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El gran Mao Tse-Tung (página 6)



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    Esta característica es consecuencia inevitable de la primera. Ha dado origen a una situación que presenta dos aspectos. Por una parte, la guerra revolucionaria de China puede triunfar a pesar de que se desarrolla en un período de predominio de la reacción tanto en China como en el mundo capitalista, porque cuenta con la dirección del Partido Comunista y con la ayuda de los campesinos. Gracias a esta ayuda, nuestras bases de apoyo, aunque pequeñas, son políticamente muy poderosas, se yerguen con firmeza frente al enorme Poder del Kuomintang y, en lo militar, ocasionan grandes dificultades a sus ataques. Aunque pequeño, el Ejército Rojo tiene una gran capacidad

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combativa, porque sus hombres, dirigidos por el Partido Comunista, han salido de la revolución agraria y luchan por sus propios intereses, y porque sus mandos y combatientes están políticamente unidos.

    Por otra parte, el Kuomintang se encuentra en una situación que contrasta agudamente con la nuestra. Se opone a la revolución agraria y, por lo tanto, no cuenta con el apoyo del campesinado. Aunque tiene un ejército numeroso, no puede conseguir que las masas de soldados y muchos oficiales de rango inferior procedentes de la capa de los pequeños productores arriesguen conscientemente su vida por él. Oficiales y soldados están políticamente divididos, lo cual disminuye la capacidad combativa del ejército del Kuomintang.

3. NUESTRA ESTRATEGIA Y NUESTRA TACTICA

SE DERIVAN DE ESTAS CARACTERISTICAS

    Las cuatro características principales de la guerra revolucionaria de China son: un vasto país semicolonial con un desarrollo político y económico desigual y que ha pasado por una gran revolución, un enemigo grande y poderoso, un Ejército Rojo pequeño y débil, y una revolución agraria. Estas características determinan la línea de orientación de la guerra revolucionaria de China así como sus numerosos principios estratégicos y tácticos. La primera y cuarta características dan al Ejército Rojo de China la posibilidad de crecer y derrotar a su enemigo. La segunda y tercera características determinan la imposibilidad de que el Ejército Rojo de China crezca muy rápidamente y derrote pronto a su enemigo, es decir, la guerra será prolongada, e incluso podrá fracasar si no es dirigida con acierto.

    Estos son los dos aspectos de la guerra revolucionaria de China, aspectos que existen simultáneamente, es decir, junto a las condiciones favorables existen las dificultades. Esta es la ley fundamental de la guerra revolucionaria de China, de la cual se derivan muchas otras leyes. La historia de nuestros diez años de guerra ha demostrado la validez de esta ley. Quien tenga ojos pero no logre ver esta ley fundamental, no podrá dirigir la guerra revolucionaria de China ni conducir al Ejército Rojo a la victoria.

    Es evidente que debemos resolver correctamente los siguientes problemas de principio:

    Determinar con acierto nuestra orientación estratégica; oponernos al aventurerismo durante la ofensiva, al conservatismo

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durante la defensiva y a la tendencia a la huida durante los desplazamientos.

    Oponernos al guerrillerismo en el Ejército Rojo, pero reconocer su carácter guerrillero.

    Oponernos a las campañas prolongadas y a la estrategia de decisión rápida, y pronunciarnos por la estrategia de guerra prolongada y las campañas de decisión rápida.

    Oponernos a los frentes estables de operaciones y a la guerra de posiciones, y pronunciarnos por los frentes fluidos de operaciones y la guerra de movimientos.

    Oponernos a las operaciones militares encaminadas sólo a desbaratar al enemigo, y pronunciarnos por las operaciones de aniquilamiento.

    Oponernos a la estrategia de golpear con dos puños en dos direcciones a la vez, y pronunciarnos por la estrategia de golpear con un puño en una dirección cada vez.

    Oponernos al mantenimiento de un servicio de retaguardia grande, y pronunciarnos por la creación de un servicio de retaguardia reducido[12].

    Oponernos a la centralización absoluta del mando, y pronunciarnos por la centralización relativa del mando.

    Oponernos al punto de vista puramente militar y a la mentalidad de "insurrectos errantes"[13], y reconocer que el Ejército Rojo es propagandista y organizador de la revolución china.

    Oponernos al bandolerismo[14], y sostener una estricta disciplina política.

    Oponernos al caudillismo militar, y pronunciarnos por la democracia dentro de ciertos límites y por la disciplina militar fundada en la autoridad.

    Oponernos a la incorrecta política sectaria en materia de cuadros, y pronunciarnos por una política correcta al respecto.

    Oponernos a la política de aislamiento, y pronunciarnos por la política de ganarnos a todos los aliados posibles.

    Y finalmente, oponernos a mantener al Ejército Rojo en su antigua etapa y esforzarnos por llevarlo a una nueva etapa de desarrollo.

Al examinar los problemas estratégicos, nos proponemos dilucidar cuidadosamente estas cuestiones, a la luz de la experiencia acumulada en el curso de los diez años de sangrienta guerra revolucionaria de China.

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CAPITULO IV

CAMPAÑAS DE "CERCO Y ANIQUILAMIENTO"

Y CONTRACAMPAÑAS, FORMA PRINCIPAL

DE LA GUERRA CIVIL DE CHINA

    En los diez años transcurridos desde que se inició la guerra de guerrillas, cada destacamento guerrillero rojo independiente, cada unidad del Ejército Rojo y cada base de apoyo revolucionaria se han visto constantemente enfrentados a las campañas enemigas de "cerco y aniquilamiento". El enemigo considera al Ejército Rojo como un monstruo y ha tratado de atraparlo desde que apareció. Lo persigue constantemente, y siempre intenta cercarlo. Esta forma de operaciones no ha cambiado durante los últimos diez años. A menos que una guerra nacional venga a reemplazar a la guerra civil, esta forma permanecerá invariable hasta el día en que el enemigo se convierta en la parte débil y el Ejército Rojo, en la parte fuerte.

    Las operaciones del Ejército Rojo toman la forma de contracampañas. Para nosotros, victoria significa principalmente la victoria en cada contracampaña, o sea, la victoria en el plano de la estrategia y de las campañas. La lucha contra cada campaña de "cerco y aniquilamiento" constituye una campaña militar, que por lo común está compuesta de varios e incluso decenas de combates, grandes y pequeños. Mientras una campaña de "cerco y aniquilamiento" no haya sido aplastada en lo fundamental, por muchas que sean nuestras victorias en los combates, no se puede hablar de victoria estratégica o de victoria de la campaña en su conjunto. La historia de los diez años de guerra del Ejército Rojo es una historia de lucha contra las campañas de "cerco y aniquilamiento".

    Tanto en las campañas enemigas de "cerco y aniquilamiento" como en las contracampañas del Ejército Rojo, se emplean las dos formas de combate, la ofensiva y la defensiva, y en esto no hay diferencia con ninguna otra guerra, antigua o moderna, de China o del extranjero. Pero el rasgo peculiar de la guerra civil de China es la alternación repetida de estas dos formas durante un largo período. En cada campaña de "cerco y aniquilamiento", el enemigo opone su ofensiva a la defensiva del Ejército Rojo, y éste, su defensiva a la ofensiva del enemigo. Esta es la primera etapa de una contracampaña. Después, el enemigo opone su defensiva a la ofensiva del Ejército Rojo, y éste,

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su ofensiva a la defensiva del enemigo. Esta es la segunda etapa de la contracampaña. Toda campaña de "cerco y aniquilamiento" comprende estas dos etapas, que se alternan por un largo período.

    Por alternación repetida durante un largo período entendemos la repetición de este tipo de guerra y de estas formas de combate. Este es un hecho evidente a primera vista para todos. Una campaña de "cerco y aniquilamiento" a la cual se opone una contracampaña: tal es el tipo de guerra que se repite. En la primera etapa de cada campaña, el enemigo opone su ofensiva a nuestra defensiva y nosotros, nuestra defensiva a su ofensiva, y en la segunda etapa, el enemigo opone su defensiva a nuestra ofensiva y nosotros, nuestra ofensiva a su defensiva: tales son las formas de combate que se alternan en cada campaña.

    Pero el contenido de la guerra y de los combates no se repite simplemente, sino que cada vez es diferente. También éste es un hecho evidente a primera vista para todos. A este respecto se observa la siguiente ley: en cada nueva campaña de "cerco y aniquilamiento" y en cada nueva contracampaña, las operaciones alcanzan mayor escala, la situación se hace más compleja y la lucha, más encarnizada.

