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Los trastornos malignos del comer




Enviado por Felix Larocca



  1. La
    anorexia nervosa o nerviosa
  2. Cuadro
    clínico
  3. La
    anorexia nervosa maligna
  4. La
    autopsia psicológica
  5. La
    intromisión y la interferencia de familiares
    cercanos
  6. Los
    efectos de la función del hipotálamo en las
    disorexias
  7. La
    bulimia o la bulimia nervosa
  8. Cuadro
    clínico
  9. La
    bulimia maligna
  10. La
    dieta como actividad normativa
  11. El
    primer libro de dieta: un best seller
  12. La
    dieta maligna o la enfermedad de dietar
  13. La
    obesidad
  14. Tratamiento
  15. La
    obesidad maligna
  16. La
    aclaración fisiológica y
    psicológica
  17. En
    resumen

Solamente aquéllos quienes han
tenido la experiencia trágica de perder un ser querido
víctima de una de las enfermedades del comer, puede
entender y apreciar por qué ofrecemos esta
lección.

Para nosotros las disorexias, o
enfermedades del comer, no son lo que tantos proponen,
"enfermedades de la alimentación" — Quienes sufren de
ellas no piensan en alimentarse, sino que operan bajo el mandato
de una mente con reglas distintas.

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La anoréxica. No sólo no
quiere engordar, sino que detesta el pensamiento mismo de
acarrear en su cuerpo lo que la mayoría califica como su
peso "normal".

La mujer que se pone a dieta. Esta persona
pertenece a una categoría diferente porque, en la
mayoría de los casos, consume sustancias que son
claramente no nutritivas para lograr el objetivo elusivo de
ponerse en línea, mientras que sueña con el momento
del "atracón de recompensa". Ellas reconocen el aspecto
físico de la anorexia, como el de una mujer enferma — la
que no es, decididamente, la meta apetecida.

La bulímica. También se pone
a dieta, también desea ser delgada, aunque no lucir
emaciada, y también goza de los atracones. Lo que es
diferente con ellas es que para evitar la gordura, se dan el
empacho desmesurado de forma recurrente y luego purgan lo
ingerido, generalmente vía el vómito
autoinducido.

La persona obesa. Sufre, porque no puede
perder, o dejar de ganar de peso, pero prosigue en el
vórtice incontenible que la arrastra a las profundidades
de un destino lleno de incapacidades y complicaciones
médicas severas.

Hay otras variedades de disorexias y de
actividades del comer y adelgazar que son patológicas, las
que, por espacio y conveniencia, aquí no nos
concernirán.

La anorexia. La mejor conocida y la
más estudiada, desde los trabajos de Morton, Gull y
Lasègue, por más de tres siglos. Apreciablemente
diagnosticable en casos de santas y ascetas, como Bell describe
en su monografía Holy Anorexia. De hecho es muy
posible que algunas de las mismas santas fueran víctimas
imprevistas de la anorexia maligna, la que estudiaremos
más adelante.

Por su aspecto físico, por su
carácter como acto de purificación, por su
interés como curiosidad, la anorexia permanece como la
más destacada y reconocida de las cuatro dolencias que
aquí nos ocupan.

Lord Byron la padeció, como asimismo
aparecería con los caracteres Natasha en Guerra y
Paz,
de Tolstoy y el Artista del Hambre, de Franz
Kafka.

Para evitar imprimir los criterios
diagnósticos de la Asociación Psiquiátrica
Americana, tan difundidos, aquí nos limitaremos a hacer
una descripción abreviada del cuadro clínico de
cada una de las entidades consideradas.

La anorexia
nervosa o nerviosa

La anorexia nerviosa es un trastorno
caracterizado por:

  • distorsión de la imagen corporal
    por lo que hay gran miedo a ser gorda o a engordar, aunque la
    pacienta luzca extremadamente delgada

  • substancial pérdida de
    peso

  • y trastornos en el ciclo
    menstrual.

Habitualmente se trata de mujeres cuyas
edades oscilan entre los 11 y los 20 años y con diversos
conflictos emocionales. Un rasgo muy común en la
personalidad de la mayoría de estas mujeres, antes de que
se desencadene el cuadro clínico, es que son generalmente
hijas muy obedientes y ejemplares, destacadas estudiantes y
deportistas, sin trastorno alguno de la conducta.

