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La religión cósmica: El mensaje olvidado de Einstein (Parte I) (página 2)



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En resumen, las Escrituras Sagradas (de cualquier religión) tienen por lo menos dos lecturas: una literal, destinada a las masas y otra profunda, destinada a los "discípulos". Cuando las religiones se institucionalizan, su principal objetivo es su expansión, ya que sólo a través de ellas acontecería la "salvación". Esto ha dado origen a absurdas guerras "santas", así como a sanguinarias represiones a los herejes (que en verdad eran casi siempre individuos que apenas querían vivir en paz con sus conciencias), acontecimientos que llenaron de horror y de oprobio a largos siglos medievales.

 ¡Qué terrible depravación sufrió en particular la Iglesia de Pedro, cuyo origen de amor y de pureza vivificado por el martirio en los circos romanos, acabó transformándose al abrigo de los Torquemada y de su "Santa Inquisición" en la más abyecta destrucción del espíritu humano, macabramente realizada en el sagrado nombre del Maestro!

Así el círculo interno, el de los verdaderos discípulos del Cristo no tenía como desarrollarse en medio de la arbitrariedad, la prepotencia y la persecución. Es claro que no era la primera vez que ellos enfrentaban la represión de los más poderosos, porque esta viene del fondo de la historia humana y en cualquier época de la misma encontramos a los "buscadores" de la Luz.

Para poder resistir, ellos precisaban reunirse secretamente (como lo hacía el Cristo con los Apóstoles), creando lo que se conoce como Escuelas de Misterios, donde los interesados eran instruidos por los maestros espirituales más avanzados de la época. Todos los grandes líderes iluminados de la Humanidad – inclusive el propio Jesús – pasaron por estas enseñanzas, así como muchos millares de individuos en un grado no tan alto de evolución.

Sí deseamos marcar un punto inicial de referencia en la Biblia acerca del primer líder espiritual de la Humanidad, tenemos que retroceder hasta Melquisedec, figura impar en el Antiguo Testamento, del cual se dice: "Sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días ni fin de días, sino hecho semejante al Hijo de Dios,… considerad pues cuán grande era este, a quien aún Abraham, el patriarca, dio los diezmos del botín" (Hebreos 7: 3-4).

No es posible imaginar que un ser de naturaleza tan elevada no haya tentado difundir la Luz en la Humanidad; por lo tanto, aún con falta de registros históricos, puede ser considerado como el fundador de la Auténtica Escuela de Misterios, conocida posteriormente como la Gran Fraternidad Blanca (donde "blanca" se refiere al color de la luz, no teniendo nada que ver con color de piel o características raciales específicas; a esta Fraternidad pertenecieron – y pertenecen – hombres y mujeres de raza blanca, amarilla, negra o roja y sus incontables combinaciones).

Esta Fraternidad se ha extendido gloriosamente a través de toda la Historia humana: Melquisedec, Rama, Akenaton, Moisés, Krishna, Buda, Zoroastro, Jesús y una pléyade de otros apogeos humanos como Hermes, Orfeo, Pitágoras, Platón, Mahoma, Jacobo Boheme, San Francisco de Assis y otros luminares han estado en contacto – de una manera u otra – con su incandescente influencia, y ella se extiende hasta el presente, abarcando – por lógica – todo el futuro aún en gestación.

Esta matriz espiritual es la brújula que orienta el desarrollo interior de aquellos que procuran la Luz. ¿Es pues ella, la Gran Fraternidad Blanca, la gran portadora de "la verdad"? Si y no. Decimos que porque ella es la depositaria de toda la Sabiduría que la Mente Divina ha derramado en la Tierra gracias la invocación y armonización de los Grandes Maestros. Decimos que no, porque "la verdad" no se enseña, se vive; con todo, para poder vivirla es necesario encontrarla y para encontrarla es necesario buscarla y para buscarla es necesario orientación. Ese es el papel de los Maestros Espirituales y de la Fraternidad.

En consecuencia, "la verdad" es una experiencia interior de altísimo nivel. Para poder llegar a este nivel, precisamos de ayuda y orientación; pero una vez que nos acercamos a aquel, el trabajo y la responsabilidad son totalmente nuestros. Apenas para dar un ejemplo glorioso, podemos mencionar el caso de Jesús; educado por los esenios y en especial por su Maestro de la Sabiduría, llegó un punto en que el Nazareno llegó al pináculo de sus posibilidades. Pero esta cumbre no era suficiente, porque Él venía a difundir un principio nuevo que extrapolaba la Sabiduría: el Amor y no había ningún ser humano que pudiera prepararlo para tan insigne tarea.

Sin embargo, al ser bautizado por Juan en el Jordán, las condiciones son dadas y "he aquí los cielos le fueron abiertos y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma y venia sobre Él y hubo una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia" (Mateo 3:16-17)". En ese momento, por una alquimia incomprensible al hombre común porque no es traducible en palabras, el hombre Jesús se transforma en el Maestro Divino, el Cristo, el Ser que inaugura una nueva etapa de la evolución humana, fecundando la siempre válida Sabiduría con la gracia del Amor Divino.

La procura de "la verdad" sigue siempre este camino, que se presenta como el Supremo Arquetipo. Naturalmente nuestro grado de evolución espiritual es mucho más bajo, pero la brújula apunta siempre en la misma dirección. Y esa dirección es la Armonización con la Conciencia Cósmica, con el Ser Supremo, con Dios; esta es la única senda capaz de llevarnos a "la verdad", o aunque sea, a una pequeña fracción de la misma, que de cualquier manera es infinitamente superior a cualquier suma, colección o enciclopedia de conocimientos obtenidos por vía racional. Y esta brújula está incrustada en el corazón de la Gran Fraternidad Blanca. Es pues un buen plan procurar sus representantes visibles.

¿Y que acontece con las religiones? ¿Debemos eliminarlas? De ninguna manera; ellas satisfacen las más variadas de las necesidades de la mayoría de las personas. Por otro lado, siendo inculcadas desde la infancia, resulta muy difícil abandonar las mismas y en los casos que esto acontece, es muchas veces para peor, pues el individuo se vuelve escéptico y fuertemente materialista. Nos parece que en el proceso de búsqueda de Luz no es necesario abandonar la religión que se profesa, si sinceramente se cree en ella; con todo será necesario no dispensarle una fe ciega y determinados dogmas deberán ser considerados con reservas.

Del mismo modo, será conveniente tener la mente abierta y comprender por encima de todo, que no existe ninguna religión superior a las otras. Puede haber una que nos sea más allegada, más querida, más sentida – básicamente por motivos familiares – que las otras y haremos bien en continuar con ella, si nuestro corazón aprueba.

Mientras tanto, debemos tener siempre presente que El Creador es anterior a todas las religiones y Él es lo Único indiscutible. El Hijo, el Cristo encarnó en la Tierra para enseñarnos el Amor y no el odio, la mezquindad, el orgullo. Lo único que vale es lo que está en el corazón de los hombres. Y si el Amor está en el corazón de un ser humano, es porque el Cristo vive allí, aunque aquel sea espiritista, budista o musulmán. Pero si es el odio, el racismo o la codicia que están alojados en aquel corazón, no importa que él se diga católico, bautista o mormón; simplemente el Cristo no vive allí. No olvidemos – por otro lado – que en el Oriente, Cristo es conocido como el Señor de Maitreya y entre los mahometanos, como el Imán Mehdi.

El corazón, la esencia, "la verdad" de todas las religiones es común; las interpretaciones, las épocas, las circunstancias, las conveniencias y las deformaciones las hacen diferentes. Pero en el seno de la Fraternidad, la brújula conserva su pureza y su puntero, apuntando para el lugar cierto: la armonización cósmica. Por lo tanto, los altos objetivos de desarrollo espiritual podrían ser obtenidos con religión o sin ella. Lo único importante es la pureza de nuestro corazón y la sinceridad del deseo de cumplir con nuestra misión cósmica: ser deslumbrantes focos de luz, amor y esperanza para la Humanidad y todos los reinos de la Naturaleza.

A continuación daremos algunas informaciones generales sobre religiones diferentes del cristianismo. Esto es importante, pues la formación religiosa occidental, desprecia o ignora la existencia de otras importantes religiones – excepto la judaica – las cuales, sin embargo, han sido – y aún lo son – jalones importantísimos en la evolución espiritual de la Humanidad. Los comentarios correspondientes están inspirados básicamente en las obras de Challaye (5) y Schuré (6).

LA RELIGIÓN EGIPCIA

El Imperio o Reino Antiguo de Egipto tuvo comienzo alrededor de 3400 A.C. con el rey Menés y terminó casi mil años después (en 2475). Cabe subrayar que obras fantásticas como la pirámide de Queops fueron levantadas en este período. Es muy importante señalar que en la sociedad egipcia fueron concebidos, ejecutados y refinados los grandes experimentos que dieron origen a la civilización humana, pues en ellas surgieron las primeras formas de desarrollo de la conciencia social, moral y ética que aún perduran.

El Medio Imperio se extendió por otros mil años (2475-1600 A.C.) y finalmente aconteció el Nuevo Reino o Era del Imperio, verdadera Edad de Oro egipcia que se extendió hasta 1350 A.C. En particular, brilló la 18ª Dinastía (1580-1350 A.C.) con un total de once faraones, entre los cuales sobresalieron: Tutmés III (1500-1447 A.C.); Amenhotep III (1411-1375 A.C.) y Amenhotep IV, también conocido como Akenaton (1375-1350 A.C.)