    Esto, sin embargo, no quiere decir que no haya altibajos. Después de la quinta campaña de "cerco y aniquilamiento", debido a que el Ejército Rojo quedó enormemente debilitado y se perdieron todas las bases de apoyo en el Sur, y también a que, habiéndose desplazado al Noroeste, el Ejército Rojo no ocupa ya una posición tan importante, como en el Sur, que amenace gravemente al enemigo interno, las campañas de "cerco y aniquilamiento" son de menores proporciones, la situación es menos compleja y la lucha, menos encarnizada.

    ¿Qué constituye una derrota para el Ejército Rojo? Desde el punto de vista estratégico, sólo el fracaso completo de una contracampaña puede calificarse de derrota, y aun en ese caso la derrota no es más que parcial y temporal, porque sólo la destrucción total del Ejército Rojo puede ser considerada corno una derrota completa en la guerra civil, pero esto jamás ha ocurrido. La pérdida de extensas bases de apoyo y el desplazamiento del Ejército Rojo representaron una derrota temporal y parcial, y no una derrota definitiva y total, aunque esta derrota parcial implicó la pérdida del 90 por ciento de los militantes del Partido, de las fuerzas armadas y de las bases de apoyo. A este desplazamiento lo llamamos continuación de nuestra defensiva, y a la persecución por parte del enemigo, continuación de

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su ofensiva. Es decir, en el curso de la lucha entre la campaña enemiga de "cerco y aniquilamiento" y nuestra contracampaña, no logramos pasar de la defensiva a la ofensiva, sino por el contrario, nuestra defensiva fue quebrada por la ofensiva del enemigo y se convirtió en retirada, en tanto que la ofensiva del enemigo se convirtió en persecución. Pero cuando el Ejército Rojo llegó a una nueva región, cuando, por ejemplo, nos desplazamos de Chiangsí y otros lugares a Shensí, volvieron a repetirse las campañas de "cerco y aniquilamiento". Por eso decimos que la retirada estratégica (la Gran Marcha[15]) del Ejército Rojo fue la continuación de su defensiva estratégica, y la persecución estratégica del enemigo fue la continuación de su ofensiva estratégica.

    En la guerra civil de China, como en cualquier otra guerra, antigua o moderna, de China o del extranjero, sólo existen dos formas básicas de combate: ofensiva y defensiva. La característica de la guerra civil de China reside en la repetición prolongada de las campañas de "cerco y aniquilamiento" y las contracampañas, y en la alternación prolongada de las dos formas de combate, ofensiva y defensiva, incluido un gran desplazamiento estratégico de más de diez mil kilómetros (la Gran Marcha).

    Lo mismo ocurre con la derrota del enemigo. El enemigo sufre una derrota estratégica cuando desbaratamos su campaña de "cerco y aniquilamiento", nuestra defensiva se convierte en ofensiva y él, a su vez, pasa a la defensiva y tiene que reorganizar sus fuerzas antes de lanzar otra campaña. El enemigo no ha tenido que hacer, como lo hicimos nosotros, un desplazamiento estratégico de más de diez mil kilómetros, porque domina todo el país y es mucho más fuerte que nosotros. Pero ha habido desplazamientos parciales de sus fuerzas. Se han dado casos en que las fuerzas enemigas, en puntos fortificados blancos cercados por el Ejército Rojo dentro de algunas bases de apoyo revolucionarias, han logrado romper nuestro cerco y retirarse a las zonas blancas para organizar nuevas ofensivas. Semejantes casos ocurrirán con más frecuencia si la guerra civil se prolonga y las victorias del Ejército Rojo se hacen más amplias. Pero el enemigo no puede lograr los mismos resultados que el Ejército Rojo, porque no cuenta con el apoyo del pueblo y, además, no hay unidad entre sus oficiales y soldados. Si efectuara un desplazamiento de largo recorrido semejante al del Ejército Rojo, sería sin duda aniquilado.

    En el período de la línea de Li Li-san en 1930, este camarada no comprendió el carácter prolongado de la guerra civil de China y, por

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consiguiente, no logró ver la ley que rige el desarrollo de esta guerra, ley de la repetición prolongada de las campañas de "cerco y aniquilamiento" y de sus fracasos (en esa época ya habían tenido lugar tres campañas de "cerco y aniquilamiento" en la Región Fronteriza de Junán-Chiangsí y dos en Fuchién); por lo tanto, en el intento de lograr una rápida victoria de la revolución en todo el país, ordenó al Ejército Rojo, que aún se encontraba en su infancia, avanzar sobre Wuján, y también ordenó un levantamiento armado a escala nacional. Al actuar de esta manera, cometió un error de oportunismo de "izquierda".

    Los oportunistas de "izquierda" de los años 1931-1934 tampoco creyeron en la ley de la repetición de las campañas de "cerco y aniquilamiento". En la base de apoyo de la Región Fronteriza de Jupei-Jonán-Anjui apareció la llamada teoría de la "fuerza auxiliar"; allí, algunos camaradas dirigentes estimaban que el ejército del Kuomintang, después de su derrota en la tercera campaña de "cerco y aniquilamiento", ya no era más que una fuerza auxiliar, y que para un nuevo ataque al Ejército Rojo, los propios imperialistas tendrían que intervenir como fuerza principal. La línea estratégica basada en esta estimación consistía en lanzar al Ejército Rojo sobre Wuján. Esto concordaba en principio con las opiniones de aquellos camaradas de Chiangsí que instaban a que el Ejército Rojo atacara Nanchang, que se manifestaban contra los esfuerzos encaminados a unir las bases de apoyo y contra la táctica de atraer al enemigo para que penetre profundamente en e1 interior de nuestras zonas, que consideraban la toma de la capital y otras ciudades principales de una provincia como garantía de la victoria en toda la provincia, y que sostenían que "la lucha contra la quinta campaña de 'cerco y aniquilamiento' constituye la batalla decisiva entre el camino revolucionario y el camino colonial", etc. Fue este oportunismo de "izquierda" el origen de la línea errónea adoptada en la lucha contra la cuarta campaña de "cerco y aniquilamiento" en la Región Fronteriza de Jupei-Jonán-Anjui, así como en la lucha contra la quinta campaña de "cerco y aniquilamiento" en la Región Central de Chiangsí. Fue también el que redujo al Ejército Rojo a la impotencia frente a las feroces campañas enemigas de "cerco y aniquilamiento" y causó enormes pérdidas a la revolución china.

    Vinculado directamente al oportunismo de "izquierda" que negaba la repetición de las campañas de "cerco y aniquilamiento", había otro

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punto de vista, también totalmente erróneo, según el cual el Ejército Rojo no debía en modo alguno recurrir a la defensiva.

    La revolución y la guerra revolucionaria son ofensivas. Esta afirmación es, desde luego, correcta en un sentido. Cuando la revolución y la guerra revolucionaria surgen y se desarrollan de lo pequeño a lo grande, de carecer del Poder a la toma del mismo, de no contar con un Ejército Rojo a su creación y de la falta de bases de apoyo revolucionarias a su establecimiento, tienen que estar necesariamente a la ofensiva y no pueden ser conservadoras, y es preciso luchar contra la tendencia al conservatismo.

    La revolución y la guerra revolucionaria son una ofensiva, pero también implican defensiva y retirada. Esta es la única afirmación enteramente justa. Defenderse a fin de atacar, retirarse a fin de avanzar, atacar el flanco con miras a atacar por el frente y dar un rodeo a fin de tomar el camino directo: todo esto es inevitable en el proceso de desarrollo de muchos fenómenos y con mayor razón en las operaciones militares.

    De las dos afirmaciones anteriores, la primera puede ser correcta en lo político, pero es incorrecta cuando se aplica a la esfera militar. Además, es correcta en lo político sólo en una circunstancia (cuando la revolución avanza), pero incorrecta en otra (cuando la revolución está en retirada: en una retirada total, como en Rusia en 1906[16] y en China en 1927, o en una retirada parcial, como en Rusia en la época de la conclusión del Tratado de Brest-Litovsk[17] en 1918). Sólo la segunda afirmación es enteramente correcta, es una verdad. El punto de vista de los oportunistas de "izquierda" de los años 1931-1934, que se oponían en forma mecánica a la aplicación de medidas defensivas en la guerra, no era más que una idea pueril.

    ¿Cuándo terminará esta forma de repetición de las campañas de "cerco y aniquilamiento"? En mi opinión, si la guerra civil se prolonga, la repetición terminará cuando se produzca un cambio radical en la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros. Terminará en cuanto el Ejército Rojo se haga más fuerte que su enemigo. Entonces, seremos nosotros quienes organizaremos campañas para cercar y aniquilar al enemigo, y éste recurrirá a las contracampañas. Pero las condiciones políticas y militares no le permitirán alcanzar una posición semejante a la que el Ejército Rojo ha alcanzado en sus contracampañas. Podemos afirmar con certeza que para entonces esta forma, la repetición de las campañas de "cerco y aniquilamiento", habrá terminado, si no totalmente, en lo fundamental.