Su coeficiente intelectual se estima que es
elevado y la gran necesidad de impresionar las lleva a obtener un
rendimiento escolar excelente, lo que las hace sentir cada vez
más presumidas del orgullo que sienten otras personas ante
sus logros.

Sin embargo, su inestabilidad emocional les
crea enormes dificultades para integrarse en grupos.

Cuadro
clínico

En los comienzos del cuadro aparece una
gran preocupación por el peso a pesar de ser personas
delgadas y comienzan una dieta restrictiva o a reducir la toma de
alimentos, horrorizándose ante la idea de consumir comidas
normales.

Responden de forma hostil cuando se les
hace algún comentario favorable acerca de su figura, los
sentimientos expresados las incomodan enormemente y prefieren
permanecer aisladas.

Se niegan a tener el peso corporal dentro
de los límites considerados estándares para su edad
y talla y/o hay un fallo en alcanzar el aumento de peso esperado
durante la etapa de su crecimiento ya que las domina un intenso
miedo a ser gordas.

La imagen corporal se encuentra muy
distorsionada, con una excesiva influencia de la forma en que
perciben el propio peso y la forma del cuerpo en la
auto-evaluación.

El período menstrual desaparece con
el tiempo, a raíz de la caquexia, la tensión
psicológica, la disminución de la ingesta de
alimentos esenciales para producir hormonas sexuales y las
intensas actividades que realizan en un intento de eliminar
calorías para perder peso.

Algunas comen solas mientras preparan la
comida para otras personas con el objetivo de medir su
resistencia a la tentación. Otras comen de modo
ritualista, pretendiendo que si mueven la comida en el plato, sin
llevarla a la boca, que otros creerán que han comido. En
ocasiones cometen atracones de comida que después les crea
una gran angustia y son capaces de ingerir laxantes, provocarse
el vómito o pasar horas practicando actividad
física para contrarrestar el efecto de la comida
consumida. En los casos extremos el adelgazamiento es marcado, la
piel se torna áspera y seca, el cabello es quebradizo y
sin lustre, un pelo sedoso llamado lanugo las cubre, las
extremidades se encuentran frías y azuladas y los
músculos aparecen atróficos.

Descripciones más detalladas y casos
clínicos abundan en la literatura científica. Entre
ellos, muchos trabajos originales que fueran publicados por
nosotros.

La apariencia cadavérica del
paciente es rasgo propio, acompañado por el exceso de
energía que utilizan en actividades atléticas, a
menudo, extremas para lograr perder más de
peso.

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Tengo que rebajar, por lo menos, veinte
libras…

La anorexia
nervosa maligna

Comenzó con el cuadro clínico
usual. Una joven de once años que regresa del campamento
de verano, donde la llamaran "llenita" y decidió
rebajar.

Sus dimensiones:

  • Talla: 64 pulgadas

  • Peso inicial: 163 libras

  • Peso al retornar: 112 libras

Los padres no esperaron mucho tiempo para
buscar tratamiento, ya que conocían algo acerca de esta
condición.

Por los doce años que siguieran esta
paciente y sus familiares cercanos viajaron por casi todo el
mundo en búsqueda de una solución a un problema que
empeoraba en su curso inexorable.

Todos los expertos conocidos de Europa,
Norteamérica y Japón fueron consultados. Todos los
métodos de tratamiento fueron aplicados, mientras que la
paciente rehusaba alimento, se escapaba de las clínicas
donde se la internaba y usaba todas las oportunidades posibles
para correr y correr…

Murió pesando 57 libras.

La imagen que sigue dramatiza el uso de la
intubación naso-gástrica para mantenerla viva.
Puede leerse la técnica empleada en uno de mis
artículos: "Tube feeding: is it Ever
Necessary?"

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La autopsia
psicológica

Una necropsia hubiese asistido en entender
este caso, pero no se obtuvo, porque los familiares la
rechazaron.

Las preguntas que hay que contestar son las
siguientes:

¿Cómo puede explicarse que la
dieta inicial nunca pudo ser interrumpida ya que la paciente
nunca paró de restringir, vomitar si la forzaban a comer,
o de ejercitarse incesantemente?

¿Cómo puede ser que el
cuerpo, en este caso, aparentemente "ignorara" las señales
de los instintos del hambre y de la supervivencia, venciendo la
resistencia a comer que a todo esfuerzo resistiera?

¿Cómo fue que toda terapia y
todo empeño que fuese dirigido a la inteligencia de la
paciente no logró impresionar en ella que estaba camino a
una muerte cierta?

