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El gran Mao Tse-Tung (página 16)



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tituye la base de su iniciativa. Pero como su fuerza en lo militar y en otros aspectos es cuantitativamente insuficiente, y como existen muchos otros factores que le son desfavorables, su superioridad se ve reducida por sus propias contradicciones. Esa superioridad ha disminuido aún más, al enfrentarse en China con un vasto territorio, enorme población, gran número de soldados y tenaz resistencia nacional. Por lo tanto, vista en su conjunto, la posición del Japón ha pasado a ser de simple superioridad relativa, y su capacidad para tomar y mantener la iniciativa, que ha quedado así restringida, se ha vuelto también relativa. En cuanto a China, si bien se encuentra estratégicamente en una posición un tanto pasiva a causa de la inferioridad de su fuerza es sin embargo cuantitativamente superior en territorio, población y efectivos militares, y también es superior por la moral combativa y el profundo odio de su pueblo y su ejército hacia el enemigo. Esta superioridad, junto con otros factores favorables, disminuye el grado de su inferioridad militar, económica, etc., y la conviene en una inferioridad estratégica relativa. Y esto también reduce el grado de pasividad de China, de modo que su posición estratégica es sólo de pasividad relativa. Sin embargo, como toda pasividad es desventajosa, hay que esforzarse al máximo para salir de ella. En el terreno militar, la forma de conseguirlo es desplegar resueltamente operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores, desarrollar la guerra de guerrillas en la retaguardia enemiga, y producir así numerosos casos de aplastante superioridad e iniciativa locales en campañas de guerra de movimientos y en la guerra de guerrillas. Por medio de esa superioridad e iniciativa locales, podremos crear gradualmente la superioridad e iniciativa estratégicas y salir de la inferioridad y pasividad estratégicas. Tal es la relación entre la iniciativa y la pasividad, entre la superioridad y la inferioridad.

    81. De lo dicho puede comprenderse también la relación entre la iniciativa o la pasividad y la dirección subjetiva de la guerra. Como se ha expuesto más arriba, podemos salir de nuestra inferioridad y pasividad estratégicas relativas creando, mediante nuestros esfuerzos, muchos casos de superioridad e iniciativa locales, privando así una y otra vez al enemigo de esta superioridad e iniciativa y empujándolo a la inferioridad y la pasividad. La suma de estos éxitos parciales nos dará la superioridad e iniciativa estratégicas y reducirá al enemigo a la inferioridad y pasividad estratégicas. Tal cambio depende de una dirección subjetiva correcta. ¿Por qué? Porque mientras nosotros buscamos la superioridad y la iniciativa, el enemigo hace lo mismo. En

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este sentido, la guerra es una pugna de capacidad subjetiva entre los mandos de los ejércitos contendientes por la superioridad y la iniciativa, sobre la base de condiciones materiales tales como las fuerzas militares y los recursos financieros. De la pugna uno sale vencedor y el otro vencido; además de las condiciones materiales objetivas, el vencedor debe necesariamente su triunfo a una dirección subjetiva correcta, y el vencido debe su derrota a una dirección subjetiva errónea. Admitimos que el fenómeno de la guerra es más inasible y ofrece menos certidumbre que cualquier otro fenómeno social, en otras palabras, que es en mayor grado una cuestión de "probabilidad". Pero la guerra no tiene nada de sobrenatural; no es sino un fenómeno de este mundo, regido por la necesidad. Por eso, sigue siendo una verdad científica el axioma de Sun Tsi: "Conoce a tu adversario y conócete a ti mismo, y podrás librar cien batallas sin correr ningún riesgo de derrota." Los errores surgen de la ignorancia acerca del enemigo y de sí mismo; además, en muchos casos, las características de la guerra hacen imposible tener pleno conocimiento de ambos bandos; de ahí la incertidumbre de la situación y las acciones en la guerra, los errores y derrotas. Pero, sean cuales fueren la situación y las acciones en la guerra, es posible conocer sus aspectos generales y puntos esenciales. Gracias a todo tipo de reconocimientos y, además, a sus deducciones y juicios inteligentes, un jefe puede reducir los errores y ejercer una dirección correcta en líneas generales. Armados de esta "dirección correcta en líneas generales", podemos lograr más victorias y transformar nuestra inferioridad en superioridad y nuestra pasividad en iniciativa. Esta es la relación entre la iniciativa o la pasividad y la dirección subjetiva correcta o incorrecta de la guerra.

    82. La tesis de que una dirección subjetiva incorrecta puede originar el cambio de superioridad en inferioridad y de iniciativa en pasividad, y que una dirección subjetiva correcta puede hacer lo contrario, se hace aún más convincente cuando consideramos los ejemplos históricos de derrotas sufridas por ejércitos numerosos y fuertes, y de victorias alcanzadas por ejércitos reducidos y débiles. Tales ejemplos abundan en la historia de China y de otros países. Ejemplos de China son la batalla de Chengpu entre Tsin y Chu[15]; la de Chengkao entre Chu y Jan; la batalla en que Jan Sin derrotó a las tropas de Chao Sie[16]; la de Kunyang entre Sin y Jan; la de Kuantu entre Yuan Shao y Tsao Tsao; la de Chipi entre Wu y Wei; la de Yiling entre Wu y Shu; la de Feishui entre Chin y Tsin, etc. Entre los ejemplos en la historia de otros países, figuran muchas campañas de Napoleón[17] y la guerra civil en la

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Unión Soviética después de la Revolución de Octubre. En todos estos casos, la victoria fue alcanzada por fuerzas pequeñas sobre grandes y por fuerzas inferiores sobre superiores. En cada caso, la fuerza menor opuso una superioridad e iniciativa locales a la inferioridad y pasividad también locales del enemigo, empezó por derrotar a una parte de sus unidades, luego se volvió contra las restantes, las aplastó una por una y transformó así toda la situación en superioridad e iniciativa. Lo contrario sucedió con el enemigo, que en un principio tenía la superioridad y la iniciativa; debido a sus errores subjetivos y contradicciones internas, perdió por completo su excelente o relativamente buena posición de superioridad e iniciativa, convirtiéndose en general de un ejército vencido o en rey de un reino subyugado. Así puede verse que, si bien la superioridad o inferioridad en la capacidad bélica es la base objetiva que determina la iniciativa o la pasividad, no constituye en sí misma la iniciativa o la pasividad efectivas; sólo mediante una lucha, una pugna entre las capacidades subjetivas, puede surgir la iniciativa o la pasividad efectivas. En la lucha, una dirección subjetiva correcta puede transformar la inferioridad en superioridad y la pasividad en iniciativa, y una dirección subjetiva errónea puede hacer lo contrario. El hecho de que las dinastías gobernantes no hayan podido vencer a los ejércitos revolucionarios, demuestra que la simple superioridad en ciertos aspectos no asegura la iniciativa ni mucho menos la victoria final. El bando que se encuentra en estado de inferioridad y pasividad puede arrebatar la iniciativa y la victoria al bando que tiene la superioridad y la iniciativa, si crea ciertas condiciones mediante una gran actividad subjetiva, de acuerdo con las circunstancias reales.

    83. Las apreciaciones erróneas y la desprevención pueden ocasionar la pérdida de la superioridad y la iniciativa. Por lo tanto, desorientar sistemáticamente al enemigo y atacarlo por sorpresa son dos importantes medios de lograr la superioridad y ganar la iniciativa. ¿Qué significa "apreciaciones erróneas"? "Tomar por soldados enemigos los árboles y matorrales del monte Pakung"[18] es un ejemplo de apreciación errónea. Y "amagar en el Este pero atacar por el Oeste" es una forma de desorientar al enemigo. Cuando contamos con un firme apoyo de las masas, suficiente para evitar la filtración de informaciones, a menudo es posible conseguir eficazmente, con diversas estratagemas, meter al enemigo en un cenagal de juicios y acciones erróneos, de modo que pierda la superioridad y la iniciativa. A esto se refiere precisamente el dicho: "En la guerra jamás hay exceso de

