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Didactopatogenia: Ataque al pensamiento. Metapsicología – prevención




Enviado por Dr Jose Cukier



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Monografía destacada

  1. Prólogo y resumen
  2. Tipos de pensamiento
  3. Afectos
  4. El tema de la velocidad
  5. Didactogenia
  6. Desvalimiento
  7. Escucha
  8. Bibliografía

Prólogo y resumen

El autor se ocupa de una forma de violencia habitualmente desmentida. No es agresión manifiesta, sino de una forma sutil, invisible a simple vista, y que producen múltiples patologías. Para tales fines, describe los tipos de pensamiento preconcientes, los afectos y su acción sobre el pensamiento, un mal de nuestra época la velocidad, la mala enseñanza a la que denomina didactopatogenia, las consecuencias psíquicas del desvalimiento. En el capítulo final, propone una forma de escucha para prevenir tales patologías. Toma en primer lugar como modelo para describir el tema de la didactopatogenia, al educador narcisista y su vínculo con el educando. su acción individual y social. Describe los dobles, los tipos de pensamiento, el concepto de lo nuevo y las contradicciones Justifica múltiples interacciones patogénicas, pero destaca que lo esencial no es saber las patologías, sino entender e internalizar el concepto, habitualmente desmentido. Subraya que no sólo son los maestros o profesores, sino también a todos aquellos que, vinculados a personas con psiquismo en desarrollo o deficitario, y en relación asimétrica, ejercen una función educadora, como los padres en primer término, el periodismo, la prensa, los maestros, los políticos. También desarrolla las fracturas entre los ideales del educador, no necesariamente narcisista, y los ideales del educando generando efectos disarmónicas y consecuencias identificatorias en el desarrollo del educando.

PROPOSAL AND SUMMARY

The author deals with a form of violence usually denied. Aggression
is not seen, but in a way subtle, invisible to the naked eye, and that produce
multiple pathologies. For such purposes, it describes the types of thought affects,
preconcientes, an evil of our time, and its action on the thinking speed,
bad teaching which called didactopatogenia, the psychic consequences
of the helplessness. In the final chapter, proposes a way to listen
to prevent such pathologies. Take in the first place as a model to describe
the theme of the didactopatogenia, its link with the learner and the educator
narcissistic. his individual and social action. Describes the double, types
of thought, the concept of the new and the contradictions justifies multiple
pathogenic interactions, but stresses that it is not essential to knowr pathologies,
but understand and internalize the concept, usually denial. Stresses
that not only are teachers or professors, but also to all those who, linked
to people with psychic development or deficit, and asymmetrical relationship,
exert an educator role as parents in first term, journalism, media, teachers,
politicians. It also develops the fractures between the ideals of the educator,
not necessarily narcissistic, and the ideals of the learner generating effects
disharmonic and consequences dog in the development of the learner. 

PROPOSITION ET RÉSUMÉ

L'auteur traite d'une forme de violence généralement
refusé. L'agression n'est pas vu, mais de manière subtile, invisible
à le œil nu et ça produit des pathologies multiples. À
ces fins, il décrit les types de pensée affecte, preconcientes,
un mal de notre temps, son action sur la pensée vitesse, mauvais
enseignement qui appelle didactopatogenia, les conséquences
psychiques et de l'impuissance. Dans le dernier chapitre, propose une
façon d'écouter pour empêcher ces pathologies. Prendre
en premier lieu comme un modèle pour décrire le thème de
la didactopatogenia, son lien avec l'apprenant et l'enseignant narcissique.
son action individuelle et sociale. Décrire le double, types de pensée,
le concept de la nouvelle et la justifica contradictions multiples interactions
pathogènes, mais souligne qu'il n'est pas essentiel à savoirdes
pathologies r, mais à comprendre et à assimiler la notion,
généralement de déni
. Souligne que non seulement les
enseignants ou professeurs, mais aussi à tous ceux qui, liée aux
personnes avec le développement psychique ou déficit et relation
asymétrique, exercer un rôle d'éducateur en tant que parents en
première période, journalisme, médias, enseignants, politiciens.
Il développe également les fractures entre les idéaux de
l'éducateur, pas nécessairement narcissique et les idéaux
de l'apprenant en générant des effets dysharmonique et conséquences
chien dans le développement de l'apprenant. 

 CAPÍTULO 1.