¿Qué hace que algunas
anoréxicas arriesguen la vida, conscientes de ello,
ignorando toda evidencia y la razón misma?

Las respuestas son éstas:

La dieta inicial nunca pudo ser
interrumpida, porque la paciente había logrado
distorsionar las funciones del comer asignando una recompensa o
incentivo positivo a la sensación del hambre. Con el
hambre se aseguraba de que no estaría engordando, y con la
ausencia de los períodos lograba lo mismo.

En su pulsión pertinaz en ser flaca
y en no ganar de peso, la pacienta todo lo arriesga, aunque a
veces lo que así pierda sea la vida. La terapia no
funciona cuando una persona no está motivada y las
anoréxicas no están motivadas, porque temen que el
designio cubierto del terapeuta es de hacerlas
engordar.

El pensamiento mágico, con toda la
negación que lo caracteriza, es responsable por los actos
de temeridad incomprensibles en que muchos se envuelven ignorando
las consecuencias probables.

En este caso específico, hubo un
detalle de relevancia esencial para explicar el desenlace
fatal.

La
intromisión y la interferencia de familiares
cercanos

El papá sin educación formal,
alcanzó éxitos significantes en el mundo de los
negocios, estableciendo una compañía de gran
prestigio en su línea de productos. Para él era
esencial que sus cinco hijos se graduaran de universidades
prestigiosas y que eventualmente se unieran a la firma que
él dirigiera.

Cuando la paciente demostró que
estaba progresando en la terapia, ganando un número de
libras dándole apariencia saludable. El padre impuso su
decisión de que la terapia podría proseguir en la
cercanía del recinto de la universidad en Boston, que ella
había abandonado por estar enferma.

A pesar de que se le advirtiera de su
error, lo hizo. Ese fue el principio del fin…

En pocos años seguiría el
desenlace funesto, no sin antes tratar de que reestableciera la
terapia donde él la interrumpiera — una tarea que el
terapeuta la calificó de imposible, por razones de
técnica.

Los efectos de la
función del hipotálamo en las
disorexias

A pesar de que su tamaño sea
ínfimo se sabe que este sistema endocrino/glandular es
responsable por mucho de lo que afecta nuestro equilibrio
corporal, incluyendo el control de las funciones del apetito y
del comer.

No es fácil regularlo, siendo aun
peor, si la paciente se opone a que lo hagan. Y, cuando se logra
su "cooperación", aún así no es
fácil, porque el proceso de reajuste es una labor de
naturaleza minuciosa y de duración prolongada — por esa
misma razón es contraproducente el escapar por la
vía de la "cura" deseada, antes de que la "cura real"
ocurra.

Cuando la anorexia maligna se establece, lo
hace con la "ayuda" de factores que interfieren con la
coordinación de los sistemas necesarios para lograr su
cura. Así fue en este caso.

La bulimia o la
bulimia nervosa

La bulimia nerviosa es un trastorno del
comportamiento del comer cuya característica principal es
la ingestión de grandes cantidades de comida de
deglución fácil durante un corto período de
tiempo.

En un principio se consideraba a la bulimia
como un síntoma impulsivo que formaba parte de otros
cuadros clínicos, para posteriormente ser considerada como
con trastorno de la misma índole que las
disorexias.

Afecta principalmente a mujeres
jóvenes y adolescentes preocupadas por su imagen corporal
y su peso. La percepción que tienen sobre sí mismas
está muy influenciada por su ansiedad de poseer una figura
esbelta y de mantener un bajo peso de cuerpo.

Quienes la padecen, son personas muy
ansiosas, con baja autoestima y fluctuaciones permanentes del
temperamento. Desvalorizan su imagen corporal y sienten mucho
miedo a ser rechazadas, lo que las lleva a intentar ostentar una
imagen física ideal.

Las conductas impulsivas son frecuentes,
como la cleptomanía, la auto-mutilación, el consumo
de sustancias adictivas y, a veces, una vida sexual activa pero
insatisfactoria.

Es muy común que hubiera la ausencia
de la figura del padre y/o de la madre durante las etapas
tempranas del desarrollo.

