Análisis del funcionamiento del taller Torres García como escuela de arte
- Síntesis
- El análisis conceptual
de las actividades - La clasificación de las
actividades en el taller - Las principales
características de la propuesta - El modelo conceptual de
enseñanza en el taller - Comparación con los
modelos educativos de referencia - Las ideas rectoras de la
enseñanza en el taller - Referencias
bibliográficas
Este trabajo recoge diversos testimonios y referencias
documentales sobre la propuesta del Taller Torres García
poniendo énfasis en la propuesta educativa que
resultó ser, como era previsible, tan innovadora y
comprometida como era posible esperar, dado el perfil del amestro
que la llevó a la práctica.
El legado de Torres García como artista plástico
tiene, sin duda, una dimensión muy grande. Sin embargo, el
Taller Torres García muestra, tal vez
como ninguna otra obra del maestro, la forma en que encaraba sus
desafíos precisamente cuando más era necesaria una
fortaleza de carácter
para alcanzar una meta.
Sus lecciones dejan en evidencia su capacidad para
comunicarse y sobre todo para influir en el destino de una nueva
generación de discípulos de quienes fuera un punto
de referencia y, a la vez, un guía para completar su
formación como artistas plásticos
y sobre todo, como personas.
La búsqueda del secreto de su éxito
como maestro es uno de los motores que
guiaron el esfuerzo que se ha realizado durante la investigación. Un secreto que hasta ahora
sólo compartían sus seguidores más
íntimos y que hemos podido sacar a luz mediante las
entrevistas
realizadas durante este trabajo.
1 EL ANÁLISIS CONCEPTUAL DE LAS
ACTIVIDADES
Los estudios de Fló y Barnitz muestran la
importancia que se daba al marco de referencia reafirmado con el
dictado de múltiples conferencias respaldadas por profusa
bibliografía. Barnitz
ha descrito el método de
enseñanza de Torres García de la
siguiente manera: "Su método de enseñanza
consistía en demostraciones de sus teorías
por medio de uso de diagramas y la
asignación de proyectos que
permitían a sus estudiantes aprender la historia de las artes a
través de la práctica, y no sólo de la
teoría." (Fló y Barnitz, 1991,
pág. 30). Estas apreciaciones también son
coincidentes con los resultados de esta investigación, en
lo referente al énfasis en aprender haciendo.
El maestro siempre insistió en la necesidad de
una formación académica fuerte desde la óptica
constructivista. Las charlas semanales sobre arte,
cuidadosamente preparadas por Torres García, mostraban
esta preocupación por la formación
artística. Sin embargo, la defensa de los ideales
plásticos constructivistas, tantas veces criticada, no era
a ultranza. Esto lo aclara muy bien su hijo: "En el Taller se
enseñó pintura medida
y arte constructivo. A partir de ahí libertad".
(Entrevista a
Augusto Torres el día 4 de febrero de 1981 en Barcelona
contada por García Puig, 1990, pág. 153)
En su estudio García Puig (1990, pág. 152
y siguientes) aclara que si bien en definitiva se siguió
una línea doctrinaria en torno al constructivismo,
los objetivos
finales no han sido instrumentados mediante un conjunto
explícitamente ordenado de objetivos educativos y
actividades pedagógicas para alcanzarlos. Todo
parecería indicar que se seguía un esquema abierto
de búsqueda de resultados a través de la
experimentación. Esto obviamente no significa que
intuitivamente no se tuviera claro hacia donde se quería
ir, en términos educativos y, cuales eran las actividades
necesarias para lograrlo.
No existía un programa de
actividades académicas pre-establecido. Cada estudiante
entraba en el Taller y comenzaba a practicar. Iniciaba así
un arduo camino de práctica, generalmente con el apoyo de
los discípulos más evolucionados. El trabajo
básico en los fundamentos del dibujo era
duro y exigente. Algo similar ocurría con el pasaje del
dibujo a la pintura. Sin embargo, cada uno trabajaba a su ritmo,
sin limitaciones de tiempo. Se
vigilaba preferentemente la calidad
plástica del aprendizaje. El
maestro seguía de cerca la evolución de los discípulos haciendo
sugerencias personalizadas.
El desarrollo
general del aprendizaje de un discípulo que entraba al
Taller tenía cierto ordenamiento lógico, si bien no
existía una secuencia determinada para las clases que se
dictaban. Las prácticas del Taller se elaboraban siguiendo
un criterio general que se basaba en separar el aprendizaje en
sesiones de trabajo diferentes en las que se ponía
énfasis en temas plásticos distintos comenzando por
el dibujo y siguiendo por la pintura. La idea de esta forma de
encarar la formación inicial, era lograr que los
estudiantes recibieran un entrenamiento
básico para comprender las reglas que forman parte del
lenguaje
plástico elemental y para operar plásticamente con
ellas.
Había un conjunto de actividades que eran como un
esqueleto básico para encarar el entrenamiento
práctico inicial del estudiante en los fundamental del
manejo del dibujo y del color. Estas
actividades formaban parte de las opciones educativas disponibles
para lograr integrar a los discípulos novicios en la
organización del Taller. Por ejemplo, la serie de
lecciones de aprendizaje del dibujo en sesiones prácticas
frente a un modelo. En
general una naturaleza
muerta. (Aunque también se utilizaban modelos
vivos). Esta serie incluía sesiones en los que se
ponía énfasis en diferentes objetivos como por
ejemplo: la realización de una síntesis
esquemática o, el manejo del claro-oscuro.
El ciclo de formación básica se fue
puliendo con el tiempo, a medida que los discípulos
docentes mejoraban su organización y adquirían más
experiencia en el manejo de recursos
didácticos aplicados a la enseñanza del oficio. Sin
embargo nunca se llegó, durante el período
estudiado en esta investigación, a una formulación
expresa de un programa de enseñanza que abarcase en forma
sistemática la enseñanza del dibujo y de la
pintura. Menos aún lograron formalizarse las experiencias
educativas exploratorias realizadas empleando otros medios
expresivos, como la talla de madera o la
cerámica.
Años después de finalizadas las
actividades del Taller Torres García, Gurvich, que fue
docente del Taller en la época de Torres García,
trasmitiría a su discípulo Fernández un
esquema básico de lecciones de dibujo, con un orden
establecido. (Guillermo Fernández, entrevista grabada el
19 de junio de 1995 en su propio taller).
Ese esquema de lecciones de dibujo de Gurvich incluye 11
aspectos diferentes que hacen al dominio del
oficio de dibujante:
1) Dibujo analítico del natural, en una
línea;
2) Dibujo sintético del natural,
a) eliminando detalles de borde y
b) utilizando sombras;
3) Dibujo del claro-oscuro;
4) Dibujo geométrico del natural,
a) destacando ritmos lineales y
b) destacando formas;
5) Dibujo mental buscando rescatar la idea
representativa del objeto;
6) Dibujo visual, construido con base en la
luz;
7) Dibujo sin modelo, geométrico
convencional;
8) Esquema simplificado de la realidad;
9) Dibujo simbólico, con manejo sólo del
símbolo.
Este ciclo de formación sobre dibujo, nunca fue
expresamente declarado en época de Torres García,
pero en su esencia se cumplía con los 11 puntos
establecidos. Todos los fundamentos reunidos en este ciclo de
clases de Gurvich, eran parte de las sesiones de dibujo del
Taller. Es interesante señalar que un proceso de
formación basado en este ciclo de clases, genera
gradualmente un tipo de deformación plástica de la
imagen, que se
torna característico de las obras producidas por
la escuela. Además la incidencia del ordenamiento
ortogonal y el uso de la sección áurea, daban un
toque distintivo adicional. Esto era lo que ocurría
precisamente en el Taller.
Algo similar a lo que ocurría con el dibujo, se
presentaba en el manejo de los colores. Tampoco
existía un ciclo ordenado de sesiones que contemplaran la
formación básica sobre pintura. Sin embargo, como
resultado del análisis del empleo del
color tan característico del Taller, queda claro que el
aprendizaje permitía lograr gradualmente una
comprensión uniforme, sobre la necesidad de valorar el uso
del color, en relación con un orden plástico
representado. Esto generaba un manejo del tono (valor)
también característico de las obras producidas por
el Taller. El tono adquiría un rol muy significativo en
las producciones artísticas de la escuela
torresgarciana.
Como referencia sobre la presencia de temas relacionados
con el color y el tono en la bibliografía de Torres
García, se pueden consultar los escritos seleccionados por
Fló que van del punto 342 al punto 366. (Fló, 1974,
pág. 117 a 123). El análisis de esta selección
muestra la preocupación de Torres García por la
enseñanza práctica de la pintura. Incluso se anota
por ejemplo, la recomendación de utilizar "medios
socorridos" para lograr aplicar en la práctica las
recomendaciones emanadas del enfoque conceptual de la pintura.
(Esta es una técnica que tiene por objetivo
mejorar rápidamente el empleo de la forma y del
color).
La utilización del color estaba fuertemente
limitada. Tanto en el número de los colores utilizados,
como en la posibilidad de mezclarlos. Se empleaban dos
tonalidades distintas: una con los colores básicos del
prisma y otra más baja, "en tierras". A estas dos
tonalidades se agregaba el blanco y el negro. Se recomendaba no
mezclar colores de cada grupo y
entonar con el blanco y el negro, como procedimiento
socorrido. Se afirmaba que no importaba al verdadero artista, el
emplear una paleta de tonos bajos o de tonos brillantes, si los
armonizaba adecuadamente en el cuadro. Sin embargo, la paleta
baja era la realmente característica, de los trabajos del
Taller.
