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La Renta Básica Universal y el hombre olvidado




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Monografía destacada

    La Renta Básica Universal y el hombre
    olvidado

     

    1. Introducción
    2. Alegaciones (decíamos ayer…)
    3. La opinión de algunos grandes bonetes “nobelados”,
      ciertos mediáticos “noveleros”, e influyentes illuminatis “comprometidos”
      (a favor o en contra)
    4. Selección de artículos publicados por Renta Básica
      Ciudadana
    5. Un análisis DAFO de la Renta Básica Universal
      (fortalezas y debilidades)
    6. Resiliencia social: “propuesta para el debate” (de
      una tortuga, entre tantas liebres)
    7. El “escenario base” y la búsqueda de alternativas
      sustentables: crear un sistema nuevo, que responda a las necesidades de la
      gente
    8. … y a dónde voy (lo que la robotización nos puede
      dejar: el paro eterno)

      

    Descripción: Hombre bajo lluvia de billetes

    Una
    Renta Básica Universal (RBU) es un pago en efectivo entregado periódica e
    incondicionalmente a todos los individuos.

     

    Introducción

    Muchos soñamos (más
    de una vez) con poder dejar nuestros empleos y disfrutar de la vida sin
    necesidad de trabajar. Hay
    un concepto cuyo origen se remonta varios siglos que nos permitiría hacerlo, o
    incluso decidir no hacerlo, pues si se volviera realidad, haría que nos
    entregaran un salario sin importar si tenemos o no trabajo o ingresos de otras
    fuentes. Se lo conoce de muchas formas -renta básica incondicional, garantía
    básica del ingreso, ingreso ciudadano- aunque el término más común es renta básica universal (RBU).

    La RBU es una idea a la que filósofos,
    economistas y políticos le han estado dando vueltas en diferentes formas
    durante siglos. Thomas Paine propuso que se le pagara una subvención de capital
    a cada individuo en su ensayo de 1797 “Justicia agraria”. Y en 1853, el
    filósofo francés François Huet abogó por
    transferencias de efectivo sin condiciones
     para todos los adultos jóvenes,
    que serían financiadas por los impuestos sobre sucesiones y donaciones.

    Una RBU es un pago en efectivo entregado
    periódica e incondicionalmente a todos los individuos, sin importar sus
    recursos financieros. Los partidarios de la RBU aseguran que reduciría la desigualdad, ayudaría a
    los desempleados y a quienes se ocupan de cuidar a familiares sin ser remunerados,
    y compensaría el aumento de la automatización de trabajo.

    Pero, ¿cómo funciona realmente? Y, ¿cuán
    viable sería su introducción?

    ¿Qué es
    la Renta Básica Universal?

    Esta forma de seguridad social que
    proporciona el pago regular y uniforme de dinero en efectivo a todos los
    ciudadanos ha ido ganado apoyo en varias partes del mundo en los últimos años.
    Ha recibido la aprobación de economistas de la talla de Joseph Stiglitz y
    Thomas Piketty, y tiene partidarios en todo el espectro político.

     

    Los oponentes de la RBU dicen que fomenta la pereza y que es inasequible.

    Esto último depende del nivel de ingreso
    garantizado, de si es recibida solo por los nacionales o si también todos los
    residentes, y de qué beneficios sustituiría.

    Pero, ¿hay alguna diferencia entre la RBU y
    lo que se conoce como salario digno nacional?

    Salario
    Digno Nacional

    En varios países del mundo hay movimientos
    que presionan con más o menos éxito para que los salarios mínimos se tornen en
    salarios dignos. Pero aunque “por una hora de trabajo se reciba una cantidad
    decente”, apunta Linda Yueh, profesora adjunta de Economía en la London
    Business School, “eso no
    garantizaría
     necesariamente que
    todo el mundo tendría un nivel mínimo de ingresos para vivir”
    .
     
    (BBCMundo – 1/1/17)

    “La creación del salario mínimo fue un
    intento por crear un nivel básico de ingreso”, añade. “La RBU y el SDN son
    ideas similares pero el ingreso básico va más lejos pues trata de asegurar que
    todo el mundo tenga un nivel mínimo de ingresos para poder vivir. Yo diría que
    salario digno nacional es probablemente más similar que el mínimo”, concluye.

     

    La experiencia con la RBU en
    el mundo

    Varios gobiernos de todo el mundo han
    discutido la posibilidad de implementar la RBU, con diversos resultados. Varios
    planean empezar experimentos con la RBU y estudios de su viabilidad. He aquí
    algunas de las experiencias:

    Norte
    América

    Canadá

    En la primavera boreal de 2017, Ontario
    implementará un plan piloto de US$ 18 millones de RBU. “El proyecto piloto
    pondrá a prueba la creciente opinión en el país como en el extranjero de que un ingreso básico podría aprovechar el éxito de las
    políticas de salario mínimo
     y
    aumentos a las prestaciones por hijos proveyendo una apoyo más consistente y
    predecible en el contexto del dinámico mercado laboral actual”, dice una
    declaración del gobierno local.

    Canadá ya ha sido escenario de uno de los
    experimentos más grandes y ambiciosos en Norteamérica con RBU, cuando en 1974
    los 10.000 habitantes de una pequeña ciudad de agrícola llamada Dauphin
    recibieron pagos mensuales incondicionales. El experimento no duró los 4 años
    planeados pero cuando analizaron los datos recogidos, encontraron que el
    resultado era prometedor.

    Estados Unidos

    En Alaska, desde 1982, existe una RBU parcial
    llamada Alaska Permanent Fund. La cantidad que recibe cada uno de sus 700.000 habitantes
    varía cada año
    : en 2016 fue de US$ 1.022. Ese pago es el
    sistema de bienestar social más cercano en la actualidad a una RBU implementada
    plenamente.