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astucia." ¿Qué significa "desprevención"? Significa falta de preparación. Sin preparación, la superioridad no es real ni puede haber tampoco iniciativa. Comprendiendo esto, una fuerza inferior, pero bien preparada, a menudo puede derrotar a una fuerza superior mediante ataques por sorpresa. Decimos que es fácil golpear a un enemigo en movimiento, precisamente porque entonces no está alerta, o sea, no está preparado. Estos dos procedimientos — desorientar al enemigo y atacarlo por sorpresa — significan transferir al enemigo la incertidumbre de la guerra y procurar para nosotros la mayor certidumbre posible, lo cual nos permite ganar la superioridad y la iniciativa y lograr la victoria. Una excelente organización de las masas es el requisito previo para la consecución de todo esto. Por lo tanto, es de extrema importancia poner en pie a todas las masas populares que se oponen al enemigo y armarlas hasta el último hombre, para que efectúen asaltos por todas partes y, al mismo tiempo, impidan el escape de informaciones y cubran a nuestro ejército, de modo que el enemigo no sepa cuándo ni dónde lo atacaremos y se cree una base objetiva que lo conduzca a apreciaciones erróneas y a la desprevención. Si el Ejército Rojo de China, en el período de la Guerra Revolucionaria Agraria; pudo ganar frecuentemente batallas con fuerzas pequeñas, fue en gran medida porque contaba con masas populares organizadas y armadas. Lógicamente, la guerra nacional debe conquistar un apoyo popular más amplio todavía que la Guerra Revolucionaria Agraria; sin embargo, debido a errores del pasado[19], las masas populares se encuentran desorganizadas, no sólo no pueden ponerse inmediatamente al servicio de la causa, sino que a veces incluso son utilizadas por el enemigo. La movilización decidida y amplia de todo el pueblo es la única forma de obtener inagotables recursos para atender a todas las necesidades de la guerra. Además, desempeñará ciertamente un gran papel en la aplicación de nuestra táctica de derrotar al enemigo desorientándolo y tomándolo desprevenido. No somos el príncipe Siangkung del Estado de Sung y no nos interesa su estúpida ética[20]. A fin de lograr la victoria, debemos hacer cuanto sea posible para taparle ojos y oídos al enemigo, de modo que se vuelva ciego y sordo, así como para crear la mayor confusión posible en la mente de sus mandos, hasta que pierdan completamente el juicio. En todo esto puede verse también la relación entre la iniciativa o la pasividad y la dirección subjetiva de la guerra. Tal dirección subjetiva es indispensable para derrotar al Japón.

    84. En líneas generales, el Japón mantiene la iniciativa en la etapa de su ofensiva en razón de su poderío militar y del aprovechamiento de

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nuestros errores subjetivos, pasados y actuales. Pero su iniciativa ha comenzado a menguar en cierto grado, a causa de las numerosas desventajas que le son inherentes y de los errores subjetivos que él ha cometido también en la guerra (sobre los cuales hablaremos en detalle más adelante), y asimismo a causa de nuestras numerosas ventajas: La derrota del enemigo en Taierchuang y sus dificultades En la provincia de Shansí son clara prueba de ello. El amplio desarrollo de nuestra guerra de guerrillas en la retaguardia del enemigo ha colocado a sus guarniciones del territorio ocupado en una posición completamente pasiva. Aunque el enemigo todavía está a la ofensiva estratégica y mantiene la iniciativa, la perderá cuando cese esta ofensiva. La primera razón por la cual el enemigo no podrá mantener la iniciativa, es que su escasez de tropas le hace imposible sostener la ofensiva indefinidamente. Nuestras operaciones ofensivas en las campañas y nuestra guerra de guerrillas en la retaguardia enemiga, junto con otros factores, constituyen la segunda razón por la cual el enemigo tendrá que detener su ofensiva en cierto límite y no podrá mantener su iniciativa. La existencia de la Unión Soviética y los cambios en la situación internacional constituyen la tercera razón. Así se ve que la iniciativa del enemigo es limitada y puede ser anulada. Si China mantiene firmemente el método de realizar operaciones ofensivas con sus fuerzas regulares en campañas y combates, desarrolla con vigor la guerra de guerrillas en la retaguardia enemiga y moviliza ampliamente a las masas populares En el terreno político, entonces podremos asegurarnos gradualmente una posición de iniciativa estratégica:

    85. Tratemos ahora de la flexibilidad. ¿Qué es la flexibilidad? Es la expresión concreta de la iniciativa en las operaciones militares; es el empleo flexible de las fuerzas armadas. El empleo flexible de las fuerzas armadas es la tarea central, y también la mas difícil, en la conducción de una guerra. Además de tareas tales como la organización y la educación del ejército y del pueblo, la conducción de la guerra consiste en el empleo de las tropas en el combate, y todo ello se hace para lograr la victoria. Ciertamente son difíciles tareas tales como organizar un ejército, pero más difícil aún es emplearlo, en especial cuando se enfrenta a uno más fuerte. Para ello, se requiere tener una alta capacidad subjetiva, vencer la confusión, la oscuridad y la incertidumbre peculiares de la guerra, y descubrir en ellas el orden, la claridad y la certidumbre; sólo así puede conseguirse la flexibilidad en el mando.

    86. El principio fundamental para las operaciones en los campos de batalla de la Guerra de Resistencia consiste en operaciones ofensivas

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de decisión rápida en líneas exteriores. Para ponerlo en práctica, existen diversas tácticas o métodos, tales como dispersión y concentración de las fuerzas; avance divergente y ataque convergente; ataque y defensa; asalto y contención; cerco y movimientos envolventes; avance y retirada. Comprender estas tácticas es fácil, pero no lo es en modo alguno emplearlas y pasar de una a otra con flexibilidad. Aquí hay tres factores clave: momento, lugar y tropas. Ninguna victoria puede lograrse si el momento, el lugar o las tropas no han sido bien elegidos. Por ejemplo, si, al atacar a una fuerza enemiga en movimiento, asestamos el golpe prematuramente, nos pondremos al descubierto y daremos al adversario la oportunidad de prepararse; si lo hacemos demasiado tarde, el enemigo podrá haber concentrado y acampado sus tropas; presentándonos un hueso duro de roer. Esto en cuanto al momento. Si el punto de asalto que escogemos está, por ejemplo, en el ala izquierda del enemigo, que resulta ser justamente su lado débil, será fácil la victoria; pero si el que escogemos está en el ala derecha, podremos darnos contra un muro y no obtener resultado alguno. Esto en cuanto al lugar. Si, para realizar una determinada tarea, es fácil obtener éxito enviando una determinada unidad de nuestras fuerzas, será difícil lograr resultados empleando otra unidad. Esto en cuanto a las tropas. No sólo tenemos que saber cómo emplear las tácticas, sino también cómo pasar de una a otra. Para un mando flexible es tarea importante cambiar de táctica oportuna y apropiadamente según las condiciones de las tropas y del terreno, tanto las del enemigo como las nuestras; pasando del ataque a la defensa o de la defensa al ataque, del avance a la retirada o de la retirada al avance, transformando las unidades de contención en unidades de asalto o las de asalto en las de contención, pasando del cerco a los movimientos envolventes o de los movimientos envolventes al cerco, etc. Esto rige tanto para el mando de los combates como para el de las campañas y el estratégico.

    87. Los antiguos decían: "La habilidad para emplear la táctica reside en la mente." Esta "habilidad", que nosotros llamamos flexibilidad, es la aportación del comandante inteligente. Flexibilidad no significa temeridad, la cual debe ser rechazada. La flexibilidad es la capacidad de un comandante inteligente para adoptar medidas oportunas y adecuadas según las condiciones objetivas después de "juzgar el momento y la situación" (por situación se entiende la del enemigo y la nuestra, la naturaleza del terreno, etc.); esta flexibilidad es la "habilidad para emplear la táctica". Valiéndonos de esta habilidad, podemos obtener más victorias en las operaciones ofensivas de deci-

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sión rápida en líneas exteriores, cambiar a nuestro favor la correlación de fuerzas, ganar la iniciativa sobre el enemigo, abrumarlo y destruirlo, de modo que la victoria final sea nuestra.

    88. Pasemos ahora al problema de la planificación. Debido a la incertidumbre propia de la guerra, es mucho más difícil trazar planes para ésta que para otras actividades. Sin embargo, como "la preparación asegura el éxito y su ausencia significa el fracaso", no se puede ganar una guerra sin previa planificación ni preparativos. En la guerra no hay una certidumbre absoluta, pero esto no excluye cierto grado de certidumbre relativa. Tenemos un conocimiento relativamente exacto de nuestra propia situación. En cuanto a la del enemigo, aunque para nosotros es muy incierta, existen, sin embargo, signos que podemos captar, hilos que seguir y una sucesión de fenómenos en los que meditar. Esto constituye lo que llamamos cierto grado de certidumbre relativa, que proporciona una base objetiva para la planificación en la guerra. Los adelantos de la técnica moderna (telégrafo, radio, aviones, vehículos motorizados, ferrocarriles, barcos de vapor, etc.) han aumentado la posibilidad de esa planificación. No obstante, como en la guerra hay sólo una certidumbre muy limitada y pasajera, es difícil que la planificación sea compleja y estable. El plan cambia con el movimiento (curso o desarrollo) de la guerra, y el alcance de sus modificaciones varía según la escala de las operaciones. Los planes tácticos, tales como planes de ataque o defensa de pequeñas agrupaciones o unidades, frecuentemente deben ser modificados varias veces al día. El plan de una campaña, esto es, un plan de acción para grandes agrupaciones, puede durar por lo general hasta la conclusión de la campaña, en el curso de la cual, sin embargo, a menudo es modificado parcialmente, y en ocasiones, totalmente. Un plan estratégico, basado en la situación general de ambos bandos beligerantes, es más estable aún, pero también es aplicable sólo en una determinada etapa estratégica y tiene que ser modificado al pasar la guerra a una nueva etapa. La elaboración y modificación de los planes tácticos, de campañas y estratégicos de acuerdo con su respectivo alcance y según las circunstancias, es el factor clave en la conducción de la guerra; constituye asimismo la expresión concreta de la flexibilidad en las operaciones militares, en otras palabras, es la habilidad para emplear la táctica. A esto deben prestar atención los mandos de todo nivel en la Guerra de Resistencia contra el Japón.