Tipos de pensamiento

-Los pensamientos preconscientes desde el punto de vista formal. Concebimos el pensamiento como un proceso cognitivo que consiste en focalizar la atención en una unidad para identificar sus características, de acuerdo con un interés o un objetivo previamente definido. La identificación ocurre en dos etapas: la primera concreta y la segunda abstracta. La identificación concreta ocurre cuando realizamos el primer contacto con el objeto y la abstracta cuando podemos prescindir del objeto e imaginamos sus características.

a) Pensamiento totémico: Apoyándonos en Freud ("Totem y Tabú", 1912-13, ''Psicología de las masas y análisis del yo", 1921, "El porvenir de una ilusión", 1927, "El malestar en la cultura", 1930), este ideal implica conservar una ilusión de unidad. De comprensión totalizante, de superposición del yo a la supuesta realidad, un mantenimiento del animismo. El ideal del yo del tipo totémico se corresponde a una representación-grupo de la amplitud del clan, de un conjunto de familias. La relación entre el totem y el grupo es espacial, el ámbito de lo tabú se contrapone a lo cotidiano, el que adquiere sentido en otro lugar.En el historial de Juanito, éste enfermó cuando vio el objeto.

b) Pensamiento mítico: Es más abarcativo, define un conjunto de clanes en un vínculo de camaradería. En su origen, el grupo tiene un líder con rasgos humanos, pero separado del resto de la comunidad no por términos espaciales, sino temporales. La temporalidad es una conquista espiritual, porque puede prescindir del vínculo sensorial con el ideal y suplantarlo por un relato, una historia, mediante el recurso de la palabra. La imagen del héroe mítico sustituye al tótem, sin crear un espacio sagrado. La imagen confiere autonomía al yo respecto a la percepción directa del objeto; y en lugar de adorar al tótem, aparece el ritual conmemorativo periódico de la gesta heroica, que venera al héroe. La doble espacialidad del grupo totémico es sustituida por la doble temporalidad: la cotidiana y la mítica, que se mantiene eterna (se festeja todos los años una fecha). La inmortalidad se sostiene por la memoria del pueblo .Se conquista la diferencia animal-humano, corresponde a la lógica de las operaciones concretas que hace inteligible la diferencia entre trabajo y juego (Piaget). Permite la seriación y la clasificación. Con la seriación, el padre es uno más en la serie, surge la decepción de los padres, surge la clasificación y la madre castrada, cae como fálica y permite deducir. Deducir dificulta la desmentida. Aparecen los pictogramas, las letras y la simbolización. No es necesaria la presencia del objeto, es suficiente la imagen de una lámina, una foto, un cuadro). En el historial del hombre de los lobos éste se enfermó al ver una lámina).

c) Pensamiento religioso; Aquí el ideal es la divinidad, posee un carácter altamente abstracto. El grupo que le corresponde es la comunidad, el tiempo es eterno y la espacialidad es lo infinito. El grupo mantiene en su interior a los seres humanos, pero no abarca a ciertos grupos que no tienen el reconocimiento empático por su piel, condición social u otros motivos. Implica un pasaje de la inteligencia, de las operaciones concretas a las mas abstractas y sobreviene durante la pubertad. La historia de Moisés condensa los tres pensamientos anteriores.

d) Pensamiento de la cosmovisión: Se parece al anterior, pero sin divinidad, con la posibilidad de conflicto. Este se resuelve por la lucha en la misma sociedad, con la posible reunión de los contrarios. Se entiende a la humanidad en su universalidad.

e) Pensamiento científico-ético: Es fragmentario, el grupo corresponde a la humanidad, el espacio, el universo; considera a la humanidad en cuanto a las determinaciones sociales y económicas, con conflictos y transacciones entre sectores. Se pierde la ilusión de la identificación con un todo, y el ideal es irrealizable. Hay producciones mixtas entre ideales menos complejos y otros más abstractos, como formaciones transaccionales. Superada la transacción, el ideal más complejo puede pasar a subsumir el ideal complejo precedente. En cada ideal del yo individual, pueden coexistir distintos grados de abstracción derivados de la sobreinvestidura o desinvestidura pulsional.

CAPÍTULO 2.

Afectos

En primer término voy a describir algunos de los tipos de afectos
a saber:

Dolor psíquico, masoquismo y la nostalgia. La angustia, el dolor físico,
la desesperación, la cólera, ataques de furia, pánico,
sopor, terror, frenesí de cólera, impaciencia, humillación
y vergüenza, enojo, furia, tedio, celos, envidia, resentimiento la desvalorización,
reconocimiento, despersonalización, disgusto, pesimismo. Entramado pasional,
sus defensas y los tipos de pasión., fanatismos, corrupción, fascinación.
Todos éstos pueden ser causa que atacan al pensamiento.

En la conciencia se requiere de la empatía y ternura por parte de quién
está a cargo del infante para morigerar la pulsión. Este asistente
original brinda el sustento para que se constituya la fractura en el ello y
diferenciarlo del yo. Así facilita la inscripción del matiz afectivo,
en la conciencia como contenido de la misma. El matiz afectivo deriva de la
introyección del soporte materno, y si bien es un producto intrapsíquico,
requiere para su constitución del enlace con un otro diferente, de manera
que el matiz es representante del ensamble pulsional y la realidad.

