Monografias.com > Periodismo
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

La libertad de expresión en el Paraguay



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13

Monografía destacada

  1. Libertad de
    expresión….al filo de la
    navaja
  2. Introducción
  3. Libertad de prensa,
    historia y generalidades
  4. Algunos sistemas y
    organismos especiales de protección y defensa del
    derecho a la libertad de expresión
  5. La libertad de
    expresión y el derecho a la información en la
    Convención Nacional Constituyente
  6. Otros aspectos
    relacionados con la libertad de
    expresión
  7. La
    protección penal de la libertad de
    prensa
  8. La prensa en el
    Código Penal paraguayo
  9. Importancia de los
    Medios de comunicación
  10. ¿De
    qué manera puede perturbar el periodista la labor de
    las autoridades judiciales?
  11. Libertad de
    prensa, desde el punto de vista procesal
  12. Derecho de acceso
    a la información pública y etica
    periodistica
  13. Conclusiones
  14. Bibliografía

Libertad de
expresión….al filo de la navaja

Siempre es una honra hacer el prologo de cualquier
trabajo, y lo es mayor, cuadno ese trabajo -como el presente
-contiene tantas identidades cn el prologuista que consigue
hacerlo suyo. La academia es el vehículo que logró
conectar al autor y al prologuista, en su af"án mutuo de
generar debate fomentar el enriquecimiento cultural de nuestros
pueblos y trascender en nuestras fronteras, mediante la
inestigación científica, el contraste y la
revisión. En más honroso aún, cuando se
trata de la dilatada carrera del Dr. Juan Marcelino
González Garcete, que exige de quienes nos acercacamos a
su aura, una suma de esfuerzos.

¿Es poco común que el prefacio y el
prólogo de alguna obra contengan un nombre o
mención. Esta es una de esas excepciones, pero el
prologuista tiene la particularidad de colocar el nombre al
prefacio y al prólogo en sus trabajos publicados. Aparte
de esta aclaratoria nos permitimos resaltar por cómun las
siguientes notas.

La primera, que las líneas en las que se inscribe
la obra del Dr. Juan Marcelino González Garcete, por su
contenido aplican a cualquier país, no solo por explicitar
los hechos históricos de donde vienen las figuras que
trata en forma puntual (libertad en general, de expresión,
de información, de prensa, entre otros), sino que interesa
el tratamiento dado a estos derechos -a veces garantía -en
forma de valores, lo que agrega un grado de universalidad
estupendo. Y expresa en este trabajo es tan pertinente que para
Nueva Zelanda, Estados Unidos, Paraguay o Venezuela, con la
única diferencia que en países con "democracias"
más consolidadas -que no son nuestros países, los
mecanismos de protección ciudadana para el ejercicio de
aquellos derechos tienen más vigencia, para no ser tan
bruscos y decir que en nuestras democracias no funcionan. Ello
lleva a la conclusión, que en aquellos regímenes no
democráticos, no existe un pleno derecho a la
libertad de expresión, y para nuestra, este mismo trabajo
fuere imposible publicarlo en aquellos paises totalitarios, donde
no existe libertad plena. Por eso, leemos del autor, que "La
libertad, sin la libertad de palabra es inconcebible…".
(pag. 19).

El segundo motivo comun de este trabajo, deviene del
hecho que así como en ciertos casos, por ejemplo, el
editor de un periódico coloca la frase que no se hace eco
o responsable por los comentarios, frases o conceptos emitidos
por los distintos autores y escritores que aparecen que en su
medio, que es parte del ejercicio de la libertad de conciencia y
de información, en este caso el prologuista asume una
posición homóloga con el autor, ent anto suscribe
las frases y conceptos que emite, más, por su
preocupación sobre los desmanes que a diario suceden en
contra el amplio catálogo de derechos que son trasversales
a la libertad de expresión en general.

El tema que escogió el autor no es sencillo
desarrollar porque genera mucho ruido y mueve muchos intereses,
los sanos y los malsanos, los económicos, los
políticos, los religiosos, los morales, etc. pero bien
merece la pena adentrarse a la obra que nos ocupa, donde se
aprende más de un tema tan sensible, como sucedió
con nosotros. En sentido contrario de algunos sesgos y fanatismos
de todo tipo, encontramos como la sociedad plural requiere de un
ejercicio a la libertad de expresarr las ideas -controlado
sí, porque lo contrario sería anarquía -pero
siempre respetando también las libertades de todos, y
allí radica el quid del asunto en el establecimiento de
límites.

Para infortunio nuestro, acompañamos la mencion
de Libertad de Expresión la frase "al filo de la
navaja"
dice mucho, dado el grado de afectacion hoy
día a este derecho; en tanto la radio de acción de
la liberta a expresarse tiene muchas aristas, también
mencionadas en esta obra, como muchos sus tipos,
vehículos, así como por sus derivadas regulaciones
(verbigracia, limitaciones, sanciones, permisología), o
por su mal empleo o desvalorización que es el
tema que más preocupa, aunado a las presiones gubernativas
-unas veces implícitas o indirectas, otras veces concretas
y directas, otras de la sociedad misma a veces en forma
permisiva.