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CAPITULO V

DEFENSIVA ESTRATEGICA

    Bajo este título quisiera tratar los siguientes problemas: 1) defensa activa y defensa pasiva; 2) preparación de una contracampaña; 3) retirada estratégica; 4) contraofensiva estratégica; 5) iniciación de la contraofensiva; 6) concentración de las fuerzas; 7) guerra de movimientos; 8) guerra de decisión rápida, y 9) guerra de aniquilamiento.

1. DEFENSA ACTIVA Y DEFENSA PASIVA

    ¿Por qué comenzamos tratando de la defensa? Después del fracaso del primer frente único nacional de 1924-1927, la revolución china tomó la forma de una guerra de clases sumamente intensa y encarnizada. El enemigo dominaba todo el país, en tanto que nosotros sólo contábamos con pequeñas fuerzas armadas; por consiguiente, desde el comienzo mismo, hemos tenido que luchar contra las campañas de "cerco y aniquilamiento" del enemigo. Nuestras ofensivas han estado estrechamente vinculadas con nuestros esfuerzos por desbaratar esas campañas, y nuestro posterior desarrollo depende enteramente de si podemos o no conseguirlo. La marcha de las operaciones para desbaratar una campaña de "cerco y aniquilamiento" sigue, por lo general, un camino sinuoso y no un camino recto como uno quisiera. El problema serio y primordial es cómo conservar nuestras fuerzas y esperar el momento propicio para derrotar al enemigo. Por tanto, la defensiva estratégica es el problema más complejo y más importante que el Ejército Rojo enfrenta en sus operaciones.

    Durante nuestros diez años de guerra, se han producido con frecuencia dos desviaciones en el problema de la defensiva estratégica. La una consistía en subestimar al enemigo y la otra, en dejarse amedrentar por él.

    Por haber subestimado al enemigo, muchas unidades guerrilleras sufrieron derrotas, y el Ejército Rojo no pudo desbaratar algunas campañas enemigas de "cerco y aniquilamiento".

    Cuando las unidades guerrilleras revolucionarias estaban en sus comienzos, a menudo sus jefes no lograban hacer una apreciación justa de la situación del enemigo ni de la nuestra. Bien porque sólo veían

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las circunstancias momentáneamente favorables — los éxitos logrados en la organización de un repentino levantamiento armado en un lugar dado o de un motín en el seno de las tropas blancas –, o bien porque no tenían en cuenta las graves circunstancias existentes, subestimaban con frecuencia al enemigo. Además, no tenían conciencia de sus propias debilidades (falta de experiencia y reducido número de fuerzas). Constituía un hecho objetivo el que el enemigo era fuerte y nosotros débiles, pero algunos no querían meditar en ello, hablaban sólo de ofensiva y jamás de defensiva o retirada, con lo que quedaban moralmente desarmados en materia de defensiva, y por lo tanto, orientaban en dirección errónea sus acciones. A esto se debió la derrota de muchas unidades guerrilleras.

    Ejemplos de cómo el Ejército Rojo no logró, por la misma causa, desbaratar algunas campañas enemigas de "cerco y aniquilamiento" son la derrota que sufrió en 1928 en la región de Jaifeng y Lufeng[18], provincia de Kuangtung, y el hecho de que el Ejército Rojo de la Región Fronteriza de Jupei-Jonán-Anjui perdiera su libertad de acción en 1932 en la lucha contra la cuarta campaña de "cerco y aniquilamiento", cuando actuó siguiendo la teoría de que el ejército del Kuomintang no era más que una fuerza auxiliar.

    Hay igualmente muchos ejemplos de reveses sufridos como consecuencia del terror ante el enemigo.

    Contrariamente a los que subestimaban al enemigo, algunos lo sobreestimaban, y subestimaban nuestras propias fuerzas. Por consiguiente, aplicaban una política de retirada injustificada, desarmándose también así moralmente en materia de defensiva. Esto ha conducido al fracaso de algunas unidades guerrilleras, o a la derrota del Ejército Rojo en algunas campañas militares, o a la pérdida de bases de apoyo.

    El ejemplo más notable de la pérdida de una base de apoyo fue la de nuestra Base Central de Chiangsí en la lucha contra la quinta campaña de "cerco y aniquilamiento". Aquí el error fue producto de puntos de vista derechistas. Los dirigentes, que temían al enemigo como a un tigre, erigieron defensas por todas partes, ofrecieron resistencia paso por paso y no se atrevieron a lanzar un ataque sobre la retaguardia enemiga, ataque que nos habría beneficiado, ni se atrevieron a atraer con audacia al enemigo para que penetrara profundamente en el interior de nuestras zonas, con el fin de cercarlo y aniquilarlo. Como resultado de ello, se perdió toda la base de apoyo y el Ejército Rojo tuvo que emprender la Gran Marcha de más de doce mil kilómetros. No obstante, tal error muy a menudo iba pre-

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cedido de la desviación "izquierdista" de subestimar al enemigo. El aventurerismo militar, que se manifestó en nuestra ofensiva sobre las ciudades principales en 1932, fue el origen de la línea de defensa pasiva que se adoptó más tarde, en el curso de la lucha contra la quinta campaña enemiga de "cerco y aniquilamiento".

    Un ejemplo extremo de terror ante el enemigo fue la tendencia a la retirada representada por la "línea de Chang Kuo-tao". La derrota de la Columna Occidental del Ejército del IV Frente del Ejército Rojo, ocurrida al Oeste del río Amarillo[19], señaló el fracaso final de dicha línea.

    La defensa activa se denomina también defensa ofensiva o defensa por medio de combates decisivos. La defensa pasiva es conocida también como defensa puramente defensiva o defensa pura. La defensa pasiva es en realidad una falsa defensa. Sólo la defensa activa es una defensa verdadera que tiene por objetivo pasar a la contraofensiva y a la ofensiva. Por lo que yo sé, no hay obra militar de valor, ni jefe militar con alguna inteligencia, antiguos o contemporáneos, de China o del extranjero, que no se opongan a la defensa pasiva, en lo estratégico y en lo táctico. Sólo un completo imbécil o un loco podría considerar la defensa pasiva como un talismán. Sin embargo, en el mundo hay gentes que recurren a ella. Este es un error en la guerra, una manifestación de conservatismo en lo militar, que debemos combatir resueltamente.

    Los especialistas militares de aquellos países imperialistas más nuevos y que se desarrollan con gran rapidez, es decir, Alemania y el Japón, pregonan activamente las ventajas de la ofensiva estratégica y se oponen a la defensiva estratégica. Tal concepción es absolutamente inadecuada para la guerra revolucionaria de China. Estos especialistas militares señalan que una seria debilidad de la defensiva es que desmoraliza a la gente en vez de alentarla. Esto se refiere a países en que las contradicciones de clase son agudas y en que la guerra beneficia únicamente a las capas gobernantes reaccionarias o incluso sólo a los grupos políticos reaccionarios que están en el Poder. Nuestro caso es distinto. Somos víctimas de la opresión y la agresión, y por eso, bajo las consignas de defensa de las bases de apoyo revolucionarias y defensa de China, podemos unir a la abrumadora mayoría del pueblo para marchar como un solo hombre al combate. El Ejército Rojo de la Unión Soviética derrotó a sus enemigos durante la guerra civil recurriendo también a la defensiva. Cuando los países imperialistas organizaron la ofensiva de los guardias blancos, el Ejército Rojo

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combatió bajo la consigna de defender los Soviets. Incluso en el período de preparación de la Insurrección de Octubre, la movilización militar fue llevada a cabo bajo la consigna de defender la capital. En toda guerra justa, la defensiva no sólo tiene un efecto paralizador sobre los elementos políticamente ajenos a nosotros, sino que también puede movilizar a sectores atrasados de las masas populares a incorporarse a la guerra.

    Cuando Marx decía que una vez iniciada una insurrección armada, no se debe interrumpir ni un minuto la ofensiva[20], quería decir que las masas, habiendo sorprendido al enemigo con una insurrección repentina, deben privar a los gobernantes reaccionarios de toda posibilidad de retener o recuperar su Poder, y aprovechar ese momento para aplastar a las fuerzas gobernantes reaccionarias del país sin darles tiempo para que se recobren, y que no deben contentarse con las victorias ya logradas, ni subestimar al enemigo, ni debilitar la ofensiva o vacilar en el avance, ni dejar escapar la oportunidad de aniquilar al enemigo, a fin de no conducir la revolución a la derrota. Todo esto es correcto. Pero no significa que cuando estamos trabados en combate con un enemigo que goza de superioridad, los revolucionarios no debamos adoptar ninguna medida defensiva ni siquiera en el momento en que éste ejerce fuerte presión sobre nosotros. Sólo un completo imbécil pensaría así.