El deseo resulta de un incremento de la tensión interna que inviste
a ciertas representaciones. El aumento pulsional ante un registro perceptual
o una representación alcanza su cúspide con el desligamiento.
Ambos aportan cantidad al aparato mental y le imponen trabajo. Mientras que
la investidura representacional implica un empuje de la pulsión que se
dirige a la conciencia y a la motilidad a través de un sistema de censuras
y procesos retóricos; el desarrollo de afecto corresponde a una expresión
de la energía fuera del sistema representacional. La desinvestidura no
se coimplica necesariamente con el desprendimiento, puede ser un desplazamiento
de una representación a otra, pero el desarrollo de afecto es necesariamente
un desprendimiento pulsional. No todos los afectos son producto exclusivo de
procesos de descarga. Tomemos la angustia como ejemplo. Ésta tiene acción
de descarga con exteriorización motriz, más el carácter
displacentero específico más la percepción de la acción.
Afecto y deseo se articulan. El deseo puede quedar potenciado si a la vez hay
un desarrollo de afecto placentero, y coartado si se acompaña de un afecto
opuesto. Como el preconsciente es un sistema constituido por estratos representacionales,
en cada uno de ellos pueden generarse diferentes desarrollos de afecto, porque
una vivencia queda inscrita y luego traducida en cada estrato tal como lo describe
Freud en "Pegan a un niño", "(…) la fantasía
de paliza de la niña pequeña recorre tres fases; de ellas, la
primera y la última se recuerdan como conscientes, mientras que la intermedia
permanece inconsciente (…) En la primera y tercera fantasías, el niño
azotado es siempre un otro; en la intermedia, sólo la persona propia;
(…)". Desde la perspectiva del estudio de los diferentes desarrollos
de afecto, es conveniente subrayar que: el primer estrato se distingue por la
frase "Mi padre azota a mi hermano (al que yo odio)". El segundo estrato
por la frase "yo soy azotado por mi padre", y el tercer estrato que
se asemeja nuevamente al primero y "el niño azotado es otro".
Ante el afecto displacentero resultante de un deseo, el yo puede oponer como
defensa la inhibición y la represión. Si el recuerdo es del mismo
estrato representacional y en consecuencia se acompaña de vivencia, la
defensa es una inhibición normal. Si el recuerdo posteriormente genera
displacer en un estrato diferente de aquel en el ocurrió la vivencia
y la inscripción del recuerdo, la defensa es la represión. Habida
cuenta de que existen diversas pulsiones, es posible que un deseo que se acompañe
de afecto placentero se vea incrementado, pero es probable que el deseo satisfecho
a la vez que genera placer incremente o inhiba la tensión pulsional de
otro tipo, por ejemplo el placer preliminar y su relación con la tensión
sexual genital. Un afecto displacentero puede también provocar un aumento
tensional en otra área. Tomemos por ejemplo el dolor psíquico.
La frustración del deseo libidinal provoca dolor y despierta un deseo
hostil hacia el objeto que no satisface, en consecuencia la libido se desprende
de la representación e inviste otro objeto. Hasta aquí deseo y
desarrollo de afecto se rigen por el principio del placer, y el displacer causa
del aumento tensional, provee energía para la defensa. En el masoquismo
hay una alteración de aquel principio. El desarrollo del afecto displacentero
potencia la tensión sexual. Freud conjetura que un estímulo doloroso
puede ser neutralizado con una contrainvestidura semejante a la traumática
que lleva a un empobrecimiento pulsional global. Pero cuando el esfuerzo expulsivo
fracasa, en vez de neutralizar el trauma mediante la proyección usando
la musculatura, lo hace incorporándolo a la sexualidad -Entonces, autoerotismo
mediante el trauma se perpetúa. La tensión muscular es sustituida
por una excitación pasiva en otra zona distendida. En la nostalgia hay
enlace entre pulsión y representación, y el desarrollo de dolor
que incrementa la pulsión sexual en vez de hostilidad, deviene de que
el yo supone al objeto anhelado como imposible de reemplazar. En el duelo, el
registro de ausencia del objeto genera dolor, desinvestidura hostil con cambio
de la dirección libidinal hacia otro objeto. Entonces podemos diferenciar
por lo menos dos tipos de dolor psíquico. Uno en que la ausencia del
objeto genera la frustración del anhelo y es fuente de displacer. En
el otro hay un trabajo psíquico de desprendimiento de libido de las representaciones
del objeto ausente, y el dolor se desarrolla por la desunión de las asociaciones,
impulsado por el deseo hostil. ¿Qué lugar ocupa el Yo ante los
procesos de desprendimiento de libido? Cómo los afectos -salvo en el
caso del dolor- son sensaciones, cualidades, percepciones de naturaleza vasomotriz
y secretora, la descarga se realiza sin mediación del Pc. – El
Yo pude inhibir actuando sobre la investidura representacional concomitante,
suprimir el afecto y restarle el matiz afectivo y desatender la percepción