    Europa

    Finlandia

    Un poco menos del 70% de la población
    finlandesa ha expresado su apoyo a la RBU. Finlandia empezará en 2017 un experimento de dos años en el que 2.000 individuos
    elegidos aleatoriamente recibirán US$ 500 al mes.

    Alemania

    El parlamento alemán concluyó que el sistema
    de la RBU es “irrealizable” por un número de razones que incluyen un probable
    aumento de la inmigración, la falta de viabilidad para financiarla y el hecho
    de que los sistemas de pensiones e impuestos tendrían que ser reconfigurados.

    Holanda

    Enero de 2017 es la fecha de inicio de un
    experimento de dos años en el que los ciudadanos de Utrecht y otras ciudades
    cercanas recibirán US$ 1.000 al mes. El experimento se llama Weten Wat Werkt
    (“Saber qué funciona”).

    India

    India

    El Banco Mundial estima que, debido a los
    avances tecnológicos, la automatización puede poner en riesgo el 68% de los
    empleos en India. El Instituto Nacional de Finanzas Públicas y Política de ese
    país está apoyando la idea de implementar la RBU como un reemplazo del sistema
    de bienestar actual, que muchos consideran ineficiente y acusan de beneficiar
    más a los ricos que a los pobres.

    Australia

    Aunque parece que se está perdiendo el apoyo
    público para que se dediquen más fondos a los beneficios sociales, el 40% de los australianos están interesados en que se gaste
    más en
     el sistema de seguridad social.
    Teniendo en cuenta que se proyecta que el 40% de los empleos en Australia
    desaparecerán debido a la automatización, parece haber un vínculo entre el
    respaldo a la seguridad social y la pérdida de empleos predicha.

    ¿Sueño
    utópico o plan fascinante?

    El
    concepto de renta básica
    universal se aleja poco a poco de
    planteamientos utópicos y cobra fuerza en los círculos de discusión económicos,
    impulsado por un mayor conocimiento desde la ciudadanía.

    La
    idea de una renta básica cuenta con dos grandes variables, que cabe diferenciar
    para no caer en equívocos. La primera es la universal,
    en la que todos los ciudadanos, sean pobres o ricos, reciben una misma cantidad
    de dinero por el simple hecho de ser residentes del país. Trabajen o no
    trabajen.

    La
    segunda es condicionada. Tiene como objetivo garantizar unos ingresos mínimos para toda la población. 10.000 euros,
    por ejemplo. Si un trabajador gana más de esa cantidad, no recibe la renta. Si
    gana menos, recibe un complemento hasta el mínimo.

     

    ¿Es
    factible?

     

    En
    términos generales, como en cualquier tema, hay voces a favor y en contra de la
    renta básica universal. El economista Miquel
    Puig directamente la ve irrealizable y plantea dos grandes obstáculos. El primero, el presupuesto necesario. “Es un importe muy elevado
    que tendría que pagar la clase media”. Además, afirma que no se puede
    implementar en países con gran heterogeneidad cultural o étnica. “Al final, de
    manera subconsciente se cree que los que pagan son unos y los que se benefician
    son otros”. En Estados Unidos la clase media-alta blanca piensa, en ciertos
    casos, que mantiene con subsidios a los afroamericanos y latinos, ejemplifica.
    Un planteamiento que, según entiende, se reviviría con una renta básica
    universal. (La Vanguardia19/9/16)

     

    El
    segundo problema que cita es saber quién
    se beneficiaría. Para Puig, si España, Francia o Alemania tirasen adelante la
    propuesta, verían cómo llegan ciudadanos de países
    con menores ingresos como
    Rumanía, Bulgaria o Hungría para beneficiarse. “En un país de la Unión Europea
    no se puede discriminar, va contra las reglas comunitarias, por lo que
    establecer una renta básica universal generaría una inmigración muy grande
    entre los países miembro”.

     

    Daniel
    Raventós,
    presidente de Red Renta Básica,
    asociación que plantea y difunde su viabilidad, desmonta esos argumentos.
    Respecto al coste, ha sido partícipe
    de un estudio en el que se
    demuestra la posibilidad de una renta básica universal en España gracias a una reforma del IRPF y del ahorro en otras prestaciones. La
    intención es que sirva para vivir por encima del umbral de la pobreza, lo que
    permitiría erradicarla.

     

    El umbral de la pobreza sería el
    baremo para calcular una renta básica universal en España. Para un hogar con
    una persona, la barrera son los 8.011 euros. Para una familia de cuatro
    miembros, es de 16.823 euros. (INE)

     

    Descripción: El umbral de la pobreza sería el baremo para calcular una renta básica universal en España. Para un hogar con una persona, la barrera son los 8.011 euros. Para una familia de cuatro miembros, es de 16.823 euros.

     

    En
    cuanto al “efecto llamada” de personas del exterior, lo rebate
    con el ejemplo de Euskadi. “Cuando se discutió por primera vez implantar una
    renta para los más desfavorecidos en Euskadi, la primera comunidad del estado
    que lo implantó, los críticos decían que vendrían a la comunidad todos los
    pobres del resto del Estado. Se implantó… y no vino nadie”. Moverse cuesta
    dinero, argumenta. Para evitar movimientos internos a nivel europeo, se
    pregunta: “¿No sería un buen motivo para implantar la renta básica universal en
    toda la Unión Europea?” Por encima de todo, defiende su necesidad: “Estamos en
    una situación en la que cada vez más se están degradando las condiciones de vida y trabajo de una parte importante de la
    población. Es una medida que daría una respuesta más o menos inmediata a esto”.

