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Acertijos refractarios: El entendimiento y el tratamiento de la obesidad y la hipocondría




Enviado por Felix Larocca



  1. Los
    enigmas de la obesidad
  2. La
    obesidad, como la adolescencia, es, en esencia, una
    invención humana
  3. El
    luchador Sumo
  4. La
    hipocondría como manifestación de un trastorno
    afectivo
  5. Bibliografía

Cuando se examina la literatura relacionada
a las disorexias, se vuelve aparente un hecho inmediato, y es que
la obesidad permanece como la hermanastra desfavorecida de las
cuatro disorexias: La anorexia nervosa, la bulimia, la dieta
restrictiva y la gordura.

Por considerar que su lugar pertenece
dentro de espectro de los trastorno del comer, hoy asignamos a
las cirugías el dudoso privilegio de ser "la quinta
disorexia".

Las disorexias, dolencias cuyas
víctimas moran en las sombras de una sociedad atrapada en
el culto que oscila entre el hedonismo oral y la realidad
biológica.

Los enigmas de la
obesidad

Existe un asunto misterioso que siempre nos
despierta la mayor curiosidad, éste consiste en que, a
pesar del ataque frontal con que se ha abordado el problema de la
gordura en los países civilizados, ésta no
sólo ha resistido todos esfuerzos para explicarla y a
todos los expertos para encontrarle solución. Porque, a
pesar de todos los sistemas dietéticos y teorías
avanzadas para darle explicación, su incidencia
continúa aumentando en su progresión
demográfica como asimismo ha crecido en su
expresión, por la presencia exagerada de los gordos que
hoy aparecen por doquier.

Es como si fuera, que con todos los
métodos de hacer dieta que existen, que con la
fundación de nuevos centros y spas para
adelgazar, que con el énfasis en la esbeltez conque los
medios de noticias nos bombardean, y con la diseminación
de conocimientos de los riesgos asociados con la corpulencia,
que, en lugar de haber sido incrementada, como lo ha sido, que la
gordura debió de haber sido eliminada del mismo modo como
se eliminaran la Viruela y la Poliomielitis. Pero, tristemente
así, no ha sido.

¿Por qué no hemos
desarrollado, sino una vacuna, por lo menos, un remedio eficaz
que nos ayude a combatir esta condición?

El problema de mayor importancia en este
asunto es el más aparente. Cuando se desarrolla una
vacuna, ésta es resultado de una serie de circunstancias
paralelas.

La identificación de un agente
causativo (agente etiológico) que produzca la enfermedad,
el cultivo del mismo agente, la atenuación de éste
para que pueda administrarse al ser humano, y las pruebas
clínicas para que la vacuna pueda ser usada sin riesgos
posibles. Todo ello implica que se ha aplicado la noción
del llamado "modelo médico" de las enfermedades. Modelo
que postula los siguientes requerimientos, para su
efectividad:

  • ? La presencia de un agente
    patógeno

  • ? La presencia de signos y
    síntomas característicos de la dolencia,
    y

  • ? El beneficio de pruebas
    diagnósticas de laboratorio para
    confirmarla.

Estos requerimientos, por supuesto, no
existen en el caso de la gordura, su tratamiento, muy a menudo
quedando en manos de las personas con las menores calificaciones
para conducirlo.

Para el psiquiatra, la obesidad es un
problema de proporciones muy serias. Como especialista
médico, que lo es (aunque a veces no lo aparente), el
psiquiatra, no sólo está preocupado con los
problemas y con las complicaciones médicas de la gordura,
sino que también, le toca a veces tener que lidiar con las
repercusiones emocionales de naturaleza negativas que afectan a
quienes son obesos.

Es muy triste escuchar a alguien pronunciar
las palabras que describen la interminable agonía en la
lucha sin treguas que ha emprendido en vano contra de su
obesidad.

A pesar de que se han publicado trabajos
científicos recientes que le asignan un potencial
genético a la gordura (de los animales de laboratorio, eso
es), a pesar, de que se ha mantenido (como castillos en el aire
ideológico) que la obesidad es el resultado de comer en
exceso acoplado con la inactividad física, que la obesidad
es esto, o que es la otra cosa … a pesar de todas las
explicaciones que abundan … un problema persiste, y éste
es que nosotros no sabemos qué hace (simplemente) que las
gentes engorden (a los extremos que engordan algunos), y
cómo ayudarlos a que rebajen. Este problema es tan
peculiar y tan serio, que uno de los "expertos" más
citados (más su retrato poco publicado) en la literatura y
en la prensa estadounidense, es un psicólogo
clínico (no un médico) cuya gordura sólo
puede describirse como extrema.