La religión egipcia era fuertemente politeísta. Cada ciudad importante tenía su deidad: Amón, Ra, Ptah y otros, sin contar con la Trinidad: Osiris, Isis, Horus. Estos dioses, en general, eran representados por hombres con cabeza de animal. Así eran adorados Anubis (chacal), Hator (vaca), Horus (falcón), Munt (águila), Mexhet (buitre), Sekhet (leona), Thot (ibis), Sebek (cocodrilo), etc. Este aparente atraso era real solamente a nivel de las masas ignorantes y semi- bestializadas; los Altos Sacerdotes – en general iniciados en las Escuelas de Misterios – tenían una comprensión bien clara de la vida espiritual, considerando aquellos animales apenas como símbolos, de la misma manera que un cristiano hoy en día considera el Maestro Divino como el Cordero de Dios.

Esta sabiduría profunda de los Altos Sacerdotes se refleja en la existencia de los llamados dioses solares, tales como Aton (disco del sol), Horus (sol a pique), Atum (sol poniente), Ra (Sol naciente); es importante recordar que el sol – a través de diferentes manifestaciones – era el único dios común a los muchos pueblos que formaban el inmenso imperio egipcio; los importantísimos desdoblamientos originados por este hecho serán comentados más adelante.

Una de las características más notables de la religión egipcia es la importancia dada al soberano, llamado faraón, quien estaba bajo la protección directa de Horus, de modo que mucho antes de Luis XIV, el faraón era conocido como el Rey-Sol o Hijo del Sol, por lo tanto era concebido como el Hijo de Dios y se consideraba que él mismo era un dios.

La principal función del faraón era ser el supremo juez y administrador de su pueblo, pero tenía también funciones divinas a cumplir, pues siendo él la encarnación de Horus, debía regir los fenómenos de la Naturaleza, como la marcha regular del sol así como la fecundante inundación del Nilo; de él es que pueden provenir las sequías, causadoras da hambre y muerte, castigo merecido para los hombres desobedientes.

El mito de Osiris, la divinidad más querida por los egipcios, es revelador del alma de este pueblo. Osiris es el gran emperador de toda la Tierra, justo, pacífico, progresista, haciendo pasar la Humanidad de la barbarie a la civilización. Pero su hermano Seth, envidioso, lo mata, descuartizando su cuerpo en catorce pedazos. Isis, esposa de Osiris, reúne los miembros esparcidos y lo hace volver a la vida, concibiendo así a Horus, que creciendo acaba vengando a su padre y reina en la Tierra, mientras que Osiris lo hace en el mundo de los muertos.

Hay aquí mucho más que una simple historia; en verdad esta alegoría es una forma de representar una ley básica: a pesar de que todo ser humano debe morir (Osiris), él volverá a nacer (en otra forma, Horus). En otras palabras, aquí hay incluido un principio de fundamental importancia: la doctrina de la reencarnación (que será analizada con detalles en la monografía siguiente).

Hay una figura toda especial en la vida del Egipto antiguo: Hermes (de él se deriva la palabra hermético que significa "completamente cerrado, de manera que no deje penetrar el aire"; esto da una excelente idea acerca del secreto y la reserva con que eran administradas las enseñanzas espirituales en la época, generalmente en el seno de las Grandes Pirámides). En verdad Hermes es un nombre genérico que designa a la vez a un hombre, a una casta y a un dios. El hombre es Hermes Trismegisto, la casta es la del alto sacerdocio egipcio, el dios es Hermes Toth, el Mercurio griego, el Mensajero Divino, por lo tanto ligado a las iniciaciones de los Misterios.

Hermes Trismegisto – el hombre – nació en Tebas en 1399 A.C. "Trismegisto" significa Tres Veces Grande – Schuré (6) dice que este nombre se debe a que él era considerado como rey, legislador y sacerdote. Se dice que él fue el inventor de la ciencia de los números – o sea la matemática – así como de la escritura demótica (similar a la usada actualmente) que sustituyó al antiguo sistema de jeroglíficos, basado en imágenes. Para los que piensen que la religión egipcia, como todas las otras anteriores al cristianismo era primitiva y atrasada, veamos algunas enseñanzas de Hermes, anteriores al nacimiento del propio Moisés, por lo tanto más antiguas que el Génesis.

O sea, un siglo antes que la primera línea de la Biblia fuese escrita, Hermes instruía a sus discípulos diciendo: "Ninguno de nuestros pensamientos puede concebir a Dios, ni lengua alguna puede definirle. Lo que es incorpóreo, invisible, sin forma, no puede ser percibido por nuestros sentidos; lo que es eterno, no puede ser medido por la corta regla del tiempo: Dios es, pues, inefable. Dios puede, es verdad, comunicar a algunos elegidos la facultad de elevarse sobre las cosas naturales para percibir alguna radiación de su perfección suprema; pero esos elegidos no encuentran palabras para traducir en lenguaje vulgar la Visión inmaterial que les ha hecho estremecer.

 Ellos pueden explicar a la Humanidad las causas secundarias de las creaciones que pasan bajo sus ojos como imágenes de la vida universal, pero la causa primera quedaría velada y no llegaríamos a comprenderla más que atravesando la muerte". Obviamente estas palabras no podrían ser proferidas por un adorador de serpientes o de dioses con cabeza de chacal. Ellas, aún hoy día, transcurridos 33 ó 34 siglos, exteriorizan un alto desarrollo espiritual.

Dice un historiador erudito, Maspero (7): "La teología sabia, esotérica es monoteísta desde los tiempos del Antiguo Imperio. Dios es el Uno Único, el que existe por esencia, el Solo que vive su sustancia, el Solo engendrador en el Cielo y en la Tierra que no haya sido engendrado. A la vez Padre, Madre e Hijo, él engendra, concibe y es perpetuamente y esas tres personas, lejos de dividir la Unidad de la Naturaleza Divina, concurren a su infinita perfección. Él crea sus propios miembros que son los dioses".

A través de estas informaciones se puede percibir el tenue hilo de la Luz recorriendo la Historia humana: Melquisedec ("sin padre, sin madre, sin genealogía") llegando al Egipto tal vez en la época del Rey Menés (¡hace 54 siglos!) y difundiendo la Luz por medio de la Escuela de Misterios de la Gran Fraternidad Blanca, que llegará a su apogeo veinte siglos después con la presencia de Hermes Trismegisto.

Para erradicar definitivamente de la mente de los lectores la idea de "atraso" relacionada con los antiguos egipcios transcribimos el siguiente fragmento del estudioso Schuré (6): "La iniciación antigua reposaba sobre una concepción del hombre a la vez más sana y más elevada que lo nuestra. Nosotros hemos disociado la educación del cuerpo de la del alma y del espíritu. Nuestras ciencias físicas y naturales, muy avanzadas en sí mismas, hacen abstracción del principio del alma y de su difusión en el Universo; nuestra religión no satisface las necesidades de nuestra inteligencia; nuestra medicina no quiere saber nada ni del alma ni del espíritu".

"El hombre contemporáneo busca el placer sin la felicidad, la felicidad sin la ciencia, y la ciencia sin la sabiduría. La antigüedad no admitía que se pudieran separar tales cosas. En todos los dominios, ella tenía en cuenta la triple naturaleza del hombre. Para alcanzar la maestría el hombre tiene necesidad – según los sabios de entonces – de una refundición completa de su ser físico, moral e intelectual, para lo cual es necesario el ejercicio simultáneo de la voluntad, de la intuición y del raciocinio. El alma tiene sentidos dormidos: la iniciación los despierta. Por medio de un estudio profundo y una aplicación constante, el hombre puede ponerse en relación conSciente con las fuerzas ocultas del Universo. Solamente entonces puede decir que ha vencido el destino y conquistado su libertad divina. Porque solo el que se domina a sí mismo puede dirigir a los otros; solo es libre el que puede libertarse".

Estas verdades son tan válidas hoy como en el tiempo de Melquisedec, de Hermes, de Buda o del Maestro Jesús. Ellas indican el camino eterno. Por lo tanto, el verdadero sentido de las palabras "atraso" e "ignorancia" se refieren a aquellos que piensan que apenas lo "moderno" es bueno o que una cierta religión es la única auténtica. Es claro que ellas no se aplican a aquellos que prefieren por ciertos motivos personales una cierta religión, pero no desprecian a las otras, reconociéndolas – en cambio – como opciones razonables para personas que crecieron bajo otras costumbres, idiomas e idiosincrasias, a pesar de lo cual guardan en su corazón el suave perfume del Amor.

 En este caso, ellos serán profundamente "crísticos", aunque no lo sepan y esta palabra nada signifique para ellos. Por otro lado, el pertenecer a una religión o secta auto-denominada cristiana no tiene ningún valor, si por lo menos una gota de aquel perfume no humedece su corazón, derramándose como un bálsamo por el ambiente todo.

Esto es absolutamente fundamental: si queremos progresar en términos de desarrollo espiritual, debemos escapar como si fuera del demonio de palabras huecas, de conceptos vacíos, de rótulos y de envoltorios. Lo que realmente interesa es el contenido y el contenido está instalado en el corazón humano. Por eso en las enseñanzas esotéricas, Dios no tiene nombre: Él es simplemente "Dios de nuestro corazón", o sea aquella fracción del Ser Supremo que podemos comprender y amar.

 La senda del desarrollo espiritual es aumentar nuestra comprensión y nuestro amor; esto podrá solamente ser efectuado a través de un intenso esfuerzo interno. Por esto es que la imposición y los dogmas siempre fueron rechazados por los verdaderos instructores espirituales. Verifique, pues, antes de seguir adelante, que acontece en su mundo interior.

Pero no se termina aquí la gloria de la religión egipcia; por el contrario está por acontecer el hecho que la llevó a su máximo esplendor. En efecto, bajo la 18ª Dinastía, durante el siglo XIV antes de Cristo, un joven faraón, Amenhotep IV o Amenófis IV , realiza una hazaña impar en la historia de la Humanidad: en un mundo completamente politeísta, establece la primera religión monoteísta del mundo.