de la descarga. Lo que no puede es evitar el desprendimiento. El Yo es pasivo
ante el desarrollo de afecto, se convierte en activo cuando frente al incremento
pulsional puede, o no, ser controlado por el Yo. El primer Yo -el Yo real primitivo-
es el responsable de las modificaciones internas que acompañan al afecto,
del registro placer-displacer, esto significa que es activo. Puede pensarse
que también es activo ante otro Yo. En cambio el Yo real definitivo,
que domina la motricidad aloplástica o que apela a la represión,
a las formaciones reactivas o a la anulación, y se sostiene por la sobreinvestidura
representacional es pasivo ante los desarrollos de afecto. Agreguemos que el
desprendimiento de la pulsión se rige por los siguientes principios:
cuando la descarga es total, domina la inercia y la pulsión de muerte;
la descarga mantiene el principio de constancia sostenida por la autoconservación;
o bien puede mantenerse con un ritmo apoyada en el principio de placer. Los
afectos en un principio no están soldados a las huellas mnémicas,
sino que son variaciones tensionales de la fuente pulsional. Las variaciones
de cantidad dependen de las vivencias de satisfacción o de dolor, y el
afecto desarrollado se constituye en el primer símbolo mnémico,
cuyo prototipo es la angustia. Ésta se acompaña de displacer que
avanza a una intención de dolor. Éste es resultante de la sobreinvestidura
somática la cual produce la ruptura del equilibrio narcisista prenatal.
Se completa con una acción motora "acorde a fines". -El trauma
de nacimiento y su angustia, es tomado por el Yo real primitivo como una vivencia
que fue eficaz para luego crear la angustia señal. El dolor, residuo
de la angustia pero diferente, requiere ser discriminado en: dolor físico,
vivencia de dolor, dolor psíquico. El primero se entiende en términos
cuantitativos. Magnitudes desbordantes invaden el aparato psíquico que
se ve impedido de registrar las cualidades del objeto. El grito es el primer
modo de descarga capaz de producir una modificación endógena.
Permite un registro cualitativo -porque reconoce el objeto generador de dolor
como hostil- y autoriza que la descarga pase a ser controlada por el principio
de constancia en vez del de inercia, preparando el camino a la vivencia de dolor.
El dolor es anterior a la proyección expulsiva y previamente se genera
una investidura narcisista elevada del lugar doliente del cuerpo. La libido
narcisista se desprende en un esfuerzo por realizar una contrainvestidura, que
se da automáticamente y conduce a un empobrecimiento pulsional global.
Freud sustituye el concepto de "descarga interna" por el de "hemorragia
interna" que alude a u n estado de pasividad, y de inermidad del yo real
primitivo.-La energía de reserva que se pierde, es energía del
yo destinada a la realización de acciones específicas. Las perturbaciones
en las pulsiones de autoconservación derivan de una tentativa de defensa
ante una herida narcisista. Merced a la hemorragia de autoconservación,
la capacidad desintoxicante y trófica va siendo desgastada por el dolor.
Freud dice que en la infancia son característicos el desvalimiento motor
y psíquico. Ante la situación traumática, frente a la cual
uno está desvalido, coinciden el peligro externo y el interno. Acá
se liga desvalimiento con situación traumática, sea que el yo
vivencie en un caso un dolor que no cesa, o en otro una éxtasis de necesidad
que no puede hallar satisfacción. La situación económica
es, en ambos, la misma. El desvalimiento motor encuentra su expresión
en el desvalimiento psíquico. El dolor psíquico requiere de una
investidura de nostalgia previa, de un objeto no coincidente con el registro
perceptual. Esta falta se convierte en una herida por la que se pierde libido
narcisista, lo cual genera recogimiento psíquico. Esto permite diferenciar
dolor de angustia. En la angustia hay una modificación somática
acompañada o no de alteración vasomotora, presencia o no de descarga
que no se da en el dolor, y por fin, en éste una hipertrofia de la intensidad
de la investidura representacional. La vivencia de dolor, requiere que la tensión
sea soportable y no anule la conciencia, y su constitución puede que
sea contemporánea a la del yo real primitivo. La vivencia de dolor genera
una sobreinvestidura libidinal del órgano y con ello su inscripción
con la representación espacial correlativa. El enlace entre angustia
y dolor psíquico constituye la desesperación, que se da previamente
en el soma de la siguiente manera: acumulación tensional, ruptura de
equilibrio narcisista, angustia con dolor psíquico como afecto displacentero
para equilibrar la tensión. Este displacer que acompaña al intento
de lograr una alteración endógena, se encuentra en el molde de
la angustia. La cólera, también nominada como ira o furia tiene
su molde en las tentativas de descarga ante una tensión del orden del
hambre o la sed, que proviene de ciertos órganos y que son percibidos
como hostiles. La tentativa es fallida si no se acompañada de la acción
