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Criminalística como base para establecer la escena de la muerte (página 2)



Partes: 1, 2

El hallazgo de pelos en las actuaciones policiales y/o
forenses, ya sea en el lugar del suceso, ya en el presunto
agresor, o en la víctima, en prendas u objetos más
o menos directamente relacionados con el hecho, entraña
dos series de problemas completamente distintos: de una parte,
los de orden identificativo; de otra, los no menos importantes
que se refieren a la reconstrucción de los
hechos.

Así pues, no se ha de mirar el pelo como un
simple elemento susceptible de ser analizado con fines
identificativos, con ser éstos muy importantes y a veces,
decisivos en la investigación; el pelo en la
investigación criminal es algo más que un factor
histológico o anatómico, es una evidencia, una
huella del crimen y, como tal, debe estudiarse también
para la reconstrucción de los hechos. De la misma manera
que las huellas de sangre u otras huellas requieren
necesariamente, en todos los casos, un estudio topográfico
y organoléptico antes de proceder a su análisis
específico. El pelo encontrado, requiere siempre, sin
excepción, un estudio de su topografía,
disposición, forma y ambiente en que se encuentra,
circunstancias que hábilmente estudiadas, pueden hacer
innecesarias toda una serie de investigaciones
técnicas.

Los problemas identificativos que teóricamente se
pueden resolver mediante un estudio forense completo, son los
siguientes:

1. Diagnóstico Genérico.

Indudablemente es el primero y fundamental problema el
demostrar la naturaleza del pelo, ya que hay múltiples
cuerpos filiformes que pueden prestarse a confusión, tales
como fibras vegetales o de cualquier otra naturaleza, pelos
procedentes de plantas pilíferas, etc..

2. Diagnóstico de Especie.

Una vez resuelto el problema de la identificación
genérica, si se trata de pelos, surge
automáticamente el problema de diagnóstico
específico o zoológico. Cuestión
básica pues aún no tratándose de pelos
humanos puede interesar a la justicia el precisar a que especie
zoológica pertenecen.

En el caso de que se trate de pelos humanos, son
múltiples los problemas que plantea la práctica
forense:

a) Diagnóstico anatomo-topográfico, es
decir, determinar región anatómica que pertenece el
pelo.

b) Determinación del sexo.

c) Determinación de la edad.

d) Determinación de la raza.

e) Diagnóstico individual.

f) Los pelos hallados ¿cayeron
espontáneamente, fueron cortados o arrancados y por
qué procedimiento?.

g) ¿En qué momento fueron desprendidos los
pelos? después de la muerte?.

h) ¿Es posible determinar la fecha de la muerte
por el examen del pelo?

Es preciso tener en cuenta que, al revés de lo
que ocurre en otros problemas técnicos de la
investigación criminal, en el examen forense del pelo no
contamos con datos absolutos de certeza para resolver todos los
problemas enumerados, ya que la mayoría de aquellos
sólo tienen la categoría de posibles si se estudian
aisladamente, pero son de gran valor identificativo cuando se
reúnen varios signos coincidentes.

Por esta razón, en lo que a la
investigación del pelo se refiere y aún cuando se
trate de resolver uno sólo de los problemas anteriormente
reseñados, debe hacerse un estudio completo, no
conformarse con un solo dato o una serie de datos, sino que debe
seguirse la marcha analítica íntegramente, ya que
en todas sus fases surgen datos aplicables a la resolución
de todos los problemas.

Recogida y envío.

Previa a la recogida y posterior envío para su
estudio en el laboratorio es preciso su estudio "in
situ".

Como se ha indicado, el medio ideal para fijar el estado
de los lugares y hacer tranquilamente su estudio es la
fotografía. Es necesario la fotografía de ese
pequeño detalle que es el pelo, utilizando si es preciso
medios de ampliación (fotografía
macroscópica).

Una vez verificado el estudio "in situ", se impone la
recogida de muestras para su ulterior estudio en el laboratorio.
Puede afirmarse que de la técnica empleada en esta
operación depende en gran parte el éxito o el
fracaso de las ulteriores investigaciones en el
laboratorio.