    Hasta ahora, nuestra guerra ha sido, en su conjunto, una ofensiva contra el Kuomintang, pero militarmente ha asumido la forma de aplastamiento de las campañas enemigas de "cerco y aniquilamiento".

    Hablando en términos militares, nuestra guerra es la aplicación alternada de la defensiva y la ofensiva. A nosotros nos da igual decir que la ofensiva sigue a la defensiva o que la precede, porque el quid de la cuestión está en aplastar las campañas de "cerco y aniquilamiento". La defensiva se mantiene hasta que es aplastada una campaña enemiga de "cerco y aniquilamiento", realizado lo cual, comienza la ofensiva. Estas no son sino dos fases de una misma cosa; y una campaña enemiga de "cerco y aniquilamiento" es seguida de otra. De estas dos fases, la defensiva es la más compleja e importante. Esta fase entraña numerosos problemas relativos a cómo aplastar las campañas de "cerco y aniquilamiento". El principio básico es pronunciarnos por la defensa activa y oponernos a la defensa pasiva.

    En nuestra guerra civil, cuando el poderío del Ejército Rojo sobrepase al del enemigo, ya no hará falta, en general, la defensiva estratégica. Nuestra política será entonces sólo de ofensiva estratégica.

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Este cambio dependerá de una modificación general en la correlación de fuerzas entre el enemigo y nosotros. En ese momento, las medidas defensivas que subsistan, sólo serán de carácter parcial.

2. PREPARACION DE UNA CONTRACAMPAÑA

    Si no hacemos los necesarios y suficientes preparativos para rechazar una planificada campaña de "cerco y aniquilamiento" del enemigo, caeremos inevitablemente en una situación pasiva. Cuando se acepta una batalla apresuradamente, la victoria no es segura. Por lo tanto, cuando el enemigo prepara una campaña de "cerco y aniquilamiento", es absolutamente necesario que preparemos nuestra contracampaña. Las opiniones contrarias a tales preparativos, que en el pasado surgieron en nuestras filas, son infantiles y ridículas.

    Se presenta aquí un problema difícil, sobre el cual surgen fácilmente controversias. ¿Cuándo debemos terminar nuestra ofensiva y pasar a la fase de preparación de la contracampaña? En los momentos en que realizamos victoriosamente nuestra ofensiva y el enemigo se encuentra a la defensiva, éste realiza secretamente sus preparativos para la próxima campaña de "cerco y aniquilamiento" y, por lo tanto, nos es difícil saber cuándo iniciará su ofensiva. Si comenzamos prematuramente la preparación de la contracampaña, esto reducirá inevitablemente las ventajas de nuestra ofensiva, e incluso puede tener a veces ciertos efectos negativos sobre el Ejército Rojo y el pueblo. Porque las principales medidas que se deben tomar en la fase preparatoria son los preparativos militares para la retirada y la movilización política para los mismos. A veces, comenzar prematuramente los preparativos puede convertirse en una espera del enemigo; y si lo esperamos mucho tiempo y no aparece, nos veremos obligados a lanzar una nueva ofensiva. Puede ocurrir que, justamente en el momento en que empieza nuestra nueva ofensiva, el enemigo inicie la suya, colocándonos así en una situación difícil. Por eso la elección del momento oportuno para comenzar nuestros preparativos constituye un problema importante. Para determinar con acierto este momento, debemos tener en cuenta nuestra situación y la del enemigo, así como la relación entre ambas. A fin de conocer la situación del enemigo, debemos reunir informaciones sobre su estado político, militar y financiero y sobre la opinión pública en las zonas que controla. Al analizar estas informaciones, debemos tomar plenamente en cuenta las fuerzas enemigas en su

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totalidad, no debemos exagerar la importancia de sus derrotas anteriores, ni dejar de tener en cuenta sus contradicciones internas, sus dificultades financieras, el efecto de sus derrotas pasadas, etc. En lo que respecta a nuestro lado, no debemos exagerar la importancia de nuestras victorias anteriores, pero tampoco debemos subestimar los efectos que han tenido.

    Sin embargo, en cuanto al momento de iniciar los preparativos, en general es preferible comenzar temprano que tarde. Pues lo primero implica menos pérdidas que lo segundo y tiene la ventaja de precavernos contra todo peligro y colocarnos en una posición básicamente invencible.

    Los problemas principales en la fase preparatoria son los preparativos para la retirada del Ejército Rojo, la movilización política, el reclutamiento, los preparativos financieros y de avituallamiento, las medidas a adoptar con respecto a los elementos políticamente ajenos a nosotros, etc.

    Al hablar de preparativos para la retirada del Ejército Rojo, queremos decir que éste no debe avanzar en una dirección que sea desfavorable para su ulterior retirada, ni ir demasiado lejos en la ofensiva, ni fatigarse en exceso. Estas son las disposiciones que deben tomar las fuerzas regulares del Ejército Rojo en vísperas de una amplia ofensiva del enemigo. En tales ocasiones, el Ejército Rojo debe preocuparse principalmente de los planes para la creación de las zonas de operaciones, acumulación del material e incremento y adiestramiento de sus efectivos.

    La movilización política es un problema de primera importancia en la lucha contra una campaña de "cerco y aniquilamiento". Esto quiere decir que al Ejército Rojo y a la población de la base de apoyo les debemos explicar clara, decidida y detalladamente que la ofensiva del enemigo es inevitable e inminente y que causará graves daños al pueblo. Al mismo tiempo, hay que hacerles ver las debilidades del enemigo, los factores favorables para el Ejército Rojo, nuestra inconmovible voluntad de vencer, la orientación de nuestro trabajo, etc. Es preciso llamar al Ejército Rojo y a toda la población a luchar contra la campaña de "cerco y aniquilamiento" y en defensa de la base de apoyo. La movilización política debe realizarse abiertamente, a excepción de lo que concierne a los secretos militares, y, más aún, hay que hacer los máximos esfuerzos por extenderla a todos los que puedan apoyar los intereses de la revolución. A este respecto, el eslabón clave es convencer a los cuadros.

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    El reclutamiento debe basarse en dos consideraciones: primera, el nivel de conciencia política del pueblo y el número de habitantes de la zona y sus condiciones; segunda, la situación del Ejército Rojo en ese momento y las pérdidas que pueda sufrir en el transcurso de la contracampaña.

    No hace falta decir que el problema de las finanzas y del avituallamiento es de gran importancia para la contracampaña. Debemos tener en cuenta la posibilidad de que la campaña enemiga sea larga. Es preciso hacer un cálculo de las necesidades materiales mínimas principalmente del Ejército Rojo, pero también de la población de la base de apoyo revolucionaria — para toda la lucha contra la campaña de "cerco y aniquilamiento".

    Con respecto a los elementos políticamente ajenos a nosotros, no debemos relajar nuestra vigilancia, pero tampoco adoptar medidas de precaución exageradas por exceso de temor a que nos traicionen. Hay que tratar de maneras diferentes a terratenientes, comerciantes y campesinos ricos. Lo principal es explicarles nuestra política y neutralizarlos, y al mismo tiempo organizar a las masas populares para que los vigilen. Sólo contra un ínfimo número de elementos sumamente peligrosos, es preciso recurrir a medidas severas tales corno el arresto.

    La importancia de la victoria de una contracampaña está estrechamente ligada al grado en que se hayan cumplido las tareas en la fase preparatoria. Tanto el descuido en nuestros preparativos motivado por la subestimación del enemigo, como el desconcierto nacido del pánico a su ofensiva, son tendencias perniciosas que hay que combatir resueltamente. Necesitamos un estado de ánimo entusiasta pero sereno, un trabajo intenso pero ordenado.

3. RETIRADA ESTRATEGICA

    La retirada estratégica es un pasó estratégico planificado que da un ejército inferior en poderío, con el propósito de conservar sus fuerzas y esperar el momento oportuno para derrotar al enemigo, cuando se halla ante la ofensiva de un ejército superior y no puede aplastarla rápidamente. Pero los partidarios del aventurerismo militar se oponen porfiadamente a semejante paso y propugnan "detener al enemigo al otro lado de la puerta del Estado".

