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Liminalidad. Ambiguedad, medios de comunicación e imaginarios contemporáneos



Partes: 1, 2

Monografía destacada

  1. Encuentros "reales" con lo liminal
  2. Mothman
  3. Nahuelito
  4. El Ucumar
  5. Los espiritualizados extraterrestres del Cerro Uritorco

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El crepúsculo de la razón

El mundo contemporáneo ?urbano, occidental, tecnificado, en principio racionalista? comparte la realidad con seres extraños. Mucho más presentes de lo que podría parecer a primera vista.

Decenas de entidades misteriosas, publicitadas de a ratos por los medios masivos de comunicación, irrumpen en la vida cotidiana de miles de personas, que juran y perjuran haber sido testigos directos de sus apariciones.

Con diferentes nombres ?y adaptados a variados contextos histórico-culturales? los seres daimónicos, como los llama Patrick Harpur en sus libros, se niegan a perder la guerra que el racionalismo cartesiano les declaró desde el siglo XVIII.[1] Y así, alimentando la perdurabilidad de una realidad maravillada y maravillosa que se resiste a descartar la idea de un mundo inacabado, dominado por el materialismo positivista (denostado abiertamente desde el siglo XIX por el romanticismo), las criaturas daimónicas de centenares de relatos ?supuestamente ciertos y objetivos? siguen impactando en nuestra concepción construida de lo real a través de artículos sensacionalistas en periódicos, conferencias, libros y programas de televisión.

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Algunos seres daimónicos del imaginario contemporáneo

Hadas, elfos, enanos y duendes, Yetis, Pie Grandes, extraterrestres, Hombres-Polilla e intraterrestres, milenarias criaturas lacustres (como Nessie o Nahuelito), fantasmas, Hombres-Sombra, vampiros, secuestradores alienígenas y entes salvajes de los bosques (como el Ucumar salteño), ángeles, perros negros, seres interdimensionales y muchos otros personajes provenientes del universo mitológico de las llamadas culturas tradicionales, tienen hoy en día una vigencia y presencia tan fuerte en la cultura popular (y pseudo-académica) que ?como dije en otras ocasiones? deberían hacer que nos replanteemos el concepto mismo de modernidad; e indagar críticamente la mirada cientificista que estamos teniendo del mundo.

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Otros seres daimónicos del imaginario contemporáneo

Estamos en un proceso de transición. Hay muchos síntomas que así lo indican. El antropocentrismo ?inaugurado tímidamente por los griegos en los siglo IV y V a.C. y dominante desde la Ilustración del siglo XVIII? pierde terreno, sumergiendo a gran parte de la humanidad en un renovado teocentrismo de base holística que, a no dudarlo, nunca dejó de estar. Agazapada y expectante, la cosmovisión teocéntrica busca dominar parte de un escenario del que creíamos haberla expulsado para siempre.

Una nueva crisis.

Un nuevo contexto para el cambio y el conflicto.

Una transición que se nos anuncia apocalíptica y negativa para unos; estimulante y positiva para otros.

Un nuevo combate, aderezado por un punto de vista mágico. Animista. Orientalizado y holístico.

En pocas palabras: el imperio de la New Age, con todo lo que ello implica.

Pero definamos, antes de seguir, algunos conceptos claves que nos serán de mucha utilidad a la hora de entender este extraordinario fenómeno cultural y sociológico que e esconde detrás de las criaturas anómalas antes nombradas.

Seres imprecisos y ambiguos han desfilado a lo largo de los siglos en centenares de mitos y leyendas. Criaturas difíciles de catalogar. Evasivas, pero al mismo tiempo celosas de reconocimiento y atenciones. Los antiguos griegos tenían una palabra para designarlas: daimones. Término que hacía eferencia a dioses primitivos, divinidades de poco rango, muchas veces representadas como mitad bestias y mitad humanas. Genios protectores, guardianes de espacios sagrados. Seres sobrenaturales que irrumpían en la vida de los hombres premiando o castigando ciertos actos; pero siempre cumpliendo el rol de intermediarios entre los simples mortales y las divinidades más altas y poderosas. Ese fue el motivo por el cual el cristianismo primero, y la ciencia más tarde, los erradicaron, marginándolos al universo de la demonología y las supersticiones.[2] Quitándole así sentido a las apariciones y visiones insólitas (que nunca dejaron de estar).