Si por circunstancias especiales no es posible trasladar
los pelos al laboratorio junto con el soporte, cuando
están adheridos al mismo, no queda otro recurso que
separarlos con sumo cuidado; pero siempre el criterio que debe
imperar en esta operación es que todo elemento ambiental
del pelo debe ir íntegramente a la mesa de trabajo, pues a
veces una mínima partícula de sangre o de cualquier
otra sustancia es decisiva para llegar a la completa
individualización.

Posteriormente se sigue una pauta analítica, ya
en el laboratorio, con un examen macroscópico
complementario al realizado "in situ" que contiene el examen
micrográfico y posteriormente las técnicas
adecuadas del laboratorio, entre las que podemos utilizar
actualmente las derivadas del D.N.A.

Exploración del
cadáver

Aquí es preciso señalar que la
exploración del cadáver precisa de una serie de
situaciones a tener en cuenta:

– Cadáver reciente.

– Cadáver putrefacto.

– Restos óseos.

La presencia de un cadáver plantea al
médico forense una serie de interrogantes que podemos
resumir en tres preguntas:

En primer lugar, ¿cuál ha sido la causa de
la muerte?.

A continuación, ¿cómo se ha
producido esa muerte?.

Y en tercer lugar, ¿cuando se ha producido esa
muerte?.

Evidentemente, cada cuestión planteada, supone
una investigación distinta en cada uno de los casos
planteados.

A) Cadáver reciente.

En esta situación se nos plantea, en primer
lugar, el diagnóstico de la muerte, que tradicionalmente
ha sido considerado siempre como una situación
fácil; actualmente, la nueva era de los trasplantes y los
modernos y sofisticados mecanismos de reanimación y/o
resucitación exigen una verdadera precaución a la
hora de hacer un diagnóstico objetivo del estado de
muerte.

La muerte la hemos de entender como el cese de las
funciones vitales, considerando éste como el cese del
equilibrio químico, físico y biológico que
supone la vida, quedando el cuerpo entonces a merced del medio
ambiente, tanto externo como interno del propio
organismo.

El diagnóstico de la muerte, en el caso que nos
ocupa, normalmente se basa en el establecimiento de los
fenómenos cadavéricos, fenómeno
relativamente tardío, pero de certeza absoluta.

Los fenómenos cadavéricos que en esta
situación de cadáver reciente nos interesan son los
que se conocen como fenómenos abióticos y entre
éstos debemos distinguir: la deshidratación
cadavérica, el enfriamiento, la formación de las
livideces cadavéricas y la rigidez.

– La deshidratación cadavérica. Cuando las
condiciones externas se caracterizan por elevadas temperaturas y
fuerte ventilación, se produce la evaporación de
los líquidos cadavéricos; condiciones menos
extremadas producirían, también, un cierto grado de
deshidratación cadavérica. Este fenómeno
puede traducirse en fenómenos generales, representados por
la pérdida de peso y en fenómenos locales que
serían el apergaminamiento cutáneo, la
desecación de las mucosas y los fenómenos oculares.
Fenómenos muy variables en su intensidad, según las
influencias exteriores. Como la pérdida de peso que sufre
el cadáver es relativamente escasa, sólo resulta
apreciable en el recién nacido y en el niño de
corta edad, siendo la pérdida más acusada en los
primeros días y sobre todo, en las primeras 24 horas. Esta
disminución puede ser origen de errores en la
determinación de la época de gestación de
fetos a término.

En los fenómenos locales, el apergaminamiento
cutáneo, consiste en que cuando la capa córnea
epidérmica que representa un escudo protector de la piel,
ha desaparecido, como sucede en las escoriaciones; la piel de la
zona correspondiente sufre un proceso de desecación
especial, que recibe el nombre de apergaminamiento. Este proceso
se traduce en la formación de una placa amarillenta, seca,
dura, espesa, con consistencia y aspecto como pergamino, cuya
superficie esta recorrida por arborizaciones vasculares de tinte
más oscuro.

