinación a nuestro Ejército a actuar en coordinación con todos los ejércitos amigos y a combatir hasta la última gota de sangre para defender Shansí y recuperar el territorio perdido. El VIII Ejército coordinará sus acciones con las de otras tropas nacionales a fin de mantener la resistencia en Shansí ; esto será de gran importancia para la guarra en su conjunto, y especialmente para la guerra en el Norte de China.

    Bertram : En su opinión, ¿pueden estas cualidades del VIII Ejército ser adquiridas por los otros ejércitos chinos?

    Mao :  Por cierto que sí. El ejército del Kuomintang tenía en el período 1924-1927 un espíritu más o menos semejante al del VIII Ejército de hoy. El Partido Comunista y el Kuomintang cooperaron entonces en la creación de un ejército de nuevo tipo que, comenzando solamente con dos regimientos, consiguió reunir en torno suyo a muchas otras tropas y así ganó la primera victoria sobre Chen Chiung-ming. Más tarde, estas fuerzas crecieron convirtiéndose en un cuerpo de ejército y extendieron su influencia a un número de tropas aún mayor; sólo entonces pudo realizarse la Expedición al

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Norte. En aquel período, prevalecía una nueva atmósfera en dicho ejército; en general, había unidad entre oficiales y soldados, entre ejército y pueblo, y el ejército estaba impregnado de un espíritu revolucionario que lo impulsaba siempre adelante. Se instituyó en el ejército el sistema de representantes del Partido y de departamentos políticos, sistema desconocido en la historia de China, que dio al ejército una fisonomía completamente nueva. Desde su Fundación en 1927, el Ejército Rojo, hoy VIII Ejército, ha heredado y desarrollado este sistema. En el período revolucionario 1924-1927, el ejército, penetrado de este nuevo espíritu político, empleaba, naturalmente, métodos de combate acordes con ese espíritu, esto es, no operaba de manera pasiva y rígida, sino con iniciativa y vigor y lleno de espíritu ofensivo; por eso, salió victorioso de la Expedición al Norte. Es un ejército así el que se necesita hoy en los campos de batalla contra la agresión japonesa. No es forzoso que cuente con millones de hombres; basta con que tenga unos cientos de miles como núcleo para derrotar al imperialismo japonés. Tenernos en gran estima a todos los ejércitos del país por sus heroicos sacrificios desde el comienzo de la Guerra de Resistencia, pero debemos extraer lecciones de las sangrientas batallas que se han dado.

    Bertram : Dada la disciplina del ejército japonés, ¿no resultará ineficaz la política de indulgencia hacia los prisioneros de guerra? Por ejemplo, el mando japonés podría ejecutar, a su regreso, a los prisioneros que ustedes pongan en libertad, y así el ejército japonés en su conjunto no conocería el significado de esa política.

    Mao : Eso es imposible. Cuantos más ejecutara, mayor sería la simpatía de los soldados japoneses hacia el ejército chino. Tales hechos no pueden ocultarse a las masas de soldados japoneses. Nosotros perseveraremos en esta política. No la cambiaremos ni aun en el caso de que el ejército japonés utilice, como ya lo ha declarado abiertamente, gases venenosos contra el VIII Ejército. Continuaremos tratando con indulgencia a los soldados japoneses que hagamos prisioneros y a aquellos suboficiales capturados que hayan combatido contra nosotros bajo coacción; no los humillaremos ni insultaremos sino que los pondremos en libertad después de explicarles la identidad de intereses entre los pueblos de ambos países. Aquellos que no deseen regresar, pueden servir en el VIII Ejército. Y si en el frente de batalla antijaponés se forma una Brigada Internacional, podrán ingresar en ella y empuñar las armas contra el imperialismo japonés.

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CAPITULACIONISMO EN LA GUERRA DE RESISTENCIA

    Bertram : Tengo entendido que el Japón, al tiempo que prosigue la guarra, difunde rumores de paz en Shanghai. ¿Cuáles son sus objetivos reales?

