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La revolucion permanente en Rusia y China (página 2)




Enviado por Rafael Herrera Robles



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En este caso, el concepto de "civilización" empleado por Mariátegui, debe entenderse como lucha por mejorar las relaciones entre los hombres y de estos con la naturaleza. El uso de la técnica y la ciencia en la producción significa progreso si promueve y mejora la vida, es decir, si mejora las relaciones sociales. En el caso de la conquista, la técnica superior fue para doblegar a la cultura primigenia más equitativa, empeorando las relaciones de trabajo y las condiciones de vida, llegando al genocidio. Con toda claridad en territorios andinos –Ecuador, Perú y Bolivia– los intereses particulares de los conquistadores y sus sucesores de la república no han confluido con los intereses de la sociedad, constituyéndose en clases al margen de la historia, formando parte de la vertiente reaccionaria de la modernidad; mientras que clases sociales y culturas oprimidas luchando por sus reivindicaciones, luchado por dignificar la vida, son clases con historia, formando parte de la vertiente libertaria de la modernidad.

Existe consenso entre los estudiosos, que la economía del Tawantinsuyo, combinando la técnica con la organización social, incluyendo el uso adecuado del medio ambiente, logró solucionar el problema del hambre. Mariátegui acertó al decir que la conquista cortó ese proceso sin reemplazarlo por otro mejor.

LA REACCION ESTALINISTA

La estrategia sobre la revolución permanente se cumplió con la victoria de la revolución rusa en octubre de 1917. En 1919 se funda la III Internacional para promover la revolución mundial que se había iniciado en Rusia. Gregorio Zinoviev fue su primer presidente. Los cuatro primeros congresos (de 1919 a 1922) promovieron la estrategia de la revolución permanente. En enero de 1924 muere Lenin preocupado por la burocratización de la revolución, fracasando en su intento de separar a Stalin del cargo de secretario general del partido y de encargado de las nacionalidades no rusas que formaron la Unión de repúblicas socialistas soviéticas (URSS). Cuando Stalin se consolida en el poder canoniza a Lenin como infalible, surgiendo el "leninismo" (o "marxismo leninismo"), cuyos "principios" cambiaban de acuerdo a las coyunturas (del derechismo al ultraizquierdismo), en contraposición a lo que llamó "trotskismo", apelativo que endilgaba a toda oposición revolucionaria crítica.

Traicionando los principios de la revolución permanente, Stalin delimitó la revolución socialista a Europa, mientras que en colonias y semicoloniales se debe luchar por reivindicaciones democráticas burguesas bajo liderazgo de la burguesía nacional "revolucionaria" para desarrollar el capitalismo y en una etapa ulterior vendría el socialismo. En el periodo ultraizquierdista (1928-1933) se desecha a la burguesía nacional y hasta a las organizaciones reformistas (denominándolas social fascistas). Se habla de formar soviets (asambleas populares) pero no enseña el camino que conduce a ello, y, para llegar al socialismo, se necesita una serie de etapas previas de modo que siempre queda como objetivo remoto. A partir de 1933 –época de los frentes populares- se vuelve al criterio tradicional de buscar liderazgo en la burguesía.

Se suele catalogar a Stalin dentro de lo que llaman vertiente "positivista" del marxismo por la interpretación evolucionista y lineal del devenir. En escenario ruso lo colocan junto a Jorge Plejanov sin reparar la distancia histórica que separa a ambos personajes. Plejanov, fundador del marxismo ruso, en su momento, fue promotor de generaciones de revolucionarios, muchos de ellos, -contrariando en parte a su maestro-, se convierten en líderes de la primera revolución socialista victoriosa. Sus escritos, destacando sobre el arte y la vida social conservan actualidad como una obra "clásica" del marxismo. En su momento coadyuvó al avance de la historia. Stalin, al contrario, es la reacción, o más concretamente, la contrarrevolución en una época de ascenso revolucionario. Stalin se parece al personaje que intenta imponer el criterio de que la tierra es el centro del universo, donde el sol y demás planetas giran alrededor de ella, cuando desde hace siglos se ha demostrado que es lo contrario, es decir, que la tierra y los planetas giran alrededor del sol.

Lo más "original" en Stalin es el socialismo en un solo país, surgido alrededor de 1925, que para cualquier mentalidad medianamente ilustrada es un desvarío, si tenemos en cuenta que incluso el capitalismo surge inmerso en un sistema mundial que extrema las desigualdades y combinaciones. Extrañamente, para Stalin, el socialismo en un solo país sólo es aplicable a Rusia.

Cuando Trotsky condena la teoría del socialismo en un solo país como contraria a la realidad y contraria al marxismo, fue tildado de "derrotista", de estar en contra las "realizaciones nacionales", porque sólo espera la revolución mundial. Una crítica sin sentido, porque en 1924, conjuntamente a otros bolcheviques, entre ellos Preobrajensky, propuso planificar la economía en la que se complementen la industrialización y las reformas en el campo, siendo desechado por el estalinismo como la "cumbre de la utopía". Era la burocracia estalinista quien, en los hechos, estaba contra las realizaciones nacionales con proyección al socialismo, sin plantear (en 1924) ninguna alternativa. En 1929 Stalin se vio forzado planificar la economía en medio de una gran crisis que se pudo evitar si la planificación comenzaba en 1924, agravado porque no buscaba armonizar el desarrollo industrial y las reformas en el agro como era la propuesta de Trotsky.

Si bien es cierto que el socialismo sólo es posible con el triunfo de la revolución mundial, eso no impide iniciar su construcción en el ámbito de un territorio, al igual que la clase obrera de un país atrasado puede llegar al poder antes que la clase obrera de un país industrializado, cuyo mejor ejemplo fue Rusia.

José Carlos Mariátegui (1894-1930)

Mariátegui es el principal referente del marxismo indoamericano con una interpretación original del devenir, donde lo nacional y lo universal se consustancian. Sin conocer la propuesta de Trotsky pone en evidencia las desigualdades, combinaciones y coexistencia de diversas formas de vida en el sistema mundial y en un territorio como el Perú, donde el capitalismo si bien está en crecimiento, no logra imponer su lógica o "tonalidad" al conjunto de la formación social (que a nuestro criterio recién lo hace desde mediados de siglo).

Para Mariátegui: "El Perú es todavía una nacionalidad en formación. Lo están construyendo los aluviones de la civilización occidental, sobre los inertes estratos indígenas", rematando luego: "Una rápida excursión por la historia peruana nos entera de todos los elementos extranjeros que se mezclan y combinan en nuestra formación nacional".

La conquista incorpora los territorios andinos al naciente sistema mundial, coexistiendo, contraponiéndose y combinándose la cultura de vencedores y de los vencidos, engendrando la dualidad racial cultural que se evidencia en los diversos ámbitos del devenir, desde el arte a la religión y la política, por lo que en la guerra contra el dominio español surgieron dos vertientes: la indígena, cuya máxima expresión fue la revolución derrotada de Túpac Amaru (1780); y la vertiente criolla, que décadas después, al derrotar a los españoles(1821-24)), funda una república al margen y en contra de las mayorías nacionales. Toda esa diversidad está inmersa en el devenir mundial. "Tenemos el deber de no ignorar la realidad nacional; pero también tenemos el deber de no ignorar la realidad mundial. El Perú es un fragmento de un mundo que sigue una trayectoria solidaria24".

Como síntesis de su interpretación del proceso económico Mariátegui escribió: "en el Perú actual coexisten elementos de tres economías diferentes. Bajo el régimen de economía feudal nacido de la conquista, subsisten en la sierra algunos residuos vivos todavía de la economía comunista indígena. En la costa, sobre un suelo feudal, crece una economía burguesa que, por lo menos en su desarrollo mental, da la impresión de una economía retardada25".

Crítico acérrimo del evolucionismo y reformismo –que desechaba como resquicio del siglo diecinueve- destaca la diversidad de vertientes culturales y la dinámica de los pueblos oprimidos que "después de un largo colapso, puede encontrar por sus propios pasos, y en muy corto tiempo, la vía de la civilización moderna y traducir a su propio lenguaje, la lección de los pueblos de occidente26". En el mismo sentido evidencia la multiplicidad de procesos en la formación de los estados nación dentro del sistema mundial.

Miroschervski27, intelectual estalinista, tildaba a Mariátegui de "populista", por (supuestamente) dejar de lado a la clase obrera, dando primacía a los campesinos en la estrategia revolucionaria.

Contrariamente a ello, para Mariátegui, -siguiendo la tradición teórica del marxismo-, los campesinos, con intereses dispersos, no tienen política coherente para organizar el conjunto de la sociedad bajo sus intereses. Poniendo de ejemplo Europa feudal, escribe que las revueltas campesinas expresadas en "jacqueries" no pusieron en tela de juicio la feudalidad. Para que esto suceda fue necesario el liberalismo y el liderazgo de la burguesía. Distinto fue el caso de Rusia en el siglo veinte donde la liberación de los campesinos de la servidumbre fue parte del proceso de la revolución socialista hegemonizada por la clase obrera: "Dirigidas y actuadas por la burguesía urbana y el proletariado urbano, una y otra revolución han tenido como inmediatos usufructuarios a los campesinos. Particularmente en Rusia, ha sido ésta la clase que ha cosechado los primeros frutos de la revolución bolchevique, debido a que en ese país no se había operado aún una revolución burguesa que a su tiempo hubiera liquidado la feudalidad y el absolutismo e instaurado en su lugar un régimen demoliberal28".