    89. Basándose en la movilidad de la guerra, algunas personas niegan categóricamente la estabilidad relativa de los planes u orien-

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taciones para la guerra, y los consideran "mecánicos". Esta opinión es errónea. Como ya hemos dicho más arriba, reconocemos plenamente que, dado que la guerra sólo presenta una certidumbre relativa y transcurre (se mueve o se desarrolla) rápidamente, los planes u orientaciones para ella sólo pueden ser relativamente estables, y tienen que ser reemplazados o revisados a tiempo, de acuerdo con el cambio de las circunstancias y el curso de la guerra; de lo contrario, nos convertiríamos en mecanicistas. No obstante, en modo alguno se puede negar la estabilidad relativa, dentro de un período determinado, de los planes u orientaciones para la guerra. Negar este punto significa negarlo todo, incluso la propia guerra, y a sí mismo. Como las circunstancias y acciones en la guerra son relativamente estables, debe darse también una estabilidad relativa a los planes u orientaciones, que están condicionados por ellas. Por ejemplo, como las circunstancias de la guerra en el Norte de China y las operaciones dispersas del VIII Ejército tienen un carácter estable dentro de una determinada etapa, en ésta es de todo punto necesario dar una relativa estabilidad a la línea estratégica del VIII Ejército: "Tomar la guerra de guerrillas como lo fundamental, pero no perder oportunidad alguna para realizar la guerra de movimientos cuando las condiciones sean favorables." La orientación para una campaña es aplicable en un período más corto que una orientación estratégica, y la orientación táctica es aplicable en un lapso más breve aún, pero todas ellas son estables durante un determinado tiempo. Negar esto es no saber por dónde empezar en materia de guerra, es convertirse en un relativista de la guerra carente de criterio, para quien un procedimiento es tan erróneo o tan justo como cualquier otro. Nadie niega que incluso una orientación válida para un período dado también está sujeta a variaciones; de no ser variable, jamás se abandonaría en favor de otra. Pero esta variabilidad tiene sus límites, es decir, no rebasa el marco de las diversas operaciones militares en que se aplica esa orientación, y no afecta a su esencia misma; en otras palabras, la variabilidad es cuantitativa y no cualitativa. Dentro de un período determinado, esta esencia no es en modo alguno variable, y esto es lo que queremos decir al hablar de la estabilidad relativa dentro de un período determinado. En el gran río de la guerra como un todo, donde la movilidad es absoluta, cada uno de sus tramos es relativamente estable. Este es nuestro punto de vista en lo que respecta a la esencia de los planes u orientaciones para la guerra.

    90. Luego de haber tratado de la guerra defensiva prolongada en líneas interiores en el plano estratégico y de las operaciones ofen-

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sivas de decisión rápida en líneas exteriores en campañas y combates, así como de la iniciativa, flexibilidad y planificación, podemos hacer ahora un breve resumen. La Guerra de Resistencia contra el Japón debe tener su plan. Los planes de operaciones, que son la aplicación concreta de la estrategia y la táctica, tienen que ser flexibles, de modo que puedan adaptarse a las circunstancias de la guerra. Debemos esforzarnos siempre por transformar nuestra inferioridad en superioridad y nuestra pasividad en iniciativa, a fin de que la correlación de fuerzas cambie a nuestro favor. Todo esto halla su expresión en las operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores en campañas y combates, así como en la guerra defensiva prolongada en líneas interiores en el plano estratégico.

GUERRA DE MOVIMIENTOS, GUERRA DE GUERRILLAS

Y GUERRA DE POSICIONES

    91. Toda guerra consistente en campañas y combates ofensivos de decisión rápida en líneas exteriores dentro de una guerra defensiva prolongada en líneas interiores en el plano estratégico, toma necesariamente la forma de guerra de movimientos. Esta es una forma de guerra en que los ejércitos regulares efectúan campañas o combates ofensivos de decisión rápida en líneas exteriores a lo largo de amplios frentes y en vastas zonas de guerra. Al mismo tiempo, comprende la "defensa móvil", que se aplica en caso de necesidad para facilitar tales operaciones ofensivas, así como el ataque y la defensa de posiciones, los cuales desempeñan un papel auxiliar. Las características de la guerra de movimientos son: ejércitos regulares, superioridad de fuerzas en campañas y combates, carácter ofensivo y movilidad.

    92. China posee un vasto territorio y un inmenso número de soldados, pero sus tropas no tienen adecuadas condiciones técnicas ni están suficientemente adiestradas, mientras que las fuerzas del enemigo son insuficientes en número, pero sus condiciones técnicas y su adiestramiento son mejores. En estas circunstancias, no cabe duda de que debemos adoptar las operaciones ofensivas móviles como forma principal y complementarlas con otras formas, organizando así toda una guerra de movimientos. A este respecto, debemos oponernos a la tendencia a la huida, caracterizada por "retirarse siempre sin

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avanzar jamás", y al mismo tiempo, a la temeridad desesperada, consistente en "avanzar siempre sin retirarse jamás".

    93. Una de las características de la guerra de movimientos es su movilidad, que no sólo permite sino exige que un ejército de campaña avance o se retire a grandes zancadas. Pero eso no tiene nada de común con la huida tipo Jan Fu-ch¸[21]. La exigencia básica de la guerra es destruir las fuerzas enemigas, y la otra exigencia es conservar las propias. La conservación de las fuerzas propias tiene por objetivo destruir las del enemigo, y la destrucción de éstas es, a su vez, el medio más eficaz de conservar las propias. Por consiguiente, la guerra de movimientos jamás puede ser pretexto para gentes como Jan Fu-ch¸; nunca significará moverse sólo hacia atrás y jamás hacia adelante, pues esta clase de "movimiento", que niega el carácter ofensivo, carácter básico de la guerra de movimientos, en la práctica haría que China "se moviera" hasta desaparecer, por muy vasto que sea su territorio.

    94. Pero también es incorrecto el otro punto de vista, que llamamos temeridad desesperada y que se caracteriza por avanzar siempre sin retirarse jamás. Abogamos por la guerra de movimientos, consistente en campañas y combates ofensivos de decisión rápida en líneas exteriores. Este tipo de guerra comprende la guerra de posiciones, que desempeña un papel auxiliar, y también la "defensa móvil" y la retirada, sin las cuales la guerra de movimientos no puede ser realizada a plenitud. La temeridad desesperada es miopía militar, nacida a menudo del temor a perder territorio. Quien actúa con temeridad desesperada no sabe que uno de los rasgos característicos de la guerra de movimientos es la movilidad, que no sólo permite sino exige que un ejército de campaña avance o retroceda a grandes zancadas. En el aspecto positivo; a fin de arrastrar al enemigo a una lucha desfavorable para él y favorable para nosotros, suele ser necesario que éste se encuentre en movimiento y que contemos con una serie de ventajas, tales como terreno favorable, vulnerabilidad del enemigo, población local que pueda impedir la filtración de informaciones, fatiga y desprevención del adversario, etc. Esto exige que el enemigo avance y que nosotros no reparemos en la pérdida temporal de una parte de nuestro territorio, pues esa pérdida temporal es el precio que se paga por la conservación permanente de todo el territorio y la recuperación del territorio perdido. En el aspecto negativo, cada vez que nos vemos empujados a una posición desfavorable que pone seriamente en peligro la conservación de nuestras fuerzas, debemos tener el valor de retroceder a fin de conservarla y volver a golpear al enemigo cuando se

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presenten nuevas oportunidades. Los que abogan por acciones temerarias y desesperadas ignoran este principio y disputan una ciudad o un trozo de terreno incluso cuando la situación es obvia y definitivamente desfavorable, y como resultado, no sólo pierden el territorio o la ciudad, sino que tampoco pueden conservar sus fuerzas. Siempre hemos preconizado la política de "atraer al enemigo para que penetre profundamente", porque ésta es precisamente la política militar más eficaz que puede emplear un ejército débil, estratégicamente a la defensiva, contra uno fuerte.