 Según ciertos historiadores, él es "la primera personalidad de la Historia humana". Y esto no aconteció por la brillantez de su acción al frente del poderoso imperio egipcio de la época y sí por crear una serie de situaciones de largo alcance, apenas por intermedio de su fuerza mental.

Así Amenhotep IV cambia su nombre por el de Akenaton ("devoto de Aton") y transforma Aton, uno de los numerosos dioses existentes, que personificaba el disco solar y la propia luz del sol en Dios Único. Solo que Aton no representa ahora apenas el cuerpo solar y la luz física que emana de él. Aton ahora es la energía creativa que está por detrás del astro-rey. Aquenaton declaró que Dios era una inteligencia vital, que existía como una divinidad única, de la cual dependían todas las cosas del Universo, siendo que las fuerzas creativas de ese Dios se irradiaban a través del sol.

Naturalmente, el clero sumergido en la corrupción, el vicio y la licenciosidad, declaró hereje al faraón, sobre todo cuando este prohibió los otros cultos. A pesar de su enorme poder temporal, Akenaton que tal vez fue el primer pacifista de la Historia humana, evitó una represión sangrienta de los sacerdotes, – lo que hubiera sido completamente normal en aquella época – prefiriendo abandonar la capital, Tebas, y a partir del cuarto año de su reinado (1367-1350 A.C.) creó una nueva ciudad llamada Akhet-Aton ("horizonte del disco solar"), también conocida como Tell-El-Amarna.

En Tell-Amarna reunió los hombres y mujeres más cultos y espiritualizados de la época, creando alrededor de 1353 A.C. una gran fraternidad, como base de una Escuela de Misterios, cuyas enseñanzas e ideales debían diseminarse por toda la Tierra. Esta congregación era una rama de la Gran Fraternidad Blanca y es importante informar que ella subsiste con gran vigor en la actualidad, aunque-naturalmente-adaptada a las condiciones específicas de la vida moderna en lo relativo a su formulación exterior, pero siguiendo rigurosamente las orientaciones básicas de la Sabiduría Antigua.

Akenaton – obviamente – no era un aerolito caído del cielo. Él procedía de la Dinastía egipcia más gloriosa, la XVIII; era hijo del faraón Amenothep III, a cuya sombra el gran Hermes Trismegisto conducía el desarrollo espiritual de los más elevados hombres de la época. El propio Hermes fue el iniciador de Akenaton, quien entonces dio un paso decisivo en la ampliación y en la difusión de la Luz: por un lado ensanchó y consolidó el circulo interior de adeptos, creando una nueva y poderosa Fraternidad; por otro, llevó la Luz a las grandes masas, o sea al círculo exterior, inundándolo con el esplendor de un nuevo y deslumbrante concepto: el del Dios Único.

No tenemos espacio aquí para describir con suficientes detalles la formidable figura de Akenaton. Dijimos que creó la primer religión monoteísta, que fue el primer pacifista y ahora diremos que fue el primer holista (Ver Bonilla, 2,3). En efecto, su extraordinaria revolución religiosa fue acompañada de una profunda transformación ética y social. Según su doctrina, el Sol ilumina todas las naciones, todos los hombres, todos los seres y una parcela divina se encuentra en todos ellos

¡Imaginen estos conceptos hace 34 siglos, cuando aún hoy día los hombres se dividen y subdividen en naciones, regiones, grupos, clases, ideologías y religiones, cuando el racismo y el chauvinismo son aún muy fuertes, cuando el machismo y el patriarcalismo, continúan prosperando, cuando el hombre sigue explotando al hombre, cuando animales, vegetales y minerales son extinguidos, devastados y destruidos!.

El Monoteísmo de Akenaton (bien diferente del de Moisés) es una religión plena de vida, de libertad y de amor a la Naturaleza. Inclusive la existencia de una casta sacerdotal pasó a ser innecesaria, pues basta abrir los ojos para percibir la existencia de Dios manifestado. Así el templo amarniano se compone de patios y corredores al aire libre; el altar principal es bañado por los rayos del sol. El arte egipcio se vitaliza y se transforma de manera increíble en poquísimos años: por ejemplo los pájaros, las flores y los frutos no son más considerados motivos ornamentales estilizados y sí dones infinitamente preciosos, reproducidos con una exactitud, una sensibilidad y un encanto extraordinarios.

 Para colocar un punto de comparación con los elevadísimos ideales amarnianos solo podemos pensar en las figuras más extraordinarias de los tiempos más modernos: San Francisco de Assis, Walt Whitman, Alfred Schweitzer, Seattle, Jacobo Boheme, Swedenborg, Alfred Tennyson, Willian Blake, Honorato de Balzac, Albert Einstein, Helena Blavatsky y unos pocos más.

Akenaton murió joven, con menos de treinta años. Al poco tiempo los sacerdotes recuperan su poder, arrasando Tell-el-Amarna, borrando el nombre de Aton y restableciendo el de Amon. Pero la Fraternidad resiste porque ella es indestructible, prolongándose hasta nuestros días.

La corta historia de Aquenaton y Tell-el-Amarna, mirada desde nuestra época a través de la perspectiva del tiempo, parece como el fugaz momento necesario para sembrar una semilla. A corto plazo (un siglo), la semilla germina y nos trae a Moisés, que implanta la primera religión monoteísta victoriosa; a medio plazo (cerca de trece siglos), de la religión mosaica brota una flor maravillosa, las enseñanzas del Cristo; y a largo plazo (veinte siglos) la flor se transforma en un magnífico fruto.

 Es este fruto, aún verde-pero en estado acelerado de maduración – que deberá estar pronto en el Nuevo Milenio que ya comenzó. Pero esta maduración no acontecerá apenas por la gracia del sol amarniano, y sí por el reflejo que aquel produce en el corazón humano.

Es, pues, grande y a la vez gloriosa responsabilidad de cada ser humano, exteriorizar en nuestras acciones, conductas, comportamientos, pensamientos y sentimientos, cada vez más, un poco de esa espiritualidad que el Ser Supremo nos concedió en el acto de creación, para que fuésemos sus representantes en el mundo terreno.

LAS RELIGIONES DE LA INDIA

No se puede hablar seriamente de religión si no consideramos los tesoros espirituales de la India, país donde el desarrollo metafísico alcanzado hace treinta siglos no ha sido igualado hasta hoy en ninguna parte del mundo. Cualquier estudioso de misticismo sabe perfectamente que ningún idioma moderno (o antiguo) tiene la riqueza de vocabulario que el sánscrito posee para expresar conceptos elevados.

Cualquier de nuestros idiomas necesita una media docena de palabras para explicar medianamente una única palabra sánscrita, tal como Carma, Kundalini, Atma, Manas, Budhi, Prana, Purusha, etc y siempre acaba perdiéndose bastante del significado original. De este modo, la traducción de las Escrituras Sagradas hindúes empobrece – generalmente – su riquísimo contenido original. A través de los tiempos, varias religiones importantes se desarrollaron en la India; las principales son las siguientes, según Söderblom (6):

1. VEDISMO. El llamado vedismo es la religión más antigua de la India, de origen ario. Su héroe legendario es Rama, a veces conocido como Yima y sus Escrituras Sagradas son los Vedas. La parte más antigua es el Rig-Veda, que contiene un millar de himnos compuestos durante unos cinco siglos e iniciado tal vez alrededor de 1500 A.C.; por esto Söderblom (6) dice que se trata de "la Biblia más antigua de la Humanidad".

Loa himnos védicos contienen cuadros grandiosos, con una pléyade de seres divinos entre los que sobresalen al principio Indra, Mitra y Varuna, así como Surya, Manu etc. Pero poco a poco estos dioses disminuyen su importancia, pasando para el primer plano, Agni y Soma. Agni es el fuego divino, el agente cósmico, el principio universal por excelencia. El engendra a los dioses, crea y organiza el mundo, produce y conserva la vida universal, es por lo tanto la potencia cosmogónica, el principio masculino. Soma es, en cambio, el principio femenino. Ambos forman un par inseparable: "esta pareja ha encendido el sol y las estrellas". Corresponde a lo que hoy, modernamente llamamos en el enfoque holístico, de principio auto-afirmativo y principio integrativo. (Bonilla 1,2)

Dice Schuré (6):: "la noción de Agni y de Soma contiene los dos principios esenciales del universo, según la doctrina esotérica y según toda la filosofía viva. Agni es el Eterno masculino, el Intelecto creador, el Espíritu puro; Soma es el eterno femenino, el Alma del mundo o sustancia etérea, matriz de todos los mundos visibles e invisibles a nuestros ojos, la Naturaleza, en fin, la materia sutil en sus infinitos transformaciones. La unión perfecta de esos dos seres (mejor sería decir principios) constituye el Ser Supremo, la esencia de Dios".

 De estos dos conceptos brota un tercero, según el cual el acto de creación es un sacrificio perpetuo, pues para engendrar el Hijo, o sea el Universo, el Ser Supremo se debe inmolar, dividiéndose para salir de su Unidad, creando así el milagro de la diversidad dentro de la Unidad. Este aspecto tiene una gran importancia mística y será retomado con mayor profundidad en el Capítulo 6. Por otra parte, la inmortalidad del alma es claramente reconocida como en el antiguo Egipto.

El vedismo, a pesar de un politeísmo aparente, encierra una grandiosa profundidad metafísica y mística. Se percibe en sus himnos un sentido doble de las cosas, tan propio de la Sabiduría Antigua: por un lado se presentan una multitud de dioses capaces de satisfacer las más variadas tendencias de las masas o sea del círculo externo; por otro, se desliza la idea del Dios Único, idea siempre viva en el seno del circulo interno, esotérico y que no puede ser transmitido fácilmente al pueblo que precisa ver en cada acontecimiento natural la mano de un dios específico.