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Visiones y seres insólitos del pasado

Patrick Harpur afirma que los seres daimónicos siguen existiendo hoy en día, aunque recluidos tanto en el inconciente colectivo y los sueños, como en las historias que siguen circulando, referidas a monstruos y seres misteriosos de las hoy llamadas leyendas urbanas (y de las cuales todos las criaturas arriba nombradas son claros ejemplos); aunque en estos últimos casos, denotando la necesidad de materializarlos, tan propia de nuestra época.

Pero, a no confundirnos. Esa materialización, esa tendencia a volverlos físicos y fijos ?concretos? está revirtiéndose; y lo que hasta hace sólo unas pocas décadas podía catalogarse (en un esfuerzo enorme de imaginación) como algo palpable, material, objetivo, está en camino de espiritualizarse de nuevo, retomando el sendero que nos conduce a lo sobrenatural. Un claro ejemplo de ello se evidencia en el caso de los ovnis (platos voladores) de la localidad de Capilla del Monte (Córdoba, Argentina) en donde las "viejas" naves extraterrestres (metálicas) han mutado en "entidades de energía pura". Hermanos Superiores que han alcanzado una desconocida evolución "álmica" y espiritual, al punto de adquirir los mismos rasgos que tenían los antiguos daimones en las sociedades de antaño (y en las sociedades tradicionales ?mal llamadas "primitivas"? de hoy en día).[3] La hipótesis extraterrestre (aquella que sostiene que son seres concretos provenientes de planetas concretos, aunque desconocidos) está "en baja" y las esotéricas e interdimensionales hipótesis de ufólogos como Jacques Vallée[4]o John Keel[5](décadas atrás rechazadas por la mayoría de los investigadores "clásicos" del fenómeno ovni) están ganando un espacio inaudito; aún en el campo de una antropología New Age de origen norteamericano, abierta a interpretaciones bastante sui generis y un tanto forzadas, en las que se entreveran drogas alucinógenas, chamanismo, parapsicología, creencias tradicionales del folclore y, por supuesto, mucha imaginación.[6]

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Jacques Vallée y John Keel

De todos modos, muy a pesar del esfuerzo invertido por este renovado academicismo neo-romántico y antirracionalista, las criaturas que nos convocan siguen siendo mayormente relegadas. Hechas a un lado. Desplazadas a "islas daimónicas" rodeadas de un mar de racionalismo.[7]

Lo que no les impide, de tanto en tanto, asaltar nuestra profana y aburrida "realidad".

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El Purgatorio, una nueva instancia liminal en la geografía de ultratumba

La invención del Purgatorio ?en el último tercio siglo XII? por parte de la iglesia, abrió, en las concepciones espirituales del cristianismo medieval, la posibilidad de darle a las entidades del Otro Mundo (apariciones) una gradual autonomía respecto de los poderes de Dios para retenerlas, ya sea en el Paraíso o en el Infierno.

Como era de esperar, este proceso ?explicado a la perfección por el historiador Jacques Le Goff? exacerbó la presencia del mundo espectral en la cultura occidental; retomando ?sin proponérselo? muchas de las antiguas creencias y tradiciones paganas, a las que la iglesia tanto había combatido (y combatiría).[8]

La geografía de ultratumba, antes cerrada una vez consumada la muerte [ya que ni del Paraíso ni del Infierno era posible regresar], experimentó una mutación muy profunda, permitiéndole a las almas de los muertos negociar con Dios el arrepentimiento y la expiación de culpas, aún después del óbito.[9]