Por encima del tratamiento del color, el manejo del tono
era uno de los puntos clave en la enseñanza
práctica de la pintura, en el Taller. El maestro dedicaba
mucho tiempo a apoyar directamente a los discípulos en la
apreciación de la unidad plástica de las obras.
Este empeño era consecuente con la importancia dada a la
estructura y
sobre todo, a los valores
(tonos) en cada cuadro. Torres García asociaba el manejo
del tono (valor) con la calidad plástica de la obra.
Juzgando solamente este resultado en sus discípulos, la
producción plástica del Taller
marca otro
éxito de la forma de enseñar de Torres
García.
A pesar de las dificultades que pudiesen encontrar los
discípulos novicios en el manejo del color y sobre todo
del tono, los resultados indican que las reglas aplicadas, que
incluían entre otros aspectos la reducción de la
paleta utilizada, la utilización de los colores puros, la
recomendación de no mezclar colores o las técnicas
para manejo del tono local, fueron muy bien aprendidas. Torres
García se ocupó insistentemente de estos problemas en
gran parte de sus lecciones y sus enseñanzas eran objeto
de práctica constante en las clases del Taller.
Cuando un discípulo completaba su
formación básica, cosa que no estaba expresamente
establecida por ningún procedimiento de evaluación
específico del Taller, abandonaba gradualmente la
realización de ejercicios guiados por los
discípulos avanzados, para entrar a perfeccionarse.
Aparentemente, en esta fase de la formación
artística, el discípulo pasaba por un
período de transición en el que debía buscar
una forma más personal de
expresión plástica. Todo ello ocurría sin
comprometer un fuerte espíritu de grupo que determinaba un
intercambio muy grande entre los discípulos y con el
propio maestro.
Las enseñanzas básicas permitían
que los discípulos novicios lograran un dominio especial
del dibujo y la pintura, que frecuentemente se manifestaba
mediante una producción, que se puede denominar
característica del Taller. Esto incluye: una pintura
construida, una paleta recortada, un modo de entonar y un sentido
del ritmo. Según Olalde, este conjunto de elementos
vinculaban de alguna manera la producción artística
del Taller acuñando una identificación
común, que frecuentemente se usaba como firma por varios
discípulos en las obras iniciales: "TTG". (Entrevista
grabada con Gastón Olalde, el 27 de junio de 1995 en su
casa)
Cuando el estudiante avanzado lograba cierto dominio de
un conjunto de funciones
básicas elementales, comenzaba a trabajar más
libremente procurando encontrar un estilo propio. Ese estilo casi
siempre giraba en torno a la pintura construida, que era el sello
identificador de la propuesta del Taller. En esta etapa de la
formación, la producción independiente de obras de
arte por parte del discípulo y el análisis conjunto
de las mismas con el maestro, pasaba a ser la práctica
educativa más representativa de la modalidad del trabajo
del Taller.
En los hechos los temas que eran objeto de
investigación plástica no formaban parte de una
secuencia cronológica, por lo menos explícitamente
definida. Los temas puestos a consideración
respondían frecuentemente a las necesidades del momento. A
veces Torres García hacía una determinada
sugerencia y luego los discípulos experimentaban. La
experimentación seguía hasta que se cerraba el
ciclo. A veces esos ciclos eran muy cortos, finalizando en pocos
días. Otras veces se prolongaban en el tiempo.
El trabajo de aprendizaje a través de la
experiencia individual que todo estudiante debía hacer,
constituía la marca de fábrica del Taller. Esto no
descartaba actividades de tipo conjunto con otros
discípulos o con el propio maestro, propias del ambiente
fermental que se vivía en el Taller. El trabajo colectivo
se daba cuando Torres García supervisaba el tratamiento de
un tema específico. Según señalara
Hernández: "En un determinado momento [el maestro] los
juntaba para tratar un tema común. Por ejemplo, el
tratamiento de los colores puros." (Hernández entrevista
grabada el 31 de julio de 1994 en su casa)
Frecuentemente, en sus charlas en el Taller, a las que
asistían semanalmente sus discípulos, Torres
García presentaba problemas plásticos cuya
resolución hacía posible que el receptor lograse
descubrir nuevas formas de interpretación de una obra de
arte. Solía plantear ejercicios que permitieran comprender
cuestiones plásticas, entrenando el ojo del estudiante.
Frecuentemente reafirmaba el aprendizaje de sus alumnos, mediante
el análisis de reproducciones de obras realizadas por los
grandes maestros de la pintura universal. También
utilizaba como ejemplos, obras paradigmáticas realizadas
por integrantes del Taller.
En las entrevistas realizadas durante esta
investigación se ha confirmado que la actividad educativa
del Taller estaba basada en la experimentación personal de
los discípulos siguiendo una línea de
producción artística construida. El maestro los
incentivaba para que, mediante esa búsqueda, se fueran
superando. El marcaba una dirección y se realizaban experiencias en
esa línea hasta agotarla y continuar con otra. En esta
búsqueda, la enseñanza se tornaba muy
personalizada. Cada discípulo recibía, de distintas
maneras, la atención del maestro quien lo orientaba,
procurando potenciar sus habilidades personales.
Además existían actividades
complementarias muy importantes que se desarrollaban más
esporádicamente y que también formaban parte de las
opciones educativas empleadas en el Taller. La actividad
más representativa de este grupo era la preparación
de exposiciones. En esta actividad se invertía mucho
tiempo y esfuerzo. De cierta manera era como un examen de la
producción artística del Taller ante el maestro y
ante el medio. Ha sido siempre el gran reto para los
discípulos. La presentación a la sociedad de su
trabajo. (Esta actividad está abundantemente documentada
en catálogos, revistas y en la prensa
local).
También se desarrollaron actividades especiales
que se organizaron con el apoyo de maestro cuando ha sido posible
y que han constituido una característica importante para
diferenciar al Taller. La actividad especial más relevante
ha sido el trabajo de pintura mural colectivo fuera del Taller.
La pintura mural, por su importancia, fue analizada separadamente
contrastando con el marco
teórico de referencias. Esta actividad, siempre
presente en la trayectoria de Torres García, reforzaba la
identidad del
grupo y le daba un sentido más trascendente a la
producción artística.
A nivel de evaluación personal se destacan las
correcciones de los trabajos tanto por el maestro, como por los
discípulos más avanzados. Para realizar esta tarea
existían múltiples procedimientos,
que se usaban indistintamente según fuera el caso. En gran
parte de las entrevistas se destacan las críticas habladas
de Torres. Su peculiar forma de expresarse para llegar al
discípulo. También se cita su cuaderno de notas, en
el que hacía esquemas según lo refieren
discípulos como Hernández, Pailós y Pezzino
entre otros.
La evaluación colectiva era menos frecuente en el
tiempo. Se hacían evaluaciones de cuadros en general
previas a las exposiciones. La opinión de Torres
García era fundamental para decidir que cuadros se
expondrían. Esta selección era frecuentemente
respaldada por una justificación que incluía una
valoración de las obras y una marca distintiva de la
misma. Los elogios de Torres a una obra en particular, que en
general eran muy precisos, eran motivo de orgullo para el
discípulo. Algunos discípulos, como por ejemplo
Piria, pueden recordar 50 años después que dijo
Torres de tal o cual cuadro.
Esta forma de evaluación colectiva se manifiesta
con el tiempo en una especie de pequeñas exposiciones
internas, en que se evaluaban conjuntamente las obras, que
adquiriría mucha importancia luego de la muerte de
Torres, como elemento de análisis crítico conjunto,
de la producción artística del Taller. (Y que se
conocería finalmente con el nombre de "la
arpillera").
Es importante precisar que los juicios eran en torno a
cuadros y no se generalizaban a los discípulos. (No
había un ordenamiento de mejores discípulos). La
diferenciación entre los discípulos se
producía por decantación y normalmente
recaía en los discípulos más antiguos, que
eran los seleccionados para asistir a los discípulos
más novicios. Esto sin perjuicio de los juicios informales
de valoración de aptitudes que cada integrante hiciese de
los demás miembros del grupo. Esta forma de actuar
fortalecía la unidad, sin descartar enteramente la
competencia
para superarse.
Además, y como característica distintiva
de la escuela torresgarciana, ocupan un lugar muy importante
todas las actividades de difusión general encaradas por el
Taller generalmente con al apoyo de la Asociación de Arte
Constructivo. Entre ellas se destacan las conferencias del
maestro fuera del Taller, la publicación de libros sobre
constructivismo y más específicamente, la
preparación de artículos para Removedor y otras
publicaciones.
La bibliografía del propio Joaquín Torres
García (ver referencias citadas) se presentan numerosas
lecciones magistrales de arte en la que frecuentemente
están presente conceptos filosóficos y
estéticos pero son menos abundantes las referencias a
aspectos prácticos de la enseñanza del oficio de
artista plástico.
2 LA
CLASIFICACIÓN DE LAS ACTIVIDADES EN EL
TALLER
El trabajo de identificación y
clasificación de actividades ha sido posible gracias a la
colaboración de todos los discípulos entrevistados.
Se han confrontado estos resultados en reuniones de trabajo, para
verificar que en esta lista no se escapa ningún tipo de
actividad relevante desarrollada en el Taller durante el
período que nos ocupa.