    Nadie ignora que en un pugilato, generalmente, el boxeador inteligente comienza dando un paso atrás, mientras el estúpido acomete

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furioso, emplea toda su fuerza desde el comienzo y con frecuencia termina siendo derribado.

    En la novela A la orilla del agua [21], el maestro de armas Jung desafía, en casa de Chai Chin, a Lin Chung a pelear, gritándole: "°Ven! °Ven!! °Ven!" Lin Chung, que comienza por retroceder, encuentra al final el punto débil de Jung y lo derriba de una patada.

    Durante la Era de Primavera y Otoño, encontrándose en guerra los Estados de Lu y Chi[22], el príncipe de Lu, Chuangkung, quería atacar antes de que las tropas de Chi se fatigaran, pero Tsao Kui se lo impidió. Entonces el príncipe adoptó la táctica de "cuando el enemigo se fatiga, lo atacamos", y derrotó al ejército de Chi. En la historia de las guerras de China, éste es un ejemplo clásico de victoria lograda por un ejército débil sobre uno poderoso. He aquí el relato que hace el historiador Tsuochiu Ming[23]:

    "En la primavera nos invadieron las tropas de Chi. El príncipe iba a lanzarse a la batalla. Tsao Kui le pidió audiencia. Sus vecinos le dijeron: 'La guerra es asunto de los dignatarios, ¿por qué te entrometes?' Tsao replicó: 'Los dignatarios son gente mediocre; no ven más allá de sus narices.' Luego se presentó ante el príncipe y le preguntó: '¿En qué te apoyas para combatir?' Este respondió: 'Nunca he disfrutado yo solo de los vestidos y manjares; siempre los he compartido con otros.' Tsao comentó: 'Tan mezquina caridad no alcanza a todos; el pueblo no te seguirá.' Y dijo el príncipe: 'Jamás he ofrecido a los dioses menos sacrificios en animales, jades o sedas de los que se les debe; siempre he procedido de buena fe.' Y Tsao replicó: 'Esa fe mezquina no inspira confianza; los dioses no te bendecirán.' El príncipe añadió: 'Aunque no puedo ocuparme personalmente de los detalles de todos los procesos, grandes y pequeños, siempre me atengo a la justicia.' Y Tsao concluyó: 'Eso demuestra tu devoción al pueblo. Puedes ir al combate. Cuando partas, permíteme que te acompañe.' El príncipe lo llevó en su carro y dio la batalla en Changshao. Cuando el príncipe estaba a punto de hacer redoblar el tambor para el ataque, Tsao le dijo: 'No todavía.' Sólo después de que el tambor de las tropas de Chi hubo sonado por tercera vez, Tsao indicó: 'Ahora sí.' El ejército de Chi fue derrotado, y el príncipe se aprestó a perseguirlo. Tsao le dijo: 'Todavía no.' Descendió del carro para examinar las huellas de los vehículos del enemigo, subió luego a las varas de su carro para mirar a lo lejos, y dijo: 'Ha llegado el

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momento.' Entonces comenzó la persecución a las tropas de Chi. Después de la victoria, el príncipe preguntó a Tsao por qué le había dado esos consejos. Tsao respondió: 'La batalla depende del coraje. Con el primer redoble del tambor el coraje se eleva, con el segundo se debilita y con el tercero se agota. Cuando el coraje del enemigo se había agotado, el nuestro permanecía alto, y por eso triunfamos. Es difícil conocer las intenciones de un gran Estado. Yo temía una emboscada. Pero cuando examiné las huellas de los carros del enemigo y advertí que se entrecruzaban confusamente, y cuando miré a lo lejos y vi sus banderas cayendo en desorden, aconsejé perseguirlo.'"

    Este fue un caso en que un Estado débil resistió a uno fuerte. En este relato se habla de la preparación política para la guerra — conquistar la confianza del pueblo –, del terreno favorable para pasar a la contraofensiva — Changshao –, del momento favorable para iniciar la contraofensiva — cuando el coraje del enemigo se había agotado y el nuestro permanecía alto — y del momento para comenzar la persecución — cuando las huellas de los carros del enemigo se entrecruzaban confusamente y sus banderas caían en desorden. Aunque no trata de una gran batalla, este relato expone los principios de la defensiva estratégica. La historia de las guerras de China registra numerosos ejemplos de victorias logradas de acuerdo con estos principios: la batalla de Chengkao entre Chu y Jan[24], la de Kunyang entre Sin y Jan[25], la de Kuantu entre Yuan Shao y Tsao Tsao[26], la de Chipi entre Wu y Wei[27], la de Yiling entre Wu y Shu[28] y la de Feishui entre Chin y Tsin[29], etc. En todas estas batallas famosas, los dos bandos contendientes eran desiguales; el débil comenzó por retroceder un paso y ganó la iniciativa atacando después de que el enemigo hubo atacado, y así logró vencerlo.

    Nuestra guerra comenzó en el otoño de 1927. Entonces no teníamos ninguna experiencia. El Levantamiento de Nanchang[30] y el Levantamiento de Cantón[31] fracasaron. Durante el Levantamiento de la Cosecha de Otoño[32], las tropas del Ejército Rojo en los límites entre Junán, Jupei y Chiangsí también sufrieron varias derrotas y se desplazaron a las montañas Chingkang, en los límites entre Junán y Chiangsí. En abril del año siguiente, las unidades que sobrevivieron al fracaso del Levantamiento de Nanchang también llegaron a las montañas Chingkang a través del Sur de Junán. En mayo de 1928, sin embargo, ya se habían elaborado los principios básicos de la guerra de guerrillas,

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principios rudimentarios pero adecuados a las condiciones de aquel tiempo. Se expresaban en esta fórmula de dieciséis caracteres: "Cuando el enemigo avanza, retrocedemos; cuando acampa, lo hostigamos; cuando se fatiga, lo atacamos; cuando se retira, lo perseguimos." Estos principios militares fueron aprobados por el Comité Central antes de la línea de Li Li-san. Más tarde, nuestros principios sobre operaciones tuvieron un nuevo desarrollo. Durante nuestra lucha contra la primera campaña de "cerco y aniquilamiento" en la base de apoyo de Chiangsí, se planteó el principio de "atraer al enemigo para que penetre profundamente", y se puso en práctica con éxito. Cuando derrotamos la tercera campaña enemiga de "cerco y aniquilamiento", ya se había formulado una serie completa de principios para las operaciones del Ejército Rojo. Esto marcó una nueva etapa en el desarrollo de nuestros principios militares, que se enriquecieron considerablemente en su contenido y experimentaron muchas modificaciones en su forma, principalmente en el sentido de que superaron su antiguo carácter rudimentario; sin embargo, los principios fundamentales continuaron siendo los mismos expresados en la fórmula de dieciséis caracteres. Esta fórmula incluía los principios fundamentales para la lucha contra las campañas de "cerco y aniquilamiento". Comprendía las dos etapas: la defensiva estratégica y la ofensiva estratégica, y, en la defensiva, comprendía las dos fases: la retirada estratégica y la contraofensiva estratégica. Lo que vino después no fue más que un desarrollo de esa fórmula.

    Pero a partir de enero de 1932, después de que el Partido publicó la resolución sobre la "lucha por la victoria primero en una o varias provincias después de aplastar la tercera campaña de 'cerco y aniquilamiento'", resolución que contenía serios errores de principio, los oportunistas de "izquierda" emprendieron la lucha contra los principios correctos, finalmente los echaron por la borda y los reemplazaron por una serie completa de principios que eran lo contrario de los anteriores y que llamaban "nuevos principios" o "principios regulares". De ahí en adelante, los antiguos principios ya no podían ser considerados como regulares, sino que debían ser rechazados corno "guerrillerismo". Reinó durante tres años enteros un ambiente de lucha contra el "guerrillerismo". En la primera etapa de esta lucha predominó el aventurerismo militar, que en la segunda se convirtió en conservatismo militar y finalmente, en la tercera, vino a parar en tendencia a la huida. Sólo en la reunión ampliada del Buró Político del Comité Central del Partido celebrada en enero de 1935 en Tsunyi,

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provincia de Kuichou, fue cuando se declaró en bancarrota esta línea errónea y se reafirmó la justeza de la antigua línea. °Pero, a qué precio!