específica. Ante el fracaso de la defensa, sobreviene la descarga -inútil-
mediante la musculatura voluntaria. La cólera es un esfuerzo de liberarse
de un estímulo pulsional mediante la proyección. De manera especular,
otro afecto desagradable como el asco, intenta mediante la incorporación,
la eliminación de un estímulo sentido como nocivo y que proviene
del exterior. El afecto placentero de la vivencia de satisfacción, es
posterior a la alteración endógena generadora de displacer que
deviene por la alteración interna. Esta vivencia es el molde de afectos
como goce, felicidad, dicha, júbilo, alegría, bienestar, orgullo,
humor y el espectro de lo cómico. El afecto placentero, es un cambio
particular de cantidad en cualidad, que, desinvestidura mediante, no procura
nuevas exigencias al aparato psíquico. El placer se debe al reencuentro
sensorial con el objeto, tal como en la vivencia de satisfacción, y al
ritmo estimulante de la sensorialidad y la motricidad que replica las variaciones
tensionales endógenas de órganos como el corazón, los pulmones
y el estómago. Estos primeros ritmos, que implican desinvestidura de
libido narcisista, son placenteros a pesar de que no implican el encuentro con
objetos satisfacientes. Sin embargo, puede conjeturarse que los mencionados
órganos no son solamente fuente sino también objetos producidos
por la desinvestidura y reinvestidura posterior. En el placer hay entonces:
un placer por la descarga, surgimiento de una percepción, recepción
de la investidura narcisista con su registro cualitativo construyéndose
así el primer ritmo. La transformación de estos moldes primigenios
en desarrollos de afectos y la reproducción de los mismos, requiere como
condición la conformación de representaciones -de los órganos
y de la periferia interior- y así la aparición de los deseos y
anhelos. Estas representaciones exigen para su inscripción del Antes
de la constitución del yo real primitivo, el placer se asocia a la disminución
de tensión debido a la fuga o a la satisfacción apoyada por un
asistente. Cuando no se puede aliviar la tensión endógena se da
el dolor; la angustia automática cuando se exige una redistribución
de las pulsiones de autoconservación; los ataques de furia que son puestos
en marcha por mecanismos expulsivos de naturaleza refleja; o de bienestar cuando
hay satisfacción somática. Algunas palabras acerca del Yo real
primitivo. Su conformación responde a una secuencia de momentos. Primero
la tendencia a la eliminación refleja de los estímulos. Luego
ésta es sustituida por la fuga. Cuando ésta fracasa quedan investidos
los estímulos endógenos pulsionales. Al ligarse varias investiduras
de los órganos surge una primera estructura, el Yo real primitivo, que
intenta aligerar la tensión por modificación interna en vez de
la acción específica. Los afectos apoyados en las pulsiones de
autoconservación devienen de vicisitudes económicas. Con el surgimiento
del yo real primitivo aparece la discriminación entre los estímulos
externos e internos y el principio de inercia inicial se va reemplazando por
el de constancia mediante la acción específica. En estos momentos,
cuando las pulsiones sexuales y de autoconservación no son satisfechas
pueden alterar la retracción necesaria para el dormir. Surge otro afecto
diferente, el sopor o somnolencia, que dificultan el pensamiento, que es un
producto de la acumulación tóxica de los deyectos metabólicos.
Acumulación debida a la falencia de la actividad placentera materna en
la primera etapa de simbiosis. Al surgir las zonas erógenas, aquellas
vivencias se complejizan con el placer devenido del autoerotismo que requiere
de la motricidad voluntaria –movimiento de la lengua y los labios-. Otros desarrollos
de afecto de estos momentos iniciales son el pánico, terror, frenesí
de cólera y de goce. El pánico, en un aparato psíquico
que se encuentra en sus albores, implica la pérdida de aquel que sostiene
la articulación de las zonas erógenas. Ante el incremento tensional
sobreviene la desorganización psíquica. El terror implica una
situación de crisis con parálisis, que surge cuando la estimulación
autoerótica no es satisfaciente de una zona erógena .El frenesí
de cólera se relaciona con que la necesidad creciente, exige la salida
del autoerotismo y la satisfacción por parte del objeto. La desorganización
del autoerotismo surge cuando un deseo hostil no puede ser llevado a cabo. Esto
puede deberse a la ausencia del objeto hostil o bien a que éste, investido
con la pulsión de autoconservación, no es satisfaciente. En consecuencia
la investidura sexual frustrada, genera la furia que lleva del principio de
placer al de constancia y al de inercia. ¿Que sucede con el frenesí
de goce en el autoerotismo? La autonomía de cada zona erógena
impide la satisfacción sucesiva o simultánea. Es imposible porque
ninguna zona es dominante sobre la otra. La excepción se daría
en el caso de una satisfacción de la necesidad al mamar, porque ninguna
necesidad es superior a las otras -como defecar u orinar-.