Estos resultados fueron sintetizados y repartidos, en
documentos de
trabajo, a un importante grupo de discípulos. (Aguiar,
Pezzino, Piria, Studer y los dos hermanos Visca). Sobre esta base
se realizaron varias evaluaciones. En particular se destaca una
reunión conjunta en la casa de Manuel Aguiar el 18 de
enero de 1995 con la participación del propio Aguiar,
Pezzino y los dos hermanos Visca. En esta reunión se
confirmaron los principales resultados obtenidos hasta ese
momento. Con Piria y Studer se mantuvieron reuniones individuales
de evaluación de los documentos. Posteriormente fue
consultado Olalde en su casa en Playa Pascual.
Del análisis posterior de este trabajo que
permitió individualizar 21 actividades distintas, surge
una agrupación en actividades diferenciadas que, dentro de
la informalidad que siempre caracterizó el funcionamiento
interno del Taller Torres García, eran imprescindibles
para que la organización funcionara cumpliendo sus fines
básicos.
Dentro del grupo de 21 actividades se han identificado,
para iniciar el análisis, cuatro grandes tipos de
actividades diferenciadas. Las actividades administrativas
básicas de funcionamiento, las actividades educativas
internas del Taller, las actividades externas de relacionamiento
con el resto de la sociedad y las actividades sociales y
recreativas.
Las actividades administrativas básicas para el
funcionamiento del Taller, incluyendo casi exclusivamente la
recaudación de cuotas y la venta de cuadros
era organizada por el arquitecto San Vicente, lo que garantizaba,
no sin dificultades, la supervivencia económica y
financiera de la organización.
Las actividades educativas internas del Taller que
contemplan un espectro muy grande de acciones y que
a los efectos de su descripción se han agrupado en las
siguientes categorías: formación en el modelo
teórico torresgarciano, práctica individual de la
pintura, evaluación personalizada del trabajo y
discusión colectiva de las obras.
Las actividades externas del Taller han incluido
básicamente las conferencias del maestro, la
presentación de muestras y la emisión de Removedor.
(Además de las investigaciones
de la cultura
plástica indoamericana). La investigación y la
difusión han sido los puntos que contribuyeron más
a mostrar las diferencias de enfoque entre las organizaciones
oficiales existentes y el Taller.
Las actividades sociales y recreativas incluyen
principalmente reuniones en las que se realizaban celebraciones
de diversos tipos, como por ejemplo cumpleaños y
festividades que contribuían a mantener vigente el
sentimiento de pertenencia al grupo.
Luego del trabajo de individualización de tipos
de actividades se ha procedido a agruparlas considerando conjuntos de
actividades con objetivos afines. Los cinco grupos
considerados han sido: la
administración general, la difusión general, la
formación teórica, la práctica de la pintura
y la evaluación del aprendizaje.
Esta agrupación tiene por objeto presentar mejor
los hallazgos, separando los aspectos claramente distintivos que
individualizan la forma de funcionamiento del Taller Torres
García. En particular la formación teórica y
práctica y la forma de evaluación. Además se
distinguen las actividades de relación con la sociedad,
que marcan un sesgo distintivo singular del Taller.
La agrupación de actividades por contenidos
diferenciados es la siguiente:
ADMINISTRACIÓN GENERAL DEL TALLER TORRES
GARCÍA que contemplaba básicamente
actividades generales de coordinación, la gestión de cobros y pagos de todo tipo y
los problemas típicos de una bedelía rudimentaria
incluyendo inscripciones de nuevos socios.
FORMACIÓN TEÓRICA EN CONSTRUCTIVISMO
TORRESGARCIANO E INCLUSO ANÁLISIS CRITICO DE OTRAS
ESCUELAS PLÁSTICAS que contemplaba la asistencia a
conferencias del maestro, la realización de
investigaciones culturales, las charlas internas sobre temas
específicos y las conversaciones en grupo con el
maestro.
PRACTICA DEL DIBUJO, LA PINTURA Y OTROS MEDIOS
EXPRESIVOS abarcando práctica individual de
ejercicios técnicos, las sesiones de trabajo sobre un
mismo tema, las salidas a pintar fuera del Taller y la
preparación de obras colectivas. (Se utilizaba, casi
siempre, el modelado con objetos reales)
EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE considerando
desde comentarios individuales sobre un ejercicio, pasando por
corrección personalizada con cuaderno de notas, hasta la
presentación personal de obras al maestro y las
reuniones de evaluación colectiva. (Llamada internamente
"la arpillera").
DIFUSIÓN GENERAL incluyendo
publicaciones, conferencias del maestro fuera del Taller, la
preparación de artículos para el Removedor y la
presentación de exposiciones de alumnos del Taller
incluyendo catálogos de obras expuestas.
Solamente merece puntualizarse que la experiencia de
evaluación colectiva conocida como "la arpillera" no se
desarrolló en toda su expresión durante la etapa
inicial en la que Torres García vivía.
Alcanzó precisamente su mayor desarrollo procurando cubrir
la ausencia de la guía del maestro, que se dejó
sentir profundamente en la instancia de
evaluación.
3 LAS PRINCIPALES
CARACTERÍSTICAS DE LA PROPUESTA
La propuesta educativa del Taller Torres García
puede ser comprendida analizando los elementos básicos que
la constituyen, como el desarrollo teórico de una
visión plástica, la defensa de un ideal
común, la presencia permanente mediante exposiciones y
publicaciones. Todo esto apuntalado por la figura insustituible
del maestro, como punto de referencia para todos los
discípulos.
El método de enseñanza de Torres
García no ha sido nunca explicitado completamente en
ninguna de las obras del propio maestro, ni en documentos
internos del Taller Torres García. Por ello se entiende
que este estudio constituye un aporte importante para que las
vivencias que todavía perduran en sus discípulos
directos, queden documentadas e interpretadas y de esa manera no
se pierdan.
En este proceso se han rescatado aquellos elementos
constitutivos que se han considerado más relevantes, a
partir de los resultados de esta investigación. El trabajo
descriptivo ha permitido identificar mejor la propuesta
educativa. Sobre esta base se ha procedido a elaborar una
propuesta interpretativa.
A continuación se presentan dichos elementos como
parte importante de los hallazgos de esta
investigación.
a EL MAESTRO COMO PUNTO DE REFERENCIA
Las lecciones de constructivismo de Torres
García, han abarcado desde los primeros pasos de la idea
constructivista, hasta su formulación más
elaborada, incluyendo aspectos principalmente doctrinarios,
aunque también están presentes recomendaciones
prácticas para pintar. Torres sabía que su
propuesta escrita podía servir de guía para
facilitar la comprensión de su arte plástico, pero
también tenía presente que había que
enseñar a pintar.
Si bien sus discípulos le concedían la
derecha como maestro conocedor del oficio de pintar, ese no era
el punto más importante. Sin duda los alumnos consideraban
al maestro como un punto de referencia del ideal de artista
plástico comprometido con su obra. Una persona que
mostraba, a través de su vida, que lo que proclamaba como
ideal, estaba dispuesto a llevarlo a la práctica.
Además compartiendo entre todos, tanto los logros como las
adversidades.
Para los discípulos no existía la menor
sombra de duda sobre la integridad de su maestro. Además
podrían constatar, para confirmar sus respectivas visiones
personales, que Torres García era un pintor que mostraba a
través de sus obras que estaba identificado totalmente con
su prédica. Sin embargo, la clave no era la autoridad
plástica reconocida del maestro. Era la firmeza de sus
convicciones lo que atraía a los alumnos. Convicciones que
se convertían en actos de cualquier tipo, como por ejemplo
libros o conferencias, pero sobre todo, en obras de arte
incomparables.
Tal vez por esto, la presencia del maestro ha sido uno
de los factores preponderantes del suceso que ha alcanzado el
Taller Torres García. En definitiva ha sido el
símbolo de la unidad del movimiento
plástico. E incluso más que eso, ha sido aquello
que los mantenía unidos ante la adversidad. Esa adversidad
que se manifestaba constantemente a través del medio
cultural montevideano, que frecuentemente lanzaba críticas
punzantes contra el Taller.
b LA ENSEÑANZA PERSONALIZADA EN EL
TALLER
La idea de la doctrina constructivista como guía
y no como limitante del desarrollo
personal ha estado siempre
presente en las actividades del Taller. Esto ha sido confirmado
en las entrevistas personales con los discípulos directos.
Esa guía se manifestaba de muchas maneras en las
actividades educativas que se llevaban a cabo dentro de la
organización. Por un lado, estaban las enseñanzas
doctrinarias del maestro y por otro, la disciplinada
práctica de enseñanza de la pintura, siguiendo las
lecciones de los discípulos docentes.
La guía para orientar en la formación del
futuro artista plástico constructivista se concretaba
tanto en la teórica, como en la práctica. Para ello
se trabajaba sobre la base de una enseñanza personalizada
en la que cada discípulo elegía el ritmo de trabajo
y recibía el asesoramiento necesario para irse superando
en el terreno teórico doctrinario de manera de que ello le
permitiera manejar las ideas constructivistas. Cada uno era, de
cierta forma, artífice de sus logros.
Además en el campo de la práctica, se
completaba la formación técnica en el oficio, con
los modelos en frente y trabajando sobre las telas con las
pinturas y los pinceles o eventualmente con cualquier otro medio
expresivo que se eligiese. Por ejemplo, madera o bien, arcilla.