Esta idea del Dios Único puede ser perfectamente captada en algunos fragmentos de los himnos védicos, tales como el siguiente: "El que es el único dios, por encima de todos los dioses ¿quién es ese dios que veneramos por los sacrificios?" La respuesta es contenida en otro himno que dice: "Los sabios designan el Ser Único de varias maneras: lo llaman de Agni, Mitra, Varuna…"

Por lo tanto el Vedismo se presenta, como es propio de todas las Escrituras Sagradas, en por lo menos dos niveles. O sea las enseñanzas de la Gran Fraternidad Blanca se encuentran veladas para el gran público a través de un politeísmo profuso; pero en su médula contienen la idea básica e insustituible del Dios Único. Esto es inevitable, porque ninguno de los fundadores de las grandes religiones pude haber desempeñado este papel sin ser un alto iniciado de aquella Fraternidad, que siempre reunió entre sus adeptos la flor más escogida de la Humanidad en lo relativo a su desarrollo espiritual.

2. BRAHMANISMO. La sociedad hindú se dividía en cuatro castas, siendo la más importante la sacerdotal, denominada la casta de los brahmanes, de donde surgió el nombre de la nueva religión, que en verdad es una extensión de la anterior. Los libros sagrados correspondientes a aquellas son los Brahmanas (compuestos entre 800 y 600 A.C.) y los Upanishads (compuestos entre 600 y 300 A.C.). Ellos son llamados de Vedanta, o sea conclusión de los Vedas.

La diferencia fundamental entre el brahmanismo y el vedismo, es que el énfasis en la salvación por el sacrificio tan arraigado en esta última religión, fue sustituido por el énfasis en la salvación por el conocimiento.

Dos aspectos muy nítidos en el brahmanismo son, por un lado la identificación última entre Brahman (principio fundamental del Universo, Ser Supremo) y Atman (Yo Interior); por otro la reencarnación del alma condicionada a circunstancias relacionadas con los actos de existencias anteriores (carma).

La concepción grandiosa de Brahman puede ser captada a través del texto siguiente: "En el comienzo solo existía el Brahman: fue él que creó los dioses. En verdad el inmortal Brahman está en todos los lugares: en el frente, atrás, a la derecha, a la izquierda, en el zenit, en el nadir… Él es Aquel en quien son urdidos el cielo, la tierra, la atmósfera, el espíritu y todos los sentidos… Espumas, ondas, todos los aspectos, todas las apariencias del mar no difieren del mar. Ninguna diferencia existe entre el Universo y el Brahman. En verdad, todo es Brahman"

Así, descubierta la esencia del mundo exterior, los pensadores se volvieron para el interior, para la propia naturaleza humana y allí encontraron que "el Atman es mi alma en el fondo de mi corazón, menor que un grano de arroz, pero más vasto que la Tierra, más vasto que la atmósfera, más vasto que los cielos y todo este mundo infinito".

Como coronación, acaba identificándose Brahman con Atman, o sea el principio fundamental del Universo con el Yo interior humano. Para llegar a esta conclusión hace 25 siglos, es necesario aceptar que hay aquí un altísimo nivel de desarrollo espiritual, que inclusive es raro encontrar aún en los grupos, sectas o iglesias modernas más avanzadas

. La identificación de Brahman y Atman equivale, en lenguaje moderno, al reconocimiento de la doble naturaleza del Ser Supremo, como Dios Trascendente y como Dios Inmanente, hecho que fue traído a conocimiento del público contemporáneo a través de la literatura mística y no por enseñanza de las religiones prevalecientes. Esto implica en un profundo respeto por una religión "no cristiana" pero – de cualquier manera profundamente "crística".

El segundo aspecto que el brahmanismo refuerza es el de la inmortalidad a través de las reencarnaciones sucesivas. Cada una de éstas es determinada por circunstancias compensatorias – positivas y negativas, en diversos grados – vinculadas con los actos realizados en las existencias anteriores; este saldo cósmico es llamado de carma. Así el carma negativo rodará de encarnación en encarnación, creciendo o disminuyendo según nuestro comportamiento. Cada reencarnación implica en nuevos sufrimientos, ¿habrá pues alguna forma de escapar de esta rueda penosa?

El brahmanismo enseña – como ya fue dicho – que "la salvación" solo puede ocurrir a través del conocimiento y el conocimiento supremo es la comprensión íntima de la identidad de Brahman y Atman, o sea la unión mística entre el Yo y el Ser Universal. Alcanzado este punto y compensado el carma negativo, la rueda de las encarnaciones deja de girar para aquel individuo, que deja de ser un individuo para disolverse definitivamente en Brahman en ocasión de su muerte.

3. HINDUÍSMO. Los brahmanes, igual que los sacerdotes más modernos, eran los detentores del conocimiento que se necesitaría para la "salvación"; así siendo, acaban ejerciendo sobre toda la sociedad hindú una dominación bastante pesada. Esto lleva a antagonismos representados por nuevas filosofías religiosas como el Hinduismo y sobre todo el Budismo, creadas alrededor de 500 A.C. Así los sacerdotes manteniendo los textos sagrados clásicos – Vedas, Brahmanas y Upanishads – agregan otros nuevos: los Puranas, el Mahabarata cuya parte más conocida y más bella es el Bhagavad-Gita (El Canto del Señor) que celebra al dios Krishna, y el Ramayana.

El Hinduismo nos trae en lugar de Brahman, el principio fundamental del Universo, una tríada de dioses, o mejor dicho el Uno dividiéndose en tres, o sea la Trinidad, compuesta por Brahma (el Padre), Visnú (el Hijo) y Shiva (la Naturaleza, la Madre Divina). Pero esto que expresamos no surge con claridad, más bien está escondido en fábulas, leyendas y símbolos extraños. El observador superficial al percibir esto piensa que se trata de una religión atrasada o degenerada, pero esto son apenas concesiones a las creencias populares, siendo esta una de las religiones donde el contraste entre los círculos externo e interno son más impresionantes.

En efecto, junto con cultos populares de bajo nivel, el Hinduismo escrito, contenido en aquellos libros maravillosos muestra un altísimo nivel espiritual, difícil de superar. De esta manera consigue mantenerse vivo y amado, tanto por las élites espiritualizadas como por los humildes, las mujeres y los parias, a los cuales el brahmanismo no había dejado lugar. La salvación no acontecerá por el conocimiento y sí por el Amor; así la devoción pasa a ser el elemento básico. Se debe tener fe y amar ese salvador divino. A este respecto, la similitud del Hinduismo con los principios cristianos es notable. Debe recordarse, por ejemplo que el Bhagavad-Gita fue escrito apenas 200 años antes de la llegada del Cristo y en cierta forma parece ser una anticipación – por lo menos – conceptual de la misma.

Vishnu – el Hijo – según el Hinduismo encarnó varias veces para salvar al mundo. La más popular de sus encarnaciones es Krishna, amado por los humildes y por los poderosos. El es Dios hecho carne para salvar a la Humanidad por amor, ya no por el sacrificio (vedismo) ni por el conocimiento (brahmanismo). Esto es un lenguaje que nos es familiar, solo que fue escrito antes que el Maestro Jesús desarrollara su misión.

Por otra parte, hay una serie aparentemente desconcertante de coincidencias, no solo en los nombres de las encarnaciones de la Segunda Persona de la Trinidad (Krishna, Cristo) y sí en las leyendas relativas al nacimiento de ambos, como es contada en los libros sagrados. En efecto: Krishna – según se cuenta – nació en un establo, de una virgen llamada Devaki ("Virgen y madre, un hijo nacerá de ti, que será el salvador del mundo"… "Iluminada por el Espíritu de los mundos, perdió el conocimiento y en el olvido de la tierra, en una felicidad sin límites, concibió al niño divino").

También Krishna fue perseguido por un rey malvado, Kansa, su propio tío, que para hacerlo desaparecer masacra gran cantidad de niños. Salvado por casualidad, en vez de carpintero fue un simple cuidador de animales; con todo, un día al ser llevado al templo espanta a los brahmanes con su profunda sabiduría

 Después de siete años de purificación comienza a difundir su doctrina ("Cuantas veces la virtud declina en el mundo y el vicio y la injusticia dominan, me hago visible y así me muestro de edad en edad, para salvación del justo, la destrucción del malvado y el restablecimiento de la virtud"… "Como la tierra soporta a los que la pisotean y desgarran su seno al labrarla, así debemos devolver el bien por el mal. El hombre honrado debe caer bajo los golpes de los perversos como el sándalo que cuando se le corta, perfuma el hacha que lo hiere"… "El que es humilde de corazón y de espíritu, es amado por Dios y no tiene necesidad de otra cosa".

Otro detalle impresionante es su muerte. Krishna dice: "Es preciso que el hijo de Mahadeva (Dios) muera atravesado por una flecha, para que el mundo crea en su palabra". Así él se deja capturar, matar y ser flechado.

Con todo, existe una diferencia notable entre la vida de Cristo y la de Krishna; en efecto, un poema del siglo XII, el Gita Govinda cuenta los amores de Krishna, que fueron muchos. Esta obra fue llamada el Cantar de los Cantares del Hinduismo, contribuyendo para hacer nacer alrededor de Krishna un culto al mismo tiempo erótico y tierno. (Es necesario, con todo, esclarecer que hay una diferencia abismal entre el erotismo hindú, delicado y poético, bastante similar a los amores del Rey Salomón y la Reina de Saba, contados en la Biblia Sagrada, con la pornografía occidental moderna).

