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Análisis del funcionamiento del taller Torres García como escuela de arte




Enviado por Carlos Petrella



    1. Síntesis
    2. El análisis conceptual
      de las actividades
    3. La clasificación de las
      actividades en el taller
    4. Las principales
      características de la propuesta
    5. El modelo conceptual de
      enseñanza en el taller
    6. Comparación con los
      modelos educativos de referencia
    7. Las ideas rectoras de la
      enseñanza en el taller
    8. Referencias
      bibliográficas

    SINTESIS

    Este trabajo recoge diversos testimonios y referencias
    documentales sobre la propuesta del Taller Torres García
    poniendo énfasis en la propuesta educativa que
    resultó ser, como era previsible, tan innovadora y
    comprometida como era posible esperar, dado el perfil del amestro
    que la llevó a la práctica.

    El legado de Torres García como artista plástico
    tiene, sin duda, una dimensión muy grande. Sin embargo, el
    Taller Torres García muestra, tal vez
    como ninguna otra obra del maestro, la forma en que encaraba sus
    desafíos precisamente cuando más era necesaria una
    fortaleza de carácter
    para alcanzar una meta.

    Sus lecciones dejan en evidencia su capacidad para
    comunicarse y sobre todo para influir en el destino de una nueva
    generación de discípulos de quienes fuera un punto
    de referencia y, a la vez, un guía para completar su
    formación como artistas plásticos
    y sobre todo, como personas.

    La búsqueda del secreto de su éxito
    como maestro es uno de los motores que
    guiaron el esfuerzo que se ha realizado durante la investigación. Un secreto que hasta ahora
    sólo compartían sus seguidores más
    íntimos y que hemos podido sacar a luz mediante las
    entrevistas
    realizadas durante este trabajo.

    1 EL ANÁLISIS CONCEPTUAL DE LAS
    ACTIVIDADES

    Los estudios de Fló y Barnitz muestran la
    importancia que se daba al marco de referencia reafirmado con el
    dictado de múltiples conferencias respaldadas por profusa
    bibliografía. Barnitz
    ha descrito el método de
    enseñanza de Torres García de la
    siguiente manera: "Su método de enseñanza
    consistía en demostraciones de sus teorías
    por medio de uso de diagramas y la
    asignación de proyectos que
    permitían a sus estudiantes aprender la historia de las artes a
    través de la práctica, y no sólo de la
    teoría." (Fló y Barnitz, 1991,
    pág. 30). Estas apreciaciones también son
    coincidentes con los resultados de esta investigación, en
    lo referente al énfasis en aprender haciendo.

    El maestro siempre insistió en la necesidad de
    una formación académica fuerte desde la óptica
    constructivista. Las charlas semanales sobre arte,
    cuidadosamente preparadas por Torres García, mostraban
    esta preocupación por la formación
    artística. Sin embargo, la defensa de los ideales
    plásticos constructivistas, tantas veces criticada, no era
    a ultranza. Esto lo aclara muy bien su hijo: "En el Taller se
    enseñó pintura medida
    y arte constructivo. A partir de ahí libertad".
    (Entrevista a
    Augusto Torres el día 4 de febrero de 1981 en Barcelona
    contada por García Puig, 1990, pág. 153)

    En su estudio García Puig (1990, pág. 152
    y siguientes) aclara que si bien en definitiva se siguió
    una línea doctrinaria en torno al constructivismo,
    los objetivos
    finales no han sido instrumentados mediante un conjunto
    explícitamente ordenado de objetivos educativos y
    actividades pedagógicas para alcanzarlos. Todo
    parecería indicar que se seguía un esquema abierto
    de búsqueda de resultados a través de la
    experimentación. Esto obviamente no significa que
    intuitivamente no se tuviera claro hacia donde se quería
    ir, en términos educativos y, cuales eran las actividades
    necesarias para lograrlo.

    No existía un programa de
    actividades académicas pre-establecido. Cada estudiante
    entraba en el Taller y comenzaba a practicar. Iniciaba así
    un arduo camino de práctica, generalmente con el apoyo de
    los discípulos más evolucionados. El trabajo
    básico en los fundamentos del dibujo era
    duro y exigente. Algo similar ocurría con el pasaje del
    dibujo a la pintura. Sin embargo, cada uno trabajaba a su ritmo,
    sin limitaciones de tiempo. Se
    vigilaba preferentemente la calidad
    plástica del aprendizaje. El
    maestro seguía de cerca la evolución de los discípulos haciendo
    sugerencias personalizadas.

    El desarrollo
    general del aprendizaje de un discípulo que entraba al
    Taller tenía cierto ordenamiento lógico, si bien no
    existía una secuencia determinada para las clases que se
    dictaban. Las prácticas del Taller se elaboraban siguiendo
    un criterio general que se basaba en separar el aprendizaje en
    sesiones de trabajo diferentes en las que se ponía
    énfasis en temas plásticos distintos comenzando por
    el dibujo y siguiendo por la pintura. La idea de esta forma de
    encarar la formación inicial, era lograr que los
    estudiantes recibieran un entrenamiento
    básico para comprender las reglas que forman parte del
    lenguaje
    plástico elemental y para operar plásticamente con
    ellas.

    Había un conjunto de actividades que eran como un
    esqueleto básico para encarar el entrenamiento
    práctico inicial del estudiante en los fundamental del
    manejo del dibujo y del color. Estas
    actividades formaban parte de las opciones educativas disponibles
    para lograr integrar a los discípulos novicios en la
    organización del Taller. Por ejemplo, la serie de
    lecciones de aprendizaje del dibujo en sesiones prácticas
    frente a un modelo. En
    general una naturaleza
    muerta. (Aunque también se utilizaban modelos
    vivos). Esta serie incluía sesiones en los que se
    ponía énfasis en diferentes objetivos como por
    ejemplo: la realización de una síntesis
    esquemática o, el manejo del claro-oscuro.

    El ciclo de formación básica se fue
    puliendo con el tiempo, a medida que los discípulos
    docentes mejoraban su organización y adquirían más
    experiencia en el manejo de recursos
    didácticos aplicados a la enseñanza del oficio. Sin
    embargo nunca se llegó, durante el período
    estudiado en esta investigación, a una formulación
    expresa de un programa de enseñanza que abarcase en forma
    sistemática la enseñanza del dibujo y de la
    pintura. Menos aún lograron formalizarse las experiencias
    educativas exploratorias realizadas empleando otros medios
    expresivos, como la talla de madera o la
    cerámica.

    Años después de finalizadas las
    actividades del Taller Torres García, Gurvich, que fue
    docente del Taller en la época de Torres García,
    trasmitiría a su discípulo Fernández un
    esquema básico de lecciones de dibujo, con un orden
    establecido. (Guillermo Fernández, entrevista grabada el
    19 de junio de 1995 en su propio taller).

    Ese esquema de lecciones de dibujo de Gurvich incluye 11
    aspectos diferentes que hacen al dominio del
    oficio de dibujante:

    1) Dibujo analítico del natural, en una
    línea;

    2) Dibujo sintético del natural,

    a) eliminando detalles de borde y

    b) utilizando sombras;

    3) Dibujo del claro-oscuro;

    4) Dibujo geométrico del natural,

    a) destacando ritmos lineales y

    b) destacando formas;

    5) Dibujo mental buscando rescatar la idea
    representativa del objeto;

    6) Dibujo visual, construido con base en la
    luz;

    7) Dibujo sin modelo, geométrico
    convencional;

    8) Esquema simplificado de la realidad;

    9) Dibujo simbólico, con manejo sólo del
    símbolo.

    Este ciclo de formación sobre dibujo, nunca fue
    expresamente declarado en época de Torres García,
    pero en su esencia se cumplía con los 11 puntos
    establecidos. Todos los fundamentos reunidos en este ciclo de
    clases de Gurvich, eran parte de las sesiones de dibujo del
    Taller. Es interesante señalar que un proceso de
    formación basado en este ciclo de clases, genera
    gradualmente un tipo de deformación plástica de la
    imagen, que se
    torna característico de las obras producidas por
    la escuela. Además la incidencia del ordenamiento
    ortogonal y el uso de la sección áurea, daban un
    toque distintivo adicional. Esto era lo que ocurría
    precisamente en el Taller.

    Algo similar a lo que ocurría con el dibujo, se
    presentaba en el manejo de los colores. Tampoco
    existía un ciclo ordenado de sesiones que contemplaran la
    formación básica sobre pintura. Sin embargo, como
    resultado del análisis del empleo del
    color tan característico del Taller, queda claro que el
    aprendizaje permitía lograr gradualmente una
    comprensión uniforme, sobre la necesidad de valorar el uso
    del color, en relación con un orden plástico
    representado. Esto generaba un manejo del tono (valor)
    también característico de las obras producidas por
    el Taller. El tono adquiría un rol muy significativo en
    las producciones artísticas de la escuela
    torresgarciana.

    Como referencia sobre la presencia de temas relacionados
    con el color y el tono en la bibliografía de Torres
    García, se pueden consultar los escritos seleccionados por
    Fló que van del punto 342 al punto 366. (Fló, 1974,
    pág. 117 a 123). El análisis de esta selección
    muestra la preocupación de Torres García por la
    enseñanza práctica de la pintura. Incluso se anota
    por ejemplo, la recomendación de utilizar "medios
    socorridos" para lograr aplicar en la práctica las
    recomendaciones emanadas del enfoque conceptual de la pintura.
    (Esta es una técnica que tiene por objetivo
    mejorar rápidamente el empleo de la forma y del
    color).