Cualquier opción era considerada a similar nivel. No
había un arte mayor y uno menor. (Aunque justo es decirlo,
la enseñanza del dibujo y la pintura tenían un
lugar preferencial).
La enseñanza personalizada que se impartía
en el Taller Torres García equilibraba la formación
en el terreno estrictamente teórico de
interiorización de las ideas del Universalismo
Constructivo y la práctica en taller para poner la
teoría sobre una tela o sobre cualquier otro objeto, como
por ejemplo, una madera o un pedazo de arcilla.
Por un lado, se apoyaba la formación
constructivista incluyendo la visión del mundo, el rol del
artista plástico y el fundamento de la visión
torresgarciana de las artes plásticas. Incluso se
realizaban charlas para analizar las propuestas de los maestros
clásicos a los que se les reconocían importantes
aportes, aún aceptando que su propuesta era del tipo
naturalista.
Por otro lado, se realizaban prácticas sobre la
construcción de la estructura, la
importancia del uso de la regla de oro, el adecuado uso del
símbolo, el rol del tono y el color, la importancia de la
línea. Todos estos puntos relacionados con cómo
pintar un cuadro, han estado extensamente tratados en la
obra del maestro. Es decir que la práctica también
tenía su sustento teórico.
Lo realmente diferenciador era que; este proceso de
interiorización de la teoría y la práctica
constructiva, eran estimulados personalmente por Torres
García, haciendo sentir a cada uno de los
discípulos que su desarrollo como artista plástico
era importante para el maestro y para el Taller.
c LA FORMA PROACTIVA DE ENSEÑAR EN EL
TALLER
Torres García ha sido un pensador comprometido
con su propuesta hasta el punto de actuar en todos los
ámbitos donde fuera necesario hacerlo, para poder
defenderla. Sus ideas han tenido un fuerte contenido
filosófico y plástico a la vez y ambas dimensiones
se han manifestado como una unidad en su rol constante de
pensador inquieto y artista plástico. Fló (1974,
pág. 15 y siguientes) ha mostrado claramente este
compromiso en su selección de escritos de Torres
García sobre la concepción del mundo Esta forma de
ser se contagiaba a los discípulos.
Torres García investigaba procurando utilizar
preferentemente las herramientas
que más dominaba. O sea, investigar pintando que es la
forma de búsqueda que más profundamente
conocía. Este aspecto lo destacó Raúl
Zaffaroni en una entrevista: "[Torres García]
descubría pintando y luego escribía". Más
adelante agrega: "Sus descubrimientos eran pictóricos,
exégesis literal de lo que descubre pintando". (Zaffaroni
entrevista [no grabada] del 17 de junio de 1994 en la casa de
remates Castells & Castells). O sea: buscaba, pintaba,
encontraba y escribía. Esto también se
transmitía a los discípulos.
Cuando Torres García pensaba, lo hacía
plásticamente y cuando escribía lo hacía
también como artista plástico y en definitiva como
pintor. Por ello, cuando el maestro enseñaba a pintar lo
hacia de manera natural. Esta forma de actuar de Torres
García se iba inculcando a cada uno de los
discípulos que participaban en las tareas educativas de
manera activa practicando directamente el oficio del artista
plástico. Los discípulos pasaban por cada ciclo de
aprendizaje de manera más contextualizada y desprendida de
la carga académica de una escuela tradicional.
No es extraño entonces que la forma de
enseñanza del Taller Torres García derivara de una
forma de investigar y producir que se da frecuentemente en la
actividad de un maestro. Se enseñaba utilizando un modelo
jamás explicitado de investigación y acción
con un fuerte contenido dialéctico. Aparentemente, y tal
vez de manera intuitiva, Torres García trataba de generar
un modelo de aprendizaje fuertemente contextualizado, sin imponer
grandes limitaciones curriculares al aprendizaje de cada
discípulo.
Los resultados estuvieron pronto a la vista.
Cada discípulo avanzado orientaba su
búsqueda personal por el camino que más deseaba, al
ritmo que quisiese, con la sola restricción delimitada por
los principios
básicos del constructivismo torresgarciano, que
debía compartir mientras trabajara en el Taller. Estaba
latente el compromiso con hacer, que traducido a términos
de un artista plástico es precisamente producir obras de
arte, en un claro compromiso de vida con lo que hace. Esta forma
de trabajo diferenciaba nítidamente al Taller de otras
escuelas plásticas de tipo tradicional.
d LA EVALUACIÓN DEL PROCESO DE
ENSEÑANZA
El proceso de desarrollo de la autocrítica de los
estudiantes se fue generando paulatinamente. Al principio eran
simples comentarios de un discípulo más avanzado.
En las primeras sesiones simplemente se le corregían los
defectos, a veces incluso, de manera un poco ruda. Eso ayudaba a
templar el carácter. Desde el inicio se tenía claro
que alcanzar la maestría requería un esfuerzo
importante y gran disciplina
para que la expresión del mensaje no se viera luego
limitada por el escaso dominio de las técnicas
básicas del dibujo y de la pintura.
El maestro intervenía esporádicamente
ayudando a los discípulos ante los problemas derivados de
la ejecución de una obra concreta. Los comentarios de
Torres García eran precisos y claros. Además el
maestro se solía apoyar en su libreta de apuntes, haciendo
bocetos que acompañaba de comentarios sobre la obra en
cuestión. Con estos medios también plásticos
Torres García se comunica admirablemente. Esta forma de
evaluación es una evidencia concreta de que el maestro se
expresaba siempre como artista plástico, aún cuando
actuara como docente, en la evaluación de un cuadro de su
discípulo.
En un proceso gradual los discípulos iban
teniendo mayor libertad para crear, siempre dentro de las reglas
doctrinarias del constructivismo. A su vez, la evaluación
iba haciéndose más compleja e iban cambiando los
instrumentos para realizarla. A medida que los discípulos
iban progresando, tenían posibilidades de confrontar su
obra entre ellos y recibían las críticas y elogios
directamente del maestro. Cada obra era objeto de un
análisis plástico cuidadoso. (Muchas obras fueron
destruidas luego que fueran consideradas no representativas de la
calidad exigida en el Taller).
En determinadas ocasiones especiales tenían la
oportunidad de contrastar las obras producidas bajo la mirada
atenta y profundamente crítica de Torres García.
Este ejercicio se conocería posteriormente como la
"arpillera", que era una verdadera prueba de fuego para la obra
de cada discípulo. Se trataba de una mini exposición
interna dónde se analizaba conjuntamente la obra, y donde
cada uno debía hacer crítica de lo que veía
y recibir la de sus pares. Este mecanismo contribuyó a
reducir el impacto de la muerte del
maestro que en vida era el punto de referencia
ineludible.
Esta práctica de evaluación,
frecuentemente utilizada antes de cada exposición,
permitía contrastar los modelos de comportamiento
de experto y novicio y resultaba un muy buen camino para
identificar los conocimientos y las habilidades que es necesario
adquirir para convertir a un aprendiz en un competente
"resolvedor de problemas" en un área específica. En
este caso ha sido un concurso de habilidades y destrezas
conceptuales y prácticas que aumentaban en definitiva la
capacidad de autocrítica.
La evaluación más comprometedora, y a la
vez más estimulante, era la relacionada con la
selección de obras y la preparación de una muestra
colectiva del Taller. Esta ha sido la puesta de la obra ante el
público. Se trataba del gran momento de la
confrontación de ideas plásticas. Se debe tener
presente que la sociedad plástica montevideana no fue
particularmente condescendiente con esta propuesta innovadora del
Taller. Así que esta experiencia era realmente una prueba
de fuego, para cada discípulo y en definitiva para el
maestro que mostraba como pensaba darle continuidad a su
prédica.
Si se analizan las actividades de evaluación que
se realizaban en el Taller desde el punto de vista
cronológico, quedaba claro que éstas eran
concebidas como un proceso que abarcaba todas las instancias de
formación del estudiante y no solamente una crítica
final del trabajo realizado una vez que este está
terminado. En definitiva, existía un concepto de la
evaluación como proceso y no de la evaluación como
producto. Sin
duda un concepto de evaluación muy evolucionado para la
época.
Con esta óptica, la idea de examen como forma
final de evaluación para aprobar o reprobar a un
estudiante al final de un ciclo, estaba totalmente desterrada. En
el Taller Torres García no existían
exámenes, como los concebidos en una escuela tradicional
de artes plásticas. No había un fin de curso,
seguido de un examen final.
Cada discípulo que ingresaba al Taller se iba
integrando gradualmente a las actividades realizadas individual o
colectivamente en la institución, e iba participando de
actividades de evaluación, cada vez más
sofisticadas, prácticamente sin darse cuenta.
La evaluación que comenzaba por simples
sugerencias generales, sobre aspectos técnicos en los
ejercicios de dibujo y se iba haciendo cada vez más
profunda, en la medida que el discípulo avanzaba en el
desarrollo de los ejercicios que se le
proponían.
Además la evaluación de los ejercicios era
cada vez más personalizada.
Cuando el discípulo alcanzaba cierto nivel en el
proceso de desarrollo plástico personal, se incorporaban
otros mecanismos de evaluación. Ya no se trataba solamente
de correcciones del maestro o de un discípulo avanzado
sobre un ejercicio.