El Purgatorio alteró el tablero. Los antiguos límites del Más Allá se volvieron más laxos. "El nuevo espacio de ultratumba, era ?desde entonces? un lugar abierto (…) cuyas fronteras no se ven. (…) Un lugar del que se sale y escapa".[10]

Y es justamente esta idea de "entrar y salir" de un mundo a otro trasvasando una frontera mal marcada, endeble y móvil, la que nos conduce al tema de la liminalidad. Tan útil ?y controvertida? a la hora de analizar las características del imaginario actual, responsable de haber dado origen a las múltiples criaturas anómalas de las que me he ocupado en los últimos 20 años.

La noción de liminalidad fue presentada por primera vez por Arnold Van Gennep (1873-1957), un folklorista y etnógrafo de origen alemán (criado y educado en Francia), utilizándola al estudiar los ritos de transición en las llamadas sociedades tradicionales actuales. Lo que Van Gennep pretendió definir con ese término fue el estado de apertura y ambigüedad que caracteriza a todo aquel que participa en un ritual de paso, es decir, de iniciación; por medio del cual un miembro de la comunidad deja de ser niño para convertirse en hombre, pasando (antes de concretarse como tal) por un estado indefinido, de transición, en el que no es una cosa ni la otra. Una especie de limbo que hay que atravesar ritualmente para poder transformar el estado ontológico original en uno totalmente diferente.[11]

Pero no fue Gennep quien desarrolló por completo la idea de liminalidad. Ese privilegio lo tuvo el antropólogo cultural escosés Víctor Turner (1920-1983), quien terminó de darle muchas de las características señaladas. Desde entonces, lo liminal (o liminar) se asoció a una experiencia simbólica, necesaria en muchas sociedades, y ligada a un individuo en particular (aquel que transita de un estado a otro, de niño a adulto, por ejemplo) y que, al momento de vivir la transformación, no puede ser clasificado con claridad.[12] Es un neófito. Un sujeto atrapado entre dos estados. No es chicha ni limonada, como reza el refrán popular. Y esa indefinición temporal, esa ambigüedad, hace que ?mientras atraviesa ese estado liminal? sea considerado contaminante y hasta peligroso para la comunidad. Por ese motivo el ritual de paso exige la invisibilización del sujeto en tanto se reconstruye en algo nuevo. De ahí el aislamiento al que suele ser sometido.

Años más tarde, el escritor y ensayista británico Patrick Harpur tomará la noción y la ampliará en su libro Realidad Daimónica; aplicándola no sólo a personas reales en situaciones rituales, sino a los seres anómalos del imaginario. Los mismos que pueblan miles de leyendas y mitos. Como, por ejemplo, el TÍO de las minas altiplánicas. Pero Harpur no se detiene en esas criaturas. También extiende el concepto a lugares, tiempos y situaciones internas liminales.

Y esta "vocación imperialista" que el autor le da a lo liminal es la que nos permitirá analizar muchos de los viejos artículos publicados referidos al tema.

Puentes, cementerios[13]bosques[14]y regiones salvajes; cruces de caminos, encrucijadas y murallas; umbrales, entradas, fronteras y orillas son ?a criterio de Patrick Harpur? lugares idóneos en los que lo daimónico y toda su hueste de seres sobrenaturales se manifiestan; reclamando atención, ofrendas y/o permiso para hacer algo.[15]

Sitios de encuentro con "lo oculto"[16] y en donde las líneas demarcatorias con "el Otro lado" se vuelven poco nítidas, permeables; conllevando el traslado de entidades extrañas de un mundo a otro y desarticulando las pautas aprendidas de lo que entendemos por realidad.

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Lugares liminales

Así son los lugares liminales. Emergentes de lo imposible. Escenarios en los que se representan una y otra vez los dramas imaginarios que arrastramos desde hace milenios y en donde podemos captar la estructura durable de las fantasías, muy a pesar del tiempo transcurrido. Regiones de paso, común en el folklore de todas las épocas y vigentes en la actual cultura popular y la moderna leyenda urbana.