    95. Entre las formas de operaciones militares en la Guerra de Resistencia contra el Japón, la guerra de movimientos ocupa el primer lugar y la guerra de guerrillas, el segundo. Cuando decimos que en todo el conflicto bélico la guerra de movimientos es lo principal y la de guerrillas lo auxiliar, queremos decir que el desenlace de la guerra depende, en lo esencial, de la guerra regular, especialmente en su forma de guerra de movimientos, y que la guerra de guerrillas no puede asumir la responsabilidad principal de decidirlo. Sin embargo, esto no significa que la guerra de guerrillas no desempeñe un papel estratégico importante en la Guerra de Resistencia. Su papel estratégico en la Guerra de Resistencia tomada en su conjunto es inferior sólo al de la guerra de movimientos, pues sin su ayuda es imposible derrotar al enemigo. Al decir esto, tenemos ya en cuenta la tarea estratégica de desarrollar la guerra de guerrillas hasta convertirla en guerra de movimientos. En el curso del largo y cruel conflicto bélico, la guerra de guerrillas no permanecerá invariable, sino que alcanzará un nivel superior, transformándose en guerra de movimientos. De este modo, su papel estratégico es doble: apoyar la guerra regular y transformarse ella misma en guerra regular. Mucho menos puede subestimarse el papel estratégico de la guerra de guerrillas en la Guerra de Resistencia de China contra el Japón si se tiene en cuenta su extensión y duración sin precedentes. Por consiguiente, en China la guerra de guerrillas no sólo plantea problemas tácticos, sino también problemas estratégicos específicos. Esto lo he analizado ya en "Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas contra el Japón". Como se ha señalado anteriormente, las formas de operaciones militares en las tres etapas estratégicas de la Guerra de Resistencia contra el Japón son las siguientes: En la primera etapa, la guerra de movimientos es la forma principal, en tanto que la de guerrillas y la de posiciones son auxiliares. En la segunda, la guerra de guerrillas pasará a ocupar el primer lugar y será complementada por la de movimientos y la de

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posiciones. En la tercera, la guerra de movimientos volverá a ser la forma principal y será complementada por la de posiciones y la de guerrillas. Pero la guerra de movimientos en la tercera etapa no será efectuada exclusivamente por las fuerzas regulares iniciales; una parte de ella, probablemente de bastante importancia, será realizada por las antiguas fuerzas guerrilleras, que para entonces habrán pasado de la guerra de guerrillas a la de movimientos. Consideradas las tres etapas de la Guerra de Resistencia de China contra el Japón, la guerra de guerrillas es ciertamente indispensable, y está llamada a representar un drama grandioso sin paralelo en la historia de las guerras de la humanidad. Por tal razón, es absolutamente necesario tomar, de entre los millones de hombres de las tropas regulares de China, por lo menos algunos centenares de miles de combatientes y dispersarlos por todas las zonas que el enemigo ocupa, para que movilicen y organicen fuerzas armadas populares y, junto con ellas, emprendan una guerra de guerrillas. Las fuerzas regulares designadas para ello deben tomar sobre sí conscientemente esta sagrada misión, y no pensar que han sido rebajadas porque participen en un número menor de grandes batallas y no puedan aparecer por el momento como héroes nacionales. Tales ideas son erróneas. La guerra de guerrillas no produce resultados tan rápidos ni da tanto renombre como la guerra regular, pero igual que "en el viaje largo se conoce la fuerza del caballo, y en la larga prueba, el corazón del hombre", en el curso de esta guerra larga y cruenta, la guerra de guerrillas demostrará su inmenso poderío; no es, en verdad, una empresa ordinaria. Además, un ejército regular puede, dispersando sus fuerzas, realizar la guerra de guerrillas, y concentrándolas, la guerra de movimientos; así lo ha venido haciendo el VIII Ejército, cuya línea estratégica es: "Tomar la guerra de guerrillas como lo fundamental, pero no perder oportunidad alguna para realizar la guerra de movimientos cuando las condiciones sean favorables." Esta línea es perfectamente correcta, en tanto que las opiniones opuestas son erróneas.

    96. Dadas sus actuales condiciones técnicas, China no puede, en general, practicar una guerra de posiciones, sea defensiva u ofensiva, y es ahí donde se manifiesta nuestra debilidad. Más aún, el enemigo también puede explotar la vastedad de nuestro territorio para esquivar nuestras posiciones fortificadas. De ahí que la guerra de posiciones no pueda emplearse como un medio importante y, menos aún, como el principal. Pero en la primera y segunda etapas de la guerra, es posible y necesario, dentro de los límites de la guerra de

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movimientos, recurrir en el plano local a la guerra de posiciones, como medio auxiliar en las campañas. La "defensa móvil", con carácter de semiposiciones, encaminada a resistir al enemigo escalonadamente para desgastar sus fuerzas y ganar. tiempo, constituye con mayor motivo una parte indispensable de la guerra de movimientos. China debe hacer todo lo posible para aumentar el número de armas modernas, de modo que esté plenamente en condiciones de efectuar ataques contra las posiciones enemigas en la etapa de contraofensiva estratégica. En esta etapa. la guerra de posiciones tendrá sin duda mayor importancia, pues entonces el enemigo se aferrará a sus posiciones, y a menos que lancemos contra ellas potentes ataques para apoyar la guerra de movimientos, no podremos alcanzar nuestro objetivo de recuperar el territorio perdido. No obstante, en la tercera etapa, también debemos esforzarnos por hacer de la guerra de movimientos la forma principal. Pues en una guerra de posiciones como la que se dio en Europa occidental en la segunda mitad de la Primera Guerra Mundial, el arte de dirigir la guerra y el papel activo del hombre quedan en gran medida anulados. Por lo tanto, en las condiciones de China, que cuenta con vastas extensiones para desarrollar la guerra y que permanecerá, durante un tiempo bastante largo, pobremente equipada desde el punto de vista técnico, resulta natural "sacar la guerra de las trincheras". Incluso en la tercera etapa, si bien China estará en mejores condiciones técnicas, difícilmente podrá superar a su enemigo en ese sentido, y por eso, se verá obligada todavía a esforzarse por desplegar una guerra de movimientos de gran movilidad, sin la cual no podrá alcanzar la victoria final. Así, en ninguna de las etapas de la Guerra de Resistencia contra el Japón; China adoptará la guerra de posiciones como la forma principal; las formas principales o importantes son la guerra de movimientos y la de guerrillas. Estas formas de guerra permitirán desarrollar plenamente el arte de dirigir la guerra y el papel activo del hombre, lo que será una dicha en medio de nuestro infortunio.

GUERRA DE DESGASTE Y GUERRA DE

ANIQUILAMIENTO

    97. Como hemos dicho antes, la esencia de la guerra, su objetivo, consiste en conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo.

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Para alcanzar este objetivo existen tres formas de guerra: guerra de movimientos, de posiciones y de guerrillas. Como estas formas no dan los mismos resultados generalmente se hace distinción entre guerra de desgaste y guerra de aniquilamiento.

    98. Para empezar, podemos afirmar que la Guerra de Resistencia contra el Japón es a la vez guerra de desgaste y de aniquilamiento. ¿Por qué? Porque la fortaleza del enemigo sigue operando, y subsisten su superioridad e iniciativa estratégicas; por lo tanto, no podremos debilitarlo eficaz y rápidamente, ni acabar con su superioridad e iniciativa, a menos que realicemos campañas y combates de aniquilamiento. Nosotros seguimos siendo débiles y todavía no hemos salido de la inferioridad y pasividad estratégicas; por eso, sin campañas y combates de aniquilamiento no podremos ganar tiempo para mejorar nuestras condiciones internas e internacionales y modificar nuestra posición desfavorable. Así, las campañas de aniquilamiento son el medio para lograr el objetivo de desgaste estratégico. En este sentido, la guerra de aniquilamiento es una guerra de desgaste. Para poder sostener una guerra prolongada el método principal que emplea China es desgastar al enemigo aniquilando sus fuerzas.