La evaluación pasaba gradualmente por la
crítica colectiva interna entre discípulos en la
actividad conocida como "la arpillera", hasta llegar finalmente a
la evaluación más contextualizada, que realizaba la
sociedad en general, en oportunidad de las exposiciones
colectivas de obras.
Las actividades de evaluación iban siendo cada
vez más complejas. Se desarrollaban mediante un proceso de
integración creciente, que iba desde los
apuntes individuales en las lecciones básicas, hasta la
presentación de obras en las exposiciones
periódicas que organizaba el Taller.
El discípulo iba evolucionando en su
comprensión de la actividad artística constructiva
y, sincrónicamente él mismo podía apreciar
sus progresos como artista plástico. Eso generaba
confianza en la propuesta educativa del Taller, a nivel de todos
los discípulos.
Posiblemente, por ello los procedimientos de
evaluación del aprendizaje operaban formalmente de manera
tan flexible. Además existía una creencia, no
sustentada objetivamente por la evidencia recogida, en que la
propuesta plástica constructivista sería finalmente
aceptada por la sociedad.
Esto fue comentado con precisión por Jorge San
Vicente, hijo del administrador y
testigo presencial, pese a su corta edad, del trabajo que se
realizaba en el Taller. " [Todos los discípulos]
Parecían estar convencidos de la trascendencia de la obra
de Torres". "Todos ayudaban a consolidar las metas que se iban
alcanzando". "No dudaban de que finalmente serían
reconocidos los logros plásticos del Taller". (Entrevista
no grabada con Jorge San Vicente del 25 de julio de 1995 en su
trabajo).
e LA RELACIÓN CON EL CONTEXTO LOCAL
El análisis del proceso de creación de la
escuela constructivista torresgarciana, a través de todas
sus manifestaciones, deja muy en claro que existió una
relación muy intensa con el medio. Tanto sus defensores
como sus detractores actuaron con apasionamiento para
salvaguardar sus posiciones. Esto generó un ámbito
amplio de discusión que hasta ese momento nunca se
había dado en Uruguay y que
gradualmente se proyectó a los países vecinos. De
alguna manera se reprodujo un ambiente fermental
característico de aquellas sociedades
europeas tolerantes que facilitan el desarrollo de cambios
culturales.
Sin embargo, curiosamente el Uruguay de los años
del Taller no era así. No se trataba de una cultura
plástica asentada con criterios de discernimiento propios
que facilitaran los cambios innovadores. Analizando la sociedad
uruguaya de la época se pueden encontrar aspectos que
permiten catalogarla como "plásticamente muy
conservadora". Además la percepción
intuitiva de nuestra cultura muestra un "deseo de racionalidad
muy importante". Como señala Aguiar: "El conservadurismo
va de la mano con la racionalidad". (Entrevista grabada con
Manuel Aguiar del 18 de enero de 1995 en su casa).
Las innovaciones propuestas por Torres García
crearon inicialmente ardorosas disputas entre defensores y
detractores. La doctrina constructivista fue fervorosamente
defendida por los integrantes de Taller y atacada por una parte
importante de los artistas plásticos no afiliados al
constructivismo torresgarciano. Sin embargo, la propuesta
torresgarciana en si misma, considerada globalmente, tiene cierta
afinidad con la cultura nacional.
El Taller Torres García muestra un camino que se
identifica, de alguna manera, con estos valores
conservadores y racionales del uruguayo.
Cuando se "descubre" colectivamente esto, entonces se
comienza a abrir una brecha hacia la aceptación popular
del Universalismo Constructivo. Este cambio, por
causa nuestra naturaleza muy reflexiva, se produciría
lentamente para que el reacomodo de los gustos no sufriera
modificaciones tan abruptas que no pudieran ser colectivamente
aceptados. Desde entonces, no es extraño ver incorporadora
a nuestra cultura los símbolos plásticos del
constructivismo.
Tal ha sido el grado de identificación del
constructivismo torresgarciano con algo esencialmente uruguayo
que la columna crítica de Torres García escrita por
Sarandy Cabrera en la República de 6 de junio de 1994,
causó una gran conmoción. (Cabrera Sarandy, 1994)
En ese artículo el columnista define a Torres
García como a un pintor europeo que, con cierto aire se
superioridad, se propuso "civilizar" a los uruguayos.
Sin pretender abrir juicio sobre estas afirmaciones, sin
duda muy duras, lo interesante ha sido constatar la
reacción de los lectores en defensa de un valor
indiscutible de la cultura, que han visto, según su
opinión, injustamente denostado.
Esta crítica, ha sido durante días objeto
de controversias. Es que hoy, Torres García, es un
símbolo nacional, que al ser cuestionado, por el grado de
identificación popular con su propuesta, genera una
corriente de defensa, para salvaguardar su imagen. Sin pretender
arrojar luz sobre esta polémica incidental, en los hechos,
Torres García ha adquirido un sitial en el que está
destinado a permanecer.
Cincuenta años después la prédica
de Joaquín Torres García continúa abriendo
puertas, hacia la pintura construida y abstracta. Con el tiempo y
a la luz de sus proyecciones, todo parece indicar que poco
importa si sus nutrientes han sido europeas o
indoamericanas.
4 EL MODELO
CONCEPTUAL DE ENSEÑANZA EN EL TALLER
Esta parte del estudio plantea la definición de
un modelo de sistema de
enseñanza-aprendizaje que permita describir el proceso de
operación interna en el Taller Torres García y su
relacionamiento con el contexto.
Como fase inicial para construir ese modelo se ha
desarrollado primero una tabla que permite calificar, por
factores de comparación, las principales
características del Taller Torres García como
escuela de arte.
FACTORES DE COMPARACIÓN (TALLER TORRES
GARCÍA)
FACTOR | MODELO TALLER TORRES | COMENTARIOS |
TIPO DE MEDIO | GRAN VARIEDAD SEGÚN SEA | NO EXISTÍAN CONDICIONAMIENTOS |
FORMA DE PRESENTACIÓN | TOTALMENTE FLEXIBLE Y AJUSTABLE | GRAN LIBERTAD PARA ENCARAR |
PAPEL DEL DOCENTE | MIEMBROS ORGANIZADOS EN EQUIPO | ELEMENTO DE APOYO Y CONSULTA |
PAPEL DEL ESTUDIANTE | PARTICIPANTE SIEMPRE ACTIVO | DISCÍPULO QUE REQUERÍA |
PERSONALIZACION | BASADA EN NECESIDAD INDIVIDUAL Y | PERSONALIZACION Y CONCIENCIA DE GRUPO |
TIEMPO | SEGÚN NECESIDADES INDIVIDUALES | FLEXIBLE |
RESPONSABILIDAD DEL | RESPONSABILIDAD COMPARTIDA X ACTORES | CADA UNO ASUMÍA SU PAPEL |
CONTENIDOS | VARIADO PROCESAM. Y RESOLUCIÓN | PERSONALIZADOS |
FORMA DE EVALUACIÓN | DIFERENTE PARA CADA SERIE DE | CENTRADA EN EL PROBLEMA ESPECIFICO |
PROPÓSITO DE LA | FORMATIVA Y COOPERATIVA | REAFIRMAR VALORES DE LA ESCUELA |
FRECUENCIA DE LA | SINCRÓNICA CON EL APRENDIZAJE | PERIÓDICA, EN DIFERENTES |
BASE PARA LA | COMPARACIÓN BASADA EN CRITERIOS Y | AMPLIA Y CONTEXTUALIZADA |
MOTIVACIÓN | RESPONSABILIDAD COMPARTIDA | MUY ALTA MOTIVACIÓN INDIVIDUAL Y |
Cuadro descriptivo de características del
Taller
Esta Tabla, construida a partir de los resultados de la
investigación, se basa en la propuesta de Chadwick (1987,
pág. 55) que es utilizada por el autor para contraponer el
modelo tradicional con el modelo tecnológico de un sistema
de instrucción.
Si analizamos cuidadosamente su contenido podemos
observar que el Taller Torres García plantea un
funcionamiento académico muy flexible basado en la
participación directa de los discípulos, lo que
contribuye a crear un fuerte espíritu de equipo y
desarrolla un sentimiento de pertenencia al grupo.
Además se destacan nítidamente las
características del sistema de evaluación,
diferenciado del de una academia de arte tradicional, desde su
propósito formativo, pasando por los instrumentos y, el
tiempo y forma de su aplicación.
Todo el ambiente del tipo "catedral", contribuye a
incrementar la
motivación generando condiciones sumamente aptas para
estimular el proceso creativo, que es uno de los ingredientes
fundamentales de la producción
artística.
Siguiendo con la construcción de modelo, se
tomaron los datos de la
investigación empírica relacionados con el ambiente
del contexto del Taller, el perfil de los actores al ingreso al
sistema de instrucción y los atributos más
salientes de los procesos de
aprendizaje.
Sobre la base de los estudios realizados se ha elaborado
un modelo de relación interna entre los componentes el
Taller Torres García, que representa gráficamente
la forma en que se desarrollaban las actividades
académicas. Si bien se ha procurado sintetizar al
máximo las relaciones, se mantiene cierta complejidad
debida a la fuerte interacción de los diferentes
componentes.
En el Modelo Interno del Taller Torres García, se
destacan tres partes separadas pero vinculadas entre
si:
1) La formación teórica en artes
plásticas.
2) La producción artística. (El trabajo
práctico)
3) La presentación de la
producción.