Confiamos como el autor, que el derecho de la libertad
en general es ilimitado per se, o sin causa de que pueda
poscribirse. Lo que ocurre y aca hay una confusión general
es que existen ciertas regulaciones (Constitucionales, legales y
hasta morales) que son necesarias para establecer el control de
ese derecho (de cada individuo) frente al mismo derecho (de
libertad) de otros individuos. El que existan límites no
relativiza su carácter absoluto, antes bien, como bien
explita el autor "las limitaciones tienen, pues a velar por el
ejercicio racional del derecho" (pag. 71)

Pero esos límites lejos de cerrarse deben
abrirse, porque el mundo va cambiando a la velocidad que avanza
la tecnología y los vehículos comunicaciones
también están cambiando. Es necesario examinar y
cuestionar estos nuevos límites y sus posibles
regulaciones, porque lo que yaer era privado por ejemplo, ya no
lo es por multiples motivos que vienen de la mano con la
tecnología. Ya lo decía LEW MCCREARY, en su ensayo
suyo intitulado ¿ Qué era la privacidad? cuando
opina>

"Esta versión de la privacidad se refiere a todo
lo que sabemos sobre nosotros mismos y deseamos controlar, pero
que la captura continua de nuestra existencia digital -las
búsquedas Google, el tráficio de e-mail, las
transacciones comerciales, las huellas marcadas en cookies que
dejamos en nuestros viajes a través del ciberespacio -hace
cada vez menos incontrolable. (…) Los mecanismos actuales
de recopilación y divulguación de datos son
altamente eficientes, y eso nos lleva a hacernos otra pregunta,
una desconsoladora: ¿Qué era la
privacidad?.[1]

Hacemos la reflexión de cómo ha cambiado
la vida y el tema de la libertad de expresión, porque
justamente al momento de escribir este prólogo suceden dos
hechos paralelos y aparentemente descontextualizados entre
sí, a no ser que se trata de hechos humanos y por ende,
siempre con diferencias guardan algunas identidades. Estos hechos
-sucesos-revelan la condición del título del
prólogo por la que se invita a leer la obra. Hace un mes,
en Venezuela fueron detenidas e imputadas penalmente un
número importante de personas que sin ningún plan,
ni pertenencia a agrupación social o política
alguna, amén de ser ciudadanos y poseer derechos -incluso
afectos al gobierno-, que se encontraban en las instalaciones de
un tren subtérraneo para usar el servicio, hicieron una
manifestación pacífica en su sede, donde
"expresaron"(reclamaron) el pesimo servicio a que tienen derecho
-por ser ademas un servicio "público"-. Más
recientemente, se ha generado toda una polémica con el
portal Wikileaks por la forma como ha mostrado
"información" sensible en el mundo político,
diplomático; cuyo autor está en la lista de
solicitados por la Interpol.

No estamos diciendo que ambos casos son iguales, ni
estamos rasgándonos las vestiduras porque se pruebe la
inocencia de los involocrados, ni avalando lo que dijeron y como
lo dijeron. Nuestro punto está en que tienen derecho a
decir, a expresar, a comunicar sus pensamientos, siempre que no
afecten el derecho de los demás. Deben tratarse como
inocentes y probárseles que efectivamente se encuentran
incursos en hechos sancionables. Pero vale otra interrogante,
¿ hasta donde querien llevar las limitaciones al derecho
de expresarse a viva voz, y ya hasta en forma digital y remota?
La respuesta es simple: Hasta donde lo permitimos los
ciudadanos.

Por ese motivo, entre los asertos de la obra que con
gusto y honor prologamos, se encuentra su visión de que
los políticos son otros.

Convenimos también con el autor en que en
desmedro de la universalidad del derecho a la libertad de
expresión, la politización de los organismos
hemisféricos a quienes compete supuestamente la defensa de
estos derechos y sus relacionados, le hace un flaco favor a su
ejercicio, cuando pierden la objetividad como razón de
existencia (callando sucesos de sus aliados y cuestionando otros
de quienees no piensan igual), que se desdibujan en el plano a
que corresponde, perdiendo mayor legitimidad e influencia en su
campo de acción.

Por último, insistimos que no es fácil
abordar estos temas porque la libertad -así como la vida
-, es un valor sagrado y viene ligado a otros derechos
trasversales y a otros de afectacion indirecta, como cuadno se
complementan (derecho a la prensa y derecho a la
información), como cuando se enfrentan (derecho al honor o
intimidad y derecho a la información), lo que obliga no
pocas veces a ponderar los valores involucrados en la
resolución de los casos.

A pesar de todos los inconvenientes -a veces abusos -que
se cometen en quienes ejercen la expresión -que
también los hay -evocamos a VOLTAIRE ens u
afirmación: "Estaré en franco desacuerdo con lo
estás diciendo, pero defenderé hasta la muerte tu
derecho a decirlo".

Auguramos éxitos al Dr. JUAN MARCELINO GONZALEZ
por su interesante contribución a estos complicados temas.
Otra vez gracias por la deferencia en esta tarea de elaborar el
prólogo de tan pedagógica obra.

Gracias por el honor conferido.

LUIS ALBERTO PETTI GUERRA.

Caracas, Diciembre 2010.