Lo anterior es uno de los pasajes más sobresalientes del marxismo del siglo veinte donde clases sociales con intereses opuestos –burguesía francesa y clase obrera rusa-, promoviendo regímenes sociales diferentes, confluyen con las luchas campesinas para liberarse de la servidumbre. Esto no quiere decir que la burguesía francesa haya apoyado la liberación de los campesinos, sino que éstos, por sus propias luchas, en una coyuntura favorable, se auto emancipan de la servidumbre. En Rusia (1917), sólo cuando las direcciones pequeñoburguesas y burguesas los traicionan, los campesinos apoyan a los bolcheviques.

Entre otras singularidades de los países andinos, además de la dualidad racial cultural engendrada por la conquista, era la presencia de comunidades indígenas que serían pilares en la colectivización de la agricultura en un proceso socialista. Propuesta algo semejante a la de Marx para Rusia precapitalista de la segunda mitad del siglo diecinueve, cuando esperaba que las comunas rurales subsistentes sean pilares en la colectivización socialista de la era industrial si paralela a la rusa estalla la revolución europea para que ayude con la ciencia y la técnica.

Excepto un pasaje de Rosa Luxemburgo -aludida por Michael Lowy (que ya mencionamos)- reivindicando las formas comunales, la propuesta de Marx fue "olvidada" por el marxismo europeo, incluyendo el ruso, donde Plejanov y luego Lenin, -cada cual con perspectivas diferentes- abogaron por la destrucción de las formas comunales para crear mejores condiciones para el desenvolvimiento capitalista. Mariátegui desconocía la propuesta de Marx y de los populistas. La singularidad de su pensamiento está en las luchas indígenas incontables desde la conquista y la emergencia del movimiento cultural indigenista reivindicando el legado primigenio de cooperación, reciprocidad y equidad.

Cuando en la primera conferencia comunista latinoamericana de Buenos Aires (1929), aparece la propuesta estalinista de formar repúblicas autónomas de aymaras y quechuas, para Mariátegui, la estrategia de la Internacional (estalinista) no conduciría al socialismo, sino a la "constitución de un estado indio con todas las contradicciones internas y externas de los estados burgueses". "Sólo el movimiento revolucionario clasista de las masas indígenas explotadas podrá permitirles dar un sentido real a la liberación de su raza, de la explotación, favoreciendo las posibilidades de su auto-determinación política29".

Debemos aclarar que la formación de nacionalidades autónomas requiere como mínimo, un territorio delimitado y una elite o clase capaz de conducción y gobierno para establecer una sociedad de acuerdo a sus intereses. En Ecuador, Perú y Bolivia –excepto culturas de la amazonia de siglos pasados, actualmente diezmadas por la penetración capitalista- no se puede delimitar un territorio porque desde la conquista, dominantes y dominados forman una sola estructura económica social (incluyendo comunidades que se adecuan al pago de un tributo colonial). En esta estructura, mientras los conquistadores y criollos llegan a integrar la vertiente siniestra de la modernidad, clases sociales y culturas sojuzgadas llegan a formar parte de la vertiente libertaria de la modernidad. La resistencia contra los conquistadores fue liderada en primera instancia por la nobleza inca y luego por sus descendientes, siendo los dos últimos grandes intentos la revolución de Túpac Amaru (1780) y la sublevación de Mateo Pumacahua (1814). Al ser derrotados, la vertiente andina queda sin liderazgo y sus luchas se limitan a reivindicaciones locales o regionales, y cuando se alzan a las alturas de la política en las primeras décadas del siglo veinte, lo hacen bajo ideario mesiánico milenarista intentando la resurrección del Tawantinsuyo a la que consideran una sociedad justa, en momentos en que hace su aparición la clase obrera y el socialismo moderno (marxismo) que en la propuesta de Mariátegui lo autóctono y lo universal confluyen.

La propuesta de Mariátegui implica que además de la clase obrera, el sujeto de cambio al socialismo lo constituyen las formas comunales campesinas. Por eso el Partido Socialista fundado en 1928 se reclama de obreros y campesinos30, para luchar por una revolución que partiendo de reivindicaciones democrático burguesas marche en forma permanente o ininterrumpida al socialismo. Entre 1926 a 1928 Stalin y Bujarin desde Rusia también promovieron partidos obreros y campesinos pero para desarrollar el capitalismo en colonias y semicolonias. Lo opuesto a la propuesta de Mariátegui.

Se suele mencionar como vertientes que confluyen en la aparición de la teoría marxista, a la filosofía clásica alemana, a la economía Inglesa y a la política francesa, olvidando otra vertiente: el legado de cooperación y ayuda mutua de sociedades primigenias con sus resabios que aún se dejan sentir en los siglos diecinueve y veinte.

En otro aspecto del devenir, la división que hace Mariátegui de la literatura peruana –diferente a la europea- en colonial, cosmopolita y nacional, sólo se entiende inmersa en el proceso mundial de desigualdades y combinaciones, al igual que la interpretación de sus valores signos.

Aníbal Quijano reconoce la semejanza entre la concepción estética de Mariátegui con la de León Trotsky y Antonio Gramsci, pero a su criterio, sólo en la visión internacional del arte y la literatura, que sería marxista en Mariátegui, no así en la interpretación de la literatura peruana, sobre lo cual afirma: "Mariátegui aparece intentando menos un enfoque clasista del fenómeno literario, que empeñado en acelerar y ampliar la emancipación de la producción literaria de su tiempo, del andamiaje mental oligárquico y colonialista. Incluso su esbozo de periodización del proceso literario peruano en colonial, cosmopolita y nacional, y no en periodos marcados por regímenes de clase, así lo demuestran. En este sentido, la posición de Mariátegui hace parte de un movimiento ideológico nacionalista democrático, en cuyo seno surge la estética que ha dominado la crítica y la historia literaria del Perú, desde los años veinte de este siglo", siendo la obra más lograda, de Luís Alberto Sánchez31.

Quijano no fundamenta su crítica. Aclaremos que la semejanza del pensamiento de Mariátegui con Trotsky y Gramsci no se reduce a lo estético, sino también a lo político, que en la visión de la estrategia revolucionaria en Trotsky fue conocida como "revolución permanente", sobre la cual Gramsci estaba de acuerdo, aunque criticaba a Trotsky por su tendencia a forzar demasiado los acontecimientos, lo cual tendría efecto contrario.

No es casual que muerto Mariátegui (16 de abril de 1930), en la década del treinta, mientras el estalinismo se trazó como una de sus tareas en Indoamérica combatir al trotskismo, al luxemburguismo, al aprismo y al mariateguismo, una vertiente de trotskistas argentinos se reclaman sus seguidores32 y por mediación de ellos, su figura y pensamiento estuvo asociado a la "oposición de izquierda internacional" que en 1938 dio nacimiento a la IV Internacional.

Quijano se equivoca cuando dice que un enfoque marxista ("clasista") de la literatura impide impulsar la lucha contra el colonialismo.

Congruente con el análisis marxista, Mariátegui postulaba que el arte tiene sus propias reglas y métodos, y que, cuanto más lograda sea una obra desde la perspectiva artística, más puede contribuir a la emancipación de la humanidad de toda forma de explotación y opresión, incluso al margen de lo que quisieran los creadores.

La periodización de la literatura en colonial, cosmopolita y nacional, no anula el criterio de análisis marxista, -como se imagina Quijano- sino al contrario, lo confirma, ya que ubica a países, clases sociales y el quehacer cultural, con todas sus peculiaridades, inmerso en el sistema mundial de desigualdades y combinaciones, dentro del cual hay países colonialistas y colonizados, opresores y oprimidos, con contradicciones que conducen al retroceso o al avance, por lo que para Mariátegui, un pueblo, reivindicando su legado primigenio y haciendo suyo el legado libertario universal, puede salir en poco tiempo del colapso.

Según Mariátegui, el periodo colonial de la literatura –sin raíces autóctonas- forma parte de la literatura española en sus colonias. En el periodo cosmopolita, paralelo a la emergencia de nuevos sectores sociales –clase obrera y capas medias- se asimila diversas corrientes de diversas culturas que coadyuvan al desarrollo de una literatura orgánica nacional con valores signos universales. En los países andinos la traducción del legado universal a intereses nacional populares consiste en parte, en "americanizar" el idioma que trajeron los conquistadores.

Por ser una interpretación específica del quehacer literario, Mariátegui encuentra valores signos nacionales en la colonia como los casos del Inca Garcilaso de la Vega (Cuzco 1540, España 1615) con sus Comentarios reales de los Incas o Mariano Melgar (1790-1815) con sus yaravíes; y en la república, junto a valores signos nacionales, se yerguen valores signos coloniales como el caso emblemático de José Santos Chocano (1875, 1934), uno de los más representativos modernistas de América que en pleno siglo veinte seguía cantando loas a los reyes de España y a los conquistadores.

En su inmensa mayoría, la crítica literaria académica, -sin saberlo-, rinde homenaje a Mariátegui, al catalogar al modernismo –que surge a finales del siglo diecinueve, encontrando plenitud en las dos primeras décadas del siglo veinte- como una corriente que asimilando lo universal constituye la primera corriente "propiamente americana". El tramonto del modernismo da como resultado corrientes tan disímiles como el indigenismo (autoctonismo) y las vanguardias, -en forma confluyente o divergente- que en la propuesta de Mariátegui pueden formar parte de la literatura nacional, con valores signos se alzan a alturas universales como los casos de César Vallejo (Santiago de Chuco 1892, París 1938) en el Perú o Jorge Luis Borges en Argentina33.