Esas tres partes estaban estrechamente relacionadas,
como lo muestran las líneas de comunicación entre las diferentes
actividades que se realizaban en cada una de
éllas.
Por un lado se ha ubicado la formación
teórica que giraba en torno a las conversaciones en grupo
y las charlas internas que solían tener como eje a Torres
García. Las conferencias y la lectura de
escritos, complementaban la formación sobre la
teoría plástica constructivista.
Obsérvese la incidencia de la
investigación de la cultura plástica indo-americana
y su difusión interna en los ambientes del Taller.
(Incluso apoyada por publicaciones). También es importante
la existencia de reglas plásticas que orientaban a los
discípulos en aspectos teóricos de la doctrina
constructivista.
En el centro se considera la producción
artística que constituye el eje de la actividad
artística de un taller, como lo concebía
precisamente Torres García. Se señala la
"aplicación de laboratorio"
(ejercicios con modelo y sesiones sobre un tema), en equilibrio con
la "aplicación contextualizada" (producción de
obras de arte colectivas e individuales).
Todo este proceso era objeto de una evaluación
continua incluyendo sugerencias para corrección de
ejercicios básicos, comentarios personales de obras y la
crítica colectiva denominada "la arpillera". La
participación directa de Torres García era muy
importante.
La formación teórica y la formación
práctica no operaban en compartimientos estancos, sino
totalmente integradas. La integración entre el mundo de la
teoría y el mundo de la práctica es precisamente
uno de los puntos fuertes del modelo educativo del Taller Torres
García.
Finalmente y como otros componente fundamental se
destacan agrupadas un conjunto de actividades relacionadas con la
presentación de la producción a la sociedad. Sin
duda esta es otra de las características distintivas del
Taller, respecto de otras escuelas de arte contemporáneas
en Uruguay.
Es oportuno destacar la énfasis que se
ponía en la presentación de resultados, que se
manifiesta a través de una muy activa realización
de muestras de los discípulos. También era muy
importante la tarea de divulgación general de los
resultados obtenidos.
La divulgación general incluía la
preparación de libros de texto por
parte de Torres García, la impresión de revistas,
entre las que se destaca nítidamente "Removedor" y de
catálogos que siempre acompañaban a las
exposiciones de obras.
Sobre la base del trabajo precedente, y siguiendo el
esquema de Arts PROPEL de Gardner se ha construido el siguiente
esquema para representar la propuesta del Taller Torres
García.
EDUCACIÓN | |||||||||||||
| |||||||||||||
DOCTRINA |
PRODUCCIÓN |
EVALUACIÓN | |||||||||||
| |||||||||||||
VEHÍCULOS EDUCATIVOS | |||||||||||||
INVESTIGACIÓN PERSONAL |
LECCIONES DEL MAESTRO | ||||||||||||
MUESTRAS DE PINTURA | OBRAS COLECTIVAS | ||||||||||||
| |||||||||||||
DISTINCIÓN DE RASGOS ELABORACIÓN DE OBRAS PERFECCIONAMIENTO DEL MARCO DEFENSA DE LA PRODUCCIÓN | |||||||||||||
Interpretación del modelo del Taller siguiendo
esquema de Gardner
Como se puede apreciar son significativos los puntos de
contacto entre las propuestas del Taller y las ideas de Gardner.
Sin embargo, el Taller Torres García emerge como una
propuesta singular y diferenciada.
Particularmente se destaca el "anclaje" doctrinario en
sentido amplio, la importancia de la producción
artística y el rol central del maestro como guía
del aprendizaje.
La defensa institucional y la amplia divulgación
de la producción artística de todos los
discípulos es otra de las características
distintivas del Taller Torres García.
Para comprender el pensamiento
torresgarciano, se puede profundizar en el estudio de su obra
máxima: Universalismo Constructivo (Torres García,
1944), que abarca prácticamente todos los aspectos
más salientes de sus ideas relacionadas con su
visión personal del mundo y en especial de las artes
plásticas.
Las recopilaciones de Fló (1974) y Díaz
Peluffo (1986) sobre los escritos de Torres García fueron
también un punto de referencia orientador para recorrer la
vasta obra escrita del maestro, procurando un acercamiento que –
en ambos casos – está muy bien documentado a sus puntos
claves.
5
COMPARACIÓN CON LOS MODELOS EDUCATIVOS DE
REFERENCIA
Para analizar el modelo educativo del Taller se ha
realizado una selección de los principales factores
identificados procurando caracterizar su perfil educativo y poder
calificarlo comparativamente con el marco de referencia. Se han
identificado algunas de la características del "modelo
tecnológico" propuesto por Chadwick y se lo ha contrastado
con el "modelo tradicional" de enseñanza. De este trabajo
se puede concluir que el Taller Torres García había
incorporado muchas de las características educativas
innovadoras que lo diferenciaban nítidamente de sus pares,
en el Uruguay de entonces.
En el estudio del marco conceptual de referencia se han
rescatado especialmente la relación con la propuesta de
Ausubel (1976)
teniendo presente la idea de aprendizaje
significativo y el modo en que se pone énfasis en el
sentido lógico de los contenidos, en términos de no
arbitrariedad, claridad y verosimilitud. En particular se ha
considerado el planteo de la receptividad como apoyo para la
formación teórica, en base a contenidos que son
establecidos preferentemente por el responsable de la
instrucción, sin perjuicio del rol activo del estudiante
en el proceso de enseñanza.
La necesidad de un conjunto orgánico de ideas
firmemente establecidas forma parte de la doctrina
constructivista que define una forma de ver los objetos
plásticos, que es la base de todos los aprendizajes
nuevos, que en la práctica del taller se elaboran a partir
de ellos. Los conocimientos básicos de la doctrina
constructivista, en los que Torres García puso tanto
énfasis, sirven de anclaje de los nuevos conocimientos. El
"anclaje" en elementos conceptuales comunes, es lo que
precisamente da el apoyo para lograr ver la pintura con unos ojos
diferentes, más concentrados en aspectos plásticos,
que en la realidad.
El aprendizaje del propio maestro y de sus
discípulos en la escuela constructivista del Taller Torres
García permite poner en evidencia los procesos mentales
que Ausubel reconoce en el aprendizaje. La percepción de
proposiciones en conflicto
manifestadas al pintar, el intento de síntesis de dichas
proposiciones, el surgimiento de nuevas proposiciones emergentes
del conflicto, la asimilación del nuevo nivel cognitivo
hasta lograr cierta estabilidad, la diferenciación
progresiva de los conocimientos y habilidades adquiridas y
finalmente la consolidación del nuevo estado, a partir del
que se repite el ciclo continuo del aprendizaje.
Este proceso es profundamente individual reafirmando la
idea de construcción del conocimiento
desde la experiencia personal. Esta forma de concebir el
aprendizaje se pone claramente en evidencia en la
organización y funcionamiento del Taller Torres
García y es consecuente con el modelo de aprendizaje de
Ausubel y también con la concepción humanista del
aprendizaje de Rogers. La interacción personalizada entre
el alumno y el profesor y la dinámica interactiva entre ellos son
características distintivas del modo de enseñanza
en el Taller Torres García. Reafirmando el rol del alumno
como indicador de lo que es importante y en definitiva, como
referente de la calidad de la experiencia educativa.
La afinidad entre las ideas en que se basa la
teoría de Ausubel y las ideas torresgarcianas de
enseñanza se ponen en evidencia en varios puntos. La
importancia de expresar los objetivos educativos de manera
general, sin entrar en aspectos específicos, es el primer
punto de coincidencia de ambas visiones. El segundo es la
necesidad de instrucción individualizada. Ausubel plantea
que el objetivo primordial de la enseñanza debe ser
tornarla individualizada y el Taller Torres García es un
ejemplo de enseñanza centrada en el individuo y no en la
clase como un todo.
Otro punto importante en común es la idea de que
la motivación no es solamente la "causa" del aprendizaje.
La relación entre motivación y aprendizaje es vista
como algo recíproco por Ausubel. Por su parte, la
enseñanza en el Taller Torres García determinaba
relaciones de causa-efecto que dejaban indeterminado el rol
motivador entre origen previo o refuerzo posterior del interés.
El impulso movilizador de las ideas del maestro podía
actuar como motivador, tanto como el análisis de los
resultados prácticos de la experiencia creadora. Por otra
parte, los ejercicios duros y la disciplina de trabajo
podían resultar poco motivadores, pero el equilibrio se
restablecía cuando la obra aparecía frente a todos,
como una síntesis plástica del esfuerzo
realizado.
La incorporación de ideas estables que han
servido de referencia doctrinaria y el refuerzo práctico
de los textos de referencia han sido muy cuidados en el
funcionamiento del Taller Torres García. Esto ha llevado a
algunos a afirmar que Torres García enseñaba
constructivismo pero no se preocupaba por enseñar a
pintar. Sin embargo, después de un análisis
más profundo del funcionamiento del Taller, ha quedado
claro que los esfuerzos han ido por el lado de integrar una idea
plástica, con una forma de pintar y ambas han debido ser
objeto de trabajo disciplinado.
Torres García reafirmaba las ideas
plásticas esenciales y dejaba en manos de los
discípulos más avanzados la práctica
inicial. De esta manera, la necesidad de enseñanza
individualizada no se ha visto limitada por las posibilidades
físicas del maestro, para estar en relación directa
con la práctica de sus discípulos en todo el ciclo
del aprendizaje.