Introducción

Este trabajo quiero dedicárselo a todos mis ex
profesores de la Universidad Nacional de Asunción, de
quienes mucho he aprendido en la Ciencia del Derecho, y a todos
quienes fueron víctimas de la dictadura, y quienes
injustamente afrontaron procesos penales por expresar ideas y
opiniones adversas al régimen anterior.

Igualmente, a todos los periodistas y trabajadores de la
prensa paraguaya, por afrontar el riesgo que representa hoy en
día el ejercicio de su profesión, a pesar de las
constantes intimidaciones y presiones. También a los
familiares de esos valientes -como el caso de Santiago
Leguizamón -que ya no se encuentran presentes, con el
deseo de que la historia premie y dignifique sus
nombres.

Empecemos este trabajo, mencionando que desde antiguo se
ha tenido la concepción de que la prensa y por sobre todo
la libertad de prensa es una garantía de la vigencia de la
democracia; es por eso que incluso muchos hablan inclusive de la
terminología del "cuarto poder" cuando hacen referencia a
la prensa.

Algunos juristas y periodistas hablan de que "Es un
principio indiscutido que un país puede vivir en libertad
y democracia, solamente con una prensa libre que le sirve de
fundamento". Y creo que en parte tienen razón, ya que a
través de ella, se ejerce de manera inequívoca un
control sobre las actividades del Estado, que escapan incluso a
los sectores políticos.

La democracia real y efectiva necesita de la libertad de
prensa, la libertad de prensa tiene su mayor desarrollo y auge en
los sistemas democráticos de gobierno, garantizando el
pleno control de las actividades del gobierno
nacional.

La importante función que ejerce la prensa -a
nuestro entender -es en el hecho de controlar las actividades de
los funcionarios públicos; pues como su nombre lo indica
son funcionarios públicos y sus actividades deben ser
ventiladas en público, y esta es la misión
fundamental de la prensa libre.

En este último sentido hay que apuntar, que no
solo el Estado puede coartar la libertad de prensa, sino que
también lo pueden hacer los propios hombres de prensa
(directores, gerentes, propietarios, clientes, etc.,), estos
pueden ejercer una presión sobre el trabajador de prensa
para que publique tal o cual información; también
se puede dar que el propio hombre de prensa, o periodista,
contrario a sus principios, informe de manera sesgada o
errónea.

Ya sabemos lo que implica la libertad de prensa y su
importancia para el sistema democrático de gobierno, de
hecho así lo entendieron nuestros Convencionales
Constituyentes, y han establecido un catálogo de normas
referentes a la libertad de prensa -más adelante veremos
su contenido Constitucional-, lo que explica la importancia
extraordinaria que los mismos le dieron a esta como uno de los
fundamentos de la democracia, quizás imbuidos de que era
la única manera de garantizar la vigencia de los
principios democráticos y evitar el advenimiento
nuevamente de la rémora del pasado, cual es la
DICTADURA.

Ahora bien, conozcamos mejor lo que implica la prensa.
Se entiende el término "prensa" a todo los medios o formas
de comunicar al público noticias,
opiniones[2]emociones y creencias, ya sea a
través de periódicos, revistas, libros,
transmisiones de radio, programas de televisión, internet
o proyecciones cinematográficas.

De modo pensamos que son las diversas maneras de
comunicar ideas al público, de ahí su importancia
fundamental, más todavía hoy que tenemos medios
masivos de comunicación, lo cual no se observaba en los
principios de la prensa, ya que difícilmente se lograba
publicar unos pocos impresos.

Un Estado democrático (o en vías de
democratización) tiene la obligación de garantizar
el libre acceso a la información pública,
así como es deber ciudadano demandar ese libre acceso para
contar con el parangón de posturas políticas,
sociales, económicas, culturales, etc., que sirvan para la
consecuente toma de decisiones en la sociedad.

Un reconocido autor, nos trae la siguiente
definición: "Reconocimiento de la posibilidad de
manifestar ideas o los estados anímicos, de acuerdo con la
espontaneidad individual; singularmente, cuando trasciende a lo
público. El tema encuentra su desarrollo positivo al
tratar la libertad de palabra y de
pensamiento".[3]

Aquí no hace referencia a los medios de
comunicación masiva, sino solo a la forma en que las ideas
toman estrado público, e implican la comunicación
de las mismas a todas las personas que accedan a dicha
información. Además de la mención de la
libertad de palabra y pensamiento, que son dos esferas
fundamentales en la libertad de prensa.

La libertad de prensa comprende los derechos a
expresarse a través de los medios modernos de
comunicación: periodismo escrito, radial, televiso,
internet, etc. Tanto la libertad de pensamiento como la de
opinión, son presupuestos de la libertad de prensa, puesto
que esta no hace sino que divulgarla.

La libertad de prensa está muy vinculada con la
libertad de pensamiento y de expresión, constituyendo
estos en los pilares del Estado de Derecho, al estar consagradas
en todas las Cartas Magnas de las naciones democráticas
del mundo.

Por otro lado, la libertad de prensa comprende
también otros derechos sin los cuales la misma
carecería de eficacia: la libertad de información y
la libertad de impresión.