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Orillas, murallas y encrucijadas de caminos

El cine, la televisión, la literatura y los medios masivos (en especial Internet) se alimentan de liminalidad. La divulgan de a ratos. La mantienen presente. La enriquecen con nuevas historias, como las que se siguen contando a la luz de un fogón (hoy electrónico).

Los seres daimónicos se sienten cómodos con la noción; tanto como ciertas situaciones (momentos) también liminales (que comparten con esos seres las mismas características antes aludidas, en especial, la ambigüedad). Así pues, siguiendo este criterio, el crepúsculo y la medianoche, las festividades del año nuevo y ciertas fechas consideradas sagradas (el Día de los Muertos, por ejemplo), los solsticios y equinoccios, bien podrían llamarse de la misma manera.

Pero lo liminal es también generador de temor y respeto. La desestabilización (crisis) que genera suele ser interpretada como un mal augurio. Anuncio de desastres por venir; especialmente dentro de las comunidades más conservadores. Aquellas que rechazan los cambios y que ven en ellos sólo aspectos negativos, extraños, generadores de ansiedad.

Las coyunturas liminales ?tan bien explotadas por los medios? se camuflan en noticias sensacionalistas, retroalimentando el imaginario colectivo y dándole al mismo un viso de realidad que, de otro modo, no sería concebido como tal. [17]

Por último, la liminalidad también se expresa en el interior de los hombres, especialmente en el mundo del chamanismo, en el cual el uso de alucinógenos naturales (ayahuasca, cactus de San Pedro, etc.) le permite al "brujo" viajar al Otro Mundo alterando su estado de conciencia, buscando solución a problemas terrenales, pedir autorización a los dioses o simplemente reclamar la cura a una enfermedad a los espíritus.

En pocas palabras, lo liminal se asocia casi siempre con el caos. Con el desorden que se genera cuando un cosmos (orden) previo se ve modificado por algún motivo y lo desconocido copa el panorama. Es entonces cuando la razón se desorienta y los seres daimónicos entran en escena.

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Caos, desorden y seres daimónicos

ENCUENTROS "REALES" CON LO LIMINAL

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Seres daimónicos de la cultura contemporánea

"Cuando la ambigüedad es poderosa

más viva es la excitación."

Milan Kundera

"En la incertidumbre encontramos la libertad

para crear cualquier cosa que deseemos."

Deepak Chopra

¿Qué aspectos de la tan mentada liminalidad aparecen en los personajes que hemos estado analizando en los últimos años?

¿Qué tienen en común el Hombre Polilla (Mothman), el monstruo lacustre del Nahuel Huapi (Nahuelito), la pilosa criatura que atemoriza a los lugareños de la yunga salteña (Ucumar), los vampiros serbios del siglo XVIII y del actual siglo XXI o el misterioso homínido que vaga por las altas montañas de Afganistán (Barmanu)?[18] ¿Qué comparten con las naves anómalas que supuestamente visitan la zona de cerro Uritorco y que ?de acuerdo con algunas opiniones? provendrían de la ciudad intraterrena de ERKS? ¿Y qué decir de las experiencias que algunos testigos dicen haber tenido con el Hombre Pájaro del pueblo cordobés de Quilino?[19] ¿Cuánto de liminal hay en las apariciones del barco fantasma que se observa desde la costa de la localidad bonaerense de Punta Indio o en los buques espectrales que ?se sostiene? atraviesan en silencio los mares del mundo?[20] ¿O de los espíritus que deambulan, según la tradición local, por los lúgubres pasillos del Gran Hotel Viena de Miramar y del Eden Hotel de la ciudad de La Falda (ambos en la provincia de Córdoba)?[21]

Sobre algunos de estos temas trataremos en la siguiente y última parte del trabajo.