La desecación de las mucosas equivale a lo que
acabamos de describir; se produce sobre todo en los labios
(preferentemente en recién nacidos), donde se origina un
ribete pardo rojizo o pardo negruzco que ocupa su zona más
externa; también puede producirse en la zona de
transición cutáneo mucosa de la vulva en
niñas de corta edad. Debe evitar confundirse este
fenómeno normal con lesiones por compresión,
tocamientos impúdicos o escarificaciones
caústicas.

En el capítulo de los fenómenos oculares
tenemos la pérdida de la transparencia de la
córnea, con formación de una telilla albuminosa,
que consiste en un fenómeno relativamente precoz, pero con
diferencias cronológicas según que el
cadáver haya permanecido con los ojos abiertos o cerrados,
en el primer caso, la córnea aparece turbia ya a los 45
minutos de la muerte y en el segundo a las 24 horas.

La telilla albuminosa se halla formada por restos de
epitelio corneal desprendido y reblandecido, y también por
materias albuminoideas trasudadas y granos de polvo.

La mancha esclerótica de SOMMER-LARCHER, se
inicia poco tiempo después de la muerte, en forma de una
simple mancha negra, de contornos mal limitados, que se va
extendiendo después hasta adquirir una forma redondeada u
oval, más raramente triangular, con la base dirigida hacia
la córnea. La mancha negra aparece primero en el lado
externo del globo ocular, apareciendo después otra del
mismo color y aspecto en el lado interno. Esta mancha
esclerótica no es de una constancia absoluta; depende de
que el cadáver haya permanecido con los ojos abiertos y
cuánto tiempo. Procede del desecamiento de la
esclerótica, que se adelgaza y torna transparente, con lo
que deja traslucir directamente el pigmento de la
coroides.

También a consecuencia de la evaporación
de los líquidos intraoculares, el ojo del cadáver
llega a perder su tono y volverse blando al tacto, lo que en
último extremo provoca un hundimiento de la esfera ocular.
Este es un fenómeno de gran constancia, pero condicionado,
también en su progresión cronológica a que
el cadáver haya permanecido con los ojos abiertos o
cerrados.

Otro fenómeno es el enfriamiento
cadavérico; este fenómeno se debe al cese de los
fenómenos que producen el calor corporal al producirse la
muerte, quedando el cuerpo sometido a las influencias del medio
ambiente por lo que sufre un proceso de enfriamiento progresivo
hasta igualarse la temperatura con el medio ambiente. Es decir el
cuerpo se comportaría como un cuerpo metálico
caliente que pierde su fuente de calor, aunque en el cuerpo
humano ese proceso no es exactamente igual ya que el calor
corporal del cadáver suele mantenerse durante un cierto
tiempo después de la muerte y aún aumentar en
ciertas circunstancias.

Es decir, se puede decir que existe un periodo de
equilibrio térmico, presentando la curva de enfriamiento
una meseta inicial, habiéndose demostrado
experimentalmente que este fenómeno tiene una
explicación puramente física, ya que el
cadáver se comporta de la misma manera que un cilindro
metálico del mismo diámetro. En uno y otro, el
enfriamiento se inicia en la periferia por un flujo
ininterrumpido de calor hacia el medio que los rodea. Pero las
capas inmediatamente subyacentes compensan esa pérdida
acto seguido repitiéndose el mismo proceso hacia la
profundidad de forma sucesiva.

La evolución de este proceso se inicia por los
pies, manos y cara que están fríos a las dos horas,
se extiende luego a las extremidades, pecho y dorso. Finalmente
se enfrían vientre y axilas. Los órganos
abdominales profundos conservan el calor mucho tiempo, incluso 24
horas. En el enfriamiento cadavérico existen una serie de
condicionantes de su marcha como es la causa de la muerte,
determinados factores individuales y factores
ambientales.

El enfriamiento cadavérico es importante como
hemos dicho en el diagnóstico cierto de la muerte y como
se verá más tarde, atendiendo a su marcha
cronológica, en la dotación de la misma.