    La utilización del color estaba fuertemente
    limitada. Tanto en el número de los colores utilizados,
    como en la posibilidad de mezclarlos. Se empleaban dos
    tonalidades distintas: una con los colores básicos del
    prisma y otra más baja, "en tierras". A estas dos
    tonalidades se agregaba el blanco y el negro. Se recomendaba no
    mezclar colores de cada grupo y
    entonar con el blanco y el negro, como procedimiento
    socorrido. Se afirmaba que no importaba al verdadero artista, el
    emplear una paleta de tonos bajos o de tonos brillantes, si los
    armonizaba adecuadamente en el cuadro. Sin embargo, la paleta
    baja era la realmente característica, de los trabajos del
    Taller.

    Por encima del tratamiento del color, el manejo del tono
    era uno de los puntos clave en la enseñanza
    práctica de la pintura, en el Taller. El maestro dedicaba
    mucho tiempo a apoyar directamente a los discípulos en la
    apreciación de la unidad plástica de las obras.
    Este empeño era consecuente con la importancia dada a la
    estructura y
    sobre todo, a los valores
    (tonos) en cada cuadro. Torres García asociaba el manejo
    del tono (valor) con la calidad plástica de la obra.
    Juzgando solamente este resultado en sus discípulos, la
    producción plástica del Taller
    marca otro
    éxito de la forma de enseñar de Torres
    García.

    A pesar de las dificultades que pudiesen encontrar los
    discípulos novicios en el manejo del color y sobre todo
    del tono, los resultados indican que las reglas aplicadas, que
    incluían entre otros aspectos la reducción de la
    paleta utilizada, la utilización de los colores puros, la
    recomendación de no mezclar colores o las técnicas
    para manejo del tono local, fueron muy bien aprendidas. Torres
    García se ocupó insistentemente de estos problemas en
    gran parte de sus lecciones y sus enseñanzas eran objeto
    de práctica constante en las clases del Taller.

    Cuando un discípulo completaba su
    formación básica, cosa que no estaba expresamente
    establecida por ningún procedimiento de evaluación
    específico del Taller, abandonaba gradualmente la
    realización de ejercicios guiados por los
    discípulos avanzados, para entrar a perfeccionarse.
    Aparentemente, en esta fase de la formación
    artística, el discípulo pasaba por un
    período de transición en el que debía buscar
    una forma más personal de
    expresión plástica. Todo ello ocurría sin
    comprometer un fuerte espíritu de grupo que determinaba un
    intercambio muy grande entre los discípulos y con el
    propio maestro.

    Las enseñanzas básicas permitían
    que los discípulos novicios lograran un dominio especial
    del dibujo y la pintura, que frecuentemente se manifestaba
    mediante una producción, que se puede denominar
    característica del Taller. Esto incluye: una pintura
    construida, una paleta recortada, un modo de entonar y un sentido
    del ritmo. Según Olalde, este conjunto de elementos
    vinculaban de alguna manera la producción artística
    del Taller acuñando una identificación
    común, que frecuentemente se usaba como firma por varios
    discípulos en las obras iniciales: "TTG". (Entrevista
    grabada con Gastón Olalde, el 27 de junio de 1995 en su
    casa)

    Cuando el estudiante avanzado lograba cierto dominio de
    un conjunto de funciones
    básicas elementales, comenzaba a trabajar más
    libremente procurando encontrar un estilo propio. Ese estilo casi
    siempre giraba en torno a la pintura construida, que era el sello
    identificador de la propuesta del Taller. En esta etapa de la
    formación, la producción independiente de obras de
    arte por parte del discípulo y el análisis conjunto
    de las mismas con el maestro, pasaba a ser la práctica
    educativa más representativa de la modalidad del trabajo
    del Taller.

    En los hechos los temas que eran objeto de
    investigación plástica no formaban parte de una
    secuencia cronológica, por lo menos explícitamente
    definida. Los temas puestos a consideración
    respondían frecuentemente a las necesidades del momento. A
    veces Torres García hacía una determinada
    sugerencia y luego los discípulos experimentaban. La
    experimentación seguía hasta que se cerraba el
    ciclo. A veces esos ciclos eran muy cortos, finalizando en pocos
    días. Otras veces se prolongaban en el tiempo.

    El trabajo de aprendizaje a través de la
    experiencia individual que todo estudiante debía hacer,
    constituía la marca de fábrica del Taller. Esto no
    descartaba actividades de tipo conjunto con otros
    discípulos o con el propio maestro, propias del ambiente
    fermental que se vivía en el Taller. El trabajo colectivo
    se daba cuando Torres García supervisaba el tratamiento de
    un tema específico. Según señalara
    Hernández: "En un determinado momento [el maestro] los
    juntaba para tratar un tema común. Por ejemplo, el
    tratamiento de los colores puros." (Hernández entrevista
    grabada el 31 de julio de 1994 en su casa)

    Frecuentemente, en sus charlas en el Taller, a las que
    asistían semanalmente sus discípulos, Torres
    García presentaba problemas plásticos cuya
    resolución hacía posible que el receptor lograse
    descubrir nuevas formas de interpretación de una obra de
    arte. Solía plantear ejercicios que permitieran comprender
    cuestiones plásticas, entrenando el ojo del estudiante.
    Frecuentemente reafirmaba el aprendizaje de sus alumnos, mediante
    el análisis de reproducciones de obras realizadas por los
    grandes maestros de la pintura universal. También
    utilizaba como ejemplos, obras paradigmáticas realizadas
    por integrantes del Taller.

    En las entrevistas realizadas durante esta
    investigación se ha confirmado que la actividad educativa
    del Taller estaba basada en la experimentación personal de
    los discípulos siguiendo una línea de
    producción artística construida. El maestro los
    incentivaba para que, mediante esa búsqueda, se fueran
    superando. El marcaba una dirección y se realizaban experiencias en
    esa línea hasta agotarla y continuar con otra. En esta
    búsqueda, la enseñanza se tornaba muy
    personalizada. Cada discípulo recibía, de distintas
    maneras, la atención del maestro quien lo orientaba,
    procurando potenciar sus habilidades personales.

    Además existían actividades
    complementarias muy importantes que se desarrollaban más
    esporádicamente y que también formaban parte de las
    opciones educativas empleadas en el Taller. La actividad
    más representativa de este grupo era la preparación
    de exposiciones. En esta actividad se invertía mucho
    tiempo y esfuerzo. De cierta manera era como un examen de la
    producción artística del Taller ante el maestro y
    ante el medio. Ha sido siempre el gran reto para los
    discípulos. La presentación a la sociedad de su
    trabajo. (Esta actividad está abundantemente documentada
    en catálogos, revistas y en la prensa
    local).

    También se desarrollaron actividades especiales
    que se organizaron con el apoyo de maestro cuando ha sido posible
    y que han constituido una característica importante para
    diferenciar al Taller. La actividad especial más relevante
    ha sido el trabajo de pintura mural colectivo fuera del Taller.
    La pintura mural, por su importancia, fue analizada separadamente
    contrastando con el marco
    teórico de referencias. Esta actividad, siempre
    presente en la trayectoria de Torres García, reforzaba la
    identidad del
    grupo y le daba un sentido más trascendente a la
    producción artística.

    A nivel de evaluación personal se destacan las
    correcciones de los trabajos tanto por el maestro, como por los
    discípulos más avanzados. Para realizar esta tarea
    existían múltiples procedimientos,
    que se usaban indistintamente según fuera el caso. En gran
    parte de las entrevistas se destacan las críticas habladas
    de Torres. Su peculiar forma de expresarse para llegar al
    discípulo. También se cita su cuaderno de notas, en
    el que hacía esquemas según lo refieren
    discípulos como Hernández, Pailós y Pezzino
    entre otros.

    La evaluación colectiva era menos frecuente en el
    tiempo. Se hacían evaluaciones de cuadros en general
    previas a las exposiciones. La opinión de Torres
    García era fundamental para decidir que cuadros se
    expondrían. Esta selección era frecuentemente
    respaldada por una justificación que incluía una
    valoración de las obras y una marca distintiva de la
    misma. Los elogios de Torres a una obra en particular, que en
    general eran muy precisos, eran motivo de orgullo para el
    discípulo. Algunos discípulos, como por ejemplo
    Piria, pueden recordar 50 años después que dijo
    Torres de tal o cual cuadro.

    Esta forma de evaluación colectiva se manifiesta
    con el tiempo en una especie de pequeñas exposiciones
    internas, en que se evaluaban conjuntamente las obras, que
    adquiriría mucha importancia luego de la muerte de
    Torres, como elemento de análisis crítico conjunto,
    de la producción artística del Taller. (Y que se
    conocería finalmente con el nombre de "la
    arpillera").

    Es importante precisar que los juicios eran en torno a
    cuadros y no se generalizaban a los discípulos. (No
    había un ordenamiento de mejores discípulos). La
    diferenciación entre los discípulos se
    producía por decantación y normalmente
    recaía en los discípulos más antiguos, que
    eran los seleccionados para asistir a los discípulos
    más novicios. Esto sin perjuicio de los juicios informales
    de valoración de aptitudes que cada integrante hiciese de
    los demás miembros del grupo. Esta forma de actuar
    fortalecía la unidad, sin descartar enteramente la
    competencia
    para superarse.