Cuadro
clínico

Las características principales de
la bulimia son las siguientes:

• Episodios recurrentes de atracones,
en los cuales se ingieren grandes cantidades de comida durante un
corto período de tiempo. Este impulso comienza en
cualquier momento y es precedido habitualmente por un
contratiempo, angustia, rabia o irritabilidad, según lo
referido por muchas mujeres. Comen cualquier tipo de alimentos,
sobre todo ricos en hidratos de carbono, con las manos, sin
tragar y empujándolos con los dedos. Finalizan cuando ya
no queda más comida, cuando sobreviene el vómito,
si se presenta un dolor intenso en el abdomen que no les permite
continuar, o si son interrumpidas por alguien, ya que siempre
realizan este acto en secreto y sin testigos.

• Las invade un enorme temor al no
poder parar de comer durante los episodios, por lo que se
esfuerzan en no comenzar. Aunque en algunas personas ambas
actividades se vuelven placenteras, tanto el hartazgo como el
vómito.

• Realizan lo que se denomina
comportamiento compensatorio inadecuado, donde, para prevenir el
aumento de peso se provocan el vómito, abusan de laxantes
y diuréticos, ayunan por largos períodos e
incrementan notablemente su actividad física en un intento
de utilizar más calorías.

• Tanto los episodios de grandes
ingesta como el comportamiento compensatorio inadecuado se
producen por lo menos 2 veces por semana por un período de
meses.

La mayor preocupación de estas
personas no es solamente adelgazar, sino que sienten un gran
temor a engordar. Tienen mayor entendimiento de lo peculiar de su
padecimiento que las mujeres anoréxicas, lo que les
produce mayores conflictos.

Para la bulímica lo más
importante es no ser gorda. Por ello, las bulímicas con el
pronóstico más grave son aquéllas que antes
de sucumbir a la enfermedad fueron gordas.

La bulimia
maligna

La enfermedad comenzó de modo
característico en la adolescencia cuando se creyera gorda,
se puso a dieta, le dio hambre y tuvo su primer atracón,
seguido por el vómito para no recuperar el peso
perdido.

Por varios años estos ciclos de
harturas sucedidos por purgas se arraigaron hasta que decidiera
no comer en exceso y simplemente vomitar lo comido, o vomitar,
aunque nada comiera.

La paciente en su apariencia era muy
delgada, quizás en la misma categoría de muchas
anoréxicas que no lucen consumidas o esqueléticas
— pero, sí, que son muy delgadas.

Tenía treinta y cinco años de
edad, estaba casada, era madre de una hija de diez años y
vomitaba todo lo que comía, aunque no fuera en exceso. En
efecto, los atracones que de joven habituara, ya no los
practicaba por que le bastaba con el vómito repetitivo que
acostumbraba.

Sus dientes eran postizos ya que el
daño iterativo del ácido clorhídrico en la
boca, destruyó sus piezas dentales cuando apenas tuviera
veintidós años.

Para tratarla fue necesario que la
admitieran repetidamente a servicios especializados para la
realimentación vía intubación
naso-gástrica y para reponer los niveles de potasio y de
electrolitos, siempre críticos.

La paciente, en su empecinamiento por no
ser gorda, descubrió que el vómito y rumiar se
convirtieron en actividades placenteras en las cuales derivara
satisfacción que le permitía reducir cualquier
tensión.

Educación acerca de su enfermedad y
de sus posibles consecuencias le sobraban, ya que en los grupos
de terapia las respuestas técnicas con la mayor sensatez
eran las propias. Acerca del riesgo que amenazara su hija de caer
víctima de una disorexia a su edad crítica, le
preocupaba. Pero aún así no podía cesar de
vomitar y de rumiar, declarando de modo célebre para
quienes la conocieran que (ella): "Preferiría ser la
muerta más delgada del cementerio (donde la enterraran)
que vivir para morir siendo gorda".

Y así fue…

La autopsia psicológica

En este caso de desenlace fatal los
factores son diferentes a los de la anorexia.

El acto mismo de invertir el instinto de
comer y transformarlo en "descomer" adquirió una
autonomía representativa en el hipotálamo que
interpretaba el vómito como una actividad defensiva de
naturaleza esencial para evitar la retención de sustancias
nocivas (en este caso, el alimento) en el cuerpo.

Esa explicación se aproxima a la que
algunos antropólogos proponen para explicar los
mitos del embarazo, que ocurren de modo
paradójico cuando la paciente necesita más
nutrición.

La otra hipótesis que puede ser
entretenida es la que avanzáramos en otro estudio, donde
describimos el caso de los trastornos hipotalámicos
resultado del uso imprudente de fármacos para inducir el
aumento de peso en anoréxicas.