Las livideces cadavéricas se producen con el cese
de la actividad cardíaca que inicia con una
contracción vascular progresiva desde el ventrículo
izquierdo hacia la periferia un amplio desplazamiento de la masa
sanguínea, que vacía las arterias y es origen de
una hiperplección de las venas. A partir de este momento
la sangre que sometida de modo exclusivo a la acción de la
fuerza de la gravedad, por lo que tiende a ocupar las zonas
declives del cuerpo, distendiéndose los capilares y
produciendo sobre la superficie cutánea manchas de color
rojo violáceo, conocidas como livideces cadavéricas
(Iivor mortis).

Las livideces constituyen un fenómeno constante,
que no falta ni aun en la muerte por hemorragia, a no ser que
esta sea una completa exanguinación.

El color de las livideces es rojo violáceo,
variando entre límites muy amplios, desde el rojo claro al
azul oscuro. Estas variantes de den del color de la sangre en el
momento de la muerte, por tanto en la intoxicación
oxicarbónica y en la cianurada tienen un color sonrosado
mientras que en la intoxicación por venenos
metahemoglobinizantes presentan un color achocolatado.

La intensidad depende de la fluidez del líquido
sanguíneo, si do más acusadas en los casos de
asfixias, ya que la sangre no se coagula con rapidez y menos
marcadas en las muertes por hemorragia, anemia, debido a la
reducida cantidad de sangre y de pigmento
sanguíneo.

En cuanto a la distribución de las livideces, si
hemos explicado que la masa sanguínea queda a expensas de
la fuerza de la gravedad, lógico es pensar que se
producirán en aquellos lugares declives del
cadáver.

Existen variedades de livideces y entre éstas
debemos destacar la púrpura hipostática,
constituida por un punteado de tipo pseudoequimótico que
tiene su origen, según HOFFMAN, porque la
hipóstasis cadavérica puede romper vasos, aumentado
la presión, sobre todo en capilares, siendo este
fenómeno más frecuente si los capilares sufren
degeneración grasa.

Otra variedad de livided cadavérica son las
livideces paradójicas, es decir, aquellas que se forman en
regiones no declives. Presentan forma de manchas
acompañadas no raramente por petequias,
hemorrágicas, hecho que también puede suceder con
las livideces normales. Se observan, en cadáveres
mantenidos en decúbito supino, en la cara y regiones
anteriores del cuello y tórax, especialmente en las
muertes repentinas y en las asfícticas. Existen varias
teorías sobre la génesis de estas livideces, siendo
quizá la real aquella que mantiene su origen postmortal,
interviniendo en su génesis un componente activo,
dinámico, vásculo sanguíneo, que moviliza la
sangre desde el lecho arterial al venoso, encontrando en su
desarrollo el obstáculo del estasis venoso y
cardíaco derecho, propio de estas muertes; de esta manera
tendría lugar una intensa dilatación y
replección de la red capilar, que se pondría de
manifiesto en estas livideces en zonas no declives.

Existe un dato poderosamente llamativo e importante en
el capítulo de las livideces cadavéricas, la
transposición de las livideces cadavéricas, es
decir, la posibilidad del desplazamiento de las manchas de
lividez durante cierto tiempo después de su
formación. Así, si comprimimos una lividez reciente
con el dedo esta desaparece, y de la misma manera si cambiamos la
posición del cadáver. El resultado de estos dos
tipos de maniobra es un nuevo desplazamiento de la sangre hacia
los vasos no comprimidos, en el primer caso, o hacia las nuevas
regiones declives, en el segundo; explicándose así
el fenómeno de la transposición, apareciendo de
nuevo las livideces en el punto declive actual.

Pero, transcurrido un cierto plazo, las citadas
maniobras se hacen negativas. Se ha establecido el proceso de
fijación de las livideces, que se hacen permanentes en el
lugar que se formaron. En general, las livideces empiezan la
fijación a las diez o doce horas.

Derivado de esto, existe la posibilidad de encontrar en
un cadáver, livideces en dos planos distintos y aún
opuestos. Esto tiene lugar cuando se cambia la posición
del cadáver habiendo ya comenzado el proceso de
fijación de las livideces, sin haberse completado del
todo.