     

    Fábrica
    de desempleados

    Los
    críticos de la renta básica universal plantean que la gente, al tener
    asegurados unos ingresos que garanticen una vida digna, dejaría de trabajar.
    Las fuentes consultadas coinciden en que no sería así. “No hay una evidencia clara de que fomente la desocupación”,
    indica Sergi Jiménez-Martín, del
    departamento de Economía de la Universitat Pompeu Fabra (UPF), que se apoya en
    implementaciones a escala local.

     

    Seguir trabajando

    Para
    mayor demostración, datos. La consultora alemana Dalia llevó a cabo una encuesta sobre la renta básica
    universal a 10.000 personas en 28
    países de la Unión Europea. El
    64% de los europeos votarían a favor de una renta básica y solo un 4% dejaría de trabajar si se instaurara.

     

    Aun
    así, Jiménez-Martín es conservador y expone que “está por ver qué consecuencias
    tiene recibir esta renta sobre el comportamiento de las personas, qué le ayuda,
    qué no le ayuda”. “Puedes plantear si recibir el cheque y ya está -que se lo
    gasten como quieran- o incentivar programas de inclusión. Pero se debe aceptar
    que siempre habrá un pequeño porcentaje que no quiera saber nada de inclusión”,
    prosigue.

    Para
    Raventós, con la renta básica universal no solo no se fomentaría el desempleo,
    sino que se terminaría con la denominada ‘trampa
    de la pobreza’ que encierran los subsidios. “El subsidio de desempleo
    lo recibes si no tienes trabajo. Esto genera la ‘trampa de la pobreza’: recibir
    un subsidio condicionado a no recibir otra fuente de rentas”, dice. Así, pueden
    convertirse en un condicionante que lleve a rechazar trabajos, ya que si se los
    acepta se pierde el subsidio. Es algo así como un más vale pájaro en mano que
    ciento volando. El desempleado que recibe un subsidio puede rechazar un trabajo ante la premisa de que lo despidan a
    los dos meses y tenga que volver a hacer todo el trámite para recibir la
    percepción por desempleo, lo que puede hacer que esté un mes sin ingresos y sin
    poder pagar las facturas, razona Raventós.

     

    Los
    robots, ¿el mejor aliado?

    Más
    que el deseo de los gobiernos de implementar una renta básica universal, el
    detonante que permita que se haga realidad puede ser el empuje de la digitalización. En un futuro, es
    posible que la robotización del
    trabajo deje a millones de
    personas sin empleo e ingresos. Una sociedad sin consumidores. Ahí tendrán que
    actuar los gobiernos, lanzando algo similar a la renta básica universal para garantizar
    la vida digna de la población.

    Los
    informes que alertan de la futura destrucción de empleos por la robotización
    son cientos. El más citado, elaborado
    por Carl Frey y Michael Osborne en la Universidad de Oxford, afirma que el 47% de los empleos de Estados Unidos se perderán por la
    automatización en un máximo de dos décadas, algo extensible al resto del mundo
    occidental. La OCDE rebaja el riesgo al 9%. Argumenta que el proceso será lento
    y costoso.

     

    La robotización creciente

    Según un estudio de la Universidad de
    Oxford, el 47% de los empleos en Estados Unidos están en riesgo de ser
    automatizados en un periodo relativamente cercano

    En
    cualquier caso, la humanidad podría ver cómo se cumple una amenaza que ya
    enarbolaron los ludistas en el siglo XIX. “Las máquinas nos dejarán sin empleo”, decían. La
    historia demuestra que no fue así, como tampoco fue así con sucesivas etapas de
    innovación tecnológica aplicada a la empresa, dice Puig.

    Esta
    vez parece ser diferente. “Por
    primera vez en la historia se destruirán más trabajos de los que se crearán. En
    esta salida de la crisis la recuperación del nivel de producción no se traduce
    en una recuperación de la ocupación”,
    analiza Xavier Ferràs, decano de
    la Universitat de Vic (UVIC). “La pérdida de empleos será muy superior a los
    empleos que se puedan crear con la industria robotizada”, avanza. “Hasta ahora
    los robots eran una herramienta,
    ahora son sustitutos. Ya no se
    trata solo de suplir al operario, sino que toman decisiones, incluso a nivel de dirección, definiendo inversiones”,
    agrega.

     

    Ese
    balance neto de pérdidas de trabajo lo apoya Raventós. Pero no lo secundan ni
    Puig, que mantiene que la robotización “hace perder muchos empleos a corto
    plazo, pero a largo plazo la capacidad de inventar nuevos trabajos es
    ilimitada”, ni Jiménez-Martín, que considera que “desaparecen trabajos y
    aparecen nuevos”. Incluso no lo ve “como un elemento clave para acelerar la
    renta básica universal”.

    ¿A
    qué se espera?

    Si
    la amenaza de la pérdida masiva de empleos es real, su asimilación
    presupuestaria es mínimamente factible y se erradicaría la pobreza, ¿a qué se
    espera para imponer la renta básica universal? Es tan sencillo como que no todos pueden hacerlo, al menos de
    momento. Vuelve a asomar el coste para las arcas públicas.

    Para
    Ferràs, de la UVIC, “sólo una economía extremadamente competitiva puede
    permitírselo”. “Lo primero que hay que hacer es crear una economía rica,
    intensiva en gasto en I+D o en digitalización”. Pocas naciones responden a ese
    perfil. Una de ellas es Suiza.
    Allí, hace apenas unos meses los ciudadanos rechazaron una renta básica universal de 2.260 euros mensuales. Los impulsores
    valoraron más que un 23% se mostrara a favor que el hecho de que el 77% votara
    en contra. En su opinión, se puso el tema en el centro del debate público y
    ganó notoriedad. Uno de los argumentos de peso de la campaña del “no” fue el
    elevado coste de la medida.