La actividad de las endorfinas en la
producción del placer puede ser invocada, como
también la de la serotonina cuando el fantasma de la
gordura se disipa por no haber comido nada.

Lo que sucedió en este caso en sus
fases tempranas, fue la disrupción de la empatía en
la terapia, cuando guiado por el deseo de que la paciente se
recuperara para celebrar su boda, el terapeuta accediera a que
ella estaba "lista" cuando aún no lo estaba.

Su "cura" para satisfacer a los
demás llevaría a la cronicidad y a la muerte en
este caso.

La dieta como
actividad normativa

La psicóloga canadiense Janet
Polivy, en comunicación personal, nos dice,
refiriéndose a la actividad de dietar, que como es un
patrón tan común en nuestra cultura, que a todos
nos afecta directa o indirectamente, que lo "normal" es estar a
dieta y el no estarlo es lo anormal.

Por supuesto, mucho hemos escrito acerca de
la dieta restrictiva e insensata como perteneciendo al grupo de
las disorexias, especialmente cuando de ellas se originan algunas
de las patologías que aquí estudiamos, incluyendo,
a menudo, el sobrepeso, la anorexia, la bulimia y la
obesidad.

La ubicuidad de las leyes dietéticas
que rigen muchas religiones y la asociación de las mismas
con la elevación espiritual, como aparece en las vidas de
tantas santas de la Iglesia Católica, hacen que esta
actividad tenga un considerable abolengo.

Pero la gordura como epidemia no siempre ha
existido y se debate aún si las Venus de Willendorf del
paleolítico no eran más que la expresión de
una excepción, que la de un testimonio de
admiración anatómica/estética.

El primer libro
de dieta: un best seller

La primera publicación dedicada a la
dieta se hizo en Londres a mediados del siglo XIX por un director
de funeraria, llamado William Banting. Fue un éxito
monumental en cuyo espíritu han capitalizado tantos
seguidores que venden falsas promesas y defraudan al
incauto.

La profesión de dietista es nueva, y
como tantas que son limítrofes con otras profesiones
allegadas, su verdadero alcance se desconoce.

Cuando uno se siente enfermo lo que
usualmente se hace es acudir al médico. Cuando uno
está gordo, se acude al gimnasio, al dietista o a ambos.
Antes se iba al endocrinólogo, porque se creía, de
modo erróneo, que las gorduras eran expresión de
trastornos tiroideos.

Pero, no es tan simple, ni los resultados
obtenidos de esas visitas son tan gratos, como se debiera
esperar.

La dieta maligna
o la enfermedad de dietar

Si una mujer joven, creyéndose
gorda, decide restringir su consumo de comida, con o sin la ayuda
de un profesional y el resultado es que:

  • Engorda y no puede perder el peso que
    aumentara

  • Restringe más y se vuelve
    anoréxica

  • Se empacha y vomita, comenzando un
    ciclo de comportamientos bulímicos

  • Desarrolla problemas de índole
    de deficiencia vitamínica con parálisis de
    algunos músculos, trastornos neurológicos
    severos con ataxia y temblores, o trastornos
    psiquiátricos de tipo paranoico

  • La piel se le arruina con tachas
    afeadoras

Si lo arriba descrito, y muchas otras
complicaciones posibles emergen, entonces podemos hablar de la
dieta maligna, ya que en casos extremos las dietas pueden
acarrear consecuencias aciagas.

Un caso ilustrará lo que tratamos de
exponer

Una paciente de 21 años
sufría de anorexia restrictiva, para lo que la familia la
condujo a la consulta de una dietista en una ciudad
norteamericana. Esta sería la misma dietista que
había recomendado un régimen para reducir, cuando
la pacienta era obesa. Régimen que la paciente siguiera
por seis años manteniendo su peso a un nivel que no
permitía las menstruaciones normales.

La razón por mi consulta fue que la
paciente se creía que padeciera de una parálisis
del pie de origen histérico.

El diagnóstico fue el de una
parálisis del músculo del peroné con un
declive del pie que, carente de estímulo nervioso, no
podía levantar. La causa una avitaminosis B.

La misma paciente, siguiendo dietas
similares tuvo problemas con el embarazo y un atentado suicida
cuando los trastornos severos de la personalidad de que sufriera
se achacaran a una falta severa de vitamina B12.