De esto podemos deducir, desde el punto de vista de la
medicina forense, que las livideces cadavéricas tienen
gran importancia en los siguientes puntos:

  • Diagnóstico de la muerte cierta.

  • Determinación de la data de la
    muerte.

  • Determinación de la posición del
    cadáver.

Rigidez cadavérica.

Inmediatamente después de la muerte se produce,
en circunstancias normales, un estado de relajación y
flaccidez de todos los músculos del cuerpo. Pero al cabo
de un cierto tiempo variable, pero corto en general, se inicia un
lento proceso de contractura muscular, que ha sido llamado
rigidez cadavérica (rigor mortis).

Sus caracteres han quedado magistralmente reflejados en
la definición de LACASSAGNE:

«Estado de dureza, retracción y tiesura,
que sobreviene en músculos después de la
muerte».

Dicho estado aparece constantemente en los
cadáveres, varia solamente el momento de iniciarse, que
excepcionalmente puede muy preciso o muy tardío. Se
produce en toda la serie animal, incluso en los de sangre
fría, afectando tanto a la musculatura estriada del a rato
locomotor como a la musculatura lisa.

El mecanismo de producción de la rigidez
cadavérica es similar contracción muscular en vida,
siendo una contracción mantenida, mientras existe aporte
energético derivado del ácido adenosin
trifosfórico (ATP) que pasa a ácido adenosín
difosfórico (ADP) liberándose una molécula
de ácido fosfórico. Así un buen estado
muscular producirá una rigidez más intensa y
duradera que si la musculatura se encuentra fatigada como por
ejemplo si se produjese la muerte tras un ejercicio físico
prolongado.

La rigidez en la musculatura lisa va a producir una
serie de fenómenos que se deben conocer para evitar
equívocos importantes.

En primer lugar se produce con bastante anterioridad a
la rigidez de la musculatura estriada y en determinados lugares
va a producir diferentes signos:

  • La rigidez diafragmática provoca la
    expulsión del aire pulmonar, provocando la
    oscilación de la glotis y como consecuencia un ruido
    especial, apagado que ha sido llamado el sonido de la
    muerte.

  • Al entrar en rigidez los músculos erectores
    del pelo, se produce la "cutis anserina" (vulgarmente piel de
    gallina) que no debe atribuirse, por tanto, a un
    fenómeno vital. También se produce la
    retracción del escroto y los pezones.

  • La rigidez cadavérica en las vesículas
    seminales puede producir la salida al exterior de
    líquido seminal, que ha sido erróneamente
    interpretada como eyaculación agónica o post
    mortal.

  • La contracción del corazón, que es
    más intensa en el ventrículo izquierdo, es el
    origen del vaciamiento arterial y la formación de las
    livideces cadavéricas.

  • Por último, la rigidez cadavérica,
    afecta también al útero, que si se encuentra
    gestante, puede producir lo que se llama como parto
    post-mortal.

De todo esto se puede deducir que la rigidez
cadavérica tiene importancia en los que se refiere al
diagnóstico de la muerte, la determinación de la
data de la misma y en ocasiones puede ayudar a reconstruir las
circunstancias en que se produjo la muerte (espasmo
cadavérico).

El estudio de estos fenómenos cadavéricos
nos permite llegar al diagnóstico cierto de la muerte y
estudiando su cronología, apartado en el que sería
quizá, excesivamente prolijo, nos daría una
datación de la muerte, aunque en este apartado, la
experiencia nos demuestra que la utilización de los
fenómenos cadavéricos de forma aislada, de uno en
uno, siempre y por regla general suele ser fuente de importantes
errores. Es preciso tener en cuenta que la datación de la
muerte sigue siendo uno de los caballos de batalla más
importantes que tiene la medicina forense, debiendo ser cauto y
muy celoso en la apreciación de los mismos, ya que errores
y/o arrogancias sobre un tema tan delicado y difícil,
puede llevar al tribunal, mal asesorado por el perito, a
desestimar una coartada que en su origen puede ser
cierta.

B) Cadáver putrefacto.