Habiendo descrito la complejidad del
problema, y habiendo anexado a este trabajo las referencias
de rigueur, nos gustaría presentar ideas
empíricas que han sido sometidas a pruebas de naturaleza
clínicas.

Sabemos el hecho de que la obesidad no es
indígena en todas las razas, ni en todas las culturas
humanas por nosotros conocidas. De hecho, en ciertas culturas, no
existe aún una palabra que describa la gordura, porque la
gordura es inexistente dentro de esas poblaciones
humanas.

Reconocemos igualmente que la obesidad no
es adaptativa. Trate un gordo de evadir, mientras corre, una
bestia al ataque y sufrirá las consecuencias
físicas de los fenómenos penosos asociados con el
tener que movilizar una montaña
anatómica.

Las complicaciones médicas y del
comportamiento de la gordura son legión, entre ellas la
disminución de las actividades de las hormonas sexuales
rindiendo a los hombres impotentes, a las mujeres
anorgásmicas, y presentando a veces problemas de
contorsionistas funcionales para lograr la ejecución del
acto sexual con la adiposidad interpuesta entre los miembros de
la pareja.

La obesidad, como la
adolescencia, es, en esencia, una invención
humana

Se originó, cuando el ser humano, se
rindiese a los placeres epicúreos de la comida, la cual
transformó en actividad placentera y caprichosa en lugar
de necesidad vital, y la cual enriqueció
calóricamente antes de comenzar a consumirla en cantidades
descomunales. La función en este caso perdió la
forma.

El organismo humano, diseñado para
ganar de peso a corto plazo, con mucha eficiencia, peso que se
eliminaría con su uso, comenzó a acumular la grasa
con mayor rapidez, debido a que centros ejecutivos cerebrales
fueron sujetos a una sobrealimentación masiva para la cual
no fuesen diseñados.

El corolario fue que esas personas obesas
insensibles a los efectos de la insulina terminaran acumulando
adiposidad.

Como solución se trataron las
dietas, en principio, métodos que se basaron en
razonamientos infundados. Por ello las dietas siempre son
problemáticas, ya que tienden a estimular la
acumulación eventual de más peso.

Los autores, basados en trabajos llevados a
cabos con sujetos cuyos planes de adelgazar se diseñaran,
teniendo en cuenta la existencias de las funciones mencionadas en
estado de de-regulación adaptiva, han podido lograr que
estos sujetos pierdan de peso de un modo permanente.

Este sistema se discute en
detalle.

El luchador
Sumo

Este atleta — si es atleta lo qué
es — representa la paradoja de un deporte en el cual, lo mismo
que sucede con el fútbol americano, se alienta a los
participantes a acumular libras, a menudo, en exceso de lo que se
consideraría médicamente prudente para lograr el
objetivo de vencer al oponente.

A la inversa, en otras actividades
atléticas, competitivas y artísticas, se les obliga
a los jugadores a mantener un bajo nivel de peso que es
así mismo peligroso.

Siendo (entre otros) el caso de las
bailarinas de ballet y con jockeys de carreras de caballos
quienes se encuentran entre aquéllos profesionales, los
más susceptibles y tal vez los más afectados a
largo plazo.

Parece ser como si nuestra especie ha
creado para sí misma una capacidad para el martirio muy
extraordinaria e inexplicable.

Todos éstos son factores que
gravitan contra el hallazgo próximo de una solución
a este dilema universal.

La hipocondría
como manifestación de un trastorno afectivo

Cuando yo comenzaba a interesarme en la
Ciencia y el Arte de la Medicina, hace muchos años, uno de
mis mentores describía la hipocondría como unas de
las condiciones de más abolengo (ya que Hipócrates
la había descrito), pero una de las menos estudiadas. De
hecho el ser conocido como un hipocondríaco, siempre se ha
considerado una etiqueta peyorativa.

Veremos porqué no lo es

Yo conocí a Albert ("Al") cuando
estábamos en nuestra residencia en Washington DC.
Él era hijo de misioneros indo-libaneses que planeaba
dedicarse a la medicina misionaria retornando a su Líbano
natal.

Por disposición y naturaleza, Al era
una persona muy tranquila, de pocas palabras, y de semblante
triste.