    Además, y como característica distintiva
    de la escuela torresgarciana, ocupan un lugar muy importante
    todas las actividades de difusión general encaradas por el
    Taller generalmente con al apoyo de la Asociación de Arte
    Constructivo. Entre ellas se destacan las conferencias del
    maestro fuera del Taller, la publicación de libros sobre
    constructivismo y más específicamente, la
    preparación de artículos para Removedor y otras
    publicaciones.

    La bibliografía del propio Joaquín Torres
    García (ver referencias citadas) se presentan numerosas
    lecciones magistrales de arte en la que frecuentemente
    están presente conceptos filosóficos y
    estéticos pero son menos abundantes las referencias a
    aspectos prácticos de la enseñanza del oficio de
    artista plástico.

    2 LA
    CLASIFICACIÓN DE LAS ACTIVIDADES EN EL
    TALLER

    El trabajo de identificación y
    clasificación de actividades ha sido posible gracias a la
    colaboración de todos los discípulos entrevistados.
    Se han confrontado estos resultados en reuniones de trabajo, para
    verificar que en esta lista no se escapa ningún tipo de
    actividad relevante desarrollada en el Taller durante el
    período que nos ocupa.

    Estos resultados fueron sintetizados y repartidos, en
    documentos de
    trabajo, a un importante grupo de discípulos. (Aguiar,
    Pezzino, Piria, Studer y los dos hermanos Visca). Sobre esta base
    se realizaron varias evaluaciones. En particular se destaca una
    reunión conjunta en la casa de Manuel Aguiar el 18 de
    enero de 1995 con la participación del propio Aguiar,
    Pezzino y los dos hermanos Visca. En esta reunión se
    confirmaron los principales resultados obtenidos hasta ese
    momento. Con Piria y Studer se mantuvieron reuniones individuales
    de evaluación de los documentos. Posteriormente fue
    consultado Olalde en su casa en Playa Pascual.

    Del análisis posterior de este trabajo que
    permitió individualizar 21 actividades distintas, surge
    una agrupación en actividades diferenciadas que, dentro de
    la informalidad que siempre caracterizó el funcionamiento
    interno del Taller Torres García, eran imprescindibles
    para que la organización funcionara cumpliendo sus fines
    básicos.

    Dentro del grupo de 21 actividades se han identificado,
    para iniciar el análisis, cuatro grandes tipos de
    actividades diferenciadas. Las actividades administrativas
    básicas de funcionamiento, las actividades educativas
    internas del Taller, las actividades externas de relacionamiento
    con el resto de la sociedad y las actividades sociales y
    recreativas.

    Las actividades administrativas básicas para el
    funcionamiento del Taller, incluyendo casi exclusivamente la
    recaudación de cuotas y la venta de cuadros
    era organizada por el arquitecto San Vicente, lo que garantizaba,
    no sin dificultades, la supervivencia económica y
    financiera de la organización.

    Las actividades educativas internas del Taller que
    contemplan un espectro muy grande de acciones y que
    a los efectos de su descripción se han agrupado en las
    siguientes categorías: formación en el modelo
    teórico torresgarciano, práctica individual de la
    pintura, evaluación personalizada del trabajo y
    discusión colectiva de las obras.

    Las actividades externas del Taller han incluido
    básicamente las conferencias del maestro, la
    presentación de muestras y la emisión de Removedor.
    (Además de las investigaciones
    de la cultura
    plástica indoamericana). La investigación y la
    difusión han sido los puntos que contribuyeron más
    a mostrar las diferencias de enfoque entre las organizaciones
    oficiales existentes y el Taller.

    Las actividades sociales y recreativas incluyen
    principalmente reuniones en las que se realizaban celebraciones
    de diversos tipos, como por ejemplo cumpleaños y
    festividades que contribuían a mantener vigente el
    sentimiento de pertenencia al grupo.

    Luego del trabajo de individualización de tipos
    de actividades se ha procedido a agruparlas considerando conjuntos de
    actividades con objetivos afines. Los cinco grupos
    considerados han sido: la
    administración general, la difusión general, la
    formación teórica, la práctica de la pintura
    y la evaluación del aprendizaje.

    Esta agrupación tiene por objeto presentar mejor
    los hallazgos, separando los aspectos claramente distintivos que
    individualizan la forma de funcionamiento del Taller Torres
    García. En particular la formación teórica y
    práctica y la forma de evaluación. Además se
    distinguen las actividades de relación con la sociedad,
    que marcan un sesgo distintivo singular del Taller.

    La agrupación de actividades por contenidos
    diferenciados es la siguiente:

    ADMINISTRACIÓN GENERAL DEL TALLER TORRES
    GARCÍA
    que contemplaba básicamente
    actividades generales de coordinación, la gestión de cobros y pagos de todo tipo y
    los problemas típicos de una bedelía rudimentaria
    incluyendo inscripciones de nuevos socios.

    FORMACIÓN TEÓRICA EN CONSTRUCTIVISMO
    TORRESGARCIANO E INCLUSO ANÁLISIS CRITICO DE OTRAS
    ESCUELAS PLÁSTICAS
    que contemplaba la asistencia a
    conferencias del maestro, la realización de
    investigaciones culturales, las charlas internas sobre temas
    específicos y las conversaciones en grupo con el
    maestro.

    PRACTICA DEL DIBUJO, LA PINTURA Y OTROS MEDIOS
    EXPRESIVOS
    abarcando práctica individual de
    ejercicios técnicos, las sesiones de trabajo sobre un
    mismo tema, las salidas a pintar fuera del Taller y la
    preparación de obras colectivas. (Se utilizaba, casi
    siempre, el modelado con objetos reales)

    EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE considerando
    desde comentarios individuales sobre un ejercicio, pasando por
    corrección personalizada con cuaderno de notas, hasta la
    presentación personal de obras al maestro y las
    reuniones de evaluación colectiva. (Llamada internamente
    "la arpillera").

    DIFUSIÓN GENERAL incluyendo
    publicaciones, conferencias del maestro fuera del Taller, la
    preparación de artículos para el Removedor y la
    presentación de exposiciones de alumnos del Taller
    incluyendo catálogos de obras expuestas.

    Solamente merece puntualizarse que la experiencia de
    evaluación colectiva conocida como "la arpillera" no se
    desarrolló en toda su expresión durante la etapa
    inicial en la que Torres García vivía.
    Alcanzó precisamente su mayor desarrollo procurando cubrir
    la ausencia de la guía del maestro, que se dejó
    sentir profundamente en la instancia de
    evaluación.

    3 LAS PRINCIPALES
    CARACTERÍSTICAS DE LA PROPUESTA

    La propuesta educativa del Taller Torres García
    puede ser comprendida analizando los elementos básicos que
    la constituyen, como el desarrollo teórico de una
    visión plástica, la defensa de un ideal
    común, la presencia permanente mediante exposiciones y
    publicaciones. Todo esto apuntalado por la figura insustituible
    del maestro, como punto de referencia para todos los
    discípulos.

    El método de enseñanza de Torres
    García no ha sido nunca explicitado completamente en
    ninguna de las obras del propio maestro, ni en documentos
    internos del Taller Torres García. Por ello se entiende
    que este estudio constituye un aporte importante para que las
    vivencias que todavía perduran en sus discípulos
    directos, queden documentadas e interpretadas y de esa manera no
    se pierdan.

    En este proceso se han rescatado aquellos elementos
    constitutivos que se han considerado más relevantes, a
    partir de los resultados de esta investigación. El trabajo
    descriptivo ha permitido identificar mejor la propuesta
    educativa. Sobre esta base se ha procedido a elaborar una
    propuesta interpretativa.

    A continuación se presentan dichos elementos como
    parte importante de los hallazgos de esta
    investigación.

    a EL MAESTRO COMO PUNTO DE REFERENCIA

    Las lecciones de constructivismo de Torres
    García, han abarcado desde los primeros pasos de la idea
    constructivista, hasta su formulación más
    elaborada, incluyendo aspectos principalmente doctrinarios,
    aunque también están presentes recomendaciones
    prácticas para pintar. Torres sabía que su
    propuesta escrita podía servir de guía para
    facilitar la comprensión de su arte plástico, pero
    también tenía presente que había que
    enseñar a pintar.

    Si bien sus discípulos le concedían la
    derecha como maestro conocedor del oficio de pintar, ese no era
    el punto más importante. Sin duda los alumnos consideraban
    al maestro como un punto de referencia del ideal de artista
    plástico comprometido con su obra. Una persona que
    mostraba, a través de su vida, que lo que proclamaba como
    ideal, estaba dispuesto a llevarlo a la práctica.
    Además compartiendo entre todos, tanto los logros como las
    adversidades.

    Para los discípulos no existía la menor
    sombra de duda sobre la integridad de su maestro. Además
    podrían constatar, para confirmar sus respectivas visiones
    personales, que Torres García era un pintor que mostraba a
    través de sus obras que estaba identificado totalmente con
    su prédica. Sin embargo, la clave no era la autoridad
    plástica reconocida del maestro. Era la firmeza de sus
    convicciones lo que atraía a los alumnos. Convicciones que
    se convertían en actos de cualquier tipo, como por ejemplo
    libros o conferencias, pero sobre todo, en obras de arte
    incomparables.