El cadáver en descomposición no ofrece
dudas sobre el diagnóstico de la muerte. Aquí se
plantean varios problemas que se hacen cada vez más
complejos a medida que el tiempo transcurre.

En primer lugar el proceso putrefactivo lleva una marcha
que se encuentra totalmente influenciada por el medio ambiente,
condiciones del cadáver y tipo de muerte,
haciéndose mucho más difícil la
datación de la muerte.

La putrefacción evoluciona en el cadáver
en cuatro fases o periodos bien caracterizados pero que se
entremezclan entre sí.

Existe una primera fase o periodo cromático, que
se inicia a las veinticuatro a cuarenta y ocho horas de la
muerte, con el primer signo objetivo de la putrefacción,
la mancha verde, localizada inicial y normalmente en la fosa
ilíaca derecha, que después se va extendiendo por
todo el cuerpo, durando varios días y a la que poco a poco
se va añadiendo la segunda fase.

Esta segunda fase o periodo enfisematoso, se caracteriza
por el gran desarrollo de cantidad de gases que abomban y
desfiguran todas las partes del cadáver, haciéndose
muy patente la red venosa superficial que se produce al ser
empujada a la periferia la sangre por la presión de los
gases de putrefacción. Este periodo dura desde varios
días hasta unas dos semanas.

Esta fase tiene una gran importancia en el aspecto
identificativo, ya que la deformidad del cadáver es tan
grande que puede inducir a graves errores.

La tercera fase o periodo colicuativo se caracteriza por
el desprendimiento de la epidermis con la formación de
ampollas de dimensiones variables, llenas de un líquido
sanioso de color parduzco. Los gases se van perdiendo y el cuerpo
pierde su aspecto macrosómico, a la vez que se expulsan
los líquidos de putrefacción. Esta fase viene a
durar un. periodo aproximado de ocho a diez meses.

Por último, la cuarta fase o periodo de
reducción esquelética, se va produciendo de forma
paulatina en un periodo de dos a tres o cinco años,
desapareciendo todas las partes blandas convertidas en
putrílago.

La putrefacción progresivamente va enmascarando
rasgos importantes y haciendo desaparecer lesiones en un
principio evidentes sobre las partes blandas. Aquí la
labor macroscópica supera a la microscópica y es la
experiencia del forense, junto con los datos revelados de las
evidencias encontradas y el laboratorio en aquellos aspectos
donde la putrefacción actúa menos (tóxicos)
lo que nos pueden ayudar.

C) Resto esquelético.

Aquí debe intervenir la antropología
física que es la que nos podrá dar los datos
suficientes sobre los siguientes puntos que se deben considerar
fundamentales en la investigación criminal.

1. Diagnóstico genérico: Es un resto
humano o animal y en el último caso a que animal
corresponde.

2. Si se trata de un resto humano, raza del
mismo.

3. Diagnóstico del sexo.

4. Edad del resto óseo.

5. Talla.

6. Posible causa de muerte.

7. Data del resto óseo.

La exposición teórica de estos siete
puntos es, como se puede comprender, muy compleja, siendo muy
difícil llegar a conclusiones objetivas y exigiendo una
gran especialización y experiencia en este tema,
aún y así se puede llegar, en ocasiones, a
verdaderas conclusiones francamente reveladoras en la
investigación.

Hasta aquí, hemos visto las tremendas
dificultades que existen a la hora de datar la muerte de una
persona, con la investigación del lugar de los hechos
hemos iniciado el como se produjeron los hechos y será la
autopsia propiamente dicha la que nos diga cual ha sido la causa
de la muerte y nos complete el como se ha producido.

EXPLORACION DEL CADAVER

La autopsia en medicina forense, en contra de muchas
teorías existentes, se inicia con la exploración
del cadáver en el lugar de los hechos.