Es por ello que hablábamos de la libertad de
prensa está muy vinculada con la democracia, pues es una
de sus bases, pero también la misma depende de la vigencia
de la democracia, pues es un país autocrático se da
la censura previa; que tantos ejemplos ya tuvimos en el
transcurrir de la historia universal y de nuestra historia patria
en particular.

El papel crucial que en ella ocupa la información
es el de contribuir, simultáneamente, al proceso de
cristalización y sustitución de las estructuras
sociales, permitiendo el establecimiento de la
coordinación necesaria entre los individuos para que dicho
proceso se produzca.

Comunicarse es vincularse, poner en común,
compartir, intercambiar. La comunicación asumida como un
trabajo específico o relacionado con alguna otra tarea
cultural, suele transformarse en producción de mensajes,
manejo de instrumentos o canales, estrategias
informativas.

La comunicación es el proceso fundamental y vital
por el que se trasmiten conceptos en las relaciones de persona a
persona. Es fundamental en tanto que la evolución
histórica de las sociedades humanas ha estado condicionada
a la aptitud que tiene el hombre de trasmitir sus emociones,
deseos de saber y conocimiento. Vital en cuanto a la oportunidad
de comunicarnos aumenta las posibilidades de supervivencia y su
ausencia se entiende como una seria forma de trastorno
patológico de la personalidad.

La importancia de este tema radica, en que, hoy en
día los medios de comunicación constituyen una
herramienta persuasiva que nos permiten mantenernos en continua
comunicación con los distintos sucesos, ya sean sociales,
políticos o económicos, tanto a escala nacional
como internacional. Y consideramos más importante
aún medir las consecuencias de estos actos de
persuasión, y sobre todo llevándolos hacia valores
positivos de conciencia ciudadana.

Para ir definiendo los parámetros de esta
investigación en forma de tesis doctoral, conviene
precisar, ad initio ciertos términos que iremos utilizando
a lo largo y ancho de la obra.

PUBLICIDAD: La publicidad es más una
actividad que caracteriza intencionalmente el mensaje que se
elabora, buscando el cambio de actitudes, rasgos cognitivos y
comportamientos de los destinatarios, utilizando para ello
diversos soportes tecnológicos.

PROPAGANDA: Se llama propaganda, al conjunto de
técnicas destinadas a propagar ideas, doctrinas y
opiniones para que esos conceptos sean aceptados por la gente
que, como consecuencia de ello, se adhieran a ellas. La finalidad
de la propaganda es ejercer influencia en la actitud de las masas
y aparece como una empresa organizada para influir y dirigir la
opinión pública.

PRENSA. La prensa periódica es el medio
más representativo, las repercusiones políticas que
se le atribuyen, llevaron en algún momento a acuñar
la expresión de "Cuarto Poder", para referirse a su
capacidad de incidir en la opinión pública y en
última instancia, en las sociedades democráticas,
sobre los votantes, por ejemplo.

TELEVISIÓN: La revolución
informática hace posible la destrucción de barreras
idiomáticas y el aislamiento recíproco, ya no
existen las fronteras nacionales para la información. La
TV ha creado una fuerza cultural penetrante como nunca antes se
ha visto, tanto en su intensidad como en su alcance.

LA RADIO: La radio nos devuelve al ámbito
de la noticia, pues comparte con la prensa y la TV, la
posibilidad de facilitar el conocimiento sobre la realidad a
través de ella.

Concluyendo este prefacio, podría decir que
fueron tres las razones fundamentales las que me motivaron a
dedicarme a la tarea de escribir un trabajo relacionado con la
libertad de expresión, lo que puedo asegurar que me
ha resultado bastante complejo, sobre todo por tratar de
sistematizar tantas vertientes que tiene este álgido y
controversial derecho.

La primera de las razones se debe a mi profundo
convencimiento de que el derecho a la libertad de
expresión constituye la piedra angular que toda sociedad
democrática. Simplemente de su protección, defensa
y concientización depende del éxito de este sistema
de gobierno.

Basta con revistar la historia universal para
percatarnos con el mayor o menor grado de protección a la
libertad de expresión del pensamiento ha sido clave para
el mantenimiento de la institucionalidad democrática y el
respeto del resto de los derechos fundamentales.

Los países donde han existido las más
crudas y brutales aberraciones frente a los derechos del hombre
se han caracterizado, precisamente, por mantener un
régimen basado en el terror, el miedo, la represión
y el silencio. En la medida en que un pueblo no es capaz de
cuestionar, denunciar y criticar libre y desinhibidamente una
política, gestión, suceso o funcionario
público, en esa misma medida se multiplicarán los
excesos, la violencia, la corrupción y, lo peor de todo,
la impunidad.[4]

Pareciera que nos gusta la idea de que alguien, por lo
general el gobernante de turno, sea el que nos diga e imponga lo
que puede decirse y tolerarse. Me atrevo a realizar esta grave
afirmación por el hecho mismo que en los distintos
conflictos que han surgido con los posibles excesos de la
libertad de expresión y en los casos de claras
trasgresiones a la libertad de expresión, la sociedad
civil, las universidades, la iglesia y el resto de los grupos de
presión se han mantenido al margen de estas
polémicas, o se han limitado a reaccionar en forma
simplista y hasta desinteresada.[5]