4. BUDISMO. Buda nació como el príncipe Sidarta Gautama alrededor de 550 A.C. en el sur del Nepal. Insatisfecho con el formalismo de la religión brahmánica y dispuesto a encontrar una explicación para e sufrimiento humano, abandonó el palacio real y su familia, viviendo como ermitaño durante siete años, al cabo de los cuales y después de siete semanas de meditación bajo un árbol de "bo" (una especie de higuera sagrada) recibió la Iluminación, cuyo mensaje básico era el de que el sufrimiento es debido al apego que tenemos por las cosas del mundo y que puede ser superado a través de disciplina mental firme y correcta forma de vida, transitando el "camino del medio". Son también fundamentales "las cuatro verdades" y los "ocho caminos".

Los cuatro verdades son: la existencia implica sufrimiento; el sufrimiento resulta del deseo; el deseo puede ser destruido y para conseguirlo es suficiente con seguir los "ocho caminos": rectitud en las ideas, en los deseos, en la palabra, en la conducta, en el medio de vida, en los esfuerzos, en la atención y en la meditación.

En verdad, las enseñanzas budistas se asemejan más a una escuela ética y filosófica que a una nueva religión, pues no hay una figura divina para adorar. El propio Buda ni sus discípulos directos nunca lo proclamaron como un ser divino; él era solo un hombre, con todo era un hombre impregnado de grandeza y excelsitud pues era "el Iluminado". Esto no significa que Buda negase la existencia de Dios, y sí que su filosofía estaba centrada exclusivamente en el comportamiento del hombre sobre la Tierra y su procura de felicidad, escapando al sufrimiento.

Esta procura de la Felicidad que Buda designó como Nirvana, es el objetivo máximo, dígase de paso, bastante mal interpretado en Occidente, donde generalmente se le entiende como "aniquilación" del Yo Exterior. Lo que se ignora es que esta "aniquilación" lleva a la apoteosis (o resurrección) del Yo Interior. (Medítese en estas palabras y su relación con el drama del Cristo).

Ahora bien, el Nirvana, la meta ideal, no puede ser alcanzada en un abrir y cerrar de ojos. Una vida no es suficiente para la inmensa mayoría de las personas; es pues necesario vivir varias veces, por lo que aquí se vuelve a una idea central en las religiones antiguas más desarrolladas: la doctrina de la reencarnación. Esto es inevitable, porque la Sabiduría Antigua, enseñada por la Gran Fraternidad Blanca a sus adeptos en sus templos secretos durante milenios, tiene como una de sus piedras angulares básicas a esta doctrina. De este modo, la ley del Carma o de Compensación (Ver Capítulo 5) pasa a ser un eje fundamental de la doctrina budista: cuanto más recta sea nuestra vida, menos encarnaciones tendremos que vivir y en ellas sufrir hasta alcanzar el Nirvana, liberándonos así de la "rueda de la vida (material)" definitivamente.

Es importante señalar que el Budismo no se preocupa con problemas metafísicos y místicos de alto nivel tales como conceptos cosmogónicos acerca del Universo y su creación, la naturaleza de las fuerzas creativas o divinidad, eternidad, infinitud, etc. Esta Escuela se centra casi exclusivamente en un único problema: el sufrimiento humano, sus causas y la forma de superarlo; por lo tanto se trata de una doctrina de terapéutica moral, desinteresándose de todo aspecto metafísico que no tenga relación con ella. (Esta omisión de problemas metafísicos que podemos llamar de teóricos no justifica el rótulo de "positivismo" dado al Budismo por algunos autores, pues por ejemplo la doctrina de la reencarnación es un concepto metafísico que no tiene nada de "positivista". Con todo, e inclusive debido a prescindir de divinidades, el Budismo es la "religión" que mejor se corresponde con la ciencia y la filosofía moderna).

Schuré (6) resume así al Budismo: "Ni metafísica, ni cosmogonía, ni mitología, ni plegaria ni culto: nada más que meditación moral. Su única preocupación consiste en poner fin al dolor y alcanzar el Nirvana. Buda se desliga de todo y de todos: desconfía de los dioses porque han creado el mundo, desconfía de la vida terrestre porque es la matriz de la reencarnación; desconfía del más allá, porque a pesar de todo aún impera la vida y por lo tanto el sufrimiento; desconfía del alma porque está devorada por la sed inextinguible de inmortalidad. Él sabe, por medio de su éxtasis, (iluminación) que la otra vida existe, pero no quiere hablar de ella; piensa que sería demasiado peligroso. A las preguntas insistentes de sus discípulos, permanece inflexible y callado".

Agrega aquel autor: "Varias contradicciones indican la debilidad del budismo como sistema cósmico, pero aun así ha ejercido profunda influencia sobre Occidente. Esta fuerza le proviene del hecho que fue Buda el primero en divulgar la doctrina que los brahmanes pronunciaban a media voz en el velado secreto de sus templos. Esta doctrina es el verdadero misterio de la India, el arcano de su sabiduría: es la doctrina de la pluralidad de las existencias y el misterio de la reencarnación".

Después de la muerte de Buda, su doctrina se expandió rápidamente por la India, alcanzando su apogeo en el siglo III A.C. durante el reinado del gran Asoka. A medida que el budismo avanza, van desapareciendo la pena de muerte, las persecuciones, las grandes cazas depredadoras y hospitales para hombres y hasta para animales son edificados. Con todo, los brahmanes lo combaten vigorosamente pues sus privilegios son arruinados.

Con la invasión musulmana a la India en el siglo XII, el budismo es parcialmente desterrado de su patria natal, pero él se conserva en otros países bajo dos modalidades: la del Pequeño Vehículo (Hinayana) sobre todo en Birmania (hoy Myanmar) y Ceilán (hoy Sri Lanka) y la del Gran Vehículo (Mahayana) que se ha propagado en la China, Corea y Japón

. El "pequeño vehículo" es un carro liviano que permite la salvación de un único individuo a través de un llamado "nihilismo metafísico"; ya el "gran vehículo" es más grande y en él, el discípulo hace subir, en su campaña, otros seres humanos; aquí el ideal es el de "Bodhisatva", o sea de un futuro Buda, que atrasa su entrada en el Nirvana y permanece en el mundo para salvar a los otros hombres. (Este ideal es llamado en el misticismo milenario de Maestro Cósmico). En el Mahayana, más espiritualizado, aparece Buda como deificado en varias formas, pasadas, presentes y futuras.

Es importante saber que el Rey Asoka, protector del budismo, envió alrededor de 250 A.C. misionarios a Grecia, Siria y Egipto, por lo que influencias budistas se derramaron sobre aquellas culturas, incluyendo la fraternidad de los esenios. Y los esenios fueron los instructores de Jesús.

Para terminar, transcribimos el resumen final de Challaye (1): "A través de las sutilezas de la metafísica budista, se puede percibir una profunda verdad psicológica y moral: el dolor del hombre proviene de su agarrarse a la existencia material, a su egoísmo. Y ninguna doctrina en el mundo recomendó, en términos tan tocantes como el Budismo, el respeto a la vida, la suavidad, la piedad, el perdón de las ofensas, la abnegación".

5. LA RELIGIÓN JUDAICA. El libro sagrado básico de la religión judaica es el Antiguo Testamento, primera parte de la Biblia. Muchas personas aceptan el dogma de que la Biblia es "la palabra de Dios". Otros, admiten que ella por lo menos es originada por una "inspiración divina". En verdad, ambas ideas son muy diferentes: "palabra de Dios" implica en la verdad pura y absoluta; "inspiración divina" significa que sus varios autores, al escribirla, recibieron inspiración desde lo Alto. Sólo que esa supuesta inspiración debió pasar por los canales humanos representados por la mente de cada uno de aquellos, colocados en posiciones bien diferentes de evolución espiritual (y esto sin contar los errores de los traductores y las manipulaciones de los concilios).

Una cosa clara es que si leemos la Biblia y en particular el Antiguo Testamento en forma literal, entramos inmediatamente en una gran confusión, debida por lo menos en gran parte a una yuxtaposición (y no fusión) de dos narrativas diferentes, una en la que Dios recibe el nombre de Elohim ("conjunto de los espíritus"), aunque esto está maquillado en varias traducciones, y otra en que es llamado de la forma más difundida, o sea Jehová ("Aquel que es").

Consideremos apenas a través de tres versículos del Génesis, las contradicciones insuperables que estas dos narrativas generan: en la versión que disponemos, Dios (Elohim) "creó el hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Génesis 1:27). En la versión que comienza en el versículo 4 del Capítulo II, es introducida por primera vez la expresión Jehová Dios y allí se dice: "Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra" (Génesis 2-7), pero: "Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo… Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer y la trajo al hombre" (Génesis 2; 7 y 2:22).

No queremos decir con esto que esta y otras muchísimas contradicciones anulen los relatos bíblicos, pero sí que inutilizan la idea de la comprensión literal de su contenido. En efecto, si como se dice, la Biblia fue escrita por individuos – seguramente altos iniciados – que estaban inspirados divinamente, el sentido real de sus palabras no podrá ser entendido por personas ignorantes o mismo por eruditos desprovistos de formación mística. Aquí mejor que en ninguna parte, son aplicables las palabras de San Pablo: "La letra mata, pero el espíritu vivifica" (Corintios II, 3:6). Es a través del espíritu (místico) que podremos comprender las palabras y nunca lo contrario.

Es extremadamente interesante comprobar que el "pecado" de Adán relatado en el tercer capítulo del Génesis, pertenece a la narrativa "jehovista". San Pablo, encima de este concepto, edifica su teoría de la redención, de tan amplia divulgación en el mundo cristiano, pero… y aquí viene la sorpresa: la existencia de ese pecado original no es mencionada ni en los Profetas, ni en los Salmos ¡ni en los propios Evangelios!