    Los camaradas que se oponían enérgicamente al "guerrillerismo" argumentaban: Es erróneo atraer al enemigo para que penetre profundamente, pues así tenemos que abandonar mucho territorio. Aunque en el pasado hemos logrado victorias de esa manera, ¿no es distinta ahora la situación? Más aún, ¿no es mejor vencer al enemigo sin abandonar ningún territorio?, ¿y no es aún mejor derrotar al enemigo en sus propias regiones o en los límites de sus regiones con las nuestras? Los antiguos principios no tienen nada de "regulares", sólo son métodos usados por las guerrillas. Ahora hemos establecido nuestro propio Estado, y nuestro Ejército Rojo se ha convertido en un ejército regular. Nuestra guerra contra Chiang Kai-shek ya es una guerra entre dos Estados, entre dos grandes ejércitos. La historia no debe repetirse; hay que abandonar por completo el "guerrillerismo". Los nuevos principios son "totalmente marxistas", en tanto que los antiguos fueron creados por las guerrillas en las montañas, y en las montañas no hay marxismo. Los nuevos principios, antítesis de los antiguos, son: "Enfrentar uno a diez, diez a cien, luchar valiente y decididamente, y explotar la victoria persiguiendo al enemigo sin detenerse"; "Atacar en todo el frente"; "Tomar las ciudades principales" y "Golpear con dos puños en dos direcciones a la vez". Los métodos para hacer frente al ataque del enemigo son: "Detener al enemigo al otro lado de la puerta del Estado", "Ganar la iniciativa golpeando primero", "No permitir que rompan nuestras ollas y cacharros", "No ceder ni una pulgada de terreno", "Dividir las fuerzas en seis direcciones". La lucha contra la quinta campaña de "cerco y aniquilamiento" es "la batalla decisiva entre el camino revolucionario y el camino colonial" una guerra de embestidas breves y repentinas, una guerra de blocaos, una guerra de desgaste, una "guerra prolongada". Y a eso se añadía la concepción de un servicio de retaguardia grande y una centralización absoluta del mando. Finalmente, todo esto terminó en un "cambio de casa" en gran escala. Y quien no aceptase tales cosas había de ser castigado, tachado de oportunista, etc., etc.

    Es indudable que todas estas teorías y prácticas eran erróneas. Eran subjetivismo. Eran manifestación, en circunstancias favorables, del fanatismo y precipitación revolucionarios pequeñoburgueses, que, en tiempos de adversidad, a medida que la situación empeoraba, se transformaban sucesivamente en temeridad desesperada, conservatismo y tendencia a la huida. Todo esto era la teoría y la práctica de gentes

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impulsivas e ignorantes. No tenía el menor asomo de marxismo; era antimarxista.

    Ahora trataremos sólo de la retirada estratégica, que en Chiangsí se llamaba "atraer al enemigo para que penetre profundamente" y en Sechuán, "contraer el frente". Ningún teórico o práctico militar del pasado ha negado jamás que es éste el principio que en la etapa inicial de la guerra debe adoptar un ejército débil en sus operaciones contra un ejército fuerte. Un experto militar extranjero ha dicho que en las operaciones estratégicamente defensivas, por regla general, se evita al comienzo la batalla decisiva en condiciones desfavorables y se la busca sólo cuando las condiciones se han vuelto favorables. Esto es totalmente correcto, y nada tenemos que agregar.

    El objetivo de la retirada estratégica es conservar el potencial bélico y preparar la contraofensiva. La retirada es necesaria, porque no ceder ni un paso ante el ataque de un enemigo fuerte, significa inevitablemente poner en peligro la conservación de las fuerzas propias. Pero, en el pasado muchas personas se oponían con obstinación a la retirada, considerándola como una "línea oportunista, puramente defensiva". Nuestra historia ha demostrado que su oposición era completamente errónea.

    Al preparar una contraofensiva, debemos elegir y crear ciertas condiciones favorables para nosotros y desfavorables para el enemigo, a fin de lograr un cambio en la correlación de fuerzas, antes de entrar en la fase de la contraofensiva.

    Según nuestra pasada experiencia, antes de poder considerar que la situación es favorable para nosotros y desfavorable para el enemigo y pasar a la contraofensiva, en general debemos lograr, durante la fase de la retirada, por lo menos dos de las condiciones siguientes:

    1) apoyo activo de la población al Ejército Rojo;

    2) terreno favorable para nuestras operaciones;

    3) concentración de todas las fuerzas principales del Ejército Rojo;

    4) conocimiento de los puntos débiles del enemigo;

    5) cansancio y desmoralización a que hemos reducido al enemigo, y

    6) errores del enemigo inducidos por nosotros.

    La primera condición, el apoyo activo de la población, es la más importante para el Ejército Rojo. Esta condición implica la existencia de bases de apoyo. Más aún, dada esta condición, se pueden crear

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o descubrir con facilidad las condiciones cuarta, quinta y sexta. Por eso cuando el enemigo lanza una amplia ofensiva contra el Ejército Rojo, éste se retira generalmente de las zonas blancas a las bases de apoyo, donde la población lo apoya más activamente en su lucha contra el ejército blanco. Dentro de una misma base de apoyo también hay diferencia entre las regiones periféricas y la central. La población de la región central es más digna de confianza que la de las periféricas en lo que se refiere a evitar la filtración de informaciones, al reconocimiento, al transporte, a la participación en la guerra, etc. Por eso, en la lucha contra la primera, segunda y tercera campañas de "cerco y aniquilamiento" en Chiangsí, fueron escogidos como "punto final de la retirada" aquellos lugares donde la primera condición, el apoyo popular, se cumplía muy bien o bastante bien. En virtud de esta característica, o sea, la existencia de las bases de apoyo, las operaciones del Ejército Rojo difieren grandemente de las operaciones en general. Esta característica fue también la razón principal por la cual el enemigo tuvo que recurrir más tarde a la guerra de blocaos.

    Una de las ventajas de operar en líneas interiores reside en que un ejército que se retira puede elegir libremente el terreno favorable y forzar al ejército atacante a actuar según su voluntad. Un ejército débil, para derrotar a otro fuerte, tiene que elegir con cuidado un terreno favorable como campo de batalla. Pero esta condición no es suficiente por sí sola; deben presentarse otras, en primer lugar, el apoyo de la población, y luego, una unidad enemiga vulnerable, por ejemplo, una unidad que está cansada o ha cometido errores, o una unidad que está avanzando en una dirección dada y que tiene una capacidad combativa relativamente baja. En ausencia de estas condiciones, aun cuando hayamos encontrado un terreno favorable, tendremos que abandonarlo y continuar retrocediendo a fin de crear las condiciones deseadas. En las zonas blancas, también se pueden encontrar terrenos ventajosos, pero allí no se presenta la condición favorable del activo apoyo popular. Y si las demás condiciones aún no se han creado o descubierto, el Ejército Rojo tendrá que retirarse a sus bases de apoyo. Lo mismo puede decirse, en términos generales, de la diferencia entre las regiones periféricas y la central de una base de apoyo.

    En principio, todas nuestras tropas de choque deben ser concentradas, a excepción de las tropas locales y las fuerzas de contención. Sin embargo, cuando ataca a un adversario que ha pasado a la defensiva estratégica, el Ejército Rojo divide a menudo sus fuerzas. Una

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vez que el enemigo ha lanzado una gran ofensiva, el Ejército Rojo efectúa una "retirada convergente". El punto final de la retirada se fija por lo común en la parte central de la base de apoyo, pero a veces también se puede fijar en la parte delantera o en la posterior, según lo exijan las circunstancias. Semejante retirada convergente permite concentrar todas las fuerzas principales del Ejército Rojo.

    Otra condición indispensable para un ejército débil que lucha contra uno poderoso es escoger como blanco de su ataque las unidades débiles de éste. Pero al comienzo de la ofensiva del enemigo, sucede frecuentemente que entre sus unidades que avanzan en diferentes direcciones, ignoramos cuál es la más poderosa y cuál la sigue en poderío, cuál la más débil y cuál no lo es tanto. Para saberlo, hay que efectuar reconocimientos, que a menudo requieren mucho tiempo. Esta constituye otra razón por la cual es necesaria la retirada estratégica.