Otro aspecto común entre las visiones de Ausubel
y Torres García ha sido el relacionado con el rol del
profesor como director del aprendizaje. El profesor ha debido
actuar como orientador del estudiante durante el proceso de
enseñanza. Además el estilo de enseñanza
estaba relacionado siempre con los objetivos particulares de cada
unidad de instrucción. Ese punto ha sido particularmente
relevante en los métodos de
enseñanza del Taller Torres García.
Los roles de docente y alumno cambiaban según la
situación de aprendizaje de que se hablara y sobre todo,
del nivel de desarrollo plástico en que se encontrara cada
uno de los discípulos. Por ejemplo, la relación ha
sido muy parca y dura en la corrección de los ejercicios
iniciales ante modelos y muy discursiva y flexible al analizar
las obras más acabadas, frente a la "arpillera". De esta
manera se ejercía una tutela que iba de mayor a menor. En
el comienzo del proceso de aprendizaje era muy guiada y
gradualmente más libre, cuando se lograba un mayor grado
de desarrollo plástico.
Esto último pone nuevamente en el centro la
existencia de un rol activo y dinámico de los actores y
sobre todo del estudiante en el proceso de enseñanza. De
esta manera se rescata el marco de referencia complementario
mencionado en el estudio teórico. De allí surge la
relación con el aporte de Bruner que plantea el
aprendizaje a través del descubrimiento personal del
estudiante. Durante la investigación empírica se ha
puesto en evidencia la importancia que tenía en el Taller
esta forma de aprendizaje por descubrimiento. Esta modalidad era
personalmente estimulada por Torres García, especialmente
con los discípulos avanzados del Taller.
Como se sugiriera al exponer el marco teórico, en
el caso del Taller Torres García, la modalidad utilizada
preponderantemente entre los estudiantes avanzados era el
"descubrimiento guiado". Torres García ponía a
consideración un problema plástico y los
discípulos investigaban. En este proceso interactivo el
maestro proporciona una dirección sobra la base de la cual
los estudiantes trabajan. Se producía de esta manera, un
proceso en el que todos los que intervenían resultaban
enriquecidos. ¿Cuántas de las lecciones de Torres
García se habrán perfeccionado sobre las bases de
este trabajo conjunto de investigación?
Durante esta investigación ha surgido que si bien
en general Torres García utilizaba, a nivel del
aprendizaje inicial, el camino desde lo general a lo particular,
procurando afirmar las ideas plásticas esenciales con un
enfoque deductivo; con los estudiantes avanzados se trabajaba de
lo particular a lo general con un enfoque inductivo. Se
investigaba produciendo obras de arte individuales y, cuando los
conocimientos se asentaban, se generalizaban ciertos hallazgos en
las lecciones y posteriormente en los escritos.
6 LAS IDEAS RECTORAS
DE LA ENSEÑANZA EN EL TALLER
La experiencia educativa del Taller Torres García
fue sensiblemente diferente de la de la Asociación de Arte
Constructivo. La propia concepción de cada una de las
instituciones
ha sido notoriamente distinta y, por lo tanto, también lo
eran las ideas que las sustentaban, tal como se desprende de la
investigación empírica.
Mientras que en la Asociación de Arte
Constructivo, Torres García había procurado
acercarse a lo más representativo de la cultura
plástica vigente en ese momento en el país, en el
Taller Torres García se había planteado como meta,
formar la nueva generación de artistas jóvenes que
ocuparía el lugar de la anterior.
Esto puso precisamente en el centro, la necesidad de
educar en las ideas plásticas constructivistas a una nueva
generación de jóvenes, que estaban dispuestos a
empezar de cero, de la manera que Torres lo exigía. Esto
fue lo que, en definitiva, dio sustento a una tarea educativa de
mayor proyección de futuro.
Una de las claves diferenciadoras de la propuesta
educativa torresgarciana ha sido que la misma trascendió a
los problemas plásticos que han podido derivarse de la
formulación de una escuela pictórica y ha tenido
que ver con una concepción del mundo, a partir de la cual
se proyecta el artista plástico para construir su
obra.
A continuación se describen las cuatro
principales ideas rectoras:
a) EL COMPROMISO DE VIDA DEL ARTISTA CON SU
OBRA
Resultaba atrayente para sus discípulos el hecho
de que Torres García actuaba orientado por intereses
más amplios que los estrictamente relacionados con la
producción de obras de arte. Joaquín Torres
García ha mostrado el camino para intentar resolver los
problemas trascendentes dentro y fuera de la plástica, en
función
de una visión más solidaria.
El ingreso al Taller suponía una actitud
especial del estudiante y sobre todo, una predisposición
para aprender, totalmente a contrapelo de la cultura
plástica dominante por esos tiempos en Uruguay. En el
Taller se aprendía, desde el comienzo en las primeras
sesiones, una nueva forma de ver la pintura y de pintar que
determinaba de alguna manera, la propia forma de encarar la vida
artística.
Tal vez lo más significativo respecto de las
enseñanzas de Torres García es la importancia dada
al rol del artista y el compromiso de vida con su
producción artística. Sobre esta base se
sustentaban los principios plásticos del constructivismo y
las lecciones relacionadas con el oficio del pintor. El
compromiso del artista con su obra fue reiteradamente planteado
por Torres García.
Este ejemplo fue aprendido por sus discípulos
directos. Tan fuerte fue esa idea que, en algunos casos, se ha
mantenido en la segunda generación de discípulos.
Precisamente Rial destaca esa relación vital del pintor
con su obra, que conoció a partir de Jonio Montiel; su
maestro y amigo. (Entrevista grabada con Raul Rial del 5 de junio
de 1995 en su taller).
b) EL ANCLAJE EN LOS PRINCIPIOS BÁSICOS DEL
CONSTRUCTIVISMO
Lo atractivo de la propuesta del Taller era que las
ideas filosóficas se integraban con una visión
plástica, haciendo surgir naturalmente la necesidad de una
obra de arte organizada según determinadas reglas. Los
estudiantes palpaban la necesidad de realizar una obra de arte
construida en base a una estructura, respetando el orden
plástico de los objetos en el cuadro.
Ese curriculum
oculto del Taller estaba basado en las ideas éticas,
plásticas y educativas de Torres García que de
forma no instrumental están descritas en su
bibliografía, pero que sobre todo se reflejan en su forma
de actuar como persona y especialmente en su forma de pintar como
artista plástico y además, son consistentes con su
forma de enseñar como maestro que guía a sus
discípulos.
c) LOS PRINCIPIOS EDUCATIVOS CONSISTENTES, NO DECLARADOS
EXPLÍCITAMENTE
Los principios constructivistas gobernaban en forma
consistente la ejecución de la propuesta educativa dentro
del Taller. Sin embargo, esta relación entre los
principios plásticos y educativos no fue expresada de una
forma que fuera formalmente evidente para todos. De allí
que existan diferentes interpretaciones sobre la
aplicación de la misma.
En ningún momento hubo una declaración
explícita de principios educativos articulados, que
permitiera comprender íntegramente cuales eran los
fundamentos básicos de la actividad pedagógica del
Taller. Eso fue descrito por Torres García de manera muy
fragmentaria y embebido, en las lecciones de artes
plásticas que dictaba.
Entre los principios fundamentales, nunca declarados,
subyace la idea de aprendizaje significativo y la idea de
aprendizaje por descubrimiento en el marco de una
enseñanza muy personalizada, que dieron sustento a la
elección de los modelos de Ausubel y Bruner como
referencias teóricas propuestas en esta
investigación.
Sin embargo, la ausencia de una declaración
explícita no impidió el desarrollo de las
actividades del Taller. El curriculum del Taller afloraba en cada
propuesta sin contratiempos, porque era consecuente con las ideas
del maestro. De alguna manera todos aceptaban esas reglas de
juego que
determinaban el funcionamiento académico del Taller,
aún sin estar escritas.
d) LA PRACTICA PERSONALIZADA DEL OFICIO
El ingreso al Taller era el ingreso a una nueva forma de
ver la pintura y a una nueva forma de expresarse como artistas.
Todo esto tomaba cuerpo, de manera aparentemente desordenada, sin
un plan
sistemático de actividades, pero en realidad había
un "orden oculto" que determinaba qué debía hacerse
y cómo debería ser hecho.
La forma de enseñar artes plásticas de
Torres García abarcaba la presentación
académica de los problemas plásticos reforzada por
la indagación individual de los valores más
representativos. Los conceptos plásticos estaban claros,
las actividades educativas eran consecuentes, la experiencia
personal reforzaba el aprendizaje y todo se desarrollaba en una
comunidad de
valores que fomentaba el espíritu de cuerpo.
Torres García planteó de muchas maneras
diferentes su visión de la forma en que se debía
enseñar artes plásticas, basada en la
práctica personalizada. En el estudio del marco de
referencia hay citados varios ejemplos. Además en la
investigación
documental se ha realizado una reseña de las
principales características. Tal vez ese esfuerzo de
Torres García no es fácil de percibir por la escasa
referencia a aspectos organizativos y
programáticos.
Estos cuatro puntos fundamentales identificados
precedentemente eran respaldados por las lecciones de arte que
daba Torres García. A su vez, los resultados de la
producción artística de los discípulos, eran
presentados en exposiciones colectivas.