Hay pues un hilo escondido en la Biblia desde la primera línea del Génesis que dice: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Treinta y cinco versículos después aparece por primera vez el nombre Jehová y se dice: "el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos"). No podemos avanzar más ahora sobre este asunto; apenas deseamos dejar en claro que una interpretación apenas literal de la Biblia es completamente insuficiente.

Con todo, existe un factor fundamental para comprender algunos aspectos relacionados con la religión judaica. Según los historiadores, el fundador de la misma, Moisés, es el autor de por lo menos gran parte de los primeros cinco libros del Antiguo Testamento (Pentateuco). ¿Y quién era Moisés? Según se cuenta en Éxodo, capítulo 2, Moisés nació de padres judíos de la familia de Levi; condenados a muerte todos los bebés varones por el Faraón, su madre lo salvó colocándolo en una canasta en el río. Encontrado por la hermana del Faraón, esta lo adoptó.

 Sin embargo, Schuré (6) según versiones de historiadores antiguos como Manethón y Philón, lo presenta con el nombre original de Hosarship, hijo de la princesa real y por lo tanto sobrino de Ramsés II. Esto no es muy importante, pero en cambio sí que siendo hijo natural o adoptivo de la princesa, Moisés tuvo acceso a la Escuela de Misterios egipcia y allí forjó la grandeza de su alma. Porque percíbase que a diferencia de los grandes líderes espirituales anteriores (Rama, Krishna, Hermes, Zoroastro o el propio Buda) que habían creado religiones para los pueblos; Moisés tuvo como proyecto crear un pueblo para la nueva religión, que él imaginaba eterna.

 ¿Y qué bases tendría esa religión? Un siglo antes ya habían sido levantadas por el gran Akenaton y después arrasadas por los corruptos sacerdotes egipcios. La piedra angular era la existencia del Dios Único, condimentada con la elevada sabiduría de un alto iniciado en la rama de la Gran Fraternidad Blanca que se había instalado en las tierras egipcias.

Le falta apenas la fuerza interna, la galvanización capaz de hacerlo llevar adelante, contra viento y marea su hercúlea misión. Pero estando en el Horeb, alcanza la Conciencia Cósmica, "habla" con Jehová, el eterno YO SOY. A partir de este momento está pronto.

 Dice Schuré: "el plan de Moisés era uno de los más extraordinarios que un hombre haya jamás concebido. Arrancar un pueblo del yugo de una nación tan poderosa como el Egipto, conducirlo a la conquista de un país ocupado por poblaciones enemigas y mejor armadas, arrastrarlo diez, veinte, cuarenta años por el desierto; abrasarlo por la sed, extenuarlo por el hambre; hostigarlo como a un caballo de pura sangre bajo las flechas de los hititas y de los amalecitas, prontos a despedazarle; aislarlo con su tabernáculo del Eterno en medio de aquellas naciones idólatras; imponer el monoteísmo con violencia de fuego e inspirarle un temor tal, una veneración hacia aquel Dios Único, que éste se encarnó en su carne, viniendo a ser su símbolo nacional, el objetivo de todas sus aspiraciones y la razón de su existencia. Tal fue la obra inaudita de Moisés".

Es cierto que para posibilitar la creación de la nueva religión, al misticismo egipcio de Moisés se combina una fuerza importantísima: la adoración de los hebreos por su dios particular, su Elohim que hizo tratos con el patriarca Abraham muchas generaciones atrás. Ahora Jehová se transforma en el Elohim, el Señor de los israelitas. Pero monolatría no es monoteísmo. En efecto, los israelitas admiten la existencia de otros dioses nacionales; sólo que ellos adoran a su dios; en verdad se trata de una forma muy especial de politeísmo. Solo con la llegada de los profetas es que la religión judaica se transforma en realmente monoteísta.

En verdad, Moisés no era un patriota (probablemente él no era judío y sí egipcio) y sí un místico del primer rayo, un domador de pueblos. Sus designios no se limitaban a Palestina. Israel era apenas un medio: el crisol donde iba a fundir la religión universal, que era su verdadero objetivo.

En el Deuteronomio (18: 18-19), Moisés agonizante promete la llegada de un nuevo profeta, que es el estabón indispensable para crear la religión universal: "Cuando el tiempo llegue, el Eterno os enviará un Profeta como yo de entre nuestros hermanos y pondrá Su Verbo en su boca y ese Profeta os dirá todo lo que el Eterno le haya ordenado, y a quien no escuche las palabras que os diga, el Eterno le pedirá cuentas". Moisés en su clarividencia de agonizante percibe que el péndulo de la Voluntad férrea que lo orientó durante toda su vida, oscilará en el futuro para su opuesto, el Amor perfecto, que encarnará el nuevo profeta: Jesús el Cristo.

Así el Plano Divino se cumple, etapa por etapa, recorriendo gradualmente los diferentes niveles de la conciencia humana; doce siglos pasarán para que la visión de Moisés se concrete. Así los Diez Mandamientos son sustituidos por los Evangelios.

Los grandes profetas de Israel (Isaías, Jeremías, Amós, Oseas, Zacarías, etc) que cubren un importante período (siglo X a VII A.C.) se destacan nítidamente por dos conceptos que volverán a manifestarse en el Maestro Jesús: la justicia social (Renán (9) dice que ellos son "publicistas fogosos que hoy llamaríamos de socialistas y anarquistas") y la tentativa de transformar el dios de Israel, Jehová, en el Dios Único, válido para toda la Humanidad. Esto es un verdadero monoteísmo. Véase: "Así dice Jehová Dios, Creador de los Cielos y el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento el pueblo que mora sobre ella y espíritu a los que por ella andan" (Isaías 42:5).

En el naciente y verdadero monoteísmo judaico, el nombre de Jehová conserva un significado más específico, diríamos es la faceta nacional de Dios; Él ahora en su sentido universal es designado simplemente por Dios o Señor (Adonai). Así, por ejemplo el Salmo 42 que data del Siglo VI A.C. comienza así: "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas; así clama por ti, Oh Dios, el alma mía; mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo".

Durante largos siglos, la esperanza del pueblo judaico se orientó para fines colectivos, principalmente para el triunfo material del pueblo "elegido" o bajo la inspiración de los profetas, para la justicia y el bienestar universal; no interesaba aplicar aquella a la vida sobre la tierra. Así la muerte y sus consecuencias no eran asuntos muy importantes, ellos estaban bastante divididos en este punto, así "los saduceos dicen que no hay resurrección ni ángeles, ni espíritu, pero los fariseos afirman estas cosas" (Hechos 23:8).

Será necesaria la llegada del Maestro Jesús, el Cristo, para que la rigidez y austeridad de la religión mosaica sea suavizada lo suficiente para que Adonai (el Señor) pueda ser el Dios Universal, mediante la gracia divina del Amor. En este marco referencial, la difusión del secreto de la Resurrección y la Vida, pasa a transformarse en un aspecto fundamental.

Como puede percibirse, la Religión Cósmica, aquel mensaje olvidado de Einstein, aunque él manifestó su dificultad en hablar sobre ella porque era una "idea muy nueva", la verdad es que su origen se pierde en tiempos muy remotos.

Tal vez sea una "idea muy nueva" en Occidente, impregnado de tecnología, publicidad anestésica y consumismo. Pero ya llegó la hora de comenzar a procesar la resurrección de nuestro Ser Interior, el Paracleto en el lenguaje del Cristo. La crucifixión fue muy penosa, pero el Áureo Amanecer se dibuja en el horizonte. La Segunda Venida del Cristo no será en cuerpo físico y sí a través de cada uno de nosotros, cuando implantemos el Ser Crístico, que hace mucho vive olvidado en lo más íntimo del corazón humano. 

CAPÍTULO 2.

La sabiduría antigua ¿Puede ayudarnos?

IDEAS INTRODUCTORIAS

En el capítulo anterior hemos hecho una rápida incursión por los templos de la Sabiduría Antigua, en Egipto, la India y Palestina. Es claro que aquella no se agota en estos países, pues el Dios Único siempre ha enviado sus mensajeros, conocidos como Avatares a todas las partes del mundo donde la evolución de la conciencia humana llegó al nivel de comenzar a sentir nostalgia de su parte divina, sumergida en la materia como parte ineludible de la Gran Experiencia.

Se genera entonces una situación conflictiva para muchas personas. En efecto, en Occidente las religiones prevalecientes, auto-denominadas de cristianas, han transmitido a sus seguidores, desde la más tierna edad, una visión global en la cual el Cristianismo aparece como la única religión verdadera y Jesús como el Unigénito, el único ser que podría proclamarse con justicia el Hijo de Dios. (A pesar de que textualmente se dice de Melquisedec: "ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios" (Hebreos 7:3).

Toda la experiencia humana nos habla de que los procesos relacionados con la vida y con las leyes universales en general, involucran utilización de tiempo transcurriendo a lo largo de un cierto desarrollo evolutivo. Por ejemplo, la Ciencia nos enseña que para llegar a los animales más evolucionados, los mamíferos, hubo un larguísimo proceso anterior comenzando por seres unicelulares, después seres invertebrados más complejos como estrellas de mar, anélidos, insectos y moluscos; pasados millones de años surgieron los vertebrados, primero en el mar (peces) y luego, paso a paso, en la tierra: batracios, reptiles, aves y finalmente mamíferos.

En nuestra vida cotidiana sabemos perfectamente que una rosa o un jazmín no surgen de repente, de la nada. En efecto, hay toda una onda de vida hasta llegar allá: siembra de la semilla, germinación de la plántula, desarrollo de la misma hasta transformarse en una planta adulta con tronco, ramas y hojas; después vemos surgir un prometedor pimpollo y finalmente, después de un tiempo bastante considerable, aparece la magnífica flor que arrebata nuestro corazón con su perfume y su color inigualable.