    Si el enemigo que ataca es muy superior a nosotros tanto en efectivos como en poderío, no podemos alcanzar el objetivo de producir un cambio en la correlación de fuerzas hasta que aquél haya penetrado profundamente en nuestras bases de apoyo y haya probado todas las amarguras que le esperan allí, tal como lo anotó el jefe del estado mayor de una de las brigadas de Chiang Kai-shek, durante la tercera campaña de "cerco y aniquilamiento": "Nuestros soldados gordos se han consumido hasta quedar en los huesos, y los flacos, hasta morir" o como lo comentó Chen Ming-shu, comandante de la columna occidental del ejército del Kuomintang para la campaña de "cerco y aniquilamiento": "Por todas partes el Ejército Nacional anda a oscuras mientras el Ejército Rojo marcha a plena luz." En tales condiciones el ejército enemigo, aunque todavía fuerte, se ve muy debilitado; sus soldados están cansados y desmoralizados y muchos de sus puntos vulnerables quedan al descubierto. Y el Ejército Rojo, aunque débil, conserva su fuerza, acumula energías y espera descansado al enemigo fatigado. En este momento, generalmente es posible que entre las dos fuerzas se logre cierto equilibrio, o que se convierta en relativa la superioridad absoluta del enemigo y que también se haga relativa nuestra inferioridad absoluta; incluso puede ocurrir que el enemigo se torne inferior y nosotros superiores. En la lucha contra la tercera campaña de "cerco y aniquilamiento" en Chiangsí, el Ejército Rojo efectuó una retirada extrema (se concentró en la parte posterior de la base de apoyo). Pero, de no proceder así, no habría podido derrotar al enemigo, porque éste era más de diez veces superior en número al Ejército Rojo. Al decir Sun Tsi: "Evitad el combate cuando el

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enemigo está lleno de vigor, golpeadlo cuando se encuentra fatigado y debilitado", aludía a la necesidad de fatigar y desmoralizar al enemigo a fin de reducir su superioridad.

    El último objetivo de la retirada es descubrir los errores del enemigo o inducirlo a cometer errores. Hay que comprender que a ningún comandante enemigo, por hábil que sea, le es posible no cometer errores durante un período relativamente largo. Por consiguiente, siempre tenemos la posibilidad de aprovechar los errores del enemigo. Este puede cometer errores, igual que nosotros a veces nos equivocamos y le damos la posibilidad de aprovecharse de ello. Además, con nuestras acciones podemos inducir al enemigo a cometer errores, por ejemplo, mediante lo que Sun Tsi llamaba "crear apariencias" (simular un ataque en el Este pero golpear por el Oeste o, en otras palabras, amagar en el Este pero atacar por el Oeste). Si queremos lograr esto, el punto final de nuestra retirada no debe limitarse a una zona determinada. En ocasiones, cuando hemos llegado a esa zona y aún no hemos encontrado ninguna oportunidad de aprovechar los errores del enemigo, tenemos que retirarnos más y esperar a que se nos presente tal oportunidad.

    Tales son, hablando en términos generales, las condiciones favorables que buscamos en el curso de nuestra retirada. Pero esto no significa que no podamos pasar a la contraofensiva antes de que se hayan presentado todas estas condiciones. No es posible ni necesaria que concurran todas estas condiciones al mismo tiempo. Pero un ejército débil que opera en líneas interiores contra un enemigo fuerte, debe esforzarse por lograr ciertas condiciones indispensables según la situación del enemigo en el momento dado. Toda opinión contraria a este respecto es incorrecta.

    Al fijar el punto final de la retirada, debemos partir de la situación en su conjunto. Es erróneo fijarlo en un lugar que nos parece favorable para pasar a la contraofensiva desde el punto de vista de una situación parcial, pero que no lo es desde el punto de vista de la situación en su conjunto. Pues, como nuestra contraofensiva siempre se inicia en una escala parcial, debemos tener en cuenta, al comienzo de ella, los cambios que puedan producirse más tarde. Unas veces, el punto final de la retirada debe fijarse en la parte delantera de nuestra base de apoyo, como ocurrió en nuestras segunda y cuarta contracampañas en Chiangsí y en nuestra tercera contracampaña en la Región Fronteriza de Shensí-Kansú; otras veces, en la parte central de la base de apoyo, como ocurrió en nuestra primera contracampaña en Chiangsí, y otras, en la parte

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posterior, como en nuestra tercera contracampaña en la misma provincia. En todos estos casos la decisión fue tomada teniendo en cuenta la relación entre la situación parcial y la situación en su conjunto. En el curso de nuestra quinta contracampaña en Chiangsí, nuestro ejército no consideró en absoluto la retirada, porque no tomó en cuenta ni la situación parcial ni la general; esto fue pura temeridad. Una situación está compuesta de una serie de factores. Cuando examinamos la relación entre la situación parcial y la general, nuestro juicio debe basarse en si los factores del lado enemigo y del nuestro, que se manifiestan en la situación parcial y en la general, favorecen en cierta medida nuestro paso a la contraofensiva.

    El punto final de la retirada puede fijarse, por lo general, en la parte delantera, central o posterior de nuestra base de apoyo. Sin embargo, ¿significa eso que nos negamos rotundamente a combatir en las zonas blancas? No. Nos negamos a hacerlo sólo al enfrentar grandes campañas enemigas de "cerco y aniquilamiento". únicamente cuando existe una enorme disparidad de fuerzas entre el enemigo y nosotros, nos pronunciamos por retirarnos a nuestra base de apoyo y atraer al enemigo para que penetre profundamente, de acuerdo con el principio de conservar las fuerzas y esperar el momento oportuno para aplastar al adversario, porque sólo de este modo podemos crear o descubrir condiciones favorables para nuestra contraofensiva. Si la situación no es tan grave, o si su gravedad es tal que el Ejército Rojo no puede pasar a la contraofensiva ni siquiera en su base de apoyo, o si la contraofensiva sufre un revés y es necesario continuar retirándonos para producir un cambio en la situación, entonces debemos admitir, al menos en teoría, que se puede fijar el punto final de la retirada en una zona blanca, aunque hemos tenido muy poca experiencia al respecto.

    En cuanto al punto final de nuestra retirada en una zona blanca, también pueden darse, en términos generales, tres casos: 1) delante de nuestra base de apoyo, 2) en los flancos de ésta, y 3) detrás de ella. He aquí un ejemplo del primer caso:

    Durante nuestra primera contracampaña en Chiangsí, si no hubieran existido desunión dentro del Ejército Rojo ni división en las organizaciones locales del Partido, dos difíciles problemas creados por la línea de Li Li-san y el Grupo A-B[33], habría sido concebible que concentrásemos nuestras fuerzas en el triángulo Chían-Nanfeng-Changshu y lanzásemos desde allí la contraofensiva. Por-

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que entonces las fuerzas enemigas que avanzaban entre los ríos Kanchiang y Fushui no eran muy superiores al Ejército Rojo (cien mil hombres contra cuarenta mil). Aunque desde el punto de vista del apoyo popular, las condiciones allí no eran tan buenas como en nuestra base de apoyo, el terreno era favorable; más aún, habría sido posible aprovechar el avance del enemigo en columnas aisladas para aplastarlas una por una.

Veamos ahora un ejemplo del segundo caso:

    Durante nuestra tercera contracampaña en Chiangsí, si la ofensiva del enemigo no hubiese sido tan amplia, si una de las columnas enemigas hubiera avanzado desde la zona de Chienning-Lichuan-Taining en los límites entre Fuchién y Chiangsí, y si el poderío de esa columna nos hubiera permitido atacarla, habría sido concebible que el Ejército Rojo pudiera concentrar sus fuerzas en la zona blanca, en el Oeste de Fuchién, y aplastar primero a esa columna, sin haber tenido que dar un gran rodeo de mil li para llegar a Singkuo a través de Yuichín.

Finalmente, un ejemplo del tercer caso:

    Durante la misma tercera contracampaña en Chiangsí, si las fuerzas principales del enemigo no se hubieran dirigido hacia el Oeste, sino hacia el Sur, probablemente nos habríamos visto obligados a retirarnos a la zona de Juichang S¸nwu-Anyuan (una zona blanca) para atraer al enemigo más hacia el Sur, y luego el Ejército Rojo habría podido avanzar, de Sur a Norte, sobre el interior de la base de apoyo, donde las fuerzas enemigas no habrían sido en ese momento muy numerosas.

Sin embargo, estos ejemplos no son sino hipótesis, que no se basan en la experiencia; pueden ser considerados como casos excepcionales, y no como principios generales. Para nosotros, cuando el enemigo lanza una amplia campaña de "cerco y aniquilamiento", el principio general es atraerlo para que penetre profundamente, retirarnos a la base de apoyo para combatir allí, porque éste es nuestro más seguro método para aplastar su ofensiva.

    Los que abogan por "detener al enemigo al otro lado de la puerta del Estado" se oponen a la retirada estratégica, arguyendo que retirarnos significa perder territorio, causar perjuicios a la población ("permitir que rompan nuestras ollas y cacharros", como dicen ellos)

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y provocar una repercusión desfavorable fuera de nuestras zonas. Durante nuestra quinta contracampaña afirmaron que, cada vez que retrocediéramos un paso, el enemigo empujaría sus blocaos un paso adelante, con lo cual la base de apoyo se empequeñecería continuamente y nos sería imposible recuperar el territorio perdido. Según ellos, si bien la táctica de atraer al enemigo para que penetre profundamente había sido útil en otros tiempos, resultaba inútil contra la quinta campaña de "cerco y aniquilamiento", en que el enemigo recurría a la guerra de blocaos. Sólo podíamos luchar contra esta campaña mediante el método de dividir nuestras fuerzas para la defensa y lanzar embestidas breves y repentinas.