En segundo lugar, me preocupa de sobremanera la
insuficiente literatura especializada en nuestro País
sobre los temas relacionados con la libertad de expresión.
Ello, mientras que en la gran mayoría de los países
democráticos este tema que suele ocupar a una buena parte
de los juristas, periodistas, filósofos, políticos,
sociólogos y pensadores en
general.[6]

En la mayoría de los conflictos cotidianos
relacionados con la libre expresión del pensamiento, se
debaten con una desesperante superficialidad. Es muy común
escuchar en cualquier discusión sobre este tema
afirmaciones como: "aquí hay libertad de expresión
por qué no hay periodistas presos", o "debe justificarse
esta medida o restricción por qué ningún
derecho es absoluto"; o "a los medios hay que subyugarlos porque
sólo piensan en sus intereses económicos"; y
pareciera que hasta allí llegan las opiniones
"especializadas" relacionadas con estos
asuntos.[7]

Obviamente, este trabajo de tesis doctoral no va ser ese
libro guía o referencia, pero al menos es un aporte para
que se despierte la polémica. Sin embargo, se hace un
esfuerzo por sistematizar las principales polémicas
relacionadas con este interesante tema.

La última de mis motivaciones es el
difícil momento histórico que vivimos hoy
día, en donde tanto a nivel nacional e internacional, se
debería plantear un debate profundo sobre este principio
fundamental para el pleno desarrollo de nuestra
democracia.

Quiero aclarar desde el comienzo, que no somos
defensores de un liberalismo absoluto en materia de libertad de
expresión, ni rechazamos cualquier tipo de
intervención estatal en esta materia; pues ningún
derecho puede considerarse absoluto. Pero si consideramos que
cada restricción estatal dirigida a limitar la libertad de
expresión debe ser meticulosamente escudriñada y
analizada, con la finalidad de evitar que se utilicen ciertos
conceptos jurídicos indeterminados, como el orden o la
moral pública, la seguridad nacional o el honor y la
reputación, para tratar de legitimar, sin más,
cualquier medida desproporcionada, vaga o imprecisa.

En fin, nuestro principal objetivo es tratar de crear
mejores condiciones para nuestra sociedad, a través de la
tolerancia. En la medida en que aceptemos que no todas las
informaciones u opiniones tienen que agradarnos o atender
nuestros intereses; en la medida en que aceptemos que cada quien
tiene derecho a escuchar, ver o leer lo que le plazca, siempre y
cuando ello no represente un peligro inminente para los
demás; en la medida en que aceptemos que para defender una
idea, a veces hay que defender a nuestro principal
opositor.

Por eso, se requiere de un análisis profundo y
detallado del verdadero alcance de la libertad de
expresión -y esta es justamente la idea de esta tesis
doctoral? y de las diversas fórmulas que buscan su
represión. No queremos desilusionar al lector, pues
probablemente no todas sus inquietudes se atienden en estas
páginas, pero queremos comenzar con algo.

En definitiva, no encontramos mejores palabras para
describir la imperiosa necesidad de garantizar la libertad de
expresión, que las utilizadas por el Juez Federal
estadounidense, Robert BORK, quien afirmó que "la prensa
americana es extraordinariamente libre y vigorosa, como debe
serlo. Pero debe ser así, no por qué no sea
imprecisa, superficial y parcializada, sino por el hecho de que
la alternativa a esa libertad es peor que sus
excesos".[8]

CAPÍTULO I:

Libertad de prensa,
historia y generalidades

"Estaré en franco desacuerdo con lo que
estás diciendo, pero defenderé hasta la muerte tu
derecho a decirlo".

VOLTAIRE

  • IMPORTANCIA DE LA LIBERTAD DE
    EXPRESIÓN.

No es casualidad que del amplio catálogo de los
derechos fundamentales establecidos en la Constitución, el
derecho a la libertad de expresión, ocupe un papel estelar
en la doctrina y jurisprudencia de todos los ordenamientos
jurídicos. Tampoco es casualidad que la mayoría de
las leyes, reglamentos, casos, sentencias o proyectos normativos
referidos a estos temas de libertad de
expresión
[9]despierten los más
feroces y radicales debates en los diversos medios de
comunicación y en la comunidad en general.

A pesar de que a veces se afirme con suelta ligereza que
este papel protagónico de la libertad de expresión
se debe a la afectación de los intereses económicos
de los propietarios de los medios de comunicación -lo que
no descartamos por completo?, consideremos que la
discusión de los asuntos relacionados con este derecho
fundamental es un tema de Estado, y a la vez es un asunto que
interesa a todos los ciudadanos, pues de ello no sólo
depende una de las garantías más elementales del
ser humano (libre expresión del pensamiento), sino
también la forma de gobierno más aceptada de
nuestros tiempos, la democracia.

Como tendremos oportunidad de demostrar en el presente
Capítulo -en que desarrollamos la tesis doctoral?, existen
diversas teorías, no excluyentes entre si, que demuestran
la relevancia de este derecho fundamental para la persona humana
y para el sistema democrático de gobierno. Por otra parte,
existen múltiples organizaciones y normas
jurídicas, internas e internacionales, que se encuentran
destinadas a promocionar y proteger este derecho constitucional
e, incluso, para darle preponderancia frente a otras
garantías fundamentales.

  • LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y RESPETO A LOS
    SERES HUMANOS.[10]

Seguidamente, tomaremos prestado la expresión de
Eusebio Fernández García, quien un una magistral
conferencia en la Universidad de Madrid, abordada este tema. Y el
mismo expresó que: "El contenido de mi exposición
va a consistir en el intento de reivindicar, hasta el
máximo de lo que me permita la solidez de mis
argumentación, dos valores imprescindibles en una sociedad
decente y abierta o libre (en el sentido que K. Popper
desarrolló en su obra La sociedad abierta y sus
enemigos
): el respeto a los seres humanos y la libre
expresión de pensamientos, convicciones y formas de
vida.

Dos valores morales, no se debe olvidar, que ya forman
parte del sistema jurídico de las Constituciones de los
países de tradición liberal democrática. No
solamente forman parte, sino que ocupan un lugar sobresaliente y
son el fundamento de toda una gama de derechos humanos
fundamentales. No otra cosa dispone el artículo 10 de la
Constitución Española, en su primer apartado, al
señalar que, «La dignidad de la persona, los
derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo
de la personalidad, el respeto a la ley a los derechos de los
demás son fundamento del orden político y de la paz
social».

Me apresuro a indicar, ya desde el comienzo, que por
respeto a los seres humanos voy a entender siempre, y
básicamente, la respuesta natural al reconocimiento de que
todos y cada uno de los seres humanos tienen un valor o
dignidad.

Por supuesto que Peter Singer y sus seguidores, los
más y menos fieles como corresponde a todas esas
cofradías a las que nos tiene acostumbrado el mundo
académico (no me refiero a las mafias universitarias, sino
a los escuadrones de ecologistas, analíticos,
interculturalistas, diferencistas y generistas, a la vez que
algunas ongs, por poner algunos ejemplos…), podrían
objetarme con razón que la dignidad y el respeto no son
valores que deban exigirse a los seres humanos en relación
con otros seres humanos , sino que deben abarcar a otros seres no
humanos (animales no humanos en expresión suya y de su
discípula Helga Kuhse, entre otros).

Aún reconociendo las buenas razones esgrimidas
por P,. Singer, debo resaltar que siempre que utilizo "dignidad"
o "respeto" estoy pensando en seres humanos, incluidos los que
él considera que «no son personas en un sentido
moral». También he de admitir que cuando me enfrento
a cuestiones como las que aquí deseo plantear, mis
argumentos teóricos se han subordinado a la defensa de
algunos objetivos que tienen que ver con la apología de
ciertas convicciones morales extraídas de la
tradición cultural humanista e ilustrada y que ello me
lleva a contemplar con profunda preocupación y rechazo un
buen número de intentos, que bajo la excusa de adaptar la
ética y el derecho a la sociedad actual, pretenden una
irresponsable "desacralización" de la vida humana o un
tratamiento frívolo de cuestiones tan básicas como
el sexo, la familia, la vida (aborto) o la muerte (eutanasia) y
ello aún en el caso, el mejor de los posibles, de que
tenga lugar en una sociedad democrática y con un gobierno
y legislativo democráticos.

Mi idea, por tanto, en torno al concepto de dignidad
humana es que cada uno de los seres humanos tiene un valor moral
especial, que ha de ser reconocido y garantizado por las leyes y
que significa, al mismo tiempo, el derecho a tener unos derechos
básicos e inviolables.

En cuanto a la libertad de expresión, no es
necesario insistir en que debe comprenderse como uno de esos
derechos sin los que es imposible pensar en una sociedad liberal
y democrática. Tanto por razones históricas como
filosóficas representa el triunfo de la tolerancia, la
discusión y el pluralismo frente al fanatismo, la
imposición de creencias y el absolutismo moral y
político. En nuestra Constitución, artículo
20, aparece como los derechos: «A expresar y difundir
libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la
palabra, el escrito o cualquier otro medio de
reproducción», «a la producción y
creación literaria, artística, científica y
técnica», «A la libertad de
cátedra» y «A comunicar o recibir libremente
información veraz por cualquier medio de
difusión».

Conviene no pasar por alto que el mismo artículo
20, en su apartado 4º,ya se adelantó a los
inevitables y normales acontecimientos, en relación con la
colisión entre el derecho a la libertad de
expresión y otros derechos constitucionales, prescribiendo
la siguiente solución, con frecuencia no tenida en
consideración: «Estas libertades tienen su
límite en el respeto a los derechos reconocidos en este
Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollan
y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la
propia imagen y a la protección de la juventud y de la
infancia».

Finalmente, por lo que afecta a esta
presentación, una referencia a la metodología
aquí utilizada. El tratamiento que se presupone es el
propio de una argumentación moral, pero pensada para su
aplicación al mundo y al ámbito jurídico. Es
un buen ejemplo de esa serie de problemas que se encuentran en
ese terreno común, pero no excluyente, a la Ética y
al Derecho.