La propia evolución humana en términos mentales y tecnológicos sigue el mismo padrón. Todas las maravillosas máquinas modernas de las cuales hoy disponemos no existirían si no fuese por las extraordinarias descubiertas de la Física (sobre todo) efectuadas en el siglo pasado por científicos de la talla de Einstein, Becquerel, Marconi, Planck, Bohr, Heisenberg, Dirac, Schrödinger, Fermi, Born… Por su vez ellos partieron de un cierto nivel, levantado por insignes precursores como Faraday, Maxwell y Newton, que a su vez estaban amparados en trabajos anteriores y así sucesivamente hasta el fondo de la Historia humana.

Esto significa que hay una corriente que liga los seres humanos (como a los demás seres vivos) desde las más lejanas eras hasta el presente. Esto es absolutamente lógico, pues si fuimos creados por el Ser Supremo, es obvio que Él como Profesor Sapientísimo debe administrar nuestro aprendizaje de forma graduada, sin improvisaciones o acontecimientos fuera de lugar.

Para que esto funcione como un verdadero Plan Divino, Él deberá disponer de Auxiliares capaces de actuar en los locales requeridos para dar lecciones necesarias a cada nivel específico de desarrollo. De aquí se deduce que habiéndose instalado las diferentes culturas humanas en regiones separadas geográficamente, con idiomas específicos, con costumbres y comportamientos diversos, era necesario transmitir conocimientos exteriormente diferentes (aunque centrados en una estructura interna global única).

La consecuencia de esto es obvia: cada pueblo que alcanzaba un mínimo de desarrollo espiritual, precisaba de algún ser especial, un Hijo de Dios, un Mensajero Divino, un Avatar. Y éstos, con mayor o menor eficiencia, relacionada con la misión específica a cumplir, fueron así apareciendo sobre la Tierra. Cada uno de ellos colocó su grano de arena, sin los cuales la gigantesca figura del Cristo no hubiera tenido su punto de apoyo. Es obvio que en cualquier plan didáctico normal – por lo tanto graduado – las enseñanzas son administradas en orden creciente: leer y escribir, aritmética elemental, álgebra, cálculo diferencial

Lo mismo ocurre con el Plan Divino: los primeros Avatares se preocuparon con la Inteligencia y la Creatividad (estos son aspectos que la Humanidad ahora domina muy bien); luego el énfasis fue dado a la Sabiduría (aspecto en el cual estamos bastante atrasados). Finalmente, el Gran Avatar denominado el Cristo, dio un tremendo impulso, comenzando a dictar una nueva disciplina, llamada Amor. Y en este punto estamos.

De cualquier manera, el Ser Supremo – independiente del nombre que le deseemos atribuir – está bien por encima de toda y cualquier religión. Fue Él que dio el impulso para que algún Avatar las creara a cada una de ellas, pues es evidente que sin su Energía y sus Revelaciones, ninguna auto-denominada religión podría atravesar el filtro de los siglos y la oscuridad de los milenios. En efecto, es absolutamente inimaginable que el Creador se haya acordado de la Humanidad hace apenas 32 siglos, incumbiendo a Moisés de preparar el camino para la llegada de su "Único Hijo".

 ¿Estará el noble Akenaton – entre otros – siendo quemado en el fuego del infierno por haber nacido antes que los Diez Mandamientos hayan sido emitidos? ¿Estarán Pitágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles, Buda, Zoroastro y el propio Melquisedec "hecho semejante al hijo de Dios", siendo atravesados por el tridente de Satanás porque no "creían" en Cristo, por haber nacido varios siglos antes de nuestra era? ¿Estarán los ladrones, los explotadores y los criminales que en estos últimos 2000 años han dicho "creer" en el Cristo e inclusive han asesinado en su nombre, gozando de los privilegios del Paraíso?

Esto ofende la inteligencia de cualquier ser humano razonable. Debe haber, pues una explicación comprensible para esta situación. No solo ella existe, sino que también es simple; la misma nos dice que el advenimiento del Cristo es la coronación de un ciclo de la evolución espiritual humana. Se trata pues de un acontecimiento realmente supremo en nuestra Historia, pero él no es único, de manera que la conciencia del hombre fue preparada poco a poco a través de los Avatares específicos: Melquisedec, Rama, Krishna, Aquenaton, Moisés, Orfeo, Zoroastro, Buda… Y el hilo escondido que guía ese trabajo magnifico es el propio Creador, asistido por la cofradía de los seres más adelantados sobre la faz de la Tierra: La Gran Fraternidad Blanca y sus ramas específicas.

Por lo tanto, la visión general que guía nuestro trabajo es holística, ecuménica, impregnada de tolerancia y comprensión. Respetamos todas las religiones, sin que sea obligatorio – con todo – optar por una de ellas. Religiones o sectas, intolerantes y exclusivistas, no son recomendables para la expansión de nuestra vida interior. Usted, estimado lector, tiene todo el derecho del mundo a ser católico, adventista, anglicano, budista o sufi, pues cada una de estas religiones no podría haberse desarrollado sin el impulso del Creador. Sin embargo, es conveniente examinar los dogmas que en algunas de ellas pueden pretender ser impuestos a los seguidores, que creen en ellos apenas por fe ciega. Y la fe ciega es el mayor enemigo del desarrollo espiritual.

Medite largamente sobre estas puntualizaciones, porque es probable que en las próximas páginas su raciocinio, su intuición y su capacidad de evolución sean puestos a prueba. La Sabiduría Antigua tiene mucho para enseñarnos. 

EL CRISTIANISMO PRIMITIVO

Naturalmente que no sólo las religiones pre-cristianas han contribuido a la Sabiduría Antigua y sí también el Cristianismo Primitivo. Denominamos así aquel que nació de los labios del Maestro Jesús, el Cristo y se expandió por el mundo en los 4 ó 5 primeros siglos de nuestra era; después ocurrieron acontecimientos que desembocaron en otras formulaciones que dieron origen a lo que podemos llamar de Cristianismo "Moderno". Este asunto será comentado oportunamente.

Como se sabe, el Nuevo Testamento es la principal Escritura Sagrada del Cristianismo, especialmente sus cuatro libros iniciales denominados de Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). Son los llamados Evangelios canónicos; en verdad existen muchos más, según Challaye (5) serían unos 60, varios de ellos probablemente legítimos y otros muchos claramente apócrifos. A la pregunta de por qué son cuatro (y no tres o cinco, por ejemplo), San Irineo respondió elípticamente: "Porque hay cuatro puntos cardinales".

Restringiéndonos a los Evangelios canónicos, ellos son subdivididos aún en dos grupos: los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y el Evangelio según Juan. Los primeros se complementan, permitiendo una visión conjunta; el de Juan diverge de los anteriores en su concepción general, notoriamente mística. Con todo, entre los Sinópticos hay algunas diferencias sorprendentes; por ejemplo, las genealogías ligando Jesús al Rey David, a través de José son considerablemente distintas en Mateo y Lucas.

No sólo los nombres son casi todos diferentes, sino que el número de generaciones también lo es: para Mateo eran 28 y para Lucas 42 (véase que 28 = 14 x 2 y 42 = 14 x 3). Un detalle impresionante es el siguiente ¿para qué probar que José era descendiente de la casa de David, si él no era el padre de Jesús? Estos puntos resbaladizos muestran una vez más que el sentido literal de los versículos bíblicos no es una guía muy adecuada para la correcta comprensión de su contenido.

La doctrina cristiana es ampliamente conocida en Occidente, por lo que apenas mencionaremos algunas ideas centrales en relación con ella y con la vida de Jesús:

a) Se confirma el principio contenido en la religión judaica de un Dios Único, el Padre Todo-poderoso, Creador del Ciclo y de la Tierra.

b) Según Mateo y Lucas, Jesús nace milagrosamente de una virgen fecundada por el Espíritu Santo; Marcos y Juan nada dicen.

c) A los 30 años Jesús comienza su predicación, a través del famoso Sermón de la Montaña, difundiendo la idea del Amor, Divino y humano; así el Dios violento y vengativo que reina en el Antiguo Testamento es sustituido por un Dios paciente, bondadoso y misericordioso. El nombre propio de Jehová es eliminado; se trata simplemente de Dios (o del Señor).

d) Jesús es en verdad el Cristo (el Hijo, el "Unigénito" de Dios). Apenas Pedro percibe esto fugazmente; para los otros parece ser apenas un maestro ("Rabí") o un impostor.

e) Juan Bautista lo bautiza en el Jordán; a partir de ahí comienza su misión. Hay una alegoría significativa en este acontecimiento: el Espíritu (Santo) como una paloma desciende sobre Jesús, mientras se oye una voz divina celebrando el magno acontecimiento.

f) No hay una sola línea en los Evangelios que muestre que Jesús considera la existencia de un pecado original que se arrastra por causa de la desobediencia de Adán y Eva. Esa idea es introducida posteriormente por Pablo (Romanos 5:12).

g) Jesús el Cristo se encarnó para rescatar la Humanidad por su sacrificio voluntario. Este es su gran objetivo. Solo que esta idea es muy confusa, existiendo tantas interpretaciones al respecto, que recién en 1563 en el Concilio de Trento (que duró 18 años), la Iglesia formula definitivamente su doctrina: "Jesucristo nos reconcilió con Dios a través de su sangre vertida en la cruz; por su sacrificio calmó la cólera de Dios contra el hombre pecador". El hecho de que se demoró 15 siglos para llegar a esta decisión y aún en una época en la cual el primitivo espíritu cristiano había caído muy bajo (Giordano Bruno fue quemado en 1600 y Torquemada había muerto hacía pocos años), lleva fácilmente a sospechar de la validez de la misma; más adelante volveremos al asunto.

h) La resurrección es la prueba concreta de la divinidad de Cristo; ningún ser humano podría conseguirla.

i) Resucitado, Jesús asciende a los Cielos; su ciclo terreno está acabado. Ahora sus discípulos deben organizarse para difundir sus enseñanzas, naciendo así la Iglesia Primitiva, comandada por Pedro.