    Mao :  Cumplida cierta etapa en la ejecución de sus planes, el imperialismo japonés va a tender nuevamente la cortina de humo de la paz persiguiendo tres objetivos: 1) consolidar las posiciones ya conquistadas a fin de emplearlas como punto de partida estratégico para ulteriores ofensivas; 2) desintegrar el frente antijapones de China, y 3) desarticular el frente internacional de apoyo a China. Los actuales rumores de paz no son más que las primeras bombas de humo del imperialismo japonés. El peligro reside en que hay en China ciertos elementos vacilantes que están listos a morder el anzuelo del enemigo, y en que, aprovechándose de ello, los colaboracionistas y vendepatrias maniobran entre esos elementos y difunden toda suerte de rumores en el intento de hacer que China capitule ante los agresores japoneses.

    Bertram : Según su apreciación, ¿a qué podría conducir este peligro?

    Mao :  Sólo hay dos perspectivas posibles : o el pueblo chino supera el capitulacionismo, o éste prevalece, caso en el cual se rompería el frente antijaponés y China se hundiría en el caos.

    Bertram : ¿Cuál de las dos es más probable?

    Mao :  El pueblo chino entero exige que la Guerra de Resistencia sea llevada hasta el fin. Si un sector del grupo gobernante de China toma en la práctica el camino de la capitulación, el resto que permanezca firme se le opondrá y proseguirá la resistencia junto con el pueblo. Por supuesto, esto sería una desgracia para el frente antijaponés de China. Sin embargo, estoy seguro de que los capitulacionistas no podrán ganarse a las masas, de que éstas vencerán el capitulacionismo, perseverarán en la guerra y alcanzarán la victoria.

    Bertram : ¿Me permite preguntarle cómo puede superarse el capitulacionismo?

    Mao :  Tanto por la palabra, señalando su peligro, como por la acción organizando a las masas populares para impedir las actividades capituladoras. El capitulacionismo tiene sus raíces en el derrotismo nacional, o pesimismo nacional, según el cual, China, habiendo perdido varias batallas, ya no tiene fuerzas para resistir al Japón. Estos pesimistas no comprenden que el fracaso es madre del éxito, que las

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lecciones sacadas de los fracasos son la base de los futuros triunfos. Ven sólo los reveses y no los éxitos en la Guerra de Resistencia, y más aún, están lejos de percibir que nuestras derrotas contienen ya los elementos de la victoria, mientras las victorias del enemigo entrañan los factores de su derrota. Debemos señalar a las masas las perspectivas de la victoria en la guerra y ayudarles a comprender que nuestros reveses y dificultades son transitorios y que, a condición de luchar sin ceder ni aun ante cien reveses, la victoria final será nuestra. Privados de una base de masas, los capitulacionistas no tendrán terreno para maniobrar, y el frente antijaponés se consolidará.

LA DEMOCRACIA Y LA GUERRA DE RESISTENCIA

    Bertram : ¿Cuál es el significado de "democracia" en el Programa propuesto por el Partido Comunista? ¿No está en pugna con un "gobierno de tiempos de guerra"?

    Mao : En modo alguno. Ya en agosto de 1936, el Partido Comunista lanzó la consigna de "República democrática". Desde el punto de vista político y organizativo, esta consigna significar) El Estado y el gobierno no deben pertenecer a una sola clase, sino que, excluyendo a los colaboracionistas y vendepatrias, han de basarse en la alianza de todas las clases que están por la resistencia, alianza que debe incluir a los obreros, campesinos y otros sectores de la pequeña burguesía. 2) Este gobierno será organizado según el centralismo democrático; siendo a la vez democrático y centralizado, unirá bajo una forma definida dos principios aparentemente contrarios: democracia y centralismo. 3) El gobierno garantizará al pueblo todas las libertades políticas necesarias, especialmente la libertad de organizarse, adiestrarse y armarse para la autodefensa. Considerada en estos tres aspectos, una república democrática de ninguna manera está en pugna con un "gobierno de tiempos de guerra", sino que es precisamente el régimen estatal y el sistema de gobierno favorables a la Guerra de Resistencia.

    Bertram : ¿"Centralismo democrático" no es en sí un término contradictorio?