Lo "autóctono", que en gran parte tiene su expresión en las corrientes indígenas o indigenistas, si nos atenemos a sus más altos exponentes, en modo alguno es antípoda de la modernidad como lo presenta el pensamiento académico, sino que llega a formar parte de la vertiente libertaria de la modernidad, incluso al margen de la conciencia de los artistas. El sentimiento y mentalidad de origen autóctono expresado en el milenarismo y mesianismo de la utopía andina han confluido en la formación de la vertiente marxista representada por Mariátegui.

Las clases dominantes se ufanan de ser modernas pero se resisten a reconocer el principio fundamental de la modernidad, la del cambio permanente. En este contexto, desde las primeras luchas contra el colonialismo que buscaban una reconfiguración o reconstrucción de la cultura andina inmerso en la cultura universal, hasta las luchas reivindicativas contra la explotación servil esclavista y contra la opresión racial cultural, forman parte de la vertiente libertaria de la modernidad.

VICTOR RAUL HAYA DE LA TORRE (1895-1979)

Haya de la Torre cuando se reclamaba marxista escribió que quien recorra América encontrará las más diversas fases evolutivas de la historia universal, entre ellas, salvajismo barbarie y civilización, donde cada forma "conserva vitalidad suficiente para gravitar sobre el todo económico y político". "ninguna escala tan completa de todas las etapas de la evolución humana como la que ofrece Indoamérica con sus agregados étnicos de inmigraciones sucesivas, de tan abundantes mezclas con las razas blancas"… Pero este proceso en el caso de la economía, por el dominio colonial de las grandes potencias: "en el curso de nuestra evolución económica las etapas no se suceden como las de la transformación del niño en hombre. Económicamente Indoamérica es como el niño monstruoso que al devenir hombre le creció la cabeza, se le desarrolló una pierna, una mano, una víscera, quedando el resto del organismo vivo pero anquilosado en diferentes periodos de crecimiento34".

Para Mariátegui y Haya de la Torre, -en la década del veinte del siglo pasado- el Perú era un país precapitalista, "semifeudal", y el capitalismo en expansión, además de no seguir el recorrido de cooperación simple, manufactura y gran industria como en algunos países de Europa Occidental, tampoco ha recorrido el periodo de libre competencia, y en tanto es promovido por intereses del imperialismo extranjero a más capitalismo, más colonialismo. Además coincidían que el régimen precapitalista en el que se desenvolvía el capitalismo se legitimaba ideológicamente con la combinación y coexistencia de la mentalidad de casta racista heredero de la conquista y el "liberalismo". La diferencia estaba en que mientras Haya de la Torre oponía al imperialismo un capitalismo promovido por un "estado antiimperialista", para luego avanzar al socialismo, para Mariátegui, a la feudalidad y al imperialismo, oponía un proceso que partiendo de reivindicaciones democrático burguesas enrumben al socialismo.

Reivindicando el relativismo y la especificidad de América –dentro de su espacio tiempo histórico- respecto de Europa, Haya de la Torre escribió: "No hay, pues, una sola Historia antigua o una antigüedad y una edad media y moderna, sino tantos periodos semejantes cuantos procesos sociales y culturales adquieren desarrollo, consistencia y perennidad en el devenir histórico mundial35".

La división de la "Historia Universal" en edad antigua, media y moderna –de acuerdo al molde europeo occidental-, deja al margen a diversidad de culturas, entre ellas, de América autóctona36, por lo que no es universal, sino europea.

El relativismo de Haya de la Torre es certero en su afirmación de que la clasificación europea en edad antigua, media y moderna no es válida para América, pero no comprendió que las culturas originarias de América que se desenvolvían de modo desigual, autónomo y paralelo, cada cual inmerso en su espacio tiempo histórico, cambiaron al ser incorporadas por las conquistas y el colonialismo al sistema mundial que engloba lo "adelantado" y "atrasado", lo "moderno" y lo "arcaico", cortando toda posibilidad de desenvolvimiento autónomo, siendo imposible la repetición de etapas sucesivas sino más bien –conforme a la propuesta de Trotsky- éstas coexisten y se combinan en un solo sistema, convirtiendo al planeta "en un único organismo económico y político". Este proceso, que a finales del siglo veinte se ha denominado "globalización", en los marcos capitalistas, en vez de disminuir, exacerba las confrontaciones entre naciones, entre clases sociales y entre culturas, estallando crisis y guerras cada vez más violentas.

NACIONALISMO E INTERNACIONALISMO

El ideal de una sociedad basada en la hermandad del género humano en armonía con la naturaleza, tiene raíces en las manifestaciones instintivas de solidaridad y cooperación para sobreponerse a la adversidad, dando inicio -hace centenares de miles de años- al proceso de humanización, es decir, a la lucha por promover y dignificar la vida, que permitieron a una criatura elevarse por encima de las demás especies animales, convirtiéndose en el ser más activo de la naturaleza. Esa lucha por humanizarse dignificando la existencia, que prosigue hasta nuestros días, es el fundamento de la historia. Desde esta perspectiva, en el devenir han existido clases sociales con historia cuyos intereses particulares, privados, confluyen por lo menos en parte, con los intereses del conjunto de la humanidad, y hay clases sociales cuyos intereses particulares dejan de confluir con los intereses de la humanidad, tornándose en clases al margen de la historia (o sin historia). Entre otras, las autocracias antiguas en todas sus formas, los mandarines, los esclavistas, los señores feudales, los gamonales, los oligarcas tradicionales…, gracias a las luchas libertarias, han desaparecido del escenario de la historia, porque sus intereses particulares se tornaron contrarios a la convivencia humana. Actualmente el capitalismo y el dominio de la burguesía –que ha devenido en clase al margen de la historia- ponen en peligro el medio ambiente y la vida en el planeta. De perpetuarse su dominio se llegaría al final de la historia con la extinción de la especie humana30.

Más que por predisposición genética del ser humano, la confrontación y violencia que asola el devenir, se debe los regímenes basados en clases sociales antagónicas. Ernest Mandel escribía que "la disposición a la cooperación a la solidaridad, al amor al prójimo corresponde mucho más a las necesidades biológicas específicas, a los rasgos antropológicos fundamentales, que la tendencia a la competencia, a la lucha por la opresión a los demás"… "El hombre es un ser social no solamente en el sentido socio económico, sino también en el sentido biológico del término. De todos los mamíferos superiores, es el que nace en un estado más débil, el menos protegido, el menos capaz de autodefensa. La antropología considera al hombre como un embrión nacido prematuramente y provisto por ello de una organización fisiológica que lo hace capaz de un aprendizaje más prolongado, y de una adaptabilidad casi ilimitada, gracias a la actividad y la socialización en el curso de un año de existencia como embrión extrauterino. La filogénesis confirma aquí la ontogenia que en el origen de la especie humana se encuentran esos mismos procesos de activación (nacimiento de una praxis deliberada) y de socialización38".

No confundir la rebeldía, la imaginación, la aventura, la osadía, para sobreponerse a la adversidad, con la hostilidad y violencia alimentada por regímenes basados en clases sociales. Si bien es cierto que junto a la predisposición a la cooperación, fraternidad y solidaridad, dosis de violencia y hostilidad entre semejantes anidan en las entrañas del ser humano, en parte, por "herencia genética" de los tiempos que se confundió con el resto del mundo animal; también es cierto que hay la tendencia de que por lo menos parte de esa herencia negativa tienda a superarse, inmerso en relaciones sociales cada vez más humanas, con mayor razón, en una sociedad sin explotadores ni explotados donde, según Marx y Engels, comenzaría la "verdadera historia".

En sociedades o agrupamientos humanos que se desenvolvían en base a la caza, la pesca y recolección de frutos, -que abarca centenares de miles de años- su espacio vital se extendía a lo que su capacidad de vida nómade lo permitía. La vida sedentaria y la delimitación territorial se inicia con la domesticación de plantas (agricultura) y animales (ganadería), adquiriendo contornos precisos desde lo que se ha denominado "civilización", cuando surgen clases sociales y estados que en el devenir se han organizado de diversas formas, de acuerdo a los intereses de las clases dominantes, entre ellas, de autócratas, esclavistas, señores feudales, hasta desembocar en el dominio de la burguesía con el capitalismo de las transnacionales de nuestros días.

El término nación, que incluye delimitación territorial, homogenización cultural (comenzando del idioma) y (supuesta) tradición de "raza" y cultura surge a partir del siglo XVIII. En Estados Unidos, en lucha contra el dominio de Inglaterra, y en Europa, continente donde la economía se expande por encima de los cercos feudales y la burguesía lucha para desplazar del poder político a la aristocracia feudal.

En ambos procesos, la burguesía confluye en parte con ideales libertarios modernos surgidos con el renacimiento y reforma (religiosa), de justicia, libertad, democracia y fraternidad, legitimado en el racionalismo (en la razón) que inspira el contrato social (constituciones) opuesto leyes y constituciones inspiradas en la divinidad (Dios) y la sangre noble con que la aristocracia encubría su dominio jerárquico de estamentos y castas. Pero, sobre todo al llegar al poder, la burguesía va dejando de lado los ideales libertarios y, para defender sus intereses y hacer frente a las reivindicaciones socialistas resalta su posición reaccionaria.

