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La Renta Básica Universal y el hombre olvidado (página 6)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

El
banco móvil de CaixaBank, ImaginBank, anunciaba a principios de febrero (2017)
el lanzamiento del primer chatbot (robot capaz de simular una conversación con
una persona) del sector financiero en España. Casi en paralelo, la consultora
Wunderman auguraba que estos chatbot basados en inteligencia artificial se
convertirán para 2020 en la principal fuente de obtención de información sobre
los consumidores y operarán más del 85% de los centros de atención al cliente.
Por su parte, Bank of America, segundo banco por activos de EE UU, ha desvelado
que ha abierto tres centros financieros completamente automatizados, donde no
hay humanos. Y, por si fuera poco, hace días un informe de Reform, un think
tank británico, calculaba en unos 250.000 los puestos de trabajo en la función
pública que podrían ser sustituidos por la automatización y la robotización a
lo largo de los próximos 15 años en Reino Unido. ¿Casualidad? No.

“La
automatización, la robótica, la inteligencia artificial son una de las grandes
tendencias tecnológicas; una de las que más repercusión va a tener en el corto
y medio plazo en todas las industrias”, dice Ricardo Cruz-Estadao, socio
director de Avasant para España y Portugal. La consultora estadounidense
publicó en febrero de 2017 un informe que revela que el mercado mundial
de automatización robótica, valorado en 480,4 millones de dólares en 2015,
crecerá una media del 62% anual hasta 2020, cuando alcanzará los 5.324,4
millones.

La
razón de este empuje, según muestra el informe, son los beneficios que aporta la
automatización inteligente de procesos (RPA). Entre otros, un ahorro de costes
de entre el 20% y el 50%, llegando hasta el 100% en los casos donde su
aplicación pueda automatizar completamente un proceso. “También contribuirá a
reducir drásticamente errores y tiempos de procesamiento, incrementando el
nivel de precisión, y facilitará operaciones de alta disponibilidad, con alta
capacidad y escalabilidad y con procesos de mejora continua, todo gracias al
uso intensivo de técnicas analíticas y de autoaprendizaje”, dice el directivo.

La
propia Avasant está haciendo pruebas con robots para reducir el tiempo que
dedican sus consultores a recopilar información para que no dediquen tantas
horas a esa tarea, “que cuesta muchísimo”, y se dediquen mucho más a asesorar.
“También hay un banco americano que ha logrado hacer con 85 robots tareas en 13
procesos de negocio (y manejando alrededor de 1,5 millones de transacciones)
para las que ahora precisaba a unas 230 personas. Y una teleco global ha
conseguido ahorros de 3,5 millones de dólares en dos años utilizado 100 robots
en sus operaciones de backoffice”, cuenta Cruz-Estadao.

El
informe de Avasant muestra que no hay industria que escape al impacto de los
algoritmos de machine learning y la inteligencia artificial, aunque revela que
las tasas de adopción serán más altas en los sectores que trabajan con los
consumidores en primera línea y tienen niveles de transaccionalidad muy
elevados. Así, el estudio señala al sector financiero y de seguros, al de
telecos, retail y salud como los que antes aplicarán estos avances, “pues
muchas de sus actividades transaccionales pueden realizarse por software
robótico”. Aun así, dejan claro que hasta los Gobiernos y las universidades
están explorando estas tecnologías.

“La
automatización de procesos siempre se ha vinculado a tareas muy repetitivas y
donde la labor humana no aporta un alto valor añadido, pero esto está
cambiando. Ahora, con los avances en inteligencia artificial, se están
empezando a automatizar hasta los trabajos de cuello blanco. Muchas de las
profesiones consideradas hoy como cualificadas se transformarán en obsoletas”,
señala Cruz-Estadao, que pone el ejemplo de los robo advisors, los robots que
están empezando a sustituir a los asesores financieros de carne y hueso.

El
estudio también muestra un fuerte vínculo entre el coste de la mano de obra y
la adopción de estas tecnologías. Así, los países en desarrollo con salarios
más bajos no están siendo los primeros en adoptar el RPA mientras que EEUU,
Reino Unido, Alemania y otros países europeos han tomado la iniciativa. “Según
la OCDE, la automatización permitirá sustituir un 12% de los empleados
españoles en los próximos años”, recuerda el directivo, que defiende que no hay
que tener una visión catastrofista: “Es cierto que estas nuevas tecnologías
provocarán la pérdida de muchos empleos, pero también darán lugar a nuevas
profesiones y nuevas oportunidades”.

Por
lo pronto, ya están surgiendo proveedores de soluciones RPA que generan empleo.
Entre ellos, destacan Nice (Israel), Blueprism y Ulpath (Reino Unido),
Automation Anywher y Automic (EEUU) y Exilant (India).

“Primero fueron
trabajadores como los cajeros de supermercados o los obreros de las cadenas de
montaje los que vieron como la automatización les quitaban puestos de trabajo.
Pero el desarrollo de
la robótica y la inteligencia artificial
 cada
vez amenazan más profesiones
, incluyendo muchas de las típicamente
consideradas “de cuello blanco”. De hecho, según un estudio de la Universidad
de Oxford,
 en
países como Estados Unidos esta tendencia ya amenaza a aproximadamente el 47%
de toda la fuerza laboral”…
¿Está tu profesión en peligro de extinción?
(BBCMundo – 12/2/17)

 

Y, aplicando la metodología desarrollada por
Carl Benedikt Frey y Michael Osborne, del Programa Oxford Martin sobre
Tecnología y Empleo, el Banco Mundial estimó que el
porcentaje es todavía mayor en países como Argentina (65%), India (69%) y China
(77%).

Pero, más allá de eso, ¿es tu profesión una
de las que está en mayor riesgo?

Las
ocupaciones menos “computarizables”

 

Para saberlo, un buen punto de partida es
identificar a aquellos trabajos que no son tan fácilmente replicables
por las máquinas.
Y, según Frey y Osborne, la
originalidad y la inteligencia social
 son las dos
facultades humanas más difíciles de automatizar.

 

 

 

Fuente: Carl Benedikt Frey y Michael A.
Osborne, El futuro del empleo: ¿qué tan susceptibles son nuestros trabajos a la
computarización?

 

Por ello no debe sorprender que las
profesiones menos amenazadas por la computarización sean aquellas que demandan
una combinación de estas habilidades.

 

“La mayoría de los puestos
administrativos, negocios y finanzas en los que abundan las tareas generalistas
que requieren inteligencia social
 están por lo general
confinados a la categoría de bajo riesgo", explican los investigadores en
su reporte original "El futuro del empleo”. “Y lo mismo ocurre con la
mayoría de ocupaciones en el sector
salud, educación, el arte y los medios de comunicación
”, se lee en el
informe.

 

Con ocupaciones como terapeutas
ocupacionales, doctores, cirujanos, nutricionistas, dentistas, podiatras y
psicólogos, el
sector salud domina la lista de aquellas con un factor de riesgo de nada más el
1% o menos.

Esto ciertamente parece lógico en un contexto en el que los avances
tecnológicos también están extendiendo la esperanza de vida. Los científicos
e ingenieros
 también parecen
bastante protegidos por los altos niveles de inteligencia creativa requeridos
para sus tareas.

 

Lo que sorprende son datos arrojados en el
análisis de países como Reino Unido, en los cuales ocupaciones
de la clase media clasificaron como de
 riesgo
“medio”
 de extinción de aquí
a 2025. Se trata de profesionales como jueces y magistrados (40%), economistas
(43%), historiadores (44%), programadores (48%), pilotos comerciales (55%) y
asesores financieros (58% de riesgo).

Las más
amenazadas

 

Los investigadores de Oxford anticipan que la
mayor parte de las personas que trabajan en transporte
y logística
 eventualmente serán remplazadas
por la tecnología. Y lo mismo pasará con los empleados dedicados a trabajos
de apoyo administrativo y la mano de obra productiva del sector manufacturero.

 

 

 

Otro dato sorprendente es que numerosos
trabajadores “de cuello blanco” también están amenazados. Efectivamente, según
Frey y Osborne, “un
porcentaje sustancial de los empleos en servicios, ventas y construcción exhibe
altas probabilidades de computarización”.
Para explicar esto,
los investigadores hacen notar que el mercado de los robots domésticos ya está
creciendo un 20% anualmente.

“En la medida en que la ventaja comparativa
de la movilidad y desteridad humana se vaya reduciendo, el ritmo de sustitución
de mano de obra en las ocupaciones de servicio irá creciendo”, afirman en el
informe. Y también destacan que muchas
de las tareas vinculadas a ventas
 -como las que
desarrollan cajeros, dependientes y vendedores telefónicos- que en realidad no
requieren de niveles elevados de inteligencia social.