    Mao :  No sólo debemos fijarnos en el término, sino también ver la realidad. No hay un abismo infranqueable entre democracia y centralismo; los dos son necesarios para China. Por un lado, el

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gobierno que queremos debe representar verdaderamente la voluntad del pueblo, debe contar con la aprobación y el apoyo de las amplias masas de todo el país, y el pueblo debe gozar de una libertad que le permita apoyarlo y tener todas las oportunidades para influir en su política. Este es el significado de la democracia. Por otro lado, se necesita la centralización del poder administrativo ; una vez que las medidas políticas exigidas por el pueblo sean transmitidas, con la aprobación de su cuerpo representativo, al gobierno por él elegido, éste las llevará a cabo, y sin duda podrá hacerlo con toda facilidad siempre que no vaya contra la política adoptada de acuerdo con la voluntad del pueblo. Esto es lo que significa el centralismo. Sólo estableciendo el centralismo democrático puede un gobierno ser realmente fuerte; éste es el sistema que debe adoptar el gobierno de defensa nacional en la Guerra de Resistencia.

    Bertram : Pero esto no corresponde al régimen de gabinete de guerra, ¿verdad?

    Mao : No corresponde a cierto tipo de gabinete de guerra conocido por la historia.

    Bertram : ¿Ha habido alguna vez gabinetes de guerra a los que corresponda?

    Mao :  Sí. Los sistemas de gobierno de tiempos de guerra pueden dividirse generalmente en dos tipos: uno es el centralismo democrático, el otro, el centralismo absoluto, según lo determine la naturaleza de la guerra. Todas las guerras en la historia pueden dividirse, de acuerdo con su naturaleza, en dos categorías: guerras justas y guerras injustas. Por ejemplo, la Guerra Europea que estalló hace más de veinte años fue una guerra injusta, imperialista. Los gobiernos de los países imperialistas de entonces forzaron a los pueblos a combatir por los intereses del imperialismo, yendo así contra los intereses del pueblo; estas circunstancias requerían gobiernos como el de Lloyd George en Inglaterra. Lloyd George reprimió al pueblo inglés, prohibiéndole hablar contra la guerra imperialista y proscribiendo toda organización o reunión que expresara la opinión popular contra la guerra; aunque subsistía el Parlamento, éste era simplemente órgano de un grupo de imperialistas y no servía sino para votar dócilmente el presupuesto de guerra. La ausencia de unidad entre gobierno y pueblo en la guerra da origen a un gobierno de centralismo absoluto, que necesita sólo centralismo y no democracia. Pero, en la historia, también ha habido guerras revolucionarias, como la de Francia, la de Rusia y, actualmente, la de España. En tales guerras, el gobierno no teme la desapro-

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bación del pueblo, porque es éste el que más desea sostener esa clase de guarra; basándose en el apoyo voluntario del pueblo, el gobierno, lejos de temer a éste, se esfuerza por despertarlo y lo orienta a expresar sus puntos de vista, de modo que participe activamente en la guerra. La guerra liberación nacional de China goza de la plena aprobación del pueblo y no puede triunfar sin su participación; por eso, el centralismo democrático se ha convertido en una necesidad. En China, la victoria de la Expedición al Norte de 1926 a 1927 se logró igualmente gracias al centralismo democrático. Se ve así que, cuando los objetivos de una guerra reflejan directamente los intereses del pueblo, cuanto más democrático es el gobierno, más eficazmente puede llevar adelante la guerra. Tal gobierno no tiene razón alguna para temer que el pueblo se oponga a la guerra y, en cambio, lo que debe inquietarlo es que el pueblo vaya a permanecer inactivo o indiferente ante ella. La naturaleza de la guerra determina las relaciones entre el gobierno y el pueblo. Esta es una ley de la historia.

    Bertram : Entonces, ¿qué pasos se preparan ustedes a dar para poner en práctica este nuevo sistema de gobierno?

    Mao : La clave es la cooperación entre el Kuomintang y el Partido Comunista.

    Bertram : ¿Por qué?

    Mao :  Desde hace quince años, la relación entre el Kuomintang y el Partido Comunista ha sido el factor determinante en la situación política de China. La cooperación de los dos partidos de 1924 a 1927 dio como resultado la victoria de la primera revolución. Su ruptura en 1927 engendró la funesta situación de la década pasada. Pero, la responsabilidad de la ruptura no fue nuestra; nosotros estábamos obligados a emprender la resistencia a la opresión del Kuomintang, y persistimos en enarbolar la gloriosa bandera de la liberación de China. Ahora ha llegado una tercera etapa, y con el objeto de resistir al Japón y salvar a la nación, los dos partidos deben cooperar plenamente sobre la base de un programa definido. Gracias a nuestros incesantes esfuerzos, se puede considerar establecido esta cooperación; mas, la cuestión radica en que ambas partes reconozcan un programa común y actúen de acuerdo con el. La institución de un nuevo sistema de gobierno es parte esencial de ese programa.