En el Taller Torres García se enseñaban
los principios básicos del constructivismo torresgarciano,
con su visión trascendente de la plástica y su
repercusión sobre la manera de vivir como pintores. Las
reglas morales y plásticas estaban fuertemente
relacionadas entre si y formaban parte de la microcultura del
Taller, que en general todos defendían como si fuera
suya.
El Taller operaba sustentado en las lecciones del
maestro periódicamente analizadas en grupo. Las clases de
dibujo y pintura eran dictadas por los discípulos
más avanzados. Todos contaban con el apoyo directo de
Torres García que se materializaba principalmente en
oportunidad del análisis de las obras
producidas.
No existía un programa explícito con
cursos definidos
previamente y clases planificadas, similar al establecido en las
instituciones oficiales de enseñanza. En realidad los
discípulos experimentaban siguiendo los lineamientos del
maestro. Cada uno iba haciendo sus propios descubrimientos con el
apoyo de otros discípulos y del propio Torres
García.
La enseñanza en el Taller Torres García
incluía una formación completa en artes
plásticas que pasaba por una formación
básica en dibujo y pintura con apoyo directo de los
discípulos avanzados y, llegaba a una fase de
perfeccionamiento especializado que utilizaba un procedimiento de
aprendizaje cooperativo y, de alguna manera, fomentaba la unidad
del grupo.
La formación básica en dibujo era muy
rigurosa. A ella se dedicaban muchas sesiones en las que los
principiantes realizaban ejercicios con la mirada atenta de los
discípulos más avanzados, a quienes se les
encargaba específicamente esta tarea de apoyo inicial. El
propio Torres García había sugerido el grupo
inicial de discípulos que se encargaría del
entrenamiento básico en dibujo.
La formación especializada era más libre y
consistía en trabajos de práctica que eran seguidos
personalmente por el propio Torres García que realizaba
comentarios sobre la producción que cada discípulo
iba generando a su propio ritmo.
Estaba muy marcada una preeminencia de las ideas
plásticas básicas para recién luego, encarar
la enseñanza del oficio. Este enfoque constituye un
aspecto diferenciador muy importante respecto de las academias
tradicionales. Además es la base del sustento para un
acercamiento del mundo de la teoría, con el de la
práctica.
En todo el proceso, la experimentación era un
acto de tipo personal. Si bien esta actividad estaba determinada
por los principios generales definidos por Torres García,
se realizaba individualmente, lo que daba un carácter
distintivo a los trabajos de cada uno de los discípulos,
sin dejar de mostrar una línea plástica afín
muy bien definida.
Las exposiciones de discípulos era otra de las
características diferenciadoras del Taller Torres
García. Las actividades relacionadas con las exposiciones
colectivas constituían una forma de mostrar a la sociedad
de la época que las enseñanzas del Taller eran bien
aprendidas. Además actuaban como un elemento motivador
sumamente importante.
Otro factor diferenciador del Taller era la
realización de obras colectivas de gran envergadura, como
las pinturas que integran la decoración mural del
Pabellón Martirené, de la Colonia Saint Bois. La
moderna estética realista de estos murales,
generó es su época una gran polémica que
enfrentó a defensores y detractores.
Estos eran parte de los elementos característicos
del funcionamiento del Taller que operaban como términos
de referencia calificadores, para fijar una posición
plástica comunitaria dentro del Taller y también
por reflejo, fuera de él.
Julio Alpuy define admirablemente en pocas palabras los
tres pilares de la formación general que se brindaba en el
Taller: "Era una educación total, entre todos y para
todos". (Entrevista telefónica con Alpuy del 4 de junio de
1995 en su casa de New York).
Todo ello junto, generaba un ambiente fermental que era
percibido por todos los discípulos y que actuaba como
catalizador de la producción artística.
Además desarrollaba un espíritu de pertenencia al
grupo que permitía sobrellevar situaciones adversas, como
las criticas externas y las penurias económicas, sin
perder el sentido de la unidad.
Sin duda habían puntos en común en la
producción plástica de los discípulos del
Taller. Esto se notaba principalmente en las prácticas de
los recién ingresados. Incluso a veces se firmaban las
obras simplemente con TTG. Rial, discípulo de Montiel,
plantea como elementos distintivos de la producción
artística del Taller: la pintura construida, el contenido
simbólico y el entonado del color. (Entrevista grabada con
Raul Rial del 5 de junio de 1995 en su taller y consultas
posteriores).
Sin embargo, a pesar de las características
plásticas comunes en las obras del Taller, la
personalidad plástica de los discípulos
avanzados se hacía gradualmente evidente y los resultados
eran más personales. La pintura de Gonzalo Fonseca o la de
Manuel Pailós eran nítidamente diferentes. Incluso
la de los hermanos Horacio y Augusto Torres, que se formaron
durante años con Torres García, eran bien
distintas.
Jorge Visca cierra con dos pinceladas su resumen de la
presentación de ideas educativas sobre el Taller, citando
precisamente dos frases de Torres García a sus
discípulos en sus últimos años. "Una cosa
son las Reglas y otra cosa es el Pintor". En el momento de crear
una obra de arte cada uno debe procurar encontrar una
manifestación personal de su arte. (Jorge Visca entrevista
grabada el 18 de enero de 1995 en casa de Manuel Aguiar,
incluyendo precisiones posteriores realizadas en nota entregada
al autor)
El mismo Visca agrega certeramente la esencia del legado
final que Torres García les dejó a manera de
despedida: "Ahora cada uno debe ser maestro de sí mismo".
(Resumen posterior de Jorge Visca de la entrevista
grabada, el 18 de enero de 1995 en casa de Manuel Aguiar). Y
así fue precisamente.
Argul José Pedro. Las artes
plásticas en el Uruguay (desde la época
indígena al momento contemporáneo), Montevideo, Ed.
Barreiro y Ramos, 1966
Ausubel David. Psicología
educativa. Un punto de vista cognoscitivo, México,
Trillas, 1976
Cáceres Alfredo. Joaquín Torres
García; estudio psicológico y síntesis
crítica, Montevideo, Imp. L.I.G.U., 1941
Chadwick Clifton. Tecnología
educacional para el docente, Barcelona, Paidos, 1987
Díaz Peluffo Zolá. Ideas
Fundamentales de Torres García, Montevideo,
Dirección General de Extensión Universitaria,
1986
Durkheim Émile. Educación como
socialización, Salamanca (España),
Ediciones Sigueme, 1976
Fló Juan. Joaquín Torres
García Escritos, Montevideo, Arca, 1974
Fló Juan y Barnitz Jacqueline. La escuela
del sur. El taller Torres-García y su legado, Madrid,
Ministerio de Cultura Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia,
1991
Fló Juan y otros. Testamento
Artístico, Montevideo, Marcha, 1974
Fló Juan. Torres García en (y
desde) Montevideo, Montevideo, Arca, 1991
García Esteban Fernando. Artes
plásticas de Uruguay en el siglo veinte, Montevideo,
Universidad,
1968
García Puig María Jesús.
Joaquín Torres García y el Universalismo
Constructivo, Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica,
1990
Gardner Howard. Educación Artística
y Desarrollo
Humano, Barcelona, Paidós Educador, 1994
Kalenberg Ángel. Torres García,
Montevideo, Museo Nacional de Artes Plásticas,
1974
Novak Joseph. Teoría y práctica de
la
Educación, Madrid, Alianza, 1982
Podestá José María. J.
Torres García, Buenos Aires,
Editorial Losada S.A., 1946
Ramírez Mari Carmen y otros. La escuela
del sur. El taller Torres-García y su legado, Madrid,
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 1991
Torres García Joaquín. Estructura,
Montevideo, Editorial Alfar, 1935; nueva edición,
Montevideo, Ediciones La regla de oro, 1974
Torres García Joaquín. La regla
abstracta. Contribución al arte de las tres
Américas, Montevideo, Asociación de Arte
Constructivo, 1946 a
Torres García Joaquín. La
recuperación del objeto, Montevideo, Facultad de Humanidad
y Ciencias,
1952; reeditado con prólogo de Esther de Cáceres,
Montevideo, Biblioteca
Artigas, 1965 en Tomos I y II
Torres García Joaquín. La
tradición del hombre
abstracto (Doctrina Constructiva), Montevideo, Asociación
de Arte Constructivo, 1938; Reeditado, Montevideo,
Comisión de Homenajes a Torres García Ministerio de
Educación y Cultura, 1974
Torres García Joaquín. Metafísica
de la Prehistoria
Indoaméricana, Montevideo, Asociación de Arte
Constructivo, 1939 b
Torres García Joaquín.
Mística de la Pintura, Montevideo, Asociación de
Arte Constructivo y Taller Torres García, 1947
Torres García Joaquín. Nueva
escuela de Arte del Uruguay, Montevideo, Talleres L.I.G.U., 1946
b
Torres García Joaquín y otros. La
decoración mural del pabellón Martirene de la
Colonia Saint Bois, Montevideo, Talleres Gráficos Sur, 1944 a
Torres García Joaquín.
Universalismo Constructivo, Buenos Aires, Editorial
Poseidón, 1944 b; nueva edición: Madrid, Editorial
Alianza, 1984 (2 vols.)
Torres García Joaquín. 500 Conferencia,
Montevideo, Asociación de Arte Constructivo,
1940
Torres García Joaquín y otros.
Revista
"Removedor", Montevideo, 1945 a 1950
Wilson John. Cómo valorar la calidad de la
enseñanza, Barcelona, Paidós, 1992
AUTOR
CARLOS A. PETRELLA