 

Los profesores de Oxford, que en total
analizaron las posibilidades de más
de 700 ocupaciones
, reconocen sin embargo las dificultades de predecir el
futuro. “El alcance y el ritmo de la computarización dependerá
de numerosos otros factores
”, subrayan. Pero su estudio sugiere unas
tendencias que quizás vale la pena tener en tomar en cuenta a la hora de
decidir tu próximo paso.


Los salarios en el mundo: último Global
Wage Report 2016/17 de
la Organización Internacional del Trabajo (Fedea – 15/2/17)

1. Desde el momento inicial de la crisis,
los salarios reales cayeron en Alemania y no recuperaron su nivel pre-crisis
hasta tres años después (Gráfico 1). En España los grajos no nos avisaron y los
salarios estuvieron por encima de su nivel pre-crisis hasta el año 2012
(Gráfico 2).

Descripción: Grafico_1

 

Gráfico
1. Índice de salario real para algunos países desarrollados. Fuente: ILO.
Global Wage Report 2016/2017

 

Descripción: Grafico_2

 

Gráfico
2. Índice de salario real para algunos países europeos. Fuente: ILO.
Global Wage Report 2016/2017

 

 

2. El crecimiento de los salarios en China
recuerda mucho las líneas trazadas con escuadra y cartabón en las escuelas de
Mao (Gráfico 3). En cambio, los salarios en México han estado cayendo
sostenidamente desde el año 2006.

 

Descripción: Grafico_3

 

Gráfico
3. Índice de salario real para algunos países emergentes. Fuente: ILO.
Global Wage Report 2016/2017

 

 

3. En media, la productividad aparente
del trabajo ha crecido más rápidamente que los salarios en los países
desarrollados (Gráfico 4). Sin embargo, en los dos
años posteriores al inicio de la crisis, las rentas del capital sufrieron más
en términos relativos que los salarios, para recuperarse luego rápidamente.
Esta tendencia apuntaría a un aumento en la desigualdad por un cambio en la distribución
de la renta del trabajo hacia el capital. El Gráfico 5 indica que esto no es
así en todas las grandes áreas. Pregunta: “¿Qué impulsa realmente la reducción
en la participación de las rentas del trabajo?

 

Descripción: Grafico_4

 

Gráfico
4. Tendencia en el salario y la productividad del trabajo.
 Media ponderada para 36
economías. Fuente: ILO. Global Wage Report 2016/2017

 

 

Descripción: Grafico_5

 

Gráfico
5. Cambio en la participación del trabajo y desigualdad del ingreso,
1995-2012. Fuente: ILO. Global Wage Report 2016/2017

 

 

4. Más sobre la misma idea: en términos
globales la desigualdad de la renta intra-país ha aumentado en los últimos
veinte años (Gráfico 6). Sin embargo, este aumento en la desigualdad de la
renta ha sido compatible con una reducción de la desigualdad de los salarios en
muchos países, incluida España (Gráfico 7).

 

Descripción: Grafico_6

 

Gráfico
6. Evolución de la desigualdad en renta entre 1995 y 2012. Función
construida a partir de 71 países.
 Fuente:
ILO. Global Wage Report 2016/2017

 

Descripción: Grafico_7

 

Gráfico
7. Evolución de la desigualdad en salarios. Fuente: ILO. Global Wage
Report 2016/2017

 

5. Los trabajadores mejor pagados en
Europa, aquéllos en el percentil superior de la distribución, son los que más
han ajustado su salario a la baja desde el año 2002 (Gráfico 8). Pese a ello,
en el año 2010 el salario-hora en España del uno por cien de los asalariados
mejor pagados era, aproximadamente, 13 veces superior al percibido por los
trabajadores del percentil más bajo. Esta cifra se puede comparar con las 10
veces de Noruega, las 22 veces de Francia, o las 32 veces del Reino Unido. En
los países emergentes, la ratio entre el último y el
primer percentil es incluso mayor. Bajo la amenaza que suponen los populismos
para la estabilidad democrática y económica, mejorar la información sobre las
causas que subyacen a estas grandes diferencias y, en su caso, la corrección de
las deficiencias en los mecanismos de fijación de los salarios de determinados
colectivos resulta imperativo.

Descripción: Grafico_8

 

Gráfico
8. Salario por hora en Europa por deciles. Fuente: ILO. Global Wage Report
2016/2017

 

6. Cuando buceamos dentro de las
características del uno por cien de los asalariados más ricos en Europa
encontramos, por ejemplo, que casi el 70 por cien tiene estudios universitarios
o de postgrado, un 40 por cien son consejeros o directivos de grandes
corporaciones (Gráfico 9), y sólo un 20 por cien son mujeres. Utilizando un modelo log lineal para explicar el salario en
función de la experiencia, la antigüedad y el nivel de educación, se obtiene un
residuo medio en el percentil de los asalariados muy ricos de 1,5, muy superior
al resto de percentiles. Esta cifra significa que el salario-hora observado en
este colectivo es 4,5 veces superior al predicho por las características observadas.

 

Descripción: Grafico_9

 

Gráfico
9. Descomposición de los deciles de salarios por categorías
ocupacionales. Fuente: ILO. Global Wage Report 2016/2017

 

7.    
La
brecha salarial por género entre el colectivo de consejeros y directivos de
grandes empresas alcanza la cuota más elevada, con una diferencia del 50%.

 

Descripción: Grafico_10

 

Gráfico
10. Brecha salarial por género entre categorías ocupacionales. Fuente:
ILO. Global Wage Report 2016/2017

 

“La Unión Europea ha abierto el gran debate
político de las próximas décadas: ¿cómo legislar la relación entre humanos y
robots?, ¿pagarán las máquinas nuestras pensiones?”…
Robots que cotizan y
pagan multas de tráfico: Europa esboza ya leyes para las máquinas (El Confidencial – 18/2/17)

Rachel contempla sus limpios y delicados
dedos, sus uñas cuidadosamente pintadas. “Son las manos de una auténtica granjera”,
reflexiona, “perfectas para el trabajo”. Está sola, en su sala de control,
rodeada de pantallas holográficas en tres dimensiones con gráficos y
estadísticas, manejando una explotación situada a decenas de kilómetros de su
oficina. Al otro lado de sus pantallas viven cientos de vacas a las que un
enjambre acompasado de robots ordeñan, alimentan e incluso inseminan con una
selección de esperma escogido entre tubos de ensayo.

Rachel, que estudió “agricultura de
precisión”, posee además cientos de cerdos y varias hectáreas de cultivo. Los
animales se han acostumbrado a relacionarse con las máquinas, que son capaces
de aprender de sus propios errores y adaptar su actividad a las emociones de
los seres vivos. Los clientes, cada vez más preocupados por el bienestar del
ganado del que se alimentan, pueden consultar por internet incluso las
constantes vitales. Las asociaciones de consumidores exigen más y ahora
proponen nuevas leyes para tener acceso, 24 horas al día, a las cámaras que
graban cada esquina de la finca.

Las aves de campiña sobrevuelan el cultivo y
esto es motivo de alegría para Rachel. Estuvieron a punto de extinguirse cuando
se introdujeron los drones que se ocupan de sembrar y recolectar, pero están de
vuelta gracias a una nueva generación de sensores. El mayor peligro ahora para
el ganado y los animales son los virus y enfermedades humanas, además de los
accidentes causados por turistas y domingueros que ocasionalmente aparecen por
la finca. Para evitarlo, todo está debidamente vallado y aislado.

La imagen no proviene de una novela
futurista, sino de uno de los tres escenarios ficticios que el Parlamento
Europeo plantea en un informe que sirvió para documentar a sus eurodiputados
esta semana. El objetivo era hacerles reflexionar sobre un tema con el que no
están familiarizados y sobre el que estaban llamados a pronunciarse.

Finalmente, el hemiciclo aprobó el jueves una
resolución en la que se urge a la Comisión Europea a ir adaptando la
legislación a un mundo donde las máquinas ganarán protagonismo hasta
convertirse en el centro de gravedad del proceso productivo. “Es un llamado
para la creación inmediata de un instrumento legislativo para gobernar la
robótica y la inteligencia artificial y anticipar los desarrollos científicos a
medio plazo para atender a las grandes cuestiones éticas que enfrenta la
humanidad”, resume la jerga técnica del prólogo.