Afecto y el Yo-placer¿En que consiste el
placer
? Es una calificación de la cantidad producida por el ritmo,
esto es por la serie de incrementos y descensos de magnitudes de investidura
en la unidad de tiempo. Esta unidad puede considerarse como el ciclo que va
desde la investidura, hasta la resolución de la misma. La resolución
se da, cuando hace su encuentro con algún estímulo que altere
la fuente pulsional ligada a la necesidad derivadas de la autoconservación.
En un momento posterior, con la apertura de las zonas erógenas, los erotismos
adquieren sus propios ritmos que son diferentes a los de la necesidad. Los estímulos
externos son placenteros cuando repiten las variaciones internas, lo cual es
típico del autoerotismo en el cual hacen su encuentro sensación,
percepción, motricidad y desarrollo de afecto. La investidura de la zona
erógena conlleva la articulación de las cualidades externas e
internas, que se acompañan de vivencias de satisfacción o de dolor
y que deben mantenerse en un cierto equilibrio. Este último brinda la
posibilidad de sostener la atención y la descarga de placer mediante
la motricidad y el registro perceptual. En el autoerotismo ocurre una sobreinvestidura
de éste equilibrio, y en la zona erógena hay registro de estímulos
perceptuales rítmicos, que se articulan de manera concordante con las
variaciones internas de placer-displacer. Esta ligadura de las zonas erógenas
se rige por el criterio de la simultaneidad y lleva a una mayor complejidad
del tema. Al articularse entre sí las zonas erógenas y las fuentes
pulsionales cada cual con su ritmo propio, se producen combinaciones múltiples
-un tiempo fuerte para un erotismo puede ser débil para otro y ambos
complementarse.-