MOTHMAN[22]

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El Hombre-Polilla (Mothman)

Desde noviembre de 1966 la pequeña ciudad de Point Pleasant (West Virginia, EE.UU.) arrastra una historia por demás extraña; que ha crecido con el paso del tiempo ?condimentada según las épocas? hasta convertirse en un atractivo turístico de primer orden y convocar a miles de visitantes todos los años, especialmente durante el ya famoso Mothman Festival.

El pueblo también tiene su propio museo en honor a la bestia que le quitó el sueño por espacio de un año: The Mothman Museum. Un repositorio de fotos, artículos y objetos con los que se pretende mantener viva la memoria local respecto de los extraños sucesos ocurridos a mediados de la década de 1960.

En aquella oportunidad, una extravagante entidad nocturna persiguió a dos parejas que transitaban por una región boscosa, vecina al pueblo, conocida por entonces como el Área TNT. Según esos testigos (y los muchos otros que se acoplaron a las denuncias posteriores, generadas por un claro fenómeno de histeria colectiva) ese ser semejante a una polilla, de más de dos metros de altura, de aspecto humanoide, alado y con fieros ojos rojos, los sorprendió sobrevolando el coche en el que los testigos estaban e infundiéndoles a todos un terror visceral.

La declaración testimonial que hicieron ante la policía regional le imprimió a la historia una seriedad inusitada. El resto lo hizo la prensa estadounidense y algunos escritores dedicados a la ufología y los temas misteriosos.

De este modo Mothman encalló en el imaginario local. Se enquistó en la zona, mezclándose con los intereses económicos de West Virginia.

Hoy el Hombre Polilla es un fenómeno de alcance mundial. Incluso muchos juran y perjuran haberlo visto en Chile, Argentina, Uruguay, Rusia y demás países. Siempre ?según se sindica? anunciando catástrofe. Trayendo malos augurios.

Poco importa si esto último es cierto o falso. El relato se acomoda según las circunstancias. Exacerbando ciertos eventos. Escondiendo otros. Pero lo que no puede ocultarse ?leyendo los testimonios en artículos periodísticos y libros "especializados" ? es el carácter liminal del tan mentado ser. Que se advierte en los siguientes ítems:

  • Es una entidad difícil de catalogar. Un híbrido. No es por completo humano, ni tampoco un descomunal insecto.

  • Sus apariciones coinciden con épocas de crisis y tensión. Los primeros reportes (1966-1967) con la Guerra Fría y la constante amenaza de catástrofe nuclear. Los últimos (abril-mayo 2017), con el marco de inestabilidad económica generada por el neoliberalismo, el pánico al terrorismo internacional y los síntomas de un cambio climático que no pareciera augurar buenos tiempos futuros.

  • Es un típico ser daimónico. Elusivo. Ambiguo. De comportamiento misterioso. Desconocido. No se sabe qué busca o pretende (a no ser, claro, la supuesta función agorera que le atribuyeron oportunamente algunos escritores).

  • Con el paso de los años, adquirió características claramente paranormales, dejando atrás las notas criptozoológicas clásicas, que lo veían como un simple animal sin catalogar. Lo que, claro está, aumentó su carácter liminal.

  • El lugar de sus apariciones es de por sí típico en el universo de la liminalidad: una zona aislada, boscosa, abandonada. En las inmediaciones de una fábrica y planta de energía en ruinas, que ya no cumplen las viejas funciones, ni terminan de desparecer por completo.

  • Las pocas señales transmitidas de su apariencia repiten dos rasgos típicos de las entidades daimónica en decenas de leyendas y mitos antiguos: sus fulgurantes ojos rojos y las enormes alas (que lo acercan a los demonios de los tratados de demonología de fines de la Edad Media).

  • La liminalidad del mismísimo Estado de West Virginia (patria de Mothman), del cual el imaginativo John Keel llegó a decir era una "región ventana". Una frontera entre lo indio y lo europeo. Un portal dimensional entre lo normal y lo paranormal. Es pocas palabras, una zona tabú que era evitada hasta por los pueblos originarios, mucho antes de la conquista. Incluso se llegó a especular (siguiendo las ideas de Jacques Vallée) de una influencia exterior inexplicable.