    Es fácil responder a estas afirmaciones, y nuestra historia ya lo ha hecho. En cuanto a la pérdida de territorio, a menudo sucede que éste sólo se puede conservar perdiéndolo. Este es el principio de "dar a fin de tomar". Si lo que perdemos es territorio, y lo que ganarnos es la victoria Sobre el enemigo más la recuperación y hasta la ampliación de nuestro territorio, entonces se trata de un buen negocio. En las transacciones comerciales, si el comprador no "pierde" algún dinero, no puede obtener mercancías; si el vendedor no "pierde" algunas mercancías, no puede conseguir dinero. Las pérdidas en un movimiento revolucionario significan destrucción, pero lo que se gana es construcción de carácter progresista. Durante el sueño y el descanso se pierde tiempo, pero se gana energía para el trabajo del día siguiente. Si algún imbécil no entiende esto y se niega a dormir, no tendrá energías al otro día. Ese es un negocio a pérdida. Precisamente por esta causa perdimos en la quinta campaña enemiga de "cerco y aniquilamiento". Por no querer perder una parte del territorio, lo perdimos en su totalidad. Abisinia también perdió todo su territorio, porque luchó sin flexibilidad, aunque ésa no fue la única causa de su derrota.

    Lo mismo rige en relación con el problema de causar perjuicios a la población. El no tolerar que las ollas y los cacharros de algunas familias sean rotos por cierto tiempo, será permitir que las ollas y los cacharros de toda la población sean destrozados durante largo tiempo. El temer a una repercusión política temporalmente desfavorable, lo pagaremos con una repercusión desfavorable durante largo tiempo. Después de la Revolución de Octubre, si los bolcheviques rusos hubieran seguido los puntos de vista de los "comunistas de izquierda" y se hubieran negado a firmar el tratado de paz con Alemania, los Soviets recién nacidos habrían corrido el peligro de perecer[34].

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    Estas opiniones "izquierdistas", aparentemente revolucionarias, provienen de la precipitación revolucionaria propia de los intelectuales pequeñoburgueses y del estrecho conservatismo de los pequeños productores campesinos. Los que sostienen tales opiniones miran los problemas sólo de modo unilateral y son incapaces de examinar la situación en su conjunto; no quieren vincular los intereses de hoy con los de mañana, o los intereses parciales con los del conjunto, sino que se aferran con uñas y dientes a lo parcial y a lo temporal. Es cierto que debemos aferrarnos con tenacidad a aquello de lo parcial y lo temporal que, en las circunstancias concretas del momento, es ventajoso, y especialmente decisivo, para la situación en su conjunto y para todo el período dado, pues de otro modo nos convertiríamos en partidarios de dejar que las cosas sigan su propio curso o de no intervenir en su marcha. Precisamente por eso, es necesario que la retirada tenga un punto final. Pero no debemos, en modo alguno, dejarnos llevar por la miopía de los pequeños productores. Tenemos que aprender de los bolcheviques su sagacidad. La vista sola no es suficiente, debemos contar con la ayuda del telescopio y del microscopio. El método marxista sirve de telescopio y microscopio en los asuntos políticos y militares.

    Por supuesto, la retirada estratégica presenta dificultades. Elegir el momento para iniciar la retirada y el punto final de la misma, y convencer políticamente a los cuadros y a la población de la necesidad de la retirada, son todos problemas difíciles, que debemos resolver.

    El problema de determinar el momento para comenzar la retirada es de mucha importancia. Si en nuestra primera contracampaña en Chiangsí, el comienzo de la retirada no hubiese sido tan oportuno como lo fue, es decir, si se hubiese demorado, habría sido afectada por lo menos la amplitud de nuestra victoria. Por supuesto, es perjudicial comenzar la retirada demasiado temprano o demasiado tarde. Pero, hablando en términos generales, una retirada tardía causa más daños que una prematura. Una retirada a tiempo nos permite mantener plenamente la iniciativa, lo cual ayuda en gran medida a que pasemos a la contraofensiva cuando, después de llegar al punto final de la retirada, hayamos reagrupado nuestras fuerzas y esperado descansadamente al enemigo fatigado. En la lucha para aplastar la primera, segunda y cuarta campañas enemigas de "cerco y aniquilamiento" en Chiangsí, pudimos hacer frente al enemigo con aplomo y sin prisa. Sólo en la tercera campaña, el Ejército Rojo tuvo que dar apresuradamente un gran rodeo para concentrarse, y sus combatientes

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se fatigaron mucho, porque no esperábamos que el enemigo pudiese organizar una nueva ofensiva con tanta prontitud después de haber sufrido una derrota aplastante en la segunda campaña (nuestra segunda contracampaña terminó el 29 de mayo de 1931 y el 1.ƒ de julio Chiang Kai-shek comenzó su tercera campaña de "cerco y aniquilamiento"). El momento para iniciar la retirada se determina del mismo modo que el comienzo de la fase preparatoria de una contracampaña, como hemos dicho más arriba, es decir, enteramente sobre la base de las informaciones necesarias recogidas y de la apreciación de nuestra situación general y de la del enemigo.

    Convencer a los cuadros y a la población civil de la necesidad de la retirada estratégica es una tarea sumamente difícil cuando ellos aún no tienen experiencia en este aspecto, y cuando la dirección militar no ha alcanzado todavía un prestigio tal que le permita concentrar en unas pocas personas, o incluso en una sola, la autoridad para decidir la retirada estratégica, y contar al mismo tiempo con la confianza de los cuadros. Debido a que éstos carecían de experiencia y de fe en la retirada estratégica, tropezamos con grandes dificultades en este problema, al comienzo de la primera y cuarta contracampañas y durante toda la quinta. En la primera contracampaña, los cuadros bajo la influencia de la línea de Li Li-san no estuvieron en favor de la retirada sino del ataque, hasta que se les convenció de lo contrario. En la cuarta contracampaña, los cuadros bajo la influencia del aventurerismo militar se opusieron a los preparativos para la retirada estratégica. En la quinta contracampaña, al comienzo persistieron en los puntos de vista del aventurerismo militar, que se oponían a la táctica de atraer al enemigo para que penetre profundamente, pero luego cayeron en el conservatismo militar. Los partidarios de la línea de Chang Kuo-tao no reconocieron la imposibilidad de establecer nuestras bases de apoyo en las regiones pobladas por las nacionalidades tibetana y jui[35] hasta que se estrellaron contra el muro. Este es otro ejemplo concreto. La experiencia es indispensable para los cuadros; el fracaso es, en verdad, madre del éxito. Pero también es necesario aprender con modestia de la experiencia ajena. Es puro "empirismo estrecho" insistir en la experiencia personal en todos los casos y, a falta de ella, apegarse obstinadamente a las propias opiniones rechazando la experiencia de los demás. Esto nos ha hecho sufrir muchas pérdidas en la guerra.

    La desconfianza del pueblo en la necesidad de una retirada estratégica, desconfianza determinada por su inexperiencia, nunca fue mayor

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que durante la primera contracampaña en Chiangsí. En esa época, todas las organizaciones locales del Partido y las masas populares de los distritos de Chían, Singkuo y Yungfeng se oponían a la retirada del Ejército Rojo. Pero después que adquirieron experiencia en la primera contracampaña, este problema no volvió a presentarse en las contracampañas siguientes. Todo el mundo comprendió que la pérdida de parte del territorio de la base de apoyo y los sufrimientos del pueblo eran temporales, y tuvo la convicción de que el Ejército Rojo podía desbaratar las campañas de "cerco y aniquilamiento". Sin embargo, la fe del pueblo está íntimamente ligada a la de los cuadros, y por eso la primera y principal tarea consiste en convencer a los cuadros.

    La retirada estratégica está enteramente orientada a pasar a la contraofensiva, y no es sino la primera fase de la defensiva estratégica. El problema decisivo de toda la estrategia es si la victoria puede ser lograda en la fase siguiente, la fase de la contraofensiva.

4. CONTRAOFENSIVA ESTRATEGICA

    Para derrotar la ofensiva de un enemigo que tiene una superioridad absoluta, nos apoyamos en la situación creada en la fase de nuestra retirada estratégica, situación favorable para nosotros y desfavorable para el enemigo y diferente de la que existía al comienzo de la ofensiva enemiga. Esta situación es el resultado de diversos factores. De todo esto hemos hablado más arriba.

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