     

    A
    nivel español, “los que tienen la capacidad de financiar una renta básica
    universal son el Gobierno de
    España, Navarra y el País
    Vasco”, las dos últimas por su régimen fiscal diferenciado, dice Raventós. A
    niveles locales, es inviable por la limitación presupuestaria: “un ayuntamiento, por potente que sea, no
    puede hacerlo”. Ferràs recuerda que con el actual sistema económico tampoco se
    va en buen camino: “si vamos derivando en un modelo de “economía low cost” con salarios bajos el camino es el
    contrario”. Por eso, no ve factible una renta básica universal hasta dentro de
    veinte o treinta años.

     

    El
    economista Miquel Puig insiste en su posición. “La renta básica universal puede
    parecer algo bonito, algo atractivo, pero es incompatible con la sociedad en la
    que vivimos”. Se muestra más cercano a un modelo de Estado del bienestar como el actual.

     

    Lo
    único cierto e innegable es que el debate sigue abierto. Con argumentos a favor
    y en contra, la renta básica universal es cada vez menos utópica, pero no por
    ello está más cerca de producirse.

    En
    el fondo, todo depende de la voluntad
    política. Pero los políticos “son los últimos en enterarse de los cambios
    importantes”, concluye Raventós. Hasta entonces, la idea de tener ingresos sin trabajar seguirá aparcada.

    Invitación
    al debate

    (dirigido al lector): “por la suerte que nos trae”…

    ¿El Estado debía desechar beneficios y
    pagarle a cada ciudadano una renta básica universal? ¿Sería una buena manera de replantear el futuro?

    ¿En un nuevo mundo donde los robots harían un
    montón de trabajo, la RBU podría tener sentido?

    Si va a haber menos empleos por la
    automatización en todo el mundo, ¿podrá la RBU evitar los estragos de ese
    futuro cercano?

    ¿La RBU podría beneficiar a la sociedad, ofreciendo más libertad de elección y tornado al sistema de bienestar
    social que conocemos en una reliquia del pasado?

    ¿Tiene la RBU el potencial de reducir la desigualdad?

    ¿La RBU destruiría el incentivo para
    trabajar? ¿Podría desmotivar a la sociedad?

    ¿La RBU es sostenible a largo plazo desde el
    punto de vista financiero?

     

    Alegaciones (decíamos ayer…)

    En
    el Paper – “De la “histeria” del desempleo a la “histéresis” del fin del
    trabajo (¿too “insignificant” to fail?)” (Parte I),
    publicado el 15/8/16,
    sostenía:


    “Koyaanisqatsi”: el fin de toda razón (¿habrá llegado el momento de retrasar el
    reloj tecnológico?)

     

    Descripción: http://estaticos03.expansion.com/assets/multimedia/imagenes/2015/09/03/14412759243858.jpg

     

    En
    relación a este asunto, solo puedo hacer conjeturas. Y la conjetura es, que se
    hará cierto (lamentablemente) el pronóstico de “La sociedad 20:80 y el
    Tittytainment” (*), o qué debería hacerse con el 50% (o más) de la población de
    los “países avanzados” (ahora, “en vías de subdesarrollo”), que se quedará sin
    trabajo, en la era del avance tecnológico. Si no se tiene “memoria” (dignidad),
    al menos, que se tenga “capacidad de adaptación” (justicia).

    La
    sociedad
    “20
    a 80” y “tittytainment”
    (*)

    En
    el libro: La trampa de la globalización. El ataque contra la democracia y el
    bienestar de Hans-Peter Martin y Harald Schumann 1998, realizan un alegato
    acerca de las paradojas que comporta el mundo global. La obra se abre con una
    atrevida predicción, la de que, en el próximo siglo, un veinte por cien de la
    población activa será suficiente para poder mantener en funcionamiento la
    economía mundial: la “sociedad 20:80”.

    A
    partir de esta afirmación, la cuestión de peso que se plantea es averiguar cuál
    ha de ser el destino del ochenta por cien de la población activa restante. El
    entretenimiento, y la alimentación suficiente -dibujados tras el concepto de
    “tittytainment”- parecen ser los trazos esenciales del panorama que aguarda al
    grueso de la sociedad mundial del Siglo XXI.

    ¿Y
    el resto? “Sin duda, el 80% tendrá grandes problema” responde Jeremy Rifkin,
    autor del libro “El Fin del Trabajo”.

    (*)
    (Zbigniew Brzezinski, quien fuera consejero del Presidente Jimmy Carter fusionó
    dos palabras inglesas para dar la solución: “tits”, que significa pecho, teta o
    mama, según nos suene mejor; pero no para resaltar el aspecto sexual, sino
    orientado hacia la alimentación, y “entertaiment”, entretenimiento:
    “tittytainment”)

    La
    presión de la competencia global conduce a las empresas a desentenderse de la
    suerte de la población desocupada. Desestructurada la sociedad del bienestar,
    el voluntariado social toma el relevo en la responsabilidad de sostener un
    sistema que, generado por la era industrial y la sociedad de masas, ha hecho
    errar al hombre contemporáneo en su creencia de que por fin los logros
    esenciales de la condición humana están a su alcance.

    Sin
    embargo, Martin y Schumann se revelan ante la idea de que la competencia que
    impone el sistema global sea interpretada y vendida a los medios como un
    acontecimiento natural, fruto de un progreso técnico y económico imparable. Son
    los gobiernos y los parlamentos los que han desarrollado políticas específicas
    que dejan las decisiones en manos del tráfico internacional de capital y
    mercancías.