“Tardamos dos años en hacer el informe y se
concibió, en parte, como reacción al gran temor de la población sobre la
posibilidad de que los robots se puedan convertir en un peligro para nuestra
seguridad y/o nos acaben quitando el trabajo”, explica la ponente principal, la
socialista luxemburguesa Mady Delvaux. “Lo primero ha sido lanzar el debate,
que nos acostumbremos a pensar en un futuro que cada vez está más cerca”,
reflexiona.

“Tras pasar 24 meses escuchando y leyendo a
los científicos, ya no le queda la menor duda de que fue un acierto poner esto
en marcha. Los robots y la inteligencia artificial van a estar presentes en
todos los ámbitos de la vida. Y los legisladores no podemos dejar los asuntos
morales y éticos en manos de científicos y empresas. Estamos obligados a pensar
en los seres humanos, en su bienestar”.

No es frecuente que la Unión Europea incluya
relatos de ficción en sus materiales de trabajo, ni tampoco que sus
resoluciones empiecen citando a Frankenstein, al gólem de Praga o las tres
leyes de la robótica de Isaac Asimov. Muchos de los pasajes del informe son
familiares para cualquier amante de la ciencia ficción. Los autores se preguntan
cosas como si sigue siendo humano en su totalidad alguien que ha incorporado
implantes cibernéticos para alterar sus capacidades motrices y psíquicas; si
sería necesario regular las relaciones emocionales entre seres humanos y
máquinas; o si los robots tienen que ser considerados personas jurídicas.

Se parte en todo el texto de una premisa que
la comunidad científica ya no discute: que la inteligencia artificial
protagonizará la próxima gran revolución tecnológica, destruyendo a su paso
millones de puestos de trabajo y creando otros nuevos, aunque quizá no
suficientes. Y se plantean dos mundos posibles y contrapuestos: uno distópico
en el que el capital consigue controlar el factor productivo definitivo (el
trabajo), el desempleo se dispara en un entorno envejecido y las desigualdades
se acentúan. Y otro, utópico, en el que robots que producen la misma energía
que consumen hacen los trabajos más pesados, sucios y repetitivos, cuidan de
nuestros ancianos y nuestros hijos, pagan nuestras pensiones, producen nuestros
alimentos, mientras las personas disfrutamos de una renta básica, con jornadas
laborales mucho más creativas, cortas y placenteras.

En el relato de Rachel tiende más hacia la
segunda versión, la utópica, aunque solo toca por encima la parte más polémica
del debate. Porque si una sola granjera de precisión es capaz de manejar por sí
misma una explotación de estas características, ¿cuántos puestos de trabajo
generará el sector agrícola?, ¿dónde trabajarán los demás?, ¿qué ingresos
tendrán las personas que consuman sus productos?, ¿con qué dinero pagarán la
leche de sus vacas y el jamón de sus cerdos?

Delvaux cree que los políticos tendrán que ir
acostumbrándose a discutir sobre el impacto de la robótica en la fiscalidad y
el Estado de bienestar. Un debate que será acalorado y que ya cobró
protagonismo durante la votación de las enmiendas al texto.

El eurodiputado del PSOE Sergio Gutiérrez comparte
aspiraciones con el grupo de socialistas centroeuropeos que han trasladado el
debate desde el mundo de la ciencia ficción al de la política. “Es evidente que
habrá que reinventar la fiscalidad. Lo que nosotros proponemos no es que los
robots paguen impuestos en sentido estricto, sino que a las empresas cuyos
beneficios tengan relación directa y probada con la actividad robótica se les
grave con un porcentaje un poco más alto sobre sus beneficios. A la hora de
desarrollar sus estados contables, las empresas tendrán que explicar el peso de
la robótica y la maquinaria”, resume.

En una primera fase, ese nuevo impuesto
serviría para una “reconversión digital” similar a la reconversión industrial
que se vivió hace casi medio siglo. “Lo primero es gestionar esa transición
para compensar a los trabajadores que se quedan fuera. Introduciendo por
ejemplo rentas mínimas, ayudas sociales para los que pierden sus puestos de
trabajo de manera definitiva. Algunos sectores, como el transporte, van a verse
golpeados muy pronto. Muchos podrán reinventarse y acceder a nuevos trabajos.
Otros, por su edad, por su formación o por su localización geográfica, lo
tendrán más complicado”, dice.

En una segunda fase, los socialistas plantean
crear una renta mínima universal ante la posibilidad de que esta nueva
revolución tecnológica destruya muchos más trabajos de los que va a generar, una
tesis compartida en muchos pronósticos. “Los beneficios de la era digital son
tales que compensará cualquier tipo de impuesto. Los costes de producción en
muchos casos van a tender hacia cero. Las empresas tienen que ser conscientes
de que hay que mantener un Estado de bienestar. Aunque solo sea porque es algo
que la mayoría de los ciudadanos y los partidos políticos europeos desean
mantener”, dice.

Las enmiendas presentadas por el Partido
Popular Europeo y el bloque liberal dejaron estas recomendaciones fuera del
informe aprobado esta semana, postergando un debate que antes o después se
convertirá en el centro de la pugna política. En palabras de Delvaux, “la
coalición derechista formada por ALDE, PPE y ECR rehusó incluir en el texto las
posibles consecuencias negativas de la robótica en el mercado laboral”.

La diputada checa Dita Charanzova, del Grupo
de Liberales por Europa, detalla el otro punto de vista. “No estamos de acuerdo
con que debamos tratar con un régimen fiscal distinto a los robots. Son un
producto más y no tiene sentido que las empresas paguen más impuestos por
ellos. Como otras tecnologías, son simplemente un producto. Y, como hemos visto
en el pasado, las ventajas de una revolución tecnológica superan a los riesgos”.

En su opinión, desaparecerán viejos trabajos
y aparecerán otros nuevos, como ha pasado siempre. “De lo que tenemos que
preocuparnos es de formar a la gente para que pueda competir mejor en el
mercado laboral del futuro. Y de las normas concretas y realistas para regular
los vacíos legales sobre seguridad y responsabilidad civil en casos como los
accidentes con drones o coches autónomos. El resto es ciencia ficción”. El
propio informe calcula que antes de 2020 Europa demandará 850.000 nuevos
trabajos cualificados relacionados con la nueva revolución tecnológica.

Charanzova dice que poner trabas y
regulaciones a la robótica frenará su desarrollo en Europa y dará ventaja
competitiva a las potencias asiáticas y a Estados Unidos. “Veo más riesgo en
que haya mano de obra barata en China a que haya robots. Nosotros lo vemos con
optimismo. Los robots nos dan valor añadido e incluso servirán para recuperar
industrias que se marcharon a otros continentes por la mano de obra barata”.
Con la robótica, incide, podríamos incluso reindustrializar nuestros países. “No
comparto la visión catastrofista que se plantea el informe”, dice.

Aunque el debate a medio plazo es
apasionante, ya hay urgencias legislativas que atender. Gutiérrez recuerda que
“con la promoción del 5G, que se pretende implantar ya en 2020-2022, el futuro
que pinta el informe está a la vuelta de la esquina. Y hay una necesidad de
regular estas nuevas circunstancias. Empezando por la responsabilidad civil de
los robots, por ejemplo, con vehículos autónomos. Si se produce un accidente
que cuesta vidas humanas, ¿quién es el responsable?, ¿el robot?, ¿el
fabricante?, ¿el propietario? ¿Y quién paga el seguro? ¿Tendremos que crear
fondos de compensación para accidentes con máquinas? ¿Hay que crear un
instituto europeo de robótica”, se pregunta.

En asuntos como la responsabilidad civil, la
seguridad o la necesidad de un código ético aplicado a la robótica, no hay
discrepancias significativas entre grupos políticos. “Asegurar la privacidad de
los usuarios y la seguridad ante ataques cibernéticos es algo vital. No solo
con los robots, sino con el internet de las cosas. Cuando nuestra casa entera
esté conectada a internet, las nubes almacenarán una cantidad de datos sobre
nuestra vida que hay que regular y proteger. En caso de accidente con un coche
autónomo es necesario que tener claras las responsabilidades”, dice Charanzova.

Ramón López de Mantaras, director del
Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC, cree que es
“muy positivo” que los políticos empiecen a introducir la robótica en sus
agendas. “Entre la clase política española hay generalmente un analfabetismo
científico y tecnológico. Tienen grandes carencias y la robótica suena como
algo de largo plazo de lo que no hay que preocuparse. En algunos países de
Europa y en EEUU hay mucho más interés por estos temas. Me alegra que la Unión
Europea introduzca un debate que es muy necesario, aunque algunas de las cosas
que plantea (este informe de la UE) son escenarios a muy largo plazo todavía”.