De este modo, a partir aproximadamente del año 40 D.C. comienzan a ser erigidas las iglesias cristianas, siendo una de las primeras la de Corinto; poco después (49 D.C.) y a propuesta de Pablo, comienza la actividad misionera, que primero se desarrolla en Grecia y Asia Menor, para después pasar a la capital, Roma. En el año 64 comienzan las persecuciones por parte de Nerón, acusándolos de haber quemado aquella; Pedro es ejecutado en el año 67. El martirologio cristiano aumenta en los años siguientes, alcanzando su culminación por vuelta de 250.

Ya la llegada del siglo IV comienza a equilibrar el fiel de la balanza: las persecuciones se reducen, hasta que en 311 un edicto del emperador Galterio las prohíbe; en 313, Constantino I les da libertad de culto, lo que la transforma rápidamente en la religión predominante en el ya decadente imperio romano, capaz de resistir las tentativas de Juliano el Apóstata, que por vuelta del año 360 tentó restaurar el paganismo. En el año 380, a través del Edicto de Tesalónica, el emperador Teodosio transforma el cristianismo en la religión oficial del estado romano.

Durante las primeras épocas (Cristianismo Primitivo), la tónica general era la de una espiritualidad profundamente mística, una disposición al sacrificio y al martirio, una pureza magnífica en la adoración al Padre y al Hijo (el Espíritu Santo solo adquiere su igualdad con las otras dos personas de la Trinidad en el año 381, en el 1er Concilio de Constantinopla). De este modo, en la medida que el cristianismo salía de sus catacumbas y escondrijos secretos hasta alcanzar su reconocimiento y finalmente su oficialización, crecía la necesidad de consolidarlo, de uniformarlo, de hacerlo poderoso y dominante; la contrapartida de esto fue la disolución de su círculo interno, místico, que le daba tremenda fuerza y sustentación moral.

Esto fue ocurriendo gradualmente a partir de los Concilios (el primero fue en Nicea en 325), en los cuales la necesidad de crear una religión fuerte, coherente y compulsiva fue creciendo aceleradamente. En el 2º Concilio de Constantinopla (año 553) acontecen algunos hechos que acaban de separar la Iglesia de sus raíces místicas; por esto consideramos arbitrariamente este momento como el que divide definitivamente el Cristianismo Primitivo del Cristianismo Moderno (Detalles importantes sobre este Concilio serán presentados en el Capítulo 5). Gran parte de esta situación ocurrió porque la Iglesia pasó a considerarse como la heredera del Imperio romano, cargando no solo su estructura altamente jerarquizada y sí sobre todo su espíritu autoritario absolutista, verdaderamente imperial.

EL CRISTIANISMO MODERNO

Como ya fue explicado, consideramos su inicio – arbitrariamente – en 553, ocasión del 2º Concilio de Constantinopla, oportunidad en la que la nueva religión estaba sólidamente consolidada. Con todo, fuertes cismas internos la sacudían, sobre todo en relación con las comunidades orientales de Alejandría y Antioquia, así como posteriormente de varios países europeos. La ruptura final ocurrió en 1054, siendo que la llamada Iglesia Ortodoxa Oriental se fundamenta más en la filosofía griega que en la tradición romana, lo que acarreó considerables diferencias de actuación que serán comentadas inmediatamente. Desde el punto de vista práctico, sus credos se definen como "actos de adoración" y no como "padrones de creencia"; se reverencia no solo a la Santa Biblia y sí a los textos de los grandes patriarcas, los Padres de la Iglesia Primitiva, tales como San Basilio, San Gregorio y San Juan Crisóstomo.

 Las diferencias con la Iglesia Católica son notables: ellos rechazan la idea de que el Espíritu Santo procede también del Hijo y no apenas del Padre; no practican el sistema de indulgencias: ven en María, la Madre de Dios pero no aceptan la Inmaculada Concepción; los sacerdotes pueden casarse antes de su ordenación, aunque los obispos son elegidos entre los solteros. La intolerancia era tan grande que hubo una excomunión mutua que duró 900 años: solo en 1985 ella fue anulada después de un encuentro en el Monte de los Olivos entre el Papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras I.

La rama occidental, la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana acepta, aparte de la Biblia, enseñanzas de los Apóstoles y aún de los Padres de la Iglesia, desarrollados y reformulados posteriormente por los Concilios y por el propio Papa, que desde 1870 goza de infalibilidad. La autoridad de la Iglesia se expresa por medio de sus siete sacramentos: Eucaristía, Bautismo, Crisma, Confesión y Penitencia, Matrimonio, Ordenación y Extremaunción. Como prueba de santidad, la Iglesia exhibe su capacidad de producir seres devotos y venerables, posteriormente canonizados y transformados en santos (San Francisco, Santa Juana de Arco, Santa Bernadette de Lourdes, San Juan de la Cruz, etc.).

La Historia de la Iglesia Católica es llena de altibajos: junto a seres santos, de indiscutible pureza, se mezclan seres ruines de indiscutible bajeza. Al llegar al siglo X, la lucha por el poder temporal mancha la Iglesia de una manera insoportable: comienza la era de la "pornocracia" con la cortesana Marozia que siendo amante del papa Sergio III, acaba volviéndose madre de Juan XI, tía de Juan XIII y abuela de Benedicto VI.

¡Todo esto en una Iglesia que venera la Inmaculada Concepción y adora la Virgen María! Pero esto no acaba con esta familia, los famosos Borgia también entran en la danza, y dos de ellos (Calixto III y Alejandro VI) reciben la tiara papal. Existe también la historia de la Papisa (!) Juana, que vestida de hombre disimuló su sexo, hasta que embarazada fue asesinada al dar a luz. (A raíz de este hecho, todo Papa elegido por el Consejo Cardenalicio, antes de ser investido en el cargo, debía sentarse en una silla especial con el asiento parcialmente hueco – algo así como una tapa de "water" – donde el Gran Camarlengo introducía su mano para comprobar la existencia de los testículos papales. Ignoramos si esta costumbre continúa válida o no en la actualidad).

Pero lo peor estaba por venir: en el año 1233, el Papa Gregorio IX instala la Inquisición; la tortura como medio de obtener confesiones fue oficialmente sancionada en 1252 por el Papa Inocencio IV. A través de la Inquisición, la Iglesia reprimió violentamente cualquier idea opuesta a sus dogmas. A partir de denuncias o de confesiones muchas veces fraguadas, los sospechosos eran juzgados por el Tribunal de forma totalmente arbitraria y sin garantías; el proceso era tan absurdo que los jueces no estaban obligados a informar cual era el crimen que se atribuía al acusado y todo lo que acontecía durante el juicio era prohibido de ser revelado.

 Dos alternativas eran posibles. Los llamados "reconciliados" abjuraban, renunciando a determinadas prácticas que alguna carta anónima había informado a los inquisidores; en este caso eran condenados a trabajos forzados o desterrados y muchas veces sus bienes confiscados y la casa arrasada; aparte de esto, la ceremonia de expiación era generalmente pública (los famosos autos de fe). La otra alternativa era la hoguera.

De esta forma una sospecha, una envidia, una rivalidad, podían conducir a una familia entera a la vergüenza pública, a la ruina, a la degradación completa. Y esto no ocurría apenas con aquellos adeptos de la Magia Negra y otras modalidades tenebrosas; se extendía igualmente a aquellos que arriesgaban todo para mantenerse en paz con sus conciencias, entre ellos, místicos que como Giordano Bruno tenían como único objetivo la búsqueda del camino de la Luz y de la Verdad.

Así se desarrolló la necesidad de usar un lenguaje complicado y confuso para ocultar a los celosos ojos de la autoridad eclesiástica, los dulces frutos de la vida interior y de la auténtica armonización espiritual; por otro lado, las actividades del círculo interno correspondientes a las diferentes ramas místicas de la Gran Fraternidad Blanca debieron conducirse en forma secreta. Inspirados en la Luz Suprema, consiguieron atravesar esta nueva prueba de fuego y llegar hasta nosotros con su potencial intacto. El país donde la Inquisición actuó en forma más intensa fue España, donde vivió el inquisidor más feroz y fanático: Torquemada, fallecido en 1498. José Bonaparte, rey de España y hermano de Napoleón la abolió en 1808, restaurada por Fernando VI en 1814, la reina María Cristina la suprimió definitivamente en 1834; en los otros países ya había sido eliminada antes.

¿Cómo explicar este horrible desvío de los ideales evangélicos? Challaye (5) levanta la hipótesis de la existencia de dos cristianismos, el de la razón y el del corazón; este último prevaleció en los primeros siglos de nuestra era, es el Cristianismo Primitivo. Con todo, poco a poco, la institucionalización de la Iglesia, su poder temporal, el abuso con las indulgencias y cosas de ese tipo, fueron solapando la base ética de las verdaderas enseñanzas cristianas; en su lugar se desarrolló el "Cristianismo de la razón", apoyado en una moral hipócrita, sustentando una concepción del mundo y de la vida impregnada por el concepto del pecado original.

Así la belleza es juzgada peligrosa y la desnudez, inmoral. Se condena muy particularmente el amor sensual; la voluptuosidad sexual es una impureza, algo sucio. La mujer peca al concebir. El amor fuera del casamiento es el pecado mas grave. Pero (según aquel autor) no sólo el aspecto emocional y físico es deformado, y sí también el mental y espiritual:

Partes: 1, 2, 3, 4
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