    99. Pero el objetivo de desgaste estratégico puede alcanzarse también a través de campañas de desgaste. En términos generales, la guerra de movimientos cumple la tarea de aniquilamiento, la guerra de posiciones, la de desgaste, y la guerra de guerrillas, ambas tareas al mismo tiempo; así, las tres formas de guerra se diferencian entre sí. En este sentido, la guerra de aniquilamiento es diferente a la de desgaste. Las campañas de desgaste son auxiliares, pero también necesarias para la guerra prolongada.

    100. Tanto desde el punto de vista de la teoría, como del de la necesidad práctica, China para lograr el objetivo estratégico de desgastar en gran medida las fuerzas del enemigo, debe explotar, en la etapa de defensiva, no sólo la función de aniquilamiento que desempeña primordialmente la guerra de movimientos y parcialmente la de guerrillas, sino también, en forma complementaria, la función de desgaste que desempeña primordialmente la guerra de posiciones y parcialmente la de guerrillas. En la etapa de equilibrio, debemos continuar aprovechando las funciones de aniquilamiento y desgaste que cumplen la guerra de guerrillas y la de movimientos, para seguir desgastando considerablemente las fuerzas enemigas. Todo ello está destinado a prolongar la guerra cambiar gradualmente la correlación de fuerzas y preparar las condiciones para nuestra contraofensiva.

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Durante la contraofensiva estratégica, debemos continuar desgastando al enemigo mediante el aniquilamiento, para expulsarlo definitivamente del país.

    101. Pero, en realidad, lo ocurrido en los últimos diez meses fue que muchas e incluso la mayoría de las campañas de guerra de movimientos se convirtieron en campañas de guerra de desgaste, y que la guerra de guerrillas, en ciertas zonas, no cumplió debidamente su función de aniquilamiento. Lo positivo de esta situación consiste en que, de todas maneras, hemos desgastado las fuerzas enemigas, lo cual tiene importancia para la guerra prolongada y para la victoria final, de modo que no hemos derramado en vano nuestra sangre. Pero lo negativo es que, primero, no hemos desgastado suficientemente al enemigo, y segundo, nuestras pérdidas han sido más bien grandes y lo capturado más bien escaso. Desde luego, hay que reconocer la causa objetiva de esta situación, o sea, la disparidad entre el enemigo y nosotros en cuanto a condiciones técnicas y adiestramiento de las tropas; pero, de cualquier modo, es necesario teórica y prácticamente instar a nuestras tropas regulares a que den batallas de aniquilamiento cada vez que las circunstancias sean favorables. En cuanto a las guerrillas, aunque tienen que librar batallas de simple desgaste al cumplir muchas tareas concretas como el sabotaje y el hostigamiento, es necesario que promuevan y lleven a cabo con vigor campañas y combates de aniquilamiento siempre que las circunstancias sean favorables, a fin de desgastar en gran medida las fuerzas del enemigo y, a la vez, reforzar considerablemente las nuestras.

    102. Lo que llamamos "operaciones ofensivas", "decisión rápida" y "líneas exteriores" en la expresión "operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores", igual que "movimiento" en la expresión "guerra de movimientos", se refiere principalmente, en cuanto a la forma de operaciones, al empleo de la táctica de cerco y de movimientos envolventes; de ahí la necesidad de concentrar fuerzas superiores. La concentración de las fuerzas y el empleo de la táctica de cerco y de movimientos envolventes son, por lo tanto, los requisitos indispensables para realizar la guerra de movimientos, esto es, las operaciones ofensivas de decisión rápida en líneas exteriores. Y todo ello está destinado a aniquilar al enemigo.

    103. La ventaja del ejército japonés no reside sólo en su armamento, sino también en el adiestramiento de sus oficiales y soldados: grado de organización, confianza en sí mismos derivada del hecho de no haber sido jamás derrotados, creencia supersticiosa en el Mikado

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y en seres sobrenaturales, arrogancia, desprecio por los chinos y otras características semejantes. Todo esto es resultado de largos años de adoctrinamiento de las tropas en el espíritu samurai por los militaristas japoneses, y de las costumbres nacionales del Japón. Esta es la razón principal por la cual hemos hecho muy pocos prisioneros, aunque hemos dado muerte o herido a gran número de soldados enemigos. Este es un punto que mucha gente ha subestimado en el pasado. Hace falta un largo proceso para eliminar estas características del enemigo: Ante todo, debemos prestar seria atención al problema y luego, trabajar para este fin paciente y sistemáticamente en el terreno político, en la propaganda para el extranjero y en relación al movimiento popular del Japón. Otro método para lograr este objetivo es, en lo militar, la guerra de aniquilamiento. En estas características del enemigo los pesimistas pueden encontrar una base para la teoría de la subyugación nacional, y los militares de mentalidad pasiva, una base para oponerse a la guerra de aniquilamiento. Nosotros, por el contrario, sostenemos que esos puntos fuertes del ejército japonés pueden ser destruidos, y ya han empezado a serlo. El método principal para destruirlos es ganarnos políticamente a los soldados japoneses. En lugar de herir su orgullo, debemos comprenderlo y canalizarlo en la dirección debida, y tratando con indulgencia a los prisioneros de guerra, hacer ver a los soldados japoneses el carácter antipopular de la política de agresión de los gobernantes del Japón. Por otra parte, debemos demostrar a los soldados japoneses el indomable espíritu y la heroica y tenaz capacidad combativa del ejército y el pueblo chinos, golpeándolos en batallas de aniquilamiento. Nuestra experiencia en los últimos diez meses de operaciones militares demuestra que es posible aniquilar las fuerzas enemigas; testimonio palmario de ello son las campañas de Pingsingkuan y de Taierchuang. La moral del ejército japonés ha comenzado a vacilar; sus soldados no entienden el objetivo de la guerra, se hallan rodeados por las tropas y el pueblo de China, y manifiestan en los asaltos mucho menos valor que los soldados chinos. Todos éstos son; entre otros, factores objetivos favorables a nuestras batallas de aniquilamiento, los que se desarrollarán cada día a medida que se prolongue la guerra. Al abatir la arrogancia del ejército enemigo, las operaciones de aniquilamiento constituyen una de las condiciones que permiten abreviar la duración de la guerra y acelerar la emancipación de los soldados y el pueblo japoneses. Los gatos traban amistad solamente con los gatos, y jamás con los ratones.

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    104. Por otra parte, hay que admitir que por ahora somos inferiores al enemigo en condiciones técnicas y adiestramiento militar. Por eso, en muchas operaciones, sobre todo en las llanuras, es difícil lograr la máxima eficacia de aniquilamiento, como la captura del total o de la mayor parte de las fuerzas enemigas. Son equivocadas las exigencias desmedidas que en este sentido hacen los partidarios de la teoría de la victoria rápida. La exigencia correcta en la Guerra de Resistencia debe ser: dar batallas de aniquilamiento siempre que sea posible. En todas las circunstancias favorables, debemos concentrar fuerzas superiores en cada batalla y emplear la táctica de cerco y de movimientos envolventes — cercar una parte, si no es posible el total, de las fuerzas enemigas, capturar una parte, si no se puede el total, de las fuerzas cercadas, y si esto tampoco es posible, causar fuertes pérdidas a las fuerzas cercadas –; en todas las circunstancias desfavorables para las operaciones de aniquilamiento, debemos efectuar batallas de desgaste. En el primer caso, hay que aplicar el principio de concentrar las fuerzas, y en el segundo, el de dispersarlas. En cuanto a las relaciones de mando en una campaña, se debe aplicar, en el primer caso, el principio de la centralización del mando, y en el segundo, el de la descentralización. Estos son los principios básicos para las operaciones en el tiempo de batalla de la Guerra de Resistencia contra el Japón.

POSIBILIDADES DE EXPLOTAR LOS ERRORES

DEL ENEMIGO

    105. En el mismo mando enemigo puede encontrarse también una base para nuestra victoria. La historia no ha conocido jamás un general infalible, y así como nosotros mismos difícilmente podemos evitar los errores, el enemigo también los comete; por eso existe la posibilidad de explotarlos. En lo que respecta a la estrategia y a las campañas, el enemigo ha cometido muchos errores en los diez meses de su guerra de agresión. Entre ellos, hay cinco de importancia.