Problemas análogos se diagnostican
cuando muchas pacientes se orientan a sí mismas con lo que
leen en las revistas que siempre se encuentran en el salón
de belleza o cuando, sin conocimiento alguno, deciden adoptar un
estilo de comer vegetariano estricto.

La dieta, a menudo se pone en manos de los
entrenadores de gimnasio, cuyos consejos, a veces son que las
anoréxicas continúen perdiendo de peso, que la
"asistencia" provista por laxantes y eméticos son
deseables para perder de peso y que los esteroides
anabólicos son recomendables para el aumento de la masa
muscular.

La dieta es maligna o perniciosa, cuando se
aparta de su objetivo de proveer regimenes adecuados como para el
tratamiento de ciertas enfermedades establecidas, la diabetes o
la intolerancia del gluten; convirtiéndose en vez, en la
enfermedad misma que pretende remediar.

La
obesidad

Comenzaremos con algunas consideraciones
generales, ya que hemos descrito esta condición con mucha
frecuencia en otras publicaciones.

Actualmente, la obesidad constituye el
trastorno del comer más frecuente de los países
industrializados. Por ello y porque es un factor de riesgo para
la aparición de diabetes, enfermedades cardiovasculares,
hipertensión arterial, algunos tipos de cáncer, la
obesidad representa un importante problema de salud
pública.

La obesidad constituye un exceso de tejido
adiposo que va acompañado de un aumento del peso corporal
representado un riesgo para la salud.

Causas y consecuencias

La causa o causas reales se
desconocen.

La más aceptada propone que existe
un desequilibrio del balance alimenticio en el que participan
tres factores fundamentales: la herencia, la ingesta de
calorías en exceso y el gasto
energético.

Como antes hemos expresado, el conocimiento
actual es tan debatible, como impreciso. Muchos buscan una
explicación en la comida, mientras que otros dirigen sus
esfuerzos a localizar un gen que la explique, mientras que el rol
de la adaptación/evolutiva se ignora.

 ¿Qué consecuencias
puede traer?:

  • Aparato cardiovascular:
    hipertensión, arteriosclerosis, várices de los
    miembros inferiores.

  • Aparato respiratorio: se produce un
    aumento del trabajo respiratorio para mover la caja
    torácica y el abdomen con dificultad para respirar. La
    apnea obstructiva del sueño, o Síndrome de
    Pickwick es una complicación severa.

  • Manifestaciones metabólicas: el
    80% de los diabéticos Tipo II, en el momento del
    diagnóstico, son obesos. Existe también un
    aumento del colesterol.

  • Aparato digestivo: intolerancia a
    ciertas comidas, flatulencia, aumento del tamaño del
    hígado por depósito de grasa.

  • Otros sistemas: pueden estar
    afectados.

Cuadro clínico

Es típico en la mayoría de
los casos. Una persona joven que se alimenta exclusivamente de
comidas de alta densidad calórica, conteniendo grasas
animales y azúcares simples, acopladas por una lujuria
incontrolable de comer por comer y por placer, eliminando de su
ingesta aquellos alimentos esenciales como son los vegetales y
frutas, a favor de refrescos, comidas rápidas y cosas
similares.

El comienzo en los adultos varía, ya
que algunas mujeres abandonan el miramiento de sus libras cuando
salen embarazadas y algunos hombres lo hacen cuando se
casan.

El estrés es un factor
demostrado.

Tratamiento

El tratamiento de la obesidad no
está orientado únicamente a tratar el exceso de
peso, sino a mejorar el estado general de salud de las personas
con exceso de peso. Las pautas más comunes recomendadas a
seguir son las siguientes:

  • Reducción del aporte
    calórico: con dietas hipocalóricas equilibradas
    en cuanto a proteínas, fibras, grasas e hidratos de
    carbono. El resultado de esta maniobra es impredecible y
    puede conllevar a aumentos de peso. Así comienza el
    famoso "yo-yo" dieting.

  • Aumento del gasto energético: un
    programa de ejercicio físico adaptado a las
    condiciones del individuo. Lo que no siempre es un
    método seguro, como tantos pueden
    confirmar.

  • Agentes medicamentosos: el empleo de
    agentes depresores del apetito solo se utiliza como
    complemento al tratamiento en un grupo limitado de personas
    obesas. Su uso constituye la ilusión de los
    manufactures de los mismos, ya que su mercado es
    vasto.

  • Psicoterapia: es importante estimular
    la motivación de estos enfermos ayudándoles a
    seguir la dieta y a modificar su actitud respecto a las
    comidas. Generalmente no funciona por sí
    misma.