El desenvolvimiento capitalista con el despojo violento de los medios de vida, (especialmente tierra) a las mayorías, comenzando de Europa, para proletarizarlas; las guerras de "unificación nacional" con la fobia y "limpieza de sangre" contra "minorías" y para defender o acrecentar sus mercados internos; las conquistas y el colonialismo que llegan al genocidio; la represión contra las reivindicaciones socialistas y otros movimientos libertarios (incluyendo a cristianos), etc., no tienen nada de común con la acepción primigenia de libertad, democracia y justicia social.

La proclamación del derecho a la propiedad y riqueza basado en el esfuerzo (trabajo) individual es progresivo en lucha contra los privilegios de estamentos y castas legitimados en criterios divinos y de "sangre" (alcurnia); pero con el dominio de la burguesía se convierte en farsa, considerando que en Europa y las colonias, la burguesía se apropia con violencia brutal de las fuentes naturales de riqueza y de la fuerza de trabajo. El desenvolvimiento capitalista sólo es posible despojando (expropiando) su propiedad -sus medios de vida- a las mayorías del planeta, a los productores directos, entre ellos, la propiedad de la tierra a los campesinos y conduciendo a la quiebra a los artesanos, proletarizándolos, volviéndolos parias, sin otro recurso que su fuerza de trabajo (capacidad mental corporal) para venderlo al capitalista. Por eso, cuando la burguesía europea occidental se horroriza que los comunistas quieren abolir su propiedad, Marx y Engels aclaran en el Manifiesto Comunista (1848) que es la burguesía quién ha dejado sin la propiedad de sus medios de vida a las nueve décimas partes de la población de Europa Occidental. Por lo tanto, se trata de expropiar a los expropiadores que suman sólo una décima parte de la población para reorganizar la sociedad de modo que el conjunto de la humanidad se convierta en propietaria social del conjunto de las riquezas del planeta. Un mundo de propietarios (sociales de sus medios de vida) sólo es posible con el proyecto socialista.

La concepción del mundo basada en la razón, opuesta al mandato divino, es eje espiritual para el surgimiento del mundo moderno, surcado por grandes contradicciones. Si bien es cierto que la modernidad en forma orgánica, como mentalidad y modo de vida, adviene con el capitalismo, no es patrimonio de este régimen sino que lo trasciende, en tanto la burguesía europea, sobre todo al hacerse del poder político, reniega de las ideas libertarias que en parte utilizó para hegemonizar la lucha contra la aristocracia feudal y son las clases populares quienes las reivindican, cohesionándolas para la acción política, surgiendo el socialismo que encuentra su máxima expresión en el marxismo.

Desde sus orígenes se aprecian dos vertientes de modernidad. Una, encarnada en las aspiraciones burguesas promoviendo el capitalismo, representa la vertiente conservadora y reaccionaria de la modernidad; la otra visión, que promueve una sociedad socialista, sin explotadores ni explotados, representa la vertiente libertaria de la modernidad. Todo lo que contribuya a mejorar la condición humana ha sido y es obra de la vertiente libertaria de la modernidad. El dominio de la vertiente reaccionaria ha conducido que el sistema mundial en declinación, con el deterioro de sus elites dirigentes, se asemeje a culturas decadentes de la antigüedad, cuyas instituciones públicas y privadas son copadas por la corrupción y criminalidad en todas sus formas. No es casual que los ideólogos de la burguesía "descubran" que se ha llegado al "final de la historia", renegando de los ideales libertarios del renacimiento, reforma, y todo el legado progresivo de la humanidad, incluyendo del seno de las religiones, lo que no es nuevo. Esa prédica surgió con el fascismo en la primera mitad del siglo veinte, extremando el nacionalismo sustentado en la fobia racista contra "minorías", contra pueblos y culturas consideradas alógenas é inferiores. El mismo argumento es utilizado en la actualidad por las democracias capitalistas.

En realidad, son los intereses de la burguesía que han dejado de coincidir con los intereses de la humanidad, convirtiéndose en clase sin historia (o al margen de la historia).

En forma paralela al nacionalismo burgués de las grandes potencias, surge un nacionalismo revolucionario, que en Europa del siglo diecinueve lo representaban territorios oprimidos, entre ellos, Irlanda y Polonia, y en otros continentes, las colonias, entre ellas, de América, que buscan sacudirse del dominio y opresión extranjero.

La solidez de la democracia de las grandes naciones imperialistas (Europa, América del Norte) se sustenta en su bienestar social, gracias a la succión de riquezas a colonias y semicolonias, por lo que su política, su nacionalismo, es reaccionario, mientras que en territorios oprimidos, cuando el nacionalismo defiende sus recursos naturales buscando el bienestar social y reivindica su legado libertario, es revolucionario, confluyendo con las aspiraciones socialistas. Pero también existe en colonias y semicolonias un nacionalismo retardatario que se legitima en los peores lastres, siendo los casos más notorios ciertos territorios de "oriente" que se legitiman en la vertiente más arcaica y reaccionaria de la religión oficial.

La formación de los estados nación, ha seguido diversos derroteros. Hay grandes diferencias entre Europa occidental y oriental, entre América del Norte y del sur, entre Indoamérica y "Oriente", a lo cual se debe agregar las especificidades de cada territorio y de pueblos que han quedado sin territorio.

En el caso de Indoamérica, la constitución de los estados nación –escribe Luis Vitali39- comienza con las luchas contra el dominio español y no se semeja al proceso europeo.

La integración económica y política de un territorio no es distintivo exclusivo de los estados nación capitalistas. Se conoce culturas de la antigüedad centralizadas e integradas, por lo que Samir Amin escribe: "la nación aparece cuando, además de la existencia de las condiciones elementales de continuidad geográfica, fortalecida por el uso de una lengua común (que no excluye variantes dialectales) y confirmada por su expresión cultural, existe, en el seno de la formación social, una clase social que controla el aparato central del Estado y asegura una unidad económica a la vida de esta comunidad, sin que esta clase sea necesariamente la burguesía capitalista nacional". Las sociedades árabes pre coloniales –continúa- no eran feudales sino comerciales, porque "el excedente sobre el que se fundaba el Estado imperial, la civilización y la vida material de sus clases dirigentes, no tenía como principal origen el producto agrícola de los campesinos de la región, sino que lo encontraba en los beneficios del comercio a larga distancia", cuyos beneficiarios eran los mercaderes, clase dirigente que promovió el estado nación árabe40.

Se puede discutir si es factible el empleo de la categoría "nación" (¿de vasallos y siervos?) para sociedades precapitalistas, al igual que la existencia de un feudalismo árabe que el autor niega. Sin embargo, acierta cuando menciona sociedades precapitalistas centralizadas y cohesionadas que antecedieron al capitalismo. En este sentido podemos decir que el Tawantinsuyo, no obstante haberse formado en base a un conglomerado multicultural, existía más integración y centralización –económica, política y cultural- que en los actuales países de Ecuador, Perú y Bolivia, territorios en el que se desenvolvió el Tawantinsuyo.

Sólo en algunos territorios, entre ellos, de Europa Occidental y Estados Unidos de Norteamérica, los diversos sectores de la economía se han desarrollado con cierta proporcionalidad unificando un territorio, mientras que en la mayoría de territorios –especialmente colonias y neocolonias- se ha fragmentado los territorios privilegiando una economía primario exportadora -en base a enclaves- para el mercado internacional de acuerdo al requerimientos de las grandes potencias opresoras, desligado de los intereses nacionales.

Desde la antigüedad, antes del advenimiento del sistema mundial, la economía enlazaba diversos territorios en "regiones" (¿sistemas culturales?) del planeta, que se desenvolvían de modo autónomo y paralelo respecto a otros sistemas culturales de otros continentes, incluso desconociéndose. En cada zona, además de lazos económicos por encima de las fronteras también se establecía la solidaridad de las clases dominantes contra la "subversión", para defender y perpetuar la explotación y opresión a las mayorías, las mismas que, para defenderse, buscan solidarizarse por encima de fronteras en base a sentimientos e ideales libertarios.

En este contexto, hace veinte siglos, el legado de amor a los semejantes, de cooperación, de ayuda mutua y de solidaridad, fue reivindicado por el cristianismo primigenio, cuando por encima de fronteras, "razas" y culturas, luchaba contra toda forma de explotación y opresión, hasta que, asimilado al orden, se convierte religión oficial al servicio de las clases dominantes. Al margen de la religión oficial sobreviven vertientes cristianas llamadas despectivamente "sectas" que siguen empeñadas en construir el paraíso bíblico en la tierra confluyendo con vertientes libertarias de la modernidad.

El nacionalismo e internacionalismo de la burguesía puede ser progresivo o reaccionario, adecuándose para cada ocasión a sus intereses particulares. En lucha contra la aristocracia feudal la burguesía europea occidental promovía la formación de estados nación modernos contra los particularismos de estamentos y castas, lucha que adquiere carácter internacional para desplazar del poder a la aristocracia feudal en toda Europa, confluyendo en parte con ideales libertarios, conociendo periodos heroicos con sus héroes y mártires; pero al mismo tiempo las conquistas coloniales se legitiman en las peores lacras (precapitalistas y capitalistas), entre ellas, en las vertientes más siniestras de las religiones oficiales y en una ideología moderna que llegó a reclamarse "científica": el racismo, sustentado en una supuesta superioridad de la "raza blanca" sobre las "razas de color". Posteriormente, con el ascenso de la burguesía al poder, se agregan otras ideologías, destacando el liberalismo que, despojado de sus ideas progresivas se torna en neoliberalismo.