    Esta
    cesión, al amparo de la doctrina neoliberal, se vuelve irreversible y provoca
    la erosión de las viejas unidades sociales y de las formas de poder. La presión
    de la economía transnacional transforma la política en un juego impotente y
    deslegitima al Estado democrático. Los desempleados, superfluos para el
    sistema, gozan, no obstante, de una soberanía que, traducida al voto, se
    convertirá en un futuro no muy lejano en instrumento de cambios sociales
    imprevisibles.

    El
    internacionalismo es, en esta sociedad de final de milenio, un concepto a
    revisar. Tradicional baluarte de la socialdemocracia, su principal abanderado
    es hoy el capital. La ciudadanía, hostigada por la carencia del empleo, observa
    con recelo la transformación de las fronteras, bajo el prisma de la inseguridad
    y de la identidad. En definitiva, la globalidad frente a la descomposición, al
    desorden, al conflicto y a la incertidumbre es la viva expresión de la
    naturaleza de la trampa global.

    El
    tono pesimista queda roto en las breves páginas que cierran la obra, diez
    sugerentes ideas para superar, desde un resquicio dejado a la esperanza, la
    sociedad 20:80: una Unión Europea democratizada, cuya sociedad civil se
    fortalezca, bien podría ser el motor que diese aliento a una futura solidaridad
    internacional…

    Nunca antes tan pocos habían engañado a
    tantos durante tanto tiempo -jamás

    Se le exigió al mundo entero que cambiara su
    modo de vida en base a la fantástica invención de un grupo de políticos con
    ansias de “salvar” a la humanidad de una imaginaria catástrofe económica.
    Decían tener la Verdad en sus manos (en general, aconsejo a mis amigos que
    confíen siempre en quienes están buscando la verdad, pero desconfíen siempre de
    aquellos que dicen haberla encontrado).

    Aseguraban que la desregulación, la
    privatización y el libre movimiento de capitales, servicios y mercancías (el de
    personas, nunca llegó, ni se lo espera) harían entrar a la humanidad en una era
    de progreso exponencial y continuado, como nunca se había vivido. Y además,
    desaparecerían los ciclos económicos (¿verdad, grandes bonetes del FMI?).
    Algunos profetas, hasta llegaron a proclamar el “fin de la Historia” (¿verdad,
    Profesor Fukuyama?).

    “La globalización igualará el terreno de
    juego… la Tierra es plana… los Gobiernos y sus normas para el mundo laboral han
    perdido importancia… en marcha hacia una nueva civilización… contratamos a
    nuestra gente por ordenador, trabajan en el ordenador y son despedidas también
    por el ordenador”… Para los creadores de estas “genialidades” (dogmas, mantras),
    la visión de un ejército de parados, inimaginable hasta entonces, era una
    obviedad.

    Ninguno de los altamente remunerados
    creadores de estos paradigmas (de los sectores de futuro y países de futuro)
    creía en la existencia de suficientes puestos de trabajo, decentemente pagados,
    en los tecnológicamente costosos mercados en crecimiento de los que hasta
    entonces fueron países del bienestar… no importa en qué sector.

    Esa es la sociedad que hoy se está
    construyendo por encargo. Se les proporciona Ritalin, se les da una X-box con
    juegos de violencia e insinuaciones sexuales, mientras Facebook, You Tube,
    Twitter y los “sms” hacen el resto (a veces con la “inapreciable” colaboración
    del alcohol y las drogas). Zombis felices… Todos en la “nube”…

    ¿Por qué quiere alguien deliberadamente una
    sociedad idiotizada? Por una parte es mucho más fácil de controlar a alguien
    que no tiene conciencia de lo que sucede a su alrededor. Se ofrece futbol (u
    otros deportes) cinco noches a la semana para mantener a todos ocupados mientras
    que el saqueo de su riqueza continúa convenciéndoles que hacer hamburguesas en
    McDonald’s cobrando el salario mínimo es “empleo”.

    Hay quien busca explicaciones más
    rocambolescas que aseguran que un movimiento sin precedentes como éste en
    tiempos sin precedentes como éstos puede llevar a una conclusión sin
    precedentes.

    La Gran Recesión aceleró una tendencia que
    comenzó hacía tres décadas: deslocalización al extranjero, automatización del
    trabajo, conversión de empleos a jornada completa en temporales y contratas,
    debilitamiento de los sindicatos y obtención de reducciones de salarios y
    prestaciones de los trabajadores actuales. Internet y la informática lo han
    hecho más fácil.

    La economía de EEUU es el doble de lo que era
    en 1980 mientras que el salario medio real apenas se ha movido. La mayor parte
    de los beneficios del crecimiento ha ido a parar a los niveles altos. A finales
    de los 70, el 1 por ciento de los estadounidenses más ricos cobraba el 9 por
    ciento de los ingresos totales. A principios de la Gran Recesión, esa cifra
    sobrepasaba el 23 por ciento. La riqueza está más concentrada.

    Ése es el meollo del problema. La mayoría de
    estadounidenses ya no tiene el poder de compra suficiente como para que la
    economía vuelva a andar. Cuando estalló la burbuja de la deuda, se quedaron
    encallados.

    Los beneficios empresariales están en alza,
    pero los empleos y salarios siguen estancados.

    Las personas con activos financieros o cuyo
    talento es tenido en cuenta por las grandes corporaciones están disfrutando de
    una fuerte recuperación. Mientras tanto, la mayoría de los estadounidenses se
    esfuerza por ir tirando.

    Las empresas no tienen la culpa, pues su
    objetivo es obtener beneficios. Ni tampoco es culpa de los ricos, que sólo han
    jugado según las reglas. El problema es que hay que cambiarlas.