  • La supuesta responsabilidad (o al menos anuncio cual Ángel de la Muerte) del Hombre Polilla en la caída del Silver Bridge (el 25 de diciembre de 1967) es otro dato que nos acerca a la noción de lo liminal. Los puentes son símbolos de ello en sí mismos y mucho más el mencionado, por atravesar el río Ohio, frontera (límite) entre el estado homónimo y West Virginia. El borde, la orilla, el cambio, también están presentes en la historia.

  • Finalmente, los notables cambios que ha experimentado el imaginario de Point Pleasant en los últimos años indican que las guías turísticas y un par de documentales realizados en torno a las leyendas locales parecen relacionar a Mothman con un cacique traicionado y vengativo, aún después de la muerte. Una forma autóctona de explicar los móviles de tan extraña criatura a través de la venganza y un trampolín para poblar a toda la región con mansiones, hoteles y encrucijadas encantadas. Las historias paranormales se diversificaron, intentando convertir al pueblo en una nueva meca de turismo alternativo.[23]

NAHUELITO[24]

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Nahuelito, el monstruo lacustre del lago Nahuel Huapi

Esa "otra realidad" tan pregonada por el pensamiento mágico, esotérico y hermético, tan repleta de simbolismos y alteridades ?siempre dispuestas a marcar límites sólidos a fin de asentarnos firmemente en los propios?, en ocasiones asalta el espacio y el tiempo profano en que vivimos, quitándonos de la aburrida rutina y sumergiéndonos en un universo de posibilidades ilimitadas. Claro que en el caso que ahora nos interesa resumir lo importante no es lo que se sumerge, sino lo que emerge sorpresivamente de un lago ?el Nahuel Huapi? quebrando el sentido de realidad que hemos organizado a partir de la razón, la observación y la ciencia. Y son, una vez más los llamados lugares liminales y sus seres correspondientes los más idóneos para que ello ocurra.

Esta vez a orillas de un lago sureño de Argentina. Hogar de un supuesto monstruo prehistórico. Más concretamente, un plesiosauro que, sin pruebas contundentes (claro), la gente dice ver desde hace unos 39 años. Incluso lo han bautizado. Nahuelito lo llaman. Y ya es parte del neo-folklore local.

Ojeando parte de la bibliografía orientada a la temática "monstruos lacustres", veremos que hay decenas de ellos en casi todos los lagos del mundo. Nessie, el habitante del Lago Ness (Escocia) es el más famoso de todos. Pero sólo unos pocos tienen la suerte de trascender. La mayoría de ellos no traspasan los límites locales, siendo conocidos únicamente por los vecinos de la región. Otros, en cambio, al ser considerados interesantes para la prensa, saltan a la fama y se "viralizan", convirtiéndose en monstruos con proyecciones internacionales.

Nahuelito es uno de ellos. Concretamente desde 1978. Pero como criatura extraña, se mueve en los márgenes de la realidad, validando así su carácter liminal y daimónico.

Desde la década de 1920, cuando el famoso director del Zoológico de Buenos Aires, Clemente Onelli, organizó una expedición en pos de un supuesto animal del pleistoceno (que nada tenía que ver con el plesiosaurio de las historias actuales), los rumores sobre monstruos se han mantenido vigentes hasta el día de hoy. Por tal motivo, de tanto en tanto y cuando las noticias escasean, los medios suelen reflotar la historia de Nahuelito, satisfaciendo la necesidad de magia y maravillas de la población.

¿Qué notas serían, entonces, las que hacen de Nahuelito una entidad liminal?