Por eso el Derecho de una sociedad libre, al mismo
tiempo que incorpora algunas opciones morales, sirve para poner
límites a otras. La disciplina académica, inventada
desde hace siglos para tratar este tipo de problemas se llama
Filosofía del Derecho. Sea cual sea la extensión y
amplitud que deseemos dar al contenido de la Filosofía del
Derecho, parece bastante claro que la creación y
funcionamiento del Derecho en una sociedad dan lugar a la
existencia de problemas filosóficos en torno al Derecho, y
la Constitución no es una excepción a este
fenómeno. 3. Las cuestiones relativas al alcance de la
libertad de expresión y su colisión con otros
derechos constitucionales y con ciertos valores morales (tanto de
la moralidad crítica, como de la moral social, en el
sentido que indicó H.L.A. Hart) son, sin duda, cuestiones
filosófico jurídicas de gran importancia y
complejidad, que han de ser debatidas por los profesionales en
los ámbitos académicos y en los medios de
comunicación, pero cuyo interés afecta a todos los
ciudadanos.

Decía, unas líneas antes, que el
reconocimiento del valor o la dignidad de los seres humanos
exigen que éstos sean tratados con respeto. Este respeto
significa en las sociedades libres la aceptación del hecho
de que tener o tomar a alguien como ser humano significa
asignarle un número de derechos básicos que definen
una vida digna. Pero también ese respeto, sin cuya
realización los seres humanos vivirán por debajo de
lo soportable, es fuente de otro buen número de deberes
morales y jurídicos cuyo cumplimiento exige tanto
omisiones (deberes negativos) como acciones (deberes
positivos).

En las actuales sociedades donde se ha hecho realidad el
Estado de bienestar social (en nuestra Constitución art.
1.1: Estado social y democrático de Derecho) nos hemos ido
acostumbrando a vivir con una serie de derechos (más o
menos garantizados), promesas (más o menos cumplidas),
deberes (soportados con mayor o menor resignación, aunque
también asumidos libremente) y una serie de prestaciones
destinadas a ser satisfechas por los Estados, aunque recortadas,
o en el intento de ser recortadas, en los últimos
años.

No está muy desencaminado quien piense que el
buen funcionamiento del Estado social y democrático de
Derecho representaría el haber tomado en serio, tanto la
sociedad como el Estado, ese respeto a que nos conduce el
reconocimiento de la igual dignidad de los seres humanos. Sin
embargo la realidad es muy otra y está llena de
patologías o fenómenos desintegradores.

Aquí ni voy a plantear hipótesis que
tengan que ver con esa realidad, a todas luces incómoda,
ni voy a analizar una lista completa de esos fenómenos.
Simplemente me voy a referir a dos de ellos, disculpándome
previamente del riesgo de dejar muchas cosas importantes al
margen.

El primero no tiene que ver directamente con el problema
o los problemas que deseo plantear, y que están
contemplados en el segundo fenómeno, pero son el reflejo
de una actitud que, si se extiende mucho, puede aumentar la
gravedad de las patologías allí consideradas. Es
más, una respuesta ciudadana, activa y comprometida, puede
conducir a la búsqueda de soluciones para ellas. Se trata
del fenómeno de la burocratización de las
sociedades del Estado de bienestar social y la creación de
ciudadanos dóciles, sometidos y manipulados.

Junto al hecho positivo de ciudadanos que cuentan con
más derechos y libertades, sin la tragedia de la
incertidumbre y con bienestar asegurado (estoy hablando de las
sociedades desarrolladas, aunque siempre habría que tener
en cuenta las diferencias en la distribución de ese
bienestar y los marginados o excluidos de él) se ha creado
y reafirmado un tipo de ciudadano pasivo, en apariencia
satisfecho, poco comprometido, sin iniciativas de interés,
consumista inmoderado y nada responsable, para quien el esfuerzo
por progresar moral y materialmente ha sido sustituido por el
éxito inmediato y pasajero.

No tendría mucho sentido insistir en esta poco
optimista fotografía, si no fuera porque todo ello afecta
muy negativamente al respeto hacia los demás y hacia uno
mismo. Cuando la solidaridad ha pasado de ser una virtud moral
personal dirigida hacia los otros, a convertirse en un objeto y
contenido de políticas públicas despersonalizadas,
cuya ejecución las convierte en algo impuesto, actuando en
contra de la voluntad de los supuestos solidarios a la fuerza, no
debe sorprendernos que ellos conlleve a la pérdida
también del respeto.

Richard Sennett, en un reciente libro, cuyo
título es El respeto. Sobre la dignidad del hombre en
un mundo de desigualdad
, ha estudiado este tipo de
sociedades con sistemas de protección social, pero sin
respeto ni reconocimiento de los demás. Valga la cita de
este texto: «La falta de respeto, aunque menos agresiva que
un insulto directo, puede adoptar una forma igualmente hiriente.
Con la falta de respeto no se insulta a otra persona, pero
tampoco se le concede reconocimiento, simplemente no se la ve
como un ser humano integral cuya presencia importa.