    Un futuro sin trabajo o con contratos basura
    para la mayoría de los estadounidenses es insostenible, también para las
    propias empresas del país, cuya rentabilidad a largo plazo depende del
    resurgimiento de la demanda nacional.

    La
    solución es ofrecer al americano medio un trato económico mejor. Por lo tanto,
    deberíamos aceptar que los países puedan propugnar reglas nacionales -políticas
    fiscales, regulaciones financieras, normas laborales o leyes de salud y
    seguridad de los consumidores- y que puedan hacerlo levantando barreras en la
    frontera si fuera necesario, cuando el comercio ostensiblemente amenaza las
    prácticas domésticas que cuentan con un amplio respaldo popular. Si los
    impulsores de la globalización tienen razón, el clamor por protección no
    cundirá por falta de evidencia o apoyo. Si están equivocados, habrá una válvula
    de seguridad destinada a asegurar que los valores en pugna -los beneficios de
    economías abiertas frente a los réditos derivados de implementar regulaciones
    domésticas- sean escuchados de manera apropiada en los debates públicos.

    Si
    el lector desea cambiar el término EEUU por el de Unión Europea, todo parecido
    con la realidad no será mera coincidencia…

    ¿Por
    qué falla la máquina de empleos?

    Las
    empresas producen y ganan más, pero no aumentan su
    personal                                                              

    He
    aquí algunos números del desempeño de las empresas y el mercado laboral en
    Estados Unidos que sirven de barómetros clave de la economía del país. En los
    últimos 10 años:


    La producción de bienes y servicios se ha expandido 19%.


    Las ganancias de las empresas que no pertenecen al sector financiero han
    aumentado 85%.


    La fuerza laboral ha crecido en 10,1 millones de empleos.


    El número de puestos de trabajo del sector privado, sin embargo, se ha reducido
    en casi dos millones.


    Y el porcentaje de adultos estadounidenses con trabajo se ha reducido a 58,2%,
    un nivel que no se había visto desde 1983.

    En
    gran parte, eso ocurre porque la economía crece demasiado despacio o como para
    absorber la fuerza laboral disponible, y los sectores que suelen contratar en
    las primeras etapas de la recuperación -como la construcción y la pequeña
    empresa– se vieron paralizados por el descalabro del crédito.

    También
    hay que considerar el factor de la confianza. Si los empleadores estuvieran
    seguros de que podrían vender más, contratarían a más personas. Si estuvieran
    menos inseguros de la durabilidad de la recuperación y otros factores, estarían
    más inclinados a incrementar sus niveles de contratación.

    Hay,
    además, un fenómeno que precede a la recesión y que ha persistido a lo largo de
    ella. Se trata de los cambios en la forma en que funciona el mercado y cómo los
    empleadores ven a su fuerza laboral.

    Los
    ejecutivos lo llaman “reducción estructural de costos” o “flexibilidad”. El
    economista Robert Gordon, de la Universidad de Northwestern, lo llama el
    surgimiento de “los trabajadores desechables”, una abreviación de una
    estrategia de las empresas para reducir costos laborales dondequiera que
    puedan, a un nivel sin precedentes.

    El
    economista Alan Krueger, de la Universidad de Princeton, calcula que 70% de la
    escasez de trabajo actual es simplemente cíclica, el resultado de una
    decepcionante recuperación de una profunda recesión. Sin embargo, atribuye 30%
    a cambios en el mercado laboral que comenzaron una década atrás o más.

    Consideremos
    lo siguiente:

    En
    la recesión más reciente y en las dos anteriores -1990-91 y 2001- los
    empleadores han sido más rápidos a la hora de despedir empleados y recortar sus
    horas de trabajo que en las recesiones que las habían precedido. Muchos de
    ellos también fueron más lentos para volver a contratar. Como resultado, la
    “recuperación sin empleo” se ha convertido en la norma.

    En
    el pasado, cuando los negocios se desplomaban, las empresas reducían personal y
    aceptaban menos trabajo por empleado. Durante la profunda recesión de
    principios de la década del 70, la producción estadounidense de bienes y
    servicios se redujo en 5% y el empleo en 2,5%. Los economistas trataban de
    comprender el “acaparamiento laboral”, la tendencia de las empresas a retener a
    los empleados que no necesitaban.

    Pero
    ya nadie piensa así. Entre finales de 2007 (cuando el empleo estadounidense
    alcanzó su mayor pico) y finales de 2009 (cuando tocó fondo), la producción
    estadounidense de bienes y servicios disminuyó 4,5%, pero el número de
    trabajadores se redujo mucho más: 8,3%. El rompecabezas de hoy es entonces:
    ¿cómo y por qué los empleadores lograron aumentar la productividad, o la
    producción por hora de trabajo, como nunca antes durante la peor recesión en
    décadas?

    En
    una época anterior, cuando más estadounidenses trabajaban en líneas de
    ensamblaje, muchos despidos eran temporales. Cuando el negocio se recuperaba,
    los trabajadores volvían a ser convocados, a menudo debido a garantías
    sindicales.

    En
    el peor momento de la recesión de 1980-82, uno de cada cinco desempleados
    correspondía a un “despido temporal”. En la reciente recesión, la proporción de
    despidos temporales nunca fue superior a uno de cada 10. Eso se debe en parte a
    que menos estadounidenses trabajan en fábricas. Hoy, en cambio, si un
    restaurante no tiene suficientes clientes, quiebra.