El racismo, que surge con el colonialismo y capitalismo –principal fundamento ideológico de la vertiente siniestra de la modernidad- subyace en la política nacionalista e imperialista de las grandes potencias. Hace cerca de cien años, Mariátegui41 decía que los gobernantes europeos reclamados democráticos, "progresistas" y "humanistas", se preocupan de la opresión de un pueblo europeo sobre otro pueblo europeo, pero les parece natural el dominio y opresión de los europeos a los pueblos de "color" de Asia, Africa e Indoamérica, desconociendo además la diversidad cultural de sus víctimas, tildando a todas de "bárbaras" y "primitivas", concepción que se extendió a las internacionales obreras que delimitaban el socialismo a Europa, a "la raza blanca". El punto de quiebre, explica Mariátegui, fue la revolución rusa (1917) y la fundación de la Tercera internacional en 1919 para promover la revolución mundial comenzando de los "eslabones" más débiles de la cadena imperialista, sea un país "adelantado" o "atrasado".

Los actos de rapiña del pasado y del presente de las grandes naciones imperialistas opresoras no les impide presentarse como los más "civilizados" que defienden los derechos humanos, cuando en realidad es todo lo contrario. No hay comparación, dice Michael Lowy42, entre los actos de crueldad cometidos por pueblos llamados "primitivos", "salvajes" o "barbaros" y los cometidos por las naciones "civilizadas" modernas. Con el capitalismo, la violencia y crueldad, -que denomina "barbarie civilizada"-, adquiere dimensiones nunca vistas, desde el genocidio colonialista tradicional de siglos pasados hasta hoy. En el siglo veinte se asiste a dos guerras mundiales en el continente (Europa) más "civilizado", las guerras colonialistas y el fascismo, a lo que se agrega el régimen estalinista. La tortura a los prisioneros, que en Europa por lo menos formalmente fue eliminado en las últimas décadas del siglo diecinueve, volvió en el siglo veinte. A todo lo cual se agrega el deterioro del medio ambiente que amenaza la extinción de vida en el planeta.

Existen organizaciones y pactos internacionales surgidos de la competencia y procesos económicos y otros creados más que todo por interés político y militar. Ejemplo de lo primero, los realizados por los imperios coloniales en siglos pasados –con la bendición y "arbitraje" de la iglesia oficial- para repartirse en forma "civilizada" el botín colonial, dentro de ello, territorios para la caza y tráfico de seres humanos como en Africa del Sur para convertidos en esclavos por el color de la piel, hasta los actuales pactos y alianzas económicas entre transnacionales y entre estados que atraviesan todo el sistema mundial. Desde mediados del siglo veinte se asiste a la competencia por la supremacía mundial entre Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, a lo cual se han agregado a finales de siglo potencias "tradicionales" como Rusia o "emergentes" como China.

Los bancos, originados bajo intereses locales o nacionales, desde hace siglos se han expandido con mayor rapidez que la gran industria al mundo entero, acopiando dinero y capitales de diversidad de fuentes. En el siglo veinte, promovido por las grandes potencias, han surgido entidades como el Banco Mundial y el Fondo Monetario internacional (FMI). Sobre todo el FMI tiene atribuciones económicas políticas, con más poder que gobiernos y estados del tercer mundo.

Las organizaciones burguesas internacionales donde prima lo político intentan apaciguar las contradicciones, "arbitrando" conflictos. En América tenemos a la Organización de Estados Americanos (OEA) y en el ámbito mundial a la Organización de Naciones Unidas (ONU), que han reemplazado a organizaciones similares del pasado. Su misión es evitar y arbitrar conflictos, pero fracasan porque el sistema capitalista se basa en la confrontación. Las dos guerras mundiales en el siglo veinte (1914-1919 y 1939-1945) han tenido de escenario principal el continente europeo, luego de lo cual, la violencia (extremada en guerras) no se ha detenido, sino incrementado, y para legitimarla, las grandes potencias utilizan descaradamente organismos internacionales, entre ellos la ONU, que lo controlan por mediación del Consejo de Seguridad formado por las siete principales potencias.

La formación de la Comunidad Europea (occidental) pretendiendo unificar la economía y la política para la libre circulación de mercancías y capitales, –con su parlamento paralelo a los parlamentos nacionales-, es torpedeado por los intereses concurrentes y rivales de sus componentes. Inglaterra, en el siglo diecinueve abanderada del librecambio, de la supuesta "libre circulación" de mercancías, se resiste a continuar en su seno, porque su economía es débil respecto a otras potencias y piensa que, retirándose, se puede repetir la historia del pasado cuando con aranceles y armas aseguraba su producción y bienestar nacional. Los líderes políticos del imperialismo saben que el "libre cambio", la libre circulación de mercancías, es una farsa. Nunca ha existido. En siglos pasados, como ideología contra la escolástica medieval que delimitaba la riqueza y poder a la voluntad de Dios y derecho de alcurnia, cumplió una labor progresiva proclamando que el trabajo era una de las principales fuentes de riqueza, pero con el desenvolvimiento capitalista, la mal llamada economía de "libre cambio" o "libre marcado" ha sido y es promovida por los países más fuertes que imponen sus políticas económicas de acuerdo a sus intereses, oprimiendo a los más débiles. Cuando Inglaterra era la primera potencia mundial, exigía -con tratados y armas- el libre cambio a los países débiles, comenzando de colonias y semicolonias, pero protegía sus fronteras nacionales con aranceles y armas. Hoy, el neoliberalismo de las grandes potencias promueve la misma política. Protegen con leyes y armas sus recursos estratégicos y exigen a los demás países fronteras abiertas, que se legitiman con los tratados de "libre comercio".

La Comunidad Europea coadyuva a la tendencia capitalista de centralización y concentración del capital (riqueza) por encima de las fronteras, mejorando las condiciones para competir con Estados Unidos, Japón, Rusia o China por mercados y para succionar riquezas a los países del Tercer Mundo, pero no anula la contradicción entre el carácter internacional de la economía y la forma nacional en que se organiza la sociedad burguesa que se extrema en guerras y la opresión a los más débiles. Menos anula las contradicciones entre clases.

Entre las organizaciones internacionales donde predomina la estrategia militar mencionemos a la Organización de naciones del Atlántico Norte (OTAN) (agrupando naciones de Europa Occidental) para contrarrestar al bloque soviético. En América con los mismos fines de lucha contra el comunismo se creó en 1947 el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) capitaneado Estados Unidos. Su supuesta misión es la unidad continental contra toda agresión extranjera, pero no funcionó ante la agresión de Inglaterra en el conflicto de las Islas Malvinas reclamadas por Argentina. Estados Unidos se puso de lado de Inglaterra.

Las organizaciones nacionales e internacionales al servicio del capitalismo, asaltan el abecedario de todos los idiomas para ponerse el membrete de democracia, libertad…, para justificar mejor su pillaje

La asunción de Ronald Trump a la presidencia de Estados Unidos (1917), además de simbolizar el deterioro de las élites políticas burguesas, con su prédica racista, nacionalista y proteccionista, extrema las contradicciones por el control de las materias primas, de los recursos energéticos (petróleo, gas) y de los mercados, por lo que su "nacionalismo" reaccionario, al igual que de toda potencia imperialista, no es para aislarse, cosa imposible, sino intentando mejorar las condiciones de dominio sobre el sistema mundial para mejorar su tenor de vida interna (nacional), dentro de ello, su democracia, con los recursos succionados de las neocolonias.

La propuesta "internacional" de la burguesía con pactos y alianzas supranacionales económicas y políticas no busca la fraternidad y cooperación sino consolidar y acentuar la opresión a otros pueblos. Además, la rivalidad entre conglomerados supra nacionales, tiende a la confrontación y violencia cada vez más destructiva. Es un "internacionalismo" siniestro, en lo económico, en lo político, y en lo cultural.

Stalin decía que el internacionalismo proletario se basa en los "rasgos generales del capitalismo, iguales en su esencia en todos los países" y los rasgos específicos, "no son más que un complemento de los rasgos generales". Trotsky lo criticó argumentando que la economía mundial no es la suma de factores nacionales idénticos, en los que los "rasgos específicos" sean sólo un complemento de los rasgos generales. "En realidad, las particularidades nacionales representan en sí una combinación de los rasgos fundamentales de la economía mundial. Esta peculiaridad puede tener una importancia decisiva para la estrategia revolucionaria durante un largo periodo. Baste recordar el hecho de que el proletariado de un país retrógrado haya llegado al poder muchos años antes que el de los países más avanzados43a".

La posición de Stalin de que los "rasgos generales del capitalismo, iguales en su esencia en todos los países" son base del internacionalismo obrero, deja de lado, además de la diversidad cultural, el legado de las culturas primigenias, para quedarse con los rasgos "iguales", surgidos por el impacto del imperialismo.