Esta exploración requiere un absoluto respeto a
la posición del cuerpo sus vestidos, los cuales previo a
su estudio deberán ser fijados mediante la
fotografía métrica, posteriormente, el
cadáver debe ser explorado externamente, haciendo la
debida anotación de todos los datos concernientes al
desarrollo de los fenómenos cadavéricos o su estado
de descomposición. Aquí, es importante destacar que
la medicina forense, es la "ciencia del pequeño detalle",
es decir aquellos rasgos y/o lesiones mínimas halladas en
el cadáver, que en el sentido médico general no
tendrían transcendencia alguna, en la medicina forense,
pueden ser claves en la reconstrucción de los
hechos.

El cadáver debe ser fijado, como se ha indicado
con unas coordenadas determinadas (utilización de la
brújula), siendo esta una determinación objetiva.
Hemos de valorar, aparte de esas pequeñas lesiones
fundamentales, las lesiones que consideramos, en principio, como
causantes de la muerte. La determinación de la data de la
muerte exige un estudio minucioso y detallado de la
evolución de los fenómenos cadavéricos en su
conjunto, nunca, como se ha indicado, de forma
aislada.

Posteriormente, se procede al estudio del cadáver
dentro del Instituto Anatómico Forense, en primer lugar su
aspecto externo: ropas por planos, superficie externa,
comprobación de la evolución de los
fenómenos cadavéricos y estudio en detalle de todas
y cada una de las lesiones que presenta el cadáver,
así como signos externos demostrativos de la
evolución y/o presentación de cualquier proceso
patológico.

La autopsia, etimológicamente, significa el
examen con los propios ojos, comprobación personal,
aquí se debe incluir el concepto de la diferencia que
existe entre el mirar y el ver, es decir, todo el mundo mira y
son pocos los que realmente ven lo que existe.

La autopsia médico forense es una de las
diligencias que tiene, dentro del ámbito penal, una
importancia transcendental, y en contra dé la
opinión generalizada de que apenas existen diferencias con
la autopsia anatomopatológica o de "estudio", se
diferencia en que, aunque la técnica sea la misma, la
búsqueda es completamente diferente, debiéndose
analizar los órganos con un punto de vista diferente a los
patólogos, pues existen patologías forenses que
nada tienen que ver con las clínicas y que, sin embargo,
apareciendo como signos clínicos patológicos,
difieren en su etiología de forma tan importante que para
un patólogo pasarían inadvertidas debido a su
inexperiencia en el terreno de la patología
forense.

La autopsia judicial esta regulada en el Estado
español por la Ley de Enjuiciamiento Criminal en sus arts.
343, 349, 353, 459 y 785.

A la vista de esta legislación, puede delimitarse
el concepto de autopsia judicial, diferenciándola de la
autopsia clínica, por los siguientes
caracteres:

  • 1. La autopsia la ordena única y
    exclusivamente el juez de instrucción
    correspondiente.

  • 2. El juez la ordena en aquellos casos de
    muerte violenta o sospechosa de criminalidad por cualquier
    causa.

  • 3. El fin de la autopsia judicial, es
    establecer el origen del fallecimiento y sus circunstancias,
    debiendo excusarse, salvo casos excepcionales, el tipo de
    patología determinada, tumoral o no, ya que no es
    necesaria en la instrucción de la causa.

  • 4. La autopsia debe llevarse a cabo, en los
    depósitos judiciales y en los Institutos
    Anatómicos Forenses, debiéndose tener en cuenta
    las condiciones de los mismos y debiéndose denunciar
    las condiciones de la mayoría que traducen una
    ignorancia institucional de la función
    forense.

  • 5. La autopsia debe ser llevada a cabo por
    médicos forenses, en los casos de sumario ordinario,
    por dos, debiéndose tener en cuenta que en ocasiones
    el médico forense debe reclamar del juez instructor
    del caso, la concurrencia de determinados especialistas
    clínicos o patólogos, que pueden ayudar a
    esclarecer las circunstancias del hecho.

  • 6. La autopsia judicial ha de ser siempre
    completa, es decir, es el médico forense el encargado
    de dirigir la investigación tanatológica y por
    tanto de orientar al laboratorio en el sentido de la
    investigación.

La práctica de la autopsia supone un estudio de
alto nivel científico que exige una acreditada experiencia
para poder interpretar los hallazgos que en ella
surjan.