    En primer lugar, el aumento paulatino de sus fuerzas. Esto se debe a que subestima a China, y también a que no posee suficientes tropas. El enemigo siempre nos ha menospreciado. Después de apoderarse con poco esfuerzo de las cuatro provincias del Nor-

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deste, ocupó el Este de Jopei y el Norte de Chajar. Todo esto lo hizo a modo de reconocimiento estratégico. La conclusión que extrajo fue que la nación china era un montón de arena suelta. De este modo, pensando que China se derrumbada de un solo golpe, elaboró un plan de "decisión rápida", y con una fuerza muy pequeña trató de hacernos huir despavoridos. No esperaba encontrarse con una unidad tan grande ni un poder de resistencia tan inmenso como los que China ha demostrado en los últimos diez meses, pues no tuvo presente que China se encuentra ya en una época de progreso y cuenta con un partido político, un ejército y un pueblo avanzados. Como sufría reveses, comenzó a aumentar poco a poco sus fuerzas, desde algo más de diez divisiones hasta treinta. Si quiere continuar su avance, tendrá que aumentarlas más aún. Pero, debido a su antagonismo con la Unión Soviética, así como a la escasez de recursos humanos y financieros que le es inherente, existe inevitablemente un límite para el número máximo de hombres que puede lanzar al combate y para el alcance máximo de su ofensiva.

    En segundo lugar, la falta de una dirección principal de ataque. Antes de la campaña de Taierchuang, el enemigo tenía divididas sus fuerzas más o menos por igual entre el Centro y el Norte de China. Esta división de fuerzas también se observaba en cada una de dichas zonas. En el Norte de China, por ejemplo, repartió sus fuerzas en forma pareja entre las tres líneas férreas Tientsín-Pukou, Peiping-Jankou y Tatung-Puchou, y así, después de sufrir ciertas bajas a lo largo de cada una de estas líneas y dejar algunas guarniciones en los lugares ocupados, no le quedaron fuerzas suficientes para nuevos avances. Luego de la derrota en Taierchuang, el enemigo resumió las lecciones aprendidas, concentró el grueso de sus fuerzas en la dirección de S¸chou y corrigió así temporalmente este error.

    En tercer lugar, la ausencia de coordinación estratégica. En general, había coordinación dentro de cada uno de los dos grupos de fuerzas enemigas en el Centro y el Norte de China, pero existía una notoria falta de coordinación entre ambos. Mientras sus fuerzas del sector sur del ferrocarril Tientsín-Pukou atacaban Siaopengpu, las del sector norte permanecieron inmóviles, y mientras éstas atacaban Taierchuang, aquéllas no actuaron. Tras los reveses del enemigo en ambos lugares, llegó en gira de inspección

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el ministro de la Guerra del Japón, y el jefe del Estado Mayor General acudió a asumir el mando; por el momento se ha establecido, al parecer, cierta coordinación. La clase terrateniente, la burguesía y los militaristas del Japón tienen serias contradicciones, tanto internas como entre sí, que se están agravando, y la ausencia de coordinación militar es una de las manifestaciones concretas de este hecho.

    En cuarto lugar, el desaprovechamiento de oportunidades estratégicas. Esto se manifestó con claridad en la detención del enemigo después de la ocupación de Nankín y Taiyuán, error que se debió esencialmente a su escasez de tropas y a su consiguiente falta de fuerzas para la persecución estratégica.

    En quinto lugar, el cerco de muchas fuerzas pero aniquilamiento de pocas. Antes de la campaña de Taierchuang en las campañas de Shanghai, Nankín, Tsangchou, Paoting, Nankou, Sinkou y Linfen, fueron derrotadas muchas tropas chinas, pero se hicieron pocos prisioneros, lo que demuestra la estupidez del mando enemigo.

Estos cinco errores — aumento paulatino de sus fuerzas, falta de una dirección principal de ataque, ausencia de coordinación estratégica, desaprovechamiento de oportunidades y cerco de muchas fuerzas pero aniquilamiento de pocas — señalan la incompetencia del mando japonés antes de la campaña de Taierchuang. Si bien desde entonces el enemigo ha hecho algunas rectificaciones, le será imposible evitar la repetición de sus errores a juzgar por su escasez de tropas sus contradicciones internas y otros factores similares. Más aún, lo que gana en un punto, lo pierde en otro. Por ejemplo, cuando concentró sus fuerzas del Norte de China en S¸chou, dejó grandes claros en el territorio ocupado del Norte, lo que nos dio la oportunidad de desarrollar ampliamente la guerra de guerrillas. Estos fueron errores cometidos por el enemigo mismo, y no inducidos por nosotros. Por nuestra parte, podemos hacer deliberadamente que el enemigo cometa errores, es decir, desorientarlo y atraerlo adonde nos convenga por medio de acciones inteligentes y eficaces al amparo de una población local bien organizada, por ejemplo, "amagar en el Este pero atacar por el Oeste". Esta posibilidad ya ha sido analizada anteriormente. Todo ello indica que en el mando enemigo también podemos encontrar una base para nuestra victoria. Por supuesto, no debemos considerar esta posibilidad como una base importante para nuestros planes estratégicos; por el

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contrario, es más seguro fundar nuestros planes en el supuesto de que el enemigo cometerá pocos errores. Además, al igual que nosotros explotamos los errores del enemigo, éste puede explotar los nuestros, por lo cual, es deber de nuestro mando dejarle el mínimo de oportunidades para hacerlo. Sin embargo, como de hecho el mando enemigo ha cometido errores, los cometerá nuevamente en el futuro y puede ser inducido a cometerlos mediante nuestros esfuerzos, siempre habrá errores que explotar. Nuestros generales en la Guerra de Resistencia deben hacer todo lo posible para aprovecharlos. Aunque el mando estratégico y de campañas del enemigo es incompetente en muchos aspectos, existen no pocos puntos excelentes en su mando de combates, esto es, en su táctica de combate de unidades y pequeñas agrupaciones; en este aspecto debemos aprender de él.

BATALLAS DECISIVAS EN LA GUERRA DE

RESISTENCIA CONTRA EL JAPON

    106. El problema de las batallas decisivas en la Guerra de Resistencia contra el Japón debe ser tratado en tres formas diferentes: buscar resueltamente una acción decisiva en toda campaña o combate en que estemos seguros de la victoria; evitar una acción decisiva en toda campaña o combate en que la victoria sea incierta, y eludir de manera absoluta toda batalla estratégicamente decisiva en la cual esté en juego el destino de la nación. Las características que distinguen a la Guerra de Resistencia contra el Japón de muchas otras guerras, se revelan también en este problema de las batallas decisivas. En la primera y segunda etapas de la guerra, cuando el enemigo es fuerte y nosotros débiles, el propósito del adversario es hacer que concentremos el grueso de nuestras fuerzas para una batalla decisiva. Nosotros buscamos justamente lo contrario: elegir condiciones favorables, concentrar fuerzas superiores y entablar campañas o combates decisivos sólo cuando estemos seguros de la victoria, como en la campaña de Pingsingkuan la de Taierchuang y otras muchas, y evitar batallas decisivas en condiciones desfavorables, cuando no tengamos seguridad de la victoria, política ésta que adoptamos en la campaña de Changte y otras. En cuanto a una batalla estratégicamente decisiva en que esté en juego el destino de la nación, simplemente no la emprenderemos, ejemplo de lo cual es nuestra reciente retirada de S¸chou. Así frus-

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tramos el plan del enemigo para una "decisión rápida", y éste se verá obligado a sostener una guerra prolongada. Tales principios son impracticables en un país con un territorio pequeño y difíciles de practicar en un país políticamente muy atrasado. Son practicables en China, que es un país grande y se encuentra en una época de progreso. Si evitamos las batallas estratégicamente decisivas, perderemos con ello parte de nuestro territorio, pero conservaremos todavía un gran espacio para maniobrar, y como "mientras haya montes verdes, no hay que inquietarse por la leña", aún podremos impulsar y esperar el progreso dentro del país, el crecimiento del apoyo internacional y la desintegración interna del enemigo. Esta es la mejor política para nuestra Guerra de Resistencia contra el Japón. Los impetuosos partidarios de la teoría de la victoria rápida, incapaces de soportar el penoso camino de una guerra prolongada y ansiosos de un triunfo rápido, claman por batallas estratégicamente decisivas en cuanto la situación se torna ligeramente favorable. Si hiciéramos lo que preconizan, la causa de la Guerra de Resistencia sería gravemente perjudicada, se frustraría la guerra prolongada y caeríamos en la pérfida trampa del enemigo. Esta sería en realidad la peor política. No cabe duda de que, para evitar batallas decisivas, nos veremos obligados a abandonar territorio, y debemos tener el valor de hacerlo cuando (y solamente cuando) sea absolutamente inevitable. En esos momentos no debemos sentir el menor pesar, pues esta política de trocar espacio por tiempo es correcta. La historia nos enseña cómo Rusia efectuó una valiente retirada para evitar una batalla decisiva, y luego derrotó a Napoleón[22], el terror de su época. Ahora China debe hacer lo mismo.