    Tal vez por esto, la presencia del maestro ha sido uno
    de los factores preponderantes del suceso que ha alcanzado el
    Taller Torres García. En definitiva ha sido el
    símbolo de la unidad del movimiento
    plástico. E incluso más que eso, ha sido aquello
    que los mantenía unidos ante la adversidad. Esa adversidad
    que se manifestaba constantemente a través del medio
    cultural montevideano, que frecuentemente lanzaba críticas
    punzantes contra el Taller.

    b LA ENSEÑANZA PERSONALIZADA EN EL
    TALLER

    La idea de la doctrina constructivista como guía
    y no como limitante del desarrollo
    personal ha estado siempre
    presente en las actividades del Taller. Esto ha sido confirmado
    en las entrevistas personales con los discípulos directos.
    Esa guía se manifestaba de muchas maneras en las
    actividades educativas que se llevaban a cabo dentro de la
    organización. Por un lado, estaban las enseñanzas
    doctrinarias del maestro y por otro, la disciplinada
    práctica de enseñanza de la pintura, siguiendo las
    lecciones de los discípulos docentes.

    La guía para orientar en la formación del
    futuro artista plástico constructivista se concretaba
    tanto en la teórica, como en la práctica. Para ello
    se trabajaba sobre la base de una enseñanza personalizada
    en la que cada discípulo elegía el ritmo de trabajo
    y recibía el asesoramiento necesario para irse superando
    en el terreno teórico doctrinario de manera de que ello le
    permitiera manejar las ideas constructivistas. Cada uno era, de
    cierta forma, artífice de sus logros.

    Además en el campo de la práctica, se
    completaba la formación técnica en el oficio, con
    los modelos en frente y trabajando sobre las telas con las
    pinturas y los pinceles o eventualmente con cualquier otro medio
    expresivo que se eligiese. Por ejemplo, madera o bien, arcilla.
    Cualquier opción era considerada a similar nivel. No
    había un arte mayor y uno menor. (Aunque justo es decirlo,
    la enseñanza del dibujo y la pintura tenían un
    lugar preferencial).

    La enseñanza personalizada que se impartía
    en el Taller Torres García equilibraba la formación
    en el terreno estrictamente teórico de
    interiorización de las ideas del Universalismo
    Constructivo y la práctica en taller para poner la
    teoría sobre una tela o sobre cualquier otro objeto, como
    por ejemplo, una madera o un pedazo de arcilla.

    Por un lado, se apoyaba la formación
    constructivista incluyendo la visión del mundo, el rol del
    artista plástico y el fundamento de la visión
    torresgarciana de las artes plásticas. Incluso se
    realizaban charlas para analizar las propuestas de los maestros
    clásicos a los que se les reconocían importantes
    aportes, aún aceptando que su propuesta era del tipo
    naturalista.

    Por otro lado, se realizaban prácticas sobre la
    construcción de la estructura, la
    importancia del uso de la regla de oro, el adecuado uso del
    símbolo, el rol del tono y el color, la importancia de la
    línea. Todos estos puntos relacionados con cómo
    pintar un cuadro, han estado extensamente tratados en la
    obra del maestro. Es decir que la práctica también
    tenía su sustento teórico.

    Lo realmente diferenciador era que; este proceso de
    interiorización de la teoría y la práctica
    constructiva, eran estimulados personalmente por Torres
    García, haciendo sentir a cada uno de los
    discípulos que su desarrollo como artista plástico
    era importante para el maestro y para el Taller.

    c LA FORMA PROACTIVA DE ENSEÑAR EN EL
    TALLER

    Torres García ha sido un pensador comprometido
    con su propuesta hasta el punto de actuar en todos los
    ámbitos donde fuera necesario hacerlo, para poder
    defenderla. Sus ideas han tenido un fuerte contenido
    filosófico y plástico a la vez y ambas dimensiones
    se han manifestado como una unidad en su rol constante de
    pensador inquieto y artista plástico. Fló (1974,
    pág. 15 y siguientes) ha mostrado claramente este
    compromiso en su selección de escritos de Torres
    García sobre la concepción del mundo Esta forma de
    ser se contagiaba a los discípulos.

    Torres García investigaba procurando utilizar
    preferentemente las herramientas
    que más dominaba. O sea, investigar pintando que es la
    forma de búsqueda que más profundamente
    conocía. Este aspecto lo destacó Raúl
    Zaffaroni en una entrevista: "[Torres García]
    descubría pintando y luego escribía". Más
    adelante agrega: "Sus descubrimientos eran pictóricos,
    exégesis literal de lo que descubre pintando". (Zaffaroni
    entrevista [no grabada] del 17 de junio de 1994 en la casa de
    remates Castells & Castells). O sea: buscaba, pintaba,
    encontraba y escribía. Esto también se
    transmitía a los discípulos.

    Cuando Torres García pensaba, lo hacía
    plásticamente y cuando escribía lo hacía
    también como artista plástico y en definitiva como
    pintor. Por ello, cuando el maestro enseñaba a pintar lo
    hacia de manera natural. Esta forma de actuar de Torres
    García se iba inculcando a cada uno de los
    discípulos que participaban en las tareas educativas de
    manera activa practicando directamente el oficio del artista
    plástico. Los discípulos pasaban por cada ciclo de
    aprendizaje de manera más contextualizada y desprendida de
    la carga académica de una escuela tradicional.

    No es extraño entonces que la forma de
    enseñanza del Taller Torres García derivara de una
    forma de investigar y producir que se da frecuentemente en la
    actividad de un maestro. Se enseñaba utilizando un modelo
    jamás explicitado de investigación y acción
    con un fuerte contenido dialéctico. Aparentemente, y tal
    vez de manera intuitiva, Torres García trataba de generar
    un modelo de aprendizaje fuertemente contextualizado, sin imponer
    grandes limitaciones curriculares al aprendizaje de cada
    discípulo.

    Los resultados estuvieron pronto a la vista.

    Cada discípulo avanzado orientaba su
    búsqueda personal por el camino que más deseaba, al
    ritmo que quisiese, con la sola restricción delimitada por
    los principios
    básicos del constructivismo torresgarciano, que
    debía compartir mientras trabajara en el Taller. Estaba
    latente el compromiso con hacer, que traducido a términos
    de un artista plástico es precisamente producir obras de
    arte, en un claro compromiso de vida con lo que hace. Esta forma
    de trabajo diferenciaba nítidamente al Taller de otras
    escuelas plásticas de tipo tradicional.

    d LA EVALUACIÓN DEL PROCESO DE
    ENSEÑANZA

    El proceso de desarrollo de la autocrítica de los
    estudiantes se fue generando paulatinamente. Al principio eran
    simples comentarios de un discípulo más avanzado.
    En las primeras sesiones simplemente se le corregían los
    defectos, a veces incluso, de manera un poco ruda. Eso ayudaba a
    templar el carácter. Desde el inicio se tenía claro
    que alcanzar la maestría requería un esfuerzo
    importante y gran disciplina
    para que la expresión del mensaje no se viera luego
    limitada por el escaso dominio de las técnicas
    básicas del dibujo y de la pintura.

    El maestro intervenía esporádicamente
    ayudando a los discípulos ante los problemas derivados de
    la ejecución de una obra concreta. Los comentarios de
    Torres García eran precisos y claros. Además el
    maestro se solía apoyar en su libreta de apuntes, haciendo
    bocetos que acompañaba de comentarios sobre la obra en
    cuestión. Con estos medios también plásticos
    Torres García se comunica admirablemente. Esta forma de
    evaluación es una evidencia concreta de que el maestro se
    expresaba siempre como artista plástico, aún cuando
    actuara como docente, en la evaluación de un cuadro de su
    discípulo.

    En un proceso gradual los discípulos iban
    teniendo mayor libertad para crear, siempre dentro de las reglas
    doctrinarias del constructivismo. A su vez, la evaluación
    iba haciéndose más compleja e iban cambiando los
    instrumentos para realizarla. A medida que los discípulos
    iban progresando, tenían posibilidades de confrontar su
    obra entre ellos y recibían las críticas y elogios
    directamente del maestro. Cada obra era objeto de un
    análisis plástico cuidadoso. (Muchas obras fueron
    destruidas luego que fueran consideradas no representativas de la
    calidad exigida en el Taller).

    En determinadas ocasiones especiales tenían la
    oportunidad de contrastar las obras producidas bajo la mirada
    atenta y profundamente crítica de Torres García.
    Este ejercicio se conocería posteriormente como la
    "arpillera", que era una verdadera prueba de fuego para la obra
    de cada discípulo. Se trataba de una mini exposición
    interna dónde se analizaba conjuntamente la obra, y donde
    cada uno debía hacer crítica de lo que veía
    y recibir la de sus pares. Este mecanismo contribuyó a
    reducir el impacto de la muerte del
    maestro que en vida era el punto de referencia
    ineludible.

    Esta práctica de evaluación,
    frecuentemente utilizada antes de cada exposición,
    permitía contrastar los modelos de comportamiento
    de experto y novicio y resultaba un muy buen camino para
    identificar los conocimientos y las habilidades que es necesario
    adquirir para convertir a un aprendiz en un competente
    "resolvedor de problemas" en un área específica. En
    este caso ha sido un concurso de habilidades y destrezas
    conceptuales y prácticas que aumentaban en definitiva la
    capacidad de autocrítica.

    La evaluación más comprometedora, y a la
    vez más estimulante, era la relacionada con la
    selección de obras y la preparación de una muestra
    colectiva del Taller. Esta ha sido la puesta de la obra ante el
    público. Se trataba del gran momento de la
    confrontación de ideas plásticas. Se debe tener
    presente que la sociedad plástica montevideana no fue
    particularmente condescendiente con esta propuesta innovadora del
    Taller. Así que esta experiencia era realmente una prueba
    de fuego, para cada discípulo y en definitiva para el
    maestro que mostraba como pensaba darle continuidad a su
    prédica.

    Si se analizan las actividades de evaluación que
    se realizaban en el Taller desde el punto de vista
    cronológico, quedaba claro que éstas eran
    concebidas como un proceso que abarcaba todas las instancias de
    formación del estudiante y no solamente una crítica
    final del trabajo realizado una vez que este está
    terminado. En definitiva, existía un concepto de la
    evaluación como proceso y no de la evaluación como
    producto. Sin
    duda un concepto de evaluación muy evolucionado para la
    época.

    Con esta óptica, la idea de examen como forma
    final de evaluación para aprobar o reprobar a un
    estudiante al final de un ciclo, estaba totalmente desterrada. En
    el Taller Torres García no existían
    exámenes, como los concebidos en una escuela tradicional
    de artes plásticas. No había un fin de curso,
    seguido de un examen final.

    Cada discípulo que ingresaba al Taller se iba
    integrando gradualmente a las actividades realizadas individual o
    colectivamente en la institución, e iba participando de
    actividades de evaluación, cada vez más
    sofisticadas, prácticamente sin darse cuenta.

    La evaluación que comenzaba por simples
    sugerencias generales, sobre aspectos técnicos en los
    ejercicios de dibujo y se iba haciendo cada vez más
    profunda, en la medida que el discípulo avanzaba en el
    desarrollo de los ejercicios que se le
    proponían.

    Además la evaluación de los ejercicios era
    cada vez más personalizada.

    Cuando el discípulo alcanzaba cierto nivel en el
    proceso de desarrollo plástico personal, se incorporaban
    otros mecanismos de evaluación. Ya no se trataba solamente
    de correcciones del maestro o de un discípulo avanzado
    sobre un ejercicio.

    La evaluación pasaba gradualmente por la
    crítica colectiva interna entre discípulos en la
    actividad conocida como "la arpillera", hasta llegar finalmente a
    la evaluación más contextualizada, que realizaba la
    sociedad en general, en oportunidad de las exposiciones
    colectivas de obras.

    Las actividades de evaluación iban siendo cada
    vez más complejas. Se desarrollaban mediante un proceso de
    integración creciente, que iba desde los
    apuntes individuales en las lecciones básicas, hasta la
    presentación de obras en las exposiciones
    periódicas que organizaba el Taller.

    El discípulo iba evolucionando en su
    comprensión de la actividad artística constructiva
    y, sincrónicamente él mismo podía apreciar
    sus progresos como artista plástico. Eso generaba
    confianza en la propuesta educativa del Taller, a nivel de todos
    los discípulos.

    Posiblemente, por ello los procedimientos de
    evaluación del aprendizaje operaban formalmente de manera
    tan flexible. Además existía una creencia, no
    sustentada objetivamente por la evidencia recogida, en que la
    propuesta plástica constructivista sería finalmente
    aceptada por la sociedad.

    Esto fue comentado con precisión por Jorge San
    Vicente, hijo del administrador y
    testigo presencial, pese a su corta edad, del trabajo que se
    realizaba en el Taller. " [Todos los discípulos]
    Parecían estar convencidos de la trascendencia de la obra
    de Torres". "Todos ayudaban a consolidar las metas que se iban
    alcanzando". "No dudaban de que finalmente serían
    reconocidos los logros plásticos del Taller". (Entrevista
    no grabada con Jorge San Vicente del 25 de julio de 1995 en su
    trabajo).

    e LA RELACIÓN CON EL CONTEXTO LOCAL

    El análisis del proceso de creación de la
    escuela constructivista torresgarciana, a través de todas
    sus manifestaciones, deja muy en claro que existió una
    relación muy intensa con el medio. Tanto sus defensores
    como sus detractores actuaron con apasionamiento para
    salvaguardar sus posiciones. Esto generó un ámbito
    amplio de discusión que hasta ese momento nunca se
    había dado en Uruguay y que
    gradualmente se proyectó a los países vecinos. De
    alguna manera se reprodujo un ambiente fermental
    característico de aquellas sociedades
    europeas tolerantes que facilitan el desarrollo de cambios
    culturales.

    Sin embargo, curiosamente el Uruguay de los años
    del Taller no era así. No se trataba de una cultura
    plástica asentada con criterios de discernimiento propios
    que facilitaran los cambios innovadores. Analizando la sociedad
    uruguaya de la época se pueden encontrar aspectos que
    permiten catalogarla como "plásticamente muy
    conservadora". Además la percepción
    intuitiva de nuestra cultura muestra un "deseo de racionalidad
    muy importante". Como señala Aguiar: "El conservadurismo
    va de la mano con la racionalidad". (Entrevista grabada con
    Manuel Aguiar del 18 de enero de 1995 en su casa).

    Las innovaciones propuestas por Torres García
    crearon inicialmente ardorosas disputas entre defensores y
    detractores. La doctrina constructivista fue fervorosamente
    defendida por los integrantes de Taller y atacada por una parte
    importante de los artistas plásticos no afiliados al
    constructivismo torresgarciano. Sin embargo, la propuesta
    torresgarciana en si misma, considerada globalmente, tiene cierta
    afinidad con la cultura nacional.

    El Taller Torres García muestra un camino que se
    identifica, de alguna manera, con estos valores
    conservadores y racionales del uruguayo.

    Cuando se "descubre" colectivamente esto, entonces se
    comienza a abrir una brecha hacia la aceptación popular
    del Universalismo Constructivo. Este cambio, por
    causa nuestra naturaleza muy reflexiva, se produciría
    lentamente para que el reacomodo de los gustos no sufriera
    modificaciones tan abruptas que no pudieran ser colectivamente
    aceptados. Desde entonces, no es extraño ver incorporadora
    a nuestra cultura los símbolos plásticos del
    constructivismo.

    Tal ha sido el grado de identificación del
    constructivismo torresgarciano con algo esencialmente uruguayo
    que la columna crítica de Torres García escrita por
    Sarandy Cabrera en la República de 6 de junio de 1994,
    causó una gran conmoción. (Cabrera Sarandy, 1994)
    En ese artículo el columnista define a Torres
    García como a un pintor europeo que, con cierto aire se
    superioridad, se propuso "civilizar" a los uruguayos.

    Sin pretender abrir juicio sobre estas afirmaciones, sin
    duda muy duras, lo interesante ha sido constatar la
    reacción de los lectores en defensa de un valor
    indiscutible de la cultura, que han visto, según su
    opinión, injustamente denostado.

    Esta crítica, ha sido durante días objeto
    de controversias. Es que hoy, Torres García, es un
    símbolo nacional, que al ser cuestionado, por el grado de
    identificación popular con su propuesta, genera una
    corriente de defensa, para salvaguardar su imagen. Sin pretender
    arrojar luz sobre esta polémica incidental, en los hechos,
    Torres García ha adquirido un sitial en el que está
    destinado a permanecer.

    Cincuenta años después la prédica
    de Joaquín Torres García continúa abriendo
    puertas, hacia la pintura construida y abstracta. Con el tiempo y
    a la luz de sus proyecciones, todo parece indicar que poco
    importa si sus nutrientes han sido europeas o
    indoamericanas.

    4 EL MODELO
    CONCEPTUAL DE ENSEÑANZA EN EL TALLER

    Esta parte del estudio plantea la definición de
    un modelo de sistema de
    enseñanza-aprendizaje que permita describir el proceso de
    operación interna en el Taller Torres García y su
    relacionamiento con el contexto.

    Como fase inicial para construir ese modelo se ha
    desarrollado primero una tabla que permite calificar, por
    factores de comparación, las principales
    características del Taller Torres García como
    escuela de arte.

    FACTORES DE COMPARACIÓN (TALLER TORRES
    GARCÍA)

    FACTOR

    MODELO TALLER TORRES

    COMENTARIOS

    TIPO DE MEDIO

    GRAN VARIEDAD SEGÚN SEA
    NECESARIO

    NO EXISTÍAN CONDICIONAMIENTOS

    FORMA DE PRESENTACIÓN

    TOTALMENTE FLEXIBLE Y AJUSTABLE

    GRAN LIBERTAD PARA ENCARAR
    PRESENTACIÓN

    PAPEL DEL DOCENTE

    MIEMBROS ORGANIZADOS EN EQUIPO

    ELEMENTO DE APOYO Y CONSULTA

    PAPEL DEL ESTUDIANTE

    PARTICIPANTE SIEMPRE ACTIVO

    DISCÍPULO QUE REQUERÍA
    DISCIPLINA

    PERSONALIZACION

    BASADA EN NECESIDAD INDIVIDUAL Y
    GRUPAL

    PERSONALIZACION Y CONCIENCIA DE GRUPO

    TIEMPO

    SEGÚN NECESIDADES INDIVIDUALES

    FLEXIBLE

    RESPONSABILIDAD DEL
    APRENDIZAJE

    RESPONSABILIDAD COMPARTIDA X ACTORES

    CADA UNO ASUMÍA SU PAPEL
    ACTIVO

    CONTENIDOS

    VARIADO PROCESAM. Y RESOLUCIÓN
    PROBLEMAS

    PERSONALIZADOS

    FORMA DE EVALUACIÓN

    DIFERENTE PARA CADA SERIE DE
    OBJETIVOS

    CENTRADA EN EL PROBLEMA ESPECIFICO

    PROPÓSITO DE LA
    EVALUACIÓN

    FORMATIVA Y COOPERATIVA

    REAFIRMAR VALORES DE LA ESCUELA

    FRECUENCIA DE LA
    EVALUACIÓN

    SINCRÓNICA CON EL APRENDIZAJE

    PERIÓDICA, EN DIFERENTES
    ÁMBITOS

    BASE PARA LA
    COMPARACIÓN

    COMPARACIÓN BASADA EN CRITERIOS Y
    OBJETIVOS

    AMPLIA Y CONTEXTUALIZADA

    MOTIVACIÓN

    RESPONSABILIDAD COMPARTIDA

    MUY ALTA MOTIVACIÓN INDIVIDUAL Y
    GRUPAL

    Cuadro descriptivo de características del
    Taller

    Esta Tabla, construida a partir de los resultados de la
    investigación, se basa en la propuesta de Chadwick (1987,
    pág. 55) que es utilizada por el autor para contraponer el
    modelo tradicional con el modelo tecnológico de un sistema
    de instrucción.