Mantaras es de los que creen que la
revolución de la robótica desencadenará una destrucción de puestos de trabajo
como no se había visto antes. “Es verdad que las nuevas tecnologías
disruptivas, como la informática, han acabado con unos puestos de trabajo pero
han creado otros. Pero en el caso de la robótica y la inteligencia artificial,
no está nada claro que vayan a crear más puestos de los que destruyen”. El
científico destaca que los robots cada vez son “más especializados y más
intelectuales” y se irán encargando de trabajos cada vez más evolucionados.

“Hasta ahora se han perdido trabajos de un
tipo repetitivo, pero ahora van a desaparecer también los puestos cualificados.
En consecuencia, veo muy lógico redistribuir toda la riqueza que se va a
generar en las próximas décadas mediante impuestos a las máquinas y los robots.
No me cabe ninguna duda de que tendrán que cotizar a la seguridad social para
pagar una renta mínima, básica y universal, para todos los ciudadanos. No es
una utopía de cuatro iluminados, sino algo muy real”, sostiene.

El científico valora de manera muy positiva
la creación de un código ético para regular lo que se puede desarrollar en
robótica. “Lo más claro a mi juicio sería prohibir las armas autónomas, igual
que se ha prohibido el uso de armas químicas. Esto habría que regularlo ya
porque tiene mucho peligro. La cuestión central es la autonomía. Hay
situaciones críticas en las que no es posible sacar al ser humano del proceso
de decisión. Otro ejemplo son los robots que compran y venden en bolsa, algo
que ya está ocurriendo. Las finanzas están en manos de una competición entre
modelos de “software”, que toman decisiones cien por cien autónomas que afectan
a millones de personas. Debería regularse, e incluso prohibirse”, considera.

El futuro que imagina Mantaras se parece
mucho al de la granja de Rachel. “Viviremos en un mundo de personas trabajando
con máquinas, en equipo”. En hospitales, en asilos, en restaurantes, bancos,
administraciones públicas, en redes de transporte, supermercados…, unas pocas
personas trabajarán con muchas máquinas. “Si lo sabemos gestionar”, concluye,
“saldremos ganando”.

“Mientras algunos todavía muestran
escepticismo sobre la posibilidad de que exista vida inteligente en nuestro
planeta, los más osados se atreven a hablar de inteligencia artificial (IA),
una versión ortopédica de la humana. Los ordenadores ya nos han dado una paliza
en matemáticas, ajedrez y traducción, y preparan un nuevo asalto para
convertirnos en copilotos eternos de nuestros coches. En un futuro más lejano y
difuso, quizá sustituyan a soldados y, por desgracia para el que escribe,
periodistas. Para intentar que el desarrollo de estas tecnologías beneficie al
mundo en lugar de destruirlo, más de 2.000 expertos han firmado 23 pautas a
tener en cuenta durante los próximos años”…
Los 23 mandamientos
para evitar que la inteligencia artificial nos domine (El Confidencial – 2/2/17)

Los 23 principios de Asilomar reciben este
nombre por el lugar de California (EEUU) en el que tuvo lugar a finales de
enero una conferencia organizada por el “Future of Life Institute” con el
objetivo de dar a luz a la lista de recomendaciones. Han sido apoyados por más
de 1.200 figuras relacionadas con la innovación tecnológica y científica como
Stephen Hawking y Elon Musk, junto a más de 800 investigadores especializados
en inteligencia artificial. Uno de los firmantes es el director del Instituto
de Investigación de Inteligencia Artificial del CSIC, Ramón López de Mantaras,
pionero de este campo en España.

“No soy de los que cree que a corto o medio
plazo vaya a haber superinteligencias, pero no hay que esperar a ese momento
para reaccionar. Además, el estado actual de la IA ya nos plantea una serie de
problemas en cuanto a ética”, explica López de Mantaras. El investigador se
refiere a las cuestiones de seguridad, privacidad e incluso pérdida de puestos
de trabajo que despiertan tecnologías como los drones y los coches autónomos.

López destaca el punto 18 entre el resto: el
ser humano debe desistir en la creación de armas autónomas. “El día en que las
guerras se luchen entre máquinas será mucho más fácil que se produzcan, ya que
hoy son las pérdidas humanas las que frenan a los países. Esto es terrible
porque cada conflicto produce bajas civiles y efectos colaterales. Y aunque
sean robots no creo que peleen en medio del desierto”. Por esa razón, el
investigador dice que él votó por cambiar el “should” (debería) de esta pauta
por un más rotundo “must” (debe).

Otro problema importante es la cautela a la
hora de dar autonomía absoluta a las máquinas (punto 16): “Hay que pensárselo
no una vez sino varias”. López asegura que no le convence que una máquina
decida sin intervención humana alguna. Pone el ejemplo de un consejo financiero
o médico sugerido por una IA: “A un experto humano se le preguntaría por qué,
lo mismo debería pasar con los ordenadores. Si no son capaces de dar
explicaciones son cajas negras”. Esta transparencia (punto 8), inexistente en
los sistemas actuales, debe ser implementada.

La lista incluye temas actuales, como la responsabilidad
de los creadores de sistemas de IA sobre su uso (punto 9). Si el coche autónomo
falla, ¿de quién es la culpa del accidente? “El día que sean cien por cien
autónomos no podremos hablar de fallo humano a menos que sea de los
desarrolladores del “software”, a lo mejor deberán llevar cajas negras como los
aviones para investigar las causas”. También otros más a largo plazo, como la
inclusión de valores humanos (punto 11): “Dependen de las personas y las
culturas, ¿cuáles pones? Habría que hacer una lista aprobada a nivel internacional
por algún organismo”.

Más utópica parece la redistribución de la
riqueza y beneficios generados por los sistemas de IA (puntos 14 y 15). “No
debe suponer una ganancia sólo para algunas personas y empresas, sino para toda
la sociedad”, defiende López de Mantaras. El investigador defiende que, si la
automatización quita puestos de trabajo humanos pero aumenta la productividad y
riqueza del país, habría que redistribuir estas ganancias: “Si los robots
cotizaran en la Seguridad Social se podría establecer una renta básica
universal para todo el mundo”.

López de Mantaras es consciente de que la
lista puede parecer un brindis al sol, y que empresas y gobiernos dificultarán muchos
de los 23 mandamientos. “Son principios de buenas intenciones. Es bueno que el
tema esté encima de la mesa”.

Los principios de Asilomar

1) Meta de la investigación:
el objetivo de la investigación de la IA no debería ser crear inteligencia sin
dirigir, sino inteligencia beneficiosa.

2) Financiación de la
investigación: la inversión en IA debería ir acompañada de fondos para
investigar en asegurar su uso beneficioso, incluyendo cuestiones espinosas
sobre ciencias de la computación, economía, legislación, ética y estudios
sociales.

3) Enlace entre ciencia y
política: debería haber un intercambio constructivo y sano entre los
investigadores de IA y los legisladores.

4) Cultura de la investigación:
una cultura de cooperación, confianza y transparencia debería ser fomentada
entre los investigadores y desarrolladores de IA.

5) Evitar las carreras: los
equipos que estén desarrollando sistemas de IA deberían cooperar activamente
para evitar chapuzas en los estándares de seguridad.

6) Seguridad: los sistemas
de IA deberían ser seguros a lo largo de su vida operativa, y verificables
donde sea aplicable y posible.

7) Transparencia en los fallos:
si un sistema de IA causa daño debería ser posible determinar por qué.

8) Transparencia judicial:
cualquier intervención de un sistema autónomo en una decisión debería ir
acompañada de una explicación satisfactoria y auditable por parte de una
autoridad humana competente.

9) Responsabilidad: los
diseñadores y desarrolladores de sistemas avanzados de IA son depositarios de
las implicaciones morales de su uso, mal uso y acciones, con la responsabilidad
y oportunidad de dar forma a dichas implicaciones.

10) Alineación de valores:
los sistemas de IA altamente autónomos deberían ser diseñados para que sus
metas y comportamientos puedan alinearse con los valores humanos a lo largo de
sus operaciones.

11) Valores humanos: los
sistemas de IA deberían ser diseñados y operados para que sean compatibles con
los ideales de dignidad humana, derechos, libertades y diversidad cultural.

12) Privacidad personal: la
gente debería tener el derecho de acceder, gestionar y controlar los datos que
generan, dando a los sistemas de IA el poder de analizar y utilizar esa
información.

13) Libertad y privacidad:
la aplicación de la IA a los datos personales no puede restringir de forma poco
razonable la libertad, real o sentida, de las personas.

14) Beneficio compartido:
las tecnologías de IA deberían beneficiar y fortalecer a tanta gente como sea
posible.

15) Prosperidad compartida:
la prosperidad económica creada por la IA debería ser compartida ampliamente,
para el beneficio de toda la Humanidad.

16) Control humano: los
seres humanos deberían escoger cómo y si delegan decisiones a los sistemas de
IA para completar objetivos escogidos previamente.

17) Sin subversión: el poder
conferido por el control de sistemas de IA altamente avanzados debería respetar
y mejorar, más que subvertir, los procesos sociales y cívicos de los que
depende la salud de la sociedad.

18) Carrera armamentística:
debería ser evitada cualquier carrera armamentística de armas autónomas
letales.

19) Capacidad de precaución:
al no haber consenso, deberíamos evitar las asunciones sobre los límites
superiores de las futuras capacidades de la IA.

20) Importancia: la IA
avanzada podría representar un profundo cambio en la historia de la vida en la
Tierra, y debería ser planificada y gestionada con el cuidado y los recursos
adecuados.

21) Riesgos: los riesgos
asociados a los sistemas de IA, especialmente los catastróficos o
existenciales, deben estar sujetos a planificación y esfuerzos de mitigación
equiparables a su impacto esperado.

22) Automejora recursiva:
los sistemas de IA diseñados para automejorarse recursivamente o
autorreplicarse de una forma que pudiera llevar al rápido incremento en su
calidad o cantidad deben estar sujetos a unas estrictas medidas de control y
seguridad.

23) Bien común: la
superinteligencia debería ser desarrollada sólo en servicio de unos ideales
éticos ampliamente compartidos y para beneficio de toda la Humanidad, más que
para un Estado u organización.

“El fundador de Microsoft defiende que los
robots deberían compensar fiscalmente los puestos de trabajo que reemplazan.
Gates propone que esa recaudación se destine a los colectivos más vulnerables y
a la creación de puestos de trabajo de carácter social”…
Bill Gates: los
robots deberían pagar impuestos (Expansión –18/2/17)

¿Deben los robots pagar impuestos? ¿En
concepto de qué, si no reciben a cambio servicios de salud, educación,
pensiones…? Gravar fiscalmente el desarrollo tecnológico para frenar la destrucción
de empleo, ¿será beneficioso o perjudicial para la sociedad a largo plazo? Este
debate está ahora sobre la mesa, ante la rapidez con la que evoluciona el mundo
digital.

El propio Parlamento Europeo estudia una
propuesta, conocida como Informe sobre Personas Electrónicas, que pretende que
las máquinas inteligentes paguen impuestos y coticen a la Seguridad Social.
Esta idea, que cuenta tanto con apoyos incondicionales como con detractores, propone
“la creación de un estatuto jurídico específico para los robots, para que al
menos los que sean autónomos y más sofisticados tengan la condición de personas
electrónicas, con derechos y obligaciones específicas”.

Y hace aproximadamente un año, un grupo de
400 científicos, académicos y otros expertos, entre ellos Stephen Hawking y
Elon Musk (fundador de PayPal y Tesla), firmaron una carta en la que reclamaban
un desarrollo tecnológico “responsable”, y proponían estudiar si la
implantación de una renta universal (de algún tipo) podría contribuir a una
transición menos dolorosa hacia la aclamada “era del conocimiento”.

Ambas propuestas barajan, en definitiva,
elevar la recaudación de impuestos de los países para garantizar un nivel de
prosperidad mínimo para toda la sociedad.

Ahora, es Bill Gates, cofundador y expresidente
de Microsoft, y el hombre más rico del mundo, el que aboga por gravar a los
robots. En su opinión, los gobiernos deberían cobrar un tributo a las empresas
que los compran. Desde su punto de vista, estos ingresos podrían destinarse a
la creación de empleo en otras áreas donde la empatía y la sensibilidad humana
es más difícil de sustituir por una máquina, como por ejemplo el cuidado de
niños y ancianos.

En una entrevista con Quarz, Gates señala que
los gobiernos deben ser quienes supervisen y recauden estos impuestos, pues son
éstos quienes tienen en su mano redirigir fondos a los colectivos más
vulnerables de la sociedad.

Gates insiste en que, en los próximos años,
muchos puestos de trabajo desaparecerán a causa de la automatización. La OCDE
calcula que el 9% de las profesiones desaparecerán en los próximos años (en
España, el 12%). Otras investigaciones en EEUU elevan la cifra hasta el 47%. El
problema, según este empresario, es la rapidez con la que está teniendo lugar
este cambio.

“Si usted adopta una máquina que es capaz de
realizar las tareas que antes hacía un trabajador, y a través de la
financiación y formación correctas poner a esa persona a hacer otras cosas,
entonces usted irá un paso por delante. Pero ese empleado pagaba impuestos a los
que no puede renunciar, porque ésa es precisamente una de las maneras de
financiar esa formación”, señala el fundador de Microsoft.

“Existen muchas maneras de gravar ese extra
en productividad. Es hora de empezar a hablar de cómo hacerlo y medirlo. Parte
del tributo puede proceder de los beneficios generados por el incremento de
eficiencia alcanzado. Otra parte puede venir directamente de algún tipo de
impuesto sobre los robots”, propone.

Gates urge a las autoridades a diseñar
programas de transición” cuando antes, especialmente para los colectivos más
vulnerables. “Es realmente malo que la gente en general sienta más miedo que
entusiasmo con respecto a la innovación”. En este sentido, concluye Gates, “los
impuestos son sin duda una mejor manera de manejar el desarrollo tecnológico
que la prohibición de algunos elementos del mismo”.

¿Cómo será la vida cuando los robots
sustituyan a una buena parte de los trabajadores?

El temor ante el veloz desarrollo de la
inteligencia artificial y la mejora en las funcionalidades de los robots ha
ocupado el estudio y la observación de economistas, políticos y expertos en
tecnología.

No les hablo de ciencia ficción: un estudio
del Foro Económico Mundial augura que se destruirán siete millones de empleos
en los 15 países más desarrollados en los próximos cinco años. En España, la
OCDE estima que el 12% de los puestos de trabajo son susceptibles de
automatizarse. El futuro ya ha llegado y desde algunas instituciones ya se
trabaja en los próximos escenarios que crearán los androides dentro de las
sociedades desarrolladas.

En este punto ha surgido la propuesta de la
eurodiputada de Luxemburgo Mady Delvaux, quien ha presentado un informe
teniendo en cuenta desde soluciones económicas hasta las implicaciones éticas y
en materia de responsabilidad civil que conllevará la integración masiva de los
robots en los puestos de trabajo. Una de las sugerencias más sobresalientes
consiste en la imposición de una tasa a estas máquinas, que equivalga a una
cotización que nutra la Seguridad Social y garantice el mantenimiento del
Estado del bienestar. Es decir, que las empresas aporten una cotización por
robot destinada a pagar nuestras pensiones.

Pese a que algunos economistas no tardaron en
tachar esta propuesta de disparate, auténticos visionarios como Bill Gates se
han mostrado alineados con el razonamiento de la luxemburguesa. El fundador de
Microsoft concibe que las máquinas puedan sustituir a gran parte de los
trabajadores en 2030, por lo que este es el momento de aportar ideas y soluciones
para enfrentarse al nuevo desafío laboral.

Lejos de todo pesimismo, Gates no cree que el
pago de un impuesto por los robots desincentive la innovación tecnológica. En
cambio, considera que la automatización de muchos trabajos arduos y de gran
coste para la salud dejará a más empleados disponibles para tareas de mayor
exigencia de empatía y humanidad, como los cuidados a personas mayores o la
educación.

Otro de los grandes cerebros de la innovación
tecnológica actual, Elon Musk, director de Tesla y Space X no se ha pronunciado
al respecto de la idoneidad de un gravamen para los robots, aunque sí ha
apostado por la fusión de los humanos con las máquinas como única solución.
Musk argumenta que esta integración entre el pensamiento humano y el digital resultará
imprescindible para que los primeros sigan siendo relevantes ante el
incuestionable triunfo de la inteligencia artificial en el futuro próximo.

En cualquier caso, estos líderes de la
innovación mundial coinciden en que la cuestión no puede esperar mucho más
tiempo. Las autoridades políticas y científicas de los países desarrollados
tienen que estar preparadas antes de que los robots les saluden, interrogantes,
desde el otro lado de la mesa.

“McKinsey
ha avisado del tipo de puestos que peligran -transporte, hostelería, fábricas y
trabajos administrativos- y de que el tamaño del mercado robotizado a nivel
mundial podría suponer 16 billones de dólares de ahorro en sueldos y salarios”…
España
robotizada: una tasa de paro del 57% (Vozpópuli – 28/2/17)

Si
un robot sustituye a un trabajador con un sueldo de 50.000 dólares, ¿por qué no
debería la empresa contribuyente pagar impuestos parecidos a Hacienda?

McKinsey
ha avisado del tipo de puestos que peligran -transporte, hostelería, fábricas y
trabajos administrativos- y de que el tamaño del mercado robotizado a nivel
mundial podría ser 16 billones de dólares de ahorro en sueldos y salarios.
16.000.000.000.000. 16 millones de millones. No muy lejos del PIB o la deuda de
EEUU, o el 22% del PIB mundial, según las últimas cifras del Banco Mundial. La
consultora sitúa a la mayoría de los empleos automatizables en el segmento
salarial de menos de 20 dólares la hora, que de paso es dónde se concentra el
grueso de la fuerza laboral en EEUU.

Otra
información muestra la relación por países, tanto en la cantidad de empleados
que serán afectados como en el ahorro que supondrá para las empresas. Entre el
41% (Kuwait, Sudáfrica) y el 54% (Tailandia) o el 56% (Japón) de los puestos en
cada país podrían estar en peligro. En términos absolutos, las tres principales
naciones afectadas serán China, India y EEUU, que se enfrentan a un desafío de
395, 235 y 60 millones de empleados, respectivamente, o un potencial ahorro de
3,6, 1,1 y 2,3 billones de dólares en cada país. España está entre los países
analizados.

En
España, según McKinsey, peligran nada menos que 8,7 millones de puestos de
trabajo, con un potencial ahorro de 217.200 millones de euros en sueldos y
salarios, o alrededor de la quinta parte del PIB. Hay un desglose por sectores.
El que peor parado sale aquí es el sector manufacturero, con un 64% de los
puestos -1,5 millones-susceptibles de ser robotizados. Luego el 64% del transporte
y el 62% de la hostelería -1,3 millones de puestos en total- y el 50%, u otros
1,1 millones de empleados del comercio; 954,000 puestos administrativos o
funcionarios, 833.000 en agricultura, bosques y pesca, y otro millón más entre
la construcción y la sanidad.

Según
la última Encuesta de Población Activa, hay 18,5 millones de ocupados en España.
En el peor momento de la larga crisis económica de la última década, en el
primer trimestre de 2014, se llegó a bajar a los 16,95 millones. Restando los
8,7 millones de McKinsey de los 18,5 millones de ocupados actuales del INE nos
dejaría con 9,8 millones de ocupados y 12,9 millones de parados: una tasa de
paro del 57%.

Para
la empresa, un robot no pide días libres, no se pone enfermo, no se queda
embarazada, no hace huelga, no exige más pasta y no se queja si el jefe no está
contento con la calidad de la pieza. Y salvo periodos de mantenimiento, puede
trabajar 24 horas al día, 7 días a la semana, todo el año. Si un robot rinde
así el triple o el quíntuple o más que un ser humano, ¿por qué se lo va a
pensar dos veces el empresario? Lo que está diciendo Gates es que esa
posibilidad tecnológica está a la vuelta de la esquina y cuando ocurra va a
suponer una redistribución de riqueza absolutamente histórica por todo el
planeta. Si los gobiernos no legislan, si no le ponen coto, toda esa riqueza
irá a parar a las cuentas de las empresas dueñas de los robots y de los
procesos de automatización.

A
nivel macroeconómico, las consecuencias serían mayores, tanto para la demanda -un
57% de paro no sería muy ventajoso para el comercio- como para la recaudación
(IRPF, Seguridad Social) y por ende la deuda y el déficit (¿quién pagaría todas
las prestaciones llegados a ese mundo?), en un entorno demográfico español
pesimista a largo plazo en un mundo que estará llegando a los 9.000 millones de
habitantes: se habrá triplicado en menos de un siglo. Cuando el hombre más rico
del planeta se ofrece voluntario a pagar más impuestos, deberían sonar todas
las alarmas. Tal engendro no se solucionará con más abrazos para el abuelo y
escuchar mejor al vecino.

De
dónde vengo… (lo que la crisis nos dejó: el paro de larga duración)

El
gráfico 1 muestra las tasas de paro de larga duración (PLD) de la mayoría de
los países miembros de la OCDE en 2007 y 2015. Se observa un aumento
pronunciado, de 3,5 puntos porcentuales (pp) o más, en cuatro de los países
rescatados, España, Grecia, Irlanda y Portugal, y en Italia; lo que es muy alto
comparado con el promedio de 1,6 pp en la UE y de 0,7 pp entre los países de la
OCDE. Por el contrario, hubo un aumento relativamente modesto en la mayoría de
los países anglosajones. Y en Alemania y en algunos otros países la tasa de PLD
ha caído. Al mismo tiempo, la incidencia del PLD también varía enormemente
entre diferentes grupos de trabajadores.

 

Gráfico
Tasa de paro de larga duración en los países de la OCDE, 2007 y
2015 (proporción de la población activa, %)

 

Descripción: figure_1_a

 

Fuente:
OECD.Stat (Estadísticas Anuales de Fuerza de Trabajo).

 

El PLD
provoca un considerable estrés mental y material en las personas afectadas y
sus familiares, y hay abundante evidencia de que la probabilidad de encontrar
empleo de los parados tiende a caer con la duración del mismo. Por tanto,
muchos parados de larga duración pueden encontrarse pronto en el margen del
mercado de trabajo, con escasas opciones de volver a trabajar. A nivel agregado
esta situación puede traducirse en bajas tasas de crecimiento y alto paro
estructural.

Fuente:
Fedea 15/11/16

 

… y a dónde voy (lo que la robotización nos puede dejar:
el paro eterno)

Sin
entrar en cuestiones morales, éticas, jurídicas, distribución del ingreso,
incremento de demanda, aprovechamiento del recurso humano, formación, o
creatividad… me voy a centrar en dos aspectos que creo pueden “sonar” muy bien
a las mentes liberales (por la suerte que les trae -a los ricos y poderosos- y
porque permitiría alcanzar su “paradigma” de privatización y desregulación de
la economía.

La
Renta Básica reducirá la criminalidad (al menos la de baja intensidad). Al
permitir vivir por encima del umbral de la pobreza se evita la delincuencia de
“necesidad” y de “reacción” social.

Una
gran parte de la inseguridad ciudadana está vinculada a robos domiciliarios,
robo en los cajeros automáticos, tirones, atropellos, o raptos exprés. Ese tipo
de violencia cotidiana es la principal causa de alarma social y percepción de
criminalidad.

La
Renta Básica permitirá reducir (o eliminar) los principales servicios del
estado de bienestar: educación, sanidad, desempleo, renta de subsistencia,
prestaciones sociales, pensiones…

Al
otorgar a la población unos ingresos mínimos garantizados (suficientes) ya no
queda justificativo (de equidad), para que el estado se haga cargo de las
prestaciones sociales para los sectores de menores recursos.

Todos
los que reciban la Renta Básica estarán en condiciones (y posibilidades) de
contratar privadamente la educación de sus hijos, el servicio de salud familiar,
podrán decidir sus planes de pensiones privados o el ahorro voluntario para la
vejez.

Finalmente,
mirado del lado de la “seguridad personal” (supervivencia) de los “ricos y
poderosos”, la Renta Básica es una “póliza” que cubre una gran parte los
riesgos robo, hurto, violencia, violación, raptos, reacción social, huelgas y
sabotajes. Hasta por razones de “egoísmo personal” deberían estar de acuerdo
con un ingreso garantizado que permita resolver la situación de degradación de
las condiciones de vida y de trabajo de una parte importante de la población
(evitando mayores envidias y resentimientos).

Mirado
desde el lado del “dogma” liberal de la “privatización y la desregularización”
de la economía, la Renta Básica, permitiría reducir el aparato del estado, los
servicios sociales, la burocracia, los reglamentos, prestaciones y controles
públicos. Dejaría en manos de los ciudadanos la decisión y contrataciones de la
educación, sanidad, pensiones. Ya no serían necesarias las prestaciones por
desempleo, el sistema público de educación, sanidad y pensiones (o en su caso, competirían
con los privados).

Todo
ello a cambio, tal vez, que los robots paguen impuestos y cargas sociales (como
propone Bill Gates y otros) y/o de un dividendo básico universal (DBU),
financiado con los rendimientos de todo el capital (como propone Yanis
Varoufakis y otros).

Varoufakis
propone que una parte fija de las ofertas públicas iniciales (OPI) de venta de
acciones vaya a un fideicomiso público que, a su vez, genere una corriente de
ingresos a partir de la cual se paguen los DBU. En los hechos, la sociedad se
convierte en accionista en cada corporación, y los dividendos se distribuyen
uniformemente a todos los ciudadanos. En la medida en que la automatización
mejore la productividad y la rentabilidad empresarial, la sociedad en su
conjunto comenzará a compartir los beneficios. No habrá necesidad de ningún
nuevo impuesto, de ninguna complicación en el código tributario. A medida que
se perciban mayores ganancias y las mismas se redistribuyan automáticamente a
través de los ingresos aumentados por los DBU, se tendrían más fondos
disponibles para ser usados en la Renta Básica…

Los
europeos y los estadounidenses sienten un estancamiento en la economía y la
política occidental. Están frustrados con la situación inmutable y ven el orden
establecido como corrupto, paralizado y sin contacto con la realidad. Está
claro para todo el mundo que estamos asistiendo al auge de fuerzas radicales en
la izquierda y la derecha en todo el mundo. Populistas de ambos signos, que
comparten un desdén por la globalización, se sienten fuertes, seguros de que el
futuro va a favor suyo.

La
máquina y el hombre: Hay que implantar la RB, primero condicionada y luego,
universal. Si no lo hacen por “justicia y equidad” (con los pobres y los
expulsados del sistema de producción), háganlo, al menos, por “seguridad”
(supervivencia), de los ricos y poderosos. No todos llegarán a ser
Michelángelo, Mozart o Dostoyevski,  pero vale la pena intentarlo. A ver si
logran hacer funcionar la “máquina de pensar” que alimenta el “paradigma”
liberal. Hay que evitar “amplificar” el malestar social.

Coda
(no comment)
:
Cuando tenía terminado el Paper (3/3/17), me “tropiezo” con los siguientes
artículos (suele ocurrir, cuando uno lee 12 periódicos por día…), que pueden
servir como “post data”. A partir de estas dos versiones distintas sobre
el incierto porvenir del capitalismo actual, podrán ustedes dar o quitar
razones para el optimismo o el pesimismo.

La
guerra que está por llegar (y que no digan que no les avisé)

(Nota:
la foto que ilustra el artículo ya fue utilizada por mí, en un Paper anterior
para destacar el choque entre la pobreza y la riqueza. “Mira tú por donde”…)

 

Descripción: Foto de Qué aterroriza a los ricos después de los papeles de Panamá

No se puede dormir tranquilo cuando millones de personas
te odian. (iStock)

 


Esto es lo que aterroriza a los ricos después de la publicación de los
papeles de Panamá (El Confidencial – 3/3/17)

El
“Wealth Report” de este año abre una ventana a las ansiedades de los poderosos:
la brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor y esto puede tener
consecuencias

(Por
Héctor Barnés)

A
comienzos de abril de 2016, diversos medios internacionales entre los que se
encontraba El Confidencial publicaron los “Papeles de Panamá”, una
investigación que puso al descubierto la evasión fiscal realizada a través del
despacho panameño Mossack Fonseca. Es posible que la revelación no haya provocado
el desmantelamiento de los paraísos fiscales del mundo uno a uno, pero sus
efectos se están dejando notar, al menos en las pesadillas del porcentaje más
privilegiado de la población.

Lo
desvela uno de los capítulos de la edición de 2017 de “The Wealth Report”, el informe anual que
aborda los hábitos, inversiones, miedos y perspectivas de los más ricos y que
es editado por la consultora Knight Frank. Si el año pasado ya anunciaba que
la desigualdad económica era un grave problema para el capitalismo, este año
traduce esa sensación a una amenaza muy tangible para los súper ricos, aquellos
que tienen un patrimonio superior a los 30 millones de dólares (algo más de 28
millones de euros).

“A medida que la desigualdad aumenta, los muros se hacen cada vez más
altos y las personas muy ricas son el objetivo”, explica en el informe Ian
Bremmer, el fundador y presidente de Eurasia Group al editor Andrew Shirley. Su compañía publica
anualmente un informe con los riesgos geopolíticos para la economía global
(este año Trump, China y la débil Merkel se encuentran en los primeros
puestos), por lo que conoce bien la tramoya global. Y se está fraguando una
hipotética guerra entre la población empobrecida y las élites adineradas.

Uno
de los hitos fue, precisamente, la publicación de los “Papeles de Panamá”, que
puso de relieve cómo los privilegiados no solo disponen de muchos más recursos
que el resto de la sociedad, sino también que harán todo lo posible por no
pagar impuestos que beneficien al Estado de Bienestar. “Los Papeles de Panamá
no hablaban de la clase media, sino de los ricos”, explica Bremmer. “Ahora su mayor preocupación no es su dinero, sino su
seguridad personal”.

La
supervivencia a través de la igualdad

Ocurría en los pasados informes de Knight Frank y vuelve a
reaparecer este año: si el capitalismo en general y los más ricos del mundo en
particular quieren sobrevivir, deben empezar a solucionar el problema de la
creciente desigualdad económica. Hace apenas dos meses, un informe de Oxfam
Intermón presentado en el Foro Económico Mundial desvelaba que los ocho hombres
más ricos del mundo acumulan tanto capital como la mitad más pobre de la
población global;
en España, tres personas (Amancio Ortega, fundador de Inditex, su hija Sandra y
Juan Roig, primer accionista de Mercadona) amasan riqueza equivalente al 30%
más pobre de España.

“A medida que, por ejemplo, el riesgo de ser secuestrados se
dispara, necesitarán empezar a pensar cómo quieren vivir sus vidas, cómo
interactúan con el resto del mundo, y cómo se sienten consigo mismos como seres
humanos”,
añade el autor de “Superpower” y “Every Nation for Itself”. “¿Qué clase de futuro quieren para sus hijos? ¿En qué
sociedad quieren vivir? Necesitan pensar más sobre ello. Debería ser su
principal preocupación”. En los últimos años, diversas familias
de multimillonarios han sido objeto de secuestros con rescate en países como
Rusia, México o Brasil. Aunque no se trate de una amenaza común, sí ha dado
lugar a un nuevo miedo en las capas superiores de la sociedad.

El consultor promueve un pacto más o menos justo: ceder parte de la
riqueza a cambio de una seguridad personal que cada día se encuentra más en entredicho,
y que obliga a que los multimillonarios destinen gran cantidad de recursos a
este concepto.
Aunque probablemente la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca beneficie a
las élites estadounidenses (“cuando tienes un multimillonario liderando el
país, es probable que los ricos salgan ganando”), la mayor parte de países no
disponen de los recursos necesarios para hacer frente a estos problemas debido
a la pérdida de poder de los distintos gobiernos.

El
problema es que, como asegura el propio Brenner, no es posible solucionar la
situación; tan solo suavizarla. Algunas fórmulas funcionarán, otras no; pero
las que salgan adelante no lo harán a nivel nacional, señala el consultor, sino
tan solo a una escala municipal o local. En términos generales, la desigualdad
económica en países como EEUU aumentará, en parte porque no sabemos cómo
medirla. “El pleno empleo, por ejemplo, ya no es una métrica útil porque habrá
mucha gente empleada en la “gig economy” en la que el trabajo se realizará por
demanda”, explica.

El
movimiento del Capitalismo Inclusivo

No
es la primera vez que las élites ven las barbas del vecino cortar, y no, no nos
referimos a viejas revoluciones. En el informe del pasado año, Lady Lynn Forester De Rothschild (de los Rothschild de toda
la vida) explicaba en qué consistía la Coalición del Capitalismo
Inclusivo, comisionada por el Ayuntamiento de Londres y que tiene como objetivo
“restaurar la confianza” en dicho sistema económico.

“Una sociedad dividida no puede mantenerse y no importa si formas
parte del 1% o del 0,0001%”, explicaba en “The Wealth Report”. “Si la sociedad
que te rodea se derrumba, lo vas a pasar mal”. Todos los indicadores
señalan a una creciente desconfianza por parte de la sociedad hacia los
políticos y las empresas, que ha dado lugar a movimientos como Occupy Wall
Street en EEUU, pero también a otros de corte más populista. “Que los negocios no gocen de la confianza de la sociedad,
muchas veces con razón, no es bueno para el capitalismo”, añadía Rothschild.