Las cosquillas son un ejemplo de la reunión en una zona erógena
de un estímulo sensorial rítmico y un afecto incoercible. Son
dos cualidades originadas en fuentes diferentes, una exterior y otra en el cuerpo.
Un momento anterior a la descarga placentera (goce), se da una investidura del
objeto, posicionado por el yo como un ideal, un enamoramiento, que incrementa
la añoranza del objeto que se desea. Este estado es resultado de una
proyección y la libido se reencuentra con el yo mediatizado por un objeto.
En el reino del Yo placer la descarga es más intensa. No existe aún
la inhibición que luego impone el yo real definitivo, representante de
la realidad. El yo no puede inhibir el pasaje del enojo a la cólera o
de la impaciencia a la desesperación, afectos que veremos más
adelante, y la tarea de inhibición la realiza solamente el asistente.
En estos momentos del desarrollo psíquico, se gestan los juicios de atribución,
y el yo incorpora lo placentero o útil y lo desatribuído como
tal es escupido. Cuando fracasa la desatribución del gustodisgusto,
se reactiva el primitivo mecanismo de expulsión o fuga por medio de la
arcada, inicio de otro afecto, el asco. Pero éste si puede inhibirse
mediante la expulsión de la boca. En una etapa evolutiva posterior -genital-
con el dominio de la palabra, el asco es usado como expresión de displacer
estético. El asco junto con la vergüenza serán luego uno
de los diques de la sexualidad. Con la aparición de éste Yo placer,
los afectos son desbordantes como resultado de la unificación de las
zonas erógenas. La palabra aunque inscrita, aún no puede ser dicha
y ésta falta de posibilidad determina los estallidos. Inicialmente el
Yo placer en el que ocurren los estados de pasión, no es sentido como
propio y es proyectado, está fuera de sí. Lo que le pasa al Yo
placer, es vivido como consecuencia del afecto que desarrolla otro Yo, en posición
de ideal, y que es tomado por el Yo placer mediante la identificación.
Cólera
, -también llamada furia, ira-, desesperación,
goce
, son los afectos dominantes que surgen en éste momento. También
la consumación sexual, el "éxtasis", suele
decirse como que se está "fuera de sí", o momentos de
goce o de orgullo como que "no cabemos dentro de nosotros".
El enojo
es una forma atenuada de cólera, mezcla de afecto y deseo
hostil; en un paso más hipertrófico, el yo es dominado por el
afecto y se desarrolla la furia, cuando se coarta el deseo hostil.
Cuando lo anhelado no coincide con la percepción surge la desesperación
como afecto, – mezcla de angustia y dolor psíquico-. El anhelo
es un componente fundamental y estructurante, el dolor surge por la pérdida
de energía libidinal por el lugar de la herida que certifica la ausencia
de lo anhelado. La impaciencia es una forma menor de la desesperación,
y surge cuando frente a la frustración de un deseo devorador se desarrolla
el afecto. Mientras que en la desesperación hay un trauma que al producir
una herida narcisista, da lugar a la pérdida de libido; en la impaciencia
hay una investidura -un deseo- acompañada de un afecto displaciente.
Ante la escisión entre el dolor y la angustia -propio de la desesperación-
queda solamente la angustia cuando el objeto se aleja. La hostilidad es dirigida
hacia otro en posición de indefensión con lo cual el trauma sufre
la transformación pasivo-activo. El cambio evita la pérdida libidinal
porque el deseo hostil es satisfecho de manera motriz. El fracaso de ésta
defensa genera cólera y humillación, afecto correlativo
a la pérdida del control de las heces que causan el goce anal. La humillación
está constituida por: dolor psíquico porque el Yo no coincide
con el ideal -omnipotente en su control cinético-, al que se le adosa
un acceso de furia por el fracaso de actuar exitosamente el deseo hostil. Si
la defensa es exitosa surge el júbilo que desborda el Yo. La
humillación combinada con un estado depresivo, más la nostalgia
de aquel que derrotó al yo genera furia por sentir nostalgia, y todo
este conjunto complejo se expresa como tedio. Previo a la humillación
suele observarse un goce masoquista autoerótico, el Yo se humilla a sí
mismo golpeándose o profiriéndose insultos. La vergüenza
surge cuando fracasa el deseo de que alguien hostil e idealizado desaparezca
de la percepción. Dolor por que el Yo no coincide con el ideal y sentimiento
de fracaso para que otro yo desaparezca de la vista, componen la constelación
de la vergüenza. Ante el fracaso, el que desaparece de la vista
es el propio Yo. Se trata de un deseo exhibicionista frustrado. Este tipo de
vergüenza se da en un contexto interindividual, y luego, junto con el asco
se desarrolla intrapsíquicamente en la latencia como diques contra la
sexualidad. Parece tener su origen en la adquisición de la posición
erecta. Humillación y vergüenza son afectos correspondientes a la
fase anal primaria. La primera se vincula con el polo motriz y el par sadismo-
masoquismo; la segunda con el polo perceptual y el binomio exhibicionismo- escoptofilia.
La somnolencia
es otro afecto atemperado de este momento evolutivo. Contiene
un cierto grado de tristeza, no inundante, porque la necesidad de dormir impone
retirar libido de la sensorialidad, finalidad que se posibilita por la compañía
de un objeto transicional. Como estamos ante un aparato psíquico elemental
el resultado de los recursos defensivos suele ser ineficaz. Ha de esperarse
la constitución de otros criterios lógicos de enlace de las representaciones
-analogía, causalidad intrapsíquica-, que se dan en el Yo-real
definitivo para que los desarrollos de afecto displacientes se mantengan solo
como amenazas, pero sin desarrollarse.- Hasta aquí hemos dicho que el
Yo real primitivo es el agente de las descargas internas y el Yo placer el encargado
de registrar las variaciones placer-displacer. Con el Yo real definitivo el
recuerdo de las vivencias no necesita ser repetido, y la memoria va cobrando
mayor autonomía respecto de la percepción. Este momento de constitución
del aparato coincide con la etapa anal sádica, y con ella afectos placenteros
activos ligados al dominio, o pasivos ligados a la excreción.
Derivados como la pulsión de ver -transformación del deseo de
aferrar- y la pulsión de saber, compuesto por el deseo de aferrar y de
ver. Este deseo que origina las teorías sexuales infantiles, deviene
del esfuerzo de obtener un concepto del ideal. En la relación con éste
surge un desarrollo de afecto, la gratitud, en relación al objeto
obtenido el Yo mantiene un vínculo posesivo que genera el goce. Cuando
a la pulsión de saber de le adosa la crítica a la palabra de aquel
que otorga el don, surge la desconfianza. La crítica surge porque
el Yo supone un deseo retentivo en el ideal, suposición que se da cuando
las palabras esperadas no coinciden con las propias vivencias somáticas.
Opuesto a la desconfianza es la convicción ante la palabra,
que es un desarrollo de afecto en el Yo por el enlace entre las percepciones
y la actividad mental. Agreguemos dos satisfacciones autoeróticas, el
placer sadomasoquista
de dominarse en la motricidad voluntaria, y el placer
de ensuciarse con la autoestimulación anal. En la etapa anal
sádica, el niño supone que su hostilidad puede generar cólera
de los padres y como consecuencia teme perder el amor de éstos. El temor
a la pérdida del amor inhibe conductas agresivas del niño, y el
afecto queda como una señal. En los celos, debemos diferenciar
los edípicos de aquellos que emergen del complejo fraterno. En los
celos edípicos distinguimos cinco desarrollos de afecto: dolor por la
pérdida de un objeto, humillación ante el fracaso de los argumentos
para conseguir el amor de ese objeto mediante un auxiliar, culpa ante la crítica
del aspecto autoobservador del Super Yo y el deseo de encontrarse en el lugar
del modelo, sentimiento de inferioridad por la comparación del Yo con
el ideal y deseo hostil hacia el rival ganador
. Los celos del complejo
fraterno aparecen cuando surge el lugar del rival en la fase anal secundaria-
donde se constituye el complejo del prójimo, las inscripciones por analogía
y causalidad y el comienzo de la palabra hablada-. Aún la investidura
libidinal del objeto es escasa y el dolor por la pérdida del objeto es
dolor por perder la posesión de un don, los otros desarrollos de afecto
son similares.
En la fase fálica surge la envidia que tiene
el siguiente entramado: el deseo de tener algo, un don que sobreinviste el objeto
del deseo y cuya ausencia en el Yo le produce a éste dolor psíquico,
una diferencia entre lo que posee el Yo y el objeto. Estos constituyentes generan
humillación, autodesvalorización, autorreproches y hostilidad
hacia el ideal que distribuyó los bienes. La hostilidad, ante la impotencia
de transformar la situación se transforma en furia. En el resentimiento
predomina el sentimiento de haber sido víctima de una injusticia,
no se extingue con el pasaje del tiempo y el Yo guarda ánimos vengativos
que son racionalizados como actos de justicia (pero por mano propia).