    “Cuando
    los despidos son temporales, las recontrataciones pueden realizarse muy
    rápido”, comentan los economistas Erica Groshen y Simon Potter, de la Reserva
    Federal de Nueva York. Cuando los despidos son permanentes, la recuperación del
    empleo es lenta, añaden. Si el empleador quiere contratar, debe embarcarse en
    la tarea de revisar currículos, lo que consume mucho tiempo.

    Las
    empresas, con sus ojos fijos en el precio de las acciones y en las ganancias,
    valoran más que nunca la flexibilidad encima de la estabilidad. La recesión les
    demostró que podían hacer más con menos trabajadores de lo que muchos de ellos
    creían.

    En
    una encuesta reciente a 2.000 empresas, McKinsey Global Institute, el centro de
    estudios de la enorme empresa de consultoría, encontró que 58% de los
    empleadores esperaba tener más trabajadores a tiempo parcial, temporales o
    subcontratados en los próximos cinco años y más de 21,5% trabajadores
    “tercerizados o externos”.

    “La
    tecnología”, señala McKinsey, “permite a las empresas gestionar el empleo como
    un aporte variable. Con el uso de nuevos sistemas de programación de recursos,
    se pueden proveer de personal sólo cuando lo necesitan, ya sea por un día
    completo o unas pocas horas”.

    Las
    agencias de ayuda temporal juegan un papel cada vez más importante, desde la
    provisión de personal fabril y administrativo hasta enfermeras e ingenieros.

    También
    facilitan volver a recortar en tiempos difíciles. Los trabajadores, en pocas
    palabras, ahora pueden ser contratados “en el momento preciso”. Y
    aparentemente, muchos empleadores no creen que todavía sea el momento. Debido a
    que “pueden contratar personal temporal casi al instante, hay poca necesidad de
    contratar a la espera de una recuperación en los negocios”.

    Cuando
    sí reclutan personal, las grandes empresas multinacionales con sede en EEUU
    están en mejor condición de y más dispuestas a contratar en el exterior, en
    parte porque los salarios son a menudo más baratos, pero también porque es allí
    donde están sus clientes.

    En
    la década de los 90, las multinacionales incorporaron en EEUU casi dos puestos
    de trabajo por cada nuevo empleo fuera del país; en tanto que en la década
    siguiente, recortaron 2,9 millones de empleos estadounidenses, mientras que
    aumentaron 2,4 millones en el extranjero, de acuerdo con el Departamento de
    Comercio de EEUU.

    Hal
    Sirkin, de Boston Consulting Group (BCG), afirma que el aumento de los salarios
    en China resta un poco de atractivo al país. En 2000, los salarios de los
    trabajadores chinos promediaron el 3% de los de sus contrapartes
    estadounidenses y la firma de consultoría espera que la cifra llegue a 15% en
    2015. Sirkin predice que ello impulsará a muchos fabricantes a devolver el
    trabajo a EEUU. ¿Cuántos? Sirkin todavía trabaja en un cálculo.

    Aun
    cuando el gobierno cuenta 4,68 trabajadores desempleados por cada puesto que se
    abre, algunos empleadores insisten en que no pueden encontrar empleados con las
    habilidades que necesitan a los salarios que pueden pagar.

    Realidad
    o ficción

    En
    toda Europa, Asia y América, las corporaciones nadan en efectivo, mientras su
    implacable búsqueda de eficiencia sigue generando enormes ganancias. Sin
    embargo, la porción de la torta que les corresponde a los trabajadores se está
    reduciendo, gracias al alto desempleo, a las jornadas reducidas de trabajo y a
    los salarios estancados.

    Estados
    Unidos en los años 70, tenían 20 millones de empleos manufactureros, con una
    población total de unos 220 millones. A principios del año 2011, sólo se
    mantienen 12 millones de empleos en las fábricas norteamericanas, pero con una
    población total de 320 millones de habitantes. En los años 70, Estados Unidos
    controlaba el 28% de la fabricación mundial de bienes y China sólo el 4%. En
    enero de 2011 Estados Unidos produce el 20% mundial y China el 19%.

    Paradójicamente,
    la realidad es que las mediciones de desigualdad de ingresos y riqueza entre países
    están cayendo, gracias a un crecimiento robusto constante en los mercados
    emergentes. Pero a la mayoría de la gente le importa más lo bien que le va en
    relación a sus vecinos que a ciudadanos de tierras lejanas.

    Las
    causas de la creciente desigualdad en el interior de los países son bien
    entendibles, y  ya han sido señaladas anteriormente. Vivimos en una época en la
    que la globalización expande el mercado para los individuos ultra talentosos,
    pero hace que la competencia deje afuera a los empleados comunes. La
    competencia entre países por individuos calificados e industrias rentables, a
    su vez, limita la capacidad de los gobiernos de mantener impuestos elevados a
    los ricos. La movilidad social está aún más afectada porque los ricos les
    brindan a sus hijos una educación privada y ayuda post-escolar, mientras que
    los más pobres en muchos países no pueden permitirse ni siquiera que sus hijos
    sigan yendo a la escuela.

    En
    el siglo XIX, Karl Marx observó inteligentemente las tendencias de desigualdad
    en sus días y concluyó que el capitalismo no podía sustentarse políticamente de
    manera indefinida. Llegado el caso, los trabajadores se levantarían y
    derrocarían el sistema. Transcurrida la primera década del siglo XXI, aún se
    espera que llegue el caso…

    Sin
    embargo, en un momento en que la desigualdad alcanza niveles similares a los de
    hace 100 años, el statu quo tiene que ser vulnerable. La inestabilidad puede
    expresarse en cualquier parte. Fue apenas hace poco más de cuatro décadas que
    los disturbios urbanos y las manifestaciones masivas sacudieron al mundo
    desarrollado, catalizando en definitiva reformas sociales y políticas de amplio
    alcance.