Es preciso que el médico forense esté
dotado de una mínima infraestructura que suponga un
soporte en investigación, es decir, unos locales adecuados
(hecho harto infrecuente en nuestro país), con una
mínima base de infraestructura laboratorial. A partir de
esto, como hemos indicado, la autopsia ha de ser completa y
posteriormente debe exigirse un máximo de
dedicación a la reconstrucción del
cadáver.

Existen múltiples técnicas de autopsia,
que el prosector esta obligado a conocer, aplicando en cada caso,
aquella que considere más oportuna y aclaratoria. Cada
caso puede requerir una técnica determinada o incluso una
combinación de técnicas, por lo que es
difícil hablar de la más adecuada, todos tenemos en
nuestra experiencia que determinados casos exigen las variaciones
más insospechadas sobre las técnicas
clásicas, aunque es preciso recordar, que
independientemente de la técnica o variante de la misma
que se utilice, las incisiones perpendiculares a las
líneas verticales u horizontales del cuerpo son
preceptivas en razón a una mayor facilidad de
reconstrucción, y además, una mayor abordabilidad
al problema en estudio.

Los resultados deben ser analizados y estudiados con el
mínimo detalle al efecto de ser totalmente objetivos, es
decir, un informe de autopsia no puede ser, evidentemente
elucubrativo, ha de ser totalmente objetivo, en el caso,
desgraciadamente frecuente, de no poder ser totalmente objetivo,
ha de estimarse la posibilidad diagnóstica y fiabilidad de
la misma, al igual que los resultados que resulten del
área laboratorial.

El informe de autopsia en el acto del juicio oral debe
ser conciso; objetivo e imparcial, lógicamente (lo
evidente, a veces, no es demostrable de forma objetiva). De
ahí nacerá la ayuda propia del perito al tribunal
sin interpretaciones que no sean aquellas que el mismo tribunal
solicite.

Lo hasta aquí estudiado, supone, a muy grandes
rasgos el cuál, el cómo y el cuándo se ha
producido la muerte, evidentemente, esto se traduce en un
asesoramiento de primer orden al tribunal encargado de juzgar el
caso de que se trate, pero a lo largo de esta exposición,
únicamente hemos conseguido explicar cómo una labor
conjunta de equipo, es capaz de explicar y reproducir hacia
atrás el cómo ha acontecido un suceso, pero no el
porqué.

Si hasta ahora, creo, hemos demostrado la importancia no
de labor de equipo, sino de una coordinación de equipos,
cuando hemos llegado al cuál, cómo y cuándo,
nos queda una pregunta absolutamente fundamental en el proceso
penal, el porqué y esta pregunta, tan fundamental, tiene
una respuesta en la integración, no su consulta aislada
del gran equipo de la Medicina Forense (grande y olvidado) que es
grupo responsable de la Psiquiatría Forense, el cual con
nuestros datos y nosotros con los suyos, intentaremos hacer
llegar al tribunal a la comprensibilidad del acto criminal, hecho
que debe considerarse fundamental para la aplicación de la
pena desde el punto de vista rehabilitador y de
reinserción social.

Con esto, de forma breve y sin entrar en ningún
tipo de detalle dentro del campo de las Ciencias Forenses, se
debe hacer comprensible que éstas no se pueden entender
fuera del contexto de la labor de equipos de disciplinas
distintas totalmente coordinados (labor que corresponde al
instructor), siendo obsoleta la figura del sujeto
pluridisciplinar y pluricompetente, y siendo absolutamente
necesaria una infraestructura laboratorial que se debe regir en
razón a los directores de la investigación, es
decir, a través del magistrado instructor, asesorado por
sus peritos, sean policiales o forenses.

Bibliografía

Este resumen está basado en el manual
de:

ALCARAZ MANZANO, Dr. RAFAEL, MANUAL DE
CRIMINALISTICA Y ESCENA DE LA MUERTE.

 

 

Autor:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo
S.

"A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD
DE INFORMACION"

Monografias.com

Santiago de los Caballeros,

República Dominicana,

2014.

"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR
SIEMPRE"

Partes: 1, 2
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