    107. ¿No tememos que nos acusen de "no resistencia"? No, no lo tememos. No combatir en absoluto, sino llegar a un compromiso con el enemigo, eso es la no resistencia, lo cual no sólo debe ser denunciado sino también resueltamente impedido. Sostenemos con decisión la Guerra de Resistencia, pero, para evitar la pérfida trampa del enemigo e impedir que el grueso de nuestras fuerzas sea aniquilado de un golpe, lo que haría imposible la prosecución de la Guerra de Resistencia, en una palabra, para evitar la subyugación nacional la política anteriormente definida es de todo punto imprescindible. Las dudas a este respecto reflejan miopía en el problema de la guerra y, en fin de cuentas, conducen forzosamente al campo de los partidarios de la teoría de la subyugación nacional. Hemos criticado la temeridad desesperada de "avanzar siempre sin retirarse jamás", precisamente porque si esta teoría se generalizase, correríamos el peligro de no poder

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continuar la Guerra de Resistencia y de ser llevados finalmente a la subyugación.

    108. Somos partidarios de toda batalla decisiva en circunstancias favorables, trátese de combates o de campañas grandes o pequeñas, y no hay que tolerar pasividad alguna en este sentido. Sólo con tales batallas decisivas podremos aniquilar o desgastar las fuerzas enemigas, y cada militar en la Guerra de Resistencia debe contribuir a ello resueltamente. Esto exige considerables sacrificios parciales; evitar todo sacrificio es la actitud de los cobardes y de los enfermos de terror al Japón actitud que debe ser enérgicamente combatida. La ejecución de Li Fu-ying, Jan Fu-ch¸ y otros desertores está justificada. Con una correcta planificación de las operaciones militares, es absolutamente indispensable estimular el espíritu y la práctica del sacrificio personal heroico y del avance intrépido en los combates, sin lo cual es imposible la guerra prolongada y la victoria final. Hemos condenado con severidad la tendencia a la huida, a "retirarse siempre sin avanzar jamás", y estamos por la rigurosa aplicación de la disciplina, precisamente porque sólo mediante heroicas batallas decisivas, dadas según un plan correcto podremos vencer al poderoso enemigo. La tendencia a la huida, por el contrario, proporciona apoyo directo a la teoría de la subyugación nacional.

    109. ¿No hay contradicción entre combatir heroicamente primero y abandonar luego el territorio? ¿No se derramará en vano la sangre de nuestros heroicos combatientes? Esta es una manera desatinada de formular las preguntas. Comer y luego evacuar, ¿no es esto comer en vano? Dormir y luego levantarse, ¿no es esto dormir en vano? ¿Pueden formularse así las preguntas? Creo que no. Ya que se come, comamos sin cesar: ya que se duerme, durmamos sin parar; ya que se combate valientemente, combatamos sin detenernos hasta el río Yalu: éstas son ilusiones nacidas del subjetivismo y del formalismo, y no realidades de la vida. Como todos saben, aunque al combatir y derramar nuestra sangre para ganar tiempo y preparar la contraofensiva hemos tenido que abandonar algún territorio, en verdad hemos ganado tiempo, logrado aniquilar y desgastar al enemigo, adquirido experiencia de combate, despertado al pueblo hasta entonces inactivo y elevado nuestra posición internacional. ¿Se ha derramado nuestra sangre en vano? De ninguna manera. Se ha abandonado territorio para conservar nuestras fuerzas militares y también, precisamente, para conservar nuestro territorio, porque si, en lugar de abandonar una parte en circunstancias desfavorables, diésemos a ciegas batallas

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decisivas sin la menor seguridad de ganarlas, perderíamos nuestras fuerzas militares y luego, inevitablemente, todo nuestro territorio, y no hablemos siquiera de recuperar el ya perdido. Un capitalista necesita capital para manejar su negocio, y si se arruina, deja de ser capitalista. Un jugador también necesita dinero para apostar, pero si lo arriesga todo en una sola jugada y la suerte le falla, no podrá seguir jugando. Los acontecimientos tienen sus vueltas y revueltas y no siguen una línea recta; lo mismo sucede con la guerra. Sólo los formalistas no comprenden esta verdad.

    110. Creo que esto es igualmente válido para las batallas decisivas en la etapa de contraofensiva estratégica. Aunque para entonces el enemigo se encontrará en una situación inferior y nosotros en una superior, todavía será aplicable el principio de "entablar batallas decisivas en condiciones favorables y evitarlas en condiciones desfavorables", y lo seguirá siendo hasta que lleguemos combatiendo al río Yalu. De esta manera podremos mantener siempre la iniciativa. Todos los "desafíos" del enemigo y "pinchazos" de otras personas debemos apartarlos imperturbablemente y no hacer caso de ellos. En la Guerra de Resistencia contra el Japón, sólo un jefe con tal firmeza puede ser considerado bravo e inteligente. No puede decirse lo mismo de quienes "saltan en cuanto los tocan". Y aunque en la primera etapa nos encontramos estratégicamente en una posición hasta cierto punto pasiva, debemos ganar la iniciativa en todas las campañas, y conservarla en las etapas posteriores. Somos partidarios de la guerra prolongada y la victoria definitiva; no somos como los jugadores que lo arriesgan todo en una sola jugada.

EJERCITO Y PUEBLO, BASE DE LA VICTORIA

    111. El imperialismo japonés no aflojará jamás en su ofensiva y represión frente a la China revolucionaria; esto está determinado por su naturaleza imperialista. Si China no resistiera, el Japón se apoderaría fácilmente de toda ella, sin disparar un solo tiro. Prueba de ello es la pérdida de las cuatro provincias del Nordeste. Como China resiste, el Japón reprime esa resistencia, y no dejará de hacerlo hasta que su represión sea superada por la resistencia de China. Esta es una ley inexorable. La clase terrateniente y la burguesía del Japón tienen grandes ambiciones y, con el fin de atacar, hacia el Sur, el

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Archipiélago Malayo y hacia el Norte, Siberia, han adoptado la política de ruptura en el centro atacando primero a China. Quienes piensan que el Japón se conformará con la ocupación del Norte de China y las provincias de Chiangsú y Chechiang, deteniéndose ahí, no ven en absoluto que el Japón imperialista que ha pasado a una nueva etapa de su desarrollo y está al borde de la muerte, es distinto al Japón del pasado. Cuando decimos que existe un límite para la cantidad de hombres que el Japón puede lanzar al combate y para el alcance de su ofensiva, nos referimos a que, con las fuerzas de que dispone, el Japón sólo puede emplear una cantidad determinada de sus tropas contra China y penetrar en ella hasta donde lo permita su capacidad, pues aún se propone atacar en otras direcciones y tiene que defenderse de otros enemigos. Al mismo tiempo, China ha dado pruebas de progreso y de capacidad para una tenaz resistencia, pues sería inconcebible que existieran sólo feroces ataques del Japón sin que China poseyese la necesaria capacidad de resistencia. El Japón no podrá ocupar toda China, pero en todas las zonas a las que pueda llegar, no escatimará esfuerzos para reprimir la resistencia, y no dejará de reprimirla hasta que las condiciones internas y externas hagan al imperialismo japonés estrellarse con la crisis que ha de conducirlo a la tumba. Hay sólo dos salidas posibles para la situación política del Japón: o bien toda la clase gobernante se derrumba rápidamente, el Poder pasa a manos del pueblo y concluye así la guerra, lo cual es imposible por el momento; o bien la clase terrateniente y la burguesía se hunden cada vez más en el fascismo y prosiguen la guerra hasta su derrumbamiento final, que es precisamente el camino que el Japón recorre ahora. No puede haber otra salida. Los que alimentan la esperanza de que el sector moderado de la burguesía japonesa intervenga y ponga fin a la guerra, no hacen más que ilusionarse en vano. Desde hace muchos años, la realidad política del Japón es que el sector moderado de la burguesía se ha convertido en prisionero de los terratenientes y la oligarquía financiera. Ahora que el Japón ha iniciado la guerra contra China, mientras no sufra un golpe mortal de nuestra resistencia y tenga todavía poderío suficiente, atacará inevitablemente el Sudeste de Asia o Siberia, o incluso ambos puntos. Lo hará en cuanto estalle la guerra en Europa; los gobernantes del Japón han hecho sus alegres cálculos de manera muy ambiciosa. Por supuesto, existe la posibilidad de que, debido al poderío de la Unión Soviética y al serio debilitamiento del Japón en su guerra con China, éste tenga que abandonar su plan original de atacar Siberia y adoptar una actitud

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esencialmente defensiva con respecto a la Unión Soviética. Pero, en ese caso, lejos de aflojar en su ofensiva contra China, la intensificará, pues no le quedará otro camino que devorar al débil. Para entonces, se volverá aún más seria la tarea de China de perseverar en la Resistencia, en el frente único y en la guerra prolongada, y será todavía más necesario no cejar lo más mínimo en nuestros esfuerzos.