A veces, cuando lo alcanzaba a ver,
entrando a la capilla del hospital, la cual mucho frecuentaba, me
recordaba la imagen de un monje benedictino que adornaba la
alcoba donde él dormía. A veces, cuando
estábamos de turno en la sala de emergencias, el amigo,
conversaba conmigo, soliendo sollozar por no tener soluciones
para la miseria que existía (y que todavía
persiste) en nuestro mundo.

Como opositor al servicio militar, nosotros
nos separamos cuando me llegó la llamada de servir como
oficial médico en la Marina de Guerra estadounidense. Yo
me entrené en hospitales universitarios, él se
entrenó en hospitales de estado.

Al y yo nos encontramos de nuevo, hace unos
cuantos años en una conferencia de la
Asociación Psiquiátrica Americana, donde
asistió a un taller en las disorexias encabezado por
mí.

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Se había radicado, luego de contraer
nupcias con una pianista, en la ciudad de Charlestón, y
quería que yo consultara con su esposa (Patricia) ya que
él temía que ella sufriera de la Anorexia
Nerviosa.

Así lo hice, y Al tenía
razón, su esposa estaba enferma con la anorexia, pero
había caído en las manos de un especialista quien
le había diagnosticado hipertiroidismo y quien
insistía que la delgadez extrema de Patricia,
acompañada por una hiperactividad física
extraordinaria, por la dieta rigurosa que observaba, por las
quejas de que se estaba poniendo gorda si solamente "miraba la
comida" y por el gozo manifiesto cuando perdía
algún peso, eran parte del cuadro clínico de la
disfunción del tiroides. Así es la vida.

Patricia fue eventualmente hospitalizada,
para salvarle la vida, sufriendo de una desnutrición
incontrolada y avanzada.

Al siempre mantuvo esa presencia
melancólica que describiera como una característica
de todos sus familiares. No nos volvimos a ver hasta hace un par
de años.

Estando nosotros de visita en la ciudad
donde vive y ejerce la psiquiatría sexual, Al se
enteró de que yo iba a dar una charla acerca de las
disorexias en el hospital de la universidad local. Me
telefoneó para invitarnos a cenar luego de la
charla.

Cuando no apareció como
habíamos acordado, nosotros aceptamos otra
invitación y relegamos la experiencia al olvido de "las
cosas que nos pasan".

Bueno, cuando esperábamos por
nuestro vuelo, dilatado por mal tiempo, se nos apareció un
Al que lucía muy agitado, triste, y deprimido. Se
disculpó por su tardanza en llamarnos para explicarnos la
razón por la que no pudo reunirse con nosotros la noche
anterior. Nuestro amigo había sido admitido por la quinta
vez en un año a la unidad de cuidado intensivo de una
clínica local.

Habiendo desayunado más de "lo
debido", Al sufrió todo el día de dolores en la
región del hipocondrio izquierdo, se sentía muy
débil y había comenzado a perspirar profusamente.
Sin comunicárselo, ni aún a su esposa, Al fue a
chequearse al salón de emergencias del hospital más
cercano, al cual fuese ingresado para la
observación.

Fue durante esa breve estadía cuando
se le ocurrió dar una mirada furtiva a su dossier
encontrando que su diagnóstico se resumía a dos
palabras muy simples: Hipocondría crónica.
Añadiéndose que no se le refería a un
psiquiatra para no ofender sus sensibilidades, porque el paciente
pudiera ofenderse por ser psiquiatra él mismo.

Al, desde que yo lo conociese en el
año del 1960, siempre estuvo preocupado con problemas y
miedos acerca de su salud. Nunca se le encontró causa para
sus síntomas, a veces de proporciones dramáticas, y
siempre había sentido una depresión debilitante y
pronunciada que no lo dejaba descansar.

Le sugerí que se pusiera en manos de
un colega a quién yo conocía y en quien yo
confiaba, y que iniciase el tratamiento de su depresión
endógena y hereditaria sin perder tiempo alguno.
Así lo hizo.

Al y yo nos encontramos durante nuestra
reciente visita a los Estados Unidos el mes de diciembre pasado.
Está tomando medicación para su trastorno afectivo,
ha hecho cambios en el área de su matrimonio y dice
sentirse feliz. Yo le creo.

Cuando la hipocondría sea el
problema, siempre piensen en los trastornos afectivos.

Bibliografía

Se suministra por solicitud

Imagen

El enfermo
imaginario
. Autor desconocido.

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F.
Larocca

 

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