    Sin
    embargo, sería un grave error suponer que la enorme desigualdad es estable
    siempre que surja a través de la innovación y el crecimiento. Lo que resulta
    evidente es que la desigualdad no es sólo una cuestión de largo plazo. Las
    preocupaciones sobre el impacto de la desigualdad de ingresos ya están
    constriñendo la política fiscal y monetaria en países desarrollados y en
    desarrollo por igual, a la vez que intentan abandonar las políticas de híper
    estimulación adoptadas durante la crisis financiera…

    La desigualdad económica es un fenómeno que está ganando fuerza en
    todo el mundo, pero quizá donde tiene mayor repercusión mediática es en los
    países avanzados. Sin embargo, estos países son los que presentan una mayor
    distribución de los ingresos en sus sociedades. La función del sector público
    como distribuidor secundario de la renta parece fundamental para lograr esta
    mayor igualdad en los países desarrollados.

    Así lo evidencia el World Economic Forum en un informe titulado
    “Inclusive Growth and Development Report 2015”. Los expertos que han realizado
    este informe, que aglutina 110 países, dividen estas naciones en “economías
    desarrolladas”, “ingresos medio-altos”, “ingresos medio-bajos” y “bajos
    ingresos”.

    Para analizar las diferencias entre países se usa el coeficiente
    de Gini antes de impuestos y transferencias y después de impuestos y
    transferencias. En este índice, el cero significa que existe una igualdad
    perfecta (todos ingresan lo mismo), mientras que 100 representa lo opuesto (un
    ciudadano se lleva toda la renta del país).

    Descripción: http://s01.s3c.es/imag/_v0/665x465/7/6/f/advanced-economies.jpg

     

    Como se puede ver en el gráfico anterior, en todas las economías
    avanzadas, salvo en Corea del Sur y Singapur, la desigualdad de ingresos
    después de impuestos y transferencias es reducida en comparación con el resto
    de esta muestra. Salvo Singapur, ningún país supera el número 40 en el
    coeficiente de Gini. Singapur, EEUU e Israel son los países con mayor
    desigualdad de ingresos después de impuestos y transferencias. Mientras que
    Islandia, Suecia y la República Checa con un índice de Gini inferior a 25, son los
    países con menor desigualdad de ingresos después de impuestos y transferencias.
    También se puede observar como Irlanda y Suecia tienen los sistemas fiscales
    que mejor redistribuyen la renta primaria.

    Se puede observar una cierta correlación entre menor desigualdad
    (después de impuestos y transferencias) y mayor gasto público, como es el caso
    de Suecia, Noruega o Dinamarca. Sin embargo, países como la República Checa
    (42% de gasto público sobre el PIB) y, sobre todo, Australia (39% sobre el PIB)
    demuestran que con un gasto público menor pero más eficiente se puede luchar
    mejor contra la desigualdad. España con un gasto público de casi el 44% sobre
    el PIB es el ejemplo opuesto a los países anteriores, y es que reduce en menor
    cantidad de puntos el coeficiente de Gini a pesar de gastar más.

    Descripción: http://s01.s3c.es/imag/_v0/665x325/9/b/0/upper-middle-income.jpg

     

    Dentro de las economías consideradas de “ingresos medio-altos” hay
    países que parecen estar haciendo un buen trabajo para redistribuir los
    ingresos, como es el caso de Hungría, Polonia, Letonia y Lituania. Por otro lado,
    se puede observar algo muy llamativo, y es que dentro de este grupo hay tres
    países (China, Perú y Bulgaria) que presentan una mayor desigualdad de ingresos
    después de aplicar las transferencias y los impuestos. “Esto sugiere que esas
    naciones tienen un sistema fiscal con efectos regresivos”, señala el informe.
    Es decir, sus impuestos tienen un tipo impositivo que disminuye o se mantiene
    según aumenta la base imponible, las transferencias aumentan a medida que los
    ingresos son mayores o una mezcla de ambas.

    Descripción: http://s01.s3c.es/imag/_v0/665x516/1/8/8/lower-middle-income.jpg

     

    Por otro lado, las economías que corresponden a la categoría de
    “ingresos medio-bajos” presentan una desigualdad pre y post impuestos y
    transferencias, muy parecida. Son países que tienen sistemas fiscales muy poco
    desarrollados y por tanto no existe una redistribución secundaria de los
    ingresos sustancial. Ucrania destaca por ser el más igualitario con un
    coeficiente de Gini pre y post impuestos y transferencias, inferior a 30. En el
    lado opuesto aparecen Zambia o la India con coeficientes de Gini superiores al
    50.

    Descripción: http://s01.s3c.es/imag/_v0/665x243/0/c/4/lower-income.jpg

     

    Por último, las economía de “bajos ingresos” muestran una elevada
    desigualdad que en ningún caso es compensada por los sistemas fiscales de estos
    países, que son casi inexistentes al igual que en la anterior categoría. Kenia
    es el país que presenta una mayor redistribución, con un coeficiente de Gini de
    casi 50 respecto a la distribución primaria de los ingresos y un coeficiente
    que de 42 en la distribución secundaria. Tayikistán es el país menos desigual
    de este grupo mientras que Ruanda es el más igualitario.

    Para concluir, en el apartado de desigualdad los economistas
    destacan que “la eficiencia en el gasto es muy importante. Más transferencias
    no resulta necesariamente algo bueno, los recursos pueden no estar orientados y
    canalizados de forma eficiente hacia donde más se necesitan. Con un sistema
    fiscal progresivo y programas con objetivos concretos, Australia y Nueva
    Zelanda demuestran que es posible lograr más con menos”.

    La bomba de tiempo
    del desempleo juvenil

    Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

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