  • Cirugía Bariátrica:
    cuando todo lo demás fallara y existe la
    súper-obesidad.

La obesidad
maligna

Comenzó como ya hemos descrito. El
padre un hombre de mucho éxito en sus negocios y con mucha
habilidad natural que le permitiría que su propia obesidad
no se convirtiera en obstáculo social. En su vejez
temprana sufría de muchas complicaciones de ser robusto,
incluyendo problemas de índole sexual, lo que molesta a
ambos, su pareja y a él, como dechado del éxito en
la vida que fuera.

El niño, dado a la fantasía y
a ser solitario, comenzó a jugar con sus artefactos
electrónicos muy temprano, comiendo helados, bizcochos y
bebiendo refrescos mientras lo hacía.

Las dietas restrictivas principiaron muy
temprano para él, ya que todos en la casa deberían
participar en el plan de reducción que se diseñara
con frecuencia para los padres.

Los tiempos de regocijo se
alternarían con períodos de desilusión, ya
que el peso perdido retornaba con perversa presteza.

Una vez la familia envió a tres
hijos a un spa en las afueras de Tusón, donde
perdieran todos, en conjunto, 120 libras… Las que ganaron
con un dividendo adicional de sobrepeso seis meses más
adelante, cuando salieran del control estricto del personal del
spa.

A los diecisiete años pesaba 300
libras, a los 22, 400.

Casó, empezó a trabajar con
el papá, pero tuvo su primer ataque coronario cuando
cumplió 31 años. La diabetes se presentó
cuando cumpliera 32, la hipertensión al año
siguiente.

Cuando sufriera el segundo ataque coronario
viajó a Cleveland donde le hicieron una
intervención quirúrgica
gastroplástica.

Todavía, a pesar de ya no ser
"flaco", porque ha recuperado muchas de las libras perdidas,
trata de comer en exceso, no camina o hace ninguna forma de
ejercicio. Sueña acerca de los dulces prohibidos y, cuando
sale a cenar con sus amigos, come más de lo que puede,
sintiéndose enfermo y sufriendo desmayos.

No ha muerto, aunque se lamenta que su vida
es peor que si ya lo estuviera porque lo que le apetece no puede
consumir. El cirujano que lo operó lo considera un fracaso
de la cirugía y rehúsa a verlo de nuevo,
añadiendo injuria a su miseria.

La
aclaración fisiológica y
psicológica

Obviamente ser delgado, comer sin miedos,
ser feliz, son goles que a todos nos atraen. Ser esbeltos,
flexibles, vigorosos y ágiles aun dentro de la vejez
avanzada son cualidades deseables.

¿Por qué es, entonces, tan
difícil para tantos, lograr perder unas libras y mantener
el peso perdido?

Porque ambas actividades: engordar y
enflaquecer — por haber engordado — son
contranaturales.

Nuestro cuerpo, ya hemos dicho muchas
veces, está regido por las actividades inquebrantables del
hipotálamo cerebral que hace de nuestro peso y de lo que
comemos, asuntos de alcances extremas.

Porque fallamos en considerar el factor
hipotalámico, no damos pie con bola cuando se tratan de
controlar las disorexias, muchas que, como ya hemos visto han
adquirido proporciones malignas.

En
resumen

Dando una mirada a lo obvio y actuar
sorprendido es el Perogrullo de los ignaros.

Los gobiernos occidentales saben —
porque lo saben, los riesgos de los fast food,
de lo que se sirve a los niños como "comida" en los
colegios, de los peligros inherentes de algunos aditivos como el
aceite de palma y el HFCS, y de la progresión
incontenible de la obesidad y de las otras disorexias, mientras
rehúsan responder para no amenazar los intereses de
"Quienes de los Vicios se Benefician", título de
otro trabajo que publicara hace unos años.

Pero, las disorexias pueden tener
consecuencias funestas, y inexorablemente, son la responsabilidad
de todos. Quizás muchas anoréxicas y
bulímicas que arriesgan la vida para no ser gordas, lo
hacen mientras tratan de escapar desesperadamente el destino de
una especie que sigue engordando hacia su
extinción.

Nota: Para el entendimiento de la rumia,
como disorexia, referimos al lector a un artículo bajo mi
rúbrica que apareciera en
Psychosomatics.

Publicado en la Revista Chilena
Psikis 13 de mayo del 2007

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F.
Larocca

 

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