    Bertram : ¿Cómo puede implantarse el nuevo sistema por medio de la cooperación de los dos partidos?

    Mao : En estos momentos, proponemos la transformación del aparato gubernamental y del sistema que rige en el ejército. Propo-

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nemos que se instaure una asamblea nacional provisional para hacer frente a la crítica situación presente. Los representantes a esta asamblea deberán ser designados, en debida proporción, por los partidos y grupos políticos, los ejércitos, las organizaciones populares y los sectores de la industria y el comercio que están por la resistencia, más o menos como lo planteó el Dr. Sun Yat-sen en 1924. Esta asamblea deberá funcionar como órgano supremo del Poder estatal, determinará la política de salvación nacional, adoptará un programa constitucional y elegirá el gobierno. Estimamos que la Guerra de Resistencia ha llegado a un crítico punto de viraje y que sólo la instauración inmediata de dicha asamblea nacional, investida de autoridad y representativa de la voluntad popular, puede dar una nueva fisonomía política a China y superar la presente crisis. Estamos intercambiando puntos de vista con el Kuomintang acerca de esta proposición, y esperamos obtener su conformidad.

    Bertram : ¿No ha declarado el Gobierno Nacional que suspendería la instauración de la asamblea nacional?

    Mao : Era correcto suspenderla. Lo que ha sido suspendido es la asamblea nacional que el Kuomintang se preparaba a instaurar; a juzgar por las estipulaciones del Kuomintang, esa asamblea no habría tenido el mínimo poder, y el procedimiento para su elección en nada concordaba con la voluntad popular. Al igual que los demás sectores sociales, nosotros desaprobamos esa clase de asamblea nacional. La asamblea nacional provisional que ahora proponemos es radicalmente diferente de la que ha sido suspendida. La instauración de esta asamblea nacional provisional sin duda dará al país un aspecto nuevo y proporcionará el requisito indispensable para la transformación del aparato gubernamental y del ejército y para la movilización del pueblo. De todo esto depende que la Guerra de Resistencia dé o no un viraje favorable.

La situación y las tareas en la guerra de resistencia contra el Japón después  de la caída de Shanghái y Taiyuan[

*]

12 de noviembre de 1937

I. LA SITUACION ACTUAL ES DE TRANSICION

DE UNA RESISTENCIA UNILATERAL

A UNA RESISTENCIA GENERAL

    1. Nosotros apoyamos toda resistencia, aunque sea unilateral, contra la invasión del imperialismo japonés, porque la resistencia unilateral significa un paso adelante respecto a la no resistencia, reviste cierto carácter revolucionario y es una guerra en defensa de la patria.

    2. Sin embargo, como señalamos ya hace tiempo (en la reunión de activistas del Partido celebrada en Yenán en abril de este año, en la Conferencia Nacional del Partido realizada en mayo y en la Resolución[1] adoptada por el Buró Político del Comité Central en agosto), una resistencia unilateral, sostenida sólo por el gobierno y con exclusión de las masas populares, fracasará sin duda alguna. Pues una resistencia de este tipo no es una guerra revolucionaria nacional en su pleno sentido, no es una guerra de masas.

    3. Estamos por una guerra revolucionaria nacional en su pleno sentido para la cual se movilice a todo el pueblo, es decir, una resistencia general. Pues sólo ella constituye una guerra de masas y puede alcanzar el objetivo de defender la patria.

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    * Plan general de un informe hecho en noviembre de 1927 por el camarada Mao Tse-tung en una reunión de activistas del Partido en Yenán. Los oportunistas de derecha en el Partido se opusieron inmediatamente a los puntos de vista contenidos en este plan. Esta desviación derechista no fue superada en lo fundamental sino hasta octubre de 1938, en la VI Sesión Plenaria del Comité Central elegido en el VI Congreso Nacional del Partido.

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