    112. En tales circunstancias, los requisitos principales para la victoria de China sobre el Japón son la unidad nacional, así como los progresos en todos los aspectos en una escala diez y hasta cien veces mayor que en el pasado. China se encuentra ya en una época de progreso y ha logrado una espléndida unidad, pero este progreso y esta unidad todavía están lejos de ser suficientes. Que el Japón haya ocupado una zona tan extensa se debe en parte a su fortaleza, pero también a nuestra debilidad; esta debilidad es por entero consecuencia de la acumulación de diversos errores históricos de los últimos cien años, y en especial de los diez últimos, que han restringido el progreso de China a su nivel actual. Ahora es imposible vencer a un enemigo tan fuerte sin hacer grandes esfuerzos durante largo tiempo. Debemos esforzarnos en muchos aspectos; aquí trataré sólo de los dos fundamentales: el progreso del ejército y el del pueblo.

    113. La reforma de nuestro sistema militar exige la modernización del ejército y el mejoramiento de sus condiciones técnicas, sin los cuales no podremos expulsar al enemigo al otro lado del río Yalu: En el empleo de las tropas necesitamos una estrategia y una táctica avanzadas y flexibles, sin las cuales tampoco podremos triunfar. Sin embargo los cimientos de un ejército son los soldados. Si no se inculca en el ejército un espíritu político progresista, si no se realiza, con este objetivo, un trabajo político progresista, será imposible alcanzar una auténtica unidad entre oficiales y soldados, despertar al máximo su entusiasmo por la Guerra de Resistencia y proveer una excelente base para poner en pleno juego la eficacia de nuestra técnica y nuestra táctica. Cuando afirmamos que el Japón será derrotado a la postre, a pesar de su superioridad técnica, tenemos en cuenta que los golpes que le asestamos por medio del aniquilamiento y el desgaste, además de ocasionarle pérdidas, sacudirán finalmente la moral de su ejército, la cual no está al nivel de su armamento. Entre nosotros, por el contrario, los oficiales y soldados tienen un mismo objetivo político en la Guerra de Resistencia contra el Japón. Esto nos proporciona la base para el trabajo político entre todas las tropas antijaponesas.

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Es preciso practicar en un grado apropiado la democracia en el ejército. Lo principal es abolir la práctica feudal de castigos corporales e insultos, y hacer que oficiales y soldados compartan penas y alegrías en la vida cotidiana. Una vez que esto se consiga, se logrará la unidad entre oficiales y soldados, aumentará extraordinariamente la capacidad combativa del ejército, y no habrá motivo para inquietarse por nuestra capacidad para sostener esta larga y encarnizada guerra.

    114. El más rico manantial de fuerza para sostener la guerra está en las masas populares. El Japón se atreve a atropellarnos principalmente porque las masas populares de China no están organizadas. Cuando este defecto sea superado, el invasor japonés se verá rodeado por los centenares de millones de hombres de nuestro pueblo en pie, y como un búfalo salvaje metido en un cerco de fuego, se estremecerá de pavor a nuestras solas voces y terminará muriendo abrasado en las llamas. Por nuestra parte, las tropas deben contar con un ininterrumpido torrente de refuerzos. Hay que prohibir inmediatamente el reclutamiento forzoso y la compra de sustitutos[23], abusos que se perpetran ahora en los niveles inferiores, y practicar una amplia y entusiástica movilización política, con la cual será fácil reclutar incluso a millones de hombres. Experimentamos ahora grandes dificultades financieras en la Guerra de Resistencia, pero una vez movilizadas las masas, las finanzas dejarán de ser un problema. ¿Cómo es posible que un país tan grande y populoso como China tenga que sufrir escasez de Fondos? El ejército debe fundirse con el pueblo, de suerte que éste vea en él su propio ejército. Un ejército así será invencible, y una potencia imperialista como el Japón no será para él un adversario de talla.

    115. Muchos atribuyen a métodos erróneos la falta de buenas relaciones entre oficiales y soldados, y entre ejército y pueblo; pero yo siempre les he dicho que la cuestión reside en la actitud fundamental (o el principio fundamental), que debe ser de respeto a los soldados y al pueblo. De esta actitud nacen la política, los métodos y las maneras apropiados. Si nos apartamos de esta actitud, la política, los métodos y las maneras serán inevitablemente erróneos, y no se lograrán en modo alguno buenas relaciones entre oficiales y soldados, ni entre ejército y pueblo. Los tres principios cardinales de nuestro trabajo político en el ejército son: primero, unidad entre oficiales y soldados; segundo, unidad entre ejército y pueblo, y tercero, desintegración de las fuerzas enemigas. Para aplicar eficazmente estos principios, hay que partir de la actitud fundamental de respeto a los

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soldados, al pueblo y a la dignidad humana de los prisioneros de guerra que hayan depuesto las armas. Quienes piensan que no se trata de una actitud fundamental, sino de una cuestión técnica, están muy equivocados y deben corregir su punto de vista.

    116. En estos momentos en que la defensa de Wuján y otros lugares se ha convertido en un problema urgente, es tarea de suma importancia despertar al máximo el entusiasmo de todo el ejército y de todo el pueblo para apoyar la guerra. No cabe duda de que la tarea de defender Wuján y otros lugares debe ser seriamente planteada y realizada. Pero la cuestión de si podemos mantener con seguridad estos lugares no depende de nuestros deseos subjetivos, sino de las condiciones concretas. Entre estas condiciones, una de las más importantes es la movilización política de todo el ejército y de todo el pueblo para la lucha. Si no se realizan tenaces esfuerzos para lograr todas las condiciones necesarias, si falta una sola de ellas, inevitablemente se repetirán desastres como la pérdida de Nankín y otros lugares. ¿Dónde estará el Madrid chino? Estará allí donde se logren las mismas condiciones que en Madrid. Hasta ahora China no ha tenido ningún Madrid, y en adelante debemos esforzarnos por crear algunos, pero ello depende enteramente de las condiciones. Y la fundamental de ellas es la amplia movilización política del ejército y el pueblo enteros.

    117. En todo nuestro trabajo, debemos perseverar en la política general de frente único nacional antijaponés. Porque sólo con esta política podemos persistir en la Resistencia y en la guerra prolongada; lograr un mejoramiento general y profundo de las relaciones entre oficiales y soldados, y entre ejército y pueblo; despertar al máximo el entusiasmo del ejército y el pueblo enteros en la lucha por la defensa de todo el territorio que se mantiene aún en nuestro poder y por la recuperación del ya perdido, y lograr así la victoria final.

    118. El problema de la movilización política del ejército y del pueblo es realmente de la máxima importancia. Nos hemos detenido en él sin temor a repeticiones, precisamente porque sin esa movilización es imposible la victoria. Claro que existen muchas otras condiciones indispensables para el triunfo, pero la movilización política es la fundamental. El e frente único nacional antijaponés es un frente de todo el ejército y todo el pueblo, y en modo alguno un frente exclusivo de las direcciones y los miembros de unos cuantos partidos políticos. Movilizar a todo el ejército y todo el pueblo para que participen en

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el frente único nacional antijaponés: he aquí nuestro propósito fundamental al iniciarlo.

CONCLUSIONES

    119. ¿Cuáles son nuestras conclusiones? Helas aquí:

    "¿En qué condiciones puede China vencer y destruir las fuerzas del imperialismo japonés? Se necesitan tres condiciones: primera, la creación de un frente único antijaponés en China; segunda, la formación de un frente único antijaponés internacional; tercera, el ascenso del movimiento revolucionario del pueblo japonés y de los pueblos de las colonias japonesas. Para el pueblo chino, la más importante de las tres condiciones es su gran unidad."

    "[. . .] ¿cuánto tiempo durará esta guerra? Eso dependerá de la fuerza del frente único antijaponés de China, y de cómo se desarrollen muchos otros factores decisivos para China y para el Japón. [. . .] Si estas condiciones no se hacen realidad con prontitud, la guerra se prolongará. Pero el resultado será el mismo: el Japón será derrotado y China vencerá, sólo que los sacrificios serán grandes, y habrá que pasar por un período muy doloroso."

    "Nuestra línea estratégica debe ser la de emplear nuestras fuerzas principales en operaciones sobre frentes muy dilatados y variables. Para alcanzar la victoria, las tropas chinas deben sostener una guerra de movimientos de gran movilidad en vastos teatros de operaciones [. . .]"

    "Además de emplear para la guerra de movimientos tropas adiestradas, debemos organizar gran cantidad de unidades guerrilleras entre los campesinos."

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19
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