  • En primer lugar habría que referirse a la inmensa y fría región en la que se ubica: la Patagonia. Tierra que desde el siglo XVI fue vista (y lo sigue siendo) como lejana, exótica, inabarcable. Un sitio inhóspito. Una frontera que nos separa de "otro mundo" poblado de duendes, enanos, gigantes, monstruos y criaturas nacidas al calor de los fogones tehuelches y mapuches, entre otros. Una zona liminal predispuesta a albergar ?incluso? a presuntos caballeros templarios protectores del Santo Grial (la más preciada reliquia de la cristiandad). Un espacio que la derecha reaccionaria y nacional siempre vio como transformadora de hombres. Extrema. Capaz de iniciarse en ella el cambio soñado hacia un Nuevo Orden Mundial, recurriendo a otro tipo de monstruos más peligrosos que Nahuelito: los nazis fugados tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Refugio de Hitler y sus compinches, así como de otros engendros biológicos y morales. Tierra ambigua y extraña que se pobló de habitantes también extraños. Estereotipo imaginario de lo "Otro". Núcleo caótico de un mundo renovado y cruel.

  • Quien dice Patagonia habla de lagos. De murallas heladas, de glaciares. De fronteras inconquistables hasta hace muy poco. Una inmensidad misteriosa incorporada a la fuerza por la acción de los remington de Julio A. Roca en 1880. Jalonada antaño por una línea de fortines endebles, incapaces de frenar el avance del indio o de esos otros seres liminales: los gauchos. Criaturas bípedas ?según Sarmiento? que no encuadraban en las racistas taxonomías del siglo XIX. Seres a caballo entre la civilización y la barbarie. De alguna forma, Nahuelito es el heredero de estas ambigüedades.

  • Un ente que prefiere las horas crepusculares para asomar su cabeza. Horas neblinosas. Propicias para la emergencia de todo aquello que se oculta y no se deja ver; especialmente en lugares liminales como los lagos "sin fondo", "interconectados con otros lagos o el mar", "fenómenos luminosos anómalos" e impenetrablemente oscuros (sin importar que sean en realidad poco profundos, se sequen de tanto en tanto o no dispongan de la vida subacuatica necesaria para alimentar monstruos prehistóricos).[25]

  • La liminalidad de Nahuelito no suele publicitarse en los diarios de manera explícita. Los periódicos suelen seguir los poco fiables lineamientos de los criptozoólogos clásicos (que afirman es una bestia desconocida, material, objetiva y concreta, aunque nunca encontrada). La interpretación sobrenatural queda para los viejos mitos aborígenes (la mayoría inventados en tiempos modernos) o para los más espiritualistas investigadores de lo oculto. En estos casos, la criatura se asocia con espíritus autóctonos. Casi fantasmas. Una manifestación más del animismo antiguo y de una cosmovisión teocéntrica.

  • Monstruo daimónico. Protector. Reclamante. Manifestación del Otro Lado. Caballo subacuático capaz de relacionar las dos realidades, compartiendo elementos de ambas.

  • Finalmente, la reaparición moderna de Nahuelito en 1978, en plena dictaduravico-militar, momento de crisis por antonomasia (la peor sufrida en el siglo XX), puede ser leída también en clave típicamente liminal.

EL UCUMAR[26]

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El Ucumar: la versión norteña del Pie Grande de Estados Unidos y Canadá

Ya sea bajo el nombre de Sasquatch, Pie Grande, Barmanu, Almasti, Yeti o Ucumar, prácticamente no hay selva o cordón montañoso del mundo que no tenga en su haber una criatura liminal de rasgos parecidos al que ahora describiremos.[27]

Por lo general velluda, primitiva, bípeda, de estatura variable (que puede ir de los 3 metros al metro y medio de alto) y con claros signos de ser un homínido no clasificado, esos Hombres Salvajes han venido protagonizando historias desde la Antigüedad y la Edad Media, pero alcanzaron popularidad desde la década de 1950 cuando los principales diarios del mundo los colocaron en sus primeras planas.