Stalin se ha aureolado como un entendido en problemas nacionales, ocultando que su incomprensión de la problemática de la naciones fue uno de los motivos para que Lenin en sus últimos años intentara destituirlo -sin conseguirlo- del cargo de secretario general del partido y de encargado de las nacionalidades que formaban la Unión Soviética. En su escrito de 1913, "La Cuestión Nacional", Stalin definía la nación como "una comunidad humana, estable, históricamente constituida sobre la base de una comunidad de lengua, de territorio, de vida económica y de formación psíquica que se traducen en una comunidad de cultura". "la ausencia de uno solo de estos índices basta para que la nación deje de ser nación". Si nos rigiéramos por esto, no existirían naciones en el mundo. Su visión es ajeno a la realidad, es decir, al devenir mundial inestable, inmerso en la violencia extremada en revoluciones y guerras nacionales e internacionales, con una cultura oficial de opresión y marginación a las "minorías".

El surgimiento de naciones en el sistema mundial de desigualdades y combinaciones es, según Mariátegui –conforme exponemos en "Mariátegui: la cuestión nacional"- heterogéneo y multifacético, en el que Europa occidental se diferencia de Europa oriental. América del Norte se diferencia de América del Sur. Los territorios andinos se diferencias del resto de sus vecinos y se diferencian de pueblos de "oriente". A esto se agregan nacionalidades sin territorio como los hebreos. Lo último se entiende antes de la aparición del estado de Israel, convertido en gendarme de las potencias occidentales en "oriente". Mariátegui esperaba que los judíos, esparcido por el mundo confluyan con el movimiento revolucionario mundial para instaurar una sociedad socialista multicultural pluralista, que permita el libre desenvolvimiento de todas las culturas.

El imperialismo, sucedáneo del colonialismo tradicional, legitima sus actos de rapiña, privando a sus víctimas del legado libertario de su cultura ancestral, de su etnia, de su lengua y sus artes, incluyendo las más íntimas como la música y la poesía…, para poder imponer sus criterios compatibles con la explotación y opresión.

Con una visión etnocéntrica, la política imperialista reduce el legado de las culturas primigenias a los fósiles, a los restos arqueológicos, a los museos, al mundo de los muertos, ocultando que su legado está vigente en la vida cotidiana, comenzando de la base de la alimentación mundial, descubierta y creada por las culturas primigenias de los diversos continentes llamadas despectivamente "bárbaras" y "primitivas", que al mismo tiempo que inventaron el lenguaje articulado y los primeros instrumentos, comenzaron a domesticar plantas y animales. Igualmente la técnica y la ciencia, base sobre la que se desenvuelve el capitalismo, encontró sus primeros creadores e inventores en culturas no europeas, particularmente de Asia y África, que junto a culturas originaras de América, entre ellas el Tawantinsuyo, Aztecas, Mayas…, fueron confluentes en la formación del mundo moderno. Por el desenvolvimiento desigual, la supremacía europea advino con la formación del sistema mundial y el capitalismo, dentro del cual, por la división internacional del trabajo impuesto desde las conquistas, los principales usufructuarios de los descubrimientos e invenciones son los países más industrializados (Europa y Estados Unidos) que monopolizando la ciencia y tecnología, les permite acentuar el saqueo de las riquezas naturales, incluyendo el germoplasma (semillas) a los países del "tercer mundo".

Los movimientos revolucionarios que han confluido con todas las manifestaciones progresivas, desde la economía a la política, desde la religión al arte y literatura, han triunfado; mientras los que se han desligado de ese torrente de manifestaciones libertarias han fracasado. Se incluye también –además del legado de culturas ancestrales- a formas de vida de pueblos en los cuales la actividad mercantil no se ha interiorizado en sus conciencias, como los casos de las comunidades andinas reivindicadas por Mariátegui para un proceso socialista a inicios del siglo veinte o las comunas rusas de la segunda mitad del siglo diecinueve reivindicadas por Marx y Engels.

Desde hace siglos, la economía ha entrelazado la vida y las costumbres en el planeta, haciendo factible el proyecto de una sociedad solidaria del género humano, base del internacionalismo revolucionario, que hace realidad los sueños y utopías libertarias surgidas desde los orígenes de la humanidad, por las cuales ofrendaron su vida millones de hombres y mujeres de todas las épocas, de todas las culturas, de todas las naciones, de todas las "razas".

El socialismo trasciende y supera al capitalismo en la formación de un nuevo orden mundial reivindicando todo el legado libertario de la humanidad, comenzando de las culturas primigenias. El nacionalismo libertario de pueblos y culturas oprimidas están integradas en la visión ecuménica, universal del proyecto socialista, cuya expresión política lo constituyen las internacionales de los trabajadores que comienzan hacerse realidad desde la segunda mitad del siglo diecinueve.

La Primera Internacional surgida en 1864 en Londres con el nombre de "Asociación Internacional de los trabajadores" tuvo entre sus principales promotores a anarquistas y marxistas. Se extendió por toda Europa y traspasó el Atlántico para llegar a Estados Unidos de Norteamérica. Su máxima hazaña, promover la lucha por el autogobierno de los trabajadores en la Comuna de París (1871). Derrotada la comuna, ante la dura represión, se inicia su tramonto, agravado por las disputas en su seno, principalmente entre el anarquismo de Bakunin que rechazaba a las organizaciones políticas (partidos) de los trabajadores y Carlos Marx que, además de la organización sindical promovía la organización política independiente de los trabajadores en partidos políticos en cada país. Como anécdota se recuerda el dicho de Marx de que Bakunin como teórico es un cero a la izquierda, siendo la intriga su fuerte. En un congreso de Filadelfia del año 1876 acuerdan disolverse.

Los anarquistas –que habían sido expulsados anteriormente- se dividen entre "ortodoxos" y anarco-sindicalistas. Los últimos se atrincheran en las organizaciones gremiales (mutuales, sindicatos) en cuyo seno pretenden eliminar el debate político, dando origen al "sindicalismo revolucionario".

Marx muere en 1883 y fue Federico Engels el principal promotor de una nueva internacional. En un congreso obrero reunido en París entre el 14 y 21 de junio de 1889 se acuerda organizar la Segunda Internacional de los Trabajadores, retomando el camino iniciado por la primera internacional. Promovieron la organización sindical en cada país y a escala internacional. Previendo que las contradicciones del capitalismo abrían camino a una guerra mundial, combatieron al militarismo y chauvinismo, acordando convertir la guerra entre imperialistas, en guerra de clases para derrocar a las clases dominantes. Su influencia se extendió a territorios de "oriente" y a América Latina. Sobre todo en Europa se conocieron con el nombre de socialdemócratas.

Según Agustín Barcelli, el movimiento obrero entre 1864 a 1914 presenta las siguientes características en América Latina: "primero, un incontrastable predominio del elemento artesanal sobre el compuesto por asalariados industriales; segundo, una aplastante hegemonía, en los sectores concientizados, de los ideales anarquistas y anarco-sindicalistas. Bakunin, Kropotkine, Reclus, Malatesta son preferidos como ideólogos subestimándose a Marx o Engels; tercero, sus primeras organizaciones son "secciones extranjeras", esto es, compuesto por italianos, franceses, españoles, sólo posteriormente aparecen "secciones nacionales" de la internacional; cuarto, la rápida incorporación de los elementos proletarios a estas "secciones" hacen que pronto sean muy superiores, cuantitativamente, a las secciones de la internacional existentes en Europa; quinto, esto contribuye a la formación de una corriente "regionalista", latinoamericanista que los impulsa a orientarse en forma un tanto ajena a las directivas dadas por los centros ideológicos ubicados en Londres, Nueva York o Ginebra43b".

Para la II Internacional la posibilidad del socialismo se reducía a Europa. Sobre todo luego de la muerte de Engels, parte de sus dirigentes, con una visión eurocéntrica, basándose en un supuesto papel "civilizador" de Europa al resto del mundo, apoyaron el pillaje imperialista a colonias y semicolonias, y cuando estalla la primera guerra mundial (1914-1919) apoyaron a sus burguesías, con lo cual la Segunda Internacional (la social democracia) entró en bancarrota como alternativa revolucionaria, aunque seguía reclamándose marxista.

Al calor del triunfo de la revolución rusa (1917), en 1919 se funda la Tercera Internacional –conocida como Internacional Comunista para diferenciarse de la socialdemocracia de la II Internacional- como vanguardia de la revolución mundial. Si la Segunda Internacional delimitaba el socialismo a Europa, la Tercera Internacional lo extendió al conjunto del sistema mundial. La revolución, en palabras de Lenin, podía estallar en el "eslabón más débil" de la cadena dominada por el imperialismo, sea un país adelantado o atrasado. Por primera vez una internacional de los trabajadores promovía el socialismo en todo el mundo y tenía secciones nacionales en todos los continentes. Su primer presidente fue Gregorio Zinoviev y, en su tercer congreso (1921), Lenin y Trotsky fueron nombrados presidentes honorarios.

Lenin muere en enero de 1924 preocupado por la degeneración burocrática de la revolución, por lo que intenta, -sin conseguirlo-, destituir a Stalin del puesto de secretario general del partido y de encargado de las nacionalidades que formaban la Unión Soviética. La reacción burocrática estalinista se consolida promoviendo el socialismo en un solo país y delimitando la revolución socialista a las fronteras de Europa al igual que la Segunda Internacional, argumentando que los demás territorios –colonias y semicolonias-, no están "maduros" para el socialismo porque falta desarrollarse el capitalismo, llevando a la bancarrota de la Tercera Internacional como alternativa revolucionaria. Entre otras acciones, con una política derechista, llevó a la derrota a la revolución china (1925-1927) y la revolución española (1936-1939) y, con una política ultra izquierdista, coadyuvó al ascenso de Hitler al poder en Alemania. En cumplimiento de acuerdos con las democracias imperialistas de Europa Occidental y Estados Unidos, en 1943 Stalin decreta la disolución de la Tercera Internacional. Al finalizar la segunda guerra mundial (1939-1945), el estalinismo ordena que los combatientes comunistas contra el nazi fascismo entreguen sus armas a sus respectivos estados, evitando el estallido revolucionario en Europa Occidental, que salió de su crisis mediante el plan Marshall patrocinado por Estados Unidos. En China, "aconseja" a los comunistas subordinarse a la burguesía nacional (Kuomintang) pero éstos (comunistas) no siguen su consejo y triunfan en 1949.

Desde la década del veinte diversas fuerzas revolucionarias comienzan a organizar la Oposición de Izquierda en la Unión soviética, siendo la más coherente y que a la postre adquiere hegemonía, la liderada por Trotsky, criticando la usurpación del poder de los trabajadores por una burocracia reaccionaria. A finales de la década del veinte Trotsky es separado del partido bolchevique y de la internacional para ser deportado. Los oposicionistas intentaban reorientar y regenerar a los partidos comunistas y la III Internacional, pero estas organizaciones prosiguen degenerándose, expulsando a los revolucionarios de sus filas, por lo que en la década del treinta acuerdan crear una nueva internacional para dar continuidad al movimiento revolucionario.

En 1938, en un congreso organizado en las cercanías de París surge la IV Internacional en una coyuntura contra revolucionaria, cuando el estalinismo perseguía en todo el mundo a sus opositores revolucionarios –llamándolos trotskistas- y en la Unión Soviética asesinaba en infames juicios –entre 1936 a 1938- a la plana mayor bolchevique y al Estado Mayor del Ejército Rojo. La contra revolución estalinista de esa década acabó con la vida cerca de un millón de revolucionarios convictos y confesos.

Como antesala de la segunda guerra mundial se origina un pacto de amistad entre el nacional socialismo de Hitler y el comunismo (Stalin). Cuando Hitler "traiciona" a Stalin, los comunistas (estalinistas) se unen a los imperialismos democráticos de occidente, coyuntura en la que Stalin disuelve la III Internacional el año 1943.

A diferencia de las internacionales anteriores que surgieron en medio del fermento revolucionario, agrupando a grandes contingentes, la IV Internacional surge en un periodo de repliegue, formando pequeños contingentes acosados por la represión burguesa y estalinista a lo cual se suma el estallido de la segunda guerra mundial (1939-1945) y el asesinato de Trotsky un 20 de agosto de 1940. El movimiento sobrevivió a su fundador, expandiéndose en pequeños contingentes luego de la segunda guerra mundial a los territorios más importantes del sistema mundial, entre ellos, de Indoamérica, revitalizando al marxismo.

La IV Internacional reivindica todo el legado progresivo de la humanidad. Trotsky redactó su programa, conocido como Programa de Transición (de la sociedad de clases al socialismo), en el que enfatiza –en medio de una crisis espantosa a puertas de una tercera guerra mundial- que las fuerzas productivas han dejado de crecer. Lo cual, en su generalidad, es relativo, porque el capitalismo de Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, luego de la guerra, capitaneados por el primero, saca ventaja de la destrucción incalculable de fuentes de riqueza (incluyendo patrimonio cultural) y la carnicería que costó la vida a más de cien millones de seres humanos, para encontrar una prosperidad nunca vista hasta los primeros años de la década del setenta, con la aplicación restringida de la ciencia y tecnología aunado al saqueo de los recursos del "tercer mundo"; pero gran parte del potencial creativo es limitado porque aplicado al proceso productivo acelera la automatización que, de generalizarse, socavaría la estructura de acumulación de capital. Su aplicación privilegia la industria de guerra, las telecomunicaciones y la exploración espacial.

Lo que nadie puede soslayar es la crisis moral cultural irreversible propio de la decadencia de las grandes civilizaciones, respecto a lo cual Mariátegui decía que el sistema capitalista podría sortear sus crisis económicas, pero es imposible sortear su crisis moral cultural. Esto es evidente por el deterioro de las relaciones sociales y de la política, con el aumento de la criminalidad grande y pequeña en todas sus formas, con la tendencia a copar las instituciones públicas y privadas, incluyendo la política.

Entre los problemas no previstos en las internacionales anteriores, está la degeneración burocrática de las revoluciones, por lo que se analiza las contradicciones en la Unión Soviética, cuyo desenlace podría ser que el dominio estalinista coadyuve a una restauración capitalista o que el pueblo destituya a la burocracia opresora para avanzar al socialismo. Un tercer camino era que la burocracia, apropiándose de los medios de vida –tierra, industria, banca– se consolide como una nueva clase social dominante, cuestión que no lo logró. La vía de restauración capitalista se realiza por la crisis de dominio de la burocracia contra revolucionaria que liquidó (desde la década del veinte) toda oposición revolucionaria.

La principal tarea que le asignó Trotsky a la IV Internacional fue dar continuidad al marxismo, lo que –con avances y retrocesos de sus diversas vertientes- en parte, se sigue cumpliendo, logrando su reconocimiento dentro del movimiento revolucionario mundial.

LA REVOLUCIÓN RUSA

1.- Tres concepciones sobre la revolución rusa.- A inicios del siglo veinte se presentaron tres concepciones sobre la revolución rusa: la menchevique de Plejanov, la bolchevique de Lenin y la concepción de la revolución permanente de Trotsky. Las tres concepciones coincidían en que falta consumarse las reivindicaciones democrático burguesas, entre ellas, la reforma agraria para acabar con los lastres del feudalismo y otras formas arcaicas. Para el menchevismo liderado por Jorge Plejanov, esas reivindicaciones serían resueltas en una revolución democrático burguesa conducida por una burguesía nacional "revolucionaria" para que desarrolle el capitalismo –a semejanza de Europa Occidental- y a la postre vendría el socialismo. Por eso el partido reclamado marxista, por ese entonces la socialdemocracia, -que en Rusia se había dividido en mencheviques y bolcheviques, a los que se sumaban otras tendencias- deberían subordinarse a esa burguesía.

Para Lenin y los bolcheviques no existía una burguesía revolucionaria, por lo que la conducción del proceso democrático burgués estaría a cargo de la "dictadura democrática" de obreros y campesinos que, "neutralizando a la burguesía contrarrevolucionaria" liquidaría las trabas precapitalistas, entre ellas feudales, abriendo el camino al libre desarrollo capitalista, creando mejores condiciones para un ulterior tránsito "ininterrumpido" al socialismo. El otro camino del tránsito del feudalismo al capitalismo para Lenin, era el terrateniente burgués que ya estaba en curso, en forma lenta, con la diversificación de inversiones de los grandes propietarios agrarios al sector urbano industrial.

Para Trotsky no existía una burguesía nacional revolucionaria y la conducción del proceso recaería en la clase obrera en alianza con los campesinos y el pueblo en su conjunto. Pero la revolución no se detendría en la simple solución de las reivindicaciones democrático burguesas, sino que la clase obrera en alianza con los campesinos y demás sectores populares, haciendo prevalecer sus intereses, haría que traspase los límites burgueses rumbo al socialismo, como parte de la revolución europea y mundial. Las fases, pactos, alianzas, concesiones, que se realicen, están inmersas en las especificidades de cada país, parte integrante del sistema mundial.

Además de lo anterior, las divergencias entre los bolcheviques (Lenin) y Trotsky estaba en que Trotsky, en sus inicios, priorizaba la acción directa de los trabajadores por mediación de sus organismos gremiales en desmedro de la organización política. Dejando de lado las divergencias políticas intentaba unificar a mencheviques, bolcheviques y otras tendencias

En el proceso revolucionario de 1917 Lenin44 se pasa a la estrategia de Trotsky, y éste, reconociendo su error en cuestiones de organización, pasa a formar parte del partido de los bolcheviques.

Entre otros, el historiador inglés G.D.H. Cole en su "Historia del pensamiento socialista", precisa las tres concepciones sobre la revolución rusa y de que en 1917 Lenin y el partido bolchevique se pasaron a la posición de Trotsky, que además se convierte en el principal estratega de la insurrección, por lo que: "Cuando los bolcheviques se pusieron a formar su gobierno, Lenin propuso que Trotsky, como principal organizador de la insurrección lo presidiera, pero todos, incluyendo Trotsky, consideraban a Lenin como el único líder posible y Lenin aceptó el hecho a disgusto45".

Antonio Gramsci, que conoció de cerca la polémica, ya que estuvo en Rusia los años 1922 y 1923, en una de sus cartas (del año 1924) a la dirección del Partido Comunista italiano decía que antes de 1917, Trotsky "estaba políticamente más a la izquierda de los bolcheviques, mientras que en las cuestiones de organización a menudo hacía bloque y hasta se confundía con los mencheviques. Es sabido que ya en 1905 Trotsky juzgaba que en Rusia podía verificarse una revolución socialista obrera, mientras que los bolcheviques intentaban sólo establecer una dictadura política del proletariado aliado a los campesinos, la cual sirviera de envoltorio al desarrollo del capitalismo, que no debía ser golpeado en su estructura económica. Es conocido también que en noviembre de 1917, mientras que Lenin con la mayoría del partido había pasado a la concepción de Trotsky e intentaba controlar no sólo el gobierno político sino el gobierno industrial, Zinoviev y Kamenev se habían quedado en la opinión tradicional del partido …"

"En la reciente polémica habida en Rusia se rebela como Trotsky y la oposición en general, en virtud de la prolongada ausencia de Lenin en la dirección del partido se preocupaban mucho de un posible regreso a la vieja mentalidad que sería deletéreo para la revolución. Pidiendo una mayor intervención del elemento obrero en la vida del partido y una disminución de los poderes de la burocracia ellos quieren en el fondo, asegurar a la revolución su carácter obrero e impedir que se transforme lentamente en aquella dictadura democrática, envoltorio de un capitalismo en desarrollo46…"

Gramsci concluía su carta advirtiendo que si se fuerza demasiado los acontecimientos, podría acarrear efectos contrarios a la revolución.

El paso de Lenin y los bolcheviques a la estrategia de la revolución permanente es evidente. En 1914 estalla la primera guerra mundial centrándose en escenario Europeo y Rusia es forzada a participar contra potencias como Alemania, que con tecnología superior doblegan al ejército zarista. Inmerso en la crisis económica social, en 1917 estalla la revolución de febrero. Obreros, soldados, y el pueblo en su conjunto derriban a la monarquía zarista que expresaba los intereses de la feudalidad y del absolutismo, haciéndose del poder oficial un gobierno "provisional" compuesto por una coalición de burgueses, terratenientes aburguesados e intelectuales liberales. En forma paralela surge un poder popular de los soviets (asambleas populares) de obreros y soldados. Es decir, había surgido dualidad de poderes. El gobierno provisional fue incapaz de cumplir con las reivindicaciones democráticas, entre ellas, entregar tierra a los campesinos por medio de una reforma agraria burguesa. En este escenario, los bolcheviques estaban aferrados a la vieja teoría de gobierno democrático de obreros y campesinos para "neutralizar" a la burguesía y promover el capitalismo, creando condiciones para que en una fase ulterior pase en forma "ininterrumpida" al socialismo. Lenin desde el exilio (Ginebra, Suiza), en una serie de textos47 conocidos como "Cartas desde lejos", y, ya en Rusia, en un texto conocido como Tesis de Abril, aboga por convertir la guerra entre imperialismos en guerra de clases. Para el caso de Rusia, se debe capitular ante los alemanes y derribar al gobierno provisional e instaurar un gobierno de los soviets de obreros y campesinos para promover el socialismo. La mayoría de dirigentes, incluyendo Stalin, Zinoviev y kamanev se oponen, basados en la "tradición bolchevique" de una dictadura democrática de obreros y campesinos para desarrollar el capitalismo que luego transite al socialismo. Contra ellos, Lenin explica que se debe dejar de lado al "viejo bolchevismo" y no aferrarse a "la teoría de ayer", porque para el marxismo, la lucha revolucionaria se basa en la situación concreta, en "la vida misma". Parafraseando a Goethe escribió: "Gris es amigo mío, toda teoría, pero el árbol de la vida es eternamente verde".

El árbol de la vida estaba en plazas y calles, ciudades y campos, resistiéndose al dominio del gobierno provisional burgués, organizando el poder popular.

Lenin logra imponer sus puntos de vista y los bolcheviques y otras organizaciones, entre ellas, anarquistas y socialistas (revolucionarios de izquierda), con las consignas ¡¡todo el poder a los soviets!! y ¡¡tierra para los campesinos!! derriban al gobierno provisional el 17 de octubre de 1917. Por primera vez en el devenir universal, los desposeídos se hicieron del poder político para transformar la sociedad de acuerdo a los intereses del conjunto de la humanidad.

2.- Antonio Gramsci y Europa Occidental.- Posteriormente, en sus Cuadernos de la Cárcel48, Gramsci lapida la propuesta de Trotsky para Rusia diciendo que es "el reflejo de las condiciones generales económico-cultural-sociales de un país en donde los cuadros de la vida nacional son embrionarios y desligados y no pueden transformarse en "trinchera o fortaleza". Algo semejante a las condiciones de Europa Occidental de mediados del siglo diecinueve en las que Marx y Engels esbozan la estrategia de revolución permanente, antes de que la burguesía se consolide como clase dominante. La situación cambiaría a partir de 1870.

Para Europa Occidental, según Gramsci, la propuesta (de Trotsky) sobre la estrategia revolucionaria, "no era buena" (…). En el caso de Rusia "él adivinó "grosso modo", es decir, tuvo razón en la previsión práctica más general" (…). Sobre occidente (Europa Occidental), "Me parece que Ilitch había comprendido que era necesario un cambio de la guerra maniobrada, aplicada victoriosamente en Oriente en 1917, a la guerra de posición que era la única posible en Occidente donde, (…) en breve lapso los ejércitos podían acumular interminables cantidades de municiones, donde los cuadros sociales eran de por sí capaces de transformarse en trincheras muy provistas. Y me parece que éste es el significado de la fórmula del "frente único".

Bronstein (Trotsky) es presentado por Gramsci como "cosmopolita, es decir superficialmente nacional y superficialmente occidentalista o europeo", para oponerlo a Ilitch (Lenin), "profundamente nacional y profundamente europeo".

La referencia a "oriente" alude a Rusia (y los territorios rezagados del sistema mundial), donde para Gramsci la lucha política adquiere carácter de "guerra de maniobra", entendida como lucha frontal para derrocar el dominio zarista, al contrario de "occidente", donde es necesaria una "guerra de posiciones", entendido como lucha por la hegemonía política cultural en el seno de la sociedad civil para disgregar y contrarrestar la hegemonía burguesa, acumulando fuerzas para la confrontación final de destrucción del estado burgués, por lo que es necesario "un reconocimiento de carácter nacional". Debemos advertir que nada de esto es ajeno a Trotsky, que valorizaba para el proceso revolucionario las especificidades nacionales.

Gramsci reconoce que en 1922, en su intervención en el cuarto congreso de la Internacional Comunista (Tercera Internacional), Trotsky hizo la distinción de estrategias del proceso ruso respecto al europeo occidental, pero lo califica de superfluo.

En su intervención, Trotsky dijo que en países como Rusia existe mayores facilidades para llegar al poder por la debilidad de las clases dominantes, pero al mismo tiempo, es más difícil consolidarse en el poder; al contrario de Europa Occidental donde sería más difícil hacerse del poder por la fortaleza de las clases dominantes pero será más fácil conservarlo y consolidarlo. Este criterio es compartido por Gramsci, como uno de los principales fundamentos de sus propuestas.

Lenin, según Gramsci, "no tuvo tiempo de profundizar su fórmula", (…) la tarea fundamental era nacional, es decir, exigía un reconocimiento del terreno y una fijación de los elementos de trinchera y de fortaleza representados por los elementos de la sociedad civil, etc. En Oriente el Estado era todo, la sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente, entre Estado y sociedad civil existía una justa relación y bajo el temblor del Estado se evidenciaba una robusta estructura de la sociedad civil. El Estado sólo era una trinchera avanzada, detrás de la cual existía una robusta cadena de fortalezas y casamatas; en mayor o menor medida de un Estado a otro, se entiende, pero esto precisamente exigía un reconocimiento de carácter nacional".

La "guerra de posiciones" en "occidente" interpretada como estrategia para lograr la hegemonía cultural (y política) previa a la confrontación final, -por falta de coherencia en la exposición de Gramsci- es usado por el reformismo en el movimiento obrero, entre ellos, los que se autonombraban "eurocomunistas", empeñados conquistar en forma gradual posiciones en el seno de la sociedad burguesa y en las alturas de la política, hasta alcanzar la mayoría en el ejecutivo y en el parlamento. En ocasiones alcanzaron esa meta, pero cada cual, a su manera, se dedicaron a administrar los intereses de la burguesía y del capitalismo. Además de adormecer la conciencia de las clases explotadas, al no poder sortear las crisis periódicas capitalistas, en algunos caos agravadas por su gestión, son presentados por la prensa burguesa como "fracaso" del "comunismo" o "socialismo".

Gramsci no sustenta su crítica a Trotsky. Carece de fundamento presentar a Trotsky como "cosmopolita, es decir superficialmente nacional y superficialmente occidentalista o europeo", para oponerlo a Ilitch (Lenin), "profundamente nacional y profundamente europeo".

Contrariamente a lo que afirma Gramsci, si nos remitimos a obras fundamentales de inicios del siglo veinte, entre ellas "El desarrollo del capitalismo en Rusia" (1899) de Lenin y "Balance y Perspectivas" (1906) de Trotsky; el que mejor logra compenetrarse con las peculiaridades nacionales rusas inmersas en el sistema mundial –diferentes a Europa Occidental- es Trotsky, en base a lo cual elabora su estrategia de la revolución permanente, mientras que Lenin es más "occidentalista", acercando en parte, el devenir del capitalismo en Rusia al modelo europeo occidental, con la concatenación de fases desde la cooperación simple y la manufactura hasta la gran industria. Para Trotsky sólo en algunos territorios de Europa Occidental se realiza ese proceso, mientras que en la mayoría de territorios del planeta, -entre ellos Rusia-, el dominio colonial imperialista impide esa concatenación de fases.

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