Resulta
sintomático que la descendiente de una de las familias más poderosas de los
últimos siglos adopte en consonancia con otros discursos populares: “No creo
que el capitalismo practicado de la manera adecuada tenga que disculparse”,
aclara. “El capitalismo de amiguetes está fatal, porque subsidia a los ricos
mientras devoramos a la clase media: los gobiernos no deberían existir para
proteger a los ricos”. Las guerras del futuro no solo se librarán en el
panorama internacional sino también, como si de una novela de J.G. Ballard se
tratase, entre los estratos de una misma sociedad. Los más ricos están buscando
soluciones para agotar todas las vías antes de que su seguridad se ponga a
prueba, aunque quizá sea demasiado tarde.

¿Quién
debe pagar la Renta Básica? ¿Warren Buffet, Silicon Valley o Robocop?


Donde los robots pagan impuestos (Vozpópuli – 3/3/17)

 

Descripción: Fotograma de la película "Blade Runner" (1982) - Youtube

Fotograma de la película "Blade Runner" (1982)
– Youtube

 

(Por
Manuel Alejandro Hidalgo)

“Yo
he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de
Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de
Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la
lluvia. Es hora de… pagar impuestos”. ¿Se imaginan? ¿Imaginan que el replicante
Roy Batty terminara su escena culmen afirmando que debe pagar sus impuestos? ¿Se
imaginan a un programador insertando en el sistema operativo de un droide de
protocolo que pagar impuestos es bueno y deseable?

Ciertamente
he caricaturizado un debate que sin embargo, y a pesar de lo extraño del mismo,
tiene a grandes defensores entre gentes influyentes. Algunos consideran que la
propuesta es original. Otros, por el contrario, aberrante. Para una minoría,
simplemente imposible. Cuando menos sí debemos reconocer que es acorde con los
nuevos tiempos. Sin embargo, en mi humilde opinión y que cambia conforme voy
conociendo más datos y evidencias, es que tal posibilidad simplemente no sería
útil. En este post voy a explicarles por qué creo que no es una gran idea
gravar con nuevos impuestos a los robots. Y al menos tengo dos razones para
ello.

Desde hace al menos tres décadas el peso que las rentas salariales
representan sobre el total del VAB no ha parado de caer. En el siguiente
gráfico les muestro la evolución (hasta 2007 ya que es la base de datos que
hasta este momento tengo codificada en mis ficheros, aunque nos sirva
igualmente). La tendencia decreciente es clara en
las principales economías. Desde la Gran Recesión los datos nos indican que no
solo se mantiene esta tendencia decreciente sino que incluso se ha acelerado en
algunos países. Como ya he
comentado en otras ocasiones, existen varias posibles explicaciones para esta
evolución y que han ganado cierta reputación en la academia: cambio
tecnológico, peso de las rentas inmobiliarias o mayor peso de las amortizaciones
en el conjunto de las rentas.

 

Descripción: http://images.vozpopuli.com/2017/03/02/la_economia_explicada/Grafico_1004309946_6194809_667x485.jpg

 

Fuente:
EU-Klems y elaboración propia

 

Esta tendencia tiene consecuencias a tener en cuenta. En primer
lugar, el menor peso de las remuneraciones de los trabajadores está en el
epicentro del aumento de la desigualdad. En segundo lugar, es obvio el efecto
sobre los ingresos fiscales, especialmente en aquellos países donde un
importante porcentaje de estos ingresos se originan en la renta de los
trabajadores.
Si el peso de estas rentas mantiene en el futuro el
derrotero seguido en las últimas décadas, será imperativo transferir parte de
la carga impositiva desde el trabajo al capital. Sería justo pues, según este
razonamiento, que el factor “beneficiado” por el cambio tecnológico deba pagar
más impuestos. Como la robotización intensificará dicha transferencia, son
estos los que deberán ser tratados como sujetos pasivos de los impuestos.

Pero este supuesto razonamiento parte de la base de que la
transferencia de peso en la renta total va desde los trabajadores hacia el
capital. Sin embargo, no parece que esto sea tan evidente. En un reciente
trabajo, un alumno de la Universidad de Chicago, Simcha Barkai, nos enseña una
realidad muy diferente. Lo que este estudiante ha encontrado es que, para los
Estados Unidos, el menor peso de las rentas salariales no ha sido transferido a
las rentas del capital. Al parecer, el destino de esa porción de tarta ha sido
en realidad las rentas empresariales, es decir, el excedente bruto empresarial
(EBE).

El
valor añadido bruto, es decir, la renta (riqueza) generada en un año se
distribuye por las fuerzas del mercado entre los diferentes factores de
producción que participan en ella: trabajadores, capital y factor empresarial. Mientras es
fácil identificar las rentas del trabajo, aunque últimamente no lo es tanto,
separar las del capital con el EBE es más complejo. Sin embargo, esta es la
principal aportación del trabajo de Barkai: identificar las rentas del capital
frente al resto para los Estados Unidos desde los años ochenta. Y lo que este economista encuentra es que, por los
motivos que en esta misma columna exponíamos la semana pasada, las corporaciones han elevado su poder de mercado en las
últimas décadas consiguiendo apropiarse de una mayor parte de la renta total.
De hecho, y contrariamente a lo que se creía, no solo los trabajadores han
perdido peso en el VAB, sino que también lo ha hecho el capital.

Si uno lo piensa con tranquilidad tiene sentido. El precio del
capital, su coste, se ha visto reducido en las últimas décadas gracias al
cambio tecnológico. Por este motivo, los “propietarios” del capital no obtienen
necesariamente una mayor rentabilidad por el uso del mismo, por lo que su renta
no ha aumentado particularmente durante estos últimos años. En consecuencia, si
los trabajadores ya no poseen el trozo de tarta de antaño y este no ha sido
absorbido por el capital, solo nos queda un tercero en discordia: el EBE.

Para
España se observa además un aumento del EBE durante los últimos 16 años. Así,
según los datos de la Contabilidad Anual del INE, si en 1999 el EBE
representaba en nuestro país el 29 % del VAB descontados impuestos netos, en
2015 este peso era del 37,3 %. Cierto es que gran parte de esta renta se dedica
a la amortización. Mientras en 1999 el 12 % del VAB se usaba para amortizar el
capital disponible, en 2015 es el 16 % del mismo el necesario para contabilizar
la depreciación del capital. Aun así, el peso del Excedente neto en el valor
añadido neto pasó del 16,4 % al 20,4 %.

De ser cierto, este razonamiento nos lleva inexorablemente a
propuestas de política económica (y fiscal) que no deben ser necesariamente la
imposición del capital. Es por esta razón pragmática por la que creo que no
tiene mucho sentido discutir sobre la imposición de robots: no obtendríamos los
recursos deseados.

Se podría argumentar, sin embargo, que aun así obtendríamos unos
ingresos deseables por bajos que fueran. Sin embargo, la eficiencia de estos
impuestos es posiblemente muy limitada. Podríamos argumentar que los robots son
una gran amenaza para el empleo y el bienestar de los trabajadores. Pero como
también se ha explicado más de una vez, el cambio tecnológico, como el
comercio, a pesar de crear ganadores y perdedores, tiene un efecto final global
positivo, canalizado principalmente por el aumento de la productividad.

También es cierto que este aumento de la productividad pueda no
estar repartiéndose equitativamente, por lo que el crecimiento está siendo
menos inclusivo que en otras ocasiones. Pero no es menos cierto que la solución
no es gravar (dificultar) el cambio tecnológico y por ello el crecimiento
económico, sino corregir mediante transferencias sus efectos.

Así pues, quizás la mejor estrategia fiscal futura, a largo plazo,
sea racionalizar los impuestos como el de sociedades para elevar su capacidad recaudatoria,
así como el de hacer más protagonista impuestos finalistas, de uso de la renta,
como son el consumo. Es
cierto que cualquier diseño fiscal a largo plazo debe adelantarse pues al
cambio tecnológico, solo así estaremos libres de sufrir ciertas sorpresas, pero
estos cambios deben ser, ante todo razonables y razonados. Exigir a los robots
que coticen a la seguridad social parece más propio de una película de Mel
Brooks que de una obra maestra de la ciencia ficción.

¿Viejas
preguntas, nuevas respuestas?

 

Descripción: brazo-robot-dreams.jpg

 

“Cuando
los hechos cambian, cambio de opinión. ¿Usted qué hace, señor?” Se dice que
ésta es la manera en que Keynes respondió a las críticas de que había cambiado
su posición respecto de las políticas para responder a la Gran Depresión. El pragmatismo
de este tipo ya no es tan común: las opiniones políticas suelen caracterizarse
por una considerable inercia. Con demasiada frecuencia, las perspectivas de hoy
siguen moldeadas por los hechos de ayer.

A
partir de estos hechos “relevantes”… que cada uno se suicide como le dé la
gana.

 

 

 

 

Autor:

Ricardo Lomoro

 

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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