Son sin duda los animales extraños (críptidos) más conocidos y la popularidad de la que gozan tal vez se deba a las "pruebas" materiales que se han conseguido de ellos: huellas (muchas huellas) y algún que otro manojo de pelos. Claro que siempre resultaron ser insuficientes a la hora de certificar su existencia objetiva. Siempre falta algo. Nunca alcanzan. O las huellas se corresponden a otros animales efectivamente conocidos por la ciencia o el ADN de los cabellos es poco para sacar ellos un resultado definitivo. Por otra parte ?como con Nahuelito, Nessie y otras criaturas lacustres? las fotos nunca son claras. Siempre falla algo. Por lo tanto, seguimos apoyándonos únicamente en testimonios, dimes y diretes de los supuestos testigos que, como el lector podrá imaginar, no sirven como pruebas excluyentes de nada. Al menos la ciencia funciona (hasta ahora) de ese modo. Hasta tanto no tengamos un yeti en una mesa de disección, la bestia seguirá perteneciendo al mundo del folklore y el rumor. Y es posible que así como desean muchos que permanezca.

En Argentina tenemos nuestro propio Hombre Salvaje. Se lo conoce con el nombre de Ucumar y ha estado en boca de miles de personas desde hace más tiempo del que podamos imaginar. Gente del común. Cazadores, amas de casa, niños, respetables vecinos, incluso funcionarios públicos han dado testimonio de sus apariciones por el noroeste del país, especialmente en la provincia de Salta. Los diarios locales lo sacan a relucir de a ratos y sus incursiones no dejan de generar un profundo terror en todos aquellos que se internan en la yunga salteña. Para ellos es tan real como los árboles o las rocas, y sus características liminales son las que consignamos a continuación.

  • En primerísimo lugar, como siempre, está la yunga (la selva de montaña), caracterizada como salvaje, inmensa e imposible a aprehender. Paisaje dominante del área andina que, amén de las criaturas nombradas, es el imaginario repositorio de ciudades perdidas y antiguos centros ceremoniales aborígenes, abandonados y olvidados. En zonas como éstas, se vio nacer la leyenda del Paititi y de El Dorado hace poco más de 400 años. Zona liminal por antonomasia, la selva es una protagonista permanente en este tipo de historias.

  • En muchos de los relatos recogidos por periodistas locales, el Ucumar, además de personificar a esa criatura ambivalente, de la que no se sabe si es hombre o es bestia, adopta ciertos rasgos paranormales por el sólo hecho de habitar una región que las tradiciones y el folklore creen está habitada por duendes. Un límite claro entre el pensamiento premoderno y aquel propio de la modernidad. Lo racional convive a pasos de la irracionalidad, sin aparente contradicciones.

  • Las apariciones de la criatura están, muchas veces, relacionadas con testimonios que nos hablan de ovnis, extraterrestres, enanos del bosque y chupacabras. Condimento que le da a la leyenda un claro tinte daimónico.

  • Los sucesos reportados en la provincia de Santiago del Estero hablan de las relaciones directas del Ucumar con espejos de agua, ríos, arroyos y riberas (vinculados también con historias de aparecidos y fantasmas).

  • El salvaje hombre de los bosques arrastra también comportamientos semejantes al de las viejas hadas. Personajes que, lejos de ser las "Campanitas" buenas de Peter Pan, eran tenidas como entidades crueles, capaces de secuestrar (como el Ucumar) a personas que se internan en sus dominios. Muchas son las historias que hablan de mujeres secuestradas por el liminal Hombre del Bosque, con intensiones aviesamente sexuales. Estos raptos (abducciones en lenguaje de los ufólogos) es otro nexo que liga la mitología extraterrestre con el antiguo folklore local.

  • La palabra Ucumar también nos remite a la liminalidad propia de los lugares subterráneos. Según algunos autores el vocablo derivaría del quechua: Uku, "profundo"/ "región interior" y Mari, "primitivo"/ "antiguo". Las relaciones con el Tío de las minas de Potosí vuelven a aparecer. El Ucumar es un "bicho" que vive en cuevas oscuras, profundas. Casi una metáfora del inconciente, según las teorías más psicologistas.

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