    Si analizamos cuidadosamente su contenido podemos
    observar que el Taller Torres García plantea un
    funcionamiento académico muy flexible basado en la
    participación directa de los discípulos, lo que
    contribuye a crear un fuerte espíritu de equipo y
    desarrolla un sentimiento de pertenencia al grupo.

    Además se destacan nítidamente las
    características del sistema de evaluación,
    diferenciado del de una academia de arte tradicional, desde su
    propósito formativo, pasando por los instrumentos y, el
    tiempo y forma de su aplicación.

    Todo el ambiente del tipo "catedral", contribuye a
    incrementar la
    motivación generando condiciones sumamente aptas para
    estimular el proceso creativo, que es uno de los ingredientes
    fundamentales de la producción
    artística.

    Siguiendo con la construcción de modelo, se
    tomaron los datos de la
    investigación empírica relacionados con el ambiente
    del contexto del Taller, el perfil de los actores al ingreso al
    sistema de instrucción y los atributos más
    salientes de los procesos de
    aprendizaje.

    Sobre la base de los estudios realizados se ha elaborado
    un modelo de relación interna entre los componentes el
    Taller Torres García, que representa gráficamente
    la forma en que se desarrollaban las actividades
    académicas. Si bien se ha procurado sintetizar al
    máximo las relaciones, se mantiene cierta complejidad
    debida a la fuerte interacción de los diferentes
    componentes.

    En el Modelo Interno del Taller Torres García, se
    destacan tres partes separadas pero vinculadas entre
    si:

    1) La formación teórica en artes
    plásticas.

    2) La producción artística. (El trabajo
    práctico)

    3) La presentación de la
    producción.

    Esas tres partes estaban estrechamente relacionadas,
    como lo muestran las líneas de comunicación entre las diferentes
    actividades que se realizaban en cada una de
    éllas.

    Por un lado se ha ubicado la formación
    teórica que giraba en torno a las conversaciones en grupo
    y las charlas internas que solían tener como eje a Torres
    García. Las conferencias y la lectura de
    escritos, complementaban la formación sobre la
    teoría plástica constructivista.

    Obsérvese la incidencia de la
    investigación de la cultura plástica indo-americana
    y su difusión interna en los ambientes del Taller.
    (Incluso apoyada por publicaciones). También es importante
    la existencia de reglas plásticas que orientaban a los
    discípulos en aspectos teóricos de la doctrina
    constructivista.

    En el centro se considera la producción
    artística que constituye el eje de la actividad
    artística de un taller, como lo concebía
    precisamente Torres García. Se señala la
    "aplicación de laboratorio"
    (ejercicios con modelo y sesiones sobre un tema), en equilibrio con
    la "aplicación contextualizada" (producción de
    obras de arte colectivas e individuales).

    Todo este proceso era objeto de una evaluación
    continua incluyendo sugerencias para corrección de
    ejercicios básicos, comentarios personales de obras y la
    crítica colectiva denominada "la arpillera". La
    participación directa de Torres García era muy
    importante.

    La formación teórica y la formación
    práctica no operaban en compartimientos estancos, sino
    totalmente integradas. La integración entre el mundo de la
    teoría y el mundo de la práctica es precisamente
    uno de los puntos fuertes del modelo educativo del Taller Torres
    García.

    Finalmente y como otros componente fundamental se
    destacan agrupadas un conjunto de actividades relacionadas con la
    presentación de la producción a la sociedad. Sin
    duda esta es otra de las características distintivas del
    Taller, respecto de otras escuelas de arte contemporáneas
    en Uruguay.

    Es oportuno destacar la énfasis que se
    ponía en la presentación de resultados, que se
    manifiesta a través de una muy activa realización
    de muestras de los discípulos. También era muy
    importante la tarea de divulgación general de los
    resultados obtenidos.

    La divulgación general incluía la
    preparación de libros de texto por
    parte de Torres García, la impresión de revistas,
    entre las que se destaca nítidamente "Removedor" y de
    catálogos que siempre acompañaban a las
    exposiciones de obras.

    Sobre la base del trabajo precedente, y siguiendo el
    esquema de Arts PROPEL de Gardner se ha construido el siguiente
    esquema para representar la propuesta del Taller Torres
    García.

     

    EDUCACIÓN
    ARTÍSTICA

     

     

    DOCTRINA

     

    PRODUCCIÓN

     

    EVALUACIÓN

     

     

    VEHÍCULOS EDUCATIVOS

     

    INVESTIGACIÓN PERSONAL

     

    LECCIONES DEL MAESTRO

     

    MUESTRAS DE PINTURA

    OBRAS COLECTIVAS

     

     

    DISTINCIÓN DE RASGOS
    IMPORTANTES

    ELABORACIÓN DE OBRAS
    ARTÍSTICAS

    PERFECCIONAMIENTO DEL MARCO
    TEÓRICO

    DEFENSA DE LA PRODUCCIÓN
    ARTÍSTICA

    Interpretación del modelo del Taller siguiendo
    esquema de Gardner

    Como se puede apreciar son significativos los puntos de
    contacto entre las propuestas del Taller y las ideas de Gardner.
    Sin embargo, el Taller Torres García emerge como una
    propuesta singular y diferenciada.

    Particularmente se destaca el "anclaje" doctrinario en
    sentido amplio, la importancia de la producción
    artística y el rol central del maestro como guía
    del aprendizaje.

    La defensa institucional y la amplia divulgación
    de la producción artística de todos los
    discípulos es otra de las características
    distintivas del Taller Torres García.

    Para comprender el pensamiento
    torresgarciano, se puede profundizar en el estudio de su obra
    máxima: Universalismo Constructivo (Torres García,
    1944), que abarca prácticamente todos los aspectos
    más salientes de sus ideas relacionadas con su
    visión personal del mundo y en especial de las artes
    plásticas.

    Las recopilaciones de Fló (1974) y Díaz
    Peluffo (1986) sobre los escritos de Torres García fueron
    también un punto de referencia orientador para recorrer la
    vasta obra escrita del maestro, procurando un acercamiento que –
    en ambos casos – está muy bien documentado a sus puntos
    claves.

    5
    COMPARACIÓN CON LOS MODELOS EDUCATIVOS DE
    REFERENCIA

    Para analizar el modelo educativo del Taller se ha
    realizado una selección de los principales factores
    identificados procurando caracterizar su perfil educativo y poder
    calificarlo comparativamente con el marco de referencia. Se han
    identificado algunas de la características del "modelo
    tecnológico" propuesto por Chadwick y se lo ha contrastado
    con el "modelo tradicional" de enseñanza. De este trabajo
    se puede concluir que el Taller Torres García había
    incorporado muchas de las características educativas
    innovadoras que lo diferenciaban nítidamente de sus pares,
    en el Uruguay de entonces.

    En el estudio del marco conceptual de referencia se han
    rescatado especialmente la relación con la propuesta de
    Ausubel (1976)
    teniendo presente la idea de aprendizaje
    significativo y el modo en que se pone énfasis en el
    sentido lógico de los contenidos, en términos de no
    arbitrariedad, claridad y verosimilitud. En particular se ha
    considerado el planteo de la receptividad como apoyo para la
    formación teórica, en base a contenidos que son
    establecidos preferentemente por el responsable de la
    instrucción, sin perjuicio del rol activo del estudiante
    en el proceso de enseñanza.

    La necesidad de un conjunto orgánico de ideas
    firmemente establecidas forma parte de la doctrina
    constructivista que define una forma de ver los objetos
    plásticos, que es la base de todos los aprendizajes
    nuevos, que en la práctica del taller se elaboran a partir
    de ellos. Los conocimientos básicos de la doctrina
    constructivista, en los que Torres García puso tanto
    énfasis, sirven de anclaje de los nuevos conocimientos. El
    "anclaje" en elementos conceptuales comunes, es lo que
    precisamente da el apoyo para lograr ver la pintura con unos ojos
    diferentes, más concentrados en aspectos plásticos,
    que en la realidad.

    El aprendizaje del propio maestro y de sus
    discípulos en la escuela constructivista del Taller Torres
    García permite poner en evidencia los procesos mentales
    que Ausubel reconoce en el aprendizaje. La percepción de
    proposiciones en conflicto
    manifestadas al pintar, el intento de síntesis de dichas
    proposiciones, el surgimiento de nuevas proposiciones emergentes
    del conflicto, la asimilación del nuevo nivel cognitivo
    hasta lograr cierta estabilidad, la diferenciación
    progresiva de los conocimientos y habilidades adquiridas y
    finalmente la consolidación del nuevo estado, a partir del
    que se repite el ciclo continuo del aprendizaje.

    Este proceso es profundamente individual reafirmando la
    idea de construcción del conocimiento
    desde la experiencia personal. Esta forma de concebir el
    aprendizaje se pone claramente en evidencia en la
    organización y funcionamiento del Taller Torres
    García y es consecuente con el modelo de aprendizaje de
    Ausubel y también con la concepción humanista del
    aprendizaje de Rogers. La interacción personalizada entre
    el alumno y el profesor y la dinámica interactiva entre ellos son
    características distintivas del modo de enseñanza
    en el Taller Torres García. Reafirmando el rol del alumno
    como indicador de lo que es importante y en definitiva, como
    referente de la calidad de la experiencia educativa.

    La afinidad entre las ideas en que se basa la
    teoría de Ausubel y las ideas torresgarcianas de
    enseñanza se ponen en evidencia en varios puntos. La
    importancia de expresar los objetivos educativos de manera
    general, sin entrar en aspectos específicos, es el primer
    punto de coincidencia de ambas visiones. El segundo es la
    necesidad de instrucción individualizada. Ausubel plantea
    que el objetivo primordial de la enseñanza debe ser
    tornarla individualizada y el Taller Torres García es un
    ejemplo de enseñanza centrada en el individuo y no en la
    clase como un todo.

    Otro punto importante en común es la idea de que
    la motivación no es solamente la "causa" del aprendizaje.
    La relación entre motivación y aprendizaje es vista
    como algo recíproco por Ausubel. Por su parte, la
    enseñanza en el Taller Torres García determinaba
    relaciones de causa-efecto que dejaban indeterminado el rol
    motivador entre origen previo o refuerzo posterior del interés.
    El impulso movilizador de las ideas del maestro podía
    actuar como motivador, tanto como el análisis de los
    resultados prácticos de la experiencia creadora. Por otra
    parte, los ejercicios duros y la disciplina de trabajo
    podían resultar poco motivadores, pero el equilibrio se
    restablecía cuando la obra aparecía frente a todos,
    como una síntesis plástica del esfuerzo
    realizado.

    La incorporación de ideas estables que han
    servido de referencia doctrinaria y el refuerzo práctico
    de los textos de referencia han sido muy cuidados en el
    funcionamiento del Taller Torres García. Esto ha llevado a
    algunos a afirmar que Torres García enseñaba
    constructivismo pero no se preocupaba por enseñar a
    pintar. Sin embargo, después de un análisis
    más profundo del funcionamiento del Taller, ha quedado
    claro que los esfuerzos han ido por el lado de integrar una idea
    plástica, con una forma de pintar y ambas han debido ser
    objeto de trabajo disciplinado.

    Torres García reafirmaba las ideas
    plásticas esenciales y dejaba en manos de los
    discípulos más avanzados la práctica
    inicial. De esta manera, la necesidad de enseñanza
    individualizada no se ha visto limitada por las posibilidades
    físicas del maestro, para estar en relación directa
    con la práctica de sus discípulos en todo el ciclo
    del aprendizaje.

    Otro aspecto común entre las visiones de Ausubel
    y Torres García ha sido el relacionado con el rol del
    profesor como director del aprendizaje. El profesor ha debido
    actuar como orientador del estudiante durante el proceso de
    enseñanza. Además el estilo de enseñanza
    estaba relacionado siempre con los objetivos particulares de cada
    unidad de instrucción. Ese punto ha sido particularmente
    relevante en los métodos de
    enseñanza del Taller Torres García.

    Los roles de docente y alumno cambiaban según la
    situación de aprendizaje de que se hablara y sobre todo,
    del nivel de desarrollo plástico en que se encontrara cada
    uno de los discípulos. Por ejemplo, la relación ha
    sido muy parca y dura en la corrección de los ejercicios
    iniciales ante modelos y muy discursiva y flexible al analizar
    las obras más acabadas, frente a la "arpillera". De esta
    manera se ejercía una tutela que iba de mayor a menor. En
    el comienzo del proceso de aprendizaje era muy guiada y
    gradualmente más libre, cuando se lograba un mayor grado
    de desarrollo plástico.

    Esto último pone nuevamente en el centro la
    existencia de un rol activo y dinámico de los actores y
    sobre todo del estudiante en el proceso de enseñanza. De
    esta manera se rescata el marco de referencia complementario
    mencionado en el estudio teórico. De allí surge la
    relación con el aporte de Bruner que plantea el
    aprendizaje a través del descubrimiento personal del
    estudiante. Durante la investigación empírica se ha
    puesto en evidencia la importancia que tenía en el Taller
    esta forma de aprendizaje por descubrimiento. Esta modalidad era
    personalmente estimulada por Torres García, especialmente
    con los discípulos avanzados del Taller.

    Como se sugiriera al exponer el marco teórico, en
    el caso del Taller Torres García, la modalidad utilizada
    preponderantemente entre los estudiantes avanzados era el
    "descubrimiento guiado". Torres García ponía a
    consideración un problema plástico y los
    discípulos investigaban. En este proceso interactivo el
    maestro proporciona una dirección sobra la base de la cual
    los estudiantes trabajan. Se producía de esta manera, un
    proceso en el que todos los que intervenían resultaban
    enriquecidos. ¿Cuántas de las lecciones de Torres
    García se habrán perfeccionado sobre las bases de
    este trabajo conjunto de investigación?

    Durante esta investigación ha surgido que si bien
    en general Torres García utilizaba, a nivel del
    aprendizaje inicial, el camino desde lo general a lo particular,
    procurando afirmar las ideas plásticas esenciales con un
    enfoque deductivo; con los estudiantes avanzados se trabajaba de
    lo particular a lo general con un enfoque inductivo. Se
    investigaba produciendo obras de arte individuales y, cuando los
    conocimientos se asentaban, se generalizaban ciertos hallazgos en
    las lecciones y posteriormente en los escritos.

    6 LAS IDEAS RECTORAS
    DE LA ENSEÑANZA EN EL TALLER

    La experiencia educativa del Taller Torres García
    fue sensiblemente diferente de la de la Asociación de Arte
    Constructivo. La propia concepción de cada una de las
    instituciones
    ha sido notoriamente distinta y, por lo tanto, también lo
    eran las ideas que las sustentaban, tal como se desprende de la
    investigación empírica.

    Mientras que en la Asociación de Arte
    Constructivo, Torres García había procurado
    acercarse a lo más representativo de la cultura
    plástica vigente en ese momento en el país, en el
    Taller Torres García se había planteado como meta,
    formar la nueva generación de artistas jóvenes que
    ocuparía el lugar de la anterior.

    Esto puso precisamente en el centro, la necesidad de
    educar en las ideas plásticas constructivistas a una nueva
    generación de jóvenes, que estaban dispuestos a
    empezar de cero, de la manera que Torres lo exigía. Esto
    fue lo que, en definitiva, dio sustento a una tarea educativa de
    mayor proyección de futuro.

    Una de las claves diferenciadoras de la propuesta
    educativa torresgarciana ha sido que la misma trascendió a
    los problemas plásticos que han podido derivarse de la
    formulación de una escuela pictórica y ha tenido
    que ver con una concepción del mundo, a partir de la cual
    se proyecta el artista plástico para construir su
    obra.

    A continuación se describen las cuatro
    principales ideas rectoras:

    a) EL COMPROMISO DE VIDA DEL ARTISTA CON SU
    OBRA

    Resultaba atrayente para sus discípulos el hecho
    de que Torres García actuaba orientado por intereses
    más amplios que los estrictamente relacionados con la
    producción de obras de arte. Joaquín Torres
    García ha mostrado el camino para intentar resolver los
    problemas trascendentes dentro y fuera de la plástica, en
    función
    de una visión más solidaria.

    El ingreso al Taller suponía una actitud
    especial del estudiante y sobre todo, una predisposición
    para aprender, totalmente a contrapelo de la cultura
    plástica dominante por esos tiempos en Uruguay. En el
    Taller se aprendía, desde el comienzo en las primeras
    sesiones, una nueva forma de ver la pintura y de pintar que
    determinaba de alguna manera, la propia forma de encarar la vida
    artística.

    Tal vez lo más significativo respecto de las
    enseñanzas de Torres García es la importancia dada
    al rol del artista y el compromiso de vida con su
    producción artística. Sobre esta base se
    sustentaban los principios plásticos del constructivismo y
    las lecciones relacionadas con el oficio del pintor. El
    compromiso del artista con su obra fue reiteradamente planteado
    por Torres García.

    Este ejemplo fue aprendido por sus discípulos
    directos. Tan fuerte fue esa idea que, en algunos casos, se ha
    mantenido en la segunda generación de discípulos.
    Precisamente Rial destaca esa relación vital del pintor
    con su obra, que conoció a partir de Jonio Montiel; su
    maestro y amigo. (Entrevista grabada con Raul Rial del 5 de junio
    de 1995 en su taller).

    b) EL ANCLAJE EN LOS PRINCIPIOS BÁSICOS DEL
    CONSTRUCTIVISMO

    Lo atractivo de la propuesta del Taller era que las
    ideas filosóficas se integraban con una visión
    plástica, haciendo surgir naturalmente la necesidad de una
    obra de arte organizada según determinadas reglas. Los
    estudiantes palpaban la necesidad de realizar una obra de arte
    construida en base a una estructura, respetando el orden
    plástico de los objetos en el cuadro.

    Ese curriculum
    oculto del Taller estaba basado en las ideas éticas,
    plásticas y educativas de Torres García que de
    forma no instrumental están descritas en su
    bibliografía, pero que sobre todo se reflejan en su forma
    de actuar como persona y especialmente en su forma de pintar como
    artista plástico y además, son consistentes con su
    forma de enseñar como maestro que guía a sus
    discípulos.

    c) LOS PRINCIPIOS EDUCATIVOS CONSISTENTES, NO DECLARADOS
    EXPLÍCITAMENTE

    Los principios constructivistas gobernaban en forma
    consistente la ejecución de la propuesta educativa dentro
    del Taller. Sin embargo, esta relación entre los
    principios plásticos y educativos no fue expresada de una
    forma que fuera formalmente evidente para todos. De allí
    que existan diferentes interpretaciones sobre la
    aplicación de la misma.

    En ningún momento hubo una declaración
    explícita de principios educativos articulados, que
    permitiera comprender íntegramente cuales eran los
    fundamentos básicos de la actividad pedagógica del
    Taller. Eso fue descrito por Torres García de manera muy
    fragmentaria y embebido, en las lecciones de artes
    plásticas que dictaba.

    Entre los principios fundamentales, nunca declarados,
    subyace la idea de aprendizaje significativo y la idea de
    aprendizaje por descubrimiento en el marco de una
    enseñanza muy personalizada, que dieron sustento a la
    elección de los modelos de Ausubel y Bruner como
    referencias teóricas propuestas en esta
    investigación.

    Sin embargo, la ausencia de una declaración
    explícita no impidió el desarrollo de las
    actividades del Taller. El curriculum del Taller afloraba en cada
    propuesta sin contratiempos, porque era consecuente con las ideas
    del maestro. De alguna manera todos aceptaban esas reglas de
    juego que
    determinaban el funcionamiento académico del Taller,
    aún sin estar escritas.

    d) LA PRACTICA PERSONALIZADA DEL OFICIO

    El ingreso al Taller era el ingreso a una nueva forma de
    ver la pintura y a una nueva forma de expresarse como artistas.
    Todo esto tomaba cuerpo, de manera aparentemente desordenada, sin
    un plan
    sistemático de actividades, pero en realidad había
    un "orden oculto" que determinaba qué debía hacerse
    y cómo debería ser hecho.

    La forma de enseñar artes plásticas de
    Torres García abarcaba la presentación
    académica de los problemas plásticos reforzada por
    la indagación individual de los valores más
    representativos. Los conceptos plásticos estaban claros,
    las actividades educativas eran consecuentes, la experiencia
    personal reforzaba el aprendizaje y todo se desarrollaba en una
    comunidad de
    valores que fomentaba el espíritu de cuerpo.

    Torres García planteó de muchas maneras
    diferentes su visión de la forma en que se debía
    enseñar artes plásticas, basada en la
    práctica personalizada. En el estudio del marco de
    referencia hay citados varios ejemplos. Además en la
    investigación
    documental se ha realizado una reseña de las
    principales características. Tal vez ese esfuerzo de
    Torres García no es fácil de percibir por la escasa
    referencia a aspectos organizativos y
    programáticos.

    Estos cuatro puntos fundamentales identificados
    precedentemente eran respaldados por las lecciones de arte que
    daba Torres García. A su vez, los resultados de la
    producción artística de los discípulos, eran
    presentados en exposiciones colectivas.

    En el Taller Torres García se enseñaban
    los principios básicos del constructivismo torresgarciano,
    con su visión trascendente de la plástica y su
    repercusión sobre la manera de vivir como pintores. Las
    reglas morales y plásticas estaban fuertemente
    relacionadas entre si y formaban parte de la microcultura del
    Taller, que en general todos defendían como si fuera
    suya.

    El Taller operaba sustentado en las lecciones del
    maestro periódicamente analizadas en grupo. Las clases de
    dibujo y pintura eran dictadas por los discípulos
    más avanzados. Todos contaban con el apoyo directo de
    Torres García que se materializaba principalmente en
    oportunidad del análisis de las obras
    producidas.

    No existía un programa explícito con
    cursos definidos
    previamente y clases planificadas, similar al establecido en las
    instituciones oficiales de enseñanza. En realidad los
    discípulos experimentaban siguiendo los lineamientos del
    maestro. Cada uno iba haciendo sus propios descubrimientos con el
    apoyo de otros discípulos y del propio Torres
    García.

    La enseñanza en el Taller Torres García
    incluía una formación completa en artes
    plásticas que pasaba por una formación
    básica en dibujo y pintura con apoyo directo de los
    discípulos avanzados y, llegaba a una fase de
    perfeccionamiento especializado que utilizaba un procedimiento de
    aprendizaje cooperativo y, de alguna manera, fomentaba la unidad
    del grupo.

    La formación básica en dibujo era muy
    rigurosa. A ella se dedicaban muchas sesiones en las que los
    principiantes realizaban ejercicios con la mirada atenta de los
    discípulos más avanzados, a quienes se les
    encargaba específicamente esta tarea de apoyo inicial. El
    propio Torres García había sugerido el grupo
    inicial de discípulos que se encargaría del
    entrenamiento básico en dibujo.

    La formación especializada era más libre y
    consistía en trabajos de práctica que eran seguidos
    personalmente por el propio Torres García que realizaba
    comentarios sobre la producción que cada discípulo
    iba generando a su propio ritmo.

    Estaba muy marcada una preeminencia de las ideas
    plásticas básicas para recién luego, encarar
    la enseñanza del oficio. Este enfoque constituye un
    aspecto diferenciador muy importante respecto de las academias
    tradicionales. Además es la base del sustento para un
    acercamiento del mundo de la teoría, con el de la
    práctica.

    En todo el proceso, la experimentación era un
    acto de tipo personal. Si bien esta actividad estaba determinada
    por los principios generales definidos por Torres García,
    se realizaba individualmente, lo que daba un carácter
    distintivo a los trabajos de cada uno de los discípulos,
    sin dejar de mostrar una línea plástica afín
    muy bien definida.

    Las exposiciones de discípulos era otra de las
    características diferenciadoras del Taller Torres
    García. Las actividades relacionadas con las exposiciones
    colectivas constituían una forma de mostrar a la sociedad
    de la época que las enseñanzas del Taller eran bien
    aprendidas. Además actuaban como un elemento motivador
    sumamente importante.

    Otro factor diferenciador del Taller era la
    realización de obras colectivas de gran envergadura, como
    las pinturas que integran la decoración mural del
    Pabellón Martirené, de la Colonia Saint Bois. La
    moderna estética realista de estos murales,
    generó es su época una gran polémica que
    enfrentó a defensores y detractores.

    Estos eran parte de los elementos característicos
    del funcionamiento del Taller que operaban como términos
    de referencia calificadores, para fijar una posición
    plástica comunitaria dentro del Taller y también
    por reflejo, fuera de él.

    Julio Alpuy define admirablemente en pocas palabras los
    tres pilares de la formación general que se brindaba en el
    Taller: "Era una educación total, entre todos y para
    todos". (Entrevista telefónica con Alpuy del 4 de junio de
    1995 en su casa de New York).

    Todo ello junto, generaba un ambiente fermental que era
    percibido por todos los discípulos y que actuaba como
    catalizador de la producción artística.
    Además desarrollaba un espíritu de pertenencia al
    grupo que permitía sobrellevar situaciones adversas, como
    las criticas externas y las penurias económicas, sin
    perder el sentido de la unidad.

    Sin duda habían puntos en común en la
    producción plástica de los discípulos del
    Taller. Esto se notaba principalmente en las prácticas de
    los recién ingresados. Incluso a veces se firmaban las
    obras simplemente con TTG. Rial, discípulo de Montiel,
    plantea como elementos distintivos de la producción
    artística del Taller: la pintura construida, el contenido
    simbólico y el entonado del color. (Entrevista grabada con
    Raul Rial del 5 de junio de 1995 en su taller y consultas
    posteriores).

    Sin embargo, a pesar de las características
    plásticas comunes en las obras del Taller, la
    personalidad plástica de los discípulos
    avanzados se hacía gradualmente evidente y los resultados
    eran más personales. La pintura de Gonzalo Fonseca o la de
    Manuel Pailós eran nítidamente diferentes. Incluso
    la de los hermanos Horacio y Augusto Torres, que se formaron
    durante años con Torres García, eran bien
    distintas.

    Jorge Visca cierra con dos pinceladas su resumen de la
    presentación de ideas educativas sobre el Taller, citando
    precisamente dos frases de Torres García a sus
    discípulos en sus últimos años. "Una cosa
    son las Reglas y otra cosa es el Pintor". En el momento de crear
    una obra de arte cada uno debe procurar encontrar una
    manifestación personal de su arte. (Jorge Visca entrevista
    grabada el 18 de enero de 1995 en casa de Manuel Aguiar,
    incluyendo precisiones posteriores realizadas en nota entregada
    al autor)

    El mismo Visca agrega certeramente la esencia del legado
    final que Torres García les dejó a manera de
    despedida: "Ahora cada uno debe ser maestro de sí mismo".
    (Resumen posterior de Jorge Visca de la entrevista
    grabada, el 18 de enero de 1995 en casa de Manuel Aguiar). Y
    así fue precisamente.

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    AUTOR

    CARLOS A. PETRELLA

     

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