Los desarrollos de afecto que estamos describiendo, a pesar de ser displacientes,
no pueden aún ser inhibidos por el Yo. La diferencia básica entre
envidia y celos consiste
en que en la primera, hay un deseo agresivo hacia
el ideal vivido como injusto y del cual el Yo queda decepcionado; en los celos
éste deseo no aparece. Se ha sustituido a la madre injusta por el padre,
y el Yo pretende ser amado por éste. Puede suceder que el Ideal se mantenga
en la madre, y el Yo ante el temor de no ser amado por sus deseos hostiles,
cambie el desarrollo de afecto agresivo por el sentimiento de no ser amado,
sentimiento que no es posible de inhibir. En el goce autoerótico
por la estimulación del pene
o el clítoris, el Yo
tiene una vinculación de enamoramiento, acompañado de omnipotencia,
y felicidad por la coincidencia del narcisismo con el autoerotismo. Cuando el
niño descubre que su madre no tiene pene surge el horror. Éste
se desarrolla a partir de tres deseos: el de encontrar en la madre un doble
de sí cuyo fracaso conduce a la angustia de castración,
(que es un afecto traumático), un deseo agresivo porque incrimina a la
madre como responsable de una falta, un deseo de ser como el ideal cuyo derrumbe
genera en el Yo el sentimiento de aniquilación. El horror articula
entonces tres afectos, angustia, culpa y aniquilación. Para mantener
este desarrollo de afecto como una señal, el Yo se defiende de la siguiente
manera; de la angustia con la represión, de la culpa con la identificación
secundaria (que si fracasa lleva a que la culpa sea traumática), con
la desmentida de la aniquilación (cuyo fracaso da lugar a un afecto traumático).
El fracaso de la desmentida conduce al desarrollo de lo siniestro,
porque la maduración del aparato ya permite diferenciar la familiar de
lo extraño. El sentimiento de culpa, en un primer momento implica
angustia y dolor por la pérdida del amor, luego el dolor se mantiene
como amenaza por que el deseo de la castración materna es reprimido,
y queda la angustia frente al temor de la pérdida del amor. La culpa
sustituye el temor a no ser amado por los padres, es una consecuencia inexorable
de las alternativas de los destinos pulsionales que complejizan el aparato psíquico.
Secuencialmente la culpa se va construyendo por: un deseo hostil, luego un deseo
libidinal, nostalgia por un estado anterior imaginario, registro de la ausencia
de lo anhelado, acusación al Yo nostalgioso y responsable del deseo hostil,
desarrollo del afecto culpa. La diferencia entre culpa y aniquilación
estriba en que en la primera, la investidura es con el objeto y el derrumbe
del ideal queda incluido intrapsíquicamente como instancia, el superyo.
En la aniquilación la investidura es narcisista, y la caída del
ideal lleva consigo al Yo, quien se siente desintegrado
. El vínculo
de ser -identificación primaria-, es afectado por la desorganización
del Yo-placer, con coincidencia de los afectos de angustia y dolor. Recíprocamente
relacionado con la culpa surge la desvalorización, en ésta
el Yo resulta perdedor en su comparación con el ideal.

Afecto y la formación del SuperyoLa dependencia
que el Yo tiene del Superyo, genera un amplio espectro de afectos. El deseo
de reconocimiento, como expresión de amor del Superyo al Yo
y como el resultado de un juicio de atribución. Éste implica una
decisión que depende de las palabras que profiere el Superyo al Yo. Se
vincula con la autopercepción de la imagen de éste último,
y que es correlacionado por el Superyo con los ideales. Su opuesto es el desconocimiento
que genera cólera.
Estos estados afectivos se sostienen por el deseo
de mantener una investidura del Yo apoyándose en las pulsiones de autoconservación.
Anterior al deseo de reconocimiento, correspondiente al tiempo edípico
se había desarrollado el deseo de recibir -un don-. Tres afectos derivan
de aquel deseo, despersonalización, desrealización, extrañamiento
,
Freud las unificó como enajenaciones. Se observan como la sensación
de que algo de la realidad -desrealización- o del propio Yo -despersonalización-
nos aparece ajeno. Sirven para la defensa cuando el Yo quiere desmentir y mantener
alejado algo.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

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