Cuando la sociedad trata de esta manera a las masas y
sólo destaca a un pequeño número de
individuos como objeto de reconocimiento, la consecuencia es la
escasez de respeto, como si no hubiera suficiente cantidad de
esta preciosa sustancia para todos. Al igual que muchas
hambrunas, esta escasez es obra humana; a diferencia del
alimento, el respeto no cuesta nada».

Espero que se vea la relación entre este
fenómeno social y cultural de escasez de respeto, aunque
con derechos derivados del supuesto reconocimiento de la dignidad
humana, con los tres casos que ahora mencionaré, y que
más tarde trataré de manera sucinta. Se trata de
dos situaciones derivadas de un ejercicio irrespetuoso con la
libertad de expresión (aunque llevadas a cabo al amparo de
sus garantías constitucionales) y de una tercera que, bajo
la excusa de que existen ciertos secretos de Estado que
salvaguardan nuestra seguridad y nuestros derechos, actúa
como un caso normal de censura o de recorte al derecho a la
información.

Los casos son, pues, los siguientes: En primer lugar la
falta de respeto hacia la dignidad de la persona y la libertad de
expresión que representan ciertos programas de
televisión (sobre todo) enmarcados en el género de
la tele-realidad, programas "basura" en los que se juega
fundamentalmente con una marcada tendencia al exhibicionismo de
sus actores. Cabe aquí la pregunta de si esa falta de
respeto y de auto-respeto hacia la dignidad de las personas que
actúan en esos programas es una razón sólida
para poner en duda que se trata de situaciones amparadas por la
libertad de expresión.

En segundo lugar, se encontraría el atentado al
respeto a la dignidad que se llevaría a cabo en aquellas
situaciones en las que al amparo de la libertad de
expresión se produce un fuerte ataque al derecho al honor,
a la intimidad o a la propia imagen.

En este caso creo que, además de enfrentarnos a
un asunto de colisión en el ejercicio de derechos
fundamentales, entran en juego problemas que tienen que ver con
la prioridad o superioridad de ciertos valores morales, tema
sobre el que siempre es oportuno definirse, ya que el desarrollo,
al tiempo y armónicamente, de todos los valores morales
que consideramos personal y socialmente importantes es
infrecuente.

El tercer caso, como ya se ha adelantado unas
líneas más arriba, consiste en la
limitación, en nombre de la seguridad del Estado, del
derecho a la información, a la vez que una clara
colisión entre la exigencia de transparencia
democrática y la necesidad de informaciones que han de
permanecer secretas.

Dado que un desarrollo de cada uno de estos casos
exigiría un tiempo muy por encima del asignado a una
conferencia o de la extensión de un artículo, he
considerado que lo más adecuado es exponer a modo de
sumario, una serie de "tomas de postura" que podrían
ayudar a enfrentarse a esas situaciones, sin doblegarse al
pesimismo, a la conformidad interesada o al cómodo
cinismo. En ningún caso pienso que siguiendo esa toma de
postura se pueda llegar a las soluciones definitivas, más
bien creo que pueden ayudar a encauzar un debate que no se puede
hacer esperar más tiempo.

1.- LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN CUENTA CON
"GRANDEZAS" QUE LA HACEN IMPRESCINDIBLE EN UNA SOCIEDAD
DEMOCRÁTICA.

La libertad de expresión contribuye a conformar
una sociedad informada, presupuesto de toda buena decisión
que ha de ser tomada por los ciudadanos libres en una sociedad
democrática. El derecho a informar y a ser informados se
convierte en el pilar de una sociedad abierta, de una sociedad
cuyos ciudadanos han alcanzado la mayoría de edad, aquella
que le sirvió a Kant para responder a la pregunta
"¿Qué es la Ilustración?".

En la tesis doctoral, posteriormente libro, de Javier
Ansuátegui, sobre los orígenes doctrinales de la
libertad de expresión5 podemos contemplar los
obstáculos, avatares y pasos que históricamente
desembocaron en la libertad de expresión y como este
derecho se fue convirtiendo en una pieza fundamental de una
sociedad libre y deliberante, tanto desde su dimensión de
libertad negativa como de libertad positiva. No resulta
extraño que la libre expresión del pensamiento
apareciera claramente definida en el ámbito del
pensamiento de la Ilustración.

2.- Sin embargo, también en las sociedades
contemporáneas la libertad de expresión convive con
sus miserias. Los medios de comunicación no solamente
informan o reflejan, más o menos pasivamente, con mayor o
menor objetividad, la realidad social. También la
construyen, a la sombra de la libertad de expresión.
Ahí radican parte de las miserias, cuando se utiliza la
libertad de expresión de manera irresponsable,
engañosa o sectaria. Cuando Modesto Saavedra ha
señalado que «Los enemigos típicos de la
libertad de expresión son la censura, el monopolio y el
mercado» está apuntando a realidades hoy tan
cotidianas como la supeditación de la información
al mercado y a la denominada tiranía de la audiencia, las
injerencias del poder social, económico y político
en los medios de comunicación, el papel de la publicidad o
el corporativismo de la profesión.

Cuando los medios de comunicación caen en esas
nada infrecuentes miserias pierden las irremplazables funciones
de consolidar el sistema democrático, fomentar una cultura
pluralista o controlar la corrupción y el abuso de
poder.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13

Página siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter