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Una visión humanista del dolor y el sufrimiento (página 2)




Enviado por Maximo Contreras



Partes: 1, 2

Personalmente el hombre es continuamente cambiante. Cambia a lo largo de la vida con sus diferentes edades y en consecuencia, varía la forma como, en términos generales, experimenta y expresa el dolor y el sufrimiento. El niño vive en gran parte dominado por el ámbito doméstico. Su acentuada precariedad lo hace estrictamente dependiente . Sufre fundamentalmente de una radical inseguridad. Vive agobiado por el miedo y llora más por el temor que por dolor físico. Anhela el apoyo y el cariño de su madre, de la cual es altamente dependiente.

El adolescente se enfrenta a la vida por primera vez con plena independencia y su gran preocupación es la de elaborarse un proyecto de vida adecuado, desconociendo gran parte de las situaciones que la vida comienza a presentarle. Es, en cierto modo un náufrago, de su apoyo paternal. Tiene que labrarse la vida en un mundo que no comprende y que no lo comprende. Lo acosa la inseguridad y la incertidumbre del futuro. Nace en él el amor con todas sus inquietudes y contingencias. En su desesperación, cae con frecuencia en la droga y la violencia. Es la etapa más problemática de la vida y la que decidirá en gran parte su destino futuro. Implica sufrimiento y ansiedad. Es la edad difícil…

El adulto ha en gran parte definido su orientación en la vida. Sufre y se inquieta por su quehacer laboral. Es la etapa de la vida en que ha generalmente materializado su amor y ha establecido su profesión o actividad. Llegan los hijos. su preocupación fundamental es generar ingresos y estabilizar la familia. Producir, obtener dinero y realizarse plenamente como persona. Sufre dentro de la sociedad alienante en la que está inserto y en cierto modo prisionero. Entra en mayor o menor en competencia con su ambiente social, en su afán de lograr objetivos inalcanzables. Podrá tener problemas conyugales. Y luego se verá envejecido…

La jubilación, si le corresponde, es una crisis social. Marca el momento del ingreso al último acto de la gran tragedia de la vida. En la vejez, las depresiones son frecuentes y profundas. El anciano ve acercarse la muerte, que si bien siempre estuvo presente, se consideró que estaba distante, que era algo que le ocurría a otros y que ahora se alza como cercana posibilidad.(24) Van muriendo familiares, aparecen enfermedades degenerativas y la vida se va estrechando gradualmente. Limitado económica y corporalmente el viejo lleva una profunda angustia interior.

Si bien estas diferencias etarias señaladas se cumplen en términos generales, la variedad es mucha. Cada cual vive y envejece personalmente. El hombre no es abarcable, en márgenes rígidos por que tiene la riqueza de su unicidad. Cada vida humana es una epopeya particular, única e irrepetible.

Volquémonos, ahora al amplio campo de la literatura del dolor y el sufrimiento. El arte en general, y la literatura en particular, tienen, a mi juicio, tres modos principales de influir poderosamente sobre el problema del dolor y el sufrimiento. El primero, es en el plano estrictamente estético, que regocija el espíritu, estimulando emociones positivas, sublimando y rescatando lo grande, lo valioso del dolor y el sufrimiento. En segundo lugar, el arte ayuda a entender mejor el significado del dolor y el sufrimiento, a través de la descripción de la rica gama de situaciones y sentimientos particulares que se generan. Y, finalmente, el arte tiene un valor de catarsis aristotélica, presente ya desde las primitivas tragedias griegas y que consiste en ese proceso purificador, de naturaleza psicológico- intelectual que provoca el hecho de percibir y captar las resonancias del dolor ajeno. Como dijera Aristóteles: "asistir a un dolor ficticio de otros nos lleva a un desahogo de pasiones".(25)

En la literatura del dolor nos encontraremos en un campo inagotable. En todas las épocas el dolor y el sufrimiento no han dejado de inspirar a escritores y poetas. La literatura universal está pletórica de estos temas. Dentro de la gran cantidad de ejemplos, queremos arbitrariamente referirnos a unos pocos que nos parecen paradigmáticos en su manera de expresar el padecer humano.

El dolor crónico con su acompañante de sufrimiento, se encuentra magistralmente expresado por León Tolstoi en su relato titulado "La muerte de Iván Ilych" (26). El argumento de la obra es extremadamente simple y el lenguaje es sencillo y cotidiano. Ambas condiciones, sin embargo, manejadas con maestría por el autor, llegan a conmovernos intensamente, a identificarnos con el sufrimiento del personaje, tal vez mucho más que lo que un estilo dramático y grandilocuente lo hubiese conseguido. Allí se ve la verdadera grandeza de un gran escritor.

Ivan Ilych es un hombre corriente. Un pequeño burgués, funcionario judicial, casado con una bella mujer. Es amable y de inteligencia normal. Fue ascendiendo gradualmente en su profesión, pero sin alcanzar grandes distinciones. Tenía muchos amigos con los cuales le gustaba jugar el bridge. Nada tenía que lo distinguiera, pero tampoco exhibía ningún rasgo negativo. Su vida transcurría sin sobresaltos. Un día mientras se preocupaba de la decoración de su nueva casa, cae desde una escalera y se golpea en un costado. El dolor es intenso, pero pasajero. No parece ser nada grave y se repone rápidamente. Sin embargo, poco tiempo después el dolor reaparece en la zona y se acompaña de mal sabor en la boca. Iván Ilych no concede a estos síntomas ninguna importancia. Pero el dolor, ese dolor sordo que se va haciendo cada vez más rebelde, más molesto y tenaz. Los médicos consultados no dieron un diagnóstico preciso pero insinúan que podrías ser algo de cuidado. Después de salir de la primera consulta, Iván Ilych se ve asaltado por el miedo, que es la primera reacción psicológica que le agobia. Tolstoi la describe en los siguientes términos." Iván Ilych salió despacio de la consulta; se sentó en el trineo y se dirigió a su casa. Se pasó el camino desmenuzando cuanto le había dicho el doctor, procurando traducir a un lenguaje simple las palabras científicas, embrolladas y confusas de aquél; quería en ellas respuesta a su pregunta: ¿estoy mal, muy mal o se trata de poca cosa? Y le apareció que el sentido de lo que el doctor le había dicho era que estaba muy mal. Todo le parecía triste… los cocheros, las casas, los peatones las tiendas. En cuanto a aquel dolor sordo molesto, que no cesaba ni un segundo, después de las ambiguas palabras del doctor adquirió un significado distinto, más serio. Iván Ilych estaba pendiente de él con un nuevo sentimiento de angustia".

Véase la sencilla maestría con que Tolstoi nos describe la repercusión psicológica de un dolor crónico. Como el dolor nos hace ver distinto nuestro entorno más inmediato. Las casas y las gentes parecían tristes. Es el manto difuso que parece extenderse alrededor nuestro cuando nos invade la tristeza.

A medida que progresa el dolor de Iván, éste se va haciendo cada vez más intolerable. Nuevas consultas y nuevas medicinas no tienen resultado alguno. Ensaya a escondidas terapia homeopática sin ningún efecto. Debe permanecer en casa mientras su deterioro general se acentúa. Irritable en un comienzo, va siendo invadido gradualmente por mayor angustia y depresión. A partir de ese instante, el dolor obliga a Iván Ilych a permanecer recostado en su cama o en un diván.

A medida que pasan las semanas y los meses sin obtener alivio, el miedo a la muerte de Iván Ilych va en aumento y la percibe como un "hecho horroroso, incomprensible, absurdo y demasiado horrible". Sufría, además, intensamente por sentirse profundamente incomprendido por sus familiares, quienes se esforzaban por darle ánimo. " Le torturaba aquel embuste, le atormentaba que no quisieran reconocer lo que todos sabían y sabía el mismo mejor que nadie. Y en vez de ello deseaban mentirle acerca de la terrible situación en la que se hallaba y querían obligarlo a que el mismo participara de esa mentira". Iván Ilych se siente incomprendido y solo. Nadie parecía darse cuenta de "aquella cosa terrible, espantosa e inaudita que se daba en él, que le succionaba sin cesar y que le arrastraba irresistiblemente hacia no sabía donde". Iván Ilych está atormentado, no sólo por la intensidad de su dolor físico y su incomprensibilidad y rechazo absoluto de la muerte que le horroriza, sino también por la profunda soledad y angustia espiritual en que se siente sumergido. Sólo poco antes de morir, Iván Ilych adquiere conciencia de la vacuidad de su vida; una vida de oscuro funcionario burgués, "mediocre, pálida y regida por pequeñas conveniencias sociales, mezquina y a menudo repugnante. Y divisó la luz que descubrió que su vida no había sido lo que debía, pero que aún estaba a punto de remediarlo". Por primera vez piensa realmente en los demás, se preocupa del dolor ajeno y procura aminorarlo. Y en este estado de ánimo, el dolor físico pierde su vigencia primordial y el horror a la muerte se transforma en considerarla como "un acto terriblemente majestuoso y lleno de significado expiatorio".

Contrariamente a Tolstoi, el gran escritor checo Franz Kafka, de errante y atormentada vida, incursiona profundamente en los misterios del sufrimiento humano. Sus grandes novelas, publicadas póstumamente, tales como "El proceso" (27) o "El castillo" (28), para citar sólo algunas, relatan la tragedia vital de personas comunes que son obscuramente atrapados por situaciones asfixiantes, agobiadoras, que sin razón clara los van arrastrando a la mayor desesperación, destruyéndolos anímicamente y corporalmente… Es como si estuvieran expuestos a una lenta constricción reptiliana que los va hundiendo en una gradual disolución vital, llena de desesperanza, sin alivio ni horizontes, anonadados por un sufrimiento inmisericorde. Destaca Kafka la soledad radical de la condición humana en una sociedad fría, burocrática, cruel , incomprensible y aplastante. Ante ella el individuo en sí no es nada, ni puede aspirar a nada más que a llevar una vida solitaria y triste ante la hostilidad de un mundo cotidianamente deshumanizado y cruelmente frío. Kafka supo descarnadamente reflejar la tragedia de la precariedad humana combinando en sus novelas lo fantástico, lo absurdo y lo cruel de la existencia del hombre.

En el campo de la poesía, queremos referirnos a la obra del gran poeta alemán Rainer María Rilke (29). Es una poesía suavemente triste, tierna, con profundas inquietudes por el tema de la muerte, que lo preocupó toda su vida. Sus temas preferidos son los del alma. Ama la naturaleza y le repugna todo lo material . Se diría que es espíritu puro. Como lo reconociera personalmente, "necesitaba del sufrimiento para crear." Fue el sufrimiento lo que hizo de Rilke ese ser noble que fue .Pero no es el sufrimiento desesperado de Iván Ilych ni el trágicamente angustiado de Kafka. Es un sufrimiento suave, pero profundo y sutil, que más se insinúa, se infiltra sutilmente, que se expresa abiertamente. El poeta parecía utilizar su don para infiltrarse en los seres y en las cosas y proyectarse luego desde su interior. Rilke fue un constante viajero, como si buscara algún lugar donde encontrar un algo. Como había ocurrido con Neruda cuando visitó Nueva York, su reacción es similar al llegar a París. Dice: "Esta ciudad es demasiado grande y rebosa demasiada tristeza. De pronto uno siente que en esa inmensa ciudad existen legiones de enfermos, ejércitos de moribundos y naciones de muertos" Amaba la soledad. Para Rilke la soledad fue la única constante compañera de su vida atormentada. Dirá, "sólo una cosa es necesaria: la soledad, la gran soledad…"

Escuchemos algo de su bella poesía:

"A veces, en lo más hondo de la nocheel viento despierta como un niño, solo avanza por el caminodespacio, muy despacio hacia la aldea.A tientas llega hasta el estanqueY allí tiende el oídoLas casas son todas blancasy los robles están dormidos."

Hay en la sencillez de estos versos una delicada y sutil melancolía. Se siente el camino solitario del viento, la blanca soledad de las casas y el mutismo de los robles. El viento se revela como un estado de ánimo que se mueve en la soledad de la noche, embargada de una dulce quietud.

En otra de sus poesías el poeta hará una creación llena de amor y sufrimiento, típicamente romántica:

"Aunque apagues mis ojos, he de verteAunque mis oídos cierres, he de escucharte.Aun sin pies, sabré seguirteArráncame los brazosY mi corazón te estrechará.Deténme el corazón y latirá mi almay aunque mi mente abrasesTe abrasará mi sangre."

En una referencia a la soledad dice lo siguiente:

"La soledad es como la lluviasube del mar y avanza hacia la nochedesde llanuras lejanas y perdidasva hasta el cielo que siempre le recogey desde el cielo cae en la ciudad.Llueve soledad en las horas perdidas…"

Y finalmente, en forma inspirada de sentimiento personal dice:

"El que llora en este mundollora por miEl que va por el mundo a cualquier lugarmarchando errabundo y sin motivo por este mundoviene hacia míEl que muere en el mundo en cualquier lugarmuriendo sin motivo en este mundomuere por mi."

Lo estético, lo significativo y lo catártico se encuentra claramente expresado en la poesía de Rilke.

Deseo terminar trayendo hasta ustedes a un gran poeta chileno, de vida sufriente y atormentada. Bohemio de las noches santiaguinas. Me refiero a Daniel de la Vega.

Durante un tiempo escribió cotidianamente, cortos relatos o glosas en un diario vespertino como fuente de ingresos.

Transcribo uno de ellos en que el autor, se refiere al sufrimiento, poéticamente, como un encuentro entre el cuerpo y el alma . Se titula "La mala compañía" y dice así:

"Una mañana, el hombre despertó excesivamente temprano, cuando aún Venus no se apagaba detrás del naranjo del patio y escuchó que el alma y el cuerpo discutían acaloradamente.

Entre las últimas brumas del amanecer alcanzó a sorprender estas palabras:

– ¿Hasta cuándo me envenenas? ¿Hasta cuándo me arrastras a sitios donde nunca deberíamos ir?

Es la pobre alma, pensó el hombre que se lamente de las andanzas de su prosaico compañero. Y fingió que seguía durmiendo para oír la disputa. Y con estupor, escuchó que era el alma la que respondía.

– No sólo debes preocuparte de la salud. La vida es grande y desde todos los horizontes los sueños nos llaman. Por economizar materiales energías, por atender vulgares intereses, no debemos privarnos de correr hacia las bellas batallas y las ardientes horas.

– El alcohol que me das a beber en las tabernas de tus amigos me hace mal, murmuró el cuerpo.

Y el alma respondió con altivez:

– ¡Se habla de arte y de amor!

– Anoche me trajiste muy tarde a descansar, dijo el cuerpo.

Y el alma con orgullo:

– ¿Cuándo unos ojos tan hermosos te miraron tan de cerca?.

Y sólo entonces el hombre supo que el cuerpo es un viajero inocente que no quisiera más que su reposo y su pan; que es el alma el demonio luciferiano, que lo arrastra a ambiciosas luchas, a los amores delirantes, a los placeres desordenados. Atolondradamente lo sacrificaba y lo gasta, y cuando, ya inútil y envejecido, lo precipitaba a la muerte, lo abandona a la tierra y sigue su viaje hacia el misterio, así como un gran señor que revienta el corcel en la terrible carrera del día y al llegar la noche, lo deja morir al borde del camino, mientras él continúa su aventura y se hunde en la sombra del horizonte.

Y el cuerpo, desilusionado y mudo, vuelve a la tierra, la gran abuela santa, y le devuelve la cal y el hierro, el humilde pedazo que tomó para la triste empresa de la vida."

 

 

Autor